Viajes por Filipinas: De Manila á Albay by Juan Álvarez Guerra - HTML preview

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1887

Al Excmo. Sr. D. Germán Gamazo

Dedica este libro como prueba de gratitud y respeto

Juan Álvarez Guerra.

ÍNDICE DE CAPÍTULOS

CAPÍTULO I.

Quietismo.—

Fiebres termométricas.

D. Francisco

.—Una cartay una visita.—Proyectos de viaje.—El

Sorsogon

.—Fisonomíadel capitán.—Cubierta del

Sorsogon

.—Faenas de levar.—Enmarcha.—Bandera de saludo.—Bahía de Manila.—Naig.—Bataan.—

Primeralmuerzo.—Luís.—Monomanía francesa.—Dos mestizas y unfraile.—Razas.—Gustos y aficiones.—

El puerto y la isla

.—Cavitey San Roque.—Enriqueta y Matilde.—Costas de Tayabas.—La oraciónde la tarde.—Francés y bicol.—Fuegos artificiales.—Discreteos.—Elcementerio protestante.—Promesa.—Sueño.—

¡Fondo!—Tierra de Albay.

CAPÍTULO II.

Provincia de Albay.—Situación.—Etimología.—Pueblo de Albay.—Suaspecto.—Casa Real.—La Administración de Hacienda.—El Tribunal.—Lacárcel.—Su mala disposición.—Obras principiadas.—

Principioshumanitarios convertidos en inhumanitarios.—Monumento á Peñaranda.—Laiglesia.—El Gogong y el Ligñion.—La raza bicol.—Estadística.

CAPÍTULO III.

El Mayon

CAPÍTULO IV.

Iraya.—Tabaco.—Sorsogon y Cantanduanes.—De Albay á Daraga.—¿Cagsauaó Daraga?—Culebras domésticas.—Etimologías.—M. Montano y susviajes por Filipinas.—Iglesia y cementerio.—

Pintacasi

de Daraga.—Gustos europeos.—Banqueteschinos.—

La bandala

.—Hospitalidad.—Recuerdos.—Díastristes.—Estadística.—Comparación de razas.—El _patadeon.—

_La líneacurva.—Mercado de Daraga.—Vendedoras de sampaguitas.—Tertulias alaire libre.—La casa de Aramburo.

CAPÍTULO V.

Mejoras.—Transformaciones llevadas á cabo por el canal deSuez.—Seis meses reducidos á treinta días.—Quietismo.—Maresbíblicos.—Orientales civilizaciones.—Nuevos gustos yaficiones.—

Inmigración europea.—Comparaciones.—Notablesvariaciones.—La nipa y el hierro.—Maestrillos yarquitectos.—Sustituciones y copias.—Nivelación de gastos.—La Encarnación

y la

María Fidela

.—Puertos del Pacífico y viejoscontinentes.—Intereses materiales y morales.—Reformas.—

Escuelasmunicipales.—Lengua española.—Resistencia pasiva.—Desconocimientodel valor de las palabras.—Los enemigos del alma.—El discurso deun Gobernadorcillo. Y punto redondo.

CAPÍTULO VI.

Camalig.—Su etimología y situación.—Proximidad alvolcán.—¡1814!—Barrio de Tondol.—

Estadística.—Zonasabacaleras.—El padre Blanco y su Flora.—

Mutatextoria

.—El ramio.—

Urtica-nívea.

—Competenciaimposible.—Comparaciones.—Desconocimientodel abacá.—Exportación en 1885.—

Núcleo deproducción.—Abacá colorado.—Fuerza productiva—Beneficiodel abacá.—Su riqueza.—

Jornaleros.—Cotizaciones yventas.—Márgenes.—Enfardaje.—Setenta y cinco por ciento debeneficio.—Precios del abacá.—El

buntal

, el

nito

y el

cabonegro

.

CAPÍTULO VII.

