con un acento baboso y sibilante, en que se descubría 40-25
más que nunca la ausencia total de dientes y muelas:
—¡De ti depende, amor mío!
En aquel momento se descolgó de la parra el tío
Lucas. 41
XII
DIEZMOS Y PRIMICIAS
REPUESTO el Corregidor en su silla, la Molinera dirigió
una rápida mirada a su esposo, y viole, no sólo tan
sosegado como siempre, sino reventando de ganas de
reír por resultas de aquella ocurrencia: cambió con él
desde lejos un beso tirado, aprovechando el primer 41-5
descuido de Don Eugenio, y díjole, en fin, a éste con
una voz de sirena que le hubiera envidiado Cleopatra:
—¡Ahora va Su Señoría a probar mis uvas!
Entonces fue de ver a la hermosa navarra (y así la
pintaría yo, si tuviese el pincel de Ticiano), plantada 41-10
enfrente del embelesado Corregidor, fresca, magnífica,
incitante, con sus nobles formas, con su angosto vestido,
con su elevada estatura, con sus desnudos brazos
levantados sobre la cabeza, y con un transparente racimo
en cada mano, diciéndole, entre una sonrisa irresistible 41-
15
y una mirada suplicante en que titilaba el miedo:
—Todavía no las ha probado el señor Obispo...
Son las primeras que se cogen este año...
Parecía una gigantesca Pomona, brindando frutos a
un dios campestre;—a un sátiro, v. gr. 41-20
En esto apareció al extremo de la plazoleta empedrada
el venerable Obispo de la diócesis, acompañado del
Abogado Académico y de dos Canónigos de avanzada
edad, y seguido de su Secretario, de dos familiares y de
dos pajes. 41-25 42
Detúvose un rato Su Ilustrísima a contemplar aquel
cuadro tan cómico y tan bello, hasta que, por último,
dijo, con el reposado acento propio de los prelados de
entonces:
— El Quinto... pagar diezmos y primicias a la iglesia 42-5
de Dios, nos enseña la doctrina cristiana; pero V., señor
Corregidor, no se contenta con administrar el diezmo,
sino que también trata de comerse las primicias.
—¡El señor Obispo!—exclamaron los Molineros,
dejando al Corregidor y corriendo a besar el anillo al 42-10
Prelado.
—¡Dios se lo pague a Su Ilustrísima, por venir a
honrar esta pobre choza!—dijo el tío Lucas, besando
el primero, y con acento de muy sincera veneración.
—¡Qué señor Obispo tengo tan hermoso! (exclamó 42-15
la señá Frasquita, besando después). ¡Dios lo bendiga
y me lo conserve más años que le conservó el suyo a
mi Lucas!
—¡No sé qué falta puedo hacerte, cuando tú me
echas las bendiciones, en vez de pedírmelas!—contestó 42-
20
riéndose el bondadoso Pastor.
Y, extendiendo dos dedos, bendijo a la señá Frasquita
y después a los demás circunstantes.
—¡Aquí tiene Usía Ilustrísima las primicias! (dijo
el Corregidor, tomando un racimo de manos de la 42-25
Molinera
y
presentándoselo
cortésmente
al
Obispo).—Todavía no había yo probado las uvas...
El Corregidor pronunció estas palabras, dirigiendo
de paso una rápida y cínica mirada a la espléndida
hermosura de la Molinera. 42-30 43
—¡Pues no será porque estén verdes, como las de la
fábula!—observó el Académico.
—Las de la fábula (expuso el Obispo) no estaban
verdes, señor Licenciado; sino fuera del alcance de la
zorra. 43-5
Ni el uno ni el otro habían querido acaso aludir al
Corregidor; pero ambas frases fueron casualmente tan
adecuadas a lo que acababa de suceder allí que Don
Eugenio de Zúñiga se puso lívido de cólera, y dijo
besando el anillo del Prelado: 43-10
—¡Eso es llamarme zorro, señor ilustrísimo!
— ¡Tu dixisti! (replicó éste, con la afable severidad
de un Santo, como diz que lo era en efecto).— Excusatio
non petita, accusatio manifesta.—Qualis vir, talis
oratio. —Pero satis jam dictum, nullus ultra sit sermo. 43-15
O, lo que es lo mismo, dejémonos de latines, y veamos
estas famosas uvas.
Y picó... una sola vez... en el racimo que le presentaba
el Corregidor.
—¡Están muy buenas! (exclamó, mirando aquella 43-20
uva al trasluz y alargándosela en seguida a su
secretario).—¡Lástima que a mí me sienten mal!
El Secretario contempló también la uva; hizo un
gesto de cortesana admiración, y la entregó a uno de
los familiares. 43-25
El familiar repitió la acción del Obispo y el gesto del
Secretario, propasándose hasta oler la uva, y luego...
la colocó en la cesta con escrupuloso cuidado, no sin
decir en voz baja a la concurrencia:
—Su Ilustrísima ayuna... 43-3044
El tío Lucas, que había seguido la uva con la vista,
la cogió entonces disimuladamente, y se la comió sin
que nadie lo viera.
