HISTORIA
DE
TERUEL.
por
DON COSME BLASCO,
CATEDRATICO.
Imprenta de J. Alpuente.—Año 1870.
Es propiedad de su autor.
ÍNDICE.
PRIMERA PARTE.
Cap.
I. Teruel la antigua.—Punto que ocupaba.—Sus
primerospobladores.—Diferentes nombres que ha
recibido.—Sudemolición.—Desgracia de sus
habitantes.—El ríoGuadi-Albiar.—Villa-Vieja.
II. La moderna ciudad de Teruel.—Los árabes.—Su
conquista por el reyde Aragón.—Opiniones sobre su población.—El Toro y la estrella de lasarmas de Teruel.—Cual es la opinión mas verosímil.
III. Importancia de la nueva ciudad de Teruel.—Servicios
prestados alrey por el caballero D. Pascual Sanchez Muñoz.—Resultado de la primeraexpedición a
Valencia.—Conquista de esta ciudad.—Los Muñoces yMarcillas.
IV. Continúan los célebres bandos de Teruel.—El rey D.
Pedro IVconcede a Teruel el título de ciudad.—
Guerras entre D. Pedro de Aragóny D. Pedro de
Castilla.—Las Comunidades.—Las Córtes celebradas en laIglesia de Santa María.—El Juez de Teruel D.
Francisco Villanueva.—Losreyes católicos en Teruel.
V. Comunidad de Teruel.—Teruel en 1591 y 1592.
VI. Teruel desde el reinado de Felipe II, hasta la
conclusión de laguerra civil.—Noticias de diversas épocas.[27]
VII. Los Amantes de Teruel.
VIII. Los esqueletos de los Amantes de Teruel.
IX. Los Obispos de Teruel.
X. Los Obispos de Teruel. (Conclusión.)
XI. Hijos notables de Teruel.
SEGUNDA PARTE.
Cap.
I. Situación de la moderna ciudad de Teruel.—Sus
barrios.—Elescuche del Molino nuevo.—Los ríos,
puentes, vega, ermitas y demásalrededores de Teruel.
II. Aspecto esterior e interior de Teruel.—La puerta de
SanSalvador.—La de la Anda-quilla.—La de la
Traición.—El auto de fe.—ElAcueducto de Teruel.
III. Las Calles, las Plazas, las Fuentes y los Algibes de
Teruel.
IV. La antigua Iglesia de Santa María de Media-Villa,
ahora laCatedral.—S. Pedro.—S. Martín.
V. Las Iglesias de S. Juan, S. Andrés, San Salvador,
Santiago, y SanMiguel.—Los conventos y los ex-
conventos de Teruel.
VI. Continuación de los ex-conventos.—El Seminario.—
La Sala Capitular.
VII. El Hospital.—La Casa provincial de Beneficencia.—
La Casa de laComunidad.—Las Casas Consistoriales de Teruel.
VIII. La instrucción pública en Teruel.—El periodismo.—
El Casinoturolense.—El Teatro.—La plaza de
Toros.—El Cementerio.—El Torreonde Anibeles.—
La Torre Lombardera.—La Muralla de Teruel.
IX. Calidad y circunstancias del terreno de Teruel.—
Paseos y medios decomunicación con otras
poblaciones.—Correos.—Fondas.—Producciones
delpaís—Artes e industria.—Comercio.—Ferias y
mercados de Teruel.—Lasarmas y títulos de esta
ciudad.
Capítulo adicional. El barranco de las Calaveras.
AL
Excmo. Ayuntamiento Constitucional
DE LA MUY NOBLE, FIDELISIMA, HEROICA, VENCEDORA Y
EXCELENTISIMA
CIUDAD DE TERUEL.
EXCMO. SEÑOR.
Nacido en el hermoso suelo aragonés, cuna del valor y de la lealtad, headmirado siempre las glorias de las tres provincias que constituyen esteantiguo reino, de inmortal memoria.
Un deseo vehemente de que el noble y generoso pueblo turolense, dequien V. E. es dignísimo representante, tuviera un libro que guardaselas glorias de sus mayores; ha sido el único móvil que he tenido paraescribir la Historia de Teruel, humilde obra que hoy, lleno mi corazónde indecible gozo, tengo el distinguido honor de dedicar a V. E.
Si tiene a bien aceptarla y ponerla bajo su égida, será para mi elmayor galardon que V. E. puede concederme.
Excmo. Sr.
Cosme Blasco.
Omnia mutantur naturæ lege creata:
Nec se cognoscunt terre vertentibus annis.
Manilio.
HISTORIA DE TERUEL.
PRIMERA PARTE.
