Vida y Obras de Don Diego Velázquez by Jacinto Octavio Picón - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.
index-1_1.jpg

index-1_2.png

MUSEO DEL VATICANO

VELÁZQUEZ POR ÉL MISMO

Fotog. Braun, Clement y Cª

VIDA Y OBRAS

DE

DON DIEGO VELÁZQUEZ

POR

JACINTO OCTAVIO PICON

MADRID

LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ

Carrera de San Jerónimo, núm. 2

1899

ES PROPIEDAD DEL AUTOR.

QUEDA HECHO EL DEPÓSITO QUE MANDA LA LEY.

Est. tip. de Ricardo Fé, calle del Olmo, 4. Teléfono 1.114

ÍNDICE

Al lector

I

Antigua cultura y decadencia española

II

Rápida recordación de nuestra pintura hasta fines del siglo XVI

III

Juventud de Velázquez

IV

Viajes de Velázquez a Madrid.—Entra al servicio de Felipe IV

V

Rubens en España.—«Los Borrachos».—Primer viaje de Velázquez

a Italia.—«La Túnica de José».—«La Fragua de Vulcano»

VI

Retratos: del Rey, del Príncipe Baltasar Carlos, del Infante Don Fernando, del Conde-Duque, de Martínez Montañés.—

Otros

que se han perdido

VII

El «Cristo atado a la columna», de la Galería Nacional de Londres.—El «Cristo crucificado».—«La Rendición de Breda».—Cuadros de cacerías.—Marcha Velázquez con el Rey a las jornadas de Aragón y Cataluña

VIII

Velázquez criado del Rey.—Segundo viaje a Italia.—Retratos de Juan de Pareja y de Inocencio X.—Obras de arte que compra para Felipe IV.—Es nombrado Aposentador de Palacio.—Memoria y dudas que ofrece su autenticidad.

IX

Últimos retratos del Rey.—De la Reina Doña Mariana.—De la Infanta Doña Margarita.—Del Príncipe Felipe Próspero.—

Retratos

de enanos y bufones

X

Cuadros mitológicos: «Mercurio y Argos».—«Marte».—La

«Venus» de la colección Morritt.—«Menipo».—«Esopo».—

«Las

Hilanderas».—«Las

Meninas».—Cuadros

religiosos:

«La Coronación de la Virgen».—«Visita de San Antonio a San Pablo».—Viaje de Velázquez a la frontera de Francia.—Su enfermedad y muerte

XI

El estilo de Velázquez.—Influencia ejercida en él por las obras de el Greco.—Lo que Velázquez representa en la Historia general del arte y en la pintura nacional

