Las Mariposas Vuelan Libres: Un Acercamiento Innovador y Radical a la Evolución Espiritual by Stephen Davis - HTML preview

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CAPÍTULO 13

EL PROCESO

 

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Al final del capítulo anterior dije que “revivirías” o “revisarías” muchas de las experiencias clave de tu pasado, lo que significa que, por un corto tiempo tras entrar en la crisálida, las películas que te rodean en ella parecerán bastante iguales a lo que eran en la sala de cine. Algunos de los personajes involucrados pueden ser ligeramente diferentes que la primera vez que viste la película, pero el tema esencial será el mismo, o muy parecido. Sin embargo, esta vez tienes la oportunidad de cambiar tu reacción o tu respuesta a estas experiencias al ver el poder que otorgaste “ahí fuera” para hacer que tu universo holográfico pareciera real, y que abandones entonces los juicios, prejuicios, creencias y opiniones que formaste como resultado.

Cada uno de los exploradores tiene su método distinto de asimilar las experiencias holográficas creadas para ti en tu crisálida por tu Yo Infinito. Yo dudo que haya un camino “correcto” o “equivocado”, o un solo camino siquiera.

No hay duda de que hay sólo un sitio en el que acabar: como mariposa; pero quizá haya tantas maneras de emerger de la crisálida como rutas a través de las Montañas Rocosas hasta el Océano Pacífico.

Podría ser de ayuda contemplar un par de métodos utilizados por otros exploradores para darte una pista de dónde y cómo encontrar lo que funcione para ti.

 

* * *

 

Robert Scheinfeld, a quien he llamado mi guía, creó un Proceso que es algo así:

 

  1. Recuerda que no es real
  2. Zambúllete en él hasta su mismo centro
  3. Siente completamente la “energía del malestar”
  4. Cuando ésta llegue al máximo, llámalo por su nombre y di la verdad sobre ello
  5. Recupera el poder que diste a la creación
  6. Expresa agradecimiento1

 

En otros términos, a medida que continúas con tu vida en tu crisálida, inmerso en las películas, habrá veces que una experiencia te traiga algo distinto de la alegría total. Robert lo llama “malestar”, que abarca malestar mental así como físico y emocional: desde una ligera reacción emotiva hasta intenso dolor y sufrimiento. La manera más fácil de vigilar esto es notar que desearías que algo cambiase en tu holograma presente, porque no te gusta mucho algo (o todo) en él.

Seamos claros y concretos sobre lo que queremos decir con “malestar”. El malestar físico debería ser bastante obvio, y varía desde un simple “¡ay! ”, hasta un dolor intenso y debilitador. Por otra parte, el malestar emocional o mental puede ser un poco más sutil.

L. Ron Hubbard inventó una “escala de tonos emocionales”, en la que hace un listado de las emociones “molestas” que podemos sentir de cuando en cuando, que consisten en (en parte): rabia, antagonismo, ansiedad, apatía, reproche, hostilidad encubierta, desesperación, angustia, miedo, pena, odio, ocultación, desesperación, falta de compasión, lástima, conciliación, remordimiento, resentimiento, auto humillación, vergüenza, compasión, terror, fracaso total, resentimiento oculto, inutilidad, victimismo.2

Puedo pensar en otros sentimientos que pueden considerarse también “molestos,” como: amargura, condena, condescendencia, depresión, bochorno, envidia, exasperación, frustración, humillación, impaciencia, indecisión, indignación, intolerancia, celos, desconfianza, amonestación, venganza, tristeza, sarcasmo, desprecio, preocupación...

Pero podemos hacer muy sencillo todo esto diciendo que “malestar” es todo lo que sientas que sea cualquier cosa menos alegría y entusiasmo totales.

