J U L I O C A M B A
LA R A N A
V I A J ER A
CALPE
MADRID-BARCELONA
1920
Papel fabricado especialmente por LA PAPELERA ESPAÑOLA Sociedad Española de Artes Gráficas.—Fuencarral, 137, Madrid ÍNDICE
Mi nombre de charca
ESPAÑA REENCONTRADA
I Psicología crematística
II El templo de la Eternidad
III Se enciende una estrella
IV Una nueva teoría del clima
V El tiempo y el espacio
VI La mujer, país exótico
VII Las casas
VIII Patriotismo de género ínfimo
IX La huelga de cuernos caídos
X Experiencias de un atropellado
XI La juerga heroica
XII Julio Antonio
XIII La piedra filosofal
XIV La peseta
XV Escultura Kodak
XVI Un admirador
XVII Literatura patológica
XVIII Una tempestad en una taza de te
XIX La taza de te
EN LA TIERRA DE LOS POLÍTICOS
I El viaje
II Los políticos
III La gracia gallega
IV La raza
V El idioma
VI El acento
VII Antoniño
VIII Un amigo de míster Borrow
IX El arado virgiliano
X Propiedad, abogadismo, política
XI El celta migratorio
XII Grandes hombres
XIII ¿Quién soy yo?
XIV El camino de Santiago
XV El botafumeiro
XVI Cabezas de cerdo
XVII La vieira
XVIII Opiniones políticas y literarias de la Rosario
EN EL PAÍS DE LA RULETA
I Los temas literarios
II El treinta y cuarenta
III Los bolsillos y el espíritu de propiedad
IV Un nuevo sistema planetario
V Rousseau y Anatole France
VI El jugador objetivo
EN EL RINCÓN DE LOS MILLONARIOS
I El hierro
II La reivindicación de los millonarios
III El hombre que se vendió brea a sí mismo
IV El vascuence
UNA NUEVA BATRACOMIOMAQUIA
I La guerra sobre el papel
II El pueblo de los gases lacrimantes
III Si los alemanes hubiesen ganado
IV El libro futuro
LOS MÉDICOS
I En defensa del resfriado
II El virtuosismo de la cirugía
III La viruela obligatoria
IV Croydon y Madrid
V Microbios a sueldo
VI Juventud, divino tesoro
ENTRE CABALLEROS
I Los desafíos y el médico
II Los desafíos y la técnica
III Los desafíos y el honor
LA POLÍTICA
I Cerebros artificiales para uso de diputados
II La industria electoral
III Una carta
IV El autor necesita un distrito
V España, emporio del parlamentarismo
VI Los ministros nuevos
VII Un artículo ministerial
VIII El engaño de las crisis
IX Acción política de los mariscos
X Arrasamientos
XI El Congreso, a cuarenta grados
XII Optimismo
LA ANTIPOLÍTICA
I El nuevo decorado del mundo
II Los proletarios de levita
III El sindicalismo como base de una nueva antropología
IV El bolchevismo, enfermedad infecciosa
V La magia del dinero
VI El delito de ser ruso
VII Los rusos políticos
VIII La tiranía del trabajo
IX Una policía filosófica
X Asesinos manuales y asesinos intelectuales
XI Ferrer
MI NOMBRE DE CHARCA...
Hará siete u ocho años. El director de un periódico donde yo trabajabame metió algunos billetes en el bolsillo y me mandó a París. Misartículos de entonces, como los que más tarde escribí desde otrascapitales, tenían la pretensión de estudiar experimentalmente elcarácter nacional, pero el único sujeto de experimentación que había enellos era yo mismo. Yo estoy en mis colecciones de crónicas extranjerascomo una rana que estuviese en un frasco de alcohol. El lector puedeverme girar los ojos y estirar o encoger las patas a cada momento. Loque parecen críticas o comentarios no son más que reacciones contra elambiente extraño y hostil. Yo he ido a París, y a Londres, y a Berlín, ya Nueva York con una ingenuidad y una buena fe de verdadero batracio. Ysi lo que quería mi director era observar el efecto directo de lacivilización europea sobre un español de nuestros días, ahí tiene elresultado: una serie constante de movimientos absurdos y de actitudesgrotescas.
