Los Amantes de Teruel - Drama Refundido en Cuatro Actos en Verso y Prosa by Juan Eugenio Hartzenbusch - HTML preview

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.)

ESCENA IX

ISABEL, y después TERESA

ISABEL. ¿Qué es lo que oí? No lo he comprendido,no quiero comprender ese misterio horrible: sólo entiendoque de infeliz he pasado a más. (

Sale Teresa

.)

TERESA. Señora, un joven extranjero ha llegado a 560casa pidiendo que se le dejara descansar un rato….

ISABEL. Recíbele … déjame.

TERESA. Ya se le recibió, y le han agasajado con vinoy magras; por señas que nada de ello ha probado, comosi fuera moro o judío. Aparte de esto, es muy lindo 563muchacho: he trabado conversación con él, y dice queviene de Palestina.

ISABEL. ¿De Palestina?

TERESA. Yo me acordé al punto del pobre don Diego.

—Como os figuráis que debe estar por allá…. 570

ISABEL. Sí. Llámale pronto. (

Vase Teresa

.) ¡Virgenpiadosa! ¡Que haya sido sueño lo que pienso que oí!¡Oh! Pensemos en el que viene de Palestina.

ESCENA X

ZULIMA, en traje de noble aragonés, TERESA.—ISABEL

ZULIMA. El cielo os guarde.

ISABEL. Y a vos también.

ZULIMA (

aparte

.) Mi rival es ésta.

ISABEL. Mejor podéis descansar 575 en esta sala que fuera.

TERESA. Este mancebo, señora, viene de lejanas tierras, de Jerusalem, de Jope, de Belén … y de Judea. 580

ISABEL. ¿Cierto?

ZULIMA. Sí.

TERESA. Y ha conocido

allá gente aragonesa.

ZULIMA. Un caballero traté

de Teruel.

ISABEL. ¿Cuál? ¿Quién? ¿Quién era?

¿Su nombre?

ZULIMA. Diego Marsilla. 585

ISABEL. ¡Os trajo Dios a mi puerta!—

¿Dónde le dejáis?

TERESA. Entonces,

¿era ya rico?

ZULIMA. Una herencia cuantiosa le dejaron allí.

ISABEL. Pero ¿dónde queda? 590

ZULIMA. Hace poco era cautivo del Rey moro de Valencia.

ISABEL. ¡Cautivo! ¡Infeliz!

ZULIMA. No tanto.

La esposa del Rey, la bella

Zulima, le amó.

ISABEL. ¿Le amó? 595

ZULIMA. ¡Sí! ¡mucho!

TERESA. ¡Qué desvergüenza!

ISABEL. Y ¿qué? ¿ No viene por eso

Marsilla donde le esperan?

TERESA. ¿Se ha vuelto moro quizá?

ZULIMA (

aparte

). Ya que padecí, padezca. 600

Finjamos.

ISABEL. Hablad.

ZULIMA. No es fácil resistir a una princesa hermosa y amante: al fin Marsilla, para con ella, era un miserable.

TERESA. Pero

vamos, acabad…. 605

ISABEL (

aparte

.) Apenas

vivo.

ZULIMA. El Rey llegó a saber lo que pasaba; la Reina pudo escapar, protegida por un bandido, cabeza 610 de la cuadrilla temible que hoy anda por aquí cerca; y Marsilla….

ISABEL. ¿Qué?

ZULIMA. Rogad

a Dios que le favorezca.

ISABEL. ¡Ha muerto! ¡Jesús, valedme! 615

(

Desmáyase

.)

TERESA. ¡Isabel! ¡Isabel!—¡Buena

la habéis hecho!

ZULIMA. (

aparte

.) Sabe amar

esta cristiana de veras;

yo sé más, yo sé vengarme.

TERESA. ¡Señora!—¡Paula! ¡Jimena! 620

(

A Zulima

.)

Buscad agua, llamad gente.

ZULIMA (

aparte

.)

Salgamos.—Con esta nueva,

se casará. (

Vase

.)

TERESA. ¡Dios confunda la boca ruin que nos cuenta noticia tan triste!… Pero 625 un prójimo que no prueba cerdo ni vino, ¿qué puede dar de sí?

(

Salen dos criadas que traen agua

.)