Cuando sentimos una de esas emociones, o sentimos dolor físico, lo primero que hacemos es juzgarlo como “erróneo”, o “malo”, o “indeseable”, algo que no queremos sentir y a lo que nos resistimos. Entonces le asignamos poder “ahí fuera” a la persona, lugar o cosa que nos ha hecho sentir un tanto infelices. “Él”, “ella”, o “ello” ha hecho que me sienta de esta manera, tanto si es una descomposición emocional, como un estómago descompuesto. Dicho de otra forma, “culpamos” a lo que está “ahí fuera” de que “me ha hecho esto”. Entonces intentamos cambiar, arreglar o mejorar la situación de alguna manera.

Incluso aquellos de nosotros que hemos creído durante años que “tú creas tu propia realidad” lo hacemos, tanto si lo admitimos como si no, o aunque pensemos que somos demasiado “iluminados” para eso. Lo hacemos de todos modos, en mayor o menor grado, si somos realmente sinceros con nosotros mismos. Y eso con todo derecho, porque es inherente a la primera parte del Juego Humano, al que hemos jugado por tanto tiempo y que lleva a una limitación mayor.

En la crisálida vas a tener experiencias similares a las de las primera parte del Juego. Fundamentalmente, de cuando en cuando vas a verte inmerso en películas con gente, lugares y cosas que te hacen sentir “molesto”. Algunas de las personas que te encuentres, por ejemplo, pueden llegar a enfadarte de la misma forma que hicieron cuando los encontraste la primera vez, o la segunda, o la enésima.

Ten por cierto que esto no es un holograma creado por tu Yo Infinito para crear más limitación en tu vida. Este holograma es un regalo para ti de tu Yo Infinito, un regalo que te muestra exactamente dónde cediste poder a algo “ahí fuera” en el pasado y, todavía más importante, dónde reside aún ese poder. Es tu oportunidad de responder en forma diferente a ese holograma, de “recobrar”, en cierto sentido, el poder que otorgaste. Tu oportunidad de reescribir el final de esa historia.

Cuando sientas ese malestar (cuando tengas el más mínimo pensamiento de que deseas que cambie algo “ahí fuera” en tu experiencia presente), Robert dice que pongas en marcha su Proceso, así que vamos a estudiarlo con más detenimiento. (De nuevo digo que Robert podría estar o no de acuerdo totalmente con algunas de mis extensas explicaciones.)

 

1. Recuerda que no es real. Recuerda que estás inmerso en un holograma y, por definición, un holograma no es real. Sólo lo haces real si le otorgas el poder de ser real y le das control sobre ti.

 

2. Zambúllete en él hasta su mismo centro. Esto es lo contrario de lo que hacíamos habitualmente en la primera parte del Juego Humano. Cuando “ahí fuera” nos encontrábamos algo que nos molestaba (dolor y sufrimiento, por ejemplo), intentábamos salir de ello, resistirlo, suprimirlo, cambiarlo, ignorarlo, drogarlo, negarlo, ocultarnos, escaparnos o, en caso contrario, hacer que desapareciera. Por otra parte, Robert dice que lo acojamos completamente, que lo veamos en toda su plenitud, que lo invitemos a acercarse y que nos metamos en su meollo tan completamente como sea posible.

 

3. Siente completamente la “energía del malestar”. Más que apresurarse con el Proceso tan pronto sientas el más mínimo malestar, hay que dejar que crezca lo más posible.

Hay un motivo muy sencillo para esto. Lo siguiente que queremos hacer, según Robert, es “recobrar el poder” que otorgamos en esos hologramas “ahí fuera”. En muchos casos hemos “dado” mucho poder a cierta gente, lugares y cosas, con el resultado de que nos sentíamos descontentos. De hecho, en la segunda parte del Juego Humano, apagar el flujo de ese poder puede costar más de una experiencia. Cuanto más podamos conseguir cada vez, tanto más rápido y fácil será el proceso de “recobrar” todo ese poder. Por lo tanto, deja que el malestar crezca tanto como sea posible para asimilar tanto como puedas cada vez, y estate preparado para hacerlo otra vez después, tanto con la misma persona, lugar o cosa, o una situación semejante, hasta que el poder que hayas puesto “ahí fuera” se apague. (Hay algunas técnicas factibles que podrías usar para ayudar a que el malestar crezca, como “Centrarse”, desarrollada por el doctor Eugene Gendlin.3)

 

4. Cuando llegue al máximo, llámalo por su nombre y di la verdad sobre ello. Cuando el malestar sea lo máximo que puedes soportar en ese momento, es hora de evaluar sinceramente la situación y buscar tus juicios, prejuicios, opiniones y creencias. Por ejemplo, ¿hay algo o alguien en esta experiencia que crees que sea “equivocado”, o “malo” y que debería cambiar o ser diferente de lo que es?, ¿quién o qué, concretamente?, y ¿es cierto?

