Pero no es esto lo más singular; lo más singular es que Fausto, á quienel poeta nos presenta en las primeras escenas como un sabio deextraordinaria magnitud, resulta luego un tontiloco.
Tengamos la manga ancha. Disculpemos á Fausto por su desesperación alverse viejo, pobre, desatendido, á pesar de su mucha sabiduría, habiendogozado poquísimo y en resumidas cuentas sin saber nada á punto fijodespués de haberse quemado las cejas estudiando día y noche sindivertirse, sin holgarse y sin echar una canita al aire.
Disculpémosletambién del conato de suicidio, y disculpémosle, por último, aunque seescandalicen mis lectores, de que haga un pacto con el diablo y le firmecon la sangre de sus venas.
Harto se entiende que el diablo, que no es estúpido y que debía estar yaescarmentado, celebra este pacto por si topa, como si dijéramos,sabiendo que se expone á quedar burlado y estafado, y á que Fausto porintercesión de algún santo ó santa que abogue por él, se largue al cieloy deje al diablo con un palmo de narices.
Casos por el estilo habíanocurrido ya y debían estar consignados en los archivos y anales delinfierno. Así, por ejemplo el del monje Teófilo, y el de Cipriano,mágico prodigioso de Antioquía.
Para un sujeto travieso y listo, fundado en la tontería del diablo yenvalentonado con tan curiosos precedentes, un pacto con el diablo hade ser una ganga de la que debe sacar mil provechos y ventajas. Aquíentra, en mi sentir, la inexplicable tontería, el idiotismo perverso delFausto de Göethe, sobre todo en lo más humano y menos simbólico, en laprimera parte, en sus amores con Margarita.
No digo yo un caballero particular cualquiera, que no haya estudiadolibro alguno y que se caiga de tonto, sino el propio Pedro Urdemalas nolo hace peor que Fausto lo hizo.
Remozado ya, elegante y guapo, apasionado y discreto, ¿qué necesidadtenía de joyas para enamorar á Margarita? ¿No deslustraba con esto elcarácter de su querida, haciéndola aparecer tan comprada como enamorada?A no dudarlo, el regalo de las joyas afea y empequeñece el principio deaquellos amores.
Se ve luego que Margarita, sin que nadie la vigile ni la acompañe, vasola donde quiere. En el jardín de Marta juega al escondite con suamigo, y sin duda en cualquiera otro sitio, todavía más cómodo, podíaestar con él á solas todo el tiempo que quisiera hasta hartarse. ¿Quélujo de perversidad, sin razón que la justifique, no hay, pues, en elempeño de Fausto y Margarita de estar juntos por la noche al lado de lamadre de ella, en lo cual hasta hay mucho de repugnante y de asqueroso?
Y crece de punto la perversidad, cuando Margarita, la candorosa yangelical Margarita, excitada por Fausto, y á fin de que su mamá no sedespierte, la atiborra de bromuro de potasio, de opio, de láudano y deotros potingues narcóticos, hasta que acaba por matarla.
A veces se diría que Fausto quiere á Margarita. A veces se diría que nola quiere y que es un ingrato y un galopín de siete suelas. Suinsensatez incoherente no se presta á clara interpretación.
Convertido en músico, su diablo lacayo va con Fausto á dar serenata áMargarita; y Fausto tiene la impiedad y la poquísima vergüenza de que sudiablo lacayo insulte con indecentísimas coplas á la pobre muchacha porla falta que ha cometido en amarle y en consentir en ser suya. Ahoraviene lo mejor. Margarita tiene un hermano, soldado, valiente yespadachín y muy celoso de su honra, aunque no era menester serlo muchopara enojarse contra el doctor Fausto, que estaba alborotando la calle yá todos los vecinos con aquella retahila de sucios improperios puestosen solfa.
Nada más natural que la decisión que toma Valentín de pinchar al doctorFausto como quien pincha á una rata.
