piezas, nueve barquillos, 2,000 soldados y 2,000 caballos: mas parecia del todo increible este número, aunque lo afirmasen los Portugueses con la ponderacion que acostumbran los soldados: y que otros 2,000 estaban listos en el Rio Grande ó en los Pinales; los que se componian de hombres Paulistas, (que tienen propiedad y costumbre de vender lo que no es suyo, á los que en el país llaman Gauderios
). Empero los indios, testigos oculares, decian que apenas llegaban los soldados al número de 600 ó 700: lo mismo referian otras cartas de algunos capitanes españoles, que militaban entre los Portugueses, que no pasaban del número de 1,150; que muchos caballos se les habian muerto, y probablemente se les habian de morir todos con la seca; y que una embarcacion de algunos artilleros se la habia tragado el mar. Contaron ademas, que entre los soldados se iba entrando la peste, de camaras de sangre y viruelas; tambien por este tiempo corria el rumor, y no falso, de que seis españoles habian llegado de Buenos Aires con nueve cartas, al pago de San Pedro, que es de los de Yapeyú; mas que los estancieros, habiéndoles quitados las cartas, habian muerto tres, salvándose los demas con la huida, y estaba entre los muertos un hijo de un regidor, que es ahora, y en otro tiempo fué Teniente General de la Ciudad de las Corrientes, como se supo por las cartas del padre, que inconsideradamente pedia se le diese sepultura eclesiástica, y los arreos del caballo.
48. Con mas lentitud que lo que convenia, tomaban las armas los indios, cuando el enemigo amenazaba seriamente. Juntáronse los capitanes Lorenzistas y Miguelistas, eligieron otra vez otro del mismo pueblo en el oficio de teniente y supremo capitan, sucesor de Alejandro que habia sido muerto, y despues del dia de San Miguel recojieron las tropas. Entretanto llegó un aviso cierto, que los Portugueses se habian apoderado de las colonias del rio Yaguy, y que intentaban pasarlo; y que, habiendo hecho señal con un cañon de los mayores, llamaban á los indios para que hablasen, se entregasen y sugetasen. Pero ellos en nada menos pensaban que en esto, porque, apareados todos en uno, reusaban, ó no querian entregar las tierras de sus antepasados en manos de un enemigo que les habia sido siempre pernicioso. No obstante habia cierto fundamento, no sé si verdadero ó falso, que el teniente de San Lorenzo, quien gobernaba la partida de presidarios de dicho pueblo en las vecinas estancias, habia llevado á los reales de Gomez Freire los dos sobredichos españoles, y que en ellos estaba detenido en rehenes. Mas despues se supo que habian errado en la parte segunda ó posterior, porque el dicho teniente, habiendo hablado con los Portugueses, y habiéndoles ofrecido libremente entrada á sus tierras, les dió mucho ganado para su alimento, pero con el fin ó estratagema, que luego que saliese el Portugues á las campañas abiertas de aquellas tierras, de entre las espesuras del bosque, cercados por los de San Luis, (porque los indios pueden pelear á caballo con increible destreza, siendo los del Brasil torpes en este género de milicias) los atacase la caballeria de los indios en sus tierras, y tambien con número incomparablemente mayor que los Portugueses, que venian de lejos en caballos cansados con el hambre y consumidos con los frios, lo que ponia á los indios iguales en las armas á los Portugueses. Esperaba pues dicho Lorenzista, que si los sacase á las llanuras de aquellas sus tierras, los habia de acabar ó derrotar con el ímpetu de su gente y caballos: pero como casi penetrase el intento Gomez Freire, se resistió fuertemente, y no quiso salir de entre los montes y breñas. Cierto indio fugitivo, baqueano de la tierra, y natural de San Borja, que de muchos años á esta parte se