pobre
cuenta
de
mis
ricos
males
estoy
al
cielo
y
a
mi
Clori
dando.
Y,
al
tiempo
cuando
el
sol
se
va
mostrando
por
las
rosadas
puertas
orientales,
con
suspiros
y
acentos
desiguales,
voy
la
antigua
querella
renovando.
Y
cuando
el
sol,
de
su
estrellado
asiento,
derechos
rayos
a
la
tierra
envía,
el
llanto
crece
y
doblo
los
gemidos.
Vuelve
la
noche,
y
vuelvo
al
triste
cuento,
y
siempre
hallo,
en
mi
mortal
porfía,
al cielo, sordo; a Clori, sin oídos.
»Bien le pareció el soneto a Camila, pero mejor a Anselmo, pues le alabó, ydijo que era demasiadamente cruel la dama que a tan claras verdades nocorrespondía. A lo que dijo Camila:
»—Luego, ¿todo aquello que los poetas enamorados dicen es verdad?
»—En cuanto poetas, no la dicen —respondió Lotario—; mas, en cuantoenamorados, siempre quedan tan cortos como verdaderos.
»—No hay duda deso —replicó Anselmo, todo por apoyar y acreditar lospensamientos de Lotario con Camila, tan descuidada del artificio de Anselmocomo ya enamorada de Lotario.
»Y así, con el gusto que de sus cosas tenía, y más, teniendo por entendidoque sus deseos y escritos a ella se encaminaban, y que ella era laverdadera Clori, le rogó que si otro soneto o otros versos sabía, losdijese:
»—Sí sé —respondió Lotario—, pero no creo que es tan bueno como el primero,o, por mejor decir, menos malo. Y podréislo bien juzgar, pues es éste:
Soneto
Yo
sé
que
muero;
y
si
no
soy
creído,
es
más
cierto
el
morir,
como
es
más
cierto
verme
a
tus
pies,
¡oh
bella
ingrata!,
muerto,
antes
que
de
adorarte
arrepentido.
Podré
yo
verme
en
la
región
de
olvido,
de
vida
y
gloria
y
de
favor
desierto,
y
allí
verse
podrá
en
mi
pecho
abierto
cómo
tu
hermoso
rostro
está
esculpido.
Que
esta
reliquia
guardo
para
el
duro
trance
que
me
amenaza
mi
porfía,
que
en
tu
mismo
rigor
se
fortalece.
¡Ay
de
aquel
que
navega,
el
cielo
escuro,
por
mar
no
usado
y
peligrosa
vía,
adonde norte o puerto no se ofrece!
»También alabó este segundo soneto Anselmo, como había hecho el primero, ydesta manera iba añadiendo eslabón a eslabón a la cadena con que seenlazaba y trababa su deshonra, pues cuando más Lotario le deshonraba,entonces le decía que estaba más honrado; y, con esto, todos los escalonesque Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía, en laopinión de su marido, hacia la cumbre de la virtud y de su buena fama.»Sucedió en esto que, hallándose una vez, entre otras, sola Camila con sudoncella, le dijo:
»—Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuán poco he sabido estimarme,pues siquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesiónque le di tan presto de mi voluntad.
Temo que ha de estimar mi presteza oligereza, sin que eche de ver la fuerza que él me hizo para no poderresistirle.
»—No te dé pena eso, señora mía —respondió Leonela—, que no está la monta,ni es causa para menguar la estimación, darse lo que se da presto, si, enefecto, lo que se da es bueno, y ello por sí digno de estimarse. Y aunsuele decirse que el que luego da, da dos veces.
»—También se suele decir —dijo Camila— que lo que cuesta poco se estima enmenos.