¿Es alguna de las creencias que tienes la que causa el malestar?, ¿cuál es, exactamente?, y ¿es cierta?

¿Te has formado una opinión o un prejuicio que ahora te causa malestar en esta experiencia?, ¿qué es, y son realmente ciertos?

(Puede ayudar mucho escribir esas cosas según vas a través del Proceso, al menos al principio.)

Una de las cosas que no preguntas es “¿por qué?” te ocurre esta experiencia. Eso es una distracción que no tiene relevancia y que no dejará que te concentres en lo que importa. Preguntar “por qué” es lo que todo el mundo hace dentro de la sala de cine, porque conduce a una limitación cada vez mayor, pero dentro de la crisálida es un concepto inútil. Quizá comprendas “por qué”, o quizá no, no tiene importancia.

Conforme continúan las experiencias en tu crisálida, podrás comenzar a ver patrones en tu vida que rotan alrededor de ciertos juicios, prejuicios, opiniones o creencias clave. Puedes suponer que aparecerán hologramas semejantes para darte la oportunidad de seguir esos patrones, quizá volviendo a la primera vez que formaste ese juicio, o reforzaste ese prejuicio, o creaste esa opinión, o adoptaste esa creencia.

Así que “llamarlo por su nombre” significa reconocer y admitir el hecho de que tu malestar se basa en los juicios, prejuicios, opiniones y creencias que formaste como reacción o respuesta a esa situación.

La “verdad sobre ello” es que nadie ni nada “ahí fuera” va a cambiar para hacerte más feliz. Tú eres quien tendrá que cambiar tus reacciones y respuestas a tus experiencias, eres quien tiene que asumir el 100% de responsabilidad por cómo te sientes y por tu situación en la vida, eres quien ha saltado a este agujero incómodo, más que haber sido empujado, o forzado, o engañado a ello.

La “verdad sobre ello” es que nadie puede ser nunca víctima de nadie ni de nada, en momento alguno ni en ninguna experiencia. Igualmente, tampoco existen perpetradores no deseados. Mientras sientas que eres una víctima, otorgas un poder que no es real “ahí fuera”.

La “verdad sobre ello” es que no tienes el poder de cambiar ni la experiencia, ni a alguien, ni nada de “ahí fuera”. El único poder que tienes como Jugador es usar tu libre albedrío para cambiar la forma en que reaccionas y respondes a las experiencias holográficas creadas para ti por tu Yo Infinito.

 

5. Recupera el poder que diste a la creación. “Recupera” es una palabra de Robert, y creo que puede ser un poco engañosa. Un Jugador no tiene poder; para empezar, no hemos creado el holograma. Indudablemente, hemos hecho real al holograma al otorgarle poder, pero el poder que le otorgamos era tan imaginario como el holograma mismo.

“Recuperar el poder” implica también que cuando hayas terminado el Proceso tendrás más poder que cuando empezaste, por el hecho de recuperar el poder que le otorgaste al holograma “ahí fuera”. Eso tampoco es verdad.

Lo que yo prefiero decir es que tú desconectas o apagas el poder que le has otorgado al holograma, como si desenchufases la clavija o apagases el interruptor de la luz. Piénsalo así…

En la primera parte del Juego Humano, tú entraste en una experiencia holográfica y accionaste un interruptor que la encendió y la hizo parecer real. Todavía está allí, totalmente iluminada cuando vuelves a visitarla en la segunda parte, lo que es de mucha ayuda, porque la necesitas tan brillante como sea posible para ver claramente los juicios, prejuicios, opiniones y creencias, y tus reacciones y respuestas; todo lo que se convirtió en parte de tu falsa individualidad, el concepto de la personalidad, el ego que tú creías que eras.