habia huido de su pueblo, (como suelen los indios malhallados con la enseñanza, y deseosos de vida mas libre) y habitaba en las soledades de los bosques que terminan las estancias de los pueblos, con no pequeña tropa de los de su mismo proceder, saliendo de cuando en cuando á las vecinas estancias de San Miguel, arreaba gran número de caballos y ganado, no solo para su alimento y de los suyos, sino para contratar con los Portugueses. De cinco años á esta parte, poco mas ó menos, comenzaron los Miguelistas en las cabezas de sus tierras á perseguirlo como ladron; y si cierto sacerdote no hubiese intercedido al capitan de los estancieros, lo hubieran muerto, como lo tenia bien merecido. Pero dejándolo vivo, lo llevaron á su pueblo con casi 20 de sus paisanos ó compañeros. Apenas habia estado en este pueblo un poco de tiempo, cuando en el silencio de la media noche se fué á incorporar con 60 gentiles de la nacion Minuana, que poco ha se habia agregado al número de los catecumenos, y persuadió á muchos que se huyesen; hallándose el cura á la sazon en ejercicios en el vecino pueblo de Santo Tomé. "No creais, decia á los Padres, que inmediatamente os han de llevar con cadenas y grillos á las ciudades de los españoles, para que seais esclavos de ellos: ¿por ventura no advertis que os atraen con sus halagos á este fin?" El cura se habia ido á un pueblo vecino al rio. Habia llegado otro sacerdote, que no estaba bien impuesto en la lengua, con motivo de confesar á un indio herido de un tigre. Habia sido enviado antes por los españoles, y era tan viejo, que desvariaba, sin poder tomar sueño, con una enfermedad que habia contraido en el camino. A este decia el embustero, que los españoles venian: "creedme, añadia, que si esta noche no os escapais, acaso mañana estareis cautivos." Finalmente, persuadidos con estas y semejantes mentiras, se huyeron todos, á excepcion cuando mas de 10 mugeres y niños, quienes estando ya bien hallados con aquel racional modo de vivir, compraron de sus padres á precio de lágrimas la licencia para quedarse. Unos tomaron con teson la huida hasta el rio Ibicuy ó de Arenas, otros hasta sus orillas, otros se escondieron por los campos y bosques vecinos á la vista del pueblo, para ver si sucedia algun mal á los suyos que se habian quedado.
Pero, habiendo vuelto al amanecer el cura, é impuesto de lo acaecido, recojió á los fugitivos y, por sentencia del Superior de Misiones, envió ó desterró al pésimo consejero embuidor al pueblo de la Trinidad, de la otra banda del gran rio Paraná. Con todo, no bastó esto para que este embustero perverso no se huyese otra vez, y se refugiase finalmente á los Portugueses, quienes por estas esclarecidas hazañas lo hicieron corregidor (ó principal del pueblo, como llaman los españoles) del pago que habian formado de los paisanos del dicho, y participantes de su suerte: y así lo recibieron solamente para que diese dictamenes contra su gente y compatriotas.
49. Este versista embustero, pues, resistió audacísimamente, y conociendo el génio de los suyos, enseñó que habia que recelar: mas que con maña y estratagema se debia abrir el camino; y él mismo contuvo con gran prudencia á los Portugueses, que deseaban entrar al pago de Santa Tecla, por las tierras de San Miguel, con un ejército poderoso de valor, armas y caballos, que con su velocidad y arrebatada carrera los hubiera atropellado. Animaba tambien este Aquitofel á los sanguinarios enemigos con sus sazonados y agudos chistes. Y no ignorando el odio antiguo de los Brasileros, que aborrecen á los pastores de este rebaño, y para hartar tambien el suyo, se llamaba compañero de ellos, y se les ofrecia á correr la tierra, y recoger las cabezas de los PP. que cortasen las espadas vencedoras de Gomez Freire.
