En la Mesa del Señor Biblia y Homosexualidad by Jácobo Schifter Sikora - HTML preview

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¿Habría invitado Cristo a su mesa a un homosexual?

¿Existió Cristo?

Algunos lectores se sorprenderán al saber que la existencia de Cristo ha sido cuestionada. De tiempo en tiempo, desde el siglo XVIII, una serie de escritores ha sostenido que los evangelios fueron escritos alrededor del año 100 DC y que fue en ese momento cuando se inventó la figura de Cristo.

Uno de los más conocidos defensores de esta tesis es G. A. Wells, autor de The Jesus Of The Early Christians (1971), Did Jesus Exist? (1971) y The Historical Evidence for Jesus (1982)77. Su argumento es bastante simple: hasta los primeros años del siglo II los cristianos veneraron a Cristo como una figura mítica salvadora, y es sólo a partir de ese momento que los evangelistas hacen de ella un personaje histórico que vivía y enseñaba en Galilea.

Las contradicciones que hemos visto sobre su nacimiento y su historia son evidencia de que fueron inventados, según Wells.

Hasta el año 150 DC no existe una fuente independiente que hable de su existencia. La historia de que Cristo murió a manos de Pilatos fue elaborada, en su opinión, hasta finales del siglo 1.

Si no fuera así, asevera, ¿por qué escritores romanos como Plinio, Tácito y Suetonio no dijeron nada sobre Cristo?

En los primeros documentos cristianos, escritos por Pablo en el año 50 DC, no se escribió nada acerca de la crucifixión o el nacimiento de Cristo. ¿No sería extraño suponer que estos hechos históricos no fueron considerados lo suficientemente importantes 77 G. A. Wells. The Jesus of the Early Christians. Pemberton. Londres, 1971.

-

Did Jesus Exist? Pemberton. Londres, 1971

-

The Historical Evidence for Jesus. Prometheus. New York, 1972.

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como para ser contados? Para Wells, la figura histórica de Cristo fue inventada por los evangelistas, que escribían para comunidades situadas fuera de Palestina, y la prueba contundente son todas las contradicciones y modificaciones de los hechos que existen entre un evangelio y otro.

Un libro más reciente es The Dead Sea Scrolls and The Christian Myth, de John M. Allegro78. Este autor, quien participó en la lectura de los papiros encontrados en el Mar Muerto y que pertenecen a los Esenios, una secta judía de tiempos de Cristo, encontró que su líder, conocido como El Señor de la Luz, fue asesinado por los romanos 88 años AC.

Este misterioso personaje, sugiere Allegro, pudo haber sido el verdadero Cristo, que los esenios convertirían en mito cuando su comunidad fue destruida en el año 70 DC por los romanos. En vista de que la lucha por la liberación de Palestina fracasó, para los esenios fue necesario crear una figura divina universal para que los acompañara en su exilio. De ahí que “reconstruyeran” la historia de su líder asesinado haciéndola más universal y menos sujeta a las condiciones de Palestina.

El hecho de que los evangelistas hayan inventado no significa que la historia de Jesús es ficción. Más bien, las “ediciones” son una prueba de que realmente existió. Sus hazañas y doctrinas se conocían por la tradición oral y los evangelistas recurrieron a ésta para construir su propia versión. Las contradicciones, omisiones, adiciones, correcciones y eliminaciones demuestran que ya existía un material conocido imposible de borrar y de ahí que trabajaran a partir del mismo. Si los evangelistas hubieran inventado todo, no habría razón para dejar contradicciones en el texto.

Los teólogos del Seminario de Jesús consideran que Cristo sí existió. Estos especialistas en las lenguas originales de la Biblia y académicos universitarios estudian lo que pudo y no pudo ser Cristo. De acuerdo con su minucioso análisis de las palabras de 78 John M. Allegro. The Dead Sea Scrolls and the Christian Myth. Prometheus Books. New York, 1984.

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Cristo (el cual incluye métodos como triangulación, estilo, correlación histórica, cronología de los escritos y descubrimientos arqueológicos), el 82% de lo que se le atribuye es inventado79.

Los expertos nos ofrecen una nueva versión del Nuevo Testamento utilizando colores. De acuerdo con ellos, el color rojo marca lo que Cristo pudo haber dicho sin duda, el rosado lo que posiblemente pudo haber dicho, el gris lo que aunque no dijo pudo salir de su boca, el negro lo que jamás pudo haber dicho.