Ahora el poeta vuelve a su tierra, es decir, la rana torna a lacharca. Pero, y sin que haya llegado a criar pelo, ya no es la mismarana de antes. Con un poco de imaginación nos la podríamos representarmenos ingenua y algo más instruida—que no en balde se ha pasado tantotiempo en los laboratorios—, muy tiesa sobre sus zancas y hastaprovista de gafas. ¿Qué efecto le producirán las otras ranas a esta ranaque está transformada de tal modo? ¿Cómo encontrará su charca la ranaviajera, después de una ausencia de tantos años?
Mientras he estado en el extranjero, yo he tenido un punto de referenciapara juzgar los hombres y las cosas: España. Pero esto era únicamenteporque yo soy español y no porque España me parezca la medida ideal detodos los valores. Ahora, y para hablar de España, me falta este puntode referencia. Forzosamente haré comparaciones con otros países.
Y no sólo resultará que España no puede ser un modelo para las otrasgentes, sino que no sirve apenas para los mismos españoles. La ranaencontrará su charca muy poco confortable.
E S P A Ñ A R E E N C O N T R A D A
I
PSICOLOGÍA CREMATÍSTICA
LA primera impresión que nos produce España es un poco confusa. Alprincipio no reconocemos exactamente a nuestro país, no lo encontramosdel todo igual al recuerdo que teníamos de él. ¿Es que España hacambiado? Es, más bien, que la miramos desde otro punto de vista y conunos ojos algo distintos a como la mirábamos antes. Los españoles, porejemplo, ¿qué duda cabe de que no han disminuido de estatura?
Sinembargo, ahora nos parecen pequeñísimos. Hombres muy pequeños, bigotesmuy anchos, voces muy roncas...
—¿Por qué están tan enfadados estos hombres tan pequeños?—me preguntaun extranjero que ha sido compañero mío de viaje.
Yo le explico a duras penas que no se trata de un enfado momentáneo,sino de una actitud general ante la vida. Mi compañero se esfuerza encomprender.
—¡Ah, vamos!—exclama, por último—. Es que los españoles no tienendinero...
Y, aunque esta explicación de la psicología nacional me resultaexcesivamente americana, yo, obligado a hacer una síntesis, la aceptosin grandes escrúpulos.
—Sí. Es eso, principalmente...
—De modo que si nosotros metiésemos aquí algunos millones de dólares,¿cree usted que sus compatriotas se calmarían?
—Yo creo que sí. Creo que estas voces ásperas se irían suavizando pocoa poco y que las mesas de los cafés no recibirían tantos puñetazos.Creo, en fin, que cambiarían ustedes el alma española. Siempre,naturalmente, que los millones no se quedaran todos en algunos bolsillosparticulares...
Hay muy poco dinero en España. Poco y malo. El primer tendero a quien ledoy un duro lo coge y lo arroja diferentes veces sobre el mostrador conuna violencia terrible.
Yo hago votos para que, si no es de plata, sea,por lo menos, de un metal muy sólido, porque, si no, el tendero me loromperá. La prueba resulta bien; pero al tendero no le basta. Con un ojoescudriñador y terrible que parece salirse de su órbita examinadetenidamente las dos caras del duro. Luego vuelve a sacudirlo y, porúltimo, lo muerde. Lo muerde con tal furia que debe de mellarlo. Y elduro triunfa.
España es el país del mundo en donde un duro tiene más importancia.Claro que el gesto de coger un duro y echarlo a rodar despectivamentesobre la mesa para que el camarero lo recoja es un gesto muy español;pero ese gesto no le quita prestigio al duro, sino que se lo añade.
—He aquí un duro—parece decir el hombre que va a echarlo a rodar—.¿Conciben ustedes nada más grande que un duro? Si yo no tuviera un almaheroica y caballeresca, ante la cual carecen de poder las sugestiones dela fortuna, yo depositaría este duro sobre la mesa tomando para elloprecauciones infinitas a fin de que no se rompiese, o bien se loentregaría al camarero en propia mano, religiosamente, como si setratara de un rito. Pero yo desprecio los bienes terrenales, y no mepreocupo del porvenir. ¿Ven ustedes este duro? Pues ahí va...