Pronto aquí, lerdas. ¿Dónde estabais? A ver: dadme el agua.

ISABEL. ¡Ay, Dios! ¡Ay, Teresa! 630

ESCENA XI

MARGARITA.—ISABEL, TERESA, CRIADAS

MARGARITA. ¿Qué sucede?

ISABEL. ¡Ay, madre mía!

Ya no es posible que venga.

Murió.

MARGARITA. ¿Quién? ¿Marsilla?

TERESA. ¿Quién

ha de ser?

ISABEL. Y ha muerto en pena

de serme infiel.

TERESA. Una mora, 635 que dicen que no era fea, la esposa del reyezuelo valenciano, buena pieza sin duda, nos le quitó.

ISABEL. ¡En esto paran aquellas 640 ilusiones de ventura que alimentaba risueña! Conmigo nacieron ¡ay!… se van, y el alma se llevan. Ese infausto mensajero, 645 ¿dónde está? Dile que vuelva.

MARGARITA. Sí: yo le preguntaré….

TERESA. Pues como nos dé respuestas por el estilo…. Seguidme.

(

Vanse Teresa y las criadas

.)

ESCENA XII

MARGARITA, ISABEL

ISABEL. ¿Quién figurarse pudiera 650 que me olvidara Marsilla? ¡Qué sonrojo! ¡Qué vileza! Pero ¿cómo ha sido, cómo fué que no lo presintiera mi corazón?

No es verdad: 655 imposible que lo sea. Se engañó, si lo creyó, la sultana de Valencia. Soló por volar a mí, quebrantando sus cadenas, 660

dejó soñar a la mora con esa falaz idea. Mártir de mi amor ha sido, que desde el cielo en que reina, de su martirio me pide 665 la debida recompensa. Yo se la daré leal, yo defenderé mi diestra: viuda del primer amor he de bajar a la huesa.

670 Llorar libremente quiero lo que de vivir me resta, sin que pueda hacer ninguno de mis lágrimas ofensa. No he de ser esposa yo 675 de Azagra: primero muerta.

MARGARITA. ¿Tendrás valor para?…

ISABEL. Sí, mi desgracia me le presta.

MARGARITA. ¿Y si te manda tu padre?…

ISABEL. Diré que no.

MARGARITA. Si te ruega…. 680

ISABEL. No.

MARGARITA. Si amenaza….

ISABEL. Mil veces no. Podrán en hora buena, de los cabellos asida, arrastrarme hasta la iglesia, podrán maltratar mi cuerpo, 685 cubrirle de áspera jerga, emparedarme en un claustro, donde lentamente muera: todo esto podrán, sí; pero lograr que diga mi lengua 690 un sí perjuro, no.

MARGARITA. Bien, bien. Tu valor … me consuela.

(

Aparte

. Nada oyó: más vale así. La culpa, no la inocencia debe padecer.) Ten siempre 695 esa misma fortaleza, y no te dejes vencer, suceda lo que suceda.

Matrimonio sin cariño crímenes tal vez engendra. 700 Yo sé de alguna infeliz que dió su mano violenta… y … después de larga lucha … desmintió su vida honesta. Muchos años lleva ya 705 de dolor y penitencia… Y

al fin le toca morir, de oprobrio justo cubierta.

ISABEL. ¡Ah, madre! ¿Qué dije yo? Me olvidé, con esa nueva, 710 de otra desdicha tan grande que a mi desdicha supera.

MARGARITA. ¡No te cases, Isabel!

ISABEL. Sí, madre: mi vida es vuestra: dárosla me manda Dios, 715 lo manda naturaleza.

MARGARITA. ¡Hija!

ISABEL. Por fortuna mía, Marsilla al morir me deja el corazón sin amor y sin lugar donde prenda. 720 Por más fortuna, Marsilla de mí se olvidó en la ausencia, y puso en otra mujer el amor que me debiera. Por dicha mayor, Azagra 725 es de condición soberbia, celoso, iracundo: así mis lágrimas y querellas insufribles le serán; querrá que yo las contenga; 730 no podré, se irritará, y me matará.

MARGARITA. ¡Me aterras,

hija, me matas a mí!

ISABEL. Tengo yo cartas que lea:

puede encontrármelas.

