A Vuela Pluma Colección de Artículos Literarios y Políticos by Juan Valera - HTML preview

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Estos seis vocales, legalmente, no han de importar ni valer más unos queotros, aunque cada cual tenga su especial cuidado y oficio. Parapresidir la Junta, no quiero decir de repente lo que pienso yo, á fin deque no den un brinco de espanto los que me lean.

Considérese que en España hay, desde hace tiempo, un lamentabledivorcio entre las artes y las letras castizas y propias de nuestrosuelo y la gente que ha visto y corrido más mundo y que parece más cultay que es ó debiera ser más distinguida y elegante.

El bello sexo, sobretodo, y más aún el de la high-life, nos es contrario.

Grosero é injusto sería decir con Iriarte:

Las mujeres que ahora no despuntan,

como en siglos pasados, por discretas,

si en el teatro público se juntan,

aplauden cuando más al tramoyista,

oyen tal cual chuscada del sainete,

y sirve lo demás de sonsonete,

mientras que están haciendo una conquista.

Nada; no digamos semejante blasfemia, pero reconozcamos que hay sobradodesprecio por lo nacional é inclinación decidida y admiración exageradahacia lo extranjero. Se deploran la cancamurria y los hípidos denuestros actores y, sin caer en la cuenta, parecen deliciosos elinaguantable martilleo de los actores franceses, su remilgada afectacióny el continuo subrayar de palabras y frases á fin de que las agudezassutiles penetren bien en las mentes obtusas del auditorio, lo cual hastallega á ser ofensivo, ya que presupone tontería en el público y lanecesidad de un embudo y de un cazo de bayeta para que trague lo másdificultoso y enmarañado.

Y no es solo contra los actores, sino también contra los autores estedesprecio.

Ignoran los usos y costumbres de la buena sociedad; cuando ladescriben se equivocan del modo más deplorable. En fin, todo son cursis.

Lo que llaman en Francia alta comedia no es posible entre nosotros. Encambio las obras dramáticas de Sardou y de Dumas hijo, que tratan depintar el mundo elegante de París, enamoran, pasman y hechizan á nopocas de nuestras damas. No advierten que aquellos discreteos y tiquismiquis suelen estar confeccionados con una más honda y radical cursería. Con relación á la nuestra es como el aguardiente conrelación al vino.

Francillon y Le monde où l'on s'ennuie, porejemplo, son de una cursería pasada por alambique; obras de insufribleafectación, y como entre la moral y la estética hay lazos muy estrechos,obras también de moralidad extravagante y corrompida, por lo mismo quetratan de ser docentes y de corregir las costumbres.

No poco podría yo decir sobre todo esto, pero no tengo espacio.Saltemos, pues, y volvamos á la Junta directiva. Yo aspiro á la perfectaconciliación de nuestra sociedad elegante y de nuestra literaturacastiza. Conviene para ello que sea elegante el teatro cuando

representeelegancias,

y

que

no

se

extralimite,

ni

propagando

doctrinasantisociales, ni con sátiras personales y rudas, ni con demasiadasverduras y escabrosidades. Así, pues, y repito que yo estoy fantaseandouna utopía, si de mi dependiera, yo elegiría á una dama discreta éilustrada para presidenta del teatro normal ó modelo. Estoy seguro deque ella velaría para que lo poco decente, lo indecoroso, lo falsamentesentimental y lo inelegante y afectado se desterrasen del teatro modelo,único que no sería libre, pues yo dejaría á los otros en la completalibertad de que gozan ahora, si bien con la esperanza de que por influjodel teatro modelo habían de corregirse y mejorarse.

No se infiera de lo expuesto que yo propenda á que nuestro teatromodelo sea, según dicen los franceses, con frase hecha, honnête maisembêtant. Nada menos que eso; yo gusto del regocijo y del desenfado,con tal de que no traspasen los límites del decoro.

