Gala, amor,
La persigo
Hasta que mira,
75
Y me gozo
Cuando aspira
Mi punzante
Mal olor.
Y las fiestas
80
Y el contento
Con mi acento
Turbo yo,
Y en la bulla
Y la alegría
85
Interrumpen
La armonía
Mis harapos
Y mi voz,
Mostrando cuán cerca habitan
90
El gozo y el padecer,
Que no hay placer sin lágrimas, ni pena
Que no transpire en medio del placer.
Mío es el mundo: como el aire libre....
Y para mí no hay mañana,
95
Ni hay ayer;
Olvido el bien como el mal,
Nada me aflije ni afana;
Me es igual para mañana
Un palacio, un hospital.
100
Vivo ajeno
De memorias,
De cuidados
Libre estoy;
Busquen otros
105
Oro y glorias,
Yo no pienso
Sino en hoy.
Y doquiera
Vayan leyes,
110
Quiten reyes,
Reyes den;
Yo soy pobre,
Y al mendigo,
Por el miedo
115
Del castigo,
Todos hacen
Siempre bien.
Y un asilo dondequiera
Y un lecho en el hospital
120
Siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
Mi cuerpo miserable al espirar.
Mío es el mundo: como el aire libre,
Otros trabajan porque coma yo;
Todos se ablandan, si doliente pido
125
Una limosna por amor de Dios.
SONETO
Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Fragrancia esparce la naciente rosa.
5
Mas si el ardiente sol lumbre enojosa
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa.
Así brilló un momento mi ventura
10
En alas del amor, y hermosa nube
Fingí tal vez de gloria y de alegría.
Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
Y deshojada por los aires sube
La dulce flor de la esperanza mía.
A TERESA
DESCANSA EN PAZ
Bueno
es
el
mundo,
¡bueno!
¡bueno!
¡bueno!
Como
de
Dios
al
fin
obra
maestra,
Por
todas
partes
de
delicias
lleno,
De
que
Dios
ama
al
hombre
hermosa
muestra;
Salga
la
voz
alegre
de
su
seno
A
celebrar
esta
vivienda
nuestra;
¡Paz
a
los
hombres!
¡gloria
en
las
alturas!
¡Cantad
en
vuestra
jaula,
crïaturas!
DON MIGUEL DE LOS SANTOS ÁLVAREZ, "María"
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
5
¡Ay! que de aquellas horas de alegría,
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan!
¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
10
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
Sus alas de carmín y nieve pura,
15
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
20
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores....
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡cuán süave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruïdo!
25
Mi vida entonces cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros süave,
Orgullosa despliega su bandera,
Y al mar dejando que a sus pies alabe
30
Su triunfo en roncos cantos, va velera
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora;
¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor volaba, el sol de la mañana
35
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana.
Dentro de ella el amor cual rica fuente,
Que entre frescura y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
40
De ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
45
La libertad con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura:
El puñal de Catón, la adusta frente
50
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
55
Contra el tirano macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando;
El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero,
60
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero
¡Ay! arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna;
65
El dulce anhelo del amor que aguarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo,
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche entre el medroso velo,
La ansiada cita que en llegar se tarda
70
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura,
A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
75
Cual las olas que azota con violenta
Cólera, impetüoso torbellino;
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino;
Ya al caballero, al trovador soñaba,
80
Y de gloria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende,
85
Agreste, vago y solitario encanto,
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
90
Con los ojos, extático seguía
La nave audaz que argentada raya
Volaba al puerto de la patria mía;
Yo cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
95
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
100
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece el mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.
105
¡Una mujer! Deslízase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella;
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
110
Cruza la esfera y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas la ofrece
De plata y de zafir donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
115
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del placer cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
120
Goces que avaro el corazón ansía;
¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquella
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer, tan cándida y tan bella,
Es mentida ilusión de la esperanza;
125
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura;
Es el amor que al mismo amor adora,
130
El que creó las sílfides y ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas;
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas,
135
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
140
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer! que en imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera...!
145
¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
150
De un corazón, que penas a millares
¡Ay! desgarraron, y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh! ¡dichosos mil veces! sí, dichosos,
Los que podéis llorar y ¡ay! sin ventura
155
De mí, que, entre suspiros angustiosos,
Ahogar me siento en infernal tortura!
Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!...
También tu corazón, hecho pavesa,
160
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
165
¿Quién pensara jamás llegase un día,
En que, perdido el celestial encanto,
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?