MARGARITA. ¡Oh! 735

Si como las tuyas fueran

otras….

ISABEL. Y tengo un retrato en esta joya. (

Saca un relicario

.) ¿Son ésas sus facciones? Pues sabed que, sin estudio ni regla, 740 de amor guiada la mano, al primer ensayo diestra, yo supe dar a ese rostro semejanza tan perfecta. Me sirvió para suplir 745 de Marsilla la presencia; no le necesito ya: más vale que no le vea. ¡Ah! dejadme que le bese una vez … la última es ésta. 750 Tomad. ¿Veis? el sacrificio consumo, y estoy serena, tranquila … como la tumba. Imitad vos mi entereza, mi calma … y no me digáis 755 una palabra siquiera. De mí vuestra fama pende: la conservaréis ilesa. Yo me casaré: no importa, no importa lo que me cuesta. (

Vase

.) 760

ESCENA XIII

MARGARITA

MARGARITA. Y ¿debo yo consentir

que la inocente Isabel,

por mi egoísmo cruel,

se ofrezca más que a morir?

Pero ¿cómo he de sufrir 765

que, perdida mi opinión,

me llame todo Aragón

hipócrita y vil mujer?

Mala madre me hace ser

mi buena reputación.

A todo me resignara

con ánimo ya contrito,

si al saberse mi delito,

yo sola me deshonrara.

Pero a mi esposo manchara 775

con ignominia mayor.

¡Hija infeliz en amor!

¡Hija desdichada mía!

Perdona la tiranía

de las leyes del honor. 780

ACTO TERCERO

Retrete o gabinete de Isabel. Dos puertas.

ESCENA PRIMERA

ISABEL, TERESA

Aparece ISABEL, ricamente vestida, sentada en un sillón junto a unamesa, sobre la cual hay un espejo de mano, hecho de metal. TERESAestá acabando de adornar a su ama.

TERESA. ¿Qué os parece el tocado? Nada, ni meoye. Que os miréis os digo; tomad el espejo. (

Se le daa Isabel, que maquinalmente le toma, y deja caer la mano sinmirarse

.) A esotra puerta. Miren ¡qué trazas éstas denovia!—Ved ¡qué preciosa gargantilla voy a poneros!

5(

Isabel inclina la cabeza

.) Pero alzad la cabeza, Isabel.Si esto es amortajar a un difunto.

ISABEL. ¡Marsilla!

TERESA. (

Aparte.

Dios le haya perdonado.) Ea, seconcluyó. Bien estáis. Ello, sí, me habéis hecho perder 10la paciencia treinta veces.

ISABEL. ¡Madre mía!

TERESA. Si echáis menos a mi señora, ya os he dichoque no está en casa, porque para ella, la caridad es antesque todo. El juez de este año, Domingo Celladas, tenía 15un hijo en tierra de infieles: Jaime, ya le conocéis. Hoy,sin que hubiese noticia de que viniera, se le han encontradoen el camino de Valencia unos mercaderes, herido ysin conocimiento. Por un rastro de sangre que iba a parara un hoyo, se ha comprendido que debieron echarle 20dentro; y se cree que hasta poder salir, habrá estado enel hoyo quizá más de un día, porque las heridas no sonrecientes. Vuestra madre ha sido llamada para asistirle;me ha encargado que os aderece; os he puesto hecha unaimagen; y ni siquiera he logrado que deis una mirada al 25vestido, para ver si os gusta.

ISABEL. Sí: es el último.

TERESA. ¡El dulcísimo nombre de Jesús! No loquiera Dios, Isabelita de mi alma: no lo querrá Dios;antes os hará tan dichosa como vos merecéis. Pero 30salid de ese abatimiento: mirad que ya van a venirlos convidados a la boda, y es menester no darles que decir.

ISABEL (

con sobresalto

). ¿Qué hora es ya?

TERESA. No tardarán en tocar a vísperas ahí al lado,en San Pedro. Es la hora en que salió de Teruel don 35Diego; y hasta que pase, mi señor no se considera librede su promesa.

