Capítulo XVII - La Religión Protestante en Irlanda y las Bárbaras
Matanzas de 1641
Las tinieblas del papado habían entenebrecido Irlanda desde su primer establecimiento hasta el reinado de Enrique VIII, cuando los rayos de luz del Evangelio comenzaron a disipar las tinieblas y a proveer aquella luz que hasta entonces había sido desconocida en la isla. La abyecta ignorancia en la que se mantenía al pueblo, con los absurdos y supersticiosos conceptos que sustentaban, eran cosa bien evidente para muchos; y los artificios de sus sacerdotes eran tan patentes, que varias personas distinguidas, que habían sido hasta entonces fervorosos papistas, se hubieran sacudido el yugo de buena gana y abrazado la religión protestante; pero la ferocidad natural de aquella gente, y su intensa adhesión a las ridículas doctrinas que les habían sido ensenadas, hacia peligroso este intento. Sin embargo, se emprendió esto más adelante, lo que fue acompañado de las consecuencias más horribles y desastrosas.
La introducción de la religión protestante en Irlanda se puede atribuir principalmente a George Browne, un inglés, que fue consagrado arzobispo de Dublín el diecinueve de marzo de 1535. Había sido con anterioridad fraile agustino, y fue elevado a la mitra por sus méritos.
Después de haber estado en esta dignidad durante cinco años, en la época en que Enrique VIII estaba suprimiendo las casas religiosas en Inglaterra, hizo que se quitaran todas las reliquias e imágenes de las dos catedrales en Dublin, y de las otras iglesias en su diócesis; en lugar de ellas hizo poner la Oración del Señor, el Credo, y los Diez Mandamientos.
Poco tiempo después recibió una carta de Thomas Cromwell, Lord del Sello Privado, informándole de que habiendo Enrique VIII anulado la supremacía papal en Inglaterra, estaba decidido a hacer lo mismo en Irlanda, y que por ello lo había designado a él (al Arzobispo Browne) como uno de los comisionados para poner esta orden en práctica. El arzobispo respondió que había hecho todo lo que estaba en su mando arriesgando su vida para hacer que la nobleza la nobleza y los caballeros Irlandeses reconocieran la supremacía de Enrique, tanto en cuestiones espirituales como temporales; pero se había encontrado con la más violenta oposición, especialmente de parte de George, arzobispo de Armagh; que este prelado, en un discurso al clero había lanzado una maldición sobre todos los que reconocieran la supremacía de su majestad, añadiendo además que su isla, llamada en las Crónicas Insula Sacra o la Isla Santa, no pertenecía a nadie más que al obispo de Roma, y que los progenitores del rey la habían recibido del Papa. Observó asimismo que el arzobispo y el clero de Armagh habían mandado respectivos correos a Roma, y que sería necesario convocar un parlamento en Irlanda, para aprobar la ley de la supremacía, siendo que el pueblo no aceptaría la comisión dcl rey sin la sanción de la asamblea legislativa. Concluyó diciendo que los Papas habían mantenido al pueblo sumido en la más profunda ignorancia; que el clero era mayormente analfabeto; que el común de la gente eran mas celosos en su ceguera que lo habían sido los santos y mártires en la defensa de la verdad al comienzo del Evangelio; y que debía temerse que Shan OíNeal, un caudillo muy poderoso en la zona norte de la isla, estaba decidido oponerse a la comisión regia.
Siguiendo este consejo, al año siguiente se convocó un parlamento que debía reunirse en Dublín por orden de Leonard Grey, que en aquellos tiempos era Lord lugarteniente. En esta asamblea, el Arzobispo Browne pronunció un discurso en el que estableció que los obispos de Roma solían, antiguamente, reconocer a emperadores, reyes y príncipes como supremos en sus propios dominios; y que por ello él reconocería al Rey Enrique VIII como supremo en todos los asuntos, tanto eclesiásticos como temporales. Concluyó diciendo que todo el que rehusara asentir a esta ley no era un leal Súbdito del rey. Este discurso sobresaltó grandemente a los otros obispos y señores, pero al final se accedió, tras violentos debates, a la supremacía del rey.