»—No corre por ti esa razón —respondió Leonela—, porque el amor, según heoído decir, unas veces vuela y otras anda, con éste corre y con aquél vadespacio, a unos entibia y a otros abrasa, a unos hiere y a otros mata, enun mesmo punto comienza la carrera de sus deseos y en aquel mesmo punto laacaba y concluye, por la mañana suele poner el cerco a una fortaleza y a lanoche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista. Y, siendo así,¿de qué te espantas, o de qué temes, si lo mismo debe de haber acontecido aLotario, habiendo tomado el amor por instrumento de rendirnos la ausenciade mi señor? Y era forzoso que en ella se concluyese lo que el amor teníadeterminado, sin dar tiempo al tiempo para que Anselmo le tuviese devolver, y con su presencia quedase imperfecta la obra. Porque el amor notiene otro mejor ministro para ejecutar lo que desea que es la ocasión: dela ocasión se sirve en todos sus hechos, principalmente en los principios.Todo esto sé yo muy bien, más de experiencia que de oídas, y algún día telo diré, señora, que yo también soy de carne y de sangre moza. Cuanto más,señora Camila, que no te entregaste ni diste tan luego, que primero nohubieses visto en los ojos, en los suspiros, en las razones y en laspromesas y dádivas de Lotario toda su alma, viendo en ella y en susvirtudes cuán digno era Lotario de ser amado. Pues si esto es ansí, no teasalten la imaginación esos escrupulosos y melindrosos pensamientos, sinoasegúrate que Lotario te estima como tú le estimas a él, y vive concontento y satisfación de que, ya que caíste en el lazo amoroso, es el quete aprieta de valor y de estima. Y que no sólo tiene las cuatro eses quedicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un ABC entero: sino, escúchame y verás como te le digo de coro. Él es, según yo veo y a míme parece, agradecido, bueno, caballero, dadivoso, enamorado, firme,gallardo, honrado, ilustre, leal, mozo, noble, onesto, principal,quantioso, rico, y las eses que dicen; y luego, tácito, verdadero. La X nole cuadra, porque es letra áspera; la Y ya está dicha; la Z, zelador de tuhonra.
»Rióse Camila del ABC de su doncella, y túvola por más plática en las cosasde amor que ella decía; y así lo confesó ella, descubriendo a Camila comotrataba amores con un mancebo bien nacido, de la mesma ciudad; de lo cualse turbó Camila, temiendo que era aquél camino por donde su honra podíacorrer riesgo. Apuróla si pasaban sus pláticas a más que serlo. Ella, conpoca vergüenza y mucha desenvoltura, le respondió que sí pasaban; porque escosa ya cierta que los descuidos de las señoras quitan la vergüenza a lascriadas, las cuales, cuando ven a las amas echar traspiés, no se les danada a ellas de cojear, ni de que lo sepan.
»No pudo hacer otra cosa Camila sino rogar a Leonela no dijese nada de suhecho al que decía ser su amante, y que tratase sus cosas con secreto,porque no viniesen a noticia de Anselmo ni de Lotario. Leonela respondióque así lo haría, mas cumpliólo de manera que hizo cierto el temor deCamila de que por ella había de perder su crédito. Porque la deshonesta yatrevida Leonela, después que vio que el proceder de su ama no era el quesolía, atrevióse a entrar y poner dentro de casa a su amante, confiada que,aunque su señora le viese, no había de osar descubrille; que este dañoacarrean, entre otros, los pecados de las señoras: que se hacen esclavas desus mesmas criadas y se obligan a encubrirles sus deshonestidades yvilezas, como aconteció con Camila; que, aunque vio una y muchas veces quesu Leonela estaba con su galán en un aposento de su casa, no sólo no laosaba reñir, mas dábale lugar a que lo encerrase, y quitábale todos losestorbos, para que no fuese visto de su marido.
»Pero no los pudo quitar que Lotario no le viese una vez salir, al romperdel alba; el cual, sin conocer quién era, pensó primero que debía de seralguna fantasma; mas, cuando le vio caminar, embozarse y encubrirse concuidado y recato, cayó de su simple pensamiento y dio en otro, que fuera laperdición de todos si Camila no lo remediara. Pensó Lotario que aquelhombre que había visto salir tan a deshora de casa de Anselmo no habíaentrado en ella por Leonela, ni aun se acordó si Leonela era en el mundo;sólo creyó que Camila, de la misma manera que había sido fácil y ligera conél, lo era para otro; que estas añadiduras trae consigo la maldad de lamujer mala: que pierde el crédito de su honra con el mesmo a quien seentregó rogada y persuadida, y cree que con mayor facilidad se entrega aotros, y da infalible crédito a cualquiera sospecha que desto le venga. Yno parece sino que le faltó a Lotario en este punto todo su buenentendimiento, y se le fueron de la memoria todos sus advertidos discursos,pues, sin hacer alguno que bueno fuese, ni aun razonable, sin más ni más,antes que Anselmo se levantase, impaciente y ciego de la celosa rabia quelas entrañas le roía, muriendo por vengarse de Camila, que en ninguna cosale había ofendido, se fue a Anselmo y le dijo: