Doña Clarines y Mañana de Sol by Serafín y Joaquín Álvarez - HTML preview

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DOÑA CLARINES. Allá usted. En no distrayéndola[30] de sus obligaciones…Mire usted, que se vaya Crispín o que entre; pero que no esté como unasombra chinesca por el corredor. Por más que, aguarde un poco, y se iráusted también con él. ¿Cuánto tiempo hace que no se lava usted?

DARÍA. ¿La cara?

DOÑA CLARINES. No: usted, de arriba abajo.

DARÍA. ¡Uh!…

MARCELA. Como no sabe la edad que tiene…

DOÑA CLARINES. Pues en mi casa la limpieza es la primera condición queexijo.

DARÍA. Sí, señora.

DOÑA CLARINES. Y la segunda, trabajar mucho y bien; que para eso laspago a ustedes mejor que nadie.

DARÍA. Sí, señora. Yo haré todo lo que sea menester.

DOÑA CLARINES. No le queda a usted otro recurso. De lo contrario, en lacalle sopla un aire muy fresco.

Las puertas de mi casa son mucho másanchas para salir que para entrar.—Marcela, acompaña a esta mujer alládentro, que suelta un tufillo a algarrobas que marea.

DARÍA. Sí, señora.

DOÑA CLARINES. Y vuelve en seguida, que tenemos que hablar.

DARÍA. ¿Manda algo más la señora?

DOÑA CLARINES. Nada, nada. Que se vaya usted con la señorita.

DARÍA. Sí, señora. Servidora de la señora.

MARCELA. Venga usted.

DARÍA. Sí, señora.

MARCELA. Por aquí.

DARÍA. Sí, señora.

Éntrase Marcela por la puerta del foro, hacia la izquierda. Daría lasigue mirando a todas partes azoradísima. Crispín cruza en seguida porel pasillo como una exhalación, detrás de Daría.

DOÑA CLARINES. ¡Jesús me valga! ¿Y ésta es la flor de Cogollo del Llano?

¡Alabado sea Dios!

Sale

TATA

por la puerta de la izquierda.

TATA. ¿Qué tal le ha parecido la moza?

DOÑA CLARINES. Cerril del todo; pero si tiene buena voluntad…

TATA. ¡Aaaaah! Como salga a la madre… No es porque sea mi prima,[31]pero es mujer que levanta una casa en vilo. Por esa puerta no cabe aentrar el marido que tiene, y cuando se resiste a trabajar le da unaspalizas que lo balda.[32]

DOÑA CLARINES. Eso me gusta.

Vuelve

ESCOPETA

por la puerta del foro canturreando como semarchó.

ESCOPETA.

Hise un oyito en la arena,

sepurté mi pensamiento…

DOÑA CLARINES. ¡Escopeta!

ESCOPETA. Dispense la señora. No sabía que estaba usté aquí.

DOÑA CLARINES. ¿Fué usted a la botica?

ESCOPETA. De ayí vengo.

DOÑA CLARINES. ¿Y qué?

ESCOPETA. Pos que le sorté ar boticario la rosiá.

DOÑA CLARINES. ¿Qué le dijo usted?

ESCOPETA. Lo mismito que usté me encargó. Como si lo yevara impreso.[33]Le dije, digo… le dije: «De parte de mi señora doña Clarines, que noes esto lo que eya ha pedío; que agua der poso ya tiene eya bastante ensu casa, y que se vaya usté a robá a Despeñaperros.» ¿No era así?

DOÑA CLARINES. Así era. ¿El contestó algo?

ESCOPETA.

Rascándose la cabeza.

Contestó, contestó. ¿No había econtestá?[34]

DOÑA CLARINES. ¿Qué contestó?

Escopeta vuelve a rascarse la cabeza, ytrata de hablar y se contiene, ante la dificultad de decirle a doñaClarines la desvergüenza que le ha contestado el boticario. La señora seda cuenta de ello, y lo libra del compromiso.

