Domesticar la Incertidumbre en América Latina: Mercado Laboral, Política Social y Familias by Juliana Martinez Franzoni - HTML preview

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3.

Familias

Mujeres

Jefatura

Flias.

Empleo

Población

Población

Razón

Tasa

Homicidios

Indice

Poblac.

Esperanza

paréntesis

el

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Fuente: Ángel

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2/

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Domesticar la incertidumbre en América Latina de los 32 indicadores considerados para explorar cada una de las tres dimensiones de análisis, 19 fueron estadísticamente significativos para distinguir entre conglomerados. A continuación describo los principales hallazgos para cada una de las dimensiones. Para ello dentro del tercer conglomerado distingo entre dos subgrupos (3ª y 3b).

3.1 Mercantilización del bienestar Para esta categoría, cinco indicadores fueron encontrados estadísticamente significativos: la proporción de la población económicamente activa asalariada; los trabajadores independientes no calificados; el producto bruto por habitante; la población bajo la línea de pobreza y una de las variables de control, la proporción de la población rural. Los primeros dos indicadores miden el grado de formalización de la fuerza de trabajo y los restantes, la remuneración y su distribución. Las remesas fueron estadísticamente significativas al 11%

y cuatro indicadores no fueron estadísticamente significativos: la tasa neta de participación laboral, el desempleo, la población femenina económicamente activa y la proporción del trabajo infantil.

Los valores promedio muestran la efectividad de los mercados laborales para incorporar y remunerar su fuerza de trabajo, el valor más alto se encuentra en el conglomerado 1 y el más bajo en el conglomerado 3.

Los países del conglomerado 1 (Argentina y Chile) muestran la mayor formalización de la fuerza de trabajo: la población ocupada asalariada alcanza el 73,5%

mientras que la independiente no calificada constituye un 16,19%. Además en este conglomerado encontramos también los mayores niveles de ingreso: un 22,7% de la población bajo la línea de pobreza recibe más de US.$6.000 por persona al año, lo que en el contexto latinoamericano, es una proporción baja. Lo contrario ocurre en los países que conforman el tercer conglomerado. En promedio, Segunda parte • Hallazgos

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quienes tienen trabajo asalariado son alrededor de un 20% menos que en el conglomerado 1 (50,22% y 3,69%

en los subgrupos 3a y 3b, respectivamente), mientras que quienes trabajan por su cuenta en tareas no calificadas son menos de la mitad que en el conglomerado 1 (33,80%

y 3,30%, respectivamente). En promedio, el ingreso anual por habitante en el conglomerado 3 no supera la tercera parte del ingreso por persona del conglomerado 1

(US$2.080 y US$928,77, respectivamente).

En los países del conglomerado 2, (en el cual está incluido Costa Rica) encontramos que las dos terceras partes de la población ocupada tienen trabajo asalariado (66,23%) mientras que un 22,3% tiene trabajo independiente no calificado. El ingreso anual por habitante es entre el doble y cuatro veces y media más del encontrado en el conglomerado 3, según se trate del subgrupo 3a o 3b, aunque un tercio menor que en el conglomerado 1. Sin embargo, en el conglomerado 2 la población bajo la línea de pobreza representa en promedio un 28,86%, solo apenas por encima del conglomerado, y alrededor de la mitad del conglomerado 3 (en el cual se encuentran, entre otros, Ecuador y Nicaragua).

Las remesas como indicador, y por tanto la mercantilización transnacional de la fuerza de trabajo, es estadísticamente menos significativa (10,%) que los restantes indicadores (5%). Teniendo presente esta menor significación, las remesas aumentan sistemáticamente cuando pasamos del conglomerado 1 (0,10% del PIB) al 2 (1,05% del PIB) y aún más cuando pasamos al conglomerado 3 (representan más del 6% del PIB).

Los primeros dos conglomerados son predominantemente urbanos (cerca del 90% y el 75% de la población respectivamente), mientras que el conglomerado 3

es predominantemente rural (al menos un tercio de la población).