Y hecho esto, el hombre aguarda la vuelta, cuenta las perras gordas unapor una y se las guarda en un bolsillo profundo...
Poco dinero y malo. Hombres furiosos. Señoras gruesas, siempresofocadas, o por el calor o por los berrinches, que se abanicanconstantemente. Muchos curas. Muchos militares... Grandes partidas dedominó y de billar. Cuestiones de honor. Toros.
Juergas. Broncas. Nubesde limpiabotas, de vendedoras de décimos de la Lotería, de gitanas quedicen la buenaventura, de músicos ambulantes, de ciegos, de cojos, deparalíticos... Indudablemente, España no ha cambiado. Y es posible quenosotros mismos no hayamos cambiado tampoco.
II
EL TEMPLO DE LA ETERNIDAD
HENOS aquí en Madrid, en nuestra casa, como quien dice... Bernard Shaw,para demostrar que en los music-halls no se ha operado evoluciónalguna, cuenta que una noche estaba en uno de ellos viendo a unprestidigitador que hacía ejercicios con unas bolitas. Aburrido, BernardShaw se fue a la calle, y diez años después volvió a entrar en el mismo music-hall.
—El prestidigitador—añade Bernard Shaw—continuaba todavía allíjugando ante la audiencia con las mismas bolas...
A mi vez, yo diré que una noche me despedí de unos amigos con los quehabía estado cenando en un café de la Puerta del Sol. Creo que les dijeque iba a volver en seguida, y volví siete años más tarde; pero ¿qué sonsiete años en un café de Madrid?
Los amigos estaban todavía allí, y ladiscusión continuaba. Las ideas eran las mismas, y la media tostada queFulánez mojaba en el café, dijérase también la misma media tostada quesiete años atrás y en mi propia presencia le había servido el camarero.Uno de los amigos pretende leerme un drama. El amigo está igual, y deldrama no ha sido cambiada ni una sola coma.
—Va a estrenarse dentro de quince días—me dice mi amigo.
¡Lo mismo, exactamente lo mismo que hace siete años!
El camarero me llama por mi nombre:
—¡Hola, D. Julio! ¿Qué va usted a tomar?
Elijo una paella, como plato castizo, y del que me encontré privadodurante mucho tiempo.
—Esta paella—observa alguien que la conoce—es la misma de ayer.
A mí me parece que es la misma de hace siete años, con los mismoscangrejos y todo.
—Y ¿qué?—les digo a mis amigos—. Habladme. Dadme noticias. Losacadémicos,
¿son inmortales todavía? Pío Baroja, ¿sigue siendo un jovenescritor? Fulanito,
¿continúa con aquel hermoso porvenir ante él? Y laFulana y la Zutana y la Mengana,
¿es que son todavía unas jóvenes yhermosas actrices? Habladme de política. La revolución supongo que,igual que hace siete años, será una cosa inminente. España no tardará niseis meses en transformarse, dándole así la razón a los que, desde hacemedio siglo, vienen anunciando esta transformación tan rápida...
Todo está igual, y yo, que creía haberme modificado, yo me encuentrotambién el mismo de antes. A medida que apuro este vaso de café recobro,como si dijéramos, mi verdadera naturaleza. Una serie de cosas que yocreía injertas en mí noto que se desvanecen y que se van. Yo soy comoaquel salvaje de Darwin que se había civilizado y que, al regresar a sutribu, se volvió nuevamente salvaje, perdiendo en unas horas de contactocon los suyos lo que había adquirido en diez años de esfuerzo.
Y es queeste café de la Puerta del Sol representa la eternidad. París, Londres,Berlín..., el espíritu europeo..., la guerra mundial... Todo eso estransitorio, todo cambia y se transforma, mientras que este cafépermanece inmutable, con los mismos divanes, con los mismos camareros,con los mismos clientes, con el mismo menu, con las mismas ideas, conel mismo humo, con los mismos dramas y con los mismos cangrejos.