Por esto, por otras razones expuestas ya y por otras muchas que seríaprolijo exponer aquí, vendría como de molde una dama discreta parapresidenta de la Junta.

De cada cinco funciones había de haber una cuyo producto líquido seconsagrase á establecimientos de beneficencia. Buena falta hacen enEspaña. Dos años y medio he pasado últimamente en Viena, y ni en calles,ni en paseos, ni en parte alguna, me ha pedido nadie limosna.

Claro está que el teatro ideal que voy formando es todo lo contrario delteatro libre, y mucho menos es teatro protesta. Yo no niego la razón á Clarín; protestando contra el mal gusto, se consigue á veces quetriunfe el bueno. Moratín le hizo triunfar protestando contra Comella;pero no es esto lo que ordinariamente sucede, y todo protestantismo esmuy peligroso. El Estado no puede menos de ser conservador. Así como sitiene una religión es porque la cree verdadera, así debe tener tambiénfe en su buen gusto, pero sin alentar á los que buscan en literaturapeligrosas novedades.

Queden para eso los teatros libres, si se atrevená tanto y les da por convertirse en teatro protesta.

Lo que se llama genio es prenda muy rara, y el afán de hacer creer quele tienen deslumbra y extravía á no pocos incautos y presuntuosos, y losinduce á producir disparatadas monstruosidades. Absurdo sería quecreásemos el teatro modelo para apadrinarlas. Si cabe comparar losagrado con lo profano, sería esto tan ridiculo como si el Estadoerigiese un magnifico templo y ensayase en él la religión de Brahma, deBuda, de Zoroastro ó de cualquier profeta flamante, á ver si el pueblola prefería al catolicismo y se convertía.

Si en la religión hay herejes, en las artes también los hay. Queden enlibertad: no los persigamos, pero no los protejamos tampoco.

Recuerdo haber visto en Bruselas una Exposición de pintura y esculturahecha por artistas libres, que protestaban furiosos, en nombre delprogreso y del arte del porvenir, contra el arte oficial, ordinario ytrillado. Aseguro que no soñaba yo con ver ni he visto jamás deliriosmás estupendos, pintados y esculpidos, ni más abominables creaciones. Ycuenta que, en medio de su extravío, no podía negarse original ydistinguido talento á no pocos de aquellos artistas libres.

Prescindo de la ilación y procedo á brincos y con aparente incoherenciapara que esta carta sea la última, y no escribir una docena.

La Junta directiva había de renovarse cada dos años.

Los vocales tendrían sueldo ó dietas. No comprendo que nadie trabaje debalde, humillando ó haciendo competencia invencible al que necesitavivir de su trabajo. Al que no lo necesitase nadie le impediría gastarsu sueldo en obras de misericordia ó regalar al teatro mismo, paraadorno de sus galerías y salones de descanso, bustos y pinturas querepresentasen á nuestros mejores dramaturgos, actores y actrices.

Las funciones del teatro modelo habrían de dividirse por igual en tresclases: una sería de composiciones dramáticas de antiguos autores cuyasobras fuesen ya del dominio público; otra sería de composiciones deautores, vivos ó muertos, de cuyas obras conservasen la propiedad ellos,sus herederos ó sus editores; y otra, por último, de composicionesinéditas. Tendríamos, pues, que sólo el tercio de las representacionesde nuestro teatro sería para los estrenos. Así la Junta directiva podríamostrarse severa y aceptar sólo obras excelentes ó que ella juzgasetales. En los teatros libres se daría la protesta ó la apelación aljuicio público, aceptando las obras desechadas, obras, por otra parte,que, al no ser aceptadas por nuestro teatro, no recibirían agravio, yaque nuestro teatro no podría ser bastante para muchos estrenos.

En nuestro teatro no habría de hacerse jamás la en mi sentir absurdadistinción del género chico y del género no chico. Lo bueno no eschico nunca. Hay no pocos sainetes que valen más que multitud de dramasy de tragedias en cinco actos. Nada es más difícil, más envidiable y másprecioso que hacer reir con burlas y chistes urbanos sin desvergüenza ysin chocarrería.