En general los países en los conglomerados 1 y 2

tienen mayores capacidades para absorber su respectiva fuerza de trabajo y para hacerlo de manera asalariada. La principal diferencia tiene que ver con los 106

Domesticar la incertidumbre en América Latina niveles de ingreso anual por persona. La población de los países que conforman el conglomerado 3 recurre, en mayor proporción, al autoempleo y a los mercados laborales transnacionales. Sin embargo, con una proporción de entre el 16% y el 20% de los/as trabajadores/as independientes no calificados/as, los mercados laborales de los conglomerados 1 y 2 también proveen insuficiente trabajo formal por lo que muchas personas deben recurrir al autoempleo. Por eso, aunque hay diferencias considerables entre conglomerados, en términos de mercantilización de la fuerza de trabajo, los tres presentan una tendencia a su informalización.

Como veremos luego, esta noción de informalidad no alude, sin embargo, sólo al mercado laboral propiamente dicho, sino al desvanecimiento de los límites entre las lógicas de la asignación de los diferentes recursos –mercantiles, familiares y colectivos–.

Finalmente, es destacable que la distribución del ingreso no diferencie a los conglomerados. En los tres conglomerados encontramos países con alta desigualdad. Por ejemplo, en el conglomerado 2 se encuentra Brasil, con la mayor desigualdad del ingreso de toda la región, pero también Costa Rica y Uruguay con la menor. Los países del conglomerado 3 muestran desigualdades medias y altas y los dos países del conglomerado 1 tienen alta desigualdad en el ingreso.

Carecemos entonces de evidencia empírica para mostrar que es posible ubicarse en los conglomerados 1 y 3 teniendo a la vez, bajos niveles de desigualdad. Esto no es sorprendente en los países del conglomerado 3, históricamente excluyentes, pero sí sorprende el comportamiento del conglomerado 1, dado que antes de la crisis económica de los años ochenta, tanto Argentina como Chile tuvieron un régimen universalista-estratificado (Filgueira, 1998).

El ubicarse en el conglomerado 2 es una condición necesaria, pero totalmente insuficiente, para encontrar niveles bajos en la desigualdad. Si se quisiera explicar la desigualdad del ingreso y no la del régimen de Segunda parte • Hallazgos

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bienestar, debería ser distinto, tanto el conjunto de variables a considerar como el modelo estadístico a realizar6. Esto explica porqué el coeficiente de Gini, que precisamente mide la distribución del ingreso, no fue estadísticamente significativo para la conformación de los conglomerados.

3.2 Desmercantilización del bienestar Siete indicadores fueron encontrados estadísticamente significativos: la cobertura de la educación privada, los/as trabajadores/as asalariados/as con seguridad social, los/as funcionarios/as públicos/as, así como los cuatro indicadores de la inversión social (el gasto social, el gasto social como porcentaje del producto interno bruto, el gasto en salud y educación).

Dos indicadores no fueron estadísticamente significativos: el gasto privado en salud y el consumo privado, ambos relativamente homogéneos entre los países.

Primero, veamos qué ocurre con la política pública.

¿En qué medida está desvinculado el bienestar del “bolsillo”, es decir, del intercambio mercantil? Si consideramos la proporción de la PEA ocupada en el sector público, el Estado es más grande en el primer conglomerado (16,11%) y menor en el segundo (1,10%). La inversión pública es consistentemente más alta en el conglomerado 1 que en el 2, ya sea que consideremos el gasto social per cápita en general por año (US$1.293 y US$865,60) o el gasto en educación (US$311,5 y US$195,2) o en salud (US$272 y US$177) para cada conglomerado respectivamente. Sin embargo, la prioridad fiscal de la política social (es decir, su relación con el PIB), es leve-mente mayor en el conglomerado 2 que en el 1 (19,16%

y 18,80% respectivamente). Por su parte, la proporción del trabajo asalariado con seguridad social es más alta 6

En este caso lo adecuado sería utilizar la regresión múltiple y no el análisis de conglomerados.

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Domesticar la incertidumbre en América Latina en el conglomerado 2 (casi 60%) que en el conglomerado 1 (56,6%).

Dentro del conglomerado 2, México muestra resultados diversos. Por un lado, el país presenta resultados consistentes con los restantes países del conglomerado en materia de empleo público (11,2%), de trabajadores/as con seguridad social (52,5%) y de matrícula en la educación privada (12,5%). Por otro lado, el país muestra menor gasto social que el resto de los países del conglomerado (US $56 dedicado a programas sociales, en contraste con US $885,6 como promedio del respectivo conglomerado). Estos resultados le ubican entre los conglomerados 2 y 3 e incluso, el esfuerzo fiscal realizado en política social presenta valores más bajos que en algunos países del conglomerado 3 (9,8% en comparación con el promedio de 19,16% del conglomerado 2).

