El Criterio by Padre Jaime Luciano Balmes - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Entre tanto llega el coche al parador, el de lasrespuestas se marcha quizas sin despedirse; y susinformes que se ignoran de quién sean, figuraráncual datos positivos entre los apuntes del observador,que tendrá la humorada de afirmar quecuenta lo que ha visto.

Pero como estos recursos no son suficientes ydejarian muy incompleta la descripcion, recogerácuídadosamente los trajes extraños, los edificiosirregulares, las danzas grotescas que se le hayanofrecido al paso, y héos aquí un cuadro de costumbresgenerales que nada dejará que desear.Sin embargo, aun hay otra mina que explotará elviajero, y de donde sacará tal vez el principaltesoro. En los periódicos y en las guias, encontraráen crecido número las noticias que ha menesterpara formar su estadística; y con los datos que deallí saque, puestos en órden diferente, intercalandoalguna cosa de lo que ha visto ú oido ó conjeturado,resultará un todo que se hará circular comofruto de los trabajos investigadores del viajero, yen sustancia no será mas en su mayor parte, quecuentos de un cualquiera, y traducciones y plagiosde periódicos y obras.

Para que no se extrañe la severidad con quetrato á los autores de viajes, sin que por esto meproponga rebajar el mérito donde quiera que sehalle, bastará recordar las necedades y disparatesque han publicado algunos extranjeros que hanviajado por España. Lo que á nosotros nos ha sucedido[Pg 77]puede muy bien acontecer á otros pueblos;saliendo bien ó mal parados, aplaudidos con exageracion,ó criticados con injusticia, segun el humor,las ideas, y otras cualidades del lijero pintorque se empeñaba en sacar copia de originales queno habia visto.

§ III.

Modo de estudiar un pais.

La razon y la experiencia enseñan, que paraformar cabal concepto de una pequeña comarca,y poderla describir tal como es, bajo el aspectomaterial y moral, es necesario estar familiarizadocon la lengua, pasar allí larga temporada, abundarde relaciones, estar en trato continuo sin cansarsede preguntar y observar. No creo que haya otromedio de adquirir noticias exactas y formar acertadojuicio; lo demas es andarse en generalidades,y llenarse la cabeza de errores é inexactitudes.Hasta que se estudien los paises de esta manera,hasta que se forme de esta suerte su estadísticamaterial y moral, no serán bien conocidos. Estaránpintados en los libros como en los mapas muypequeños que nos ofrecen á la vista dilatadas regiones:todo está cubierto de nombres, y de círculos,y de crucecitas, y de cordilleras de montañasy de corrientes de rios; pero medid con el compaslas distancias, y andaos por el mundo sin otraregla; á menudo creeréis estar muy cerca de unaciudad, de un rio, de un monte, que distan sinembargo nada ménos que cien leguas.

En suma, ¿quereis adquirir noticias exactas[Pg 78]sobre un pais, y formar de su estado conceptoverdadero y cabal? estudiadlo de la manera sobredicha,ó leed á quien lo hubiere estudiado de estasuerte. Y si no truviereis proporcion para ello,contentaos con cuatro cosas generales, que ossacarán airoso de una conversacion con vuestrosiguales en aquella clase de conocimientos; peroguardaos de asentar sobre estos datos un sistemafilosófico, político ó económico; y andad contiento en lucir vuestra ciencia, si os encontraraiscon algun natural del pais, y no quereis exponerosá ser objeto de risa[10].

CAPÍTULO XI.

HISTORIA.

§ I.

Medio para ahorrar tiempo, ayudar la memoria, y evitarerrores, en los estudios históricos.

El estudio de la historia es no solo útil sinotambien necesario. Los mas escépticos no le descuidan;porque, aun cuando no le admitiesencomo propio para conocer la verdad, al ménos nole desdeñarian como indispensable ornamento.Ademas que la duda llevada á su mayor exageracionno puede destruir un número considerablede hechos, que es preciso dar por ciertos, si noqueremos luchar con el sentido comun.