Por esto quisiera yo que volviésemos á la antigua usanza, y que, á noser un drama extremadamente largo, concluyese toda función con sucorrespondiente divertido sainete.

En la indumentaria convendría tener el mayor esmero. No sólo los trajes,las armas, el peinado y demás adornos de las personas, sino también losedificios y los muebles habrían de ajustarse siempre con la posibleexactitud á la época y al país en que se desenvolviese la accióndramática. Únicamente podrían quedar exceptuados de esta regla algunosdramas antiguos en que hay algo de fantástico y de ideal en el lugar yen el tiempo. Pase v. gr. que en El desdén con el desden no salgan losactores vestidos con trajes de la Edad Media, de cuando había soberanosindependientes en Provenza y en Cataluña, sino que salgan vestidosanacrónicamente con trajes del siglo XVI ó del siglo XVII.

Mi indulgencia, no obstante, no llega hasta el extremo de aprobar lo quehe visto en Alemania, donde el lacayo, gracioso y agudo, que aconseja eldesdén para vencer el desdén de doña Diana, sale vestido como Fígaro en El Barbero de Sevilla, como un majo de Goya. Esto me parece tanextravagante como lo que he oído decir que acontecía hace un siglo entrenosotros, cuando, al ponerse en escena El maestro de Alejandro, salíaAristóteles vestido de abate, con casaca, chupa, espadín, zapato dehebilla y capita veneciana.

No pocos de nuestros antiguos dramas son tan anacrónicos que apenassería posible ponerlos en escena con trajes de la época en que pasa laacción. Si no recuerdo mal, en La venganza de Tamar, de Tirso, haydamas tapadas, lacayos, mercaderes, genoveses, calle Mayor y todo lo quehabía en Madrid en tiempo de Felipe III ó de Felipe IV.

¿Cómo, pues,poner en escena La venganza de Tamar con los trajes que se usaban envida del Rey Profeta? En cambio, yo juzgo conveniente representar Elmágico prodigioso con los trajes, edificios y mueblesbizantino-orientales que se usaban en Antioquía en los primeros siglosde la era cristiana, y no, como he visto representar en Madrid estedrama, con trajes del siglo XVI ó del siglo XVII.

Aun en la representación de los sainetes y entremeses pondría yo nomenor cuidado en la indumentaria. Un entremés de Cervantes serepresentaría con trajes del tiempo de Cervantes, y un sainete de D.Ramón de la Cruz con los trajes que los majos y las manolas gastabancuando vivía y los retrataba tan á lo vivo aquel escritor ingenioso.

Otro uso antiguo, desde hace años casi perdido, resucitaría yo ennuestro teatro: el indispensable intermedio de baile nacional entre eldrama y el sainete.

El arte de la danza es importantísimo y serio. Los antiguos leestimaban como lazo de unión y como centro de todas las artes delespíritu, que llamaban música en su más lato sentido, y de todos losejercicios corporales, que llamaban gimnástica. La danza además eraensalzada por su complexidad; porque en ella se combinan el sonido y laforma, el dibujo y la melodía, lo plástico y lo aéreo. El rey David nocreía perder su dignidad por ir bailando delante del Arca. Loscoribantes descendían bailando de la cumbre del Ida, las ménades con sustirsos bailaban en el Citerón, y los profetas de

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Israel, en impetuosocoro, descendían bailando del Carmelo. No bailaban menos devota ydesaforadamente los salios de Roma. Danzas sagradas ó hieráticas hahabido en todas las épocas y civilizaciones. Todavía, al son de lascastañuelas, bailan los seises en la catedral de Sevilla.