La matrícula privada varía considerablemente entre los conglomerados 1 (36,10%) y 2 (13,0%). Este es el único indicador que ubica a estos conglomerados en extremos opuestos. El conglomerado 1 tiene el porcentaje más alto de matrícula privada mientras que el 2 tiene el más bajo de los tres. Sugiere que el conglomerado 2 tiene servicios educativos más extendidos y universales que el conglomerado 1, donde prevalecen los servicios focalizados y donde una mayor proporción de la población depende de los servicios privados.

En el conglomerado 3 la proporción de la población económicamente activa en el sector publico (8,7% y 7,63% en los subgrupos a y b, respectivamente) es la mitad o menos que la que encontramos en los conglomerados 1 y 2. Además, el porcentaje de trabajo asalariado con seguridad social es bastante bajo (29,5%

y 20,97% en los subgrupos a y b, respectivamente). El gasto público también es consistentemente menor en el conglomerado 3 que en los conglomerados 1 y 2. Cuando se considera el gasto social total, este alcanza US$202 y US$117 en cada subgrupo. En el mismo conglomerado, el gasto en educación es de US$77,3 en el subgrupo a y US$52,25 en el subgrupo b y en salud, el gasto es de Segunda parte • Hallazgos

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US$3,3 y US$25,75 para el subgrupo a y b respectivamente. Sin embargo, el esfuerzo fiscal en el gasto social es mayor en el subgrupo 3b que en el 3a (12,0%

y 8,53%, respectivamente) reflejando esto que Nicaragua y Bolivia dedican a los programas sociales, un porcentaje alto de su pequeño producto interno bruto (13,2%

en Nicaragua y 17,9% en Bolivia). Con la excepción de Colombia (con 13,6%), estos porcentajes son considerablemente más altos que en otros países del subgrupo 3a, en el cual la mayoría de los países dedican menos del 10% del producto bruto interno a los programas sociales. Es de resaltar que aunque en el conglomerado 3, la población tenga niveles de ingreso mucho menores que en los otros conglomerados, entre el 25,66% y el 28,9%

de la población recurre a la educación privada.

En general, la desmercantilización del bienestar es mayor en los conglomerados 1 y 2 y comparados entre sí, esta es mayor en el conglomerado 1 que en el 2, excepto en materia de educación y de seguridad social.

En el 1, el alto porcentaje de matrícula en la educación privada sugiere un mayor peso de los servicios públicos focalizados. Además, hay una mayor proporción de trabajo asalariado con seguridad social en el conglomerado 2 que en el 1, junto con el cual también varía el tipo de seguridad social existente en uno y otro conjunto de países, más individualizado en el primer caso y más colectivo en el segundo. Con la excepción de México, todos los países del conglomerado 2 han promovido transformaciones estructurales en sus economías con cierta reticencia, lo cual se ha reflejado en el tipo de reformas introducidas en sus respectivos sistemas de seguridad social (concretamente en pensiones y en el caso de Costa Rica, también en salud). Estos países han mantenido los sistemas organizados en torno a los fondos colectivos y no individuales.

Pareciera que los países del conglomerado 2 tienen una mayor presencia de la protección social organizada colectivamente –por lo tanto estratificada según ocupaciones–, mientras que los del conglomerado 1 tienen 110

Domesticar la incertidumbre en América Latina mayor presencia de la protección social individual. La desmercantilización es por lo tanto más favorable a la población pobre –por ingresos– en los países del conglomerado 1 y más pro-trabajo formal –y por lo tanto más favorable a los sectores medios– en los países del conglomerado 2. En cualquier caso, la desmercantilización está definida por dos principales criterios que orientan la asignación de los recursos: la necesidad y la contribución realizada por el trabajado asalariado.

En el conglomerado 3 y comparado con los conglomerados 1 y 2, la desmercantilización es muy baja. El acceso a la educación privada es más alta que en el conglomerado 2 aunque menor que en el conglomerado 1. A la vez, el trabajo asalariado con seguridad social alcanza a una pequeña proporción de personas. Dado que la mayoría de estos países privatizaron sus sistemas de seguridad social, hay una fuerte presencia de la protección social relacionada al trabajo, de carácter individual, aunque sin el nivel de cobertura alcanzado por los países del conglomerado 1.

