LA AUTOLISIS ESPIRITUAL
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Basándote en los muchos resultados que han tenido éxito en tus experiencias inmediatas utilizando el Proceso de Robert, y después haber pasado en tu crisálida un promedio de más o menos un año, sabrás ya con certeza que no hay un “ahí fuera” ahí fuera; que tus películas holográficas de inmersión total en 3D no son reales; que tu Yo Infinito crea todas tus experiencias para ti hasta el más mínimo detalle; que tú no puedes ser víctima de nadie o nada en momento alguno; que si sientes algún malestar es solamente como resultado de tus reacciones y respuestas a tus películas; que puedes poner en marcha el Proceso en minutos (a veces en segundos) para encontrar cualquier resto de juicios, creencias y opiniones, y librarte de ellos; y que vives principalmente en un estado de asombro y gratitud por el Juego y por todos los Jugadores que te encuentras.
Ese es realmente un lugar maravilloso al que ir y en el que estar, y, sin embargo, sientes que no has terminado aún; que queda algo que asimilar; que todavía tienes preguntas sin respuestas; que aún no tienes la verdadera respuesta a “¿quién soy yo?”; que estás solamente en el punto de un contentamiento y alegría suaves con tu vida, más que en un entusiasmo y una alegría constantes; y que continúas experimentando algunos momentos de malestar de cuando en cuando.
Aunque ya desde el principio produce algunos resultados excelentes, he visto que el Proceso de Robert tiene sus limitaciones. Sé de otros que han alcanzado ese punto también. (Para una explicación mayor de por qué es esto, por favor mira el capítulo treinta y tres, “Robert Scheinfeld”, en la tercera parte de este libro.)
El Proceso de Robert puede ser muy eficaz al enfrentarse con el malestar que parece provenir de “ahí fuera”, pero no es tan eficaz cuando has llegado al punto en el que ya no hay pensamiento alguno de “ahí fuera” y estás más interesado en mirar “aquí dentro”. Eso es así porque los juicios, creencias y opiniones son sólo la punta del iceberg. Cuando ya tengas éxito abandonándolos y te sientas cómodo al hacerlo, estarás listo para la etapa siguiente de tu metamorfosis.
Por debajo de los juicios, creencias y opiniones están los miedos que han llevado a ellos, y las capas del ego que se han creado como resultado (la falsa identidad que creías que eras), que el Proceso de Robert simplemente no puede abordar.
Al menos, en mi caso eso era así.
* * *
En 2003, aún en la sala de cine, tuve un accidente de automóvil en el que me rompí once huesos del cuello y de la espalda y estuve a un milímetro de quedarme paralítico para toda la vida. Tuvieron que extraer una de las vértebras de mi cuello y reemplazarla por una jaula de titanio. Necesité pasarme seis meses de recuperación en la cama.
Por entonces, mi ex mujer llevaba casada con su nuevo marido unos tres años y recientemente también su madre había ido a vivir con ellos. Pero por su amor y cariño, y yendo mucho más allá de cualquier deber, pusieron una cama de hospital en el salón de su casa y allí pasé aquellos seis meses de recuperación. Luego compraron una caravana de su propio bolsillo, la pusieron a la distancia de un corto paseo desde su casa y me mudaron allí tan pronto pude andar lo suficiente para ir y venir de la casa a la caravana. Mientras, ellos siguieron alimentándome y cuidándome durante otros seis meses.
Durante ese año el nuevo marido de mi ex mujer se hizo mi mejor amigo y su madre me trataba como si yo fuera su propio hijo. A los cincuenta y siete años tenía finalmente la clase de madre que deseaba cuando era niño y un hermano verdadero con el que pelearme. Los padres de mi ex mujer, que vivían también cerca, fueron una fuente constante de amor y de apoyo a su vez. ¡Qué experiencia más increíble! El accidente fue verdaderamente un regalo especial de mi Yo Infinito en muchos niveles.