Así, uno de los primeros cuidados que deben[Pg 79]tenerse en esta clase de estudios es distinguir loque hay en ellos de absolutamente cierto. De estamanera se encomienda á la memoria lo que noadmite sombra de duda, y queda luego desembarazadoel lector para andar clasificando lo que nollega á tan alto grado de certeza, ó es solamenteprobable, ó tiene muchos visos de falso.

¿Quién dudará que existieron en oriente grandesimperios, que los griegos fueron pueblos muyadelantados en civilizacion y cultura, que Alejandrohizo grandes conquistas en el Asia, que losromanos llegaron á ser dueños de una gran partedel mundo conocido, que tuvieron por rival á larepública de Cartago, que el imperio de los señoresdel mundo fué derribado por una irrupcion debárbaros venidos del norte, que los musulmanesse apoderaron del Africa septentrional, destruyeronen España el reino de los godos y amenazaronotras regiones de Europa, que en los siglos mediosexistió el sistema del feudalismo, y mil y mil otrosacontecimientos ya antiguos ya modernos, de loscuales estamos tan seguros como de que existenLóndres y Paris?

§ II.

Distincion entre el fondo del hecho y sus circunstancias.Aplicaciones.

Pero admitidos como indudables cierta clase dehechos, queda anchuroso campo para disputarsobre otros y desecharlos, ó darles crédito; y hastacon respecto á los que no consienten ningun génerode duda, pueden espaciarse la erudicion, la críticay la filosofía de la historia, en el exámen y juicio[Pg 80]de las circunstancias con que los historiadores losacompañan. Es incuestionable que existieron lasguerras llamadas púnicas, que en ellas Cartago yRoma se disputaron el imperio del Mediterráneo,de las costas de Africa, España é Italia, y que alfin salió triunfante la patria de los Escipiones, venciendoá Aníbal y destruyendo la capital enemiga:pero las circunstancias de aquellas guerras ¿fuerontales como nosotros las conocemos? En el retratoque se nos hace del carácter cartagines, en el señalamientode las causas que provocaron los rompimientos,en la narracion de las batallas, de lasnegociaciones, y otros puntos semejantes,

¿seriaposible que hubiésemos sido engañados? Los historiadoresromanos, de quienes hemos recibido lamayor parte de las noticias, ¿no habrán mezcladomucho de favorable á su nacion, y de contrario ála rival? Aquí entra la duda, aquí el discernimiento;aquí entra ora el admitir con recelo y desconfianza,ora el desechar sin reparo, ora el suspender conmucha frecuencia el juicio.

¿Qué seria de la verdad á los ojos de las generacionesvenideras, si por ejemplo la historia delas luchas entre dos naciones modernas, quedaseúnicamente escrita por los autores de una de lasdos rivales? Y esto sin embargo, lo han publicadolos unos en presencia de los otros, corrigiéndosey desmintiéndose recíprocamente, y los acontecimientosse verificaron en épocas que abundaban yade medios de comunicacion, y en que era muchomas difícil sostener falsedades de bulto. ¿Qué serápues viniéndonos las narraciones por un conductosolo, y tan sospechoso, por interesado; y tratándose[Pg 81]de tiempos tan distantes, de comunicacionestan escasas, y en que no se conocian los medios depublicidad que han disfrutado los modernos?

Mucho se deberá desconfiar tambien de los griegoscuando nos refieren sus gigantescas hazañas,las matanzas de innumerables persas, sus rasgosde patriotismo heróico, y cien cosas por este tenor.La fe ciega, el entusiasmo sin límites, la admiracionpor aquel pueblo de increibles hazañas, alláse queda para los sencillos; que quien conoce elcorazon del hombre, quien ha visto con sus propiosojos tanto exagerar, desfigurar y mentir, dicepara sí: «el negocio debió de ser grave y ruidoso;parece que en efecto no se portaron mal esos griegos;pero en cuanto á saber el respectivo númerode combatientes, y otros pormenores, suspendoel juicio hasta que hayan resucitado los persas, ylos oiga pintar á su modo los acontecimientos ysus circunstancias.»