3.3 Desfamiliarización

Para esta categoría cinco indicadores fueron estadísticamente significativos: familias extensas y compuestas; familias nucleares en las cuales las esposas o compañeras dedican el tiempo completo al trabajo no remunerado y tres variables de control –población menor de 12; población mayor de 65 años y tasa de dependencia entre las personas generadoras de ingresos y la población cuidado-dependiente–. Tres indicadores no fueron estadísticamente significativos: las mujeres económicamente activas en edad reproductiva; las mujeres jefas de hogar y la presencia del servicio doméstico.

Las familias extensas y compuestas tienen menor presencia en el conglomerado 1 (17,65%) que en el 2

(19,2%) y la mayor en el conglomerado 3 (29,20% y 28,10% en los subgrupos 3a y 3b, respectivamente).

Segunda parte • Hallazgos

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En los tres conglomerados hay una presencia considerable de las mujeres dedicadas a tiempo completo a las tareas del hogar. Sin embargo, el modelo tradicional de familia –integrado por un hombre proveedor de ingresos y una mujer cuidadora– tiene mayor pre-valencia en los conglomerados 1 y 2 que en el 3. Así lo indica la proporción de familias tradicionales en las que las compañeras o cónyuges se dedican al trabajo no remunerado a tiempo completo, la cual es mayor en los conglomerados 1 (51,55%) y 2 (6,5%) que en el conglomerado 3 (0,59 y 38,50%).

La reducción de la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida y el consiguiente envejecimiento poblacional7 es mayor en el conglomerado 1, algo menos en el segundo e incipiente en el tercero. Hay dos y media veces más personas mayores de 65 años en las familias o en la población de los países del conglomerado 1

que en las del 3 (8,3% y 3,5%, respectivamente). Por el contrario, los niños y las niñas menores de 12 años constituyen un 30% o más en el conglomerado 3 pero se reducen a un cuarto de la población en el conglomerado 1 (2,6%) y en el 2 (26,11%). La razón de dependencia es por lo tanto mayor y está compuesta por una proporción mayor de gente joven en el conglomerado 3 y menor, con una mayor presencia de personas adultas mayores, en el conglomerado 1. Esto sugiere una mayor dependencia de trabajo no remunerado en el conglomerado 3 que en el 1 y el 2. Pareciera que hay una mayor demanda de cuido en aquellos conglomerados en los cuales hay menor presencia de familias nucleares con división sexual del trabajo tradicional, pero mayor presencia de familias extensas y compuestas.

En general, vemos altos grados de familiarización en los tres conglomerados. Sin embargo, en los 7

Tendencias que, en su conjunto, se conocen como “transición demográfica”, la cual en América Latina puede haberse completado (como en Uruguay), ser avanzada (como en Costa Rica), o incipiente (como en Honduras).

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Domesticar la incertidumbre en América Latina conglomerados 1 y 2, las familias nucleares tienen un papel más importante, mientras que en el conglomerado 3 son las familias extensas y compuestas. Mientras que en los conglomerados 1 y 2 las familias experimentan menos presión de miembros dependientes, en el conglomerado 3 hay una mayor proporción de personas dependientes por cada persona generadora de ingresos, así como, en promedio, menores niveles de ingreso que en los restantes conglomerados.

3.4 Desempeño

Dos indicadores fueron estadísticamente significativos para esta categoría: la mortalidad infantil y el índice de desarrollo humano de género. Dos indicadores no fueron estadísticamente significativos: homicidios y esperanza de vida escolar.

Las variaciones en la mortalidad infantil son muy marcadas entre los conglomerados 1 (1,50 por mil) y 2 (22,20 por mil) así como en el mismo conglomerado 3 (31,57 por mil y 3,50 por mil, respectivamente para cada subgrupo). Como fue explicado previamente, este indicador es muy útil como medida resumen del desarrollo humano, dado que refleja los niveles educativos

–en particular el de la madre–, así como la infraestructura pública de saneamiento y agua potable. En términos de desigualdad de género, el índice muestra la brecha existente en materia de desarrollo humano entre hombres y mujeres y muestra que esta es menor en los conglomerados 1 y 2 (0,8 y 0,80 respectivamente) que en el conglomerado 3 (0,72 y 0,68 en los subgrupos 3a y 3b, respectivamente).

