Candido, o El Optimismo by 1694-1778 Voltaire - HTML preview

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Candido, o El Optimismo

CANDIDO,

Ó

EL OPTIMISMO,

VERSION DEL ORIGINAL TUDESCO DEL DR. RALPH,

Con las adiciones que se han hallado en los papeles del Doctor,despues de su fallecimiento en Minden, el año 1759 de nuestraredencion.

CAPITULO PRIMERO.

Donde se da cuenta de como fué criado Candido en una hermosaquinta, y como de ella fué echado á patadas.

En la quinta del Señor baron de Tunderten-tronck, título de laVesfalia, vivia un mancebo que habia dotado de la índole mas apaciblenaturaleza. Víase en su fisonomía su alma: tenia bastante sano juicio,y alma muy sensible; y por eso creo que le llamaban Candido.Sospechaban los criados antiguos de la casa, que era hijo de lahermana del señor baron, y de un honrado hidalgo, vecino suyo, conquien jamas consintió en casarse la doncella, visto que no podiaprobar arriba de setenta y un quarteles, porque la injuria de lostiempos habia acabado con el resto de su árbol genealógico.

Era el señor baron uno de los caballeros mas poderosos de la Vesfalia;su quinta tenia puerta y ventanas, y en la sala estrado habia unacolgadura. Los perros de su casa componian una xauria quando eramenester; los mozos de su caballeriza eran sus picadores, y elteniente-cura del lugar su primer capellan: todos le daban señoría, yse echaban á reir quando decia algun chiste.

La señora baronesa que pesaba unas catorce arrobas, se habia grangeadopor esta prenda universal respeto, y recibia las visitas con unadignidad que la hacia aun mas respetable. Cunegunda, su hija, doncellade diez y siete años, era rolliza, sana, de buen color, y muyapetitosa muchacha; y el hijo del baron en nada desdecia de su padre.El oráculo de la casa era el preceptor Panglós, y el chicuelo Candidoescuchaba sus lecciones con toda la docilidad propia de su edad y sucarácter.

Demostrado está, decia Panglós, que no pueden ser las cosas de otromodo; porque habiéndose hecho todo con un fin, no puede ménos este deser el mejor de los fines. Nótese que las narices se hiciéron parallevar anteojos, y por eso nos ponemos anteojos; las piernasnotoriamente para las calcetas, y por eso se traen calcetas; laspiedras para sacarlas de la cantera y hacer quintas, y por eso tieneSu Señoría una hermosa quinta; el baron principal de la provincia hade estar mas bien aposentado que otro ninguno: y como los marranosnaciéron para que se los coman, todo el año comemos tocino. De suerteque los que han sustentado que todo está bien, han dicho un disparate,porque debian decir que todo está en el último ápice de perfeccion.

Escuchábale Candido con atención, y le creía con inocencia, porque laseñorita Cunegunda le parecía un dechado de lindeza, puesto que nuncahabia sido osado á decírselo. Sacaba de aquí que despues de laimponderable dicha de ser baron de Tunder-ten-tronck, era el segundogrado el de ser la señorita Cunegunda, el tercero verla cada dia, y elquarto oir al maestro Panglós, el filósofo mas aventajado de laprovincia, y por consiguiente del orbe entero.

Paseándose un dia Cunegunda en los contornos de la quinta por untallar que llamaban coto, por entre unas matas vio al doctor Panglósque estaba dando lecciones de física experimental á la doncella delabor de su madre, morenita muy graciosa, y no ménos dócil. La niñaCunegunda tenia mucha disposicion para aprender ciencias; observó puessin pestañear, ni hacer el mas mínimo ruido, las repetidasexperiencias que ámbos hacian; vió clara y distintamente la razonsuficiente del doctor, sus causas y efectos, y se volvió desasosegaday pensativa, preocupada del anhelo de adquirir ciencia, y figurándoseque podía muy bien ser ella la razón suficiente de Candido, y ser estela suya.

