Cuentos de mi Tiempo by Jacinto Octavio Picón - HTML preview

PLEASE NOTE: This is an HTML preview only and some elements such as links or page numbers may be incorrect.
Download the book in PDF, ePub, Kindle for a complete version.

Soledad y Sacramento no parecían hermanas. Eran sus cualidades moralestan diferentes y sus tipos tan opuestos, que quien ignorase la honradezde su madre pudiera suponerlas engendradas por dos amores distintos.

Soledad era alta, gallarda, de tez trigueña, con pelo y ojos negros,boca de labios gruesecillos, tan rojos que parecían una flor de sangre;el seno levantado y firme, el talle esbelto, el andar airoso, lasactitudes y posturas animadas por un encanto singular que se desprendíade su figura como un efluvio turbador y escitante: y en raracontradicción con este aspecto provocativo, era fría, indolente,predispuesta a la mansedumbre y la bondad, capaz hasta de ternura, perorefractaria al apasionamiento y la vehemencia, como si tuvieseadormilados los sentidos y en su alma tranquila solo pudieran hallar ecolos sentimientos dulces y apacibles.

Sacramento no era hermosa, sino bonita: pequeña, delgada, extremadamenteblanca, los ojos de un azul muy claro, los labios finísimos, tan pobresde color que parecían exangües: los brazos débiles, el talle largo, elpecho apenas pronunciado, todo el cuerpo menudo y grácil, como deadolescente que no ha llegado a su completo desarrollo. De lo que podíaenvanecerse era del pelo, tan rubio, fino y abundante, tanto y tanlargo, que sentada para peinarse le llegaba al suelo, envolviéndola enun manto de oro. Era una mujercita delicada, de complexión casienfermiza, sin rasgos enérgicos de belleza con que atraer y dominar: surostro carecía de expresión y su cuerpo de gentileza: sus posturas eranlánguidas, como si todo su organismo estuviera sometido a laimpasibilidad de un temperamento ingénitamente casto, reflejo de un almaprivada de inspirar pasiones e incapaz de sentirlas.

Mas en abierta oposición con tales apariencias la frialdad era mentira yla languidez artificio. Cuando pretendía agradar, cuando ponía empeño enseducir, aquellos ojos claros, parados, se animaban súbitamente,trocándose de inocentes en maliciosos, y aquellos labios blanquecinosque ligeramente se mordiscaba con un movimiento imperceptible, tomabancolor de cereza soleada: entonces sonreía de un modo delicioso; la falsaindiferencia, el abandono fingido, se convertían en laxitud estudiadaque parecía pedir mimos o prometer caricias, y la mujercitainsignificante, el ser débil, quedaban transformados en sirena deocultos y peligrosos encantos.

Por capricho estraño de la suerte la morena era sosa y la rubia picante:Soledad como noche serena y fresca que adormece: Sacramento como tardecalurosa y pesada que hostiga con visiones abrasadoras los sentidos: unahermana dócil, humilde, apocada, propensa a cuanto fuese delicadeza yternura; otra dominadora, altiva, exigente, pronta a todo arranquevoluntarioso y enérgico: Soledad de aquellas para quienes amar esconceder, prendarse

y

ser

vencidas:

Sacramento

de

las

que,

regateandosensibilidad, prefieren ser conquistadoras a elegidas.

Justa y Luis imaginaron que las casarían pronto: a una, por su belleza ysu bondad; a otra, por su travesura e ingenio, y a las dos, porque noteniendo ellos hijos, con el tiempo serían ricas.

Soledad, a pesar de verse tan solicitada, se mostró desdeñosa y esquiva;porque pedía mentalmente a sus adoradores algo íntimo y hondo que nosabían darle: les exigía menos culto y más fe.

Sacramento encontró marido a los pocos meses de cesar el aislamiento yretiro impuesto por el luto de sus padres.