Esta regla de prudencia es susceptible de infinitasaplicaciones á lo antiguo y moderno. El lectorque de ella se penetre, y no la olvide al leer la historia,dé por seguro que se ahorrará muchísimoserrores, y sobre todo no desperdiciará tiempo ytrabajo en recordar si fueron sesenta ó setenta millos que murieron en tal ó cual refriega, y si lospobres que anduvieron de vencida, y no puedendesmentir al cronista, eran en número cuadruplicadoó quintuplicado, para su mayor ignominia yafrenta.[Pg 82]

§ III.

Algunas reglas para el estudio de la historia.

Como la historia no entra en esta obrita sinocomo uno de tantos objetos que no deben pasarsepor alto cuando se trata de la investigacion de laverdad, fuera inoportuno extenderse demasiadoen señalar reglas para su estudio; esto por sí solo,reclamaria un libro de no pequeño volúmen; y noconviene gastar un espacio que bien se ha menesterpara otras cosas. Así me limitaré á prescribir loménos que pueda, y con la mayor brevedad quealcance.

REGLA 1ª.

Conforme á lo establecido mas arriba (Cap. VIII),es preciso atender á los medios que tuvo á mano elhistoriador para encontrar la verdad, y á las probabilidadesde que sea veraz ó no.

REGLA 2ª.

En igualdad de circunstancias, es preferible eltestigo ocular.

Por mas autorizados que sean los conductos,siempre son algo peligrosos; las narraciones quepasan por muchos intermedios suelen ser comolos líquidos, los que siempre se llevan algo delcanal por donde corren. Desgraciadamente abundanmucho en los canales la malicia y el error.[Pg 83]

REGLA 3ª.

Entre los testigos oculares, es preferible enigualdad de circunstancias, el que no tomó parteen el suceso, y no ganó ni perdió con él. (V. Cap.VIII.)

Por mas crédito que se merezca César cuandonos refiere sus hazañas, claro es que á sus enemigosno los habia de pintar pocos y cobardes, nidescribirnos sus empresas como demasiado asequibles.Los prodigios de Aníbal contados por susmismos enemigos, valen por cierto algo mas.

¿Cómo vemos narradas las revoluciones modernas?Segun las opiniones é intereses del escritor.Un hombre de aventajado talento ha dado á luz unahistoria del levantamiento y revolucion de Españaen la época de 1808; y sin embargo, al tratar delas Córtes de Cádiz, al traves del lenguaje anticuado,y del tono grave y sesudo, bien se trasluceel jóven y fogoso diputado de las constituyentes.

REGLA 4ª.

El historiador contemporáneo es preferible;teniendo empero el cuidado de cotejarle con otrode opiniones é intereses diferentes, y de separaren ambos el hecho narrado de las causas que se leseñalan, resultados que se le atribuyen, y juiciode los escritores.

Por lo comun, hay en los acontecimientos algoque descuella, y se presenta á los ojos demasiadode bulto para que pueda negarlo la parcialidad delhistoriador. En tal caso exagera ó disminuye, echa[Pg 84]mano de colores halagüeños ó repugnantes, buscaexplicaciones favorables apelando á causas imaginarias,y señalando efectos soñados: pero el hechoestá allí; y los esfuerzos del escritor apasionadoó de mala fe, no hacen mas que llamar la atenciondel avisado lector para que fije la vista con atencionen lo que hay, y no vea ni mas ni ménos delo que hay.

Los historiadores apasionados de Napoleon hablaráná la posteridad del fanatismo y crueldad dela nacion española, pintándola como un puebloestúpido que no quiso ser feliz; referirán los milmotivos que tuvo el gran Capitan para entremeterseen los negocios de la Península, y señalarán unmillon de causas para explicar lo poco satisfactoriode los resultados. Por supuesto que llegarán á concluirque por esto no se empañan en lo mas mínimolas glorias del héroe. Pero el lector juicioso ydiscreto descubrirá la verdad á pesar de todos losamaños para oscurecerla. El historiador no habrápodido ménos de confesar á su modo y con mil rodeos,que Napoleon ántes de comenzar la lucha,y miéntras las fuerzas del Marques de la Romanale auxiliaban en el norte, introdujo en España conpalabras de amistad, un numeroso ejército, y seapoderó de las principales ciudades y fortalezas,inclusa la capital del reino; que colocó en el tronoá su hermano José; y que al fin José y su ejércitodespues de seis años de lucha, se vieron precisadosá repasar la frontera. Esto no lo habrá negado el historiador;pues bien, esto basta: píntense los pormenorescomo se quiera, la verdad quedará en sulugar. He aquí lo que dirá el sensato lector:

«tú,[Pg 85]historiador parcial, defiende admirablemente lareputacion y buen nombre de tu héroe, pero resultade tu misma narracion, que él ocupó el pais protestandoamistad, que invadió sin título, que atacóá quien le ayudaba, que se valió de traicion parallevarse al rey, que peleó durante seis años sinningun provecho. De una parte estaban pues labuena fe del aliado, la lealtad del vasallo, y elarrojo y la constancia del guerrero; de otra podianestar la pericia y el valor, pero á su lado resaltanla mala fe, la usurpacion, y la esterilidad de unadilatada guerra. Hubo pues yerro y perfidia en laconcepcion de la empresa, maldad en la ejecucion;razon y heroismo en la resistencia.»

REGLA 5ª.

Los anónimos merecen poca confianza.

El autor habrá tal vez callado su nombre pormodestia ó por humildad; pero el público que loignora, no está obligado á prestar crédito á quienle habla con un velo en la cara. Si uno de los frenosmas poderosos, cual es el temor de perder labuena reputacion, no es todavía bastante paramantener á los hombres en los límites de la verdad,¿cómo podremos fiarnos de quien carece de él?

REGLA 6ª.

Antes de leer una historia es muy importanteleer la vida del historiador.

Casi me atreveria á decir que esta regla, por locomun tan descuidada, es de las que deben ocuparel lugar mas distinguido. En cierto modo se halla[Pg 86]ya contenida en lo que llevo dicho mas arriba (Cap.VIII); pero no será inútil haberla establecido porseparado, siquiera para tener ocasion de ilustrarlacon algunas observaciones.

Claro es que no podemos saber qué medios tuvoel historiador para adquirir el conocimiento de loque narra, ni el concepto que debemos formar desu veracidad, si no sabemos quién era, cuál fué suconducta, y demas circunstancias de su vida. Enel lugar en que escribió el historiador, en las formaspolíticas de su patria, en el espíritu de suépoca, en la naturaleza de ciertos acontecimientos,y no pocas veces en la particular posicion del escritor,se encuentra quizas la clave para explicar susdeclamaciones sobre tal punto, su silencio ó reservasobre tal otro; porqué pasó sobre estehecho con pincel lijero, porqué cargó la manosobre aquel.

Un historiador del revuelto tiempo de la Liga noescribia de la misma suerte que otro del reinadode Luis XIV; y trasladándonos á épocas mas cercanas,las de la revolucion, de Napoleon, de larestauracion, y de la dinastía de Orleans, han debidoinspirar al escritor otro estilo y lenguaje.Cuando andaban animadas las contiendas entre lospapas y los príncipes, no era por cierto lo mismopublicar una memoria sobre ellas, en Roma, Paris,Madrid ó Lisboa. Si sabeis donde salió á luz ellibro que teneis en la mano, os haréis cargo de lasituacion del escritor; y así supliréis aquí, cercenaréisallá; en una parte descifraréis una palabraoscura, en otra comprenderéis un circunloquio;en esta página apreciaréis en su justo valor una protesta,[Pg 87]un elogio, una restriccion; en aquellaadivinaréis el blanco de una confesion, de unacensura, ó señalaréis el verdadero sentido á unaproposicion demasiado atrevida.

Pocos son los hombres que se sobreponen completamenteá las circunstancias que los rodean:pocos son los que arrostran un gran peligro por lasola causa de la verdad; pocos son los que ensituaciones críticas no buscan una transaccionentre sus intereses y su conciencia. En atravesándoseriesgos de mucha gravedad, el mantenersefiel á la virtud es heroismo, y el heroismo es cosarara.