De vuelta á la quinta encontró á Candido, y se abochornó, y Candido sepuso también colorado. Saludóle Cunegunda con voz trémula, ycorrespondió Candido sin saber lo que se decia. El dia siguiente,despues de comer, al levantarse de la mesa, se encontraron detras deun biombo Candido y Cunegunda; esta dexó caer el pañuelo, y Candido lealzó del suelo; ella le cogió la mano sin malicia, y sin maliciaCandido estampó un beso en la de la niña, pero con tal gracia, tantaviveza, y tan tierno cariño, qual no es ponderable; topáronse susbocas, se inflamáron sus ojos, les tembláron las rodillas, y se lesdescarriáron las manos…. En esto estaban quando acertó á pasar porjunto al biombo el señor barón de Tunder-ten-tronck, y reparando ental causa y tal efecto, sacó á Candido fuera de la quinta á patadas enel trasero. Desmayóse Cunegunda; y quando volvió en sí, le dió laseñora baronesa una mano de azotes; y reynó la mayor consternación enla mas hermosa y deleytosa quinta de quantas exîstir pueden.

CAPITULO II.

De lo que sucedió á Candido con los Búlgaros.

Arrojado Candido del paraiso terrenal fué andando mucho tiempo sinsaber adonde se encaminaba, lloroso, alzando los ojos al cielo, yvolviéndolos una y mil veces á la quinta que la mas linda de lasbaronesitas encerraba; al fin se acostó sin cenar, en mitad del campoentre dos surcos. Caía la nieve á chaparrones, y al otro dia Candidoarrecido llegó arrastrando como pudo al pueblo inmediato llamadoValdberghof-trabenk-dik-dorf, sin un ochavo en la faltriquera, ymuerto de hambre y fatiga. Paróse lleno de pesar á la puerta de unataberna, y repararon en el dos hombres con vestidos azules. Cantarada,dixo uno, aquí tenemos un gallardo mozo, que tiene la estatura quepiden las ordenanzas. Acercáronse al punto á Candido, y le convidároná comer con mucha cortesía. Caballeros, les dixo Candido con la massincera modestia, mucho favor me hacen vms., pero no tengo para pagarmi parte. Caballero, le dixo uno de los azules, los sugetos de sufacha y su mérito nunca pagan. ¿No tiene vm. dos varas y seis dedos?Sí, señores, esa es mi estatura, dixo haciéndoles una cortesía. Vamos,caballero, siéntese vm. á la mesa, que no solo pagarémos, sino que noconsentirémos que un hombre como vm. ande sin dinero; que entre gentehonrada nos hemos de socorrer unos á otros. Razón tienen vms., dixoCandido; así me lo ha dicho mil veces el señor Panglós, y ya veo quetodo está perfectísimo. Le ruegan que admita unos escudos; los toma, yquiere dar un vale; pero no se le quieren, y se sientan á la mesa.—¿Noquiere vm. tiernamente?… Sí, Señores, respondió Candido, con lamayor ternura quiero á la baronesita Cunegunda. No preguntamos eso, ledixo uno de aquellos dos señores, sino si quiere vm. tiernamente alrey de los Bulgaros. No por cierto, dixo, porque no le he visto en miida.—Vaya, pues es el mas amable de los reyes, ¿Quiere vm. quebrindemos á su salud?—Con mucho gusto, señores; y brinda. Basta coneso, le dixéron, ya es vm. el apoyo, el defensor, el adalid y el héroede los Bulgaros; tiene segura su fortuna, y afianzada su gloria.Echáronle al punto un grillete al pié, y se le lleváron al regimiento,donde le hiciéron volverse á derecha y á izquierda, meter la baqueta,sacar la baqueta, apuntar, hacer fuego, acelerar el paso, y le diérontreinta palos: al otro dia hizo el exercicio algo ménos jual, y no lediéron mas de veinte; al tercero, llevó solamente diez, y le tuviéronsus camaradas por un portento.