En las recepciones de una embajada, conoció al barón de D'Avenda,diplomático extranjero que le doblaba la edad, hombre de cortoentendimiento, cuerpo gastado y carácter débil, circunstancias que ellaimaginó compensadas con su título, su riqueza, y sobre todo, por lofácil que le pareció dominarle. Tal vez no llegase a calcularperversamente, desde los primeros momentos, que la excesiva bondad delnoble extranjero pudiera ser en lo futuro amplia bandera que cubriese latorpe mercancía de sus culpas; pero apenas comenzó a verse galanteadapor él, comprendió que la pasión que le inspiró, tanto más avasalladoracuanto más tardía, se lo entregaba esclavizado.

Para lograr que la distinguiera y prefiriese, le bastaron unos cuantosdiálogos, y enseguida, dueña de sí misma, en frío, sin experimentar laemoción más leve, aseguró su conquista desplegando alternativamentecandidez, picardía, recogimiento y desenfado. Para atraerle se hizodiscreta; para retenerle, dulce; para seducirle, codiciable; paraenloquecerle, sensual; le alentó con esperanzas, le exasperó condesdenes, le irritó con coqueterías, le animó con favores, y luego, derepente, sin transición; le puso a raya, resistiendo arrepentida yesquiva lo que

acababa

de

conocer

enamorada

y

vehemente.

Sabíaprometerse con los ojos al mismo tiempo que se negaba con los labios, yen una sola conversación fingía desfallecer cien veces como apasionadaque cede, y rescatarse otras tantas como virtud arisca, que hostigada seexalta, pasando traidoramente de la turbación al impudor, y de lalicencia al recato, cual si su pensamiento y hasta su cuerpo leinspirasen confundidos los desbordamientos de amor mal contenido que loautorizan todo y las respuestas de fría honestidad que no consientennada. Su táctica fue un prodigio de esa liviandad mansa que

index-105_1.png

index-105_2.png

index-105_3.png

index-105_4.png

index-105_5.png

index-105_6.png

index-105_7.png

index-105_8.png

index-105_9.png

index-105_10.png

index-105_11.png

index-105_12.png

index-105_13.png

index-105_14.png

index-105_15.png

index-105_16.png

index-105_17.png

index-105_18.png

index-105_19.png

index-105_20.png

index-105_21.png

index-105_22.png

index-105_23.png

index-105_24.png

index-105_25.png

index-105_26.png

index-105_27.png

index-105_28.png

index-105_29.png

index-105_30.png

index-105_31.png

index-105_32.png

index-105_33.png

index-105_34.png

index-105_35.png

index-105_36.png

index-105_37.png

index-105_38.png

index-105_39.png

index-105_40.png

index-105_41.png

index-105_42.png

index-105_43.png

index-105_44.png

index-105_45.png

index-105_46.png

index-105_47.png

index-105_48.png

index-105_49.png

index-105_50.png

index-105_51.png

index-105_52.png

index-105_53.png

index-105_54.png

index-105_55.png

index-105_56.png

index-105_57.png

index-105_58.png

index-105_59.png

index-105_60.png

index-105_61.png

index-105_62.png

index-105_63.png

index-105_64.png

index-105_65.png

index-105_66.png

index-105_67.png

index-105_68.png

index-105_69.png

index-105_70.png

index-105_71.png

index-105_72.png

index-105_73.png

index-105_74.png

index-105_75.png

index-105_76.png

index-105_77.png

index-105_78.png

desconciertala razón y espolea los sentidos: labor de afiligranada perfidia, altérmino de la cual, sin que mediara un beso ni se oprimieran una mano,quedaron el decoro de la mujer vendido y la dignidad del hombreescarnecida. Por fin cuando le tuvo medio alocado, medio entontecido,fingió rendirse y consintió en ser su esposa.

Sacramento se casó primorosamente vestida de blanco, adornado el trajede azahar, en actitud humilde, el pecho anheloso, las miradas entrepudorosas e inquietas, la tez descolorida cual si palideciese ante lainevitable proximidad de las caricias... y allá en el fondo del alma laimaginación alegre y licenciosa como ramera triunfante.