Bien está. Toda la vidaha sido un mala lengua ese boticario.

TATA. ¡Aaaaah! Siempre habla el que tiene por qué callar.[35]

ESCOPETA. ¿No se le ofrese a usté otra cosa?

DOÑA CLARINES. Que se acueste usted.

ESCOPETA. Como las balas.

DOÑA CLARINES. Escuche usted.

ESCOPETA. Señora.

DOÑA CLARINES. Antes de acostarse, asómese usted al postigo y dígale alsereno que ya tengo la seguridad de que es él mismo quien por las tapiasde la huerta me roba las frutas.

ESCOPETA. ¿Ar sereno?

DOÑA CLARINES. Al sereno, sí.

ESCOPETA. ¿Y eso na más?

DOÑA CLARINES. Nada más. Vaya usted con Dios.

ESCOPETA. Güenas noches. ¡To será que no duerma en mi cama![36]

Márchase decidido por donde llegó.

DOÑA CLARINES. Parece listo este Escopeta.

TATA. Sí, señora; pero muy así… muy movido él. Es hijo del que hatomado ahora la cantina de la estación. También andaluz. Les durará pocola cantina.

DOÑA CLARINES. ¿Por qué?

TATA. Porque se la van a beber entre el padre y el hijo. Mire usted,señora; yo no lo puedo remediar: no me hacen gracia los andaluces.Quizás que a los andaluces les suceda lo mismo conmigo.

DOÑA CLARINES. Quizás.

Vuelve

MARCELA.

MARCELA. Tía…

DOÑA CLARINES. Espérate un momento.

TATA. ¿Estorbo?

DOÑA CLARINES. Sí.

TATA. Me lo había maliciado. ¿Qué vamos a comer mañana?

DOÑA CLARINES. Lo que hoy.

TATA. Y hoy lo que ayer.

DOÑA CLARINES. Y siempre lo que a mí se me antoje.

TATA. Si no lo digo en son de crítica.

DOÑA CLARINES. Cuando lo dejo a tu elección no pones más que cebollasrellenas…

TATA. La cebolla es muy estomacal.

DOÑA CLARINES. ¿Quieres no replicarme, Tata? Todo este preguntar ahoraqué se ha de guisar, es entretenerte para oler lo que aquí se guisa.[37]

TATA. ¡Dios de Dios! ¡Pero cómo adivina usted las intenciones! ¡Aaaaah!

Vase por la puerta del foro, hacia la izquierda.

MARCELA. ¡Qué graciosa es Tata! ¡Y qué buena!

DOÑA CLARINES. ¿Buena? La única persona de quien yo me fío en estemundo. Siéntate, que vamos a echar un parrafito.

MARCELA. ¿Un parrafito?

DOÑA CLARINES. Sí. Siéntate.

MARCELA. Me pone usted en cuidado. ¿Qué novedad hay?

DOÑA CLARINES. Novedad… ninguna.

MARCELA. Pues usted dirá.[38]

DOÑA CLARINES. Desde que tu padre murió, llevas a mi lado muy cerca detres meses, y siempre que hemos tratado en nuestros coloquios de unsentimiento muy natural a la edad en que tú te hallas—aunque se da entodas las edades, porque hay mucha vieja sinvergüenza y pindonga,—mehas dicho que no tienes novio. ¿Es esto verdad?

MARCELA. Sí, señora: cuando se lo he dicho a usted así…

DOÑA CLARINES. Está bien. Sales en lo hipócrita a tu madre, y a tu padreen la falta de seso.

MARCELA. Tía Clarines…

DOÑA CLARINES. ¡Tía Jinojo! Ten en cuenta que estás en un callejón sinsalida.

MARCELA. ¿Piensa usted decir mentira para sacar verdad?

DOÑA CLARINES. Al contrario: pienso decir verdad, para sacar mentira. Yasabes que a mí no se me ocultan las cosas.

MARCELA. Pues esta vez fallaron sus adivinaciones.