Pero ¿cómo le pagas a alguien esa clase de amor y de cuidados? Yo sentía mucha gratitud por mi ex mujer y su marido, y por toda la familia, y me pasé los siete años siguientes esperando poder encontrar una manera de devolver siquiera un pequeño porcentaje de lo que me habían dado. Eso acabó por ser el tema de una serie de experiencias holográficas que mi Yo Infinito creó para mí una vez que entré en mi crisálida.
Durante los diecisiete años que estuvimos juntos, yo había sido el explorador y el instructor de mi ex mujer, además de su marido. Parte de mi relación con ella, parte de la identidad de mi ego, era (a petición suya) ayudarle a ver dónde se había extraviado de su propio rumbo y ponerla otra vez en él.1 De hecho, su nuevo marido me había agradecido profusamente muchas veces por el excelente trabajo que yo había hecho con eso.
Diez años después de separarnos yo aún estaba apegado a esa identidad del ego, de manera que, habiendo pasado más o menos un año y medio en mi metamorfosis, cuando mi ex mujer y yo, de repente y sin esperarlo, empezamos a tener problemas de comunicación, mi ego dijo que sería un gran regalo para ella y su marido si yo ponía en práctica de nuevo mi identidad como su instructor y le ofreciera mi apoyo y mi respaldo. Quizá eso fuera un regalo lo bastante grande como para pagarles su amor y su generosidad. “Si tan sólo pudiera conseguir que ella viera y comprendiese…”
Pero por primera vez en nuestra relación, a pesar de todas las evidencias que le presenté, mi ex mujer no estaba de acuerdo en que se hubiera salido de su camino. Este problema de comunicación duró unos seis meses, mientras yo intentaba hacer lo que me había salido tan bien en el pasado, esta vez sin éxito alguno. Puse en marcha el Proceso de Robert ya muy al principio. No me dejaba malestar alguno, por mi parte no tenía ninguna molestia emocional o mental con ella ni con la situación en la que estábamos. No le echaba la culpa, ni la juzgaba por nada de lo que hacía o decía, y ya no tenía deseos de arreglarla, mejorarla o cambiarla.
Pero yo sabía que había algo que no era “correcto” en mí. Necesitaba ayuda, necesitaba algo más que el Proceso de Robert para encontrarla. Así que mi Yo Infinito le pidió a Robert Scheinfeld (¡qué irónico y qué perfecto!) que apareciera en mi experiencia holográfica por email y me presentase a Jed McKenna y su Trilogía de la Iluminación…
«La búsqueda externa es sólo una parte de la historia. La otra parte es la interna, el lento y doloroso descarte del ego, capa a capa, trozo a trozo.»2
A través del problema de comunicación con mi ex mujer, yo estaba preparado para afrontar unas capas muy duras de mi ego y los miedos que las crearon.
* * *
En el libro primero de su Trilogía de la Iluminación, Jed nos presenta un proceso que él llama “autolisis espiritual”. Voy a dejar que el mismo Jed hable mucho en este capítulo y en el siguiente, porque lo dice todo muy claro y no tiene objeto que yo trate de parafrasearle…
«Autolisis significa auto digestión, y espiritual significa… este… demonios, no lo sé realmente. Digamos que significa ese nivel de la identidad que abarca los aspectos mentales, físicos y emocionales, tu regia Yo-idad. Pon esas dos palabras juntas y tendrás un proceso en el que te arrojarás a ti mismo, trocito a trocito, a los fuegos digestivos purificadores… Es un proceso desagradable… esencialmente como un koan Zen hiperdesarrollado. Todo lo que tienes que hacer es escribir la verdad… Parece sencillo, ¿verdad? Sí, no hay nada más en ello.»3
Jed da la mejor descripción del proceso real de la autolisis espiritual durante una conversación con un alumno, llamado Arthur, en el libro primero, Iluminación Espiritual: la cosa más sorprendente:
Sólo tienes que escribir lo que sabes que es cierto, o lo que crees que es cierto, y sigue escribiendo hasta que tengas algo que sea cierto.
Pi es la razón entre una circunferencia y su diámetro dice Arthur.