Hubo fiesta, convite, amigos, parientes, enhorabuenas, besos y abrazos,hasta lágrimas, y al caer la tarde, la recién casada se mudó de vestidopara emprender el inexcusable viaje de novios.

Pocas horas después,Luis, Justa y Soledad agitaban los pañuelos en el andén de la estación,mientras la pareja feliz les saludaba con los suyos asomada a laventanilla del sleeping, lecho con ruedas, tálamo ambulante, símboloacaso sobrado casto para quien tal idea tenía del amor.

La sensación de vanidad satisfecha que experimentaron los tíos conaquella boda, quedó pronto amargada por el disgusto que les dio Soledad.Un día supieron que tenía novio. La insensible, la desdeñosa, la fría,como ellos la llamaban, estaba vencida. El autor del milagro, porque detal, a su juicio, podía calificarse, era un hombre de más de treintaaños, arrogante figura, finísimo, muy listo y en extremo simpático,para quien ignorase que tan halagüeñas y brillantes apariencias,escondían una inteligencia dañina casi por instinto y un corazón que seasimilaba el mal, como cuerpo poroso que absorbe la humedad. Había en élalgo de personaje melodramático artificiosamente concebido, cual si alcrearle hubiera querido la Naturaleza condensar en un tipo laperversidad que de ordinario derrama en muchos individuos. Era de loshombres que pierden irremediablemente a la infeliz en quien se fijan,cuando no lo evita esa virtud inquebrantable y misteriosa, que halla suvoluptuosidad en la resistencia. Para defenderse de él, no bastaba lafrialdad ingénita contra la seducción por los sentidos, pues aún fingíamás astutamente la ternura cariñosa con que se conquista el alma, que laexaltación apasionada con que se vence a la materia. Su táctica estabasometida a dos principios, que lejos de limitar su campo de acción, loensanchaban: nunca procuraba enamorar a mujeres de gran inteligencia, ysiempre ocultaba sus triunfos con absoluta discreción. Así eran tantassus victorias: primero, por fáciles; luego, por ignoradas.

Doña Justa y su esposo averiguaron enseguida que el enamorado de Soledadera de buena familia y que estaba bien, es decir, lo referente a suorigen y fortuna; pero de sus ideas, sus gustos, sentimientos ycostumbres, de lo que más puede influir en el porvenir de una mujer,nada inquirieron, ni pararon mientes en ello.

Apenas Enrique comenzó a tratar a Soledad comprendió que suentendimiento estaba muy por bajo de su belleza, y que existía profundadesemejanza entre los caracteres de su hermosura y sus condicionesmorales. Era confiada, inocentona, sencilla, tan exenta de picardía quelas frases y bromas más atrevidas se estrellaban contra la falta demalicia. Lo llamativo, lo picante de sus encantos era independiente desu voluntad: aquel cuerpo de líneas tentadoras tenía actitudes pudorosaspara no revelar la forma por los movimientos; aquella boca húmeda yroja, como flor de granado recién mojada por la lluvia, hablabacastamente; y aquellos ojos de miradas abrasadoras y mimosas, grandespecadores sin saberlo, contrastaban con la serenidad y limpieza de supensamiento: Soledad era, en fin, una de esas mujeres a quienes hay quebuscar, porque no saben atraer, y que resisten mal porque desconfíanpoco.

Viéndose requerida de amores los aceptó cual si temiera ser cruel nosiendo agradecida, y luego las palabras dulces, las promesas cariñosas,fueron invadiéndole apaciblemente el espíritu, como algo inesperado,pero natural y espontáneo, que llegada su hora le florecía: en el alma,y comenzó a recrearse en ello y gozarlo, saboreándolo a modo de un biensupremo, legítimo y honesto, sin irritarlo con estímulos de la impureza,ni envilecerlo con perversiones de la imaginación.

