Las Mariposas Vuelan Libres: Un Acercamiento Innovador y Radical a la Evolución Espiritual by Stephen Davis - HTML preview

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CAPÍTULO 7

NO HAY UN “AHÍ FUERA” AHÍ FUERA

 

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El doctor Karl Pribram ha tenido una larga e ilustre carrera. Nacido en Austria en 1919, Pribram es a la vez neurocirujano y neurofisiólogo, y ha dedicado muchos años a intentar localizar dónde se almacenan los recuerdos en el cerebro.

El problema es que en la década de 1920 un científico del cerebro, de nombre Karl Lashley, averiguó que «le quitase la porción que le quitase a un cerebro de rata, fui incapaz de erradicar de la rata la memoria de cómo realizar tareas complejas que el animal había aprendido antes de la cirugía».1

Pribram se puso entonces a la tarea de resolver el enigma del almacenamiento de la memoria, que parecía independiente de las células cerebrales (neuronas).

Pero Pribram sólo pudo encontrar la respuesta cuando conoció a David Bohm, uno de los pioneros de la Física Cuántica. «Bohm contribuyó a establecer las bases de la teoría de Pribram, según la cual el cerebro opera de manera semejante a un holograma, de acuerdo con los principios de la matemática cuántica y las características de los patrones de onda.».2

Técnicamente, «Pribram cree que la memoria no está codificada en neuronas, o en pequeñas agrupaciones de neuronas, sino en patrones de impulsos nerviosos que entrecruzan completamente el cerebro de la misma forma que los patrones de interferencia de luz láser entrecruzan el área completa de un trozo de película que contiene una imagen holográfica. Dicho de otra manera, Pribram cree que el cerebro mismo es un holograma».3

El almacenamiento de la memoria no es la única cosa que se hace más comprensible a la luz de la teoría de Pribram.

 

«Otra de esas cosas es cómo es capaz de traducir el cerebro la avalancha de frecuencias que recibe a través de los sentidos (frecuencias de luz, frecuencias de sonido, etc.) en el mundo concreto de nuestras percepciones. Precisamente, lo mejor que hace un holograma es codificar y descodificar frecuencias. Así como un holograma funciona a la manera de una lente, un aparato traductor capaz de traducir unas frecuencias borrosas aparentemente sin sentido en una imagen coherente, Pribram cree que el cerebro contiene una lente y que usa principios holográficos para convertir matemáticamente las frecuencias que recibe por los sentidos en el mundo interior de nuestras percepciones».4

 

Por decirlo brevemente: Pribram cree que «nuestros cerebros construyen matemáticamente la “dura” realidad dependiendo del aporte de un dominio de frecuencias».5

De acuerdo, vamos a poner esto en lenguaje llano. Según Pribram y los resultados de muchos experimentos científicos, el cerebro humano mismo es un holograma. Su función consiste en recibir frecuencias holográficas de onda y traducirlas en el universo físico que vemos “ahí fuera”.

Y ahora viene lo divertido....

Deseo hablar de dos experimentos científicos específicos (entre muchos otros) que no sólo parece que prueben la teoría de Pribram, sino que parece que vayan más allá, a una conclusión asombrosa.

El primero empezó en la década de 1970 con un investigador en el departamento de fisiología de la Universidad de California en San Francisco, el doctor Benjamin Libet. Por ponerlo muy sencillo: Libet experimentaba con pacientes de cirugía cerebral durante las operaciones. Los cerebros de los pacientes estaban al aire y los pacientes totalmente conscientes, ya que se les había suministrado sólo anestesia local.

Por ejemplo, Libet estimulaba el dedo meñique de una mano de los pacientes (pinchando con una aguja), y les pedía que le dijeran cuándo lo sentían. Entonces estimulaba el área del cerebro asociada con ese dedo meñique y le pedía a los pacientes que le dijeran cuándo lo sentían.

Antes de que te diga lo que descubrió Pribram, es necesario comprender cómo sentimos las cosas, como el pinchazo de una aguja. El estímulo (el pinchazo) se transmite desde el sitio del cuerpo donde ha sucedido al cerebro, y el cerebro nos hace saber entonces la sensación. Por decirlo técnicamente, nosotros no “sentimos” las cosas donde suceden, las “sentimos” en el cerebro.

De modo que tendría sentido que, si estimulases el dedo meñique de alguien, hiciera falta algo de tiempo (fracciones de segundo) para que los nervios transportasen esa sensación al cerebro, donde sería “sentida”; ya que el cuerpo físico está limitado por el tiempo y el espacio y no hay nada en el universo físico (según Einstein) que pueda viajar más rápido que la velocidad de la luz. Fundamentalmente, lleva cierto tiempo que el estímulo en el dedo meñique llegue al cerebro y que la persona se haga “consciente” de ello.

Por otra parte, también tendría sentido que si estimulases directamente el cerebro en el lugar exacto donde el dedo meñique envía la sensación a que sea “sentida”, la persona sería “consciente” de ello inmediatamente. Dicho de otra manera, no habría retraso puesto que el cerebro ya tendría la información del estímulo y sólo necesitaría alertar de la sensación a la persona.