Seguro concedo , comienza con algo que sea tan aparentemente indiscutible como eso y entonces empieza a examinar las bases sobre las que se construye esa declaración, y persíguelas hasta que hayas encontrado un lecho firme, sólido y verdadero.
¿Es que pi no es la razón entre una circunferencia y su diámetro? pregunta Arthur.
La pregunta presupone que hay un círculo.
¿No hay un círculo?
Quizá, no lo sé, ¿lo hay?
Bueno, si yo dibujo un círculo…
¿Yo?, ¿cuándo has confirmado la existencia de un yo? ¿Dibujar?, ¿has pasado ya la parte en la que has confirmado que tú eres un ser físico distinto, en un universo físico, con la habilidad de percibir, de dibujar? Porque si es así deberíamos intercambiar nuestras posiciones.
Arthur se queda pensativo y silencioso largo rato.
Supongo que eso es lo que quieres decir con perseguirlas. Esto es muy complicado, ni siquiera sé por dónde empezar.
No importa dónde empieces, sólo coge un hilo y empieza a tirar de él. Podrías empezar utilizando la indagación de Ramana Maharshi “¿quién soy yo?”, o “¿qué soy yo?”, y trabajar con ella. Simplemente, intenta decir algo verdadero y sigue en ello hasta que lo tengas. Escribe y vuelve a escribir. Límpialo todo, corta todo el exceso y el ego, y síguelo donde quiera que te lleve hasta que acabes.
¿Y cuánto tiempo lleva eso habitualmente?
Diría que un par de años. Pero cuando has acabado, has acabado.
Y por acabado quieres decir…
Acabado.
Oh, ¿entonces, es como llevar un diario?
¡Ah!, buena pregunta. No, esto no tiene que ver con el conocimiento personal o la auto exploración. No va de sentimientos o percepciones. No va de evolución personal o espiritual. Esto tiene que ver con lo que tú sabes seguro, con lo que estás seguro de saber que es cierto, con lo que es cierto que tú eres. Con este proceso arrancas capa tras capa de falsedad disfrazada de verdad. Cada vez que vuelvas a leer algo que escribiste, aunque lo hicieses ayer mismo, deberías sorprenderte de lo lejos que has llegado desde entonces. Para ser exactos, es un proceso doloroso y despiadado, en cierto modo parecido a una automutilación. Origina heridas que no se curan nunca y quema puentes que no se pueden reconstruir jamás, y la única razón real para hacerlo es porque ya no puedes soportar no hacerlo.
Arthur deja unos momentos que eso le penetre.
¿Por qué razón hay que escribirlo?, ¿por qué no hacerlo sólo en la cabeza, como con los koan?
Esa es otra buena pregunta. Sí, los koan y los mantras se hacen en tu cabeza. La indagación “¿quién soy yo?” de Ramana Maharshi se hace en tu cabeza. El motivo para escribirlo en un papel o en un ordenador, donde puedas verlo, es porque el cerebro, aunque suene raro, no es lugar para pensamientos importantes. Cuando tengas que pensar en serio, el primer paso es sacar el jaleo completo fuera de tu cabeza y ponerlo en algún sitio en el que puedas darle vueltas y verlo desde todos lados. Ataca, cambia de partido y contraataca. Eso no podrás hacerlo mientras esté aún en tu cabeza. Escribirlo te permite actuar como tu propio maestro, tu propio crítico, tu propio adversario. Si exteriorizas tus pensamientos puedes convertirte en tu propio gurú, puedes juzgarte a ti mismo, hacerte comentarios, proveerte de una perspectiva más objetiva y elevada.
¿Hace eso que la Autolisis Espiritual sea un camino del intelecto, a diferencia de un camino del corazón, de devoción o de servicio?
