La Serie de Lenguaje Moderno del Librero Heath - Mariucha by Benito Pérez Galdós - HTML preview

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DON RAFAEL. Viene hoy, porque debió de recibir unlargo telegrama en que pérfidamente se le llama para queimpida el oprobio de la familia...180

MARÍA. ¡Estúpida maldad!

DON RAFAEL. Se le habla de María enloquecida, fascinadapor un...

LEÓN. Imagino los horrores que dirán de mí.

MARÍA. ¿Quién puso ese telegrama?185

LEÓN. ¿El Marqués?

MARÍA. ¿La Alcaldesa?

DON RAFAEL. Es cosa del tontaina de Corral, ayudadopor Bravito, el juececillo.

MARÍA. ¡Infames!190

DON RAFAEL. Pues con esa requisitoria indecente, yalgo que días atrás escribieron otras personas, donCesáreo, el hoy omnipotente don Cesáreo, viene dispuestoa que su hermana se someta; y para esto no hade emplear contra ella medios violentos. No la cogerán195a usted ni la maniatarán para llevársela a viva fuerza.No harán nada de esto, porque no es preciso.

MARÍA. ( Con gran ansiedad. ) ¿Pues qué harán?

DON RAFAEL. El feudalismo de nuestra edad revueltano necesita apelar a esos medios.200

LEÓN. Ya sé. Cesáreo está a punto de ser feudaltirano de este país.

DON RAFAEL. Hoy traen los periódicos, con la noticiade la boda, otra que viene a ser la confirmación de esefeudalismo.205

LOS DOS. ¿Qué?

DON RAFAEL. El Gobierno, deseando recompensar...no sé qué es lo que recompensa, ni el mismo Gobierno losabe... concederá a Teodolinda y a Cesáreo el título de( Con énfasis) Duques de Agramante.210

LEÓN. Muy lógico: en sus manos está toda la granpropiedad rústica y minera.

DON RAFAEL. Y con la propiedad, la influencia; ycon la influencia, los resortes de toda autoridad.

MARÍA. De autoridades corrompidas...215

DON RAFAEL. Putrefactas, sí; pero que echan labarredera, ¡y ay del que cogen!

MARÍA. ¿Pero todos...?

DON RAFAEL. Todos serán instrumentos de Cesáreo...lo son ya, porque la adulación madruga, hija mía;220no espera que venga el poder: corre a su encuentro.

MARÍA. ¿Y todos esos enemigos, jueces, alcaldes,vendrán contra nosotros?

LEÓN. ( Comprendiendo. ) No: contra mí solo. Yaveo claro el ardid de guerra. Es en verdad diabólico y225terrible...

MARÍA. Ya entiendo. León...

LEÓN. Yo seré el perseguido.

DON RAFAEL. El vilipendiado, el encarcelado talvez... ( Óyese repique de campanas, lejano, al cual se 230 unen pronto otros sonidos de campanas más próximas, detimbre diferente. ) MARÍA. ¿Por qué delito?

LEÓN. Por el viejo: por mis locuras de hace años enMadrid.235

DON RAFAEL. Ayer estuvo Bravito en el Juzgado buscandoun

exhorto que, según él, debió venir hace dosaños, y quedó sin cumplimiento.

LEÓN. No encontrarán exhorto. ¿Mas para qué lonecesitan?

Harán lo que quieran.240

DON

RAFAEL.

Asegura

Bravo

que

el

Duque

de

Agramantetraerá de Madrid todo el artificio legal bienpreparado.

MARÍA. Que traiga lo que quiera. ( Animosa. ) Contratales armas, levantaremos la verdad inexpugnable.245

LEÓN. Y nuestras voluntades firmísimas: somos dehierro.

MARÍA. Somos de bronce. ( Con grave acento uno yotro, dando a sus declaraciones gran solemnidad. ) Aquí,ante nuestro pastor de almas, hacemos juramento solemne250de ser el uno para el otro, por encima de toda tiranía,de todo poder, sea el que fuere. ( Se dan las manos. Elson de campanas aumenta en intensidad por agregarsenotas más cercanas, agudas y graves, que armonizan conlas primeras. )255

LEÓN. Nos juramos eterno amor, fidelidadconstante...