DOÑA CLARINES. ¿Insistes en tu negativa? Testaruda como doña Sara, tuabuela materna, que se tragó un carrete, y hasta que no la abrieron encanal lo estuvo negando.

MARCELA. ¿Pero en qué se funda usted para creer que yo le miento?

DOÑA CLARINES. En que sé a ciencia cierta que tienes novio.

MARCELA. ¡Tía!

DOÑA CLARINES. ¡Chist! Mira: desde que viniste, raro es el día que nopasas dos horas en la casa de enfrente, so pretexto de que la niña de lacasa es amiga tuya a partir de una larga temporada que estuvo en Madrid.

MARCELA. Así es la verdad.

DOÑA CLARINES. No es así la verdad. La niña de enfrente, empacha a lostres días de hablar con ella:[39]

por sí sola carece de atractivos paratanto trato. Pero en cambio tiene una tía, hermana de su madre, quesiempre se distinguió grandemente en un oficio que elogiaba mucho donQuijote.[40]

MARCELA. No la entiendo a usted.

DOÑA CLARINES. Celebro tu candor. Esas aficiones de la tía—sigo sobrela pista—eran para mí un dato de bastante importancia. Una mañana, desobremesa, dije yo esta frase, que se puede esculpir: «No hay un solohombre que tenga corazón.» Y tú saltaste, como si te hubiera picado unaavispa: «¡Hay de todo!»

¿Hola? ¿Hay de todo? ¿Ésta cree que hay detodo?—pensé yo entre mí. ¿Conque opinamos que hay de todo?

MARCELA. Sí, señora: yo creo que hay de todo. Sin tener novio, me pareceque se puede opinar que hay de todo.

DOÑA CLARINES. Indudable: se puede opinar. Pero cuando seguramente seopina es teniéndolo. Las mujeres no defienden nunca a los hombres:defienden a un hombre nada más.[41]

MARCELA. Cuando usted lo dice… Más sabe usted de eso que yo.

DOÑA CLARINES. De eso y de cuanto hay que saber, monicaca. Otro día,amaneciste con un catarro que no se te entendía lo que hablabas, y yo meopuse a que pasaras ahí enfrente. La rabieta que te dió, de esassilenciosas, de no cruzar la palabra[42] con nadie ni por educación, nose la toma ninguna muchacha más que a cuenta del novio. Ya bajas lavista.

MARCELA. No…

DOÑA CLARINES. Sí. El domingo pasado, se prolongó la vista más de lacostumbre… y viniste muy colorada y con un dedo manchado detinta.[43]

Marcela se mira disimuladamente la mano derecha.

De lamano derecha, sí. Yo te pregunté: ¿Qué traes, chiquilla? ¿Qué sofoco esese? ¿Cómo has tardado tanto? «Porque… porque he estado jugando a lapelota»—me respondiste. ¡Ah, caramba! Esta niña se mancha la mano detinta, jugando a la pelota. ¡Y la pelota, que aún está en el tejado, erauna carta de tres pliegos!

Marcela compunge el semblante.

No; noempiecen ahora los pucheros y las lagrimitas. Me has engañado como yono merezco. Tienes un novio como un castillo, le escribes ahí enfrente,y ahí enfrente recibes sus cartas, que vienen a nombre de doñaSebastiana, la tía de tu amiga. Son las únicas cartas de amor que harecibido esa tarasca en el siglo y medio que lleva a cuestas.

MARCELA. Perdóneme usted, tía. Quiero mucho a mi novio… y temí queusted se opusiera a las relaciones.

DOÑA CLARINES. ¿Es algún bandolero?

MARCELA. No, señora; por Dios… Si es más bueno…[44] más bueno es…

DOÑA CLARINES. ¿Entonces por qué había de oponerme?

MARCELA. Como tiene usted ese genio tan raro…

DOÑA CLARINES. ¿También tú? Yo nunca me aparto de lo justo; y lasrarezas de mi genio consisten en que le digo las verdades al lucero delalba. ¿Conocía tu padre estos amores?

