ondulación arruga,
¡ay de mí! todo ese
vasto desierto de
cristal;
ninguna ola indica
que los vientos
puedan
existir sobre otros
mares lejanos y
más
felices;
ninguna
ola,
ninguna ola deja
suponer que han
existido
vientos
sobre mares menos
horrorosamente
serenos.
——
Pero, he ahí que un
estremecimiento
agita
el aire. Una onda,
un movimiento se
ha
producido,
allá abajo. Se diría
que las torres se
han
bamboleado y se
hunden,
dulcemente, en la
onda
taciturna,
como si las cimas
hubieran
producido
un
ligero vacío en el
cielo
brumoso.
Entonces las ondas
tienen una luz más
roja,
las
horas
transcurren sordas
y
lánguidas.
Y
cuando en medio
de gemidos que no
tengan
nada de terrestres,
esta ciudad sea
engullida
por
fin
y
profundamente
fijada bajo la mar,
todavía,
levantándose sobre
sus mil tronos, el
Infierno le rendirá
homenaje.
1845.
LA DURMIENTE
——
En el mes de
Junio,
a
media
noche
me
encuentro
bajo
la
mística
luna. Un oscuro
vapor
de
opio y de rocío se
exhala de su halo
de
oro,
y
dulcemente,
filtrando por la
cumbre
tranquila
de
la
montaña,
resbala perezosa y
armoniosamente
por
el
valle
universal.
El
romero
se
adormece sobre la
tumba, el lis se
inclina
hacia
la
onda.
Envolviéndose en
la
bruma
se
hunde
en
el
reposo. Ved, como
parecido
al
Leteo,
el
lago
parece
adormecerse
a
sabiendas
y por nada del
mundo
quisiera
despertar.
Toda
belleza
duerme.
Y
ved
donde reposa—su
ventana abierta a
los cielos,—Irene,
con
sus
destinos.
——
¡Oh
brillante
princesa! ¿por qué
dejar
esa
ventana abierta a
la
noche?
Los
espíritus
juguetones,
desde lo alto de los
árboles se filtran
a través de la
persiana. Los seres
incorpóreos,
turba de magos,
revolotean a través
de
la
cámara
y hacen flotar las
cortinas del dosel,
tan
fantásticamente,
tan
tímidamente,
por
encima
de
tu
párpado
cerrado
y
franjeado,—bajo el
cual
se esconde tu alma
adormecida—que
sobre
el piso, al pie del
muro, sus sombras
se
levantan
y descienden como
una
ronda
de
fantasmas.
——
Querida niña, ¿no
tienes miedo? ¿Por
qué,
y con qué sueñas?
Has
venido,
ciertamente,
de
mares
muy
lejanos; ¿no eres
una maravilla para
los árboles de ese
jardín? Extraña es
tu
palidez,
extraño tu vestido,
extraña sobre todo,
la
longitud
de tus
cabellos, y todo
este
silencio
solemne.
——
¡Ella duerme! ¡Oh!
puede
que
su
sueño
sea
tan profundo como
durable!; ¡que el
cielo
la
tenga en su santa
guardia! ¡Que esta
cámara
sea
transformada
en
una
más
melancólica y yo
rogaré a Dios que
la deje dormir para
siempre,
los ojos cerrados,
mientras que a su
alrededor
errarán
los
fantasmas
de
oscuros velos!
——
Mi
amor:
¡ella
duerme! ¡Que su
sueño
eterno
pueda
ser
profundo! ¡Que los
gusanos
se
deslicen
dulcemente a su
alrededor! ¡Que en
el
fondo
del bosque viejo y
sombrío,
alguna
gran
tumba
pueda
abrirse para ella,
alguna
gran
tumba que haya
cerrado otras veces
como
alas
sus
negros
«panneaux»
triunfantes,
por
encima
de los estandartes
funerarios
bordados
con
las armas de su
ilustre familia;—
alguna
tumba
lejana y aislada
contra la portada
de
la
cual
ella haya en su
infancia
lanzado
tantas
piedras
ociosas;—algún
sepulcro
cuya
puerta
sonora
no
le
devuelva
jamás nuevos ecos,
a
ella,
pobre
hija del pecado,
que en otro tiempo
se
estremecía
al pensamiento de
que
fueran
los
muertos
quienes
le
respondiesen
gimiendo!