Atónito Candido aun no podia entender bien de qué modo era un héroe.Púsosele en la cabeza un dia de primavera irse á paseo, y siguió sucamino derecho, presumiendo que era prerogativa de la especie humana,lo mismo que de la especie animal, el servirse de sus piernas á suantojo. Mas apénas había andado dos leguas, quando héteme otros quatrohéroes de dos varas y tercia, que me lo agarran, me le atan, y me lellevan á un calabozo, Preguntáronle luego jurídicamente si queria maspasar treinta y seis veces por baquetas de todo el regimiento, órecibir una vez sola doce balazos en la mollera. Inútilmente alegó quelas voluntades eran libres, y que no queria ni una cosa ni otra, fuéforzoso que escogiese; y en virtud de la dádiva de Dios que llamanlibertad, se resolvió á pasar treinta y seis veces baquetas, y sufriódos tandas.

Componíase el regimiento de dos mil hombres, lo qual hizojustamente quatro mil baquetazos que de la nuca al trasero ledescubriéron músculos y nervios. Iban á proceder á la tercera tanda,quando Candido no pudiendo aguantar mas pidió por favor que se lehicieran de levantarle la tapa de los sesos; y habiendo conseguido tanseñalada merced, le estaban vendando los ojos, y le hacían hincarse derodillas, quando acertó á pasar el rey de los Bulgaros, queinformándose del delito del paciente, como era este rey sugeto demucho ingenio, por todo quanto de Candido le dixéron, echó de ver queera un aprendiz de metafísica muy bisoño en las cosas de este mundo, yle otorgó el perdon con una clemencia que fué muy loada en todas lasgacetas, y lo será en todos los siglos. Un diestro cirujano curó áCandido con los emolientes que enseña Dioscórides. Un poco de cútistenia ya, y empezaba á poder andar, quando dió una batalla el rey delos Bulgaros al de los Abaros.

CAPITULO III.

De qué modo se libró Candido de manos de los Bulgaros, y de lo quele sucedió despues.

No habia cosa mas hermosa, mas vistosa, mas lucida, ni mas bienordenada que ámbos exércitos: las trompetas, los pífanos, losatambores, los obués y los cañones formaban una harmonía qual nuncala hubo en los infiernos. Primeramente los cañones derribáron unosseis mil hombres de cada parte, luego la fusilería barrió del mejor delos mundos unos nueve ó diez mil bribones que inficionaban susuperficie; y finalmente la bayoneta fué la razon suficiente de lamuerte de otros quantos miles. Todo ello podia sumar cosa de treintamillares. Durante esta heroica carnicería, Candido, que temblaba comoun filósofo, se escondió lo mejor que supo.

Miéntras que hacian cantar un

Te Deum

ámbos reyes cada uno ensu campo, se resolvió nuestro héroe á ir á discurrir á otra partesobre las causas y los efectos. Pasó por encima de muertos ymoribundos hacinados, y llegó á un lugar inmediato que estaba hechocenizas; y era un lugar abaro que conforme á las leyes de derechopúblico habian incendiado los Bulgaros: aquí, unos ancianosacribillados de heridas contemplaban exhalar el alma á sus esposasdegolladas; mas allá, daban el postrer suspiro vírgenes pasadas ácuchillo despues de haber saciado los deseos naturales de algunoshéroes; otras medio tostadas clamaban por que las acabaran de matar;la tierra estaba sembrada de sesos al lado de brazos y piernascortadas.

Huyóse á toda priesa Candido á otra aldea que pertenecia á losBulgaros, y que habia sido igualmente tratada por los héroes abaros.Al fin caminando sin cesar por cima de miembros palpitantes, óatravesando ruinas, salió al cabo fuera del teatro de la guerra, conalgunas cortas provisiones en la mochila, y sin olvidarse un punto desu Cunegunda. Al llegar á Holanda se le acabáron las provisiones; mashabiendo oido decir que la gente era muy rica en este pais, y que erancristianos, no le quedó duda de que le darian tan buen trato como elque en la quinta del señor baron le habian dado, ántes de haberleechado á patadas á causa de los buenos ojos de Cunegunda labaronesita.

Pidió limosna á muchos sugetos graves que todos le dixéron que siseguia en aquel oficio, le encerrarian en una casa de correccion, paraenseñarle á vivir sin trabajar. Dirigióse luego á un hombre queacababa de hablar una hora seguida en una crecida asamblea sobre lacaridad, y el orador, mirándole de reojo, le dixo:

¿A qué vienesaquí? ¿estás por la buena causa? No hay efecto sin causa, respondiómodestamente Candido; todo está encadenado por necesidad, y ordenadopara lo mejor: ha sido necesario que me echaran de casa de labaronesita Cunegunda, y que pasara baquetas, y es necesario quemendigue el pan hasta que le pueda ganar; nada de esto podia ménos desuceder. Amiguito, le dixo el orador, ¿crees que el papa es elante-cristo? Nunca lo habia oido, respondió Candido; pero, séalo ó nolo sea, yo no tengo pan que comer. Ni lo mereces, replicó el otro;anda,bribon, anda, miserable, y que no te vuelva yo á ver en mi vida.Asomóse en esto á la ventana la muger del ministro, y viendo á uno quedudaba de que el papa fuera el ante-cristo, le tiró á la cabeza unvaso lleno de…. ¡O cielos, á qué excesos se entregan las damas porzelo de la religion!

Uno que no habia sido bautizado, un buen anabantista, llamadoSantiago, testigo de la crueldad y la ignominia con que trataban á unode sus hermanos, á un ser bípedo y sin plumas, que tenia alma, se lellevó á su casa, le limpió, le dió pan y cerbeza, y dos florines, yademas quiso enseñarle á trabajar en su fábrica de texidos de Persia,que se hacen en Holanda. Candido, arrodillándose casi á sus plantas,clamaba: Bien decia el maestro Panglós, que todo estaba perfectamenteen este mundo; porque infinitamente mas me enternece la muchagenerosidad de vm., que lo que me enojó la inhumanidad de aquel señorde capa negra, y de su señora muger.

Yendo al otro dia de pasco se encontró con un pordiosero, cubierto delepra, los ojos casi ciegos, carcomida la punta de la nariz, la bocatuerta, ennegrecídos los dientes, y el habla gangosa, atormentado deuna violenta tos, y que á cada esfuerzo escupia una muela.

CAPITULO IV.

De qué modo encontró Candido á su maestro de filosofía, el doctorPanglós, y de lo que le aconteció.

Mas que á horror movido á compasion Candido le dió á este horrorosopordiosero los dos florines que de su honrado anabautista Santiagohabia recibido. Miróle de hito en hito la fantasma, y vertiendolágrimas se le colgó al cuello. Zafóse Candido asustado, y elmiserable dixo al otro miserable: ¡Ay! ¿con que no conoces á tu amadomaestro Panglós? ¿Qué oygo? ¡vm., mi amado maestro! ¡vm. en tanhorrible estado! ¿Pues qué desdicha le ha sucedido? ¿porqué no está enla mas hermosa de las granjas? ¿qué se ha hecho la señorita Cunegunda,la perla de las doncellas, la obra maestra de la naturaleza? No puedoalentar, dixo Panglós.

Llevóle sin tardanza Candido al pajar delanabautista, le dió un mendrugo de pan; y quando hubo cobrado alientoPanglós, le preguntó: ¿Qué es de Cunegunda? Es muerta, respondió elotro. Desmayóse Candido al oirlo, y su amigo le volvió á la vida conun poco de vinagre malo que encontró acaso en el pajar. Abrió Candidolos ojos, y exclamó: ¡Cunegunda muerta! Ha perfectísimo entre losmundos, ¿adonde estás? ¿y de qué enfermedad ha muerto? ¿ha sido porventura de la pesadumbre de verme echar á patadas de la soberbiaquinta de su padre? No por cierto, dixo Panglós, sino de que unossoldados bulgaros le sacáron las tripas, despues que la hubiéronviolado hasta mas no poder, habiendo roto la mollera al señor baronque la quiso defender. La señora baronesa fué hecha pedazos, mi pobrealumno tratado lo mismo que su hermana, y en la granja no ha quedadopiedra sobre piedra, ni troxes, ni siquiera un carnero, ni unagallina, ni un árbol; pero bien nos han vengado, porque lo mismo hanhecho los Abaros en una baronía inmediata que era de un señor bulgaro.