Enrique, por el contrario, no tuvo idea sincera ni dio paso sinpremeditación. Al principio se mostró vacilante y tímido, como quiendesea lo que no merece; luego desplegó gran vehemencia, dando a entenderque los primeros favores le ponían fuera de tino; y, finalmente, yaseguro de que Soledad le quería, procuró que la privación de verle yhablarle con la frecuencia acostumbrada, encendiese la llama que habíade perderla. Buscó un pretesto para enfadarse con los tíos, dejó devisitarles, limitándose a mirarla en paseos y teatros, y por ultimócomenzó a entenderse con ella por escrito, en cartas donde interpolabala tristeza del alejamiento con los arranques de pasión mal contenida.

Soledad, excitada por la comunicación de aquel veneno deleitoso, seenseñó a contestarle en papeles imprudentes a los cuales fiaba anhelosantes ignorados, leyendo mil veces embelesada lo que de palabra eraincapaz de tolerar, y dejando otras tantas correr la pluma para hacerleconfesiones y promesas que, teniéndole junto a sí, hubiera la vergüenzasofocado en sus labios. Fue casta mientras pudo hablarle; atrevida aldejar de verle; sus primeros besos por escrito, y a solas los primerossonrojos. Enrique tardó poco en adquirir la certidumbre de que aquellamujer era de las que no desconfían cuando aman.

Entonces, poniendo con dádivas de su parte a una doncella, consiguió quemientras dormían los tíos, Soledad le recibiese por las mañanas en unashabitaciones de la planta baja, de las cuales no se hacía uso eninvierno. Luego el misterio aumentó el encanto, la ocasión fue tercera,y una vez más la pasión y el engaño llamaron a la vida un nuevo ser,víctima expiatoria del desvarío ajeno.

Cuando las lágrimas de la burlada comenzaron a agriarle la victoria,Enrique faltó a dos o tres citas. Soledad mandó en su busca a ladoncella y ésta volvió diciendo que se había marchado, vendiendo enveinticuatro horas cuanto tenía y sin decir a nadie dónde iba.

La infeliz vio la traición tan clara como imaginó haber visto lafelicidad, sufriendo al par la vergüenza de la falta y la humillacióndel abandono.

Doña Justa y don Luis, a quienes le fue forzoso confiarse, anduvieronrelativamente parcos en recriminaciones, pero crueles e inexorables enpunto a la energía necesaria, para ocultar las consecuencias de laseducción.

Con pretexto de renovar el arriendo de unas fincas, partieron,acompañados de Soledad, fijaron su residencia en un cortijo que poseíanen tierra de Andalucía y allí permanecieron el

index-109_1.png

index-109_2.png

index-109_3.png

index-109_4.png

index-109_5.png

index-109_6.png

index-109_7.png

index-109_8.png

index-109_9.png

index-109_10.png

index-109_11.png

index-109_12.png

index-109_13.png

index-109_14.png

index-109_15.png

index-109_16.png

index-109_17.png

index-109_18.png

index-109_19.png

index-109_20.png

index-109_21.png

index-109_22.png

index-109_23.png

index-109_24.png

index-109_25.png

index-109_26.png

index-109_27.png

index-109_28.png

index-109_29.png

index-109_30.png

index-109_31.png

index-109_32.png

index-109_33.png

index-109_34.png

index-109_35.png

index-109_36.png

index-109_37.png

index-109_38.png

index-109_39.png

index-109_40.png

index-109_41.png

index-109_42.png

index-109_43.png

index-109_44.png

index-109_45.png

index-109_46.png

index-109_47.png

index-109_48.png

index-109_49.png

index-109_50.png

index-109_51.png

index-109_52.png

index-109_53.png

index-109_54.png

index-109_55.png

index-109_56.png

index-109_57.png

index-109_58.png

index-109_59.png

index-109_60.png

index-109_61.png

index-109_62.png

index-109_63.png

index-109_64.png

index-109_65.png

index-109_66.png

index-109_67.png

index-109_68.png

index-109_69.png

index-109_70.png

index-109_71.png

index-109_72.png

index-109_73.png

index-109_74.png

index-109_75.png

index-109_76.png