Dos años después, el arzobispo escribió una segunda carta a Lord Cromwell, quejándose del clero, y dando indicaciones de las maquinaciones que el Papa estaba tramando contra los defensores del Evangelio. Esta carta estáfechada en Dublín en abril de 1538; y el arzobispo dice, entre otros asuntos: ‘A un pájaro se le puede enseñar a hablar con tanto sentido como lo hacen muchos del clero en este país. Estos, aunque no son eruditos, son sin embargo astutos para engañar a la gente sencilla disuadiéndoles de obedecer las órdenes de Su Majestad. Los campesinos de aquíodian mucho vuestra autoridad, y os llaman insultantemente en su lengua irlandesa, el Hijo del Herrero. Como amigo, deseo que vuestra señoría tenga cuidado de su noble persona. Roma tiene en gran favor al duque de Norfolk, y grandes favores para esta nación, con el propósito de oponerse a Su Majestad. ª
Poco tiempo después, el Papa envió a Irlanda (dirigida al arzobispo de Armagh y su clero) una bula de excomunión contra todos los que hubieran reconocido o llegaran a reconocer la supremacía del rey dentro de la nación Irlandesa; denunciando una maldición sobre ellos y los suyos que en el plazo de cuarenta días no reconocieran a sus confesores que habían hecho mal al aceptarla.
El Arzobispo Browne dio conocimiento de esto en una carta fechada en Dublín en mayo de 1538. Parte del formulario de confesión, o voto, enviado a estos papistas irlandeses, decía así:
‘Declaro además maldito a aquel o aquella, padre o madre, hermano o hermana, hijo o hija, marido o mujer, tío o tía, sobrino o sobrina, pariente o parienta, patrón o patrona, y a todos los demás, las relaciones más cercanas o queridas, amigos o conocidos que sean, que mantengan o lleguen a mantener, en el tiempo venidero, que cualquier poder eclesiástico o civil esté por encima de la autoridad de la Madre Iglesia, o que obedezca o llegue a dar obediencia, en el tiempo venidero, a ninguno de los enemigos o contrarios de la Madre Iglesia, de lo que aquídoy juramento: Asíme ayuden Dios, la Bendita Virgen, San Pedro, San Pablo y los Santos Evangelistas,ª etc. Este formulario se corresponde de manera precisa con las doctrinas promulgadas por los Concilios Late rano y de Constanza, que declaran de manera expresa que no se debe mostrar favor alguno a los herejes, ni se les debe guardar la palabra dada; que deben ser excomulgados y condenados, y que sus posesiones deben ser confiscadas, y que los príncipes quedan obligados, bajo solemne juramento, a desarraigarlos de sus respectivos dominios.
¡Qué abominable ha de ser una iglesia que osa pisotear de esta manera toda autoridad!
¡Qué engañada la gente que acepta las instrucciones de tal iglesia!
En la carta acabada de mencionar del arzobispo fechada en mayo de 1538, dice él: ‘Su alteza el virrey de esta nación tiene poco o ningún poder sobre los antiguos nativos. Ahora tanto los ingleses como los irlandeses comienzan a oponerse a las órdenes de su señoría, y a poner a un lado sus pendencias nacionales, lo que me temo que hará (si algo puede llevar a ello) que un extranjero invada esta nación.ª
No mucho después de esto, el Arzobispo Browne arrestó a un tal Thady O' Brian, un fraile franciscano, que tenía en su poder un documento enviado desde Roma, con fecha de mayo de 1538, y dirigido a O'Neal. En esta carta había las siguientes palabras: ‘Su Santidad, Pablo, ahora Papa, y el concilio de los padres, han descubierto recientemente, en Roma, una profecía de un San Laceriano, obispo irlandés de Cashel, en la que decía que la Madre Iglesia de Roma cae cuando sea vencida la fe católica en Irlanda. Por ello, por la gloria de la Madre Iglesia, por la honra de San Pedro, y por tu propia seguridad, suprime la herejía y a los enemigos de Su Santidad.ª
Este Thady O'Brian, después de unos interrogatorios y registros adicionales, fue puesto en el cepo, y mantenido bajo estricta vigilancia hasta que llegan órdenes del rey acerca de qué suerte debía correr. Pero al llegar la orden de Inglaterra de que fuera colgado, se suicidó en el castillo de Dublin. Su cuerpo fue después llevado a Gallows-green, donde, tras ser colgado durante un tiempo, fue enterrado.