Capítulo primero.
Teruel
la
antigua. — Punto
que
ocupaba. — Sus
primerospobladores. — Diferentes nombres que ha recibido. —
Sudemolición. — Desgracia de sus habitantes. — El rioGuadi-Alviar. — Villa-vieja.
No es nuestro propósito escribir una historia completa de la Ciudad deTeruel, proponémonos sólo dar a conocer algunos apuntes tomados de loslibros que hemos visto[1], y que por cierto no se ocupan mucho denuestro asunto; y de los datos que nos han suministrado varias personasde las mas ancianas de la población.
Como obra humana, como obra de un jóven, de esperar es que contengaalguna que otra inexactitud; pero no dudamos que de todo seremosdispensados, siquiera sea por nuestra confesión franca y sincera, y loque es más, por nuestro buen deseo de publicar las invidiables,preclaras e imperecederas glorias de Aragón, país para nosotros tanquerido, país que al ojear una tras otra las páginas de su historia,llénase de noble orgullo nuestro corazón.
¡Dichosos aquellos hombres, que escapados por fortuna de la generalesclavitud, echaron sobre las cumbres del Uruel la primera raíz de aquelárbol que fragante y pomposo, había de extender su sombra hasta loscristalinos mares de Sicilia y Constantinopla!
¡Preciosa tradición que repite en su murmullo el torrente alprecipitarse de lo alto de las nevadas montañas!
¡Magnífica epopeya que parece relatarnos el viento que gime por entrelos jarales del Pirineo!
Teruel la antigua, llamada Turba o Túrbula, que, según el P.
Traggiacontaria de setenta a ochenta vecinos, se hallaba situada en el lugarque hoy ocupa el ex-convento de Capuchinos, que se encuentra como a uncuarto de hora del punto en que hoy está la ciudad, frente al puentellamado del Cubo y a la izquierda de la carretera de Zaragoza, yendo deesta capital a la que es objeto de las presentes líneas.
A nuestro humilde juicio y conformes con el de personas competentes quehan estudiado el terreno, ocupaba la antigua población principalmenteuna gran parte del sitio en que hoy se extiende el Barrio de las Cuevas,barrio que viene a terminar por casi detrás de la actual Casa provincialde Beneficencia, y designado con aquel nombre por las muchas cuevas quehay, y por los restos de otras que en su tiempo serían tal vez ocupadaspor los moros.
Créese por algunos, que los primeros pobladores de la primitiva ciudadfueron los fenicios, y que el nombre de esta era Turba, palabra quederiban unos de Turba oppidum, latino; otros de Turba-lium, griego,pueblo turba, compuesto de este nombre y de leos, pueblo: no falta quiencomo el erudito D. Miguel Cortés le haga venir también del hebreo Thor y bat, que significa lo que Domus tauri: admisible hasta ciertopunto parece esta esplicación, si atendemos a que la voz bat, o bet,se halla en la composición
de
muchos
nombres
de
nuestra
primitivanomenclatura geográfica, que lejos de repugnar a la explicación hebraicade Cortés, podría citarse aun en su corroboración: lo mismo sucede conla voz Thor, pues, aunque por diversidad de aplicaciones, parece menossegura su razón o su significado, todos los objetos, cuyos nombres laofrecen, tienen la esencial circunstancia de la fortaleza y el toro, queparece símbolo de esta, pudo tener por nombre lo que no era mas queadjetivo para los demás objetos. Aun se confirma esto con las medallasceltíberas que se han hallado en los contornos de Teruel, «en las que seve el buey arrodillado, en ademán de recibir las divinas influencias dela diosa Venus, representada en el lucero, con caracteres celtíberos enel exergo, que a lo que podemos congeturar, quieren decir: Santo DiosToro.» (Cortés.) Otros, en su afán de acumular nombres, vengan o no al caso, se acomodeno no a la historia y geografía; la aplican los de Tintania, Turupia, y Tiar-Julia, y hasta el de Turdeto o Turbeto,suponiendo haberla fundado los turdetanos que los cartaginenses enviaronde la Bética o Andalucía, para oponerlos a Sagunto confederada de losromanos: el mismo poco caso que hacemos de estas palabras, hacémosloextensivo a la de Terulium, que Don Juan de la Serna trae en sudiccionario geográfico.
En lengua fenicia se llamó Thorbat o Thorbet; Turba en laceltíbera y Túrbula en la latina: con este último nombre la designaTolomeo.