Guinobatan.—Etimologías.—Situación.—Estadística.—Mauraro.—Catástrofesoriginadas por el volcán.—Eternas amenazas.—La iglesia y la casaparroquial.—El bardo del Mayon.—

Tacay

.—El Padre Luís.—Aguas ynieblas.—El Banao.—El puente de Isabel II.—Destrozos originadospor un tifón.—Un diminuto Galeno.—Los sobanderos.—El mediquilloherborista.—Cómica gravedad.—

Pseudo enterradores.—Recetario.—Sucopia.—Autógrafo inapreciable.—Descanso.

CAPÍTULO VIII.

Ligao.—Su situación.—Etimología.—Historia.—Fundación.—Los librosparroquiales.—Primeras partidas bautismales.—El Padre Crespo.—Lafe y el patriotismo.—Veladas lírico-literarias.—Gramáticabicol-española.—Ideas antitéticas.—Frey PedroPayo.—Estadística.—Oás.—Su etimología.—Su fundación.—

Jurisdicciónde Oás.—Productos y estadística.—Párrocos europeos de laIraya.—Polangui.—Su etimología.—Su fundación.—Estadística.—Camposde Polangui.—Libon.—Etimología, situación, historia, productos,obras y estadística.—Antigüedad de su iglesia—Regreso á la cabecera.

CAPÍTULO IX.

Prestación personal.

CAPÍTULO X.

Legaspi.—Correrías moras.—El comisario Juan.—Un viejo uniforme y unaalma grande.—Cuatrocientas orejas moras.—Estadística.—El Tribunal,la iglesia y la casa parroquial.—La imagen de San Rafael.—

Undeportado de tiempo de Narvaez.—El literato Fernández.—Alguacilesy maitines.—Las leyendas del capuntocan.—Teatro bicol.

CAPÍTULO XI.

Talía á la luz de un juepe.

CAPÍTULO XII.

La cueva de las calaveras.

CAPÍTULO XIII.

Partido de Tabaco.—Libog.—Su etimología—Situación.—Fundación.—Unaantigua iglesia.—Tifones é incendios.—Pirateríasmoriscas.—Canal de Bujatan.—Acumulación de arenas.—Datosestadísticos.—

Ríos.—Productos.—Bacacay.—Su etimología.—Vicisitudesde este pueblo.—Estadística.—Malilipot.—

Significación deesta palabra.—Barrios y estadística.—Productos.—De Malilipotá Tabaco.—Situación de este último.—Su fundación.—El PadreLlorente.—Un reloj de buena marcha y un cementerio modelo.—

Barriosy visitas.—Estadística.—Productos.—Edificios.—Ríos ypuentes.—Puerto de Tabaco.—Malinao.—

Su etimología.—Suadministración parroquial.—Rancherías de negritos.—Estadística.

CAPÍTULO XIV.

Tigbi ó Tiui.—Etimología de estapalabra.—Situación.—Estadística.—Historia.—Rancheríasde monteses.—Sus usos ycostumbres.—Bautizos.—Casamientos.—Inhumaciones.—

Day canamaolang padagoson moan simong lacao

.—El

magnaguram.

—El

dumago

.—El

tolodan

.—El monte

Putianay

.—Maravillasgeológicas.—Solfataras.—Manantiales incrustantes de Maglagbong

—Lago peligroso.—Formaciones silíceas.—Mr. Jagorante los manantiales de Maglagbong

—La solfatara Igabó.—Elcono rojo y el cono blanco.—

Geysers de Islandia

comparadoscon los de

Maglagbong

.—La tierra de las maravillas.—Nombres yapellidos—Confusiones.—El libro de vitácora de Legaspi.—Caracteresfísicos del agua de Tiui.

CAPÍTULO XV.

Los chinos en Filipinas.

CAPÍTULO XVI.