Yo convengo en que nadie gusta de que le pinchen así; pero hay medios deevitarlo, sobre todo, cuando se encuentra con el demonio, más ingeniososy decentes que los que Fausto emplea. Él sabía poco ó nada de esgrima, ydistaba mucho de pensar como San Buenaventura, que dice que cuandoalguien nos acomete con una espada desnuda debemos dejarnos matar y nomatarle, porque sería cruel, matando á nuestro adversario, enviarle alinfierno, mientras que si él nos mata, y nosotros nos resignamos ámorir, nos iremos derechitos al cielo; pero, sin imitar á SanBuenaventura, bien pudo hacer Fausto que el diablo se llevara á Valentínen volandas ó valerse de otro medio cualquiera para no asesinar infame ytraidoramente al hermano de su amiga.
Después del asesinato de Valentín, Fausto se queda tan fresco, y paradistraerse, se larga al aquelarre á bailar un fandango con varios brujasjóvenes, altas de pechos y ademán brioso.
Margarita, entretanto, ha acudido con muchas comadres del barrio y otragente desocupada, á ver morir á Valentín, que le echa un largo discurso,llamándola metze, coram pópulo, por si alguien no se había enterado.
Después de tantas catástrofes, muerta la madre á fuerza de dormir,Valentín asesinado, y deshonrada ella públicamente por las cancioncillasdel diablo-músico lacayo de su amigo y por el discurso moral de suhermano moribundo, poco tiene que perder y nada tiene que ocultarMargarita. No se comprende, pues, la determinación que toma de matar ásu hijo, arrojándole al agua. Haría tan mala obra en un momento deenajenación mental; pero Fausto debió preverlo, y en vez de ir á retozarcon las brujas, poner á Margarita en una buena casa, cuidarla y darlebien de comer, y separar al niño de su lado para que no hubiese aquelestropicio que después hubo.
El diablo no le valió sino para hacer sandeces; ni siquiera se leocurrió á Fausto que aquella bruja joven, con quien bailó en elaquelarre y la hermosura de cuyos pechos
celebra en una copla muygalante, hubiera podido servir de nodriza para su hijo, ya que noquisiese él bajar al seno de las Madres para traer desde allí á la mismacabra Amaltea, nodriza de Júpiter.
Pero nada; el imbécil de Fausto no celebró pacto con el demonio, sinopara cometer delitos inútiles é incurrir en más simplezas que el propioD. Simplicio Bobadilla y Majaderano.
Prescindo ahora de la segunda parte ó tragedia de Fausto. Todo allí esfantasmagoría: todo está lleno de enigmas filosóficos y de veladasenseñanzas.
Fausto apenas es allí ser humano: es un símbolo, es como el héroeepónimo de la sociedad y de la edad modernas; lo cual no quita que en laprimera parte, en lo que se asemeja más á la vida real, Fausto, sea, sino un malvado, un imbécil.
Y sin embargo, ¿en qué consiste que Fausto y Margarita interesen yenamoren tanto á las almas sensibles y hasta á las niñas honradas, quede seguro no harían todas las atrocidades que hizo Margarita deenvenenar á su madre y de matar á su hijo?
Por hoy no sé en qué consiste esto. Otro día trataré de averiguarlo.
LA MORAL EN EL ARTE
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MI amigo D. Miguel Moya me pide que escriba sobre el asunto que elepígrafe declara. Yo deseo complacerle; pero lo considero harto difícil.El asunto es tan complicado que, para tratarle bien, sería menesterescribir un par de volúmenes y no un artículo breve. Mucho aumentaría laextensión del escrito si me empeñase en decir, además de lo que á mí seme ocurre, lo que se ha ocurrido á los otros desde Platón y Aristóteleshasta Hegel, Gioberti, Pictet y demás autores novísimos. Los escondo,pues, á todos y hasta procuro olvidarlos, y voy á decir aquí, sinatender á nadie, y en cifra y resumen, lo primero que acuda á mi mente,ora sea creación suya, ora sea reminiscencia de lo que he leído.