¡Ag!, francamente, estás empezando a desorientarme un poco, Arthur -me mira perplejo. Yo no sé lo que son esos caminos diferentes, Arthur. La Autolisis Espiritual es un esfuerzo intelectual, pero me resisto a llamarla un camino del intelecto. Es un proceso de discriminación, de dejar de saber lo que es falso, de despojar lo falso y dejar sólo lo que es cierto. La discriminación se usa a manera de machete para abrir el propio camino de uno a través de la densa maleza del engaño o, si lo prefieres, a manera de espada para abrir la propia cabeza de uno, infestada de engaños. El intelecto se usa como la espada con la que el ego se suicida lenta y atrozmente: la muerte de las mil cuchilladas. Que eso lo haga esta o aquella clase de camino no nos preocupa ahora, dejemos que eso le preocupe a un estudiante de caminos. Si esa pregunta permanece en ti, entonces es algo que puedes abordar tú mismo en el proceso de la Autolisis Espiritual.4
* * *
Eso era exactamente lo que yo necesitaba para asimilar mi experiencia de entonces con mi ex mujer. Necesitaba ver mis apegos emocionales a ella y a su marido, especialmente aquellos más difíciles que parecían tan justificados por una gratitud bien ganada y bien merecida. Necesitaba escribir cómo definía esos apegos quién yo creía ser, y observar sinceramente el agarre que mi ego tenía sobre mí como resultado. Quería averiguar qué era realmente cierto en todo esto y la autolisis espiritual era una herramienta poderosa en ese proceso.
Lo que descubrí, por supuesto, era que a mi ego le gustaba el papel de ser el instructor de mi ex mujer. Eso definía mi identidad, mi relación con ella, especialmente desde que ya no era su marido.
En realidad, a mi ego le gustaba ser el instructor de cualquiera. Me daba la identidad de un maestro, un guía, una especie de gurú. Eso también satisfacía una creencia en ayudar a otros, en intentar mitigar su dolor y sufrimiento, en ofrecer apoyo mostrando las incoherencias y contradicciones que hacían sus vidas menos felices que la mía; nada de lo cual puede ser verdad jamás, por supuesto. ¿No es asombroso lo prepotentes que pueden ser nuestros egos al pensar que sabemos lo que es mejor para alguien, o cómo debería vivir ese alguien?
Era mi ego quien quería que yo sintiese gratitud eterna a mi ex mujer y su marido (sin tener posibilidad alguna de ser capaz de pagárselo jamás) para mantenerme apegado a esa identidad. Esa es la manera en que el ego sobrevive, crece y adquiere poder.
Pero estaba claro que había llegado el momento de que me desapegase de la identidad de instructor, o guía, o gurú de mi ex mujer (y de todos y cada uno de los demás) y de la gratitud eterna a ella y a su marido.
Sin embargo, desapegarse no significa automáticamente desconectarse, aunque en este caso mi ex mujer me pidió al final que les quitase a ella y a su marido de mi lista de correos electrónicos, cosa que hice. Aunque espero que la desconexión no sea permanente, ni siquiera larga.
Desapegarse significa… bien, hablaré sobre eso en detalle en el próximo capítulo. Por ahora piensa en el ego como si fuera una cebolla. Desapegarse es pelar una de las capas y tirarla lejos. O acaso prefieras cortarla en pedacitos, echarlos en una sartén caliente con algo de aceite, y comértelos con gran agradecimiento por el sabor que le dan a la hamburguesa o al calabacín. (Para mayor valoración del ego, mira por favor el capítulo treinta y uno, “el Ego”,en la tercera parte de este libro.)
Inicialmente me sorprendió bastante el rechazo irrebatible de mis ofrecimientos de “instrucción” por parte de mi ex mujer y su marido, teniendo en cuenta nuestra historia. Ahora estoy extremadamente agradecido a los dos, porque por su resistencia fui capaz de encontrar y abandonar esas capas de mi ego. Qué descanso no verse interpretando ya ninguno de esos papeles, y qué regalo me dieron otra vez, aunque esta vez yo no estoy obligado al ego por la gratitud.
* * *
En este incidente con mi ex mujer y su marido hubo también muchos miedos que descubrí según puse en marcha la autolisis espiritual de Jed. Lo fundamental es que yo ya no disfrutaba con nuestras conversaciones; no me divertía estar involucrado en sus dramas y no estaba deseando escucharle a él mientras recitaba teorías de conspiración acerca de campos de concentración listos para alojar a millones de norteamericanos. La única razón por la que lo toleraba era mi gratitud eterna.
