Doña Clarines y Mañana de Sol by Serafín y Joaquín Álvarez - HTML preview

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Lo que pasa aquí, señor mío, es que con este entrar y salir decriados—que no hay uno que dure quince días,—ha de servir Tata portodos ellos mientras no aprenden los gustos de acá. Y ahora tengodos[95]

que van a condenarme. La una, la Daría, que es para un repentesi Dios fuere servido.[96] ¡Qué miedo tiene siempre la maldita!

Remedándola.

«Diga usted: ¿limpio los grifos de la fuente? Digausted: ¿limpio la bola de la escalera? Diga usted…»

¡Jesús! ¡que no tevamos a matar, hija del alma! ¡Yo no sé qué va a sucederle a esa chica sino pierde el miedo! ¡Ave María!

DOÑA CLARINES. Cállate, Tata; vamos ya.

TATA. No puedo, señora. Déjeme usted este desahogo. Pues ¿y elandalucito, que no sabe más que tomar posturas?

Remedando también aEscopeta.

«Oiga usté, paisana. Paisana, escuche usté. Paisana, la yaveder despacho. Paisana…» Y se va a ganar un soplamocos con tantopaisana. Porque me lo dice por burla. ¡Pues más gracia tenemos las deaquí, y no la cacareamos tanto!…[97] De manera que no es lo malo,¿usted me comprende? lo que tengo que hacer, sino lo que tengo que enseñar.Tata, aquí; Tata, allá; Tata, acullá; ¡y a todo ha de estar Tata![98]

DOÑA CLARINES. Pues ahora a lo que estás es a seguirme a mí. Ya hascharlado bastante. Hasta luego, señor Luján.

LUJÁN. Hasta luego, señora.

TATA. «¡Paisana!… ¡Paisana!…» ¡Ya le daré yo a ese paisanaje![99]

Doña Clarines se va por la puerta del foro, hacia la izquierda, y Tatala sigue. Luján se queda haciéndose cruces.

DON BASILIO

sale pordonde se marchó, y lo sorprende.

LUJÁN. En mi vida[100] he visto una casa más extraordinaria. ¡Lo que[101]se va a reír mi mujer cuando yo le cuente!…

DON BASILIO. ¿Te estás haciendo cruces?

LUJÁN. Sí, por cierto.

DON BASILIO. ¿Es que has hablado con mi hermana?

LUJÁN. Un poco.

DON BASILIO. Yo escurrí el bulto, ya lo viste. Y qué: ¿crees que es cosaperdida?

LUJÁN.

Siguiéndole el humor.

¡Ah, sí: cosa perdida!

DON BASILIO. ¿Ves tú? ¿Ves tú? Y me dicen a mí…

Entusiasmándose.

Lo que yo deploro… Porque yo… Porque tú… Porque yo podría dartedetalles infinitos de las extravagancias de Clarines para ayudar tulabor científica… ¡Pero soy tan frágil de memoria! Se me olvida todo;se me va la cabeza…[102]

LUJÁN. Pues déjala ir.

DON BASILIO. ¿Cómo? Oye: y si yo… A ver qué opinas de esto.

LUJÁN. Tú dirás.

DON BASILIO. Si yo, que estoy observando a mi hermana constantemente,apuntara todo aquello que a ti te pudiera servir… ¿eh? todas susrarezas… ¿eh? todas sus… ¿eh? ¿Qué opinas?

LUJÁN. Que has tenido una inspiración.

Disponiéndose a irse.

Nodejes de hacerlo.

DON BASILIO. ¡Quita allá! Si para mí es la cosa más fácil… Verás tú.

Mostrándole un cuadernito que saca del bolsillo.

En este cuaderno,donde no escribo más que coplas…

LUJÁN. ¿Coplas?

DON BASILIO. Coplas, coplas.

LUJÁN. ¿Tuyas?

DON BASILIO. Mías, sí.

LUJÁN.

Sorprendidísimo.

Ah, pero ¿tú haces coplas?

DON BASILIO. ¿Ahora te desayunas?

LUJÁN.

Cogiéndole el cuaderno.

A ver…

DON BASILIO. Chico, para desahogar mi corazón. Como Espronceda cantó a Teresa.

LUJÁN.

Lee.

«Muchacha que estás cantando…»

DON BASILIO. Ah, ésa la hice ayer tarde. Trae acá.