La Naturaleza, ó dígase cuanto hay de sensible y de inteligible, cuantose ve, se columbra ó se imagina, cuanto cabe en el pensamiento humano,y este mismo pensamiento, todo atrae nuestra atención, nos solicita paraque lo contemplemos, lo fijemos con orden y método en nuestra memoria, yhasta procuremos averiguar sus causas y el término, fin y propósitohacia donde se dirige y encamina. Tal parece ser el primer empleo delhombre. Llamémosle teoría. Su fruto ó resultado debe ser la verdad.
Suexposición metódica es la Ciencia.
Pero el hombre no es un ser meramente pasivo y contemplativo. No está enel mundo sólo para asistir al espectáculo, gozar de él y aplaudirle,sino que, á más de ser espectador, ha de ser actor. No le basta conformar conceptos, sino que necesita realizar acciones. De aquí queademás de la teoría haya la práctica. Y como nuestras acciones debenenderezarse á no perturbar el orden natural de las cosas, sino áconservarle y á mejorarle, resulta que el fin de la práctica ha de serel bien, y el conjunto de reglas y leyes para que el bien se logre es laMoral en su más amplio sentido.
Todavía tiene el hombre otro tercer empleo no menos digno y elevado.
Oraconsideremos el Universo, ó sea el conjunto de todas las cosas, comosubstancia eterna con poder inmanente para desenvolverse y manifestarseen apariencias distintas, ora como creación de una voluntad y de unainteligencia soberanas, el hombre, por un estímulo irresistible que hayen él, y por los bríos y por la virtud que producen ese estímulo, sesiente movido á mejorar y adaptar las cosas ya existentes, sacando deellas algo nuevo, ya para su propia utilidad, ya para su propio deleite.De aquí proviene lo que en su más amplio significado debemos llamar Poesía.
Claro está que en este significado amplio, poesía es toda operación porla cual el hombre añade algo á lo natural para hacerlo más útil, másagradable ó más hermoso. Si la mente humana, si el espíritu no seincluyese como parte de la Naturaleza, bien podría decirse que toda obradel espíritu, transformando ó modificando las cosas naturales, era obrasobrenatural, ya que sobre la Naturaleza venía á ponerse.
En la anterior concepción vastísima de la poesía, que á fin de que nochoque demasiado á los que les coja muy de nuevas, declararé aquí que esde Aristóteles, entran todas las artes humanas, desde la del zapatero yla del cocinero, hasta las del escultor, el músico, el pintor y el vatemás inspirado.
Tenemos, pues, teoría, práctica y poesía; y como derivación de lastres facultades, ciencia, moral y arte. En estas tres esferas deactividad hay compenetración, cuando no nos elevamos á grande altura.Entonces casi se puede decir que lo útil es el fin y el punto de mira delas tres facultades que se prestan mutuo auxilio. La ciencia, porejemplo, es útil y presta auxilio á todas las artes, y ya elconocimiento de los astros puede servir para la navegación ó laagricultura, ya el conocimiento de las propiedades químicas de loscuerpos, para preparar medicamentos, para guisar ó para curtir pieles.La moral, dentro de su más rastrero concepto, no traspasa tampoco loslímites de lo útil, no aspira sino á lo conveniente; rara vez va másallá de aquello que la prudencia mundana requiere, según puede notarseen las antiguas fábulas y en los refranes. Y el arte, por último, seencierra también en lo útil ó en lo materialmente deleitable;empleándose en vestirnos, en calzarnos, en darnos habitaciones cómodas,y, en suma, en nuestro material bienestar y regalo.
Por el contrario, no bien la ciencia, la moral y el arte alcanzan ciertaelevación, dejan de prestarse auxilio, se hacen independientes, ponen ybuscan su fin en ellos mismos, y adquieren, digámoslo así, unainutilidad sublime. Dejan de ser serviles y son liberales.