Desmayóse otra vez Candido al oir este lamentable cuento; pero vueltoen sí, y habiendo dicho quanto tenia que decir, se informó de la causay efecto, y de la razon suficiente que en tan lastimosa situacion áPanglós habia puesto. ¡Ay! dixo el otro, el amor ha sido; el amor, elconsolador del humano linage, el conservador del universo, el alma detodos los seres sensibles, el blando amor. Ha, dixo Candido, yotambien he conocido á ese amor, á ese árbitro de los corazones, á esaalma de nuestra alma, que nunca me ha valido mas que un beso y veintepatadas en el trasero. ¿Cómo tan bella causa ha podido producir en vm.tan abominables efectos? Respondióle Panglós en los términossiguientes: Ya conociste, amado Candido, á Paquita, aquella lindadoncella de nuestra ilustre baronesa; pues en sus brazos gocé loscontentos celestiales, que han producido los infernales tormentos queves que me consumen: estaba podrida, y acaso ha muerto. Paquita debióeste don á un Franciscano instruidísimo, que había averiguado elorígen de su achaque, porque se le habia dado una condesa vieja, laqual le habia recibido de un capitan de caballería, que le hubo de unamarquesa, á quien se le dió un page, que le cogió de un jesuita, elqual, siendo novicio, le habia recibido en línea recta de uno de loscompañeros de Cristobal Colon. Yo por mi no se le daré á nadie, porqueme voy á morir luego.

¡O Panglós, exclamó Candido, qué raro árbol de genealogía es ese! ¿fuéacaso el diablo su primer tronco?

No por cierto, replicó aquel varoneminente, que era indispensable cosa y necesario ingrediente del masexcelente de los mundos; porque si no hubieran pegado á Colon en unaisla de América este mal que envenena el manantial de la generacion, yque á veces estorba la misma generacion, y manifiestamente se opone alprincipal blanco de naturaleza, no tuviéramos ni chocolate nicochinilla; y se ha de notar que hasta el dia de hoy es peculiar denosotros esta dolencia en este continente, no ménos que la teologíaescolástica.

Todavía no se ha introducido en la Turquía, en la India,en la Persia, en la China, en Sian, ni en el Japon; pero razon haysuficiente para que la padezcan dentro de algunos siglos. Miéntrastanto es bendicion de Dios lo que entre nosotros prospera, conparticularidad en los exércitos numerosos, que constan de honradosganapanes muy bien educados, los quales deciden la suerte de losestados, y donde se puede afirmar con certeza, que quando peleantreinta mil hombres en campal batalla contra un exército igualmentenumeroso, hay cerca de veinte mil galicosos por una y otra parte.

Portentosa cosa es esa, dixo Candido, pero es preciso tratar decuraros. ¿Y cómo me he de curar, amiguito, dixo Panglós, si no tengoun ochavo; y en todo este vasto globo á nadie sangran, ni leadministran una lavativa, sin que pague ó que alguien pague por él?

Estas últimas razones determináron á Candido á irse á echar á lospiés de su caritativo anabautista Santiago, á quien pintó tantiernamente la situacion á que se vía reducido su amigo, que nodificultó el buen hombre en hospedar al doctor Panglós, y curarle á sucosta. Esta cura no costó á Panglós mas que un ojo y una oreja.