Lo que Libet averiguó (y otros después de él) fue que lo cierto era exactamente lo opuesto. De hecho, probablemente leerás muchas veces en este libro que la información que nos llega de la investigación científica en física cuántica prueba que la verdad es lo opuesto a lo que siempre hemos creído.

Cuando estimulaba su dedo meñique, cada paciente de Libet se lo decía instantáneamente (sin retraso), sin embargo había un retraso cuando estimulaba directamente su cerebro. (Puedes ver un vídeo aquí.)

Libet estaba estupefacto. Intentó encontrar una explicación, como hicieron muchos otros científicos. La teoría que prevaleció fue la de que el tiempo puede viajar hacia atrás. Se le llama la “teoría de la inversión del tiempo”, o “referencia retrógrada subjetiva”, o “antecesión”. Sin embargo, tras haber probado y fracasado con esto, el mismo Libet dijo más tarde: «Parecía como si no hubiera mecanismo neuronal que pudiese ser visto como intermediador directo o responsable para las referencias subjetivas sensoriales retrógradas en el tiempo.»6 Dicho con otras palabras, no hay evidencia en el cerebro de la inversión del tiempo como explicación de este fenómeno.

Vamos a archivar esta información de momento y hablemos del otro experimento…

Este experimento comenzó en la década de los 1990, dirigido por el doctor Dean Radin y otros colegas. Dean Radin es Científico Experto en el Instituto de Ciencias Noéticas como catedrático adjunto, en la Universidad Pública de Sonoma, y forma parte del Profesorado Consultivo Distinguido en la Escuela Graduada y Centro de Investigación Saybrook. Consiguió un título universitario en Ingeniería Eléctrica por la Universidad de Massachussetts en Amherst, un máster en ingeniería eléctrica y un doctorado en psicología educacional en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Trabajó en los laboratorios AT&T Bell y GTE, fundamentalmente en los factores humanos de productos y servicios de comunicaciones avanzadas; y ocupó varios puestos en la universidades de Princeton, Edinburgo, Nevada, Las Vegas, SRI Internacional, Interval Research Corporation y el Instituto Boundary.

Digo todo esto porque lo cierto es que las investigaciones de Radin no se aceptan ampliamente por la corriente principal de la comunidad científica, por lo que es posible que nunca hayas oído hablar de él aunque sus credenciales están por encima de duda alguna. Por eso sus resultados son tan difíciles de admitir por algunos científicos…

Radin conectaba a una persona a varias máquinas para medir numerosas respuestas corporales, como pulso cardíaco, electrocardiograma, conductores dérmicos, flujo de sangre en la punta de los dedos y ritmo respiratorio.

La persona se sentaba entonces frente a una pantalla de ordenador con un botón en su mano. Se le decía que apretase el botón cuando estuviese listo, y cinco segundos después el ordenador seleccionaba al azar una imagen y la mostraba en la pantalla.

Había dos clases de imágenes entre las que el ordenador podía elegir. Un grupo de imágenes suscitaría una respuesta emocional en la gente normal, como imágenes de violencia, guerra, violaciones, fealdad, las Torres Gemelas cayendo el 11 de septiembre, etc. Las imágenes del otro grupo estaban escogidas como neutras, para que normalmente no tuviesen ningún impacto emocional cuando se las viera, como una escena de calle en un pueblo normal.

Ya sabemos lo que ocurre en el cuerpo cuando la gente ve una imagen emocional, lo que le ocurre a su latido cardíaco, a su electrocardiograma, a sus conductores dérmicos, al flujo de sangre en la punta de los dedos y a su respiración: que “repuntan”.

Sabemos también lo que ocurre en el cuerpo cuando la gente ve una imagen neutra (no emocional): que sigue en “calma”.

Cuando la persona en este experimento apretaba el botón, el ordenador todavía no había elegido qué imagen mostrar, o de qué grupo, y no tomaría esa decisión hasta cinco segundos después, que era cuando ponía inmediatamente la imagen en la pantalla.

Y aquí viene lo asombroso: las respuestas corporales medidas en la persona ocurrían antes de que el ordenador escogiese la imagen y la exhibiese en la pantalla. Dicho de otra manera, el pulso, el electrocardiograma, los conductores dérmicos, el flujo de sangre en la punta de los dedos y la respiración de la persona repuntaban antes de que se mostrase la imagen si ésta era emocional, y las respuestas corporales se mantenían en calma si la imagen a punto de aparecer era neutra.

Repito: todas esas respuestas corporales (o su carencia) ocurrían antes siquiera de que el ordenador hubiera escogido qué imagen mostrar en la pantalla. La única conclusión que tiene sentido es que el cerebro sabe qué imagen va a aparecer antes de que la persona sea consciente de ello (de hecho, antes de que el ordenador haya escogido qué imagen mostrar) ¡y el cuerpo responde en consecuencia!7 (Puedes ver un vídeo aquí.)