La cienciaentonces busca, y tal vez halla, la verdad, meditando desinteresadamentey tratando de descubrir los más hondos arcanos, sin el menor propósitode que el descubrimiento valga luego para nada que no sea lasatisfacción misma que de poseer la verdad se origina. De igual suertela moral elevada, si no prescinde, echa á un lado y pone como en segundotérmino todas las ventajas que pueda ocasionar ó causar el ejercerla, ytiene por único, ó al menos por principal objeto, la satisfacciónsemidivina de obrar el bien con la más completa independencia de todamira interesada, así en esta vida como en la otra, así para el individuocomo para la colectividad de cuantos son los seres humanos. Y la poesía,por último, deja ya de atender á lo útil: no teje, ni guisa, ni edificaviviendas; ni trata siquiera de moralizar ni de enseñar verdades, sinoque poniendo en ella misma su fin, aunque nada deseche y se valga detodo, tanto de lo creado cuanto de lo increado, tanto de lo real cuantode lo ideal, como elementos y materia de lo que produce, no tira áproducir sino la belleza y no anhela infundir en los ánimos más que elpuro y desinteresado sentimiento que nace de verla y de admirarla. Estoes lo que se llama el arte por el arte.
Ha de entenderse, con todo, que los tres separados caminos por donde vael espiritu humano no siguen en divergencia constante y separándosesiempre hasta lo infinito, sino que al cabo convergen y vienen ácoincidir en un centro ó foco único de perfección absoluta, donde laverdad, el bien y la belleza carecen de distinción substantiva, y soncalidades, potencias y atributos de un solo sujeto. Por dondeconsiderada la ciencia en lo sumo de su elevación, es igualmente buena yhermosa, y la moral es la misma verdad y la misma poesía, así como lapoesía no puede menos de ser entonces el celestial y purísimo resplandorde la verdad y del bien absolutos. Mirada, pues, la poesía desde supunto más elevado, basta decir que es poesía para afirmar implícitamenteque es verdadera y buena, así como toda alta moral y toda cienciasuperior y profunda son poéticas en el mayor grado.
Las contradicciones que en lo que afirmamos pueden notarse, provienen deun error de quien las nota y en realidad no existen, estribando sólo elerror en algo de incompleto ó de deficiente, que importa tener encuenta. Supongamos que tal cual sistema filosófico, ora las mónadas y laarmonía preestablecida de Leibnitz, ora el idealismo de Schelling, orael proceso de la idea de Hegel, nos parecen poco conformes á la verdad yhasta desatinos y blasfemias, mas no por eso dejaremos de ver en ellosmaravillosa poesía, así porque contienen parte de la verdad en medio desus extravíos, como porque es tan poética y tan hermosa la verdad, quevierte torrentes de poesía y de hermosura sobre quien por las vías másencumbradas la busca aunque no la halle.
De idéntica manera toda poesía perfecta, hasta donde la perfección cabeen lo humano, es verdadera y moral, contiene verdad y bien, está enplena concordancia con la moral y con la ciencia. Y á mi ver, dichaconcordancia aparecerá con tanta mayor claridad y brillantez, cuantomenor sea el propósito del poeta de sostener una tesis, de dar leccionesde moral ó de enseñar científicamente esto ó aquéllo.
Lo que verdaderamente importa para que el poeta sea buen poeta, es quesea sincero y no se empeñe en engañarnos.
Su engaño no prevalecerá ni valdrá de nada para las personas de buengusto, las cuales no podrán aguantar su obra y la tildarán de falsa yembustera. Y por el contrario, siempre que el poeta es sincero y dice loque siente, con sencillez y sin afectación, ó no es verdadero ylegítimo poeta, ó tiene que ser bueno moralmente, resplandeciendo labondad moral en su poesía.
Antes de que definiese Quintiliano al orador varón bueno, perito endecir, ya habían declarado los autores griegos que no era posible serbuen poeta sin ser varón bueno antes. El héroe y el santo tienenperpetua y constante voluntad de bien. El poeta sólo es menester que latenga cuando escribe. De aquí que moralmente el poeta es muy inferior alhéroe y al santo, aunque por otras prendas de su espíritu valga más queellos.
Como quiera que sea, el primer precepto de toda arte poética debiera seresta discreta frase de Maese Pedro: Muchacho, no te encumbres, que todaafectación es mala.