1845.
BALADA NUPCIAL
——
El anillo está en mi
dedo y la corona
sobre
mi frente; he aquí
que poseo rasos y
joyas
en
abundancia, y en el
presente
instante
soy feliz.
——
Y mi Señor me
ama bien; pero la
primera
vez
que pronunció su
voto
sentí
estremecerse
mi
pecho, porque sus
palabras
sonaron
como
un
toque de agonía y
su voz se parecía a
la
de
aquel
que cayó durante
la batalla en el
fondo del valle,
y que es dichoso
ahora.
——
Pero
habló
de
modo
de
tranquilizarme
y
besó
mi
frente
pálida.
Entonces
un
delirio
vino
y me transportó en
espíritu
al
cementerio.
Y
pensando que mi
Señor
era
el
difunto
Elormie,
suspiré por él que
estaba delante de
mi:
¡oh
yo
soy
dichosa
ahora!
——
Así
fueron
pronunciadas
las
palabras,
y
así
fué empeñado el
juramento.
Y
aunque
mi
fe
se haya apagado, y
aunque mi corazón
llegue
a quebrarse, he ahí
la dorada prenda
que
prueba
que soy dichosa
siempre.
——
¡Quiera Dios que
pueda
despertar!
Porque
sueño no sé cómo.
Y mi alma se agita
dolorosamente
en el temor de
haber hecho mal,
en
el temor de llegar a
saber
que
el
muerto
abandonado
no es feliz ahora.
1845.
EL COLISEO
——
¡Símbolo
de
la
Roma
antigua!
¡Suntuoso relicario
de
sublimes
contemplaciones
legadas
al
tiempo
por
difuntos siglos de
pompa
y
de
poderío!!
Al fin, después de
tantos
días
de
fatigante
peregrinaje y de
ardiente sed,—sed
de
corrientes
de la ciencia que
yace en ti,—yo,
hombre
transformado, me
arrodillo
humildemente
entre
tus sombras y bebo
del fondo mismo
de
mi
alma tu grandeza,
tu tristeza y tu
gloria.
——
¡Inmensidad,
y
edad, y recuerdos
de
antes!
Silencio
y
desolación
y
profunda
noche!
Os
percibo ahora y os
siento
en
toda
vuestra
fuerza.
¡Oh
sortilegios
más eficaces que
aquellos
que
el rey de Judea
enseñó
en
los
jardines
de
Gethsemaní!
¡Oh encantos más
poderosos que los
que
la
Caldea
encantada arrancó
jamás
a
las
tranquilas
estrellas!
——
Aquí, en donde
cayó un héroe, cae
una
columna!
Aquí, en donde el
águila
teatral
brillaba,
cubierta de oro, el
oscuro murciélago
hace su aquelarre
de media noche.
Aquí,
en
donde la cabellera
dorada
de
las
damas
romanas
flotaba al viento,
se balancean ahora
el
cardo y la caña.
Aquí, en donde el
monarca
se inclinaba sobre
su trono de oro, el
ágil
y
silencioso lagarto
se desliza como un
espectro
hacia su casa de
mármol, al pálido
resplandor
del creciente lunar.
——
Pero, oíd. Esos
muros,
esas
arcadas revestidas
de
hiedra,
esos
zócalos musgosos,
esas
columnas
ennegrecidas, esos
vagos
relieves,
esos
frisos
ruinosos,
esas cornisas rotas,
ese
naufragio,
esa
ruina,
esas
piedras grises, ¡ay!
¿es
esto todo lo que
queda de famoso y
de
colosal?