No pretendo yo que canonicemos y santifiquemos la danza, pero es undolor que nuestra danza nacional vaya perdiendo cada día más su carácterpropio y castizo ó bien que se avillane, se corrompa y se haga másgrotesca, chula y gitana. Ya se bastardea con lo que toma y remeda delas danzas francesas é italianas, ya se corrompe y se impurifica conesto que no sé por qué llaman flamenco. Yo recuerdo todavía conretrospectiva admiración á cierto bailador llamado Ruiz, y á sugallarda, bella, modosa y noble hija Conchita. ¡Qué majestad, quédecoro, qué distinción y qué gracia cuando ambos bailaban juntos elbolero! No es dable danza más aristocrática. Parecían príncipes ógrandes señores. Y aquello era al mismo tiempo español puro y neto.

¿Porqué pues, no hemos de regenerar nuestra danza, hoy pervertida?

Interminable sería el seguir exponiendo aquí todo lo bueno que podríarealizar nuestro teatro. Fúndese, si alguna vez hay dinero, paz y humorpara fundarle, y ya entonces daré yo los consejos que dejo en el tinteroahora por no pecar de prolijo.

Sólo diré para concluir que en el teatro, durante la representación,deben amortiguarse las luces y quedar el público en misteriosa penumbra,á fin de que la luz y la atención se fijen en la escena: que una vez eltelón descorrido, deben cesar las conversaciones y deben abstenerse lasdamas y los caballeritos de flirteos ó coqueteos: y que terminada larepresentación, debe haber mucha luz para que las mujeres muestren suhermosura y sus galas. Por último, los entreactos, sin ser tan largoscomo ahora suelen ser, no deben ser tan cortos como en Alemania, dondeno hay tiempo para ver y hablar á las damas bien vestidas y guapas, nipara discurrir sobre el drama que se está viendo, de todo lo cualresulta, á pesar del primor y lujo del espectáculo, algo de apresurado,y de poco ameno que contradice el título de diversiones públicas con quecalificamos las del teatro.

Y aquí pongo punto final, deseoso de no haber acabado también con lapaciencia de los lectores.

FINES DEL ARTE

FUERA DEL ARTE

——

SIEMPRE fuí yo partidario del arte puro; de que no haya en él otro finni propósito que la creación de la belleza; dar pasatiempo, solaz yalegría al espíritu y elevarle á esferas superiores por la contemplaciónde lo ideal y de lo que se acerca á lo perfecto, cuando logra revestirsede forma material ó bien expresarse por medio de signos, como son lostonos y la palabra hablada ó escrita.

De aquí que yo, en obras de amena literatura, y especialmente en dramasy novelas, guste poquísimo de la tesis, y menos aún de lo que llamanZola y sus parciales documentos humanos. A mi ver, tales documentosdeben coleccionarse en Tratados de estadística y en Memorias dehospitales, presidios, cárceles y manicomios. Y lo que es las tesis,cualquiera que tenga el antojo de demostrar alguna ó de inculcar ydifundir doctrinas morales, sociales, políticas ó religiosas, lo mejores que desista para ello de ser novelista ó dramaturgo, y compongaTratados científicos, disertaciones, homilías ó peroratas.

No he de negar yo por esto que, en todas las edades del mundo y en todaslas naciones cultas, la mayoría de los autores de obras deentretenimiento se han propuesto al escribirlas no sólo entretener, sinotambién enseñar. La novela y el drama han sido para ellos docentes. Asíen la teoría como en la práctica han calificado de lecciones moralestodo cuanto han escrito, y al escribir han puesto la mira y se handirigido á un punto completamente fuera del arte.

Este hecho, sin embargo, sólo probará una cosa: que el afán de enseñarfué lo que movió al autor á escribir; mas no que lo escrito valga por loque enseña, importe por la verdad que contiene, sino por la gracia, elchiste y la hermosura que crea y luce.