Ademas que no siempre puede decirse que hayaobrado mal un escritor, por haberse atemperadoá las circunstancias, si no ha vulnerado los derechosde la justicia y de la verdad. Casos hay enque el silencio es prudente y hasta obligatorio; ypor lo mismo, bien se puede perdonar á un escritorel que no haya dicho todo lo que pensaba, contal que no haya dicho nada contra lo que pensaba.Por mas profundas que fuesen las convicciones deBelarmino sobre la potestad indirecta,

¿habriaisexigido de él, que se expresase en Paris de lamisma suerte que en Roma? Esto hubiera equivalidoá decirle: «hablad de manera, que tan prontocomo el Parlamento tenga noticia de vuestra obra,sean recogidos los ejemplares á mano armada,quemado quizas uno de ellos por la mano del verdugo,y vos expulsado de Francia ó encerrado enun calabozo.»

El conocimiento de la posicion particular del escritor,de su conducta, moralidad, carácter, y[Pg 88]hasta de su educacion, ilustran muchísimo al lectorde sus obras. Para formar juicio de las palabrasde Lutero sobre el celibato, servirá no poco elsaber que quien habla es un fraile apóstata, casadocon Catalina de Boré; y quien haya tenido pacienciabastante para ruborizarse mil veces hojeandolas impudentes confesiones de Rousseau, será bienpoco accesible á ilusiones, cuando el filósofo deGinebra le hable de filantropía y de moral.

REGLA 7ª.

Las obras póstumas publicadas por manos desconocidasó poco seguras, son sospechosas deapócrifas ó alteradas.

La autoridad de un ilustre difunto poco sirve ensemejantes casos: no es él quien nos habla, sinoel editor, bien seguro de que el interesado no lepodrá desmentir.

REGLA 8ª.

Historias fundadas en memorias secretas y papelesinéditos; publicaciones de manuscritos enque el editor asegura no haber hecho mas que introducirórden, limar frases, ó aclarar algunospasajes, no merecen mas crédito que el debido áquien sale responsable de la obra.

REGLA 9ª.

Relaciones de negociaciones ocultas, de secretosde estado, anécdotas picantes sobre la vida privadade personajes célebres, sobre tenebrosas intrigas,[Pg 89]y otros asuntos de esta clase, han de recibirse conextrema desconfianza.

Si difícilmente podemos aclarar la verdad de loque pasa á la luz del sol, y á la faz del universo,poco debemos prometernos tocante á lo que sucedeen las sombras de la noche y en las entrañas de latierra.

REGLA 10ª.

En tratándose de pueblos antiguos ó muy remotos,es preciso dar poco crédito á cuanto se nosrefiera, sobre riquezas del pais, número de moradores,tesoros de monarcas, ideas religiosas, ycostumbres domésticas.

La razon es clara: todos estos puntos son difícilesde averiguar; es necesario mucho tiempode residencia, perfecto conocimiento de la lengua,inteligencia en ramos de suyo muy difíciles ycomplicados, medios de adquirir noticias exactassobre objetos ocultos que brindan á la exageraciony en que por parte de los mismos naturales hay áveces mucha ignorancia, y hasta sabiéndolo, tienenmil y mil motivos para aumentar ó disminuir. Finalmenteen lo que toca á costumbres domésticas,no se alcanza su exacto conocimiento, si no sepuede penetrar en lo interior de las familias, viéndolascomo hablan y obran en la efusion y libertadde sus hogares[11]. [Pg 90]

CAPÍTULO XII.

CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL MODO DECONOCER LA

NATURALEZA, PROPIEDADES Y RELACIONESDE LOS SERES.

§ I.

Una clasificacion de las ciencias.

Conocidas las reglas que pueden guiarnos paraconocer la existencia de un objeto, fáltanos averiguarcuales son las que podrán sernos útiles, alinvestigar la naturaleza, propiedades y relacionesde los seres. Estos, ó pertenecen al órden de lanaturaleza, comprendiendo en él todo cuanto estásometido á las leyes necesarias de la creacion, álos que apellidaremos naturales; ó al órden moral,y los nombraremos morales; ó al órden de la sociedadhumana, que llamaremos históricos ó maspropiamente sociales; ó al de una providencia extraordinaria,que designaremos con el titulo de religiosos.