ISABEL. Sí, a esa hora, a esa hora misma partió …para nunca volver. En este aposento, allí, delante de esebalcón estaba yo, llorando sobre mi labor, como ahora 40sobre mis galas. Continuamente miraba a la calle pordonde había de pasar, para verle; ahora no miro: nole veré. Por allí vino, dirigiendo el fogoso alazán, enseñadoa parase bajo mis balcones. Por allí vino, vestidala cota, la lanza en la mano, al brazo la banda, último don 45de mi cariño. «Hasta la dicha o hasta la tumba,» me dijo.«Tuya o muerta,» le dije yo; y caí sin aliento en el balcónmismo, tendidas las manos hacia la mitad de mi alma quese ausentaba.—

¡Suya o muerta! Y voy a dar la mano aRodrigo. ¡Bien cumplo mi palabra! 50

TERESA. Hija mía, desechad esas ideas. Yo ¿quéos he de decir para consolaros? Que os he visto nacer,que habéis jugado en mis brazos y en mis rodillas … yque diera yo porque recobraseis la paz del alma y fueraisfeliz ¡ay!, diera yo todos los días que me faltan que vivir, 55menos uno para verlo.

ISABEL. ¿Feliz, Teresa? Con este vestido, ¿cómohe de ser feliz? ¡Pesa tanto, me ahoga tanto!…Quítamele, Teresa. (

Levantándose

.)

TERESA. Señora, que viene don Rodrigo. 60

ISABEL. ¡Don Rodrigo! Busca pronto a mi madre.(

Vase Teresa

.)

ESCENA II

DON RODRIGO.—ISABEL

RODRIGO. Mis ojos por fin os ven a solas, ángel hermoso. Siempre un amargo desdén y un recato rigoroso 65 me han privado de este bien. —Trémula estáis: ocupad la silla.

ISABEL. ¡Ante mi señor!

RODRIGO. Esclavo diréis mejor. Soberana es la beldad 70 en el reino del amor.

ISABEL. ¡Mentida soberanía!

RODRIGO. De mi rendimiento fiel, que dudarais no creía. ¡Si a conocer, Isabel, 75 llegaseis el alma mía!…

ISABEL. ¿Para qué? Señas ha dado que indican su índole bella.

RODRIGO. Mi destino desastrado sólo mostrar me ha dejado 80 lo deforme que hay en ella. Un Azagra conocéis orgulloso y vengativo; y otro por fin hallaréis que en vuestro rigor esquivo 85 figuraros no podéis. El Azagra que os adora, el Azagra para vos, aun no le visteis, señora; y nos conviene a los dos 90

una explicación ahora.

ISABEL. Mis padres pueden mandar, yo tengo que obedecer, nada pretendo saber: hiciera bien en callar 95 quien ha logrado vencer.

RODRIGO. El vencedor, que aparece lleno ante vos de amargura, manifestaros ofrece que sabe lo que merece 100 doña Isabel de Segura. Os ví, y en vos admiré virtud y belleza rara: digno de vos me juzgué, y uniros a mí juré, 105

costara lo que costara. Maldición más espantosa no pudo echarme jamás una lengua venenosa que decir: no lograrás 110 hacer a Isabel tu esposa. Lid iaré, si es necesario, por ella con todo el orbe, clamaba yo de ordinario. ¡Infeliz el que me estorbe, 115 competidor o contrario! En mi celoso furor cabe hasta lo que denigre mi calidad y mi honor. Amo con ira de tigre … 120 porque es muy grande mi amor. —No el vuestro, tan delicado, me pintéis para mi mengua: quizá no lo haya expresado en seis años vuestra lengua, 125 sin que me lo hayan contado. Cuantas cartas escribió Marsilla ausente, leí: él su retrato no vió, yo sí: junto a vos aquí 130 siempre tuve un guarda yo. Ha sido mi ocupación observaros noche y día; y abandonaba a Monzón siempre que lo permitía 135 la marcial obligación. Viéndoos al balcón sentada por las noches a la luna, mi fatiga era pagada: jamás fué mujer ninguna 140 de amante más respetada.

Para romper mis prisiones, para defectos hallaros, fueron mis indagaciones; y siempre para adoraros 145 encontré nuevas razones. Seducido el pensamiento de lisonjeros engaños, un favorable momento espero hace ya seis años, 150

y aun llegado no lo cuento. Pero, por dicha, quizá no deba estar muy distante.