MARCELA. No, señora; tampoco.

DOÑA CLARINES. Pues de tu padre no te ocultarías por mal genio.[45]

Alguna maca tendrá el señorito. ¿Quién es? ¿Cómo se llama?

MARCELA. Miguel.

DOÑA CLARINES. ¿Miguel qué?

Marcela calla.

¿Miguel qué? ¿Estás como

Daría? ¿Necesitas preguntárselo a Crispín?

MARCELA. ¡Qué cosas tiene usted! Confíe usted, tía, en que yo no habíade ponerme en relaciones con quien no mereciera mi cariño. Es unmuchacho como hay pocos: para mí como no hay ninguno. Es arquitecto:trabaja mucho; tiene un gran porvenir. Cuando murió mi padre, nuestrasrelaciones no habían hecho más que empezar… ¡y si viera usted quéconsuelos tan delicados debo a su cariño; qué alientos me dió paracalmar mi pena; para seguir la vida tan sola!…[46] Lo quiero mucho,mucho, mucho; más que a nadie. Y ya verá usted cómo él lo merece.

DOÑA CLARINES. Bien está. Basta de inocente palabrería. Tú eres muy niñapara juzgar a ningún[47]

hombre. Cada «te quiero» de ellos es un venenoque nos parece miel, por la pérfida dulzura de esas dos palabras.

MARCELA. No me asusta usted: estoy muy segura.

DOÑA CLARINES. Eres una mocosa. Pero tan segura como estás tú necesitoestar yo.

MARCELA. Él… acaso venga[48] a Guadalema…

DOÑA CLARINES.

Rápidamente.

Si no es que ya ha venido.

MARCELA.

Sorprendida.

No, señora.

DOÑA CLARINES. Cualquiera fía en tus negativas.[49] Pero, en fin, hayavenido o no,[50] cuando venga, vendrá a verte a esta casa. Tus visitasahí enfrente se han concluído. Se quedó doña Sebastiana sin novio.

Pormi parte, con oírlo un par de veces nada más, lo diseco.[51] Y si comobarrunto es un zascandil…

MARCELA. ¿Un zascandil?

DOÑA CLARINES. Muy cerca ha de andarle[52] el hombre que conociendoquién soy para ti, cómo vives conmigo, se oculta de mí y se vale detapujos y tercerías. Limpio no juega.

MARCELA. ¡Tía Clarines!

DOÑA CLARINES. No hablemos más del particular. Si el señorito no meentra por el ojo derecho, prepara media docena de pañuelos para llorarlotres o cuatro días. Más no ha de durarte la congoja de la separación,ya que probablemente se tratará[53] de una chiquillada.

MARCELA. Todo lo compone usted a su gusto…

DOÑA CLARINES. Punto final.

Silencio.

MARCELA.

Mirando hacia la puerta de la izquierda.

Aquí salen el tío

Basilio y ese señor amigo suyo.

DOÑA CLARINES. Tal para cual.

MARCELA. ¿Conoce usted a ese señor?

DOÑA CLARINES. No: pero cuando es amigote de mi hermano… No piensohacerles la tertulia.

Buenas noches.

Se levanta para marcharse.

MARCELA. Buenas noches, tía. Hasta mañana, si Dios quiere.

Va abesarla.

DOÑA CLARINES.

Deteniéndola.

Menos besuqueo, y más respeto.

Salen en esto

DON BASILIO

y

LUJÁN.

Marcela queda pensativay disgustada.

DON BASILIO. ¡Clarines! ¡Clarines!

DOÑA CLARINES. ¿Eh?

LUJÁN. Buenas noches, señora.

DON BASILIO.

Presentándolos.

Mi hermana Clarines… Mi amigo

Isidoro Luján.

LUJÁN. Tengo mucho gusto…

DOÑA CLARINES. Yo celebraré que lo pase usted bien en mi casa los díasque esté en ella.

LUJÁN. ¡Oh! Seguramente.

DOÑA CLARINES. Pronto lo ha dicho usted.