Sobra decir que la Biblia está casi toda en negro80.

El Cristo histórico

¿Quién fue el Cristo histórico y qué cosas de las que supuestamente predicó son verdaderamente suyas?

John Dominic Crossan, en su libro Jesús. A revolutionary biography81, indica que existían ciertas tradiciones orales tan conocidas sobre Cristo que los evangelistas no las pudieron cambiar. Es importante analizar las más relevantes para poder responder la pregunta que nos hacemos en este capítulo. Estas tienen que ver con la concepción de Cristo acerca del Reino de los Cielos:

1.

El Reino de los Pobres

2.

El Reino de los Niños

3.

El Reino de los Enfermos

4.

El Reino de los Iguales

1. Cristo provenía de la clase baja y su mensaje se dirigía a los destituidos. En Palestina, éstos eran más pobres que los pobres.

Un carpintero estaba a la par de los campesinos y los destituidos o prescindibles: un gran sector de la población que servía de 79 Robert Funk, Roy Hoover y el Seminario de Jesús. The Five Gospels. The Search for the Authentic Words of Jesus. MacMillan. New York, 1993, pág. 5.

80 Ibid, pág.36.

81 John Dominic Crossan. Jesus, A Revolutionary Biography. Harper. San Francisco, 1994. IBID OJO

OJO

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reserva de mano de obra barata. Jesús prefirió a los incultos, los pobres, los pecadores y los marginados sociales (Marcos 2: 15-17; Mateo 9: 10-13; Lucas 5: 29-32). Esto lo hizo evidente al concentrar su prédica en los pueblos rurales de Galilea. Jesús casi no visitó las ciudades y en las dos únicas que estuvo (Jerusalén y Tiberiades) recibió escaso apoyo de las masas. Quizás la única excepción fue su entrada triunfal en Jerusalén, donde, según Marcos, “muchos cubrían el camino con sus capas” y en donde Mateo habla de “multitudes”. Lucas, sin embargo, reduce la bienvenida a sólo el “grupo de sus discípulos” (Marcos 11:18, 11:8; Mateo 21:8-10; Lucas 9: 37-9). Pero entre las masas galileas Jesús tuvo un gran éxito. Allí se formaban grandes grupos que lo acompañaban en cuanto se corría el rumor de que estaba curando enfermos (Marcos 5:24) o simplemente cuando viajaba (Lucas 7:11). Cristo predicó a las multitudes en Cafarnaún y en las riberas del lago (Marcos 2: 1,13). Tanta fue su fama que “ya no podía entrar en ningún pueblo, debía quedarse afuera en campo abierto” (Marcos 1: 45; Lucas 5: 15).

La atención a los pueblos rurales es significativa desde el punto de vista social. Su población era campesina y marginal. Las metáforas que se le atribuyeron a Cristo tienen un carácter principalmente agrícola. Para El, la máxima belleza eran los lirios en el campo y el paradigma de la maldad sembrar hierbas en un campo de trigo, aunque pertenezca al enemigo (Mateo 12: 43-4).

La ciudad y la vida urbana apenas aparecen en su doctrina. Jesús nunca va a Saforis, la principal ciudad de Galilea, situada a sólo seis kilómetros de Nazaret. Su interés no estaba en los sectores dirigentes de su patria ni en los políticos, sacerdotes, profesionales, militares o personas adineradas.

La prédica de Cristo se dirigió a los campesinos y a los destituidos y su mayor preocupación era liberarlos de la opresión económica en el aquí y el ahora.

Cuando Cristo habla de un “Nuevo Reino” no se está refiriendo al más allá. La palabra griega “Basilea” se ha traducido al español 142

por “reino”, pero éste no es el mejor significado. La palabra

“Basilea” se refiere más a un proceso que a un lugar geográfico específico82. Es una forma de vida. “El Reino de Dios” significa la gente viviendo bajo el mandato divino.