Pero tenía miedo de abandonarles, aún sabiendo que nunca podría pagarles, hiciera lo que hiciera. Además de sentir que yo debería sentirme agradecido para el resto de mi vida, estaba también el miedo de cómo me verían los demás si yo pusiera un final abrupto a esa gratitud eterna. Me daba miedo lo que pensaría el resto de la familia. Qué desagradecido parecería yo si un día dijera: “¿sabéis?, yo estoy siempre muy agradecido a vosotros y por todo lo que habéis hecho por mí, y siempre lo estaré, pero nunca podré pagároslo y tengo que dejar de intentarlo. Esa parte de mi vida se ha terminado y ya no me siento ni alegre ni interesado (ni obligado por la gratitud) en seguir el camino que parece que tomáis en este momento”.
¿Qué pensarían mis hijos?, ¿pondría en peligro mi identidad como padre si llegasen a ver con malos ojos mi comportamiento con su madrastra?
Temía también perder la madre que siempre había deseado y encontrado tan recientemente, y el nuevo hermano al que había llegado a querer mucho. Esas capas de identidad habían enjugado años de mi infancia deficiente, y me eran muy valiosas.
Finalmente, y lo más importante, temía que esa fuera la última oportunidad que tendría de sacar a mi ex mujer fuera de la sala de cine y llevarla a su crisálida, que era el “regalo” que trataba de darle. Aún la quería y me preocupaba, deseaba que encontrase su camino lejos del drama y el conflicto, el dolor y el sufrimiento, del estado de sueño que estaba tan claro que aún experimentaba ella como Humano-Adulto. Por supuesto que a mi ego le encantaba eso, sintiéndose seguro en su existencia mientras yo me sintiese responsable de ella y me concentrase en su evolución espiritual en lugar de la mía.
El desapego no siempre tiene que ver sólo con las cosas que no queremos o que no nos gustan, sino también con las cosas que queremos y amamos
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Tuve que abandonar los apegos a todo esto, los apegos a todos los miedos que habían creado capa sobre capa de mi ego y habían formado la falsa creencia de lo que yo creía que era: instructor, amigo, padre, hermano, hijo. Esos eran sólo “personajes” que yo interpreté, ninguno de los cuales eran en absoluto quien yo soy realmente, de hecho son todos los que yo no soy.
El hecho es que cada juicio que hice alguna vez en mi vida me había apegado a esa experiencia y había formado otra capa de mi ego, definiendo quien yo creía que era. Toda creencia que adopté como resultado de esos juicios ha sido falsa, justificando y solidificando mi ego. Toda opinión basada en esas creencias falsas resultaba un error cuando se la veía desde una nueva perspectiva de lo cierto.
Esa es la razón de que nuestro Yo Infinito nos dé la oportunidad de revisar, o revivir, aquellas experiencias cuando estamos en nuestra crisálida, para dejar esos juicios, prejuicios, creencias y opiniones, para que miremos de frente a los miedos y romper con los apegos que han formado las capas falsas de identidad del ego.
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Podrías decir, “todo eso está muy bien, para algo tan insignificante como un pequeño malestar emocional sobre el vehículo mal aparcado de Betty, o una discusión con tu ex mujer, para los pequeños dramas y conflictos de la vida, pero ¿qué pasa con el malestar auténtico? ¿Qué hay del abuso físico?, ¿qué de la violación, la violencia doméstica, el divorcio, el abuso de menores, la guerra, la pobreza, el hambre, la depresión, la enfermedad grave y las experiencias ciertamente difíciles del dolor y sufrimiento verdaderos?”
La gravedad del malestar no importa. Independientemente del contenido del holograma, el proceso es exactamente el mismo. Nada de ello es real, sea cual sea la intensidad, ya sea un corte pequeño en el dedo o un accidente casi mortal. Sólo parece real (se siente y se ve real). Cuanto mayor sea el dolor emocional o físico, tanto más real se hace, lo que significa que tanto más poder le hemos otorgado.