Cuando hayas terminado de asimilar ese holograma, tú sencillamente desenchufa la fuente de energía, o apaga el interruptor. Al principio me ayudaba el visualizarme a mí mismo haciendo eso.

(Si todavía quedan juicios, prejuicios, opiniones y creencias asociadas a esa experiencia holográfica –dicho con otras palabras, si no lo has conseguido todo a la primera–, la luz no se apagará por completo y tu Yo Infinito te dará después otra oportunidad de poner en marcha de nuevo el Proceso en las mismas o parecidas circunstancias.)

 

6. Expresa agradecimiento. Expresar agradecimiento es quizá el paso más importante. Incluso si no te “gusta” la experiencia que tienes, haz lo que te sea posible (“fingir hasta sentir”) para expresar agradecimiento a tu Yo Infinito por la experiencia, y especial agradecimiento por la persona, lugar o cosa que te causaba el malestar. Después de todo, tu Yo Infinito te ha hecho el regalo de mostrarte dónde otorgabas poder “ahí fuera” en el pasado, y eso merece alguna gratitud. Y la gente, lugares o cosas que causaban tu malestar te han hecho el regalo de interpretar un papel con destreza en tu película holográfica para ayudarte en el proceso de transformarte en mariposa. Algo que indudablemente merece agradecimiento.

Me doy perfecta cuenta de que esto puede ser difícil al principio, pero, de hecho, es posible que pronto desees que otra gente, lugares o cosas que te hagan sentir descontento aparezcan en tus hologramas tanto y tan a menudo como puedan, y así puedas ver dónde has otorgado poder “ahí fuera” y lo “recuperes”. (Para una exposición más completa de “los demás” en las experiencias holográficas y el papel que interpretan, mira por favor el capítulo veintitrés, “Los demás”, en la tercera parte de este libro.)

Si sigues haciendo este Proceso, llegarás finalmente a agradecer sincera y completamente todas y cada una de las experiencias que has tenido, y a toda la gente, lugares y cosas que estaban en ellas por la perfección absoluta que representan.

 

* * *

 

Recuerda que lo que ves “ahí fuera” que te causa malestar es sólo una película de inmersión total. Si una noche fueras al teatro y te conmoviese hasta las lágrimas una escena emotiva (digamos una mujer que se está muriendo de cáncer, al estilo Love Story), no le echarías la culpa al escritor, ni al director, ni a los actores por hacerte sentir mal. Para eso fuiste al teatro en primer lugar, para tener una “experiencia interna” desde la “experiencia externa”.

Si después de la obra fueses a la cafetería de al lado y vieses a la actriz que interpretaba a la mujer que se moría, dudo que le echaras la culpa por causarte malestar, ni que te considerases a ti mismo una víctima de su interpretación, ni que le pidieras que cambiara la forma en que interpreta su personaje. Al contrario, probablemente la alabarías por hacer un trabajo tan bueno que ha suscitado tu respuesta emocional.

De eso se trata el Proceso de Robert: de reconocer que estamos inmersos en una asombrosa película holográfica en 3D para tener una “experiencia interna” desde la “experiencia externa”; de saber que nuestro Yo Infinito escribe y dirige cada escena de esa película hasta el más mínimo detalle; de aceptar que hay actores que interpretan sus papeles en nuestras películas, ante quienes respondemos y reaccionamos; de admitir que cualquier malestar que sintamos se basa únicamente en nuestras reacciones y respuestas y en el poder que hemos otorgado “ahí fuera” a la película; de considerar que el único poder que tenemos es el de cambiar nuestras reacciones y respuestas si no estamos contentos con ellas; y de que entonces expresemos nuestro agradecimiento al escritor, al director y a los actores que hicieron tan bien el trabajo de mostrarnos el origen auténtico de nuestro malestar, con lo que nos han dado la oportunidad de escribir un final nuevo para nosotros mismos.