MARÍA. Mutuo auxilio en las tribulaciones. Juramoshacer de nuestras existencias una sola. ( Continúa elcrescendo de las campanas. Se agregan las notas graves 260 de la iglesia de la Misericordia y de San Pedro, próximas,y la del Cristo, que está en escena. )

LEÓN. Juramos morir antes que renunciar a nuestraunión santa.

MARÍA. Juramos, y así lo declaramos ante Dios y265ante su ministro. ( Llega al máximum de intensidad elconcierto de campanas. Pausa de recogimiento religioso ysolemne. Las voces de María y León expiran entre lasvibraciones del metal...

El campaneo se va extinguiendogradualmente por el silencio de las más próximas, sonando 270 las más lejanas, hasta que sólo se oigan las lejanísimas. )

DON RAFAEL. ( Quedándose como en éxtasis, orando. )Hijos míos, dijérase que sobre vosotros ha descendidouna suprema bendición...

LEÓN. Ya estamos unidos.275

DON RAFAEL. ( Asustado. ) No, no: todavía no.

LEÓN. ( Con gran entusiasmo y efusión. ) En el Cieloha sonado ese himno...

MARÍA. Trae a nuestras almas toda la alegría delUniverso.280

DON RAFAEL. ( Asustadizo. ) No, no creáis eso: no osalucinéis.

Es la procesión de la Virgen, que pasa por lacalzada del Refugio... No estáis unidos, ni sé si llegaréisa estarlo en forma.

( Con viva emoción. ) Hijos míos, elCielo está con vosotros, la tierra no.285

( Aparecen

por

la

derecha

Corral

y

Bravo,

observandoburlones; prorrumpen en risas. )

ESCENA III

Los mismos; CORRAL, BRAVO.

LEÓN. ¿Quién va?

DON RAFAEL. ¿De qué se ríen? ¿Qué buscan aquí?

CORRAL. ( Burlón. ) Sigan, sigan.290

BRAVO. Don Rafael, creímos que estaba usted en laprocesión.

CORRAL. Estaba aquí, repicando en el Cristo.

DON RAFAEL. Mis procesiones andan por dentro, yno

necesitan repiques.295

CORRAL. ¡Ja, ja!...

BRAVO. ¡Ja, ja! ¿Pero estaba diciéndoles misa?

DON RAFAEL. Misa no: les decía... que sois unosgrandes mentecatos.

CORRAL. Gracias... Y este señor nos ha dado el300quién vive como un centinela... ¿Es esto castillo, reducto,fortaleza?

BRAVO. Quizás lugar sagrado donde no podemosentrar sin permiso... del señor acólito.

LEÓN. ( Aparte, conteniéndose. ) ¡Canalla!305

MARÍA. ( Aparte. ) ¡Ralea vil!

CORRAL. Pues entramos para tener el gusto de encontrara esta señorita...

BRAVO. Y el disgusto de decirle que sus padres,creyéndola perdida en el monte... ( Corre hacia la 310 derecha y llama, agitando el pañuelo. )

CORRAL. Andan locos buscándola...

DON RAFAEL. Los perdidos sois vosotros. Ni estaseñorita ni nadie se pierde viniendo conmigo.

BRAVO. ( Llamando. ) ¡Eh!315

DON RAFAEL. ( Acercándose a Bravo. ) ¿Pero a quiénllamas, condenado?

BRAVO. Aquí están, aquí.

DON RAFAEL. ( Mirando a los que vienen. ) Éstos nopodían faltar: la entrometidísima Vicenta y el Alcaldillo.320

MARÍA. Ya no me importa... Que vengan.

ESCENA IV

Los mismos; VICENTA; después el ALCALDE.

VICENTA. ¡Ah! queridísima... ¡Qué susto nos hemosllevado!

( Al ver a León se santigua. )

MARÍA. ¿Pero no venía con usted su marido?

VICENTA. Ha retrocedido para mandar aviso a los325señores Marqueses...

LEÓN. Por lo visto es, además de Alcalde, pregonero.

MARÍA. Dejémosle... Pregone todo lo que quiera.

VICENTA. Yo... acelerando el paso, he llegado atiempo...330

MARÍA. De salvarme. ( Irónica. ) Extraviada en elmonte, a punto estaba ya de que me comieran los lobos.