Recoge el cuaderno yle lee la copla a su amigo, explicándosela verso por verso.

«Muchacha que estás cantando…»

Y era verdad: había una muchacha cantando…

«En la ventana de enfrente…»

Que es donde estaba ella. Me asomé a mi balcón, la vi,y se me ocurrió eso.

«No te asomes demasiado…»

Porque hizo un movimiento hacia fuera, ¿sabes?…

«Que te hará daño el relente.»

Aquí al relente le doy una intención picaresca, porque estaba el novioen la esquina.

LUJÁN. Ya lo he comprendido.

DON BASILIO. ¿Te gusta?

LUJÁN. El cantar y las acotaciones.

DON BASILIO. Je… Bueno; pues, digo yo que en este mismo cuadernito,para que no le choque a ella, como quien escribe una copla, puedo yoanotar, a fin de auxiliarte, todas las chifladuras de Clarines.

LUJÁN. Y así no estarán solas.

DON BASILIO. ¿Qué?

LUJÁN. Que estarán con las coplas tuyas. Y te dejo, que me esperan allá.

Hasta después.

Vase por la puerta del foro, hacia la izquierda.

DON BASILIO. Anda con Dios. Le ha caído bien la idea. Le ha caído bien.Le ha caído bien.

Frotándose las manos.

¡Ah, doña Clarines, doñaClarines!… ¿Qué iba yo a hacer ahora?

Mirando a lo lejos del jardínpor los cristales de la galería.

¡Oh! ¡El héroe! ¡Ya está ahí el héroe!Apenas las ha visto alejarse… ¡Es listo el hijo de don Guillermo!

Haciéndole señas.

Voy; voy allá. ¡Ah, doña Clarines, doñaClarines!… Casa con dos puertas, mala de guardar.[103]

Vase por lapuerta del foro, hacia la derecha.

Queda la escena sola un momento. Óyese ladrar a Leal, y sale DARÍA

por la puerta de la izquierda, asustadísima.

DARÍA. ¿Quién será ahora? Temblando estaba yo a que llegara alguien. ¡Meha dicho Tata que no abra la puerta! ¡Jesús! ¡Ojalá sea un pobre, quecon decirle «perdone usted por Dios», se sale del paso!

Asómase a lamirilla.

¿Quién es? ¿Quién es? ¡No veo a nadie! ¿Quién es? ¡Nadie! ¡Noes nadie!

Cierra la mirilla.

¿Pues cómo ladró el perro?

Va airse.

¡Lo que me alegro yo de que no sea nadie!

Vuelve a ladrarLeal.

¿Otra vez? ¡Dios mío!

Asómase a la mirilla de nuevo.

¿Quién es? ¿Quién es? ¡Nadie!

Aparece

DON BASILIO

por donde se fué, con cierto recelo.

DON BASILIO. ¿Qué haces aquí, Daría?

DARÍA. ¡Señorito! ¡Estoy pasando un susto!…

DON BASILIO. ¿Por qué?

DARÍA. ¡Porque ha ladrado el perro dos veces… y yo no veo a nadie enel portal!

DON BASILIO. Sí; le ocurre mucho. A lo mejor sueña que entra alguien…

Vete allá dentro.

DARÍA. Sí, señorito.

DON BASILIO. Oye. A la señorita Marcela, que estará en su cuarto, dileque venga acá, que la llamo yo.

DARÍA. Bueno, señorito.

Vase por la puerta de la izquierda.

Don Basilio se acerca a la del foro y hace pasar a

MIGUEL

queesperaba oculto. Miguel es un muchacho de noble y expresiva fisonomía.Su hablar es resuelto y vehemente. Viste con sencillez.

DON BASILIO. Pase usted, Miguel.

MIGUEL. Muchas gracias.

DON BASILIO. Era la chica, que andaba aquí. Había ladrado el perro y vinoa ver quién era. Este perro, apenas olfatea gente extraña…

MIGUEL. Ya lo sé, ya. ¿Y Marcela?

DON BASILIO. Al momento sale.

MIGUEL. ¡Lo que yo le agradezco a usted, señor don Basilio, que nosfacilite esta entrevista!

DON BASILIO. Agradézcaselo usted a la casualidad de que mi hermana y Tata hayan salido hoy. Si no, hubiera sido cosa imposible.