El más claro y luminoso ejemplo de lo que digo nos le ofrece Cervantesen el Quijote. Fué su propósito censurar los libros de caballería yhacerlos aborrecibles. Y, á la verdad, si se hubiera limitado á dar enel blanco, si sólo hubiese sido certero y si su ingenio no hubieravolado muy por cima del objeto á que por reflexión quería dirigirse,Cervantes sólo hubiera escrito un libro que ya no leería casi nadie y noel libro inmortal que leerán y releerán siempre todas las personas debuen gusto, ya en lengua castellana, si la saben, ya en cualquiera otralengua en que se traduzca medianamente.

Persisto, pues, en creer y en afirmar que el propósito de la novela ydel drama, y lo más substancial que debe haber en ellos, no es laenseñanza, no es la demostración reflexiva.

El poeta, no obstante (y llamo poeta á quien escribe novelas y dramas,aunque los escriba en prosa), pone ó debe poner en cuanto escribe todasu alma. Y como esta alma no ha de ser vulgar, adocenada ó vacia, sinoque ha de estar rica de ideas, de doctrinas y de sentimientos elevados,y han de encerrarse en ella los obscuros enigmas que piden explicación ylos temerosos y hondos problemas que se presentan á la humanidad paraque los resuelva; todo esto, que está contenido en el alma del autor ódel poeta, aparecerá también y se reflejará en su obra, donde él ponetoda su alma.

De las consideraciones que acabo de exponer y que á menudo se ofrecen ámi mente, nace, y yo lo confieso con sinceridad, una contradicciónevidentísima: la negación y la afirmación de lo mismo: lo que ahorallaman una antinomia.

Afirmo, primero, que el arte ha de ser sólo por el arte, y afirmo enseguida que el arte, sobre todo cuando es la palabra el medio que empleapara producir la hermosura, contiene en sí y pone, en toda obra suya dealgún valer, cuantos problemas y enigmas estimulan la actividad delentendimiento humano, moviéndole á negar ó afirmar y á pronunciarse enuno ó en otro sentido.

Me consuela de mi contradicción y me mueve á creer que no debo sercensurado por escéptico, sino aplaudido por sincero, el notar que lacontradicción mencionada no está sólo en mi, sino también en todos losespíritus.

El arte debe ser por el arte. El poeta no debe proponerse lademostración de ninguna tesis: no debe enseñar, sino deleitar. Y, sinembargo, no hay novela ni drama de algún valer donde el poeta no quieraresolver problemas sociales, morales, políticos ó religiosos. Y no haynovela ni drama de algún valer, por lo mismo que es más numeroso yapasionado el público que los oye ó los lee, que no sea vehículo milveces más eficaz que cualquiera otro libro para propagar doctrinas ypara divulgar y difundir novedades, que ya extravían á la gente, yavuelven á traerla al buen camino.

El poeta se propone á veces demostrar algo: á veces sólo se proponedivertir ó entusiasmar: pero, acaso cuando menos conciencia tiene ymenos propósito lleva de ser docente, es cuando enseña más, ya que,poniendo el alma en su obra, pone también los enigmas y los problemasque en ella hay y los descifra ó los resuelve á su modo.

A fin de explicar este influjo de las obras literarias, ejercido enocasiones sin propósito y hasta contra la voluntad del autor, se hainventado una palabra, para mi gusto nada bonita, pero muy gráfica. Lanovela y el drama que en alto grado son así, se llaman tendenciosos.

¿Cómo negar, por ejemplo, que son tendenciosas las novelas de Pereda,que lo son también las de Pérez Galdós, que es tendencioso el JuanJosé de Dicenta, y que Los domadores de Selles son tendenciosos?

Lo que yo no quiero desentrañar aquí es la tendencia de cada una deestas obras, y mucho menos cuál tendencia es buena y cuál es mala.

La intención puede ser distinta y hasta opuesta á la tendencia. Dramas ónovelas hay (y no malos, sino buenos y escritos por autores degrandísimo talento), que pueden producir y que producen en el público unefecto enteramente contrario al que el autor se propone. El públicosuele ser caprichoso y suele interpretar las obras literarias, en lotocante á la tendencia, de una manera imprevista para el autor y aunpara los críticos más agudos. Una misma persona, según la edad que tieney la instrucción que posee, al leer un cuento ó al ver un drama, puede ysuele juzgarlo de muy distinta manera.