50. Los Luisistas, que tenian tomado el paso del rio Phacido, viéndose desiguales en número y armas al enemigo, y que este intentaba pasar el rio, por engañarlo en sus esperanzas, y hacerle creer que se querian entregar, bajo capa de amistad, les dieron ó regalaron toros y vacas para que comiesen y matasen para su sustento, mientras volaban correos por los pueblos, y se juntaban los ejércitos. Pasaron finalmente algunas compañías de Portugueses, y se decia que 20 canoas se habian ido á pique en las aguas del rio Guazú, cuando las pasaban, y se acamparon á sus orillas, entre un espeso monte que teñian por una y otra parte las riberas: y que tambien se habian fortificado con una estacada que habian cortado de lo interior del bosque.
Aunque los exploradores aguardaban à los que despacharon hácia afuera, muchos no volvieron, muriendo sacrificados por las lanzas de los indios. Primeramente, los Luisistas despedazaron seis: otros veinte, que llevando frenos iban á juntar caballos, como viniesen los Miguelistas, tres de ellos quedaron víctimas de su furor. Por estos se supo que los Portugueses padecian hambre, y que la gente se desparramaba por los montes, buscando con ansia para comer, los cogollos de las palmas, y que luego que cazaba uno algun tigre ú otra fiera, volaban los otros, y se mataban mútuamente; y que con este género de muerte habian acabado 64.
51. En este intermedio vinieron de los campos de San Juan algunos gentiles y capitanes bárbaros, y se ofrecieron á sí y á los suyos por auxiliares, y volviéndose despues, fueron á recoger sus gentes. De las estancias de San Lorenzo, que estaban próximas al enemigo, se avisó, que la peste de las viruelas se aumentaba demasiadamente: por lo cual el cura de este pueblo, despues de vencidas algunas dificultades de los suyos, y la resistencia de los de su pueblo, se fué allá á proveer de medicinas espirituales á los enfermos, é impedir con toda industria no se extendiese este achaque.
52. Ya habia entrado Octubre, cuando compuestas algunas discordias y desconfianzas que los indios tenian entre sí mismos se juntaron finalmente las tropas de los pueblos, y el dia 4 se presentaron delante del enemigo, y enviándole á Gomez Freire unas cartas, le declararen la última resolucion, que era defender valerosamente las tierras de sus antepasados, y por tanto que se volviese en paz á su casa, y que tuviese para sí sus cosas, dejándoles á ellos lo que era suyo: y que si él deseaba tanto la paz (porque como habia informado por varios correos, queriendo engañar los indios, decia que él jamas habia venido à hacer la guerra; que queria ser amigo de los indios, y que solamente deseaba tomar posesion de las tierras que el Rey de España les habia dado) saliese de los montes, bosques y arenales, y sacase la artilleria gruesa, que ellos tambien se irian en paz á sus pueblos. Habiendo expresado otra vez Gomez Freire esto mismo por billetes, escusaba dar respuesta á cosa alguna, por ignorar él la lengua de los indios, ni entender bastantemente lo que decian. Se decia que los capitanes españoles se habian escandalizado con las cartas recibidas, pero no constaba suficientemente que cosa en especial encendiese así sus ánimos. Tambien vinieron por este tiempo algunas numerosas tropas de gentiles Guanás y Minuanes al socorro: á todos los cuales armaron los indios, señores de las tierras, con lanzas, saetas y caballos, y así juntaron un ejército de 2,000 poco mas ó menos, y se mostraban con arrojo desde lejos al enemigo. Con todo eso aun no parecia oportuno encolerizarse, y venir á las manos, por estas causas: especialmente porque el enemigo por aquella parte, donde el rio se descubria, se ocultaba á si y á sus tropas, en lo denso de los bosques: aunque alguna vez habia salido de la selva desplegando sus banderas rojas, como deseoso de pelear. Mas luego que veia que el numeroso ejército de indios se preparaba para la lidia, se retiraba á sus asperezas. Se sospechaba que queria solamente atraer á los indios á las asechanzas y ardides militares que tuviese preparado entre los montes. Por tanto los indios, enseñados con las trampas ó engaños, que poco há les habian hecho en el castillo, se portaban con mas cautela en acometer á tan cobardes enemigos, usando tambien del dictámen, que aunque los Portugueses en repetidas veces llamaban para hablar á los principales de los pueblos, ellos se les negaban, excepto uno. Aquellos que estaban de la otra parte del rio con Gomez Freire, los capitanes y los bagajes, que era la mayor parte del ejército, estaban defendidos por el rio: porque, siendo bastantemente grande, con la lluvia de semanas enteras habia crecido inmensamente, y por esto, estàndoles impedido un vado que hace, precipitàndose de los vecinos montes, el cual solo los indios lo saben, y lo ignoraba el enemigo, estaban seguros en la ribera opuesta.