MIGUEL. Sí; pero a no contar con usted…[104]

DON BASILIO. Es que ya le dije a usted anoche que en mí tienen usted yMarcelita un aliado. Yo siempre estoy al lado de los débiles. Mire usted,amigo Miguel, la cuestión tiene dos aspectos.

MIGUEL. ¿Dos aspectos?

DON BASILIO. Uno moral y otro económico. En el moral, ni entro nisalgo.[105] Si ustedes se quieren, harán, como en los cuentos de loschicos, nieblas de las montañas.[106] Pero en el aspecto económico creoque tengo el deber de intervenir.

MIGUEL. No comprendo.

DON BASILIO. Mi hermana está loca.

Vox populi, vox Dei.

[107] Lafortuna de esa niña se encuentra en sus manos. ¿Usted está tranquilo?¿Está usted tranquilo?

¡Porque yo… no estoy tranquilo! Yo, no estoytranquilo. Yo, no estoy tranquilo. ¿A qué engañarlo a usted? Mientrasmás amigos, más claros.[108] Yo, no estoy tranquilo. ¿Usted estátranquilo?

MIGUEL. Francamente… me empieza usted a intranquilizar.

DON BASILIO. Ahí se le fué la burra a su futuro suegro de usted,[109]que en paz descanse. ¡Se le fué! No lo discutamos. ¡Se le fué! Lo deClarines no es de ahora,[110] ¡qué carape! Clarines tiene los cascos ala jineta hace mucho tiempo. ¿No estaba yo aquí, tan hermano suyo comoella?

MIGUEL. ¡Claro!

DON BASILIO. Sobre que, a mayor abundamiento, yo, querido Miguel, tengograndes aficiones financieras. Siempre he especulado con éxitobrillante. A la propia Clarines le he triplicado el capital.

MIGUEL. ¿Ah, sí?

DON BASILIO. Sí, señor. Hoy cuenta ella con un sin fin de propiedadesque no tendría a no ser por mí.

MIGUEL. ¿Hola?

DON BASILIO. Como usted lo oye.—Aquí está ya Marcela. Pónganse ustedesde acuerdo en seguidita. No me gasten la pólvora en salvas.[111] Y en laterracilla por donde hemos pasado lo espero a usted filosóficamente.

MIGUEL. ¿Cómo expresarle mi gratitud, señor don Basilio?

DON BASILIO. ¡De ninguna manera! Es un deber mío, ¡qué carape!

Vase porla puerta del foro hacia la derecha.

Sale

MARCELA

por la puerta de la izquierda. Al ver a Miguel correa él ansiosa de estrecharle las manos.

MARCELA. ¡Miguel!

MIGUEL. ¡Marcela!

MARCELA. ¡Ya era hora!

MIGUEL. ¿Qué tienes?

MARCELA. ¡El contento de verte aquí![112] ¿Y el tío?

MIGUEL. Ahí fuera, esperándome.

MARCELA. ¡Qué bueno! ¿Verdad?

MIGUEL. Tan bueno, que por él estoy a tu lado.

MARCELA. Hemos de hablar mucho en poco tiempo.

MIGUEL. Sí.

MARCELA. ¡Dos días sin verte ni escribirte!

MIGUEL. Hasta el amanecer te esperé anteanoche en la verja.

MARCELA. No pude bajar. Me sorprendió mi tía. ¡Si vieras![113] ¡Quédisgusto! Tata me contaba unas historias… ¿Me quieres tú mucho,Miguel?

MIGUEL. ¿Y me lo preguntas, Marcela?

MARCELA. Verdad. No me hagas caso.

MIGUEL. ¿Sabe ya la tía…?

MARCELA. No.

MIGUEL. ¿Por qué no se lo has dicho?

MARCELA. ¡Ay, Miguel! No me atrevo.

MIGUEL. ¿Por qué no?

MARCELA. Porque estoy llena de temores.

MIGUEL. Pues hay que rechazarlos, niña. ¿Qué ley humana nos obliga arecoger un dolor sembrado por otros?

MARCELA. Ninguna; pero ya estás viendo que es así.

MIGUEL. No lo será más tiempo. Resuelto estoy.

MARCELA. ¿A qué, Miguel?

MIGUEL. A presentarme a esta señora; a decirle mi nombre, si tú no se lodices; a convencerla de que serás mía.

MARCELA. ¿Con quién vendrás?

MIGUEL. Yo solo.

MARCELA. ¿Tú solo?