 

* * *

 

Encontré el Proceso de Robert fácil de hacer y muy eficaz para el primer corto período dentro de mi crisálida, y lo recomiendo (tal como lo he explicado arriba) para todos los Jugadores que sean nuevos en su crisálida. Al menos, te pone en marcha y produce algunos resultados beneficiosos en lo que toca a abandonar los juicios, prejuicios, creencias y opiniones.

En este capítulo y el próximo quiero darte un par de ejemplos detallados de mi propia vida que pueden ser de ayuda para comprender mejor este Proceso. El primer ejemplo contiene prácticamente todos los elementos de los que acabamos de hablar:

Llevaba ya en mi crisálida unos seis meses y vivía con doscientos buenos amigos en una comuna intencional en el sur de Portugal, llamada Tamera. Uno de mis trabajos para la comunidad era llevar la cafetería por la tarde, de lo que disfrutaba enormemente. Era una oportunidad de ver a muchos amigos de la comunidad que normalmente no veía durante el día, amigos que venían al café por la noche para relajarse y divertirse. Me encantaba crear una atmósfera especial de energía para ellos y servirles y obsequiarles con palomitas de maíz y buena música.

Este café era una fuente de orgullo y placer para mí, lo apreciaba y lo protegía. Por eso me enfadé mucho una noche en particular.

Había una miembro de la comunidad, digamos Betty, a la que conocía hacía quince años, desde la comunidad de ZEGG en Alemania. No es que Betty no me gustase, apenas pensaba en ella, pero no disfrutaba de su compañía y, sinceramente, no conozco a nadie que lo hiciera. Siempre parecía tener una actitud amarga, airada y prepotente que sencillamente no era divertido tener cerca. Por alguna razón la comunidad no expulsaba nunca a nadie (al menos por ser amargo y prepotente) de modo que seguía todavía allí después de quince años. Afortunadamente no tenía que verla mucho.

Sin embargo, aquella noche concreta, Betty condujo su coche de repente a la misma parcela de gravilla en la que yo tenía mi café y lo aparcó allí. Admito que el coche estaba de alguna manera hacia un lado, de manera que no molestaba realmente a mis clientes, pero fastidiaba la vista y estropeaba el ambiente que me había costado tanto crear. Además había una norma contra aparcar coches en ese sitio.

Mi primera reacción fue la de suponer que Betty había aparcado temporalmente, ya que su habitación estaba cerca, tal vez había tenido que descargar algo y volvería pronto a quitar el vehículo. Pero pasaron diez minutos y el automóvil seguía allí, poniéndose cada segundo más feo e infectando toda la atmósfera. Fui a su habitación a asegurarme de que lo quitaría. Mi petición, muy educada, se encontró con un hostil “¡ocúpate de tus asuntos!”

Me sentía cada vez más “molesto”, “cabreado” sería una palabra mejor. Dejé que pasaran otros diez minutos y, dado que aún no había quitado el vehículo, fui de nuevo a su habitación y le ordené con toda la autoridad que pude reunir que lo aparcase donde debía. Ella estaba en mitad de una furiosa diatriba sobre “quién era yo para decirle a ella lo que tenía que hacer” cuando me di la vuelta y me marché.

No quitó el automóvil. Allí se estuvo toda la noche, envenenando el ambiente cuidadosamente dispuesto de mi café. Yo estaba muy ocupado en aquel momento sirviendo bebidas y palomitas y no tenía el tiempo ni el espacio suficiente para poner en marcha el Proceso, pero no me consentí a mí mismo mirar al automóvil ni pensar en Betty, o me hubiera puesto realmente furioso.

Es lo que tiene el “azar”: aquella noche en concreto una invitada de la comunidad se cayó y se rompió una pierna. Tuvimos que llamar a una ambulancia. El vehículo de Betty estaba aparcado de tal forma que bloqueaba uno de los caminos de tierra principales por el que la ambulancia podía dirigirse para llevarse a la invitada herida, de manera que mi indignación por su negativa a quitarlo de allí había ganado validez repentinamente. Ya no era simplemente mi deseo personal de que el vehículo se quitara de delante de mi amado café, sino que ahora interfería una emergencia médica importante, lo que era uno de los motivos por los que no se podía aparcar allí.