NOTAS

APÉNDICES

DOCUMENTOS

Fe de bautismo de Velázquez

Entra Velázquez al servicio del Rey

Orden aclaratoria de otra anterior mandando dar ración a Velázquez

Pago de Los borrachos y otras obras

Velázquez pide el pago de sus gajes

Propuesta al Rey sobre reforma en la concesión de los vestidos de

merced

Manda el Rey que se paguen a Velázquez atrasos de sus haberes

Decreto del Rey accediendo a la liquidación de cuentas solicitadapor

Velázquez antes de emprender su segundo viaje a Italia

El Embajador de España en Venecia al Rey

Declaración de Alonso Cano en la información hecha por elConsejo de

las Órdenes sobreconcesión a Velázquez del hábito de Santiago

Declaración de Juan Carreño de Miranda en la misma información

Declaración de Francisco Zurbarán en la misma información

Declaración de D. Gaspar de Fuensalida en la misma información

Instancia del Contador de Palacio sobre reclamaciones de Velázquez

Carta escrita por Velázquez en Valladolid al volver de lajornada a la

frontera de Francia

Partidas de defunción de Velázquez y de Doña Juana de Pacheco, su

mujer

Memoria de lo que se encontró en el cuarto del Príncipe por muerte de

Velázquez

Catalogo de las obras auténticas que se conservan de Velázquez

con expresión de donde se hallan y quién las posee

Cuadros perdidos

Bocetos, dibujos y grabados

Bibliografía

FOTOGRABADOS

Velázquez, por él mismo

Los Borrachos

Cristo atado a la columna

Pablillos de Valladolid

El Conde-Duque de Olivares

Cristo crucificado

Rendición de Breda

Martínez Montañés

Inocencio X

Felipe IV

La Venus del espejo

La Infanta Margarita

Las Hilanderas

Las Meninas

La Infanta María Teresa

El Príncipe Felipe Próspero

AL LECTOR

DE dos maneras son las vidas que se escriben delos grandes hombres: una reservada a los historiadoreso críticos de alto vuelo, para quienes no tienesecretos la investigación ni obscuridad el discurso;otra a la cual basta el modesto propósito de que elvulgo pueda admirar lo que apenas conoce. Quien supongaque me he atrevido a lo primero, será injusto:a

quien

reconozca

que

he

procurado

lo

segundo,

quedaréagradecido.

Cuanto se sabe de la vida artística y condición socialde Velázquez, procede primero de lo que en suslibros dejaron Pacheco y Palomino: después, de losdocumentos debidos a la diligencia de don RamónZarco del Valle y de los trabajos de erudición y críticade don Pedro de Madrazo. No hay más antecedentes:estos son los que todos los biógrafos se venobligados a repetir tomándolos unos de otros, sin poderañadir cosa nueva.

Sobre tales bases han escrito muchos extranjeros yespañoles; pero lo de éstos anda disperso en memorias,discursos y papeles periódicos, y lo de aquéllos no seha traducido: de donde resulta que no hay en Españalibro fácilmente asequible que narre la vida y describalas obras de nuestro gran pintor. Sea este el primero,pues cuando los grandes no acometen las empresaspreciso es contentarse con la labor de los pequeños.

Otra consideración me ha movido a componerlo. Enlenguas extrañas se han dedicado a Velázquez obrasextensas notabilísimas: en español, trabajos de méritosingular, pero cortos; así, que la opinión extranjera hacirculado más que la nuestra, y como nadie consiguedominar el conocimiento de lo ajeno, y menos en arte,donde sólo se comprenden ciertas cosas habiendo nacidoentre ellas, sucede que aun los más ilustres yperspicaces publicistas de otras naciones, han incurridoen ligerezas o errores. Quién dice que el Cristocrucificado del Museo del Prado, es imagen teatral ylúgubre, o que tiene mucha sangre; quién niega quesean de mano de Velázquez las figuras del cuadro dela Vista de Zaragoza; otros le atribuyen lienzos medianosen que no puso pincelada; escritor hay que alhablar de Las Lanzas le supone la ruin malicia dehaber pintado zafios a los holandeses y gallardos a losespañoles; no falta quien acepte por auténticos cuadroscomo la pequeña Reunión de retratos del Louvre,y hasta se ha llegado a echar de menos en Velázquezcualidades que poseía en alto grado. Bueno es contribuira que tales cosas no se crean. Justo es confesar,sin embargo, que la gloria de Velázquez debe más a lacrítica extranjera que a la española.

Imaginando que así debe hacerse en un trabajo devulgarización, me he abstenido casi por completo deanálisis y consideraciones de carácter técnico; procurando,no la explicación de cómo pintaba, sino el reflejode la impresión que producen sus obras.

Vago recuerdo de ellas será lo poco bueno, si hayalgo, que contengan estas humildes páginas. Prontoa reconocer mis errores, no aspiro a más satisfacciónque la de traer a la memoria una de nuestras gloriasmás grandes en estos días tristes, cuando todas parecenmuertas.

Madrid, 1899.

index-7_1.jpg

MUSEO DEL PRADO

LOS BORRACHOS

Fotog. M. Moreno

{ampliar}

I

ANTIGUA CULTURA Y DECADENCIA ESPAÑOLA.