Esta ciudad, tanto por su situación en territorio que fue de losceltíberos, como por la alusión de los nombres, es indudablemente lafamoso Turba o Túrbula de la España primitiva: sus habitantes losturditanos, turboletas o turbuletas, cuya capital fue Turba,estuvieron en guerra con los de Sagunto por cuestión de límites: esconsiguiente que aquellos, no solo no se opondrían a la ruina de ladesgraciada ciudad, sino que serían los primeros en acometerla al frentede su poderoso auxiliar el ejército de los cartagineses, de quienes Turba fue constante aliada.
Cuando los saguntinos pidieron condiciones honrosas para evitar la totalruina que llegaron a mirar de cerca, una de las que se les impuso fue larestitución de los territorios que tenían usurpados a los turbuletas.Estos vieron por fin colmados sus deseos con la destrucción de Sagunto,heroica ciudad digna de mejor suerte, y entraron en posesión de losterritorios cuestionados, mientras aquellos de sus enemigos que habíansobrevivido a los horrores de tan terrible guerra, eran vendidos poresclavos.
Condición tan desgraciada, poco haría temer ya a los turboletas oturbuletas de la rivalidad saguntina, mayormente en vista de lo quehabía valido a esta asolada ciudad la decantada amistad romana, y que sudestructor Aníbal tramontaba los Pirineos y los Alpes en ademán dellevar igual suerte sobre la misma Roma.
Pero.... eran otros los decretos del destino. Tres años después losEscipiones, victoriosos de los ejércitos cartagineses por toda la Españaciterior, libertan del cautiverio a los desgraciados saguntinos, lesrestituyen sus ruinas, y sus campos y aldeas quedaron tributarios de susantiguos émulos.
Tolomeo hace mención del río Pallantia (Turia), que en tiempo de FestoAvieno se llamó Canus flumen o río blanco, con cuyo nombre le hallaronlos árabes, y le llamaron Guadi-Albiar, que quiere decir también ríoblanco: el nombre primitivo de este río, fue Turia, derivado de Tur-iar, esto es, río de Turba.
Tiempos después de ser destruida la antigua Turba, se edificó en laparte mas llana del mismo sitio una ermita dedicada a N.ª
S.ª de laCabeza, ermita que, cuando el convento de Capuchinos se quitó del puntoque hoy ocupa el paseo del Obalo, y se trasladó a donde estaba Turba,quedó encerrada en una Iglesia mayor, obra que tuvo lugar por los años1797: desde la fundación de dicha ermita, se celebra en ella por laPascua de Resurrección una fiesta a la Virgen de la Cabeza; muchosvecinos de Teruel y sus barrios acuden a allí en animada romería, y raroes el que, además de otras viandas, no lleva una tortilla: de estaantigua costumbre viene el que la clase humilde del pueblo de Teruelllame a aquella Pascua, «la de las tortillas.»
Junto a dicha Iglesia, hay un edificio bastante espacioso, reedificadoen parte y arreglado todo por disposición del Obispo (hoy difunto) D.Francisco de Paula Gimenez, en el año 1867, y ocupado por los Paulesdesde este año hasta el mes de Octubre de 1868.
Muy cerca también de la misma Iglesia hay una fábrica de bayetas y otrosefectos, y algunas casas de mediano aspecto donde viven los que trabajanen el establecimiento: los Teruelanos distinguen este sitio con elnombre de Villavieja, sin duda por haber estado allí la antigua Turba.
Capítulo II.
La moderna ciudad de Teruel.—Los árabes.—Su conquista por el reyde Aragón.—Opiniones sobre su población.—El toro y la estrella delas armas de Teruel.—Cual es la opinión mas verosímil.
Afirma el Sr. Cortés que la fábrica de los muros y torres de Teruel,sus magníficas puertas de grandes sillares etc., son restos de suantigüedad romana, pero todo lo que se dice de esta ciudad relativamentea Cesar es imaginario y así mismo cuanto se quiera aumentar respecto dela edad de los romanos; pues ni la gran diligencia con que aquelescritor buscó las antigüedades de Teruel, de la que dio origen alpueblo de su naturaleza, bastó a proporcionarle otras noticias hasta lainvasión de los árabes, época en que empezamos a encontrar datos,verdaderos en su mayor parte, sobre la moderna ciudad que nos ocupa.
El Sr. Cean Bermudez, al tratar del origen y nombre de esta, dice que parece que después que los romanos demolieron la antigua Turba yvendieron por esclavos a todos sus habitantes, la repararon después losmoros con murallas sobre los cimientos antiguos, entre los que seencontró una figura de toro, la que con una estrella adoptaron losvecinos por armas en campo rojo, y dándole otro nuevo nombre de Torbél.