De Tabaco á Calolbon.—Isla de Catanduanes.—Susituación.—Clima, terreno y productos.—Los primerosmisioneros.—Calolbon.—Etimología.—Estadística.—Clero.—Medios paraque se aprendiera el español.—Birac.—Su extraña configuración.—Censocivil y eclesiástico—Formaciones auríferas—

La bandera y la lenguapatria—Bato.—Situación, etimología y estadística.—Puente ybalsa.—

Perecederas

obras.—Viga.—Formas de locomoción.—El granCantilamo.—

Expedicioncita de recreo.

—Los altos plenilunios—Ellintiance bicol.—Etimología.—Estadística.—Payo.—Origen deesta palabra.—Censo tributario.—Bagamanot.—Etimología,situación, estadística y temperatura.—

Ocupaciónde aquellos habitantes.—Pandan.—Origen de estenombre.—Productos.—Estadística.—

Caramoran.—El por qué de estenombre.—Estadística.—Falta de una cifra.

CAPÍTULO XVII.

La cédula y el tributo.

CAPÍTULO XVIII.

Último rincón de la Iraya.—Manantial de Borogborocan.—Quipia.—Suhistoria.—Estadística.—

Donsol.—Situación.—Censo civil yeclesiástico.—Azcune y Melliza.—Un buen astillero.—Músicay escuela.—De Donsol á Pilar.—Límites.—Caserío.—El remediocerca del mal.—Censo tributario.—El Catalina.

—Partido deSorsogon.—Castilla.—Su fundación, y etimología.—Límites yestadística.—

Magallanes.—La

María Rosario

.—Restos de unastillero.—Las armas de Castilla.—Estadística.—Bulan.—Seno deSorsogon.—

Límites.—Productos y censo tributario.—Matnog—Viajepor tierra y por mar de Bulan á Matnog.—

Etimologías yestadística.—Bulusan.—Derivación de esta palabra.—Historia y cifrascomparativas.—

Volcán de Bulusan.—Barrios y población.—El indio ylas galleras.

CAPÍTULO XIX.

De Bulusan á Barcelona—Situación y estadística.—Gubat.—Censocivil y parroquial.—Casiguran.—Su etimología.—Camposy productos.—Minas de azogue.—Estadística.—Juban.—Suslímites y población.—

Sorsogon.—Puerto.—Iglesia y convento.—Supoblación.—Bacon.—Estadística.—Su párroco.—Isla de Bataan.—Minasde carbón.—Laguna de las Lágrimas.—El canto del calao.—Mantio.—Supoblación.—

Resumen.—Retorno á la cabecera.—Últimos recuerdos.

CAPÍTULO I.

Quietismo.—

Fiebres termométricas

.—

D. Francisco

.—Una cartay una visita.—Proyectos de viaje.—El

Sorsogon

.—Fisonomíadel capitán.—Cubierta del

Sorsogon

.—Faenas de levar.—Enmarcha.—Bandera de saludo.—Bahía de Manila.—Naig.—Bataan.—

Primeralmuerzo.—Luís.—Monomanía francesa.—Dos mestizas y unfraile.—Razas.—Gustos y aficiones.—

El puerto y la isla

.—Cavitey San Roque.—Enriqueta y Matilde.—Costas de Tayabas.—La oraciónde la tarde.—Francés y vicol.—Fuegos artificiales.—Discreteos.—Elcementerio protestante.—Promesa.—Sueño.—

¡Fondo!—Tierra de Albay.

Son las cuatro de la tarde del tres de Octubre de 1879 … 37°marca el centígrado, y doscientas y pico de muertes acusa la fúnebreestadística de la última semana, siendo originadas en su mayor partepor una fiebre que los médicos llaman no sé cómo, ni me importa, peroque yo le doy el nombre de fiebres termométricas

, pues be observadoque en casa donde un doctor

aplica

un termómetro, hay una bajaen la vida, un pedazo de mármol menos en los talleres de Rodoreda,y una página más en los registros trienales de

Paco

.