Don Basilio le hace señas de inteligencia a Luján ahora y enadelante.

LUJÁN. Señora…

DOÑA CLARINES. ¿Ha venido usted a Guadalema a ver si se muere don Rodrigo?

LUJÁN. No, señora; no es caso grave. No es más que una gaita para lafamilia.

DOÑA CLARINES. Se perdía[54] bien poca cosa si se muriera. Es unsolterón egoísta, que ha vivido siempre de chupar la sangre de lospobres. Los sobrinos están deseando que dé un estallido. La prueba esque todos los médicos les parecen pocos.[55] Pero, bien, eso allá ustedcon su conciencia. Si la tiene:[56] porque en la carrera de usted laconciencia anda por las nubes. Fortuna que yo gozo de una saludinalterable. No padezco más que ataques de sentido común.

LUJÁN.

Estupefacto.

Hem…

DOÑA CLARINES. ¿Se van ustedes de paseo, verdad?

DON BASILIO. Me lo llevo por ahí un ratillo.

LUJÁN. Ya lo oye usted.

DOÑA CLARINES. Bien. La puerta de mi casa se cierra a las once para todoel mundo. El que a las once no esté aquí duerme en un banco de la PlazaMayor.

La estupefacción de Luján se acentúa.

Hay más. Si se viene alas diez y media, y se viene borracho, es como si se viniera frescodespués de las once: en la calle se duerme también.

DON BASILIO. Clarines, por… por amor de Dios; alguna vez piensa loque dices.

DOÑA CLARINES. No pienso nunca lo que digo; y bueno es que lo sepausted, caballero… Cuanto digo lo digo porque me nace en el corazón; ycomo antes de llegar a la cabeza pasa por la boca, se me sale siempresin pensarlo.[57] Buenas noches.

LUJÁN. A los pies de usted.

Éntrase doña Clarines por la puerta de la derecha. Luján y don Basiliose miran sin palabras largo tiempo.

MARCELA. Esta noche tiene para todos.[58] ¡Ay, Dios mío!

DON BASILIO. Abrázame, Isidoro.

LUJÁN. Calla, hombre, calla.

DON BASILIO. ¿Está esa mujer en sus cabales? ¿Eh? Con franqueza. ¿Estáen sus cabales?

LUJÁN. Con franqueza; lo que es juzgándola por impresión… está comouna cabra.

Baja la voz al decir esto.

DON BASILIO. No; no te recates de Marcela… Calcula tú la pobre: ¡latiene que aguantar noche y día!

LUJÁN. Y la cuestión es que, a poco que se mediten sus palabras, se veque en rigor no ha dicho nada que sea absurdo. Porque, ¿qué es lo que hadicho, después de todo? Que don Rodrigo es un chupa-sangre. Eso nosconsta, desgraciadamente. Que los sobrinos están deseando que se muera.No lo sé; pero es muy humano. Que cada día traen un médico paraconseguirlo. Sí… es un sistema que suele dar resultados muysatisfactorios. Que si[59] los médicos no tenemos conciencia, que siella goza de salud excelente, que si sólo padece ataques de sentidocomún… Nada de esto es desatinado, en ley de Dios.

DON BASILIO.

Nervioso.

Pero, hombre, Isidoro; no me digas. ¿Y lamanera de… de…? Es la primera vez que te habla, y…

¡Vamos, quesoltarte que la puerta de esta casa se cierra a las once!… ¡Carape!

LUJÁN. Ahí tienes una cosa que, lejos de haberme molestado, la encuentromuy bien.[60] No he podido conseguirla en mi casa, pero la encuentrobien. Ahora, aquello de que si a las diez y media se llega borracho…¿Tú bebes? ¿Tú te recoges borracho algunas noches?

DON BASILIO. ¡Nunca! ¡Que te lo diga ésta![61] ¡Eso es una pata degallo! ¡Cuando se enreda la madeja y tomo cuatro copas de más… vengosiempre por la mañana!