Después de la accesión de Eduardo VI al trono de Inglaterra, fue enviada una orden a Sir Anthony Leger, Lord Representante de Irlanda, mandando que se estableciera en Irlanda la liturgia en inglés, para que fuera observada dentro de los varios obispados, catedrales e iglesias parroquiales; y se leyó por vez primera en Christ Church, en Dublín, el día de Pascua de 1551, delante del mencionado Sir Anthony, del Arzobispo Browne y de otros. Parte de la orden real para este propósito era como sigue: ‘Por cuanto su Graciosa Majestad nuestro padre, el Rey Enrique VIII, tomando en consideración la esclavitud y el pesado yugo que sus leales y fieles súbditos soportaban bajo la jurisdicción del obispo de Roma; cómo diversas historias imaginarias y prodigios mentirosos desviaban a nuestros súbditos, quitando los pecados de nuestras naciones con sus indulgencias y perdones por dinero; proponiéndose abrigar todos los malvados vicios, como robos, rebeliones, hurtos, fornicaciones, blasfemia, idolatría, etc., su Graciosa Majestad nuestro padre disolvió por ello todas las priorías, todos los monasterios, abadías y otras pretendidas casas de religión, siendo como eran criaderos de vicios o lujos más que de sagrada erudición,ª etc.
El día después que se empleó por primera vez la Oración Común en Christ Church, los papistas tramaron la siguiente perversa confabulación:
En la iglesia había quedado una imagen de mármol de Cristo, sosteniendo una caña en la mano, y con una corona de espinas en la cabeza. Mientras se estaba leyendo el servicio inglés (la Oración Común) delante del Lugarteniente, del arzobispo de Dublín, del consejo privado, del alcalde mayor y de una gran congregación, se vio cómo salía sangre de las grietas de la corona de espinas, y bajaba por la cabeza de la imagen. A esto, uno de los inventores de la impostura gritó en voz alta: ‘¡Ved como suda sangre la imagen de nuestro Salvador! Pero tiene que hacerlo, por cuanto ha entrado herejía en la iglesia!ª De inmediato muchos de las clases más bajas del pueblo, ciertamente el vulgo de todas clases, se sintió aterrorizado ante un espectáculo tan milagroso e innegable de la evidencia del desagrado divino; se precipitaron fuera de la iglesia, convencidos de que las doctrinas del protestantismo emanaban de una fuente infernal, y de que la salvación sólo podía ser hallada en el seno de su propia infalible Iglesia.
Este incidente, por ridículo que parezca para el lector ilustrado, tuvo una gran influencia sobre las mentes de los irlandeses ignorantes, y sirvió a los fines de los desvergonzados impostores que lo inventaron, en cuanto a poder refrenar de manera muy tangible el progreso de la religión reformada en Irlanda; muchas personas no podían resistirse a la convicción de que había muchos errores y corrupciones en la Iglesia de Roma, pero se vieron acallados por medio por esta pretendida manifestación de la ira divina, que fue exagerada más alláde toda medida por los fanáticos e interesados sacerdotes.
Tenemos muy pocos detalles acerca del estado de la religión en Irlanda durante el resto del reinado de Eduardo VI y de la mayor parte del de María. Hacia el final del tiempo de dominio de aquella implacable fanática, intentó ella extender sus persecuciones a la isla; pero sus diabólicas intenciones fueron felizmente frustradas de la siguiente manera providencial, y los detalles de esto los narran historiadores de genuina autoridad.
María había designado al doctor Pole (un agente del sanguinario Bonner) como uno de los comisionados para llevar a cabo sus bárbaras intenciones. Llegado a Chester con su comisión, el alcalde de aquella ciudad, un papista, acudió a asistirle; entonces el doctor se sacó del bolsillo de su manto una cartera de piel, diciéndole: ‘Aquítengo la comisión que barreráIrlanda de herejes.ª La mayordoma de la casa era protestante, y teniendo un hermano en Dublín, se quedó muy angustiada ante lo que había oído. Pero esperando su oportunidad, mientras el alcalde se despedía, y el doctor lo acompañaba cortésmente escaleras abajo, ella abrió la cartera, sacó la comisión, y en su lugar puso una hoja de papel, con una baraja de naipes, con la sota de bastos encima. El doctor, sin sospechar lo sucedido, se reembolsillo la cartera, y llegó con ella a Dublín en septiembre de 1558.