El

alquiler

de cualquiera de los cuartos de los tres pisos que tienela barriada

de mi respetable

Sr. D. Francisco

, exige un pagoadelantado de tres años; si al cabo de ese tiempo no se renueva elinquilinato, se hace el desahucio á golpe de piqueta, sin que nadietenga derecho á quejarse, puesto que el casero

, por

boca

de la

Gaceta

, tiene la magnanimidad de conceder un plazo de veinte días.

¿Por qué se llamará

Paco

al campo-santo? Pregunta es esta á la quejamás han podido darme contestación.

Mientras hago estas observaciones, espanto los mosquitos, rompo elvarillaje de un paypay y empapo de sudor dos pañuelos.

Ha pasado un cuarto de hora y el calor es insoportable.

Mi

bata

, que para ser un completo caballero solo le falta habernacido en una cuna más alta, me alarga una carta, cuyo contenido meanuncia una espera en la visita de un amigo.

Del recibo de la carta al taconeo de mi amigo medió una hora larga,hora que no puedo datar en mi diario de trabajo, pues la despilfarrécon la prodigalidad propia de un millonario, ó de un escéptico deveinte años.

Mi amigo, que se anunció con un resoplido digno de mejorespulmones—pues el pobre no los tiene muy sanos—tomó sillón y alientos.

—¿Has recibido mi carta?

—Sí.

—¿Presumes á qué vengo?

—No.

—Pues vamos al grano. ¿Quieres acompañarme á un viaje?

—¿Por mar ó por tierra?

—Por mar.

—Pero ¡hombre! tú estás empecatado. Es la época de los baguios.

ElComercio

no duerme por observar las burbujas del Pasig,

La Oceanía

mira de reojo á su vecino de enfrente, y el

Diario

profetiza,por boca de no sé quién, que el tifón está poco menos que soplandoen los aldabones de la puerta de Santa Lucía, y piensas en viajitospor mar. Vaya, vaya, tú estas malo y tratas de contagiarme.

—Pero, en fin, ¿me acompañas ó no?

—Te lo diré cuando contestes á varias preguntas: ¿Adonde vamos,ó mejor dicho, adonde piensas que vayamos?

—Vamos—dijo mi amigo con todo el entusiasmo de un

touriste

de pura raza—á la cuna del

abacá

, á la tierra de los volcanes, ádormir dos noches á la falda del Mayon, á pisar la boca de su cráter,á ser posible; á Albay, en fin.

—¿Quién manda el vapor? Pues presumo no pensarás en barco de vela.

—El barco se llama

Sorsogon

y lo manda X. Conque ¿te decides ó no?

—Te repito que cuando contestes á todas mis preguntas lo haré á latuya. Deseo saber de dónde es el capitán, su edad, estado, carácter,circunstancias de su mujer, sí es casado, si tiene suegra, hijos,fortuna y….

—Quién es el sastre que lo viste y qué come, ¿no es verdad? Ni queesto fuera una oficina de policía ó una expendeduría de pasaportes. Yaestoy acostumbrado á tus genialidades, y como quiera que conozcoperfectamente al capitán, puedo decirte es andaluz, joven, de buenhumor, casado, su mujer es guapa y lo hace completamente feliz; tieneun chiquitín muy mono, algunos miles de pesos y no conoció á su suegra.

—¿Cuándo sale el vapor?

—El sábado cinco á las nueve de la mañana.

—¡Quico!—grite á mi criado.—Ten todo listo para embarcarnos elsábado de madrugada.

—¿Luego vienes? ¿Luego no tienes miedo á los baguios?

—¡Baguios! Baguios montando un buen barco mandado por un capitáninteligente, y por ende andaluz y joven, y rico, y con mujer guapa,y con hijos, y feliz, y sin suegra, no hay temor; yo no tengo nada deeso, su vida responde de la mía, de modo que

él cuidado

; por otraparte, me seduce este viaje, pues estoy aburrido de Manila y deseoconocer los pueblos bicoles. Toca esos cinco, y hasta el sábado ábordo del

Sorsogon

.