En mi sentir, tan perverso y tan insufrible es Baudelaire componiendo suletanía diabólica y otras lindezas de las Flores del Mal, como nopocos poetas, que andan por ahí presumiendo de religiosos y demoralistas, y que escriben, sin pizca de verdadero sentimiento, odas áDios, á la virtud y á la vida monástica, ó narraciones y dramas desevera moralidad aparente, cuyos personajes no pueden menos de sercontrahechos, monstruosos, cursis, y como en la vida real no se estilanni se estilaron nunca. En cambio, en todo poeta sincero, si es verdaderopoeta, resplandece la bondad y se manifiesta en la belleza que hacreado. Y cuando se examina y analiza cuidadosamente, se nota que labelleza que admiramos está en la expresión y manifestación de labondad, y no en los errores y en los extravíos que por otra parte puedeponer el poeta en su obra y tener en sí, como los tiene todo ser humano.De aquí que admiremos á Leopardi, no por su ateísmo y desesperaciónpesimista, sino por su anhelo ferviente de bondad suprema, por suaspiración á lo divino, que él cree irrealizable. De aquí que admiremosen Carducci, hasta en la oda á Satanás, no el extravagante capricho dellamar Satanás al libre espíritu humano, sino el vehemente amor con quecanta el poeta las conquistas de ese espíritu y sus triunfos y victoriassobre el mundo visible, para mejorar nuestra condición, ennoblecernuestro destino y hacer más digna y más feliz la vida humana. Y de aquí,por último, que en Whittier y en Manzoni admiremos la profunda fecristiana, la caridad viva y la consoladora esperanza con que ensalzanal ser divino, y su santa religión, que es el Lábaro, en pos del cualpiensan que han de elevarse á las más radiantes esferas debienaventuranza para los hombres, cumpliéndose así los inexcrutablesdesignios del Altísimo y su divina voluntad, en la tierra y en el cielo.
No hay, pues, ni puede haber discrepancia, á no ser superficial, entrela moral y la estética, entre el bien y la hermosura. Lo bueno y lohermoso coinciden al llegar á cierta altura y se confunden en uno. Ycomo, á mi ver, la sinceridad es requisito indispensable en toda poesíaque merezca tal nombre, esta misma poesía da testimonio fehaciente delvaler moral del poeta. Pongamos por caso uno de los libros más sincerosy espontáneos que se han escrito: el Quijote. El alma hermosísima deMiguel de Cervantes se retrata en este libro como en claro y limpioespejo, probando, contra todos los documentos que pudieran hallarse,producirse é interpretarse en contra, que Miguel de Cervantes era un varón bueno.
Para terminar, bajando de las elevaciones metafísicas, viniendo á lollano y á lo pedestre y juzgando el asunto con el mero sentido común, yome inclino á creer que es pedantería inocente la afirmación de que elteatro sea escuela de costumbres ó de que se enseñe moral en novelas,comedias, sainetes y otras obras de mero pasatiempo. Sin duda que estasobras deben ser morales. Con el pretexto de divertir, no estaría bienque un novelista ó un dramaturgo recomendase ó disculpase el robo, elasesinato y el adulterio. Pero esto no quiere decir que su obra ha deser docente, sino que no debe ser perversa ni indecente. Harto bien senota que los preceptos de moral aplicados al arte nada tienen deexclusivos: no implican la relación entre la moral y la estética. Sonlos mismos preceptos que se impone toda persona bien educada cuando vade visita, de tertulia ó de paseo. El novelista ó el dramaturgo noenseña más que el paseante ó el tertuliano. La buena educación y eldecoro se les presuponen. Sólo hay una diferencia: que el que escribesuele en todos tiempos usar de mayor libertad de lenguaje que el que vade visita. De seguro que, no ahora, cuando en Inglaterra todo parece shocking, pero ni en tiempo de Shakespeare se lamentaría en la buenasociedad ninguna señorita como se lamenta Julieta diciendo:
...I'll to my wedding-bed;
¡And death, not Romeo, take my maidenhead!