53. Oportunamente, en el Salto del Uruguay ó de las Tortugas, en donde, como se decia, los otros reales de enemigos, á saber, los Españoles se habian juntado con el Gobernador de la ciudad del Puerto, se deslizaron en partes, ó desertaron muchos. Porque como el ejército, que poco há habia salido de estos pueblos del Uruguay, caminase á paso lento contra el enemigo, porque no sucediese que estando los caballos cansados y tambien los soldados, no estuviese apto para acometer al enemigo, comenzó este á levantar en dicho salto un fuerte. Entretanto con gran trabajo, ó luchando contra el torrente de las aguas que caen de aquellos peñascos, movieron las lanchas con intencion dañada, ó las arrastraron por el suelo con bueyes.
54. Por este tiempo los pastores ó curas de Yapeyú, atemorizados de los anuncios amenazantes, se disponian á huirse del pueblo, é irse á los reales de los Españoles: pero fué en vano, porque sus feligreses los guardaban ó custodiaban con diligencia. Con todo, uno de ellos, pretestando iba á acudir á una fingida necesidad de los enfermos en el pago, ó estancia de San Pedro, (donde no habia enfermo alguno) se escapó rio abajo en un botecillo: mas habiendo sido pillado por los soldados ó indios, como reusaba parar, siendo requerido, habiéndole echado un lazo, juntamente con el botecillo, lo tomaron. Despues fué llevado á los reales con el marinero, que en castigo le tuvieron atado de pies y manos toda la noche, á cuatro palos hácia diversas partes, y por la mañana fué azotado con riendas: mas contra el sacerdote no hicieron cosa indecorosa, sino algunas amenazas, ponerle miedo con algunos tiros al aire de escopetas, y con dicterios.
Luego que lo supo el Capitan general de los ejércitos, Nicolas, habiendo enviado gente que lo custodiasen; lo remitió al pueblo con seguridad, pidiéndoles en algun modo licencia á los soldados para ello.
55. Despues de esto se iban arrimando poco à poco los reales ó campos de los indios á los de los Españoles, que estaban en las riberas del dicho rio Uruguay, y habiendo enviado por una y otra parte exploradores, luego llegaron á dejarse ver de tal manera, que se espantaron los españoles. Observaron los indios, que seis de ellos, á vista de cuatro, huyeron á su campo, con tal precipitada fuga, que dejaron una bolsa llena de sal, otra de bizcocho, y algunas otras cosas, por despojo de los indios que venian, y se retiraron á su ejército; en el cual, luego que se dió parte que el ejército de los indios estaba cerca, el Gobernador y Capitan General mandó tocar llamada, ó à recoger. Deseaba el Gobernador dejar en el sobredicho castillo algunos presidarios, mas no habia alguno que se atreviese á estos peligros, al furor de los indios, y á las calamidades de un sitio, ni quien hiciese tal hazaña, yendose al ejército sin esperanza de socorro, y estando la ciudad distante mas de 100 leguas. Comenzaron pues á retirarse los Españoles, aun no habiendo visto todo el ejército de los indios, y habiendo hecho solamente presa de algunos millares de vacas en los campos de Yapeyú. Todos se retiraban á sus casas. Los indios daban priesa, ó perseguian á los que se retiraban: y aunque facilmente podian apresurarlos con hostilidades, se abstuvieron de matar, para que fuese manifiesto á los Españoles, que solamente defendian su causa y justicia. Tres lanchas por falta de aguas, á causa de una larga seca, no pudiendo navegar, vararon en la arena: á estas, por una parte algunos Guaranís, por otra los Charruas gentiles, les pusieron sitio, prohibiéndoles solamente todo bastimento.