Mi amigo se marchó, yo me vestí y….

* * * * *

Han pasado dos días. Son las siete de la mañana y nos encontramos sobrela cubierta del Sorsogon

. Un prolongado silbido pone en movimientocadenas, cuerdas y motones.

El complemento de la humana actividad, lo representa el acto delevar un barco. Todo se mueve, todo cruge, todo rechina. El ancladesgarra con sus dientes el lecho de algas en que ha dormido, elcarbón chisporrotea en las parrillas dando aliento á los pulmonesde acero de la caldera, los engranajes se ajustan, las dobles poleashacen alarde de su potencia, las burdas, cabos y calabrotes, pruebansu elasticidad, las cadenas hieren la cubierta, y en medio de todaaquella vida y de aquel movimiento en que nada está quieto, el barcose columpia libre de toda traba, combinando las palas de la hélice enel fondo de las aguas espirales remolinos que llevan á la superficieentrelazadas ondulaciones en las que se tejen las filigranas de espumaque deja en pos de sí la bullente estela.

El

Sorsogon

, que obedece las riendas de su timón con una precisiónmatemática, dobla el malecón del Sur plegando su bandera de saludos,con la que ha dado un cariñoso adiós al Marqués del Duero

, una delas más hermosas naves de la Marina española.

De la bandera que saluda en lo alto de un trinquete á la que flamea enlo elevado de un muro, encuentro la misma diferencia que en el pañueloque absorbe una lágrima al que reprime una sonrisa. El muro acusaconfianza, su enseña define una patria; la nave indica un peligro, subandera constantemente escribe en sus pliegues un desconsolador adiósde despedida. El primero, es la quietud, la segunda, el errante viajeroque termina sus días ó en la inhospitalaria playa que sepulta susdespojos, ó en las embravecidas ondas que en vertiginoso remolino lollevan á dormir el sueño eterno á sus misteriosos lechos de coral….

El

Sorsogon

navega á toda máquina por la extensa bahía.

Manila se achica, se contrae, se confunde, y por último, al aclararselas costas de Cavite, solo una faja de bruma señala en el horizonteel lugar de partida. Después, solo el anteojo percibe cual blancagaviota posada sobre un copo de espuma, el torreón del faro: más tarde,la espuma se funde en el Océano, la gaviota desaparece en los mundosde la luz, la bruma se disuelve en los cielos, y al borrarse en laretina la última línea de la ciudad murada, se abre un nuevo registroen los misterios de los recuerdos.

A la banda de babor tenemos las costas de Naig; á estribor las agrestessierras de Bataan, y á proa la isla del Corregidor.

Once campanadas resonaron en la cámara, y tres golpes fueron picadosen la campana del castillo de proa.

El almuerzo estaba servido.

La presentación oficial á bordo se hace siempre en la primeracomida. Al tomar posesión de un barco, cada cual se ocupa en arreglarsu camarote, y en los pequeños detalles que trae en pos de sí lainstalación en un nuevo domicilio, por más que esté reducido á uncajón de dos metros en cuadro.

En la primera comida á bordo no se descuida ningún perfil por partede los viajeros. Luego más tarde entra la confianza y con ella eldesaliño; pero lo que es la entrada primera en el comedor de un barcoes irreprochable.

Ellas

se rodean de todos los pequeños detallesde la coquetería, estrenando, por supuesto, el indispensable trajede viaje. Antes de ponerse en marcha tienen que anunciarlo á lasamigas, y al anunciarlo es preciso enseñar unas cuantas varas detela cortadas y cosidas con arreglo al último figurín. El traje deviaje es tan indispensable como el de boda. Decir á una joven ó viejaque encienda

la antorcha de himeneo sin recubrir previamente sucuerpo con trapos nuevos y de seguro no da chispas

: anunciarle unviajito, que tenga siquiera un trayecto de una veintena de millas yno le presentéis antes un muestrario, y no hay viaje posible. Parauna mujer

en viaje

, su verdadero pasaporte es una factura pagadaó no pagada de una tienda de modas.