Mil veces más crudo aún es el modo brutal con que, en la tragedia deOtelo, Yago da á Brabancio la noticia de que se ha fugado Desdémona:
—Your daughter and the Moor are now making the beast with twobacks.
Y aquí termino y no digo más, porque sería prolijo é interminable decirtodo cuanto el asunto sugiere.
EL REGIONALISMO FILOLÓGICO EN GALICIA
——
DÍAS ha que escribí y publiqué en la Revista Critica de Historia yLiteratura un extenso artículo sobre el libro del padre Blanco García,que trata de las literaturas regionales de España y de las literaturashispano-americanas en el siglo XIX.
En tono muy cortés, pero mostrándose enojado y quejoso, el Sr. M.Murguía, en el número del 15 del corriente de La Voz de Galicia,periódico de la Coruña, ha insertado contra mí un apasionado escrito endefensa de las letras gallegas, que supone que yo menosprecio.
Me desagradan las polémicas y las rehuyo siempre que puedo. No voy,pues, á entablar polémica con el Sr. Murguía. Previamente estoyconvencido de que ni yo lograré traerle á mi opinión ni él lograrállevarme á la suya. Disputando, sólo conseguiríamos fatigar al públicocon nuestra disputa. No puedo, sin embargo, resistir al deseo deaprovechar esta ocasión para explicar, si me bastan pocas palabras, loque pienso sobre lenguas, dialectos, regionalismo, nacionalidades yvarios otros puntos que forman el proceso de este negocio. La materia estan vasta, que apenas podré tocarla sino de paso, ó mejor diré, alvuelo, posándome sólo en las cimas ó picos más salientes.
Contra el precepto de Horacio, empezaré ab ovo.
Todos somos unos. Todos somos hijos de Adán y hermanos por consiguiente.Pero ocurrió lo de la Torre de Babel y los hombres se dispersaron. Unosse largaron por un lado, otros se largaron por otro, y se formaron muydiversas tribus, razas ó castas. A España vinieron sucesivamenteatlantes, iberos primitivos, proto-escitas, fenicios, celtas, griegos,cartagineses, romanos, godos, alanos, suevos, vándalos, judíos, árabes,sirios, persas, eslavos, berberiscos, normandos y hasta negros de másallá del Sahara. Sobre poco más ó menos, en los demás países ha sucedidolo mismo. Y es seguro que si estas mezclas de gentes, distintas y hastacontrarias, no hubieran llegado nunca á amalgamarse, adoptando lasmismas leyes, sometiéndose al mismo gobierno, haciéndose solidarias delos triunfos y de los reveses, de las pérdidas y de las ganancias, y delas glorias y de las vergüenzas comunes, jamás hubiera llegado á haberlo que se llama una nación. Hubiera habido expresiones geográficas:Francia, Italia, Inglaterra y Alemania; pero no hubiera habido naciónfrancesa, ni inglesa, ni alemana, ni italiana.
Ha habido nacionalidad y la hay, porque en un momento dichoso ha llegadoá lograrse y á cogerse el fruto de un trabajo y de un cultivo de siglosy entonces la nación se ha constituído. Harto sé yo que todo lo que nacemuere. Que si los individuos no son inmortales, tampoco lo son lasnaciones; y que España, como cualquiera otra colectividad, puededescuartizarse, desmoronarse y persistir sólo como expresión geográfica.Esperemos que esto no ocurra en muchísimos siglos. Yo no soy profeta, yaunque lo fuese, en vez de remedar á Jeremías, remedaría á los profetasalegres, ó sería el primero de ellos, si antes no los hubo.
No he de negar por esto que, si bien dentro de ciertos límites juiciososme hechizan, me deleitan y hasta me arrancan aplausos las literaturasregionales, sobre todo cuando son cándidas, espontáneas y sencillas,todavía me asustan y me afligen cuando se convierten en tema y vienen áextralimitarse. Entonces me parecen síntomas de decadencia y ruina:entonces me parecen amenaza de disolución nacional, si bien confíosiempre en la Providencia y espero que la amenaza no se cumpla, que loominoso ó fatídico salga fallido, que la enfermedad pase y que la naciónpersista sana, salva y una.
Cuando un pueblo tiene ser propio y grande, cuando su historia esgloriosa, cuando ha influido profundamente en los destinos del génerohumano, así por el pensamiento como por la acción, este pueblo no muere,vive, tiene siete vidas como los gatos: nadie le arranca la vida ni átres ni á trescientos tirones. Puede perder todas sus conquistas; loscontinentes y las islas, por donde en los días de su mayor auge yexpansión logró dilatarse, pueden dejar de ser suyos; puede hundirse elEstado que le da unidad política; y hasta puede ser invadido y dominadopor el extranjero el suelo natal, la cuna misma de ese pueblo; mas nopor eso el pueblo muere. Vivirá acaso, durante siglos, vida latente yobscura, pero vuelve al fin á recobrar la vida luminosa y clara. Elidioma propio es el talismán donde va escrito el conjuro para lograresta á modo de resurrección. Grecia resucitó hablando en griego. Si elpueblo griego hubiera tenido seis ó siete idiomas diferentes, jamáshubiera resucitado. Es más; si hubiera tenido seis ó siete idiomasdiferentes, no dialectos ó modos, sino idiomas con pretensiones deliterarios y nacionales, no hubiera extendido su cultura desde laBactriana hasta las Galias: por todo el litoral de Asia, Africa y Europaen el Mediterráneo, y por todas sus islas. Y si el dialecto toscano nose hubiese convertido en lengua italiana, venciendo y obscureciendo álos demás dialectos que en Italia se hablaban, y que se hablaban enEstados poderosísimos, ricos y conquistadores, como lo fué, por ejemplo,Venecia, Italia no hubiera realizado jamás el sueño de Maquiavelo y desus más eminentes patriotas y hombres políticos: no hubiera vuelto átener la unidad que sólo tuvo bajo el rey bárbaro Teodorico.
Yo quiero suponer que en España, no sólo no hubo unidad de Estado, sinoque ni unidad de nación hubo hasta fines del siglo XV. Supongo, además,ó doy por cierto, pues sobre esto no disputo, que antes no huboverdaderamente españoles, sino portugueses, gallegos, castellanos,aragoneses y catalanes. También es evidente que hasta fines del siglo XVhabía en España tres lenguas literarias y nacionales. Eran estas treslenguas la castellana, la catalana y la portuguesa ó gallega, ya que elmismo Sr.
Murguía confiesa que el gallego y el portugués fueron lo mismohasta entonces. Ni Las Cantigas del Rey Sabio, ni cuantos versos hayen los Cancioneros del rey Don Dionis, de Resende, etc., podríanatribuirse por las palabras y las frases mismas á poetas de Portugal óde Galicia. Por el habla, por lo que dejó escrito, tan gallego es elinfante Don Pedro, como es portugués Macías el enamorado. Hay más aún:esa lengua galaico-portuguesa, tal vez no fué escrita sólo porportugueses y gallegos, sino también por trovadores de toda España, quela consideraban como lengua elegante y más propia que el castellano parala poesía lírica y de la corte.
Quiso, no obstante, la suerte ó sea el orden providencial ó fatal quellevan los sucesos históricos, que el idioma de Castilla prevaleciese:que, aun antes de llegar á la unidad de que he hablado, presentase lostítulos de su hegemonía y de su imperio, como son el Poema del Cid,los versos del arcipreste de Hita, Las Partidas, la Crónica general y El Conde Lucanor; y que, después de formada la unidad, corroborasesu imperio con otros títulos soberanos: con el Amadis, con LaCelestina, con Garcilaso y Herrera, con ambos Luises, con Cervantes,con historiadores como Mariana y con nuestro, fecundísimo y ricoRomancero y con nuestro original y maravilloso teatro.
Esta lengua no selimitó á presentar dichos títulos, sino que también se difundió por elmundo, llevada en triunfo bajo el amparo del estandarte de Castilla, porel inmenso continente recién descubierto, por las remotas islas del mardel Sur, y aun por las naciones de Europa, que reconocían entonces, yaque no nuestro imper