No insistiré sobre la exactitud de esta division;confesaré sin dificultad, que en rigor dialéctico,se le pueden hacer algunas objeciones; pero esinnegable que está fundada en la misma naturalezade las cosas, y en el modo con que el entendimientohumano suele distinguir los principalespuntos de vista. Sin embargo, para manifestar conmayor claridad la razon en que se apoya, hé aqui[Pg 91]presentada en pocas palabras la filiacion de lasideas.

Dios ha criado el universo y cuanto hay en él,sometiéndole á leyes constantes y necesarias; deaquí el órden natural. Su estudio podria llamarsefilosofía natural.

Dios ha criado al hombre dotándole de razon yde libertad de albedrío; pero sujeto á ciertas leyes,que no le fuerzan, mas le obligan: hé aquí el órdenmoral, y el objeto de la filosofía moral.

El hombre en sociedad ha dado origen á unaserie de hechos y acontecimientos: hé aquí el órdensocial. Su estudio podria llamarse filosofíasocial, ó si se quiere filosofía de la historia.

Dios no está ligado por las leyes que él mismoha prescrito á las hechuras de sus manos: porconsiguiente puede obrar sobre y contra esas leyes,y así es dable que existan una serie de hechos yrevelaciones de un órden superior al natural ysocial: de aquí el estudio de la religion ó filosofíareligiosa.

Dada la existencia de un objeto, pertenece á lafilosofía el desentrañarle, apreciarle y juzgarle;ya que en la acepcion comun, esta palabra filósofo,significa el que se ocupa en la investigacionde la naturaleza, propiedades y relacionesde los seres.

§ II.

Prudencia científica y observaciones para alcanzarla.

En el buen órden del pensamiento filosófico entrauna gran parte de prudencia, muy semejante á laque preside á la conducta práctica. Esta prudencia[Pg 92]es de muy difícil adquisicion, es tambien el costosofruto de amargos y repetidos desengaños. Comoquiera, será bueno tener á la vista algunas observacionesque pueden contribuir á engendrarla enel espíritu.

OBSERVACION 1ª.

La íntima naturaleza de las cosas nos es por locomun muy desconocida: sobre ella sabemos pocoé imperfecto.

Conviene no echar nunca en olvido esta importantísimaverdad. Ella nos enseñará la necesidadde un trabajo muy asiduo, cuando nos propongamosdescubrir y examinar la naturaleza de un objeto;dado que lo muy oculto y abstruso, no secomprende con aplicacion liviana. Ella nos inspiraráprudente desconfianza en el resultado denuestras investigaciones, no permitiéndonos quecon precipitacion nos lisonjeemos de haber encontradolo que buscamos. Ella nos preservará deaquella irreflexiva curiosidad que nos empeña enpenetrar objetos cerrados con sello inviolable.

Verdad poco lisonjera á nuestro orgullo, peroindudable; certísima á los ojos de quien hayameditado sobre la ciencia del hombre. El Autorde la naturaleza nos ha dado suficiente conocimientopara acudir á nuestras necesidades físicasy morales, otorgándonos el de las aplicaciones yusos que para este efecto pueden tener los objetosque nos rodean; pero se ha complacido al pareceren ocultar lo demas; como si hubiese queridoejercitar el humano ingenio durante nuestra mansionen la tierra, y sorprender agradablemente al[Pg 93]espíritu al llevarle á las regiones que le aguardanmas allá del sepulcro, desplegando á nuestrosojos el inefable espectáculo de la naturaleza sinvelo.