Valgan en prueba de esto los Viajes de Guliver de Jonatán Swift. Los leemos cuando niños y nosdivierten como cuento amenísimo, lleno de pasmosas aventuras. Y si losvolvemos á leer en la edad madura, notamos en ellos amarga sátira, negramelancolía y desconsolador pesimismo. ¿Qué es lo que fundamentalmentehabía en el alma y en la intención de Swift? No quiero entrar en taleshonduras. Voy sencillamente á dar cuenta aquí de dos dramas,representados ahora con grande aplauso en los teatros de Alemania yfruto del ingenio de dos famosos autores: Gerardo Hauptmann y AdolfoWilbrandt. No trataré de desentrañar la intención de ninguno de los dos,ni los haré responsables de nada. Compararé sus obras con floreshermosas de las que alguien, acaso, extraiga saludable bálsamo y de lasque alguien también acaso extraiga mortífera y dolorosa ponzoña. Lo queno se puede negar, es que ambos dramas están inspirados por ideas ydoctrinas muy en moda ahora.

No acierto á decidir si el públicocandoroso, los jóvenes sin malicia y las señoritas inocentes, queasisten á la representación de estos dramas, se dejan ó no influir porlas doctrinas perversas que los han inspirado, ó si sólo ven en ellos unbrillante juego de la fantasía ó bien una leyenda en acción, llena depiedad y de creencias consoladoras.

A mi ver, el fenómeno es tan curioso, que merece detención y estudio. Hannele es el título del drama de Hauptmann. Cabe interpretarle comouna leyenda llena de fe religiosa ó como la expresión del pesimismo másateo y desesperado. Parte del público entiende lo primero, pero otraparte se inclina á ver en el drama lo segundo. Hannele es una niñaenfermiza y nerviosa que apenas tiene quince años. Huérfana de madre,vive en poder de su padrastro, menestral rudo y feroz, borracho casisiempre, que maltrata de palabra y obra á la niña, le da mal de comer yla obliga á trabajar de continuo.

Hannele llega al extremo de ladesesperación, y en horroroso delirio se arroja á un estanque, buscandola muerte. El maestro de escuela, inteligente, bondadoso, joven yguapo, y que siente por la muchacha muy tierna simpatía, la saca delagua y la lleva casi exánime, tiritando con el frío de la calentura, ácierta casa de vecindad de gente pobre, donde ponen á la ñiña en unmezquino camistrajo y vienen el médico á visitarla y una Hermana de laCaridad á cuidar de ella. Toda la acción del drama es la agonía de laniña moribunda. Las visiones de su cerebro salen fuera de él, tomanforma y cuerpo y se presentan al público en la escena, merced á lapoderosa imaginación del dramaturgo y á la habilidad del tramoyista, delos pintores y de los sastres.

El tirano padrastro aparece aún, en aquel sueño, para atormentar áHannele. A la Hermana de la Caridad le brotan alas y se convierte enángel de la guarda. El ángel negro de la muerte sobreviene luego paraponer término á la existencia de aquella desventurada. Entonces todassus más poéticas aspiraciones, todos sus afectos más puros y hasta susnaturales apetitos, nunca satisfechos, de goces materiales, de bienestary de reposo, y todas sus esperanzas, se cumplen y se logran de un modoilusorio, en el delirio que precede á la muerte. La madre de Hanneleviene á consolarla, como si fuera una santa; el maestro de escuela, quehabía inspirado á Hannele un delicadísimo amor de adolescente, seconvierte en Jesucristo, como para darle la mano de esposo; matizados yluminosos coros de ángeles cantan melodiosamente muy lindas canciones,ofreciendo á Hannele toda clase de regalos y de cosas exquisitas,suculentos manjares y hasta confites. La misma vanidad de la criatura,que empieza á ser mujer, es profusamente lisonjeada. El Príncipe leenvía sus emisarios y servidores, y la calzan con preciosos zapatitos,como á la Cenicienta, y la coronan de flores y la adornan con ricasvestiduras de desposada, y la atavían por tal arte que parece hermosa ygallarda. La colocan luego en un resplandeciente lecho de cristal, queya parece féretro, ya tálamo. Y por último, se abre una senda ó escala,inundada de luz y cubierta de flores, y el maestro de escuela,convertido en Jesucristo, toma de la mano á Hannele y se la lleva alcielo, caminando en triunfo con ella, bajo arcos de verdura que formandos hileras de ángeles, cruzando los ramos de palmera que sostienen ensus blancas manos.