Hasta aquí el Sr. Bermudez, reservemos nuestra opinión para después, yveamos ahora como explican los manuscritos antiguos y las personas masancianas de la ciudad, la fundación y población de la moderna Teruel.
En el año 1170 el rey D. Alonso II de Aragón venció a los moros de lasriberas de Alfambra y Guadalaviar, y en el siguiente de 1171, segúnZurita, fundó y pobló en las riberas del segundo de estos ríos la ciudadde Teruel; duró uno y otro hasta el 1177, esto es, seis años, estando enguerra con los moros que se oponían con gran resistencia a llevar a cabola obra, que se inició así:
Conquistando iba dicho rey, el terreno que ocupaban los moros, cuandollegó frente a un pequeño cerro cubierto en su mayor parte de espesobosque y malezas (cerro que hoy ocupa Teruel), y conociendo loscaballeros que componían el principal acompañamiento de D. Alonso, queaquel sitio era favorable para fortificarse y dejar gente que pudieraquedar allí para sostener el empuje de los enemigos, caso de tener ellosque retirarse; o de punto de descanso, caso de seguir avanzando,determinaron echar los cimientos a una nueva ciudad: ocurrió, que aldirigirse al bosque, divisaron un toro que apenas les vio, empezó amugir fuertemente y a retirarse hacia el interior, observando al propiotiempo en el firmamento una estrella, que al parecer de los caballerosseguía la misma dirección que el toro. Creyendo este sucesoprovidencial, internáronse mas en el bosque, y encontraron casi en lacumbre del cerro al mismo animal, parado y sin demostrar fiereza alguna,debajo precisamente de la estrella cuya dirección habían seguido: coneste motivo fundaron allí la nueva ciudad, que pusieron por nombre Toro-el (el Toro), que por corrupción ha venido a cambiarse en Teruel, y hé aquí porque el toro y la estrella se encuentran en lasarmas, escudos, monumentos y demás objetos que se refieren a la ciudadde que hablamos.
Lo que acabamos de narrar aparece confirmado en el M. S.
que se conservaen la Biblioteca de la Academia de la Historia, Colección del P.Traggia, t. XIX, confirmación que, escrita con la sencillez primitiva noexenta de la tosquedad y rudeza propias de la edad media, dice así:
«Según cuentan los viejos, en el tiempo pasado de Teruel ayusso toda latierra hera de moros. En aquel tiempo vino el noble señor D. Alfonso porgracia de Dios rey daragon, compte de Barcelona et marqués de Proenza ada quel lugar que hera de Santa María de la villa vieja de Teruel conbuena gent et de grant esfuerzo de tener frontera contra los moros. Etel dito señor Rey tractaba et ordenaba entre sí si pudiese en estacomarca hacer una villa. Empezó vidiendo que hera muy peligrosa cossadefer por la grant meltitud de moros q. heran arededor a todas partes;temiose q. no podrie haver cabo de q. se perderien en casa mucha gent,por esso hecholo assi en olvido, et la buena gent q. heran allí con elRey entendieron la voluntat de el dito Rey.
«Et el gran dubdó, et con gran esfuerzo, digerónle; Señor, dadnosaquellos fueros, franquezas et libertades q. nos vos demandaremos porvos et por todos los vuestros et por todos tiempos para nos, et para losnuestros presentes et advenideros, et nos con ayuda de Dios poblarémosuna villa en esta comarca, por la cual fiamos por Dios queconquerreremos et ganaremos mas tierra adelante.
«Et el Rey, visto el gran peligro et dificultat dijo q. él no lo queríe,ni le otorgaba, que grant vergüenza le seríe et menosprecio de comenzarobra non valedera, et dijoles que si tal cosa querien fer, que laficiesen por sí, mas no por él, ni en su nombre, antes los agenaba etdesnaturaba de sí como no vasallos suyos pda. (pérdida o prendida) luxobra no hubiese cabo, que a él no fuese vergüenza, ni le pudiese seyerretrahido q. había comenzado tal obra, et que no le había dado cabo. Etla buena gent con grant esfuerzo digeron que ellos si querían aventurara la merced et ayuda de Dios. Et de si dejolos el Rei con granthorrencia, et encomendolos a Dios, et a la buena gent que aquí fincaron,amándose como a buenos hermanos et teniéndose buena voluntat los unos alos otros.
«En el nombre de Dios pusieron en obra la dicha población et andaron portodas las otras muelas que están cerca esta villa, et non hubieron tanbuenos señales como en esta muela do es agora la villa de Teruel. Etlos adalides[2] et los mas sabidores de tal fecha subieron a la muela etallí do es agora la plaza de mana en el alba trobaron un bel toro etandaba una bella estrella sobre él.