MIGUEL. ¿Qué remedio, si nadie se aventura a acompañarme? ¿si lasinsolencias de doña Clarines ponen una valla entre la sociedad y yo?[114]

MARCELA. ¡Ay, Dios mío!

MIGUEL. Vendré yo solo: mi mejor compañía es este cariño que me lleva a ti.

MARCELA. Que es muy grande, ¿verdad?

MIGUEL. Si el corazón de esa señora se estremece de odio al oír minombre, yo sé que el tuyo se estremece de amor.

MARCELA. Sí.

MIGUEL. Vendré, vendré. No estoy dispuesto a consentir este secuestrotuyo, esta tortura de los dos, este acechar las ocasiones para hablarnostraicioneramente. ¿Qué hicimos tú y yo, que mereciera este castigo?

MARCELA. ¡Ésa es mi pregunta! ¡De día y de noche es ésa mi constantepregunta!

MIGUEL. Pues la respuesta de ella no está más que en tu corazón y en elmío. Guadalema entera dice que doña Clarines es rencorosa, es loca. ¿Yqué?[115] ¿Tú me quieres? Guadalema entera cree que yo saldré de estacasa escarnecido y avergonzado. ¿Y qué? ¿Tú me quieres? Guadalema enteraafirma que al eco sólo de mi nombre temblarán las paredes viejas de estecaserón solitario. ¿Y qué? ¿Tú me quieres? Pues si tú me quieres, todolo demás es cosa sin fuerza ni sentido.

MARCELA. Sí, Miguel, sí. Ahí está la única verdad: en que tú me quieres:en que te quiero yo. Necesitaba oírtelo decir así, ahora más que nunca.

MIGUEL. También lo sé: también lo he leído en tus ojos. Tu corazón norespira tranquilo en el aire que llena esta casa, que no es aire deprimavera. Las historias de Tata la vieja te han hecho temblar…

MARCELA. ¡Miguel!

MIGUEL. Pues aquellas historias pasaron,[116] y yo no he de juzgarlas allado tuyo. Pero sí quiero que sepas que el amor no tiene en el mundodos historias iguales, para que puedas confiar en que ésta nuestra no hade parecerse a la que a ti te ha dado miedo. ¿Me crees?

MARCELA. Te creo, sí.

MIGUEL. Pues si me crees, no llores.

MARCELA. Lloro porque te creo.

MIGUEL. Yo haré pronto porque me creas y rías a la vez.[117] Adiós.

MARCELA. ¿Te vas ya?

MIGUEL. Sí: no quiero comprometer en modo alguno a este señor tanbondadoso. Pero cuando vuelva doña Clarines, volveré yo.

MARCELA. ¿Sí?

MIGUEL. Sí. Hoy acaba[118] este suplicio intolerable: no lo dudes.

MARCELA. Por Dios, Miguel…

MIGUEL. Por Dios, Marcela… ¿Es que quieres que siga?

MARCELA. No.

MIGUEL. Pues fía en mí.

MARCELA. Ya no sé qué decirte. Me abandono a tu voluntad. Haz tú lo quequieras.

MIGUEL. Yo no quiero más que lo que ha de devolver a tu corazón la calmaperdida y a tu voz la alegría que siempre tuvo para mis oídos. Adiós.

MARCELA. Adiós. ¿Hasta luego?

MIGUEL. Hasta luego.

Vase por la puerta del foro hacia la derecha.

MARCELA. ¡Cómo me quiere! Voy a verlo salir.

Asómase a los cristales dela galería y mira con interés al jardín. Pausa.

Ladra Leal. Poco después sale

DARÍA

por la puerta de laizquierda.

DARÍA. Otra vez el perro. ¿Estará también soñando ahora?

Abre lamirilla, mientras Marcela despide a Miguel con la mano.

¿Quién es? No:ahora no está soñando. Es la señora.

MARCELA.

Sobresaltada.

¿La señora?

DARÍA.

Asustada con el susto de Marcela.

La señora: sí. ¿Qué pasa?

MARCELA. Nada, mujer.

DARÍA. ¡Ah! Creí…

MARCELA. Ábrele. Sin duda le ha sucedido algo.

DARÍA. ¿Sí, eh?

Tira del cordel para abrir y se va por la puerta de laizquierda, diciendo

: ¡Pues no seré yo quien se lo pregunte!

MARCELA.