VICENTA. Gracias que se extravió usted con el pastor.

DON RAFAEL. Dime, Vicentita: ¿al salir de tu casa,dejaste todo bien arreglado?335

VICENTA. Sí, señor.

DON RAFAEL. ¿Los nenes bien apañadicos... laropa de Nicolás corriente de zurcidos y arreglos?

VICENTA. ¿Por qué me lo dice?

DON RAFAEL. Porque si tienes quehaceres en tu340casa... aquél es tu puesto... Aquí no nos haces ningunafalta.

VICENTA. ( Picada. ) Don Rafael, yo sé mi obligaciónen mi casa... y en las ajenas.

ALCALDE. ( Por la derecha, presuroso. ) Avisados ya345los señores, que estaban afligidísimos buscando a suquerida hija.

( Saluda a María fríamente. ) Señorita, lacompañía de don Rafael pone a salvo el decoro deusted.

LEÓN. El decoro de esta señorita no ha menester

de350acompañamiento para resplandecer como el sol.

DON RAFAEL. ¡Mucho, mucho!

ALCALDE. Nadie le ha dado a usted la palabra.

LEÓN. Yo la tomo.

ALCALDE. ¿Con qué derecho?355

LEÓN. No es derecho: es deber, deber mío...

ALCALDE. ¡Qué atrevimiento! ( A María. ) Porconsideración a usted, no le contesto con la dureza queme impone mi autoridad.

BRAVO. ( A León, con grosera. ) Amigo, ¿se le ha360quemado a usted el establecimiento? Porque si no, noentiendo de dónde pueden salir tantos humos.

CORRAL. Pues no es poco orgulloso...

LEÓN. Sí que lo soy. Alguna razón habrá para ello.

ALCALDE. ( Mirando por la derecha. ) Ya suben, ya...365

MARÍA. ( Asustada. ) Mis padres...

ALCALDE. ( A Vicenta, aparte. ) Ve a su encuentro;diles...

VICENTA. Ya...

ALCALDE.

Y

para

desentendernos

de

este

desagradable370asunto, retírate a casa.

VICENTA. Bien. ( Vase por la derecha. )

DON RAFAEL. ( Al Alcalde. ) Quédate tú. Comoautoridad, convendría que estuvieras presente. Sabrásque ante mí se han dado promesa recíproca de375matrimonio...

ALCALDE. ¡Dios nos asista!... Huracán tenemos...No puedo quedarme, don Rafael. Tengo que bajar ala estación.

DON RAFAEL. Verdad que llega el amo.380

ALCALDE. Hacia la estación van ya todos los amigos.

CORRAL. Nosotros también.

BRAVO.

En

marcha.

( Salen

los

tres

hablandoatropelladamente. )

MARÍA. ( Viéndoles partir. ) ¡Caterva infame! Servidores385de la injusticia, de la mentira social, Dios osconfunda.

ESCENA V

MARÍA, LEÓN, DON RAFAEL.

DON RAFAEL. ( Mirando por la derecha. ) Cercavienen ya. El terrible choque se aproxima.

LEÓN. Yo les diré...390

DON RAFAEL. No, hijo. ( A María. ) Mi opiniónes que nos deje solos.

LEÓN. ¿Debo retirarme?

MARÍA. Sí.

LEÓN. ¿Debo esconderme?395

MARÍA. No, no... afrontemos la lucha con honradaentereza.

LEÓN. Sin huir el cuerpo, sin volver la cara. Tenemosrazón... y basta. ( Retírase presuroso por la izquierda. )

ESCENA VI

MARÍA, DON RAFAEL, DON PEDRO, FILOMENA.

DON

PEDRO.

( Consternado,

trémulo. )

María,

Mariucha...400nuestro buen amigo el Alcalde nos ha

dadoconocimiento...

MARÍA. ¿Os ha dicho...?

FILOMENA. ¡Que amas a ese hombre...!

MARÍA. ¿Pero no os ha dicho mi juramento, el405suyo...?

DON PEDRO. Juramentos que nada significan si reconocestu error...

MARÍA. Yo no falto a lo que prometo y juro. Loque sabéis es resolución tomada y sostenida por la misma410alma que en días aciagos luchó con la miseria...

DON PEDRO. Ya vimos el tesón tuyo de entonces...

MARÍA. Pues imaginadlo duplicado, y veréis el deahora.

DON PEDRO. ( Severo. ) ¿De modo que te obstinas...?415

FILOMENA. Hija, no me hagas olvidar el inmensocariño que pusimos en ti...

MARÍA. Ese cariño siempre lo merezco. El amor queos tengo, ahora también se duplica.

FILOMENA. ( Con maternal cariño. ) ¡Oh, qué dolor!...420¡Tú, María, separar tu existencia de la nuestra...!

MARÍA. Yo sacrificaría mis afectos, mi juventud, miexistencia, cuanto soy y lo poco que valgo, si viera quecon ese sacrificio lograba vuestro bien; pero no es así.

DON RAFAEL. María vivirá siempre para sus padres.425Únanse a ella y serán felices.

DON PEDRO. Ella es la que tiene que unirse a nosotros...Hemos determinado partir hoy mismo...

FILOMENA. ¡Oh, Dios mío! ( Afligidísima. )

MARÍA.

( Con

viva

emoción

acude

a

Filomena. )

Madre430querida, ¿por qué te atormentas? Papaíto, si creísteen mí, ¿por qué no crees ahora?

DON PEDRO. ( Besándola. ) María, Mariucha, miencanto, mi alegría... ven...

FILOMENA. ( Los tres están un momento abrazados. )435Mi cielo, mi gloria... ven... siempre juntos... Serásfeliz al lado nuestro... Piensa en tus hermanitos... enCesáreo.

MARÍA. ( Con movimiento de horror. ) ¡Oh, no! ( Sesepara de ellos. Recobra súbitamente su entereza. )440

DON PEDRO. Ven... Partiremos.

MARÍA. ( Con acento grave, retirándose más. ) Yo...dolorida de esta separación, destrozada el alma... mequedo aquí. Partid vosotros.

DON RAFAEL. No ablandarán este bronce.445

MARÍA. Queridos padres, habréis de decidiros pronto,porque el caso no admite dilación. Escoged entre estosdos caminos: o vais con Cesáreo, o venís conmigo.

DON PEDRO. No podemos someternos a tan horribledilema.450

FILOMENA. Tú con nosotros...

MARÍA. ( Intentando de nuevo moverles por la ternura. )¿Pero no estáis contentos de mí? En estos días deAgramante, que empezaron angustiosos y luegovolvieron risueños, apacibles,

¿qué os ha faltado? ¿No455teníais cuanto necesitabais, y sobre lo necesario, algo delo superfluo, más grato por ser muy bien medido?...Pues si esto teníais y esto os ofrezco, ¿por qué preferísahora correr hacia un mundo de vanidades, donde noseréis

más

que

un

reflejo

desconsolado

de

grandezas460ajenas?

DON PEDRO. A la sombra de la posición de nuestrohijo, podremos restablecer nuestra posición.

MARÍA. A la sombra del poderoso, los nobles empobrecidosse llaman parásitos, y yo no quiero para ti465este nombre.

DON PEDRO. ( Irritado. ) ¡María!

FILOMENA. ( Severa y orgullosa. ) ¡Oh! No pensaríasasí si no estuvieras trastornada por una pasión absurda...Por la Virgen, señor Cura: ayúdenos a domarla.470

DON RAFAEL. En ella veo la razón, en ella la verdad.

FILOMENA. Ese amor es loco, insano, y lo combatiremoscomo el mayor de los oprobios.

DON PEDRO. ( Arrogante. ) No lo consentiremos.

FILOMENA. Tú misma, mirando a tu linaje, a nosotros,475debes rechazarlo.

MARÍA. No, no.

FILOMENA. ¿No merecemos que sacrifique suinclinación?

DON RAFAEL. ( Con energía. ) Más merecedora es480ella de que ustedes sacrifiquen su orgullo.

DON PEDRO. No es orgullo, es dignidad, y ésta nopuede sacrificarse.

MARÍA. ( Cortando la disputa. ) Padre y madre muyqueridos, no nos entendemos. Partid si así lo habéis485determinado. No iré con vosotros.

DON PEDRO. ( Iracundo. ) Esto ya es intolerable.

FILOMENA. ( Con gran severidad. ) Hemos invocado tucariño filial; ahora reclamamos tu obediencia.

MARÍA.

En

esto

no

puedo

obedeceros.

( Con

entonación 490 vigorosa y grande entereza. ) Marqués de Alto-Rey,tu hija, tu Mariucha, no comerá jamás el pan deTeodolinda.

DON PEDRO. ( Confuso. ) ¿Qué dice?

MARÍA. ( Con gradual energía. ) ¿Habéis olvidado el495origen de ese pan, del amasijo de riquezas que llevasobre sí la que será esposa de vuestro hijo? Yo os lorecordaré. Fue su fundamento la odiosa, la infameesclavitud. El padre de Teodolinda vendía negros,y su primer esposo los compraba... ¿Este comercio500os parece más honroso que el mío?... Ved ese caudalaumentado rápidamente con la usura de sangre humana,más inicua que la del dinero... vedlo crecer,crecer luego en montones de oro, y hacerse fabuloso,negociando en medio de las corrupciones coloniales...505Ese pan es el que vais a comer. Yo antes moriré queprobarlo: me envenenaría el alma. Prefiero el panamasado en el suelo pobre de mi patria, santificado conmi trabajo ( Con fiera energía, apretando los puños),extraído ¡a pulso! con inmensas fatigas de la tierra dura,510de la tierra madre en que todos nacimos.

DON PEDRO. ( Desconcertado. ) No puedo renegar delapoyo que nos trae Cesáreo.

FILOMENA. Mi pobre hija delira.

DON RAFAEL. Tolerancia, Marqués, en nombre de515Dios.

DON PEDRO. Obediencia en nombre de mi autoridad.

FILOMENA. Que renuncie a ese amor afrentoso.( Asiente don Pedro. )

MARÍA. ( Rebelándose. ) Afrentoso habéis dicho, y520contra eso tengo que protestar con toda la fuerza de mialma honrada y de mi conciencia pura.

FILOMENA. Si es inútil, María, que pretendas extraviarte.No lo consentiremos.

DON PEDRO. Medios le sobran a Cesáreo para...525

MARÍA. ( Disparándose. ) Los medios que emplearámi hermano, vosotros no podréis autorizarlos: son undelito... En otros tiempos, cuando estorbaba unapersona, se le daba muerte; en éstos, no más humanos,pero sí más hipócritas, a esa persona que estorba se la530mata legalmente, civilmente... y esto, vosotros, noblesde raza, no podéis consentirlo. Si lo consentís...

FILOMENA. No es cosa nuestra. Cesáreo, que vela porla familia, sabe lo que tiene que hacer.

MARÍA. Pues si Cesáreo sabe lo que tiene que hacer,535sabed vosotros...

DON

PEDRO

Y

FILOMENA.

( Simultáneamente,

con

granansiedad. ) ¿Qué?

MARÍA. Que habéis perdido a vuestra hija, que seos ha muerto vuestra hija. ( Apártase hacia el fondo. )540

DON PEDRO. ¡María!

FILOMENA. ¡Hija!

MARÍA. Dejadme. Soy libre. ( Apártase más. )

DON RAFAEL. La ley le concede ya libertad...

MARÍA. Y yo la tomo.545

FILOMENA. ¡Qué sería de ti, pobre criatura, si...

MARÍA. Antes de aprender a libertarme aprendía vivir por mí misma.

DON PEDRO. ( Exaltado. ) Pero yo te traigo a la obediencia.Eres mi hija.550

MARÍA. Ya no soy vuestra. Soy mía, mía. ( Subepor la escalerilla del fondo. )

FILOMENA. ( Aterrada. ) ¡Huye de nosotros!

DON RAFAEL. Y yo con ella. ( Sube tras de María. ) ESCENA VII

Los mismos; CESÁREO, el ALCALDE, ROLDÁN, CORRAL yalgunos

SEÑORES de Agramante.

CESÁREO. ( Por la derecha, presuroso, alarmado por lo 555 que le han referido y por lo que ve al llegar. ) ¿Qué...?¿Qué ocurre...?

DON PEDRO. ( Atribulado. ) ¡Cesáreo!

FILOMENA. ( Ídem. ) ¡Hijo mío!

DON PEDRO. ¡María... huye de nosotros!560

FILOMENA. ( Señala la figura de María, que en suandar incierto se oculta y reaparece entre el follaje. ) Hijaadorada...

hija loca... ven.

