Don Francisco de Quevedo - Drama en Cuatro Actos by Eulogio Florentino Sanz - HTML preview

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evitar

enredos

y

cuchilladas.

CASTILLA

(colérico)

¡Vive

Dios!...

ESCENA

II

Dichos,

QUEVEDO

QUEVEDO

(entrando

por

la

derecha)

Paz,

caballeros;

65

no

haya

duelo

ni

quebranto,

ni

en

noche

de

Jueves

Santo

se

ensangrienten

los

aceros.

GRANA

¡Noble

cisne

de

Madrid!

QUEVEDO

¡Cisne

pues!...

El

de

Guzmán

70

dice

que

soy

alcotán.

GRANA

¡Oh,

venid

acá,

venid!

¿Qué

hay

de

nuevo

por

la

corte?

QUEVEDO

¿Por

Madrid?

GRANA

No;

por

palacio.

QUEVEDO

No

nada.

GRANA

¡Qué

rehacio!75

QUEVEDO

Nada

que

a

nadie

le

importe;

pero

cuando

aquí

llegué,

percibí

en

frases

cortadas

no

qué

de

cuchilladas...

CASTILLA

¿Conque

oísteis?...

QUEVEDO

No

qué.80

GRANA

Eran

Castilla

y

Mendaña

disputando

con

calor

que

esa

ley...

MENDAÑA

Es

la

mejor.

CASTILLA

La

peor

que

hubo

en

España.

QUEVEDO

¡Cómo!

¿Habláis

sobre

los

mantos?

85

Eso

es

andar

por

las

ramas.

CASTILLA

Tal

rigor

contra

las

damas...

QUEVEDO

Nos

descubre

sus

encantos.

No

os

paréis

en

frioleras.

Tal

negocio

no

es

de

rey

90

ni

de

ministro...

Esa

ley

es

cuestión

de

costureras.

Leyes

de

tan

ruin

valía

no

son

de

gobierno,

a

fe;

son

leyes

no

más...

CASTILLA

¿De

qué?95

QUEVEDO

Leyes...

de

guardarropía.

GRANA

¡Bien

dicho,

bien!...

Pero

ya

ruido

en

el

templo

se

siente.

Las

tinieblas...

MENDAÑA

Ciertamente.

Vamos,

señores,

allá.

100

QUEVEDO

Vamos,

pues.

CASTILLA

(aparte)

Quevedo,

oíd.

ESCENA

III

QUEVEDO y CASTILLA, que le detiene cuando se dirigía al templo

QUEVEDO

¿Qué

es

lo

que

tanto

os

agita?

CASTILLA

¡Oh!

La

infanta

Margarita

vino

ayer

tarde

a

Madrid.

QUEVEDO

Pero

entonces

¿dónde

está?

105

En

palacio

no.

CASTILLA

Lo

sé.

Donde

Olivares

esté

nunca

la

infanta

cabrá.

QUEVEDO

Mas

¿quién

vino

en

su

compaña?

CASTILLA

Sola

de

Ocaña

se

huyó;

110

¿y

sabéis

por

qué?...

Por

no

morirse

de

hambre

en

Ocaña.

QUEVEDO

Es

imposible.

CASTILLA

Por

Cristo

yo

os

juro

que

vino

ayer,

y

que

entró

al

anochecer,

115

y

que

mis

ojos

la

han

visto.

QUEVEDO

Equivocación,

don

Juan.

CASTILLA

Yo

bien

que

se

halla

aquí;

pero

tengo

para

que

otros

también

lo

sabrán.

120

Olivares

vive

alerta;

teme

que

aborten

sus

tramas...

Tal

vez...

¿Quién

sabe?...

Hoy

las

damas

van con la faz descubierta. (Entra en el templo) ESCENA

IV

QUEVEDO

Ella

es,

sin

duda...

Castilla

125

dice

que

se

huyó

de

Ocaña...

Cierto:

ayer

entró

en

la

corte,

y

hoy

me

dirige

esta

carta.

Diómela

con

tal

misterio

aquel

hombre

de

la

capa...

130

Ni

se

descubrió

el

embozo

ni

me

dijo

una

palabra.

De

ella

es,

sin

duda...

Imposible...

No;

la

duquesa

de

Mantua,

del

gran

Felipe

Segundo

135

nieta,

del

rey

prima

hermana,

la

que

en

Portugal

virreina

fué

también;

la

ilustre

infanta

Margarita

de

Saboya...

No,

no

puede

ser

la

dama

140

que

me

escribe...

Sin

embargo,

ella

es

hoy

bien

desgraciada...

Y

aun

así

yo...

¿qué

podría

para

endulzar

su

desgracia?

El

pensarlo

fué

quimera...

145

Mas

¿de

quién

es

esta

carta?

¿De

quién?...

Cuanto

más

la

leo

menos mi mente lo alcanza. (Leyendo a la luz del farol)

«Una dama ilustre a quien vos conocéis y que os estima en mucho, hamenester hablaros esta misma noche. Estad en San Martín y la veréisal fin de las tinieblas. A pesar de la prohibición de los velos irárebozada y encubierta, porque le importa no ser de nadie conocida;y porque vos la conozcáis su nombre

os

dirá

ella

misma.

Adiós.»

(Durante la lectura de la carta MEDINA se asoma al balcón, y después

de

observar

a

QUEVEDO,

desaparece)

Su

nombre...

su

nombre...

Cierto...

Margarita...

Sí,

la

infanta...

150

¡Ella

en

Madrid!

¡Oh!

Castilla

dice

que

se

huyó

de

Ocaña...

Sí...

ya

sabrá

el

conde-duque

su

venida...

y

para

hallarla

mandó

que

desde

hoy

sin

velo

155

anden

por

Madrid

las

damas.

¡Cuánto la aborrece ese hombre!... (Mira la carta) ESCENA

V

QUEVEDO

y

MENDAÑA,

que

sale

del

templo

MENDAÑA

Quevedo...

Mas

¡calla,

calla!

¿Componéis

versos?

¡Por

vida!...

Vamos,

ya

entiendo...

¡Una

sátira!160

¡Ah

mejor,

mejor!

QUEVEDO

(¡Imbécil!)

MENDAÑA

Llenos

estarán

de

gracia

picante...

Vamos,

leedme.

QUEVEDO

¿No

me

buscabais,

Mendaña?

MENDAÑA

Ciertamente;

las

tinieblas

165

dieron

principio,

y

La

Grana,

Castilla

y

demás

amigos,

notando

vuestra

tardanza...

QUEVEDO

Vamos,

pues.

MENDAÑA

Sí;

mas

primero

leedme...

QUEVEDO

Ved

que

me

aguardan.170

MENDAÑA

Bien;

pero

después...

QUEVEDO

Después...

(Dirigiéndose

al

templo

y

con

convicción)

(Es

la

duquesa

de

Mantua.)

ESCENA

VI

OLIVARES, que ha estado en la esquina de la derecha y con el embozo a lacara durante la escena anterior; después MEDINA OLIVARES

Gracias a Dios que me dejanlibre un momento la plaza.

(Llamando

a

la

casa

de

la

derecha)

¡Medina!

MEDINA

(saliendo)

¿Señor?

OLIVARES

La

hora175

llega.

MEDINA

La

espero

con

ansia.

OLIVARES

¿Los

has

conocido?

MEDINA

A

todos.

OLIVARES

¿Qué

hablaron?

MEDINA

Con

la

distancia

no

he

conseguido

cazarles

ni

siquiera

una

palabra.

180

OLIVARES