Intrigada.

Es imposible… Ha vuelto muy pronto. No hapodido dar toda la limosna.

Llega rápidamente

DON BASILIO

por la puerta del foro y se dirigecon gran misterio a su sobrina.

DON BASILIO. ¡Por un pelo!

MARCELA. ¿Cómo?

DON BASILIO. ¡Por un pelo! Entrando ellas por la puerta grande, saliendopor la verja el otro. ¡Por un pelo!

MARCELA. Pero ¿es verdad, tío, que ha vuelto más pronto que nunca?

DON BASILIO. ¡Dónde va a parar! ¡A saber[119] si esto ha sido una trampade ella! ¡Es más larga!…

MARCELA. ¡Silencio, que viene!

DON BASILIO. ¡Ah!

Pasea silbando.

MARCELA. Ha amanecido muy buen día, ¿verdad, tío Basilio?

DON BASILIO. Muy buen día.

MARCELA. No podemos quejarnos del tiempo.

DON BASILIO. Ciertamente: no podemos quejarnos del tiempo.

Sale

DOÑA CLARINES

por la puerta del foro. La sigue

TATA.

DOÑA CLARINES. Pues va a llover.

MARCELA. ¿Cree usted que va a llover? ¿Vuelve usted por eso?

DON BASILIO. ¿Te duele el tobillo?

DOÑA CLARINES. No; pero cuando se está murmurando de una persona y sehabla del tiempo porque ella llega, casi siempre llueve.

DON BASILIO. ¡Y truena! ¡Qué carape! ¡La manía de que a todas horashemos de murmurar de ti!

DOÑA CLARINES. Como los dos tenéis el deber de hablar bien, por esoestoy segura de que habláis mal.[120]

Obedeciendo a un presentimiento.

¿Quién estaba aquí?

Sensación. Pausa.

DON BASILIO. Nadie.

DOÑA CLARINES. ¿Nadie?

MARCELA. El tío y yo.

DON BASILIO. Y quitándote el pellejo, según has advertido.

Entredientes.

Cosas tenedes el Cid

que farán fablar las piedras.[121]

Doña Clarines, que viene de mal temple, se quita el velo y se lo da aTata, en unión del portamonedas.

DOÑA CLARINES. Tata.

TATA. Señora.

DOÑA CLARINES. Lleva esto a mi tocador.

TATA. Sí, señora.

Éntrase por la puerta de la derecha.

DOÑA CLARINES. Marcela.

MARCELA. Tía.

DOÑA CLARINES. Toma pluma y papel, que voy a contestarle a la señora deahí enfrente.

MARCELA. ¿Ahora?

DOÑA CLARINES. Ahora, sí. En la única casa a que he ido, me han puestodel humor necesario.

Don Basilio saca el cuaderno de sus cantares y afila la punta de unlapicero.

MARCELA. Pues usted dirá.

Siéntase ante una mesita 10 escritorio, y vaescribiendo lo que la señora le dicta. A cada instante hace gestos deprotesta y disgusto.

DOÑA CLARINES.

Dictando.

«Señora doña Sebastiana Reguero. Muy señoramía: empiezo esta carta llamándole a usted señora dos veces, porque dealguna manera[122] he de empezarla; no porque crea que usted lo es, nilo ha sido en su vida.»

Don Basilio, apenas oye la primera andanada de la carta, silbainconscientemente, y se va escapado por la puerta de la izquierdadispuesto a anotarla en el cuadernito. En seguida vuelve.

MARCELA. ¡Tía Clarines!

DOÑA CLARINES. Pon lo que yo te mande, y no te asustes por tan poco.

MARCELA. Tenga usted en cuenta…

DOÑA CLARINES. ¡Chist! «Quiere usted saber, y me lo pregunta en unacarta ridícula, llena de impertinencias y de haches, por qué mi sobrinano va desde hace dos días a su casa, como antes iba. Voy a satisfacer sucuriosidad en el acto, y con mejor ortografía desde luego.» Tú verás,niña, cómo escribes.[123]

MARCELA.

Suspirando.

¡Ay!

DOÑA CLARINES. «Mi sobrina no ha vuelto a su casa, porque nada buenopuede aprender ahí.»

Don Basilio sacude los dedos y va a irse otra vez,pero se detiene.