Comosabia escribir y contar con perfeccion, le hizo el anabautista sutenedor de libros. Viéndose precisado á cabo de dos meses á ir áLisboa para asuntos de su comercio, se embarcó con sus dos filósofos.Panglós le explicaba de qué modo todas las cosas estabanpeifectísimamente, y Santiago no era de su parecer. Fuerza es, decia,que hayan los hombres estragado algo la naturaleza, porque nonaciéron lobos, y se han convertido en lobos. Dios no les dió nicañones de veinte y quatro, ni bayonetas, y ellos para destruirse hanfraguado bayonetas y cañones. Tambien pudiera mentar las quiebras, yla justicia que embarga los bienes de los fallidos para frustrar á losacreedores. Todo eso era indispensable, replicó el doctor tuerto, y delos males individuales se compone el bien general; de suerte quequanto mas males particulares hay, mejor está el todo. Miéntras estabaargumentando, se obscureció el cielo, sopláron furiosos los vientos delos quatro ángulos del mundo, y á vista del puerto de Lisboa fuéembutido el navío de la tormenta mas hermosa.

CAPITULO V.

De una tormenta, un naufragio, y un terremoto. De los sucesos deldoctor Panglós, de Candido, y de Santiago el anabautista.

Sin fuerza y medio muertos la mitad de los pasageros con lasimponderables bascas que causa el balance de un navío en los nervios yen todos los humores que en opuestas direcciones se agitan, ni aunpara temer el riesgo tenian ánimo: la otra mitad gritaba y rezaba;estaban rasgadas las velas, las xarcias rotas, y abierta la nave:quien podia trabajaba, nadie se entendia, y nadie mandaba.

Algoayudaba á la faena el anabautista, que estaba sobre el combes, quandoun furioso marinero le pega un fiero embion, y le derriba en lastablas; pero fué tanto el esfuerzo que al empujarle hizo, que se cayóde cabeza fuera del navío, y se quedó colgado y agarrado de unaporcion del mástil roto. Acudió el buen Santiago á socorrerle, y leayudó á subir; pero con la fuerza que para ello hizo, se cayó en lamar á vista del marinero que le dexó ahogarse, sin dignarse siquierade mirarle. Candido que se acerca, y ve á su bienhechor que viene uninstante sobre el agua, y que se hunde para siempre, se quiere tirartras de el al mar; pero le detiene el filósofo Panglós, demostrándoleque habia sido criada la cala de Lisboa con destino á que se ahogaraen ella el anabautista. Probándolo estaba à priori

, quando seabrió el navío, y todos pereciéron, ménos Panglós, Candido, y eldesalmado marinero que habia ahogado al virtuoso anabautista; que elbribon salió á salvamento nadando hasta la orilla, donde aportáronCandido y Panglós en una tabla.

Así que se recobráron un poco del susto y el cansancio, se encaminároná Lisboa. Llevaban algun dinero, con el qual esperaban librarse delhambre, despues de haberse zafado de la tormenta. Apenas pusiéron lospiés en la ciudad, lamentándose de la muerte de su bien-hechor, la marembatió bramando el puerto, y arrebató quantos navíos se hallaban enél anclados; se cubriéron calles y plazas de torbellinos de llamas ycenizas; hundíanse las casas, caían los techos sobre los cimientos, ylos cimientos se dispersaban, y treinta mil moradores de todas edadesy sexôs eran sepultados entre ruinas. El marinero tarareando y votandodecia: Algo ganarémos con esto. ¿Qual puede ser la razon suficiente deeste fenómeno? decia Panglós; y Candido exclamaba: Este es el dia deljuicio final. El marinero se metió sin detenerse en medio de lasruinas, arrostrando la muerte por buscar dinero, con el que encontróse fué á emborrachar; y después de haber dormido la borrachera,compró los favores de la ramera que topó primero, y que se dió á élentre las ruinas de los desplomados edificios, y en mitad de losmoribundos y los cadáveres, puesto que Panglós le tiraba de la casaca,diciéndole: Amigo, eso no es bien hecho, que es pecar contra la razonuniversal, porque ahora no es ocasion de holgarse. Por vida del PadreEterno, respondió el otro, yo soy marinero, y nacido en Batavia;quatro veces he pisado el crucifixo en quatro viages que tengo hechosal Japon. Pues no vienes mal ahora con tu razon universal.