56. Se decia que del Consejo aulico, que como queda dicho poco hà se habia juntado, salió un secreto y declaracion de teólogos, que los indios de ninguna suerte podian ser obligados con guerra á entregar sus tierras. Y por esto el Rey habia decretado, que desistiesen totalmente de este negocio, si los indios no querian; porque ya bastantemente sabian por esperiencia los Españoles, que los Tapes de ninguna suerte querian ceder sus tierras; por eso tambien se juzgó que disponian la retirada. No obstante, poniendose mas contumaz Gomez Frire, se mantuvo otro mes en la tierra agena, fortificado con los montes, aunque veia en su presencia todo el ejército de los indios opuesto á él, y obstinado á no ceder. Sufrian tambien no poco los Portugueses, de suerte que andaban de aquí para allí buscando cogollos de palmas, y los despojos de los tigres, y aun por estas mismas cosas se mataban mútuamente los hambrientos, y se decia que de este modo habian perecido 69. Ni perdonaban los indios, á los que andaban descarriados porque en cualquier parte que los encontraban, los mataban con las lanzas y alfanges: mas de 50 murieron así el dia 4 de Octubre.
Hemos dicho que, habiendo sacado la bandera roja, ó estandarte de guerra, y habiéndola guardado despues, seis indios, disponiéndose de buena gana sobre las colinas á la lidia, se atrevieron á provocar al enemigo, formando sus escuadrones. Salió el Portugues de las asperezas, y despues mostró la bandera blanca, pero no se atrevió á apartarse de la màrgen del monte y salir al campo. Entretanto pidió viniesen á hablar algunos parlamentarios, y fueron enviados cinco Miguelistas: y como el Portuguez quisiese entablar una plática larga, humana y molesta, la interrumpieron los enviados, y les dijeron:—"Que una de dos, ó que se fuesen de sus tierras, ó que si tenian tanta ansia de ellas, que saliesen al campo, porque los indios estaban prontos á concluir el negocio con la espada." Reusaron la pelea, y dijeron que ellos se volverian luego que tuviesen las respuestas de los españoles: y porque se recogieron á sus montes, y tambien la mayor parte habia pasado el rio, dejando 30 hombrea de guardia en el paso, los Tapes se retiraron á sus reales.
57. Pero hé aquí que se suscitó entre ellos mismos una viva contienda. Las compañias de tres pueblos altercaban, que solo los Miguelistas habian llegado á hablar con los Portugueses; que solo ellos tenian las conferencias entre sí; y los Portugueses, que ultimamente se gastaba el tiempo, y no se echaba ó obligaba al enemigo á retirarse, con otras mil cosas de que se quejaban: y por tanto se disponian á volverse, para quedarse en sus pueblos. Mientras así convertian con calor su negocio en diferencias, llegó á tiempo D.
Nicolas Nenguirú, sugeto principal del pueblo de la Concepcion, el cual habia sido elegido Capitan General de comun consentimiento: este hizo nacer la esperanza de concordia, y parecia que tomaba fuerza.
Como hasta el 21 estuviesen discordes, determinaron la invasion hasta el dia 22, lo que no habiendo puesto en egecucion, un cierto capitan llamado Felipe, se fué otra vez á llamar à los gentiles Minuanes y Guanas, para que se confederasen con ellos, y con él vinieron 12 á explorar el real del enemigo. Y despues, habiendo considerado el aspecto de las cosas, prometieron que habian de ir á traer 260 de su gente armada, con su capitan José, con tal que del pueblo les diesen 100, y de las estancias otros tantos carcases de saetas para su uso. Por horas se esperaban, y se alegraban ó mostraban regocijos en hacer dos caminos por medio de la espesura del bosque que hay entre ambas orillas del rio Phacido ó Yaguy; es á saber, entre los montes, con trabajo de 10 dias, para que mas ocultamente los indios pudiesen tomar la espalda del enemigo, sin que este llegase á sentirlos.