ISABEL. ¡Qué! ¿Pensáis que cesará mi pasión, muerto mi amante? 155 No, lo que yo vivirá.

RODRIGO. Pues bien, amad, Isabel, y decidlo sin reparo; que con ese amor tan fiel, aunque a mí me cueste caro, 160 nunca me hallaréis cruel. Mas si ese afecto amoroso, cuya expresión no limito, mantener os es forzoso, yo, mi bien, yo necesito 165 el nombre de vuestro esposo. No más que el nombre, y concluyo de desear y pedir: todas mis dichas incluyo en la dicha de decir: 170 «Me tienen por dueño suyo.» Separada habitación, distinto lecho tendréis…. ¿Queréis más separación? Vos en Teruel viviréis, 175 yo en la corte de Aragón. ¿T eméis que la soledad bajo mi techo os consuma? Vuestros padres os llevad con vos: mudaréis en suma 180 de casa y de vecindad. Nunca sin vuestra licencia veré esos divinos ojos…. ¡Ay!

dádmela con frecuencia. Si os oprimen los enojos, 185 hablad, y mi diligencia ya un festín, ya una batida, ya un torneo dispondrá. Si lloráis…. ¡Prenda querida! cuando lloréis, ¿qué os dirá 190 quien no ha llorado en su vida?

Míseros ambos, hacer con la indulgencia podemos menor nuestro padecer. Ahora, aunque nos casemos, 195 ¿me podréis aborrecer?

ISABEL. ¡Don Rodrigo! ¡Don Rodrigo! (

Sollozando

.)

RODRIGO. ¿Lloráis? ¿Es porque me muestro digno de ser vuestro amigo? ¿No sufrí del odio vuestro 200 bastante el duro castigo?

ISABEL. ¡Oh! no, no: mi corazón palpitar de odio no sabe.

RODRIGO. Ni al mirar vuestra aflicción hay fuerza en mí que no acabe 205

rindiéndose a discreción. Es ya el caso de manera que el infausto desposorio viene a ser obligatorio para ambos: lo demás fuera 210 dar escándalo notorio. Pero el amor que os consagro, se ha vuelto a vos tan propicio, que si Dios en su alto juicio quiere obrar hoy un milagro … 215 contad con un sacrificio. Ayer, si resucitara mi aciago rival Marsilla, sin compasión le matara, y sin limpiar la cuchilla, 220 corriera con vos al ara. Hoy, resucitado o no, si antes que me deis el sí, viene …

que triunfe de mí.

ISABEL. ¡Vos, sí que triunfáis así 225

de esta débil mujer!

(

El llanto le ahoga la voz por unos instantes; luego, al ver adon Pedro y a los que le acompañan, se contiene, exclamando

:)

¡Oh!

ESCENA III

DON PEDRO, DON MARTÍN, DAMAS, CABALLEROS, PAJES.—

ISABEL, DON RODRIGO. Después, TERESA

PEDRO. Hijos, el sacerdote que ha de bendecir vuestraunión, ya nos está esperando en la iglesia.

Tanto misdeudos como los de Azagra me instan a que apresure laceremonia; pero aun no ha fenecido el plazo que otorgué 230a don Diego. Al toque de vísperas de un domingo, salióde su patria el malogrado joven, seis años y siete díashace: hasta que suene aquella señal en mi oído, no tengolibertad para disponer de mi hija. (

A don Martín.

)Porque veáis de qué modo cumplo mi promesa, os he rogado 235que vinierais aquí.

MARTÍN. ¡Inútil escrupulosidad! No os detengáis.

No romperá mi hijo el seno de la tierra para reconveniros.

ISABEL (

aparte

). ¡Infeliz!

PEDRO. Fiel a lo que juré me verá desde el túmulo, 240cual me hallaría viviendo. (

Sale Teresa

.)

RODRIGO. Isabel deseará la compañía de su madre:pudiéramos pasar por casa del Juez….

TERESA. Ahora empezaba el herido a volver en suconocimiento. Si antes de vísperas no se halla mi señora 245en la iglesia, es señal de que no puede asistir a los desposorios:esto me ha dicho.

PEDRO. La esperaremos en el templo. (

A