Anhelante de cumplir las intenciones de su ‘piadosaª reina, de inmediato se dirigió a Lord Fitz-Walter, que entonces era virrey, y le presentó la cartera, que, al ser abierta, no mostró otra cosa que una baraja. Esto dejó sorprendidos a todos los presentes, y su señoría dijo: ‘Tenemos que conseguir otra comisión; y mientras tanto barajemos las cartas.ª
El doctor Pole hubiera querido volver en el acto a Inglaterra para obtener otra comisión; pero mientras esperaba un viento favorable, llegó la noticia de la muerte de la Reina María, y gracias a ello los protestantes escaparon a una muy cruel persecución. El relato que hemos dado estáconfirmado por historiadores del mayor crédito, que añaden que la Reina Elizabet estableció una pensión de cuarenta libras a la mencionada Elizabeth Edmunds, por haber salvado de esta forma las vidas de sus súbditos protestantes.
Durante los reinados de Elizabet y de Jacobo I, Irlanda estuvo agitada casi constantemente por rebeliones e insurrecciones, que, aunque no siempre tenían como motivo la diferencia de opiniones religiosas entre ingleses e irlandeses, quedaban agravadas y hechas tanto más acerbas e irreconciliables por esta causa los sacerdotes papistas exageraban arteramente los fallos del gobierno ingles, y de continuo imbuían en sus ignorantes oyentes llenos de prejuicios la legitimidad de matar protestantes, asegurándoles que todos los católicos muertos en el cumplimiento de una empresa tan piadosa serían de inmediato recibidos a la dicha eterna. El carácter naturalmente atolondrado de los irlandeses, manipulado por estos hombres astutos, los impelía continuamente a acciones violentas bárbaras e injustificables, aunque se debe confesar que la naturaleza inestable y arbitraria de la autoridad ejercida por los gobernadores ingleses no era susceptible de ganarse sus afectos. También los españoles, desembarcando fuerzas en el sur, y alentado de todas las maneras a los descontentos nativos para que se uniesen bajo su bandera, mantuvieron la isla en un estado continuo de turbulencia y de guerra. En 1601 desembarcaron un cuerpo de cuatro mil hombres en Kinsale, y comenzaron lo que llamaron ‘La Guerra Santa por la preservación de la fe en Irlanda.ª Fueron ayudados por grandes cantidades de irlandeses, pero finalmente fueron rotundamente derrotados por el representante de la reina, Lord Mountjoy, y sus oficiales.
Este cerró las transacciones del reinado de Elizabet con respecto a Irlanda; siguió un período de aparente tranquilidad, pero el sacerdocio papista, siempre inquiete y agitador, intentó minar mediante maquinaciones secretas aquel gobierno y aquella fe que ya no osaban atacar abiertamente. El pacífico reino de Jacobo les dio la oportunidad de aumentar su tuerza y de madurar sus maquinaciones, y bajo su sucesor, Carlos I, aumentaron grandemente sus números por medio de arzobispos titulares católicos romanos, como también de obispos, deanes, vicarios generales, abades, sacerdotes y frailes. Por esta razón se prohibió, en 1629, el ejercicio público de los ritos y ceremonias papistas.
Pero a pesar de este, poco después el clero romanista edificó una nueva universidad papista en la ciudad de Dublín. Comenzaron también a edificar monasterios y conventos en varias partes del reino, lugares en los que este mismo clero romanista y los jefes de los irlandeses celebraban numerosas reuniones; y de allí solían ir y volver a Francia, España, Flandes, Lorena y Roma, donde estaba siendo preparado el detestable complot de 1641 por la familia de los O'Neal y sus seguidores.
Poco después que comenzaran a ponerse en marcha los planes de la horrible conspiración que vamos a relatar a continuación, los papistas de Irlanda habían presentado una protesta ante los Lores de Justicia del reino, exigiendo el libre ejercicio de su religión y una derogación de las leyes contrarias, ante lo que ambas cámaras del Parlamento en Inglaterra respondieron solemnemente que jamás concederían tolerancia alguna a la religión papista en aquel reino.
Este irritó tanto más a los papistas incitándoles a la ejecución del diabólico complot concertado para la destrucción de los protestantes y no fracasó sino que tuvo el éxito deseado por sus maliciosos y rencorosos promotores.
El designio de esta horrible conspiración era que tuviera lugar una insurrección general al mismo tiempo por todo el reino y que se diera muerte todos los protestantes, sin excepción alguna El día fijado para esta horrorosa masacre fue el veintiuno de octubre de 164l fiesta de Ignacio de Loyola fundador dc los Jesuitas; y los principales conspiradores en las partes principales del reino emprendieron los preparativos necesarios para la lucha que maquinaban.
A fin de que este aborrecible plan pudiera tener un éxito más seg