En ningún momento Cristo identifica el Reino de los Cielos o de Dios con un más allá (y cuando así sucede probablemente sea por la mano de un evangelista) o con un mundo en el cual Dios ha impuesto las reglas del juego. La concepción más cercana es la de un proceso por el cual los hombres y las mujeres alcanzan relaciones de poder justas y equitativas. Su mensaje era radical: quería que el Nuevo Reino fuera tal que las diferencias de clases desaparecieran83. Los evangelistas consideraron que debían cambiar este mensaje y hacerlo más aceptable para las clases sociales poderosas.

Esto se puede apreciar en el “manoseo” desde los primeros evangelios a los últimos:

§ “Dichosos sean los pobres, para los cuales es el Reino del Cielo” (Evangelio de Tomás: 54)

§ “Dichosos sean ustedes que son pobres, porque suyo será el Reino de Dios” (Proviene de Q, la fuente original que utilizan Lucas y Mateo. Lucas 6:20)

§ “Dichosos los que reconocen su necesidad espiritual, pues el reino de Dios les pertenece” (Mateo 5:3).

§ “¿No ha escogido Dios a aquellos que son pobres en el mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a quienes lo aman?” (Evangelio de Jaime 2:5).

La palabra “pobre” para describir su clase no es la correcta. La versión en griego “ptochos” significa “destituido”. Se refiere a los sectores campesinos que, debido a malas cosechas y deudas, fueron expulsados de sus tierras y no pudieron sobrevivir por sí 82 Ibid, p. 55.

83 Ibid, p. 58.

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mismos. En otras palabras, los limosneros. Cuando Cristo los bendice, está con una clase aún más pobre que los pobres.

Esto resultaría muy radical para los evangelistas, que van cambiando el significado para despojarlo de su contenido de clase. Mateo no habla más de la pobreza económica sino de la espiritual y en Jaime se insiste en que el Nuevo Reino no es de aquí ni de ahora sino de después. Así, los destituidos deben esperar el Reino de los Cielos pero después de esta vida.

2. Algo similar ocurre con el mensaje sobre otro grupo que heredará, según Jesús, el Reino de los Cielos: los niños. Veamos en Marcos lo que Cristo nos dice sobre el tema:

“Llevaron unos niños a Jesús, para que los tocara; pero los discípulos comenzaron a reprender a quienes los llevaban. Jesús, viendo ésto, se enojó y les dijo: -Dejen que los niños vengan a mí y no se los impidan, porque el Reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él-. Y tomó en sus brazos a los niños y los bendijo poniendo las manos sobre ellos” (Marcos 10:13).

¿Qué significan estas palabras? En la Palestina de la época los niños eran no-personas, una clase totalmente prescindible. En un papiro del siglo I encontrado en Egipto en la localidad de Oxyrhincus -la moderna El Bahnasa-, el obrero Hilarión le escribe a su esposa Alis, quien está embarazada. En su cariñosa carta le dice que si tiene un niño que lo guarde y lo deje vivir pero que si es niña la aleje de ella (que la mate)84. Este era el valor de los niños -y sobre todo de las niñas- en el Mundo Antiguo: objetos de los cuales se podía prescindir.

Ser niño equivalía a ser pequeño, a no contar. Era lo opuesto de grandeza, estatus y prestigio. A los niños de Palestina no se les consideraba personas. Pero Cristo no está de acuerdo con esta manera de pensar; de ahí su enojo cuando los apóstoles los 84 John Dominic Crossan. Jesus… p. 63. (IBID- OJO OJO

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apartan de su lado. Para El, los niños representan el Nuevo Reino, no porque son inocentes sino porque se les considera insignificantes. No existen evidencias de que Cristo asociara la niñez con la inocencia. Cristo compara a los fariseos con los niños porque los creía capaces de perversidad e inmadurez (Marcos 10: 19). El niño cuya imagen es símbolo del “reino” lo es no por ser inocente sino por ocupar el puesto más bajo en la sociedad. Representa al pobre y al oprimido, al mendigo, a los recolectores de impuestos y a las prostitutas. Son los que Jesús llama varias veces los “pequeños” o “los menos” (Lucas 11: 5-8, 12: 42-46 par, 16: 1-8, 17: 7-10; Mateo 20: 1-15, 21: 28-31, 25: 14-30). Su preocupación consistía en que no fueran despreciados y tratados como inferiores. “No despreciéis a ninguno de estos pequeños” (Mateo 18: 10). Para poder ser parte del “reino”, Cristo creía que la gente debía ponerse en el lugar de ellos (Mateo 18: 4), lo que implicaría despojarse del poder, del prestigio y del dinero.