«Ha protegido usted, a espaldas mías, los amores deella con su novio; lo cual, en neto castellano, tiene un nombre sonoro yrotundo. En medio de él puede usted colocar perfectamente una de esashaches[124] que con tanta liberalidad prodiga.»

Vuelve a irse donBasilio: esta vez por la puerta del foro.

¿Pero qué entrar y salirtrae ese majadero?[125]

MARCELA. No sé, tía; no sé.

DOÑA CLARINES. «Aquí daría yo fin a la presente, si hoy no hubierasabido por un azar quién es el novio de mi sobrina.»

MARCELA.

Estremeciéndose y dejando de escribir.

¿Eh?

DOÑA CLARINES.

Dictándole con gran energía.

«… si hoy no hubierasabido por un azar quién es el novio de mi sobrina.»

MARCELA. Pero ¿usted ha sabido?…

DOÑA CLARINES. Escribe tú.

MARCELA.

Repitiendo la frase mientras escribe

«… quién es el noviode mi sobrina.»

Don Basilio, que se ha puesto muy serio al oír esta revelación, seguarda el cuaderno y se sienta en un rinconcito a reflexionar.

DOÑA CLARINES. «Pero como he sabido esto, debo añadirle a usted que susmanejos en este caso no revelan solamente liviandad hipócrita, sinomaldad muy grande.»

Durante las frases anteriores pasa

TATA,

prestando oído a doña Clarines, y deteniéndose más de lo natural, desdela puerta de la derecha a la del foro.

Tata.

TATA. Señora.

DOÑA CLARINES. ¿Quieres preguntarme si estorbas para contestarte quesí?[126]

TATA. Señora, no he hecho más que atravesar de un lado a otro. No sé pordónde había de irme.

DOÑA CLARINES. Chitón, y dile a Escopeta que venga.

TATA. Si está en casa; porque es muy volandero.

Se va refunfuñando.

MARCELA. ¿Algo más, tía?

DOÑA CLARINES. Nada más. Déjame firmar.

Se sienta a ello.

[127] Así:mi nombre y mis dos apellidos.[128] Yo no escribo anónimos, como algunostraidorzuelos de chicha y nabo.

Marcela mira a don Basilio y éste nosabe dónde meterse. Doña Clarines guarda el pliego en un sobre y escribeen él la dirección.

¿Qué te ocurre, Basilio?

DON BASILIO. ¿A mí? ¡Nada! ¿Qué me ha de ocurrir? ¡Nada!

DOÑA CLARINES.

Levantándose.

Lista.[129] Ahora, sobrina, mira tú sitienes alguna otra cosa que ocultarme.

MARCELA. Yo, tía…

Llega

ESCOPETA

por la puerta del foro.

ESCOPETA. Señora.

DOÑA CLARINES. Escopeta, lleve usted esta carta ahí enfrente.

ESCOPETA.

Leyendo el sobre.

Señora doña Sebastiana Reguero. Ya sé.

¿Na más que dejarla?

DOÑA CLARINES. Nada más.

ESCOPETA. ¿Espero la respuesta?

DOÑA CLARINES. No.

ESCOPETA. ¿Ni tengo que desí ninguna cosita?

DOÑA CLARINES. Ninguna.

ESCOPETA. ¡Vaya por Dios! Me iba yo afisionando… ¿Y poné yo argo demi cosecha?

DOÑA CLARINES. ¿Cómo de su cosecha? ¡Dios lo libre a usted! Aquí no sedice ni más ni menos que lo que[130] yo mando decir. ¡Medradosestaríamos![131]

Éntrase en sus habitaciones.

ESCOPETA. ¡Me tocó la china esta vez! No hay más que aguantarse.

A

TATA,

que sale por la puerta de la izquierda y cruza hacia la de laderecha, llena de curiosidad.

¡Paisana! ¡No entre usté, paisana! ¡Misteque hay rayos en la armórfera, paisana!

TATA.

Volviéndose a él.

¡Oiga usted…

militar

:[132] paraser yo paisana de usted, tendría que haber nacido en una lata de sardinas!¡Chúpate ésa[133]

y vuelve por otra!

Vase.

ESCOPETA. ¡Es grasiosa esta vieja!

Se va por la puerta del foro, haciala izquierda, cantando.

¿Quién me ha de entender a mí?…

MARCELA.

Cuando se queda sola con don Basilio.

Tío.

DON BASILIO. ¿Qué quieres?

MARCELA. Miguel va a ve