 

* * *

 

La evidencia más reciente (julio de 2010) proviene de un documental de la BBC llamado Nerurociencia y Libre Albedrío. Así es como se dispuso:

El sujeto estaba echado en un escáner de tomografía computarizada (TC) mientras sujetaba un botón en cada mano. Todo lo que tenía que hacer era decidir apretar el botón de su mano izquierda o derecha y hacerlo inmediatamente mientras el TC registraba su actividad cerebral.

El resultado es que el cerebro muestra claramente qué botón va a apretar la persona, si el izquierdo o el derecho, 6 segundos antes de que lo haga, o sea, 6 segundos antes de que el sujeto decida conscientemente qué botón apretar. La actividad cerebral es tan clara y constante al 100% que el técnico que vigilaba el escáner podía predecir fácilmente y con certeza absoluta qué botón iba a apretar el sujeto antes de que es sujeto mismo tomase su propia decisión consciente.

¡Tienes que ver el vídeo para creerlo!

Esto otorga pruebas adicionales a los experimentos de Radin y ratifica lo que dice el doctor Andrew Newberg:

 

«Hay otros estudios que muestran que, cuando las personas comienzan a mover una mano o a decir algo, ciertamente existe actividad en ciertas células nerviosas del cerebro incluso antes de que sean conscientes de lo que intentan hacer.»8

 

* * *

 

¿Qué significa todo esto?

Antes de responder a esa pregunta tengo que presentar un último concepto científico llamado “Cuchilla de Ockham”9, un principio que anda por ahí desde hace casi setecientos años. A menudo se le cita de esta manera: “entre todas las posibilidades que son iguales, la mejor solución es la más sencilla”, a pesar de que técnicamente hablando eso no es la interpretación correcta de la Cuchilla de Ockham. También se lo conoce como “principio científico de la parsimonia”, que es una «preferencia por la menos compleja de las explicaciones para una observación».10 La norma general es que la mejor respuesta es aquella que requiere el menor número de hipótesis y la menor cantidad de proposiciones.

Ha habido muchos intentos diferentes de explicar los resultados de estos experimentos cerebrales, por otros tantos científicos; pero la explicación más sencilla y más lógica (la que parece que satisface mejor la Cuchilla de Ockham) es que el cerebro sabe qué es lo que va a pasar antes de que suceda “ahí fuera” en el universo físico. Aparentemente, la secuencia es que el cerebro recibe información holográfica de onda y entonces la envía “ahí fuera”, creando el universo físico para que la persona lo perciba y lo experimente.

Por ejemplo, en los experimentos de Libet, el cerebro “sabía” que el dedo meñique iba a ser estimulado antes de que la estimulación real tuviese lugar, por lo que no hubo retraso para que la persona fuese consciente de ello. Sin embargo, cuando el cerebro fue estimulado directamente (como si se descargase un holograma nuevo en él) llevó un tiempo para que el cerebro enviase la sensación al dedo meñique y la trajese de nuevo para que fuese percibida.

En los experimentos de Radin, lo único que tiene sentido es que el cerebro sabía qué imagen iba a aparecer porque él mismo creaba la realidad que estaba a punto de suceder, no simplemente respondiendo a una realidad después de que ocurriera.

Déjame que repita eso porque es fundamental para comprender cómo funciona el Universo Holográfico: “el cerebro sabía qué imagen iba a aparecer porque él mismo creaba la realidad que estaba a punto de suceder, no simplemente respondiendo a una realidad después de que ocurriera”.

Vamos a poner esto junto al modelo holográfico del cerebro de Pribram....

Pribram dice que el cerebro mismo es un holograma y que «construirá matemáticamente la “dura” realidad al apoyarse en información de un dominio de frecuencia».

¿Recuerdas El Campo? El Campo es el “dominio de frecuencia” de Pribram, un número infinito de posibilidades que existen como ondas de frecuencias.

Así pues, Pribram dice que el cerebro recibe frecuencias de onda desde el Campo, las cuales traduce entonces en la “dura” realidad (lo que normalmente llamamos el universo físico). De hecho, todos esos experimentos sugieren que tu cerebro recibe un holograma en frecuencias de onda desde El Campo, colapsa la función de onda convirtiéndola en partículas para crear la “realidad” física, y envía “ahí fuera” esa “realidad” para que la experimentes.

Esto se confirma por los experimentos del escáner CT en el documental de la BBC Neurociencia y Libre Albedrío. De hecho, si miras el vídeo, incluso puedes ver el área exacta del cerebro donde se convierten las frecuencias de onda descargadas en el holograma, que seis segundos después se proyectarán “ahí fuera” para que seas consciente de ellas y las experimentes.

Esto significa, primeramente, que el cerebro humano es el “observador” que “colapsa la función de onda” de la que hablé en el capítulo Cinco, ya que la física cuántica dice que es el “observador” el que cambia al electrón de onda a partícula.