Cristo toca, toma en sus brazos y bendice a estos niños. El mensaje es claro: su actitud es la del padre que “retiene” y no la del que “aleja”, es la de quien acepta a aquellos que no tienen derechos en Palestina. El Reino de Dios será un reino de los que hasta entonces eran no-personas85.

Los evangelistas nuevamente corrigen estas palabras e interpretan lo que Cristo quiso decir. Mateo define ser niño como

“quien es humilde” (18:1-4), Tomás (22) como “el que lleva una vida ascética”, Juan como quien “ha recibido el bautismo” (3:1-10). Nuevamente, por razones políticas, se suaviza un mensaje de liberación.

Si dejamos de lado las interpretaciones y arreglos de los evangelistas, es muy claro que Cristo estaba a favor de las personas más discriminadas de la sociedad. Un carpintero en la Costa Rica de hoy no es un destituido ni una no-persona. Pero un homosexual sí lo es. Es más, los homosexuales constituyen uno de los grupos más perseguidos y atacados. Cristo quería que estos 85 Ibid, p. 64.

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grupos formaran parte del Reino del Cielo, en el aquí y en el ahora.

3. En Marcos 1:40-44, Cristo hace la famosa curación de un leproso:

“Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo:

-Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

Jesús tuvo compasión de él, lo tocó con la mano y dijo:

-Quiero. ¡Queda limpio!

Al momento, se le quitó la lepra al enfermo, y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida y le recomendó mucho:

-Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve al sacerdote, y lleva, por tu purificación, la ofrenda que ordenó Moisés, para que todos sepan que ya estás limpio de tu enfermedad.”

En primer lugar, es totalmente equivocado traducir la palabra griega “lepra” por “lepra” en español. Lo que hoy llamamos lepra es causada por el Mycobacterium leprae, un bacilo descubierto en 1868 por Gerard Hansen. Esta enfermedad era conocida en los tiempos bíblicos pero se le llamaba elefas o elefantiasis. La antigua “lepra” era en realidad psoriasis, eczema o cualquier hongo de la piel86.

¿Qué importa si era lepra o psoriasis?, se pregunta Crossan87.

Pues importa bastante. En la Palestina de la época, el pueblo estaba amenazado por todos lados y había sido conquistado por los romanos. La sociedad se preocupaba por las amenazas provenientes del exterior y por definir quién estaba adentro y quién no.

La preocupación por las fronteras de Palestina se trasladó hacia el cuerpo humano: hasta dónde llegaba y qué podía destruirlo desde 86 John Dominicus Crossan, Jesus…l , p. 78

87 Ibid.

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afuera. Según Crossan, esto llevó a regular los orificios (las zonas abiertas). Los líderes religiosos se preocuparon por definir qué debía y qué no debía entrar o salir por los orificios normales del cuerpo. Levítico 11 nos habla de cuáles alimentos deben ingresar por la boca y Levítico 12 cómo deben salir los bebés durante el parto.

Pero cuando se llega a la lepra, en Levítico 13, el sistema deja de funcionar. Aquí no se sabe dónde saldrán los nuevos orificios y tampoco se puede diferenciar qué es exterior y qué es interior. De ahí que la lepra bíblica se refiere no sólo a la piel (Lev. 13:1-45 y 14:1-32) sino también a la ropa (Lev. 13:46-59) y a las paredes de la casa (Lev. 14:33-53). Cada una de éstas, por estar expuesta al exterior, es definida como impura.

El leproso no es una persona que atemoriza por su capacidad de contagiar a los demás, como se ha dicho, sino por su contaminación simbólica. Sus orificios reflejan la posible invasión del orden social por elementos extraños:

“El que tenga llagas de lepra, deberá llevar rasgada la ropa y descubierta la cabeza, y con la cara semicubierta gritará:

¡Impuro!, !Impuro! Y mientras tenga las llagas será considerado hombre impuro; tendrá que vivir solo y fuera del campamento”

(Lev. 13:45).

La marginalidad era, entonces, el resultado. Tener psoriasis no era cualquier cosa. La persona que la padecía era expulsada de la sociedad y su familia humillada.