E luego que los vido el toro comenzóa bramar et fuir et luego lo trobaron manso et digeron los adalides queaquí habían buenas señales por fer la población do aquel toro lesclamaba; et daquel encuentro daquel toro tomaron señal.
«Et por esto facen en la señal toro y estrella.....
«Et luego con gran traballo comenzaron a fer los muros de la villa, nosolament con agua et con tierra et con piedra, mas aun con sangre, porque los unos lanzaban los muros et los otros defendienlos et combatiensecon los moros. Et de primero ficieron un antipecho con que sedefendiesen, et fendo aquel et lidiando con los moros, murien los homescada día sobre los fundamientos de los adarves, volviendo hi lur sangre,sobre la qual sangre multiplicaban los adarves.»
Sentadas estas opiniones, diremos que, a nuestro humilde juicio,pudieron muy bien los moros construir gran parte de los cimientos de lanueva ciudad y alguno que otro edificio y destruir a su huida lo poco omucho que pudieran, aprovechando después los caballeros del Rey D.Alonso aquellas ruinas para elevar y fortificar las murallas, y levantarnuevos edificios.
Capítulo III.
Importancia de la nueva ciudad de Teruel.—Servicios prestados alRey por el caballero D. Pascual Sanchez Muñoz.—
Resultado de laprimera expedición a Valencia.—Conquista de esta ciudad.—LosMuñoces y Marcillas.
Dio el Rey el feudo y honor de Teruel, como se usaba entonces a un ricohombre de Aragón, llamado D. Berenguer de Estenza, y señaló a loscaballeros[3] que la poblaron, para su régimen y gobierno, el fueroantiguo que el Rey D. Sancho el Mayor y anteriormente los Condes FernanGonzalez y García Fernandez habían dado a los habitantes de Sepúlveda.
Desde los primeros años de la repoblación adquiere suma importancia elnaciente puesto avanzado de Teruel; allí se preparan todas lasexpediciones que hacen los caballeros cristianos al reino de Valencia;secreto presentimiento les está diciendo que no tardará en derrumbarseel poderío musulmán por aquella parte de España; que pronto caeráValencia en sus manos, y allá van a Teruel cuantos quieren enriquecersecon el botín de la victoria.
El año 1225, mandó el Rey despachar cartas de llamamiento a los ricoshombres que tenían las villas y lugares, para que se reuniesen en Teruelcon sus correspondientes mesnadas; el Rey trataba de entrar en el Reinode Valencia y apoderarse de algún lugar muy principal, para cuya empresale sirvió con espléndidos donativos Don Pascual Sanchez Muñoz, que habíasido privado del Rey D. Pedro III y pertenecía a las mejores y masprincipales familias que se establecieron en Teruel, habiendo ofrecidodar el Rey para aquella guerra, el dinero que fuese necesario, yencargándose además de facilitar a la gente de armas, los víveres que senecesitaran para el consumo de tres semanas.
Esta primera expedición no tuvo resultado, por culpa de D.
Pedro Ahones,magnate poderoso que arrastró a los ricos hombres a la confederación yliga que se hizo en Alagon; con este motivo el Rey se volvió a Teruel,partió para Zaragoza, y dada orden para prender a Ahones, este al huir,fue matado de una lanzada.
A principios del año 1232, supo el mismo Rey que los del concejo deTeruel se habían apoderado de Ares, lugar fuerte en los confines delreino de Valencia, y casi al mismo tiempo le llegaron mensajeros con lanoticia de que Morella se había rendido a D. Blasco de Alagon, oriundode la villa de Sallent, valle de Tena en el Alto-Aragón; en vista deesto, marchó a Teruel, y allí recibió el homenage que le tributóZeit-Abu-Zeyt[4],
emir destronado de Valencia, de serle fiel valedor yamigo en la proyectada conquista, llevada a cabo en 1238.
En 1322 empezaron los célebres bandos de Teruel entre las dos familiasrivales de Muñoces y Marcillas, que durante mucho tiempo se disputaronla supremacia del gobierno de la ciudad.
Zurita cuenta que fue allá unhijo de Alfonso IV para apaciguarlos. Tan encrespados estaban los ánimosque un día en presencia del infante vinieron a las manos estando en sumismo palacio, y solo pudo dominar por entonces aquellas turbulencias,desterrando a Juan Sanchez Duran, verdadero promovedor, por cuatro añosfuera del reino.
Capítulo IV.
Continúan los célebres bandos de Teruel.—El Rey D. Pedro IV,concede a Teruel el título de ciudad.—Guerras entre D.
Pedr