LUJÁN. ¿Ah, sí?

DON BASILIO. ¡Naturalmente, hombre! Anda, vámonos a la calle, quetenemos tela cortada para largo.

LUJÁN. Presumo que sí.

A Marcela.

Marcelita, muy buenas noches.

MARCELA.

Saliendo de la abstracción en que se hallaba.

Qué, ¿semarchan ustedes?

LUJÁN. Sí; pero a las once menos cinco minutos estaremos de vuelta. Yome ciño a los estatutos.

MARCELA. Hace usted bien. Hasta mañana.

LUJÁN. Hasta mañana.

MARCELA. Adiós, tío.

DON BASILIO. Adiós, pequeña. Y no te apures tú mientras viva tu tíoCarape. ¡Qué carape!

Se va con Luján por la puerta del foro, hacia laizquierda.

MARCELA. ¡Que no me apure, dice!… ¿Qué sabe él? ¡Para no apurarse esla situación! Y habrá que echar por la calle de en medio,[62] y decir laverdad. Miguel y yo, ¿por qué razón no hemos de querernos?

Sale por la puerta de la izquierda

DARÍA,

llena de inquietud.

DARÍA. ¡Señorita! ¡Señorita!

MARCELA. ¿Otra te pego? ¿Qué pasa?

DARÍA. Que se me ha olvidado preguntarle a usted a qué hora tengo quelevantarme.

MARCELA. Con las gallinas. La señora se levanta a las seis… Ya tellamará Tata: descuida tú.

DARÍA. Es que me había dicho Crispín que la señora llamaba a los criadoscon una trompeta.

MARCELA. Eso es en los cuarteles. Aquí no.

DARÍA. Ya. Crispín, desde que lo han tallado, no oye más que trompetas.

Diga usted, señorita.

MARCELA. ¿Qué?

DARÍA. ¿Antes de acostarme debo entrar a besarle la mano a la señora?

MARCELA. Entra, y te da una bofetada que te tira de espaldas.

DARÍA. ¿Sí, verdad?

MARCELA. Lo que has de hacer es meterte en la cama ahora mismo sin quete sienta nadie.

DARÍA. En seguida, señorita. Hasta mañana, si Dios quiere, señorita.

MARCELA. Adiós.

DARÍA.

Vacilando entre las dos puertas.

¿Por dónde voy mejor a micuarto?

MARCELA.

Señalando a la del foro.

Por ahí todo seguido, darás conla escalera al momento.

DARÍA. Sí; porque al venir para acá me perdí, ¿sabe la señorita? y memetí en una habitación con los muebles con fundas blancas, por la que noquisiera volver a pasar hasta verla de día. Buenas noches.

Semarcha.

MARCELA. Vete con Dios, mujer.

Vuelve

TATA

por la puerta de la izquierda.

TATA. ¿Con quién hablabas?

MARCELA. Con Daría, que no ve de miedo.

TATA. Ya se le irá pasando. A todas les pintan esta casa como unpresidio… ¿Se acostó la señora?

MARCELA. Se fué a su cuarto, al menos.

TATA. ¿Y qué tienes tú? ¿Ha habido regañina?

MARCELA. Sí, Tata, sí; la ha habido. Y dura.

TATA. ¡Aaaaah! ¡Qué

caráter

! ¡Es un acero! Si como nació con faldasnace con pantalones,[63] hubiera sido emperador.

Rompe a llorarMarcela.

¿Qué es eso, nena? ¿Por qué lloras?

MARCELA. Estoy muy triste. Se ha ido muy enfadada la tía. Fuí a darle unbeso, y me detuvo.

TATA. Algo malo habrás hecho tú:[64] porque ella es la justicia mesma.

MARCELA. No, señora; yo no he hecho nada malo. Ocultarle una cosa quepodría ser motivo de disgusto, no creo yo que sea mala acción.

TATA. ¿Motivo de disgusto para la señora? A ver, a ver… ¿Qué es ello,nena? Dímelo a mí, por si yo puedo valerte de algo. ¿Lo ha descubiertoya la tía?