58. A los de Yapeyú por este tiempo les fué muy mal en lo que intentaron contra los españoles: porque como algunos de estos todavia se hallaban en el Salto del Uruguay, y habiéndose ya vuelto los confederados de los otros pueblos, los de Santo Tomé quitaron á los españoles ayer por la noche (era la de 3 de Octubre) 20 caballos con sus sillas, y mataron á algunos de ellos: por lo cual procurando los españoles les sucediese mejor, y deseando recuperar sus caballos, siguieron al enemigo; y bien de mañana dieron sobre un escuadron de 192 Yapeyuanos, que estaban segregados de los demas, y confiados en sí mismos. Enviaron por delante tres exploradores, y habiendo estos llegadose á razones, alegando cada cual la causa de su venida, los españoles, acercándose à caballo con poca sinceridad, y numerado el escuadron, mudaron caballos y acometieron á los indios, que no sospechando tal cosa, se mantuvieron formados; pero viendose inferiores en número y armas, se entraron y acogieron á pié en el bosque, y acometieron contra todos los indios. Algunos españoles murieron, y se esperaba mas cierta noticia de este lance, cuando Octubre fenecia, con el cual, poco menos que espirando el capitan segundo, que poco há habia sido elegido teniente de San Miguel, siendo llevado en un lecho, llegó de los reales al pueblo para curarse.
59. Las cosas en Yapeyú anduvieron muy turbadas por todo el mes de Noviembre: porque como los curas de este pueblo lo querian apartar de la confederacion, no cesaban de persuadirles, que concediesen á los Españoles paso franco, y abandonasen de facto las llaves. De tal modo se atrevieron á disponer y administrar las cosas á su propio arbitrio, y habiendo sacado todas las telas preciosas de lino, y 62 sacos de algodon, 1,210 arrobas de lana en 37 sacos, 20 piezas de lienzo de algodon, 14 piezas de bretaña, 30
sacos de tabaco con 500 arrobas, algunas piezas de todo género de paño, de angaripola y corales, 1,000
cuchillos, 200 frenos, 200 espuelas, 700 arrobas de yerba, las tomaron, y repartieron al pueblo libremente: y tratando á sus curas con imperio, tambien los castigaron cuatro dias con ayunos, no dándoles sino un solo plato de carne de buey. Quitó ó impidió este género de insulto ó mal obrar el teniente del capitan de la Concepcion, y les persuadió tratasen á los PP. con mas decencia. Empero los individuos de este, y de los otros pueblos vecinos, deliraban con guerras civiles y motines, porque algunos mas amantes de sus pastores se dolian de lo que padecian, y los mas obedientes iban á concitar en su auxilio á los de la Cruz.
Pero la parte contraria confederaba en su ayuda á los bárbaros gentiles Charruas. Por horas pues se temia, que de esta pavesa reventase un incendio: mas llegó á tiempo una órden del Padre Provincial, que se mudasen los curas que servian de tropiezo á los ofendidos. Para esto partió el cura de la Concepcion, como mediador de los pastores de aquel pueblo: á la verdad este varon, José Cardiel, por amor del pueblo ha padecido mucho; y así con otro compañero se fué allá. Lo recibieron con grande alegria, con el festivo estrepito de la artilleria, (porque no ignoraban cuantas cosas habia padecido por defenderlos el nuevo cura) y colgando las banderas de todo el ejército del pueblo, como tambien con repique de campanas.
Luego que entraron en la casa de los PP., pusieron de su buena voluntad, y sin ser reconvenidos, en las manos y á los pies del cura las llaves, y todas las cosas pertenecientes al Gobierno, con los sellos del mando, que ya por algunos meses á beneplacito del pueblo los principales y caciques habian usurpado; prometiendo obedecer en todo, excepto el punto de transmigracion. Logró esta pacificacion, y habiéndose hecho tres dias de funerales por los muertos, visitó los enfermos, y los regaló con algunas cosas que le habian dado. Les esplicó la manera de tratamiento, y reprendió las cabezas de la sublevacion, corrigiéndolos amorosamente. No se supo en este mes otra cosa de lo acaecido en aquel pueblo.