Candido, que la caida de unas piedras habia herido, tendido en elsuelo en mitad de la calle, y cubierto de ruinas, clamaba á Panglós:¡Ay! tráeme un poco de vino y aceyte, que me muero. Este temblor detierra, respondió Panglós, no es cosa nueva: el mismo azote sufrióLima años pasados; las mismas causas producen los mismos efectos; sinduda que hay una veta de azufre subterránea que va de Lisboa á Lima.Verosímil cosa es, dixo Candido; pero, por Dios, un poco de aceyte yvino. ¿Cómo verosímil? replicó el filósofo, pues yo sustentaré queestá demostrada. Candido perdió el sentido, y Panglós le llevó untrago de agua de una fuente inmediata.

Habiendo hallado el siguiente dia algunos manjares metiéndose porentre los escombros, cobráron algunas fuerzas, y trabajáron luego, áexemplo de los demas, en alivio de los habitantes que de la muerte sehabian librado. Algunos vecinos que habian socorrido les diéron laménos mala comida que en tamaño desastre se podia esperar: verdad esque fué muy triste el banquete; los convidados bañaban el pan enllantos, pero Panglós los consolaba sustentando que no podian sucederlas cosas de otra manera; porque todo esto, decia, es lo mejor quehay; porque si hay un volcan en Lisboa, no podia estar en otra parte;porque no es posible que no esten las cosas donde estan; porque todoestá bien.

Un hombrecito vestido de negro, familiar de la inquisicion, que juntoá el estaba sentado, interrumpió muy cortesmente, y le dixo: Sín duda,caballero, que no cree vm. en el pecado original; porque, si todo estáperfecto, no ha habido pecado ni castigo.

Perdóneme Vueselencia, le respondió con mas cortesía Panglós, porquela caida del hombre y su maldicion hacian parte necesaria del masexcelente de los mundos posibles. ¿Según eso este caballero no creeque seamos libres? dixo el familiar. Otra vez ha de perdonarVueselencia, replicó Panglós, porque puede subsistir la libertad conla necesidad absoluta; porque era necesario que fuéramos libres;porque finalmente la voluntad determinada…. En medio de la fraseestaba Panglós, quando hizo el familiar una seña á su secretario quele escanciaba vino de Porto ó de Oporto.

CAPITULO VI.

Del magnífico auto de fe que se hizo para que cesara el terremoto,y de los doscientos azotes que pegáron á Candido.

Pasado el terremoto que habia destruido las tres quartas partes deLisboa, el mas eficaz medio que ocurrió á los sabios del pais paraprecaver una total ruina, fue la fiesta de un soberbio auto de fe,habiendo decidido la universidad de Coïmbra que el espectáculo de unasquantas personas quemadas á fuego lento con toda solemnidad esinfalible secreto para impedir los temblores de tierra. Habian sidopresos por tanto un Vizcayno que estaba convicto de haberse casado consu comadre, y dos Portugueses que se habían comido un pollo unviernes, y la olla sin tocino un sábado; y despues de comer selleváron atados al doctor Panglós y su discípulo Candido, al uno porlo que habia dicho, y al otro por haberle escuchado con ademan deaprobar lo que decia. Pusiéronlos separados en unos aposentos muyfrescos, donde nunca incomodaba el sol, y de allí á ocho dias losvistiéron de un san-benito, y les engalanáron la cabeza con unasmitras de papel: la coroza y el san-benito de Candido llevaban llamasboca abaxo, y diablos sin garras ni rabo; pero los diablos de Panglóstenian rabo y garras, y las llamas ardian hácia arriba. Así vestidossaliéron en procesion, y oyéron un sermon muy tierno, al qual sesiguió una bellísima música en fabordon. A Candido, miéntras duró elcanto, le pegáron doscientos azotes á compas; al Vizcayno y á los dosque habian comido la olla sin tocino los quemáron, y Panglós fuéahorcado, aunque no era estilo. Aquel mismo día, tembló la tierra conun furor espantable.