Con respecto a la medicina, la Biblia guarda un silencio casi absoluto. Las Escrituras consideran que la curación es un monopolio divino. Recurrir a los servicios de un médico por encima de la oración era prueba de falta de fe, una muestra de falta de religiosidad que merecía castigo. Los únicos seres humanos con poder para actuar como delegados de Dios eran los sacerdotes y profetas. Aún así, la competencia médica de un 147

sacerdote se limitaba al diagnóstico de un ataque, a la cura de una lepra y a los ritos de purificación88.

¿Entonces, quiénes eran los árbitros de la impureza y de la segregación? Los sacerdotes. Eran ellos los que tenían el poder de dictaminar cuándo una llaga se extendía, se hundía o se curaba (Lev. 13:29-44). De la misma forma que los médicos actuales, el poder estaba en sus manos. Si tomamos ésto en cuenta, las acciones de Cristo no podían haber sido más revolucionarias. Él no aceptaba que un sacerdote (médico) determinara que el leproso era impuro. Tampoco tenía miedo de tocarlo y reincorporarlo al mundo de los limpios. Mucho menos de dejarles saber a los sacerdotes que ellos no tenían el monopolio de la verdad.

Cristo no sería crucificado por declararse profeta o hijo de Dios.

Esto no era lo que atemorizaba a las autoridades romanas y judías, además él no había sido el primero en hacerlo. Lo que sí causaba cólera era su total despreocupación ante las atribuciones de las elites de Palestina (su rebelión en el Templo fue un ejemplo de ésto). Él rechazaba los privilegios del poder. Su manera de curar a los enfermos cambiaba las reglas del juego de la sociedad: abogaba por sus derechos, terminaba con su aislamiento, cuestionaba a los sacerdotes.

Claro que podemos quedarnos con la versión simplona de los evangelios, según la cual Cristo hacía milagros; aunque el que los hiciera no era visto en su tiempo como algo insólito; otros profetas judíos habían hecho lo mismo. Una de las características primordiales de los antiguos Jasidim es que creían que sus oraciones eran capaces de hacer milagros. El profeta Elías resucitó al hijo de una viuda (Reyes 1: 17, 17-24) y Eliseo al hijo de la sunanita (Reyes 11: 4: 32-37).

Sin embargo, Cristo hacía los milagros sin intermediarios y sin buscar la aprobación sacerdotal. Este fue el verdadero milagro.

Algunos estudiosos opinan que Cristo no curó físicamente, pero 88 Geza Vermer, Jesús el judío. Muchnik Editores, Barcelona, 4a. edición, 1997, pág. 64.

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sí en el campo espiritual. Terminó con la marginalidad social de los enfermos89, se negó a aceptar que los sacerdotes médicos tuvieran la autoridad moral para declararlos impuros. Tampoco se preocupó de que fuera a “ensuciarse” por tocarlos, ni creía que debía someterse a una limpieza ritual por hacerlo. Cristo no hubiera dejado sin atender a un enfermo de lepra, como lo harían sus seguidores 2.000 años después con los enfermos de sida.

Pero esta versión era demasiado igualitaria para otros evangelistas. Veamos cómo Lucas cambia la historia de Marcos:

“En su camino a Jerusalén, Jesús pasó entre las regiones de Samaria y Galilea. Y llegó a una aldea, donde le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra, los cuales se quedaron lejos de él gritando:

-¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Cuando Jesús los vio, les dijo:

-Vayan a presentarse a los sacerdotes.

Y mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad” (Lucas 17:11-14)

Según esta versión, Cristo no toca ya a los leprosos sino que los envía a los sacerdotes. Los leprosos tampoco se le acercan ni terminan simbólicamente con su aislamiento (mantienen su distancia). La decisión sobre pureza e impureza continúa en manos religiosas. En esta versión se ha perdido el mensaje revolucionario: las estructuras de poder de Palestina quedan intactas.

El Reino del Cielo no puede ser aquel en el cual unos sean mandados al exilio por otros. Para los primeros homosexuales costarricenses que se contagiaron con el VIH debe resultar muy doloroso ver a las iglesias cristianas tradicionales condenar a los enfermos. Ellas los relegaron a los sótanos de los hospitales.