ESPAÑA, desde el tiempo de los Reyes Católicos, hasta que nuestracultura murió sofocada por el espíritu centralizador de la monarquíaabsoluta y la intolerancia religiosa, fue con relación al estado generalde la época, un pueblo tan civilizado y progresivo como la Inglaterra yla Alemania de ahora. Italia era más artística, Francia más fastuosa,ninguna potencia hubo más ilustrada que España. En tanto que el Aretino,dice despreciativamente, que los pobres son los insectos de loshospitales, Jofre funda en Valencia el primer manicomio que ha existidoen el mundo; y Pedro Ponce de León y Juan Bonet, enseñan a leer yescribir a los sordo-mudos: mientras la Sorbona de París, llama a laimprenta arte maldito y manda quemar a Roberto Estienne, por haberpuesto números arábigos a los versículos de la Biblia, nuestro cardenalde Burgos, dice que por mucho que escribiera para alabar el arte deimpresión de libros no acabaría nunca; y poco después el embajador deEspaña en Roma ruega al rey que no se deje arrebatar el privilegio dela creación de imprentas, y que recabe la independencia y libertad delinvento, desde el doble punto de vista de la industria y del derecho:mientras la universidad de Lovaina hace la primera lista de obrasprohibidas, dando a los papas la idea funesta del Índice, aquí seexime a los impresores de toda clase de tributos, y las Cortes declaranlibre la entrada de libros en España. A mediados del siglo XVI tomó talvuelo entre nosotros la enseñanza, que en Galicia las Ordenanzas deMondoñedo castigaban con tres años de destierro a los padres cuyos niñosno iban a la escuela; se prohibía que pudieran ser alcaldes los que nosabían leer y escribir; y en Madrid se multaba en dos mil maravedís alhombre cuyos hijos no iban al estudio municipal, con lo que se procurabasecularizar la enseñanza, evitando que la juventud acudiese a lascátedras de los frailes. En la España de aquel tiempo brillaron Alonsode Córdova, cuyas tablas astronómicas se usaban en Italia; Vasco dePiña, que calculó las declinaciones del sol para la isla de SantoDomingo; Luis Vives llamado a Oxford, por el rey de Inglaterra, para queinstruyese a su familia; Alonso de Santa Cruz, descubridor del arte detrazar mapas, que hoy lleva el nombre de Wright; Fernán Pérez de laOliva, que intentó descubrir el telégrafo magnético;[1] Guillén, queinventó la brújula de variación; Diego de Zúñiga, que defendió elsistema copernicano cuando lo rechazaba Europa entera; Juan deUrdaneta, que inquirió la causa de los ciclones; Pedro Núñez, queconstruyó el micrómetro llamado nonius, apenas perfeccionado en tressiglos; Rivero, que inventó las bombas de metal para achicar el agua delas naves; Jerónimo Muñoz, que calculó las trayectorias de losproyectiles; Juan Pérez de Moya, que vulgarizó el estudio de lasmatemáticas; Rojas, cuyo astrolabio usaba Galileo; Juan Escribano, queinició la aplicación del vapor como fuerza motriz; Rojete, catalán ogallego,

pero

de

fijo

español,

que

construyó

el

primer

telescopio,llegando a tener doce, entre ellos uno cuya lente convexa mediaveinticuatro pulgadas de diámetro, por lo cual, Sirturo llama a laconstrucción de telescopios arte hispano; Martín Cortés, que descubrióel polo magnético antes que Libio Sanuto; Pedro Ciruelo, que redactó elprimer tratado de la ciencia del cálculo; doña Oliva Sabuco, queescribió la Filosofía de las pasiones antes que Alibert; el admirablemédico Juan Huarte, precursor del moderno positivismo; Andrés Laguna,que creó un jardín botánico en Aranjuez antes que lo hubiera enMontpellier y en París; Fernández de Oviedo y José de Acosta,[2] porquienes Humboldt ha dicho que los españoles fueron los fundadores de lafísica del globo. Francia e Inglaterra estuvieron un siglo aprendiendode nuestros marinos el arte de navegar; Holanda y Portugal no hicieronsino seguir nuestras huellas; la gran República de Venecia, únicapotencia que estaba en condiciones de hacer tanto como nosotros,consideró con estrechez de miras el descubrimiento del Nuevo Mundo: Mare nostrum podían decir todas las naciones latinas contemplando elMediterráneo: sólo España se atrevió a exclamar contemplando el Océano, ¡Plus Ultra! Nuestra grandeza no fue como vulgarmente se creeexclusivamente militar. En ciencias y artes hubo, a pesar de laInquisición, hombres eminentes y gozaron algunos tanta libertad, queFrancisco de Villalobos, médico de la Reina Católica, pudo decir sin quele viniera perjuicio, frases tan arriscadas como esta: Yo no hablo conteólogos: y si los filósofos se acogen a ellos harán como losmalhechores que se acogen a la Iglesia. Puede, en fin, afirmarse, quedesde Fernando V e Isabel I, hasta la muerte de Felipe II, no huboproblema científico que no se iniciase o hallara eco en España, ni varónilustre en materia de ciencias que no estuviese en relación con nuestrapatria[3].