Parapetado tras una tripuda botella de lo tinto, y haciendo boca conmedia libra de salchichón, esperaba pasar una escrupulosa revista ácuanto se pusiese al alcance de mi vista.

Puesto que entre personas de tono, lo primero es la presentación, voyá ir presentando á mis bellas lectoras, y digo lectoras porque ellasson siempre más curiosas que ellos, los bocetos de mis compañerosá bordo. Seis blancas servilletas oprimidas en otros tantos aros demarfil, se ven sobre la mesa. Tres son las desconocidas ó desconocidosque me toca bosquejar, pues en cuanto al capitán y á mi amigo,ya los han visto ustedes, siquiera haya sido á la ligera. En elboceto del capitán poco tengo que añadir. ¿Quién de mis lectoras noconoce á un andaluz joven, buen mozo, bullanguero y galante? De segurotodas. Por lo tanto, al capitán ya lo conocemos. En cuanto á mi amigo,completaremos el cuadro con cuatro brochazos. Se llama Luís, tiene 26años, es rubio, alto, delgado, viste á la francesa, come á la francesa,piensa á la francesa, y no es francés porque su madre tuvo la debilidadde aligerar su carga en cierto lugarejo del prosáico garbanzo y dela judía, que Luís jamás nombra porque cree es poco francés.

Luís se llama literato; pero conoce más á Balzac que á Cervantes,tararea música, pero á buen seguro que no podrá recordar un

aire

de Barbieri más siempre una

cancionette

de Ofembach. La revoluciónfrancesa, las jornadas del imperio y las encrucijadas de la Commune

las recorre sin tropezar; en cambio da sendos traspiés al entraren el campamento de Santa Fe ó al pasear los campos de Almansa y deBailén. A nuestras góticas catedrales y á nuestros moriscos palaciosles encuentra el defecto de que al pié de sus muros se alce la albahacasilvestre y el agreste tomillo, circunstancias poco en consonanciacon los monumentos franceses.

Luís, no tocándole la cuerda del

chic

, el

esprit

y el

confort

,es un perfecto hombre en su juicio; pero en cuanto se traspasa eltabique de los Pirineos, enristra la lanza de Don Quijote y demuestraque en todos los siglos nacen andantes caballeros. Luís tiene todaslas condiciones para ser feliz, y sin embargo, no lo es. Continuamentele atormenta la idea de que no le planchan los cuellos á la francesa,y la de que no toquen los barcos de las mensajerías en Manila.

Laprobabilidad de tenerse que ir en un barco español y el ponerse uncuello planchado con morisqueta

le hacen completamente desgraciado.

En el tiempo que he invertido en dar los anteriores brochazos, hanocupado sus respectivos sitios dos mestizas, una vestida de sayay otra á la europea, y al lado de aquellas un anciano y reverendopadre franciscano.

El almuerzo era servido sobre cubierta, gracias á la amabilidad delcapitán. Un doble toldo nos preservaba del sol, mas no de las brisasmarinas que acariciaban los festones de la lona y de la potente luzde los trópicos que descomponía sus rayos en las talladas copas.

