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carcaj y saetas; veníatambién un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traíamorrión ni celada, sino un sombrero de plumas de diversos colores: conéstas venían otras personas de diferentes trajes y rostros. Todo locual, visto de improviso en alguna manera alborotó á Don Quijote, y pusomiedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró Don Quijote, creyendoque se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con estepensamiento y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se pusodelante de la carreta, y con voz alta y amenazadora, dijo: «Carretero,cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á dovas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece labarca de Caron que carreta de las que se usan.» A lo cual mansamente,deteniendo el diablo la carreta, respondió:
«Señor, nosotros somosrecitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar queestá detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus,el acto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde enaquel lugar que desde aquí se aparece; y por estar tan cerca y excusarel trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos conlos mesmos vestidos que representamos. Aquel mancebo va de muerte; elotro, de ángel; aquella mujer, que es la del autor, va de reina; elotro, de soldado; aquél, de emperador, y yo, de demonio, y soy una delas principales figuras del auto, porque hago en esta compañía losprimeros papeles.»— Don Quijote, parte 2.ª, cap. 11.
[128] Don Quijote, parte 1.ª, cap. 12.