Tras tanta grandeza vino la decadencia, siendo todos culpables de ella,la monarquía por absorbente, el clero por fanático, la nobleza porignorante y el pueblo por holgazán y envilecido. Cuesta gran trabajocreer los desaciertos, torpezas e indignidades en que incurrían todaslas clases del Estado, durante los reinados de aquella funesta dinastíaque comenzó en una pobre loca y acabó en un desdichado imbécil. Pasócomo un sueño, costosa manía de grandezas, la gloria militar de CarlosI: tras los males engendrados por la ambición y el despotismo, vinieronla estéril crueldad de Felipe II por conservar lo adquirido, la devociónrelativamente mansa con que Felipe III imaginaba merecer del cielo loque no sabía procurar en la tierra, y subió por fin al trono aquelFelipe IV a quien sus cortesanos llamaban Filipo el Grande, pero dequien nadie se acordaría hoy si no le hubiese retratado Velázquez.

El amante de María la comedianta y Margarita la monja, sin ser hombre demala índole, fue detestable rey: nacido acaso para que en él se mostrasede qué modo ciertas instituciones tuercen y bastardean la condiciónhumana; porque así como las alturas de la Naturaleza causan el vértigo,en las cumbres sociales la tentación triunfa de la voluntad y la lisonjasofoca la virtud.

Felipe IV, fiándolo todo y descansando de todo en sus privados, a lamañana iba de caza, a la tarde ponía rejones, y de noche buscaba en loscamarines del Retiro y en las celdas de San Plácido aventuras con queolvidarse de que los tercios morían de hambre en los Países Bajos yPortugal se alzaba independiente.

No quedó por entonces en el país manifestación de actividad que no sedebilitara ni sentimiento que no se bastardease. El espíritu religiosoinspirador de Los nombres de Cristo y El símbolo de la fe produjolibros como la Ensalada hecha con yerbas del huerto de la Virgen y Labuenaventura que dijo un alma en trage de gitana a Cristo.

Los estudiosrelacionados con las ciencias llegaron a mirarse con tal indiferenciaque, así como Felipe III había encomendado a su confesor la presidenciade una junta solicitada por el general Conde de Villalonga para lareforma de la artillería, Felipe IV confió a una reunión de teólogos elproyecto de canalización del Manzanares y el Tajo, los cuales piadososvarones rechazaron la idea diciendo que, «si Dios hubiera querido queambos ríos fueran navegables, con un solo fiat lo hubiese realizado, yque sería atentatorio a los derechos de la Providencia mejorar lo queella, por motivos inescrutables, había querido que quedase imperfecto».

La corrupción e inmoralidad del clero en aquellos días fue aún mayor quesu ignorancia: las Cartas y los Avisos de Pellicer, de Barrionuevo yde otros curiosos, a quienes se puede considerar como predecesores delnoticierismo moderno, hacen mención de multitud de clérigos presos ycastigados, no sólo por robos, homicidios y asesinatos, sino por seractores de pecados nefandos.