. inteRpRetaCión De ResultaDos

A partir del análisis estadístico, ¿qué podemos decir de cada uno de los tres conglomerados identificados?

Los hallazgos fundamentan que todos los regímenes latinoamericanos son, en alguna medida, informales, Segunda parte • Hallazgos

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en tanto una proporción de la población no puede, en ninguno de los tres conglomerados, lidiar razonable-mente con los riesgos sociales a partir de las lógicas claramente diferenciadas entre el intercambio mercantil, las relaciones familiares y la política pública.

Por el contrario, existe un grado de indistinción de las prácticas de asignación de los recursos que, adaptando la noción empleada por Gough (200), llamaremos informalización del bienestar.

Por lo tanto, una proporción variable de la población, en alguna medida, depende de los arreglos familiares y comunitarios para asumir las prácticas cuyas lógicas corresponden a los mercados, en particular laborales, o a los Estados –locales o nacionales–. Es cierto que lidiamos con la debilidad, que se explicó más arriba, de los indicadores que permiten valorar el papel de las comunidades en la producción del bienestar. Sin embargo, la combinación de los indicadores disponibles con el conocimiento previamente existente sobre los mercados laborales, las políticas públicas, la emigración y la organización de las familias, permiten fundamentar esta afirmación.

En los conglomerados 1 y 2 las políticas públicas son centrales. En el primero estas se enfocan principalmente en la formación del capital humano. De lo que se trata es de que la población tenga las condiciones necesarias para asegurarse ingresos que le permitan acceder a los servicios privados de educación y de salud. Pueden por lo tanto considerarse como políticas con una orientación productivista, es decir, que buscan mejorar las condiciones de la fuerza laboral para que esta participe del mercado laboral. En el segundo conglomerado, las políticas públicas enfatizan sobre la protección social a partir de las contribuciones asociadas a las ocupaciones, en particular, en los sectores formales de la economía.

A pesar de la presencia de la política pública, en ambos conglomerados, un amplio conjunto de la población carece de un acceso satisfactorio a los servicios 114

Domesticar la incertidumbre en América Latina públicos. Estos países son por eso tan estatales como informales. A la hora de definir cómo llamarles, se tuvo en cuenta el criterio de Barrientos (200), quien señala que el orden de las etiquetas pone énfasis en la lógica relativa predominante de la asignación de los recursos.

Partimos de lo siguiente: en las economías de mercado, el intercambio mercantil siempre será el dominante.

En tanto constante no necesita reflejarse en la etiqueta que, más bien, debe nombrar las variaciones entre los regímenes. Cuando las políticas públicas enfatizan sobre la formación del capital humano, como en Chile y Argentina, y existe un menor énfasis en la desmercantilización de la protección de los riesgos –claramente la seguridad social–, estamos ante un régimen de bienestar estatal-productivista. En este régimen, el Estado interviene en aquellas áreas que el mercado no resuelve o para aquella parte de la población, para la cual, el intercambio mercantil no es suficiente.

En cambio, cuando las políticas enfatizan la protección social, como en Brasil, Costa Rica, México, Uruguay y Panamá, estamos ante un régimen de bienestar estatal-proteccionista. El Estado, en este caso, interviene aún en áreas que podrían tener el predominio del mercado –como la seguridad social– y para aquella población que no necesariamente se encuentra en condiciones de pobreza, como los sectores medios.

¿Cómo es que México, un país que ha promovido reformas liberales en diversas áreas de la política pública se califica como un régimen estatal-proteccionista? La respuesta radica en dos factores: primero, la inercia de algunas políticas (como la presencia relativamente alta de funcionarios/as públicos/as o de empleados/as con seguridad social); segundo, el que la unidad de análisis en la que nos estamos enfocando no es el Estado sino el régimen. Si en cambio nos centrá-

ramos en los cambios en los paradigmas de la política, en aquellos que han orientado las reformas recientes, México posiblemente se encuentre más cerca de Chile que de Uruguay. Sin embargo, este no es el caso al Segunda parte • Hallazgos

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analizar la constelación de prácticas de asignación de los recursos.

Con respecto a las maneras de nombrar cada uno de los tres regímenes de bienestar, hay quienes han sugerido que se pone demasiado énfasis en el Estado, a pesar de que nuestro interés sea nombrar el régimen.