III
SE ENCIENDE UNA ESTRELLA
MI llegada a Madrid tuvo algo de bíblica. Coincidiendo con ella,apareció en el cielo una estrella resplandeciente. ¡Una nueva estrella yun nuevo microbio! ¡Para que luego digamos que en Madrid no se descubrenada!
La estrella en cuestión fue encontrada por el señor Roso de Luna, quienya había encontrado otra algunos años atrás y nos la había presentadofamiliarmente, como hubiera podido presentarnos una estrella de variétés: «La modesta estrella que he tenido el honor de descubrir...»
¿Cómo se las arreglará el Sr. Roso de Luna para encontrar tantasestrellas? Yo he hecho numerosos viajes y jamás me he tropezado conninguna. Bien es verdad que tampoco las he buscado, ignorando lautilidad que pudieran reportarme.
El Sr. Roso de Luna encontró su estrella a las dos o las tres de lamadrugada, y se fue corriendo a la redacción de un periódico para quelos lectores de la primera edición tuvieran noticia del hallazgo. No sécuánto le habrá dado por la estrella el popular colega. Yo, en el casodel Sr. Roso de Luna, me habría ido con ella a Nueva York y se la habríaofrecido a Mr. Hearst para cualquiera de sus numerosos periódicos.
Mr.Hearst, que es un especialista en patriotismo, podría así añadirle unaestrella a la bandera americana, aunque tal vez prefiriese explotar elnuevo astro para hacer anuncios luminosos. Y si la necesidad me apuraba,entonces hubiese llevado mi estrella a la Embajada alemana de Madrid.Esos alemanes lo utilizan todo y pagan espléndidamente.
Yo me he sentido muy halagado al ver que a mi llegada se encendía unanueva estrella en el cielo de Madrid. Desgraciadamente, la nuevaestrella resultó algo semejante al nuevo microbio, que todos creíamosespañol y que resultó proceder del centro de Europa. No acabamos dedescubrir nada por completo, ni en la región de lo infinitamentepequeño, ni en la de lo infinitamente grande. Nuestros nuevos astros ynuestros nuevos microbios son, poco más o menos, tan viejos comonuestros nuevos políticos.
IV
UNA NUEVA TEORÍA DEL CLIMA
QUÉ tal le va a usted—me preguntan desde el extranjero—en ese hermosopaís del sol y del cielo azul?
Pues en este hermoso país del sol y del cielo azul nos pasamos la vidatomando bromo-quinina para luchar contra el constipado. Madrid es uno delos pueblos más fríos de Europa, y lo es por una razón muy sencilla: lade que carece de aparatos de calefacción. En París, como en Berlín, y enLondres como San Petersburgo, ha habido una época en que el clima erasumamente frío; pero, poco a poco, ha ido transformándoseartificialmente el clima natural de esas ciudades. Claro que no se hacalentado la atmósfera; ello ofrecía, de momento, dificultadesinsuperables aun para la misma química alemana. Se han calentado, encambio, las viviendas, los establecimientos públicos, los tranvías ycoches, etc., etc. Hoy puede afirmarse que, mientras los madrileñostiritan, los berlineses y los londinenses pasan sus inviernos a unatemperatura media de 17 grados. En la Friedrichstrasse y en OxfordStreet hará ahora, seguramente, más frío que en la calle de Alcalá;pero no así en las casas de Oxford Street ni de la Friedrichstrasse. Ycomo no es en la calle, sino en las casas, donde realmente se vive,resulta que los madrileños son habitantes de un país frío, mientras quelos londinenses y los berlineses lo son de países cálidos.
Con estos datos como base, se podría fundar una teoría en contra deaquella que estudia la influencia del medio natural sobre los hombres:la teoría del medio artificial.
Esta nueva teoría demostraría que elcarácter de cada país depende de sus aparatos de calefacción, ysemejante demostración tendría una gran importancia porque nos llevaríaa la conclusión