Rayaba la credulidad en insensatez: Andrés de Mendoza cuenta en serioque un día «en San Ginés, un fraile descalzo francisco, de grandeopinión de santidad, se arrebató en éxtasis, en el cual, desde la mitadde la iglesia, fue hasta el altar por el aire, y en él se estuvo uncuarto de hora mirando el Santísimo Sacramento a vista de gran pueblo,que le hizo pedazos el hábito, a que suplió la piedad y grandeza de laseñora duquesa de Nájera».

España se cubrió de conventos. En Madrid, por ejemplo, donde los ReyesCatólicos, de cuya piedad no se puede dudar, habían creado sólo tres, yCarlos I no más de cinco, Felipe II fundó diecisiete, Felipe III catorcey Felipe IV otros tantos. Lo que sucedía en las comunidades de mujeresno se puede referir limpiamente. Proceso hubo a consecuencia del cual sedescubrió que las pobres reclusas llamaban al Espíritu Santo ElQuemón, porque al arrodillarse ante el confesionario se les encendía lasangre.

El pueblo, vejado, explotado, oprimido, sin poder creer ni esperar ennadie, se envilecía en la holganza favorecida por la sopa boba,formulando luego su indignación y su escepticismo en refranes quedecían: en larga generación hay un fraile y un ladrón; nunca videcosa menos que de frailes y obispos buenos; a la puerta de hombrerezador no pongas tu trigo al sol; reniega de sermón que acaba endaca; parece tonto y pide para las ánimas; fíate en la Virgen y nocorras.

El Rey, para ocultar sus pecados, hacía que profesasen muchos de sushijos bastardos, y los caballeros ricos se arruinaban por cómicasingertas en cortesanas, como la María Beson, « que vino de Francia tancargada de escudos como de enfermedades», o la Antonia Infante, queusaba en la cama sábanas de tafetán negro.

Y a tal nación, tal corte. Madrid, consumido de pobreza, por cualquierpretexto ardía en fiestas. En Palacio, tan pronto se gastaban millonespara recibir a un príncipe extranjero, como un bufón había de prestardos reales para comprar confites a la reina; los soldados, sin paga, seacuchillaban en las calles, mientras llegaban las nuevas de que elfrancés o el flamenco nos habían derrotado en los campos y el inglés noshabía pirateado en los mares.

Felipe IV se divertía en las solemnidades de la Iglesia, en lasceremonias de Palacio, en los aposentos del teatro, en los bosquecillosdel Retiro; el vulgo alto y baja gozaba comentando aventuras de grandesy pequeños, y el clero a todos les absolvía de todo con tal de que nosufriesen merma sus rentas ni ataque su jurisdicción.

De entre aquel envilecimiento general únicamente solía alzarse de cuandoen cuando la protesta de algún espíritu valiente, magistrado, predicadoro literato que condenaba tanta vergüenza: por ejemplo, la voz honrada yatrevida del obispo de Granada, don Garcerán Albanel, que osó denunciara Felipe IV los abusos del Conde-Duque y la pluma del granQuevedo.—«¿Podrá uno—dice éste—ser monarca y tenerlo todo sinquitárselo a muchos? ¿Podrá ser superior y soberano y subordinarse aconsejo? ¿Podrá ser todopoderoso y no vengar su enojo, no llenar sucodicia y no satisfacer su lujuria?»

Mucho debió de menguar el amor a la monarquía por entonces, pues enpocos

años

se

descubrieron

y

castigaron

temerosas

conspiracionesfraguadas por poderosos y nobles. Don Carlos Padilla y el Marqués de laVega de la Sagra mueren en el patíbulo por intentar rebelarse contra elRey; el Duque de Híjar, acusado de querer alzarse con Aragón, sufretormento; del gran Duque de Osuna se sospecha que soñó con el trono deNápoles, dando ocasión a que Villamediana dijese: También

Nápoles

dirá

que

Osuna

la

saqueó:

así

lo

creyera

yo

si

el

Duque

fuera

un

bajá;

que

no

porque

rico

está

usurpó

bienes

ajenos:

antes,

por

respetos

buenos,

fue

tan

humilde,

que

el

Rey,

<