60. No iban las cosas de mejor modo á los indios en el rio Phacido, ó Yaguy, porque ya no solamente estaban discordes entre sí, sino tambien con el capitan Nenguirú: porque como advirtiese la gente de algunos pueblos que dicho capitan á unos se entregaba totalmente, y á otros nada, le perdieron tambien la voluntad. Tuvieron por este tiempo frecuentes pláticas con los Portugueses, provocándolos siempre á que saliesen á la llanura: pero asegurados por todas partes ellos en las riberas del rio, con montes ásperos, habiendo cortado para murallas troncos, y habiéndose fortificado, se mantuvieron inmobles. No faltaban en los reales de los indios quienes de noche, y otras veces á escondidas, se fuesen á los del enemigo, atraidos con las esperanzas de premios, y á hacer negociacion, la que prometia abundante el enemigo: y como todos los de los pueblos fuesen á estas ferias, todos se fingian Miguelistas: era gente de á acaballo, y á los que veian venir á pié, no querian de noche creer los Miguelistas. Estas y otras cosas fueron semilla de muchas discordias entre los ejércitos de los indios, de suerte que alguna vez hubieron de tener guerra civil ó interna. Y finalmente, cundiendo el mal, contagió al ejército, y ya cada uno determinaba volverse á su casa: aunque era obice esto, á saber, que se volverian, y que reclutadas por todas partes mayores tropas de los pueblos de la otra banda del Uruguay, y preparadas armas nuevas, á principios de Enero volverian. Los mas prudentes no aprobaban este proyecto, porque se esponia toda aquella provincia, y todos los ganados, con los estancieros, à las invasiones del enemigo. Mas otros, estando mas obstinados en su parecer, de facto empezaron à desbaratar el ejército, yendose. Los primeros que se retiraron á su pueblo ó casas, fueron los Nicolasistas; pero antes de la partida de estos, llegaron 200 Guanoas, con sus nobles capitanes, y entonces volviendo á enviar internuncios à los reales de los Portugueses, los provocaban á pelear, y desafiaban al enemigo: pero en vano. Viendo pues al enemigo inmoble, un capitan de gentiles, llamado Moreira, se fué à hablar con el enemigo, y llevó consigo mucha yerba y tabaco que pidió á nuestros indios, y tambien carne para que comiesen: porque decia este, que el hacia esto con engaño ó doblez. Y
volviendo, persuadió à los Miguelistas, con cuyos caballos y esperanzas habian venido dichos gentiles, que se retirasen un poco de los reales, porque no fuese que les sucediese alguna desgracia: porque él habia mesclado veneno en los regalos que habia llevado, lo cual podia tambien redundar en daño del ejército vecino, ò de los indios: pero que era público no haber sucedido cosa alguna adversa. Sospecho que el gentil habia sido sobornado por los Portugueses, para que persuadiese la retirada al ejército; porque ¿quien dará entero crédito à una gente infiel?