Las dos mestizas comían y callaban, el capitán servía, el fraile sereservaba, Luís mascullaba el prosáico español cocido, y un servidor deustedes espiaba la ocasión para tomar un buen punto de luz que llenasepor completo á mis modelos. Sobre la paleta tenía combinadas dos tintasdesde que principié á analizar á las dos mestizas que comían frenteá mí. Es imposible contemplar en criatura humana unos ojos más negrosy aterciopelados, cual los que tenía delante, un pelo más en armoníacon los ojos, y unos dientes más en contraposición con el color delpelo. Las dos mestizas indudablemente eran hermanas y no diré gemelas,pues á simple vista se notaba entre ambas una desproporción de edades,que si no llegaba á la suposición de que fuesen madre é hija, encambio completaba la de que eran hermanas. En sus fisonomías habíarasgos salientes y notablemente acentuados, que denunciaban la uniónde la raza europea con la raza india. La mestiza que lleva en susvenas una sola gota de sangre china, jamás puede confundirse ni con lacuarterona ni con la mestiza de india y europeo. Es imposible encontraren las razas humanas una fuerza de atracción como la que se nota en lachina y japonesa. Que haya unión de chino y europea ó viceversa, y deseguro los hijos son chinos; que la haya de india con chino y la prolees china y siempre china, no dándose ni aun el caso del salto atrás,pues tan chino es el biznieto de chino como el tataranieto, por másque este nazca en Europa y no se conozca en la familia el más leverecuerdo del Celeste Imperio. Los ojos chinos no los corrige ni lasconjunciones de sangre, ni el bisturí del operador, ni los cosméticosdel tocador. La hija de mestiza europea y de padre europeo, ó sea lacuarterona, también se distingue y se define perfectamente, no dandolugar á que se confunda con la mestiza pura de india y europeo. Estaúltima es morena, sus ojos por lo regular son negros, su nariz algodeprimida, su pelo largo y de gruesa hebra y sus labios ligeramenteabultados. El rasgo característico que define á la cuarterona de lamestiza, es que esta última conserva en toda su pureza las tradicionesde su airoso y pintoresco traje. La saya suelta, la diminuta chinela,la bordada piña, el alto pusod

, la aplastada peineta y los pequeñosaretes, constituyen su atavió, que jamás deja, á no ser que laEpístola de San Pablo se encargue de modificar trajes y costumbres,cosa que suele acontecer, casándose con europeo. En este caso, unade dos: ó el europeo se hace indio ó la india se hace europea; ydigo india, pues que las costumbres de la mestiza por regla general,son las mismas de su madre. Las impresiones, hábitos y costumbres dela infancia no se borran con facilidad; así que la morisqueta, ellechón, el pequeño

buyito

, el

lancape

, el petate en el suelo,el cigarrillo á hurtadillas, el pelo suelto y la decidida aficiónal poto

, á la

bibinca

, al

sotanjú

, á la

manga verde

y al

gulamán

es muy difícil hacerlas olvidar: en cuanto á que dejende coser sentadas sobre el petate y á que hablen castellano con suscriadas, eso es imposible. En cambio en la cuarterona es muy comúnencontrar tipos que no solamente no usan chinelas, sino que aun dentrode casa están oprimidas con el corsé y las botitas; cuarteronas quedicen no hablan tagalo, ni comen lechón ni morisqueta y que tienencama en alto, suscripción á

La Moda Elegante

, batas encañonadas,pendientes largos y escote cuadrado. En reserva les diré á ustedesque con mucho sigilo me dijo en una ocasión una india que servía á unamestiza cuarterona, que ó pesar de todo cuando decía su ama, de cuandoen cuando mascaba un chiquirritín buyito

y saboreaba un cigarrillo;pero que siempre lo hacía teniendo cerca el cepillo de los dientes yel agua perfumada. En cuanto al lechón—me dijo la doméstica—que solíacomerlo, pero pura y exclusivamente por no

desairar

á alguna amiga.

Con arreglo á los anteriores apuntes, no nos cabe duda que nuestrasdos desconocidas son mestizas de pura raza: el traje de la mayor hacesuponer que es casada, y casada con europeo.

Durante los primeros platos que se sirvieron no tomaron parte enla conversación.

Miraban y comían con el embarazo propio de quien sabe esobservado. Varias veces que la hermana menor alzó los ojos, encontrófrente á frente los míos, que procuraban investigar lo que se albergabatras aquellas negrísimas pupilas. El fondo de todo abismo es negro. Losojos de la primera mujer que pecó no sé de qué color serían, perolos de la primera que obligó á pecar, de seguro era