¿es esto todo lo
que
las
horas
corrosivas
han
perdonado, todo lo
que ellos nos han
dejado
al
Destino y a mi?
——
«No.
No
es
todo,—me
responden
los
ecos,—no
es
todo.
Voces
fuertes y proféticas
se
levantan
para siempre en
nosotros y en toda
ruina
a la intención de
los
sabios,
parecidas
a
los
himnos
de
Memnon al Sol!
Reinamos en los
corazones de los
hombres
más
poderosos;
reinamos
con
despótico
imperio
sobre
todas
las
almas gigantes. No
somos impotentes
nosotras,
pálidas
piedras.
Todo
nuestro
poderío
no
ha
desaparecido,—ni
toda
nuestra
gloria,—ni
todo el prestigio de
nuestro
alto
renombre,
ni
todo
lo
maravilloso
que
nos circunda, ni
todos los misterios
que
moran
en
nosotros,—ni
todos los recuerdos
que se prenden en
nuestros
flancos como un
vestido,
envolviéndonos
con un manto que
es más que la
gloria!
1833.
EL GUSANO VENCEDOR
——
¡Ved!; es noche de
gala
en
estos
últimos
años
solitarios.
Una multitud de
ángeles
alados,
adornados
con
velos y anegados
en
lágrimas,
se halla reunida en
un
teatro
para
contemplar
un
drama
de
esperanzas y de
temores mientras
la orquesta suspira
por intervalos la
música
de
las esferas.
——
Actores creados a
la
imagen
del
Altísimo,
murmuran en voz
baja y saltan de un
lado
al
otro;
pobres
fantoches que van
y vienen a órdenes
de vastas creaturas
informes
que
cambian
la decoración a su
capricho,
sacudiendo con sus
alas de cóndor a la
invisible desgracia.
——
Este
drama
abigarrado—estad
seguro
que
no
será
olvidado,—con su
fantasma
perseguido
siempre por una
muchedumbre que
no
puede
atraparlo, en un
círculo que gira
siempre
sobre
sí mismo y vuelve
sin cesar al mismo
punto;
ese drama en el
cual
forman
el
alma de la intriga
mucha locura y
todavía
más
pecado y horror!....
——
Pero ved, a través
de la bulla de los
actores
como una forma
rampante hace su
entrada!
Una
cosa
roja,
color
sanguinolento
viene
retorciéndose
de la parte solitaria
de
la
escena.
¡Cómo se retuerce!
Con
mortales
angustias
los
actores
constituyen
su
presa,
y
los
ángeles
sollozan
viendo
esas mandibulas de
gusano
teñirse en sangre
humana.
——
Todas las luces se
apagan,
todas,
todas.
Sobre cada forma
todavía tiritante, el
telón,
como
un
paño
mortuorio,
desciende con un
ruido
de tempestad. Y
los ángeles, todos
pálidos
y macilentos se
levantan
y
cubriéndose
afirman
que ese drama es
una tragedia que se
llama
«El
Hombre»
de
la
cual el héroe es el
Gusano
Vencedor....!
1838.
A ELENA
——
Elena, tu belleza es
para mí como esas
barcas
niceanas de otro
tiempo que sobre
una
mar
profunda llevaban
dulcemente
al
viajero,
cansado,
hacia
su
ribera
natal.
——
Largo
tiempo
habituado a errar
sobre
mares
desesperados,
tu
cabellera
de
jacinto, tu clásico
perfil, tus cantos
de náyade me han
transportado
al
corazón
de
aquella gloria que
fué
la
Grecia, de aquella
grandeza que fué
Roma.
——
¡Oh! allá abajo, en
la
espléndida
abertura
de esa ventana,
como eres parecida
a
una
estatua,
de pie, tu lámpara
de ágata en la
mano.
¡Oh Psiquis, tu que
me has llegado de
esas
regiones
que son la Tierra
Bendita!....
1831.