89 Ver Crossan, Jesus...

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Precisamente lo que Cristo luchó para que no se hiciera fue lo que se hizo. Ningún obispo, rabino ni pastor salió en defensa de los enfermos de sida. Más bien trataron de sacar provecho de la enfermedad: la usaron para culpar a los “pecadores” como merecedores de un “castigo divino” y así reforzar su poder de decidir quien es puro y quien es impuro.

Una de las maneras más claras que tenemos de imaginarnos cómo será el Reino de Dios se muestra en las ideas de Cristo sobre la comensalidad. Veamos una famosa parábola:

“Un hombre había recibido visitantes. Cuando preparó la cena, mandó a su criado para que fuera a llamar a los invitados. Fue donde el primero y le dijo: ´Mi amo te invita´. Él dijo: ´Tengo que atender unos asuntos con los mercaderes. Vendrán esta noche.

Debo reunirme con ellos para darles instrucciones´. Fue donde otro y le dijo: ´Mi amo te invita´. Pero éste le dijo: Ácabo de comprar una casa y me necesitan ahí. No tengo tiempo libre´. Fue donde otro y le dijo: ´Mi amo te invita´. El le respondió: Ácabo de comprar una finca y tengo que ir a cobrar la renta. No podré asistir, pido mis excusas. El sirviente retornó y le dijo al amo: Áquellos que usted invitó a la cena pidieron excusarse´. El amo le dijo al sirviente: ´Ve afuera, a las calles, y tráeme a todos los que encuentres para que me acompañen a la cena. Los hombres de negocios y mercaderes no entrarán a los lugares de mi padre”

(Tomás 64)

Mateo y Lucas introducen cambios en este pasaje. Para Lucas, los invitados deben incluir a los lisiados, pobres y ciegos (Lucas 14: 21b-23), para Mateo a los “buenos y los malos” (22:9-10). Sin embargo, esta parábola debió provenir de Cristo porque se encuentra en tres Evangelios.

En Palestina la mesa era un microcosmos de la sociedad y sus relaciones de poder. A nadie se le ocurría invitar a “cualquiera que se encontrara en la calle”. En una sociedad vertical, cada clase 150

social comía separada. Lo que Cristo predicaba era una

“comensalidad radical”, una total aceptación de todos los estratos sociales, principalmente los pobres y pecadores.

Para nadie es un secreto que Cristo fue acusado de compartir su mesa con los “pecadores”:

“Los fariseos y los maestros de la ley lo critican por ésto, diciendo: ‘Este recibe a los pecadores y come con ellos” (Lucas 15:2)

“Sucedió que Jesús estaba comiendo en casa de Levi y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, y otra gente de mala fama, estaban también sentados a la mesa, junto con Jesús y sus discípulos” (Marcos 2:15)

“Luego ha venido el hijo del hombre que come y bebe y ustedes dicen que es glotón y bebedor, amigo de la gente de mala fama y de la que cobra impuestos para Roma” (Lucas 7:34) La palabra “pecadores” que se lee en Mateo 11:19 para describir a estas personas no es la más apropiada. En hebreo la palabra original era “resha’im” , la cual significa aquellos que se encuentran fuera de la ley, no porque fuera malvados sino porque no seguían las reglas judías, por diversas razones. Así, los

“gentiles” eran “resha’im” , ya que no observaban, por definición, las leyes. Quien comiera cerdo o una mujer que tuviera la menstruación y no hicieran una limpieza cúltica eran también

“pecadores”.

Para Cristo, los que estaban fuera de la ley eran la razón de su venida. Los “recolectores de impuestos y las prostitutas”, les dice a los fariseos, “entrarán al reino antes que ustedes” (Mateo 21: 31f).

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Cristo también abandona otra costumbre de la época: que los sanadores esperen a que la gente acuda a sus casas. Cristo sana en todos los rincones y no espera hacer un negocio con las curaciones (quizás por eso su familia se indispone con él y él con ellos, ya que los curanderos trabajaban con sus familias y todos ganaban en el negocio), como era común. Su prédica era una

“itinerancia radical”: no se cobra, no se paga y todos participan.

Por eso pide a los discípulos que no lleven en sus peregrinaciones nada más que un bastón y sandalias. Deben curar a los enfermos que se le presenten en el camino y las comunidades deben darles alojamiento y comida. Cada uno debe depender del otro y no de sí mismo. No debía existir paga por los servicios90.

Sin embargo, una vez más, un evangelista cam

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