Por eso sugiero empezar por el Proceso de Robert para quitar la “tensión” y la “realidad” de la situación y entonces trabajar en la autolisis espiritual de Jed. Siempre recordándote que la experiencia ha sido creada por tu Yo Infinito para mostrarte dónde has otorgado poder, para darte la oportunidad de cambiar la forma en que reaccionas y respondes y decidas entonces si quieres seguir viviendo con los miedos y las capas de falsas identidades del ego.
Sí, podría llevar un poco más de tiempo procesar los sentimientos de malestar más extremos, pero el Proceso mismo no cambia. Podría significar que tú “recuperases” algo de poder la primera vez a través del Proceso, pero que aún quede mucho, para que vuelvas y lo recojas a través de la experiencia la próxima vez, o la tercera, o la trescientas. Lo “bueno” es que cada vez que pones en marcha el Proceso en una situación en concreto y apagas algo del poder asociado a ella, ese poder es menos fuerte y, por lo tanto, la cosa es un poco más fácil la vez siguiente.
Al final, al cabo de un par de años harás todo esto con facilidad y entusiasmo, agradeciendo las experiencias de malestar (si es que aparecen) como una oportunidad de situar y asimilar los últimos restos de juicio y miedo, de vivir más como un “testigo” de tu propia vida.
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En el tercer libro de su Trilogía de la Iluminación, llamado Contienda Espiritual, Jed menciona eso de ser “testigo” en una conversación con Maggie, una alumna adolescente…
En definitiva, la única práctica espiritual es la observación, ver las cosas de la forma que realmente son. Eso es la Autolisis Espiritual: una herramienta para ayudarnos a hacer eso, ver más claro, a usar nuestros cerebros lo mejor que podamos. Al ser testigo, uno quiere dar un paso atrás desde uno mismo de manera que no sólo esté uno viviendo su vida, sino también observándola. No en una reflexión, como en un diario personal, sino que se hace según sucede, en tiempo real. Como ahora mismo: estoy sentado aquí, hablando contigo, pero también estoy en ese modo testigo del observador imparcial. No estoy sólo como personaje, también soy miembro del público. Soy consciente de que estoy actuando en un escenario y también, en cierto modo de una manera desinteresada, estoy supervisando mi actuación.
Ella parece confundida, pero deseosa.
¿Cómo hago eso? pregunta.
Bueno, en cierta forma ya lo estás haciendo, salvo que tu testigo está un tanto fuera de foco. Ella está aburrida, hambrienta, irritada y ahogada. Tú quieres que se concentre, que se siente y que preste atención.
¿Ella?, ¿quién es ella?
La vocecita al fondo de tu mente. ¿Sabes cómo es cuando estás aburrida y en el fondo de tu mente estás pensando en algo distinto? No estás completamente presente, tu mente está en algún otro sitio; divagando, soñando despierta… Soñar despierto es una buena expresión, porque sugiere que estamos dormidos cuando estamos despiertos, lo que es exactamente la idea. Queremos traspasar nuestra conciencia primaria del personaje que interpretamos al actor que lo interpreta. Queremos acentuar esa diferencia para ayudarnos a dejar de mezclar el personaje que interpretamos con el actor que lo interpreta. Queremos instalarnos principalmente en el actor, más que en el personaje que interpreta. ¿Tiene sentido?
No lo sé. Quieres decir, ¿como estar consciente de uno mismo todo el rato?
Si, pero en un sentido imparcial, no en un sentido crítico. Cuando tienes voces internas que mantienen conversaciones imaginarias o se preocupan por si te has puesto la camisa equivocada, eso también son elementos del personaje. El actor puede simplemente recostarse y mirar todo eso. De esa manera puedes observarte a ti misma justo como observas a cualquier otro, pero con una vista mejor.
Creo que no puedo hacer eso.
Por supuesto que puedes, sólo que suena raro.