De modo que volví a la habitación de Betty y le dije otra vez que quitara el automóvil antes de que llegase la ambulancia. No lo hizo. Así era Betty. (La ambulancia encontró al final otro camino para recoger a la paciente herida.)

A la mañana siguiente me permití dejar que el malestar (la rabia que sentía) volviera. Quería hacer que Betty fuese la “equivocada”. La culpaba por haber estropeado uno de mis grandes placeres de aquella época, mi café nocturno. Yo sabía que si ella cambiaba lo que hacía, yo sería mucho más feliz.

Así que puse en marcha el Proceso de Robert, o al menos mi propia versión del mismo, y me acordé de que el malestar era una bandera roja que apuntaba a donde yo había otorgado poder a este holograma para hacerlo parecer real. Dejé que el malestar creciera y creciera dentro de mí hasta que lo sentí con toda su fuerza.

Hacía tiempo que había dejado de preguntar “por qué” ocurrían esas cosas. Yo sabía “por qué,” o sabía la única razón que realmente contaba: mi Yo Infinito intentaba ayudarme mostrándome algo. Así que no perdí tiempo especulando sobre la razón por la que tuve esta experiencia. En lugar de eso, me recordé que nada de eso era real, que era una experiencia holográfica creada especialmente para mí por mi Yo Infinito como regalo en mi camino hacia la auto realización. A esas alturas yo ya había hecho el Proceso las veces suficientes como para que sólo me llevara cinco segundos saber con certeza que eso era verdad. Solo que no sabía aún qué había dentro del envoltorio del regalo.

Reconocí ante mí mismo que me sentí una víctima, que creía que Betty había interferido con el placer que yo obtenía de mi café, y que juzgaba a Betty “equivocada” por lo que había hecho. Incluso tenía una gran justificación para mi juicio en forma de ambulancia que necesitaba la preferencia de paso. De hecho podría haber encontrado mucho apoyo de los otros miembros de la comunidad sobre que el “correcto” era yo, y Betty la “equivocada”.

Pero ese camino no lleva a ninguna parte.

En lugar de eso decidí abandonar todos mis juicios y dejar de echarle la culpa a Betty, reconociendo que ella había leído sencillamente el guión de la película que mi Yo Infinito había escrito para mí. Eso no tenía nada que ver con ella y lo tenía todo conmigo. El comportamiento de Betty no era en absoluto “equivocado”, de hecho, ella había interpretado su parte en mi película con gran pericia. ¿Cómo podría culparla por ello?

También me di cuenta de que yo creía que ella debía seguir las normas y de que mi lugar era el de hacérselas cumplir; de que mi opinión era que ella ni siquiera pertenecía a esta comunidad, ¡y mucho menos a mi holograma! Mi indignación se extendió entonces a toda la comunidad por no haberla expulsado antes.

La “verdad sobre ello” era que yo le había dado a Betty el poder de estropear la alegría total que me suponía llevar mi café; que nada de lo que dijo o hizo Betty fue lo que creó mi malestar, sino mi reacción y respuesta a ella. Y más importante aún, de que había reacciones y respuestas sobre las que tenía control completo por mi propio libre albedrío y que podía cambiar en un instante.

De modo que “recuperé” conscientemente todo el poder que le había dado a Betty y al incidente mismo hasta hacerlo real. Al menos así es como lo diría Scheinfeld; yo pienso más en términos de desconectar la fuente de poder del holograma, de apagar el interruptor, como he dicho antes.

Para cuando había hecho todo esto, y sólo llevó unos pocos minutos, todo mi malestar había desaparecido y yo me sentía enormemente agradecido a mi Yo Infinito por la experiencia; agradecido por la oportunidad de ver dónde había formado juicios, creencias y opiniones que ya no quería tener.

Y mucho más importante, yo estaba profunda y s