Candido atónito, desatentado, confuso, ensangrentado y palpitante,decia entre sí: ¿Si este es el mejor de los mundos posibles, cómoserán los otros? Vaya con Dios, si no hubieran hecho mas queespolvorearme las espaldas, que ya los Bulgaros me habian hecho elmismo agasajo. Pero tú, caro Panglós, el mayor de los filósofos,¿porqué te he visto ahorcar, sin saber por qué? O mi amadoanabautista, tu que eras el mejor de los hombres, ¿porqué te hasahogado en el puerto? Y tú, baronesita Cunegunda, perla de las niñas,¿porqué te han sacado el redaño? Volvíase diciendo esto á su casa, sinpoderse tener en pié, predicado, azotado, absuelto, y bendito, quandose le acercó una vieja que le dixo: Hijo mió, ten buen ánimo, ysígueme.

CAPITULO VII.

Que cuenta como una vieja remedió las cuitas de Candido, y comotopó este con su dama.

No cobró ánimo Candido, pero siguió á la vieja á una ruin casucha,donde le dió su conductora un bote de pomada para untarse, y le dexóde comer y de beber; luego le enseñó una camita muy aseada, y al ladode la cama un vestido completo: Come, hijo, bebe y duerme, le dixo, yNuestra Señora de Atocha, el señor San Antonio de Padua, y el señorSantiago de Compostela se queden contigo: mañana volveré. ConfusoCandido con todo quanto habia visto, y quanto habia padecido, y inastodavía con la caridad de la vieja, le quiso besar la mano. No es mimano la que has de besar, le dixo la vieja; mañana volveré. Untate conla pomada, come y duerme.

No obstante sus muchas desventuras, comió y durmió Candido. Al otrodia le trae la vieja de almorzar, le visita las espaldas, se lasestriega con otra pomada, y luego le trae de comer: á la noche vuelve,y le trae que cenar. El tercer dia fué la misma ceremonia. ¿Quién esvm.? le decia Candido; ¿quién le ha inspirado tanta bondad? ¿cómopuedo darle dignas gracias? La buena señora nunca respondia palabra,pero volvió aquella noche, y no traxo que cenar. Ven conmigo, le dixo,y no chistes; y diciendo esto agarró á Candido del brazo, y echó áandar con el por el campo. A cosa de medio quarto de legua quehubiéron andado, llegáron á una casa sola, cercada de canales yjardines. Llama la vieja á un postigo: abren, y lleva á Candido poruna escalera secreta á un gabinete dorado, donde le dexa sobre uncanapé de terciopelo, cierra la puerta, y se marcha. A Candido se lefiguraba que soñaba, teniendo su vida entera por un sueño funesto, yel momento actual por un sueño delicioso.

Presto volvió la vieja, sustentando con dificultad del brazo á unamuger que venia toda trémula, de magestuosa estatura, cubierta depiedras preciosas, y tapada con un velo. Alza ese velo, dixo á Candidola vieja. Arrímase el mozo, y alza con mano tímida el velo. ¡Quéinstante! ¡qué pasmo! cree que está viendo á su baronesita, á suCunegunda; y así era la verdad, porque era ella propia. Fáltale elaliento, no puede articular palabra, y cae desmayado á sus plantas.Cunegunda se cae sobre el canapé: la vieja los inunda en aguas deolor; vuelven en sí, se hablan; primero en voces interrumpidas, enpreguntas y respuestas que no se dan vado unas á otras, en suspiros,lágrimas y gritos. La vieja, recomendándoles que metan ménos bulla,los dexa libres. ¡Con que es vm., dice Candido! ¡con que la veo enPortugal, y no ha sido violada, y no le han pasado de parte á partelas entrañas, como me habia dicho el filósofo Panglós! Sí tal, replicóla hermosa Cunegunda, pero no siempre son mortales esos accidentes.—¿Y han sido muertos el padre y la madre de vm.?—Por mi desgracia,sí, respondió llorando Cunegunda.—¿Y su hermano?—Mi hermanotambién.—

¿Pues porqué está vm. en Portugal? ¿cómo ha sabido quetambién yo lo estaba? ¿porqué raro acaso me ha hecho venir á estacasa? Todo lo diré, replicó la da