MARCELA. No del todo. Me ha hecho confesarle… pero yo he callado…he callado mucho… Venga usted, Tata; ampáreme usted; aconséjemeusted.

TATA. ¡Malo será que no haya unos calzones de por medio!

MARCELA. Un hombre hay.

TATA. ¡Anda con Dios! ¿Tienes novio, eh?

MARCELA. ¡Naturalmente!

TATA. ¡Sópleme usted en el ojo, que me ha entrado aire![65]

MARCELA. Un novio, Tata, que me quiere más…[66]

TATA. ¡Aaaaah!

MARCELA. ¡Más bueno!… ¡más noble!… Y yo lo quiero… ¡vamos! Nosabe usted cómo yo lo quiero.

TATA. ¡Aaaaah!

MARCELA. Ahora que he estado lejos de él, he visto que mi vida es lasuya. Paso que daba, paso que me parecía inspirado por él.[67] ¡Lo quecharlamos él y yo a tantas leguas de distancia! Algunas veces me hasorprendido doña Clarines por el jardín, y me ha dicho: «Chiquilla,¿estás hablando sola?» «Sí, tía.» Y la engañaba. No estaba hablandosola: hablaba con él.

TATA. ¡Aaaaah!

MARCELA. Si él no me quisiera, mi vida valdría mucho menos: desde que élme quiere vivo más. Y si me dijeran que para vivir a su lado tendría quedar los ojos, los ojos daría: que yo sé que, sin ver, siempreencontraría su mano que me guiase. ¿Comprende usted cuánto lo quiero?

TATA. Comprendo la regañina de la tía. ¿Y es de Madrid por ventura eselazarillo?

MARCELA. De Madrid. Pero está en Guadalema ya.

TATA. ¿En Guadalema? ¿Y cuándo ha venido?

MARCELA. Esta mañana.

TATA. ¿Lo sabe doña Clarines?

MARCELA. Lo sospecha; no lo sabe de cierto. Ni sabe tampoco que estanoche voy a hablar con él.

TATA. ¿Esta noche? ¿Dónde?

MARCELA. Abajo en el jardín. Por la verja.

TATA. No; eso, no; por la verja, no. Aquí no se hace nada sin que ellalo consienta, y yo sé que eso no lo consentiría. ¡Buena íbamos aarmarla! ¡Santo Dios!

MARCELA. Tata, si no es más que esta noche. Si él ha venido a Guadalemapara hablar con mi tía; pero antes es preciso que los dos hablemos…Es un caso éste… son unas circunstancias… Para que usted locomprenda de una vez le diré el nombre de mi novio: Miguel Aguilar.

TATA. ¿Miguel Aguilar?

MARCELA. Hijo de don Guillermo Aguilar.

TATA.

Espantada.

¡Ánimas benditas del Purgatorio! ¿Qué me dices,nena?

MARCELA. ¿Ve usted, Tata, qué misterios tiene la vida? ¿Por qué hevenido yo a parar a la única casa donde el nombre de Miguel Aguilarlleva consigo un recuerdo tan doloroso?

TATA. ¡Aaaaah! ¡Cuando doña Clarines se entere!… ¡Qué

turbamulta

!

¡Dios de Dios! ¡Remover al cabo de los años aquellas memorias!… ¡Don Guillermo Aguilar… el padre de!… ¡Aaaaah! ¡El Señor nos coja confesados![68]

MARCELA. ¿Cree usted que no perdonará doña Clarines?

TATA. ¡A ese hombre, nunca!

MARCELA. ¿Pero tan grave fué?…

TATA. ¡Tan grave, dices!…

Con pasión.

Los cabellos de la señoraeran negros como el ébano mesmo, y en un año se tornaron blancos comoahora los ves. ¡Don Guillermo Aguilar! ¡En mal hora vino a Guadalema!¡Maldita sea su casta!

MARCELA. Su casta,