Al cabo cesa la música, los resplandores se extinguen; la visióncelestial se disipa.

Vuelve á aparecer la inmunda casa de los pobres yel angosto lecho en que Hannele está postrada. Entra el médico enescena; mira á la muchacha y dice: ¡Está muerta! Así acaba el drama.

Yo me preguntaba cuando le ví y me pregunto hoy: ¿Es culpa del autor óes culpa de la perversa interpretación que yo doy á su obra?

Sea lo que sea, la impresión que yo recibí fue muy triste. Yo entendíque el autor pinta la vida como abominable para la mayoría de los sereshumanos, sin más esperanza de reposo que la muerte y sin más consuelo nipremio que la incoherente fantasmagoría, suscitada por la fiebre, ydonde se barajan, en disparatada confusión, los cuentos y consejasvulgares, lo sobrenatural que sabemos por el catecismo, y los bienes ygoces que forja la imaginación, cuando la vanidad, el instinto amoroso yhasta el hambre no satisfecha la estimulan.

A mi ver, en el drama del Sr. Hauptmann no quedan, con mayor realidadobjetiva que el cuento de la Cenicienta, todas las esperanzasultramundanas y todas las más altas verdades religiosas.

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Otro día analizaré el otro drama que he citado, que se titula Elmaestro de Palmira, y que aún me parece más extraordinario.

EL MAESTRO DE PALMIRA

——

AL escribir Tirso y Calderón El condenado por desconfiado y Ladevoción de la Cruz, en todo lo sobrenatural que allí se representa,pusieron la realidad más evidente. Los altos designios de Dios figuranmuy por cima de los ensueños que forjan ó pueden forjar los personajesde ambos dramas. Ningún ser sobrehumano aparece y ningún milagro serealiza como ilusión de la mente, entre las sombras de un deliriofebril, sino á la luz meridiana, bajo cielo despejado y sin nubes. Asílas ninfas y los genios se aparecían á los héroes griegos en las edadesdivinas. Así los ángeles, in ipso fervore diei, visitaban y hablaban álos antiguos patriarcas.

Sin duda, la falta de fe y la corrupción del siglo presente provocan eldesdén hacia nosotros de todos los espíritus puros de más limpia y noblenaturaleza; sin duda que ahora, como al declinar el paganismo decía elpoeta gentil, puede decir también el poeta cristiano:

Quare nec tales dignantur visere cœtûs.

Nec se contingi patiuntur lumine claro.

Catulo, en su tiempo, en la vida real, hallaba á los hombres indignosdel milagro; mas no por eso desterraba el milagro de la poesía: toda lanarración que termina con los dos versos que cito, es una larga serie demilagros. En Hannele el Sr. Hauptmann, más cruel que Catulo, no secontenta con desterrar el milagro de la vida real, sino que le destierratambién de la poesía, ó le trueca en pesadilla de agonizante.

Si gran parte del público candoroso no cae en la cuenta de tamañacrueldad, y si el poeta mismo no tuvo la intención de ser tan cruel, sonpuntos que importa poco dilucidar, teniendo como tenemos elconvencimiento de que la crueldad está en la obra. Y la crueldad pon