No obstante, obedecieron los Miguelistas à la persuasion, y habiendo levantado los reales ó campamentos, los apartaron algunas leguas de la vista del enemigo. Entretanto, habiendo enviado un Miguelista à desafiar á los Portugueses, fué muy bien tratado por Gomez Freire, y habiéndole mandado sentar, lo regalò con cena y cama, y fué rogado à quedarse á dormir en tanto que escribia al cura del pueblo. Escribiò, y bien de mañana entregò al enviado las cartas, y lo hizo volver en paz á los suyos. Mientras este venia á donde estabamos, fueron vistas por los Lorenzistas en el Yaguy, por aquella parte que divide las tierras de San Lorenzo y San Luis, tres lanchas portuguesas, ó talvez canoas, que navegaban rio arriba, bajaron los Lorenzistas à las orillas de las riberas para impedir el tránsito al enemigo, mas porque no estaban bien proveidos de armas, que pudiesen ofender de lejos, llamaron algunos Juanistas fusileros. Vinieron estos, y trayendo consigo tres cañones de caña silvestre, bien retobados con cuero de buey, y llegando con estos el capitan de la Concepcion: D. Nicolas Nenguirú con algunos de los suyos, fijados los cañoncitos en las orillas del rio y entre el monte, asaltaron á las canoas, y con cuatro tiros atormentaron una, quebraron otras, y las obligaron á irse precipitadamente por el rio, quedándose tres paradas. Corrieron del campamento, rio abajo, algunos marineros Portugueses al socorro, y armándose entre los indios y portugueses una refriega, murieron algunos de estos últimos: se decia eran 26, pero fué falso, solo fueron tres. Finalmente llegaron los Luisistas á su campo y con buen aguero; porque en estas embarcaciones venian con cuidado las cartas del Gobernador de Buenos Aires, en las cuales le daban noticia de su retirada, y lo mismo persuadia à los Portugueses. Habiendo pues leido Gomez Freire las cartas, fué de admirar lo furioso que se puso, dando en rostro á los Españoles su engaño y trato doble, y á los indios el haber acometido á los suyos, lamentando tambien haberse frustrado el trabajo, ó proyecto de 12 años.
Despues el dia 12 de Noviembre cargaron los bagajes en los campos, y pareció que se disponian á la retirada. Mientras esto, pidió à los indios le dejasen libre el camino, ni le molestasen en la retirada, y para mas asegurar la cosa, habiendo llamado à conferenciar à algunos caciques de San Luis, San Lorenzo y San Angel, los cuales estaban entonces allí, porque los otros ya habian caminado á los pueblos, acordàndose de sus mugeres y de sus sementeras, cuyo último tiempo era necesario lograr, los hizo jurar sobre los Santos Evangelios, y él mismo con juramento firmó, ó hizo un escrito firmado con los nombres de los principales de los indios y portugueses, en el cual promete. I. Que ni la una ni la otra parte se harian daño, hasta tanto que se diese la última y definitiva sentencia por los Reyes de España y Portugal, acerca de las quejas dadas y perdon de los indios, ó hasta tanto que el ejército español no volviese otra vez à campaña. II. Que ambas partes se volverian à sus tierras, y que ni una ni otra nacion pasaria el Rio Grande. III. Que los indios serian cautivos si pasasen el rio, yendo à las tierras de los Portugueses, y mútuamente los Portugueses lo serian de los indios, si ellos intentasen pasar à sus tierras. IV. Pidieron solamente se les dejase descansar algun tiempo en el rio Yobí, mientras los animales recuperaban el aliento y fuerzas perdidas.—Firmaron estas treguas de parte de los Portugueses, el mismo Capitan General Gomez Freire de Andrade: Martin de Echauri, español, Gobernador de Montevideo: Miguel Angelo Velasco: Tomas Luis de Osorio: Francisco Xavier Cardoso de Meneses y Sousa: Tomas Clarque: Sacerdote Secular, capellan de Gomez, en cuyas manos se hizo juramento. De parte de los indios firmaron, Cristoval Acatú: Fabian Guaqui: Francisco Antonio y Bartolomé Candeyú: Santiago Pindo: D. Ignacio Tariguazú: D. Lorenzo Mbaypé: D. Alonso Guayrayé. Concluidas estas cosas á 18 Noviembre en la media noche, los Portugueses que estaban de esta parte del rio lo pasaron calladito, y juntos los batallones, marcharon sin hacer ruido: al dia siguiente 19 se desaparecieron del todo. Asimismo tambien nuestros ejércitos, habiendo dejado unos pocos destacamentos por custodia y seguridad de las circunvecinas tierras de San Luis, San Lorenzo y San Juan, se retiraron à sus pueblos, no habiendo sido muerto indio alguno por mano del enemigo: pero sí c