El contra argumento ha sido el siguiente: lo característico del régimen de bienestar en dos de los conglomerados es justamente la presencia relativamente importante del Estado, que no es tal en el tercero. Y no se trata de un mero asunto de etiquetas. Por el contrario, la presencia o no de los Estados con alta capacidad de redistribución de los recursos tiene serias implicaciones, tanto para el diseño de los programas sociales como para los resultados que estos alcanzan. En general, los programas sociales presuponen, aunque no necesariamente explicitan, cierto tipo de contraprestación familiar en forma de tiempo, así como cierto tipo de modelos de familias y de mercados laborales.

Una segunda observación es que la noción de “productivista” y “proteccionista” podrían dar lugar a una falsa idea: que el productivismo es positivo y el proteccionismo es negativo. Estos signos de más y de menos se desprenderían del paradigma del “libre” mercado que ha sido dominante en las últimas dos décadas en América Latina y que se ha prescripto como el camino a seguir. Este paradigma pregona como empíricamente evidente lo que no es sino un acto de fe: que las economías abiertas son mejores para la estabilidad, el crecimiento y la distribución de los recursos, que las economías que protegen su producción (idea que con-venientemente olvida el sistemático proteccionismo de los sectores estratégicos que se hace en los países del Norte del planeta).

En el marco de este libro, el carácter “productivista” alude a una búsqueda del Estado por ser funcional a las demandas del mercado y, en todo caso, por compensar sus deficiencias. Por eso en este tipo de régimen de bienestar, el sector privado es el protagonista de la 116

Domesticar la incertidumbre en América Latina política social, la que se financia privadamente desde el “ bolsillo” de cada persona, y los recursos públicos tienen un papel complementario, principalmente destinado a financiar servicios básicos para la población cuyo “bolsillo” no permite el acceso privado. El carácter proteccionista, alude a la existencia de unas áreas de la vida social que están bajo la “protección”, como su nombre lo indica, del Estado, porque se considera deseable sacarlas o al menos reducir su dependencia del intercambio mercantil, no sólo en el financiamiento, sino también en la prestación de los servicios. En un caso predomina el paradigma del Estado subsidia-rio; en el otro un Estado menos reformado o reformado de maneras más heterodoxas, y que mantiene vigente rasgos intervencionistas propios del modelo de sustitución de importaciones.

El tercer conglomerado muestra un gran peso de las prácticas informales en la producción del bienestar: como lo argumentan Gough y Wood (200), la mayoría de la población depende sólo de los arreglos familiares y comunitarios, en el marco de los mercados laborales y de las políticas públicas excluyentes. Como lo muestra la proporción de los/as trabajadores/as independientes no calificados/as y el peso relativo de las remesas en el producto interno bruto promedio de los respectivos conglomerados (subgrupos 3a y 3b), el ámbito doméstico es central, porque transforma a los hogares en unidades productivas y busca compensar la falta de empleo a través de la emigración y de las remesas. Como lo mostraré con ejemplos más adelante (capítulo 5), en estos países existe una gran proporción de familias de escasos recursos que aporta trabajo comunitario no remunerado, para acceder a servicios en áreas que podría esperarse fueran una responsabilidad de los gobiernos locales y/o centrales, como la construcción de las escuelas e incluso su administración. En el mejor de los casos son contraparte de la asignación autorizada de los recursos que hace el Estado, aunque sólo una pequeña parte de la Segunda parte • Hallazgos

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población accede a las transferencias y a los servicios públicos, organizados en programas inestables y de escaso alcance, en un escenario de gran dificultad de mercantilización de la fuerza de trabajo.

Estamos ante un régimen de bienestar familiarista que presenta diferencias de grado. Por un lado se encuentran Guatemala, Ecuador, El Salvador, Perú, Colombia y Venezuela. Por otro lado están Bolivia, Honduras, Nicaragua y Paraguay. Estos países constituyen una variante altamente familiarista del mismo régimen. El Estado tiene muy escasas capacidades y las organizaciones internacionales tienen un mayor papel.

Como ya se argumentó, la diferencia entre ambos conglomerados de países no es cualitativa sino de grado.

El diagrama 3.3 presenta el mapa de América Latina con la distribución de los países según el régimen de bienestar, haciendo la distinción de grado existente entre los países con régimen de bienestar familiarista.

Comparado con otros regímenes, en el régimen estatal-productivista el acceso al mercado laboral y a los ingresos es máximo, y tiene una fuerza de trabajo con máxima calific