Aun parece, Teresa, que te veo
170
Aerea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
175
Y oigo tu voz dulcísima, y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aun miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
180
Las de mayo serenas alboradas;
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves ¡ay! como después lloradas,
Horas de confïanza y de delicias,
De abandono, y de amor y de caricias.
185
Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias las contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura;
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban,
190
Llanto tal vez vertiendo de ternura,
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron en fin.... ¡Oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
195
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío,
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
200
Entre fétido fango detenidas.
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
205
Aun cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y, en ondas fulgoroso,
Rayos al mundo tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.
Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído
210
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido
Abrasara con fuego del profundo
215
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
220
Sus márgenes con flores engalana;
Mas ¡ay! huíd: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.
225
Huíd, si no queréis que llegue un día,
En que, enredado en retorcidos lazos
El corazón, con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
230
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años ¡ay! de la ilusión pasaron;
Las dulces esperanzas que trajeron
235
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas de amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
240
Sólo quedó una tumba, una memoria.
¡Pobre Teresa! al recordarte siento
Un pesar tan intenso...! embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío:
245
Pára allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu beldad reposa.
¡Y tú feliz, que hallaste en la muerte
250
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte,
Y era llorar tu único destino:
Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino...!
255
¡Feliz! la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
260
Ajaron del dolor los Aquilones:
Sola, y envilecida y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones,
Tus hijos, ¡ay! de ti se avergonzaran,
Y hasta el nombre de madre te negaran.
265
Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido,
Único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera, en infortunio tanto,
270
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
275
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
280
Que sólo ya de sus grandezas habla.
Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón; un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco süave de su amor primero:
285
¡Ay! de tu luz en tanto yo viviere
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida.
Que yo como una flor que en la mañana
290
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay! al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía:
Yo inocente también: ¡oh! ¡cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
295
Y en alas de mi amor con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado,
300
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado,
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo sin horas y medida
Ver como un sueño resbalar la vida.
305
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban,
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices cambïaban,
Cuando de tu dolor tristes despojos
310
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura
Tu corazón al par de tu amargura,
Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento,
315
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento,
A otra mujer tal vez acariciando,
320
Madre tal vez a otra mujer llamando,
Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándote severa,
325
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste,
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste,
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel! ¡martirio horrendo!
330
¡Espantosa expiación de tu pecado!
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
Morir el corazón desesperado!
¡Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
335
Buscando en vano con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos!!
¡Oh! ¡crüel! ¡muy crüel!... ¡Ah! yo entre tanto,
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
340
Y doy al mundo el exigido culto:
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.
345
Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
350
Los campos pinta en la estación florida:
Truéquese en risa mi dolor profundo....
¡Que haya un cadáver más! ¿Qué importa al mundo?
NOTES
EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA
Instead of Cuento, later editions read Leyendas.
The introductory quotation is taken from the "Don Quijote," Part I,chap. 45. The words were addressed by Don Quijote to members of therural police who were arresting him for depredations committed on thehighway. The full sentence in Ormsby's translation reads: "Who washe that did not know that knights-errant are independent of all jurisdictions,that their law is their sword, their charter their prowess, andtheir edicts their will?" This Spanish declaration of independence wasfrequently used as a slogan by the Romanticists. Espronceda is heremaking the quotation apply more particularly to his lawless hero.
1. Era más de media noche: the poet begins with a characteristicRomantic landscape, gloomy, medieval, fantastic, uncanny. He is tryingto create a mood of horror. He follows the Horatian precept ofbeginning the plot in the middle ( in medias res). The situation hereintroduced is not resumed until Part Four is reached. Parts Two andThree supply the events leading up to the duel.
The Duque de Rivas's"Candil" begins in similar fashion:
Más ha de quinientos años
En una torcida calle,
Que de Sevilla en el centro
Da paso a otras principales;
Cerca de la media noche,
Cuando la ciudad más grande
Es de un grande cementerio
En silencio y paz imagen;
De dos desnudas espadas
Que trababan un combate
Turbó el repentino encuentro
Las tinieblas impalpables.
El crujir de los aceros
Sonó por breves instantes
Lanzando azules centellas,
Meteoro de desastres.
Y al gemido ¡Dios me valga!
¡Muerto soy! y al golpe grave
De un cuerpo que a tierra vino
El s