CESÁREO. ( Risueño, presuntuoso, confiado en sí mismo. )Estad tranquilos. Yo la someteré.565

MARÍA. ( Desde lo alto. ) Soy libre.

CESÁREO. ( Imperioso. ) ¡María!

DON PEDRO. ( Dolorido y cariñoso. ) ¡Mariucha!

MARÍA. ( Subiendo más. ) No me llaméis.... Desdeeste instante sólo a Dios tengo por padre. ( Huye por el 570 monte. Don Rafael va tras ella. Consternación de lospadres. Cesáreo arrogante, confiado en sí mismo. )

ACTO QUINTO

Almacén de hulla. Local grande, de sólidos muros y techo abovedado.

A la derecha, primer término, un ventanal; a la izquierda un estantecon herramientas y otros objetos, pedazos de flejes, tablas, etc.El foro está dividido: a la izquierda, un cuerpo saliente, que esuna de las habitaciones particulares de León, con una puertafrente al público, y otra lateral que da al foro, y almacenes. Porla derecha de este foro se va a la calle.

Utensilios propios del comercio de carbón. Banquetas y mueblestoscos. Es de día.

ESCENA PRIMERA

El ALCALDE, que entra por el fondo; DON RAFAEL, que sale por lapuerta pequeña del fondo.

ALCALDE. ( Sorprendido. ) ¿Pero estaba usted aquí?

DON RAFAEL. ¿Pues dónde querías que estuviese?Mi papel es consolar a los oprimidos, como el tuyo adulara los poderosos.

ALCALDE. No estamos para sermones. Dígame, ¿han5vuelto a

su casa los señores Marqueses?

DON RAFAEL. Sí.

ALCALDE. ¿Y la Marquesita?

DON RAFAEL. En mi casa.

ALCALDE. Dijéronme que avanzó monte arriba largo10trecho...

DON RAFAEL. Desolada, quería ser como fiera vagabundadel bosque. Yo no podía seguirla. La reduje alfin... Los padres, en cuanto se enteraron de que estabaen mi casa, corrieron allá.

Escena de lágrimas... desmayo15de Filomena, pucheros del papá... Pero Mariuchainflexible. Se ha encastillado en su potente voluntad, ycualquiera la rinde.

ALCALDE. ¡Contentos están de usted los Marqueses ydon Cesáreo!20

DON RAFAEL. Ya, ya... Si a todo trance queríansometer a María por el terror, y martirizarla en su propiacasa o en un convento, valiéranse de otros de mi oficio,que los hay, vaya si los hay, dispuestos para eso y paramucho más; pero este Cura no es de esa cuerda...25

ALCALDE. ¡Qué demonio! D. Cesáreo ha de mirarpor el decoro de la familia, por el lustre de su nombre.

DON RAFAEL. ( Burlón. ) ¡Mucho, mucho! Lustrenuevo a cosas viejas, y barnizar con oro y púrpura lasgrandezas podridas...30

ALCALDE. Reconozcamos que la posición que tendrádon Cesáreo dentro de unos días le dará un poderformidable...

DON RAFAEL. ¡Malditas posiciones, que son como loscastillos roqueros de antaño, de donde sale toda asolación35de pueblos, todo el atropello y vejámenes de personas!

ALCALDE. Pero fíjese usted... Si Mariquita se salecon la suya...

Lo que yo digo...

DON RAFAEL. ( Interrumpiéndole. ) Cállate. Todo loque tú puedas decirme me lo sé de memoria. Es el lenguaje40del servilismo, que entre las pisadas de los poderososcultiva su interés. ¡El decoro de la familia, el nombre!Vale más un cabello de Mariucha que todos los nombres yremoquetes de los innumerables fantasmones que pueblanel mundo.45

ALCALDE. ( Queriendo explicarse. ) Óigame... yo digoque...

DON RAFAEL. ( Sin hacerle caso, con calor. ) ¡Lasposiciones!

¡Que me dé Dios vida para verlas arrasadas,hecha tabla rasa de todo este feudalismo indecente!50Ea: abur.

ALCALDE. Aguarde: no sea tan vivo. ( Autoritario. )Tengo que advertirle...

DON RAFAEL.

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