Conocemos muchas propiedades y aplicacionesde la luz, pero ignoramos su esencia; conocemosel modo de dirigir y fomentar la vegetacion, perosabemos muy poco sobre sus arcanos; conocemosel modo de servirnos de nuestros sentidos, deconservarlos y ayudarlos, pero se nos ocultan losmisterios de la sensacion; conocemos lo que essaludable ó nocivo á nuestro cuerpo, pero en lamayor parte de los casos nada sabemos sobre lamanera particular con que nos aprovecha ó daña.¿Qué mas? calculamos continuamente el tiempo,y la metafísica no ha podido aclarar bien lo quees el tiempo; existe la geometría, y llevada á ungrado de admirable perfeccion; y su idea fundamental,la extension, está todavía sin comprender.Todos moramos en el espacio, todo el universoestá en él; le sujetamos á riguroso cálculo y medida;y la metafisica ni la ideología no han podidodecirnos aun en qué consiste; si es algo distinto delos cuerpos, si es solamente una idea, si tiene naturalezapropia, no sabemos si es un ser ó nada.Pensamos y no comprendemos lo que es el pensamiento;bullen en nuestro espíritu las ideas, éignoramos lo que es una idea; nuestra cabeza esun magnífico teatro donde se representa el universocon todo su esplendor, variedad y hermosura;donde una fuerza incomprensible crea ánuestro capricho mundos fantásticos, ora bellos,ora sublimes, ora extravagantes, y no sabemos[Pg 94]lo que es la imaginacion, ni lo que son aquellasprodigiosas escenas, ni como aparecen ó desaparecen.

¡Qué conciencia mas viva no tenemos de esainmensa muchedumbre de afecciones que apellidamossentimientos! y sin embargo ¿qué es elsentimiento? El que ama siente el amor, pero nole conoce; el filósofo que se ocupa en el exámende esta afeccion, señala quizas su orígen, indicasu tendencia y su fin, da reglas para su direccion;pero en cuanto á la íntima naturaleza del amor,se halla en la misma ignorancia que el vulgo. Sonlos sentimientos como un flúido misterioso quecircula por conductos cuyo interior es impenetrable.Por la parte exterior, se conocen algunosefectos; en algunos casos se sabe de dónde vieney adónde va, y no se ignora el modo de minorarsu velocidad, ó cambiar su direccion; pero el ojono puede penetrar en la oscura cavidad: el agentequeda desconocido.

Nuestro propio cuerpo, ni todos cuantos nosrodean, ¿sabemos por ventura lo que son?

Hastaahora ¿ha habido algun filósofo que haya podidoexplicarnos lo que es un cuerpo? Y sin embargo,estamos continuamente en medio de cuerpos, ynos servimos continuamente de ellos, y conocemosmuchas de sus propiedades, y de las leyes á queestan sometidos, y un cuerpo forma parte denuestra naturaleza.

Estas consideraciones no deben perderse nuncade vista, cuando se nos ofrece examinar la íntimanaturaleza de una cosa para fijar los principios constitutivosde su esencia. Seamos pues diligentes en[Pg 95]investigar, pero muy mesurados en definir. Si nollevamos estas cualidades á un alto grado de escrupulosidad,nos acontecerá con frecuencia el sustituirá la realidad las combinaciones de nuestramente.

OBSERVACION 2ª.

Así como en matemáticas hay dos maneras deresolver un problema; una acertando en la verdaderaresolucion; otra manifestando que la resoluciones imposible; así acontece en todo linaje decuestiones: muchas hay cuya mejor resolucion esmanifestar que para nosotros son insolubles. Y nose crea que esto último carezca de mérito, y quesea fácil el discernimiento entre lo asequible é inasequible:quien es capaz de ello, señal es queconoce á fondo la materia de que se trata, y que seha ocupado con detenimiento en el exámen de susprincipales cuestiones.

Es mucho el tiempo que se ahorra en habiendoadquirido este precioso discernimiento: pues enofréciendose el caso, como que se adivina desdeluego si hay ó no los datos suficientes para llegará un resultado satisfactorio.

El conocimiento de la imposibilidad de resolver,es muchas veces mas bien histórico y experimentalque científico; es decir que un hombre instruido yexperimentado, conoce que una solución es imposible,ó que raya en ello á causa de su extremadificultad, no porque pueda demostrarlo, sinoporque la historia de los esfuerzos que han hechootros y quizas de los propios, le manifiesta la impotenciadel entendimiento humano con relacion[Pg 96]al objeto. A veces la misma naturaleza de las cosassobre las cuales se suscita la cuestion indica la imposibilidadde resolverla. Para esto es ne