Después de esto, sentáronse todos: hablose de la
otoñada (que seguía siendo muy seca, no obstante haber 44-
5
pasado el cordonazo de San Francisco); discurriose
algo sobre la probabilidad de una nueva guerra entre
Napoleón y el Austria: insistiose en la creencia de que
las tropas imperiales no invadirían nunca el territorio
español; quejose el Abogado de lo revuelto y calamitoso 44-
10
de aquella época, envidiando los tranquilos tiempos de
sus padres (como sus padres habrían envidiado los de
sus abuelos); dio las cinco el loro..., y a una seña
del reverendo Obispo, el menor de los pajes fue al coche
episcopal (que se había quedado en la misma ramblilla 44-15
que el Alguacil), y volvió con una magnífica torta sobada,
de pan de aceite, polvoreada de sal, que apenas
haría una hora había salido del horno: colocose una
mesilla en medio del concurso; descuartizose la torta;
se dio su parte correspondiente, sin embargo de que se 44-20
resistieron mucho, al tío Lucas y a la señá Frasquita...,
y una igualdad verdaderamente democrática reinó durante
media hora bajo aquellos pámpanos que filtraban
los últimos resplandores del sol poniente... 45
XIII.
Le dijo el grajo al cuervo.
Hora y media después todos los ilustres compañeros
de
merienda
estaban
de
vuelta
en
la
ciudad.
El
señor
obispo
y
su
familia
habían
llegado con bastante anticipación, gracias al coche, 45-5
y hallábanse ya en palacio, donde los dejaremos
rezando sus devociones.
El insigne abogado, que era muy seco, y los
dos canónigos, a cual más grueso y respetable,
acompañaron al Corregidor hasta la puerta del 45-10
ayuntamiento,
donde
su
señoría
dijo
tener
que
trabajar, y tomaron luego el camino de sus respectivas
casas,
guiándose
por
las
estrellas
como
los navegantes, o sorteando a tientas las esquinas
como los ciegos: pues ya había cerrado la 45-15
noche; aun no había salido la luna, y el alumbrado
público,
lo
mismo
que
las
demás
luces
de
este siglo, todavía estaba allí en la mente divina.
En
cambio,
no
era
raro
ver
discurrir
por
algunas calles tal o cual linterna o farolillo con 45-20
que respetuoso servidor alumbraba a sus magníficos
amos,
quienes
se
dirigían
a
la
habitual
tertulia o de visita a casa de sus parientes...
Cerca de casi todas las rejas bajas se veía, o
se olfateaba, por mejor decir, un silencioso bulto 45-25 46
negro. Eran galanes que al sentir pasos, habían
dejado por un momento de pelar la pava...
—¡Somos
unos
calaveras!—iban
diciéndose
el
abogado
y
los
dos
canónigos.—¿Qué
pensarán
en nuestras casas al vernos llegar a estas horas? 46-5
—Pues ¿qué dirán los que nos encuentren en
la calle, de este modo, a las siete y pico de la
noche, como unos bandoleros amparados de las
tinieblas?
—Hay que mejorar de conducta... 46-10
—¡Ah, sí... pero ese dichoso molino!...
—Mi mujer lo tiene sentado en la boca del
estómago...—dijo el académico, con un tono en
que se traslucía mucho miedo a próxima pelotera
conyugal. 46-15
—Pues ¿y mi sobrina?—exclamó uno de los
canónigos, que por cierto era penitenciario.—Mi
sobrina dice que los sacerdotes no deben visitar
comadres...
Y sin embargo, interrumpió su compañero, 46-20
que era magistral, lo que allí pasa no puede ser
más inocente...
—¡Toma! Como que va el mismísimo señor
obispo!
—Y luego, señores, ¡a nuestra edad!... repuso 46-25
el
penitenciario.
Yo
he
cumplido
ayer
los
setenta y cinco.
—¡Es claro!—replicó el magistral.—Pero hablemos
de
otra
cosa:
¡qué
guapa
estaba
esta
tarde
la señá Frasquita! 46-30
—¡Oh, lo que es eso... como guapa, es guapa!—dijo
el abogado, afectando imparcialidad.
—Muy guapa... repitió el penitenciario dentro
del embozo.
—Y si no,—añadió el predicador de oficio,—que 46-35
se lo pregunten al Corregidor... 47
—¡El pobre hombre está enamorado de ella!...
—¡Ya lo creo!—exclamó el Confesor de la catedral.
—¡De
seguro!
(agregó
el
Académico...
correspondiente).—Conque,
señores,
yo
tomo
por
aquí
para
llegar antes a casa... ¡Muy buenas noches! 47-5
—Buenas noches...—le contestaron los Capitulares.
Y anduvieron algunos pasos en silencio.
—¡También le gusta a ese la Molinera!—murmuró
entonces el Magistral, dándole con el codo al
Penitenciario. 47-10
—¡Como si lo viera! (respondió éste, parándose a
la puerta de su casa).—¡Y qué bruto es!—Conque
hasta mañana, compañero.—Que le sienten a V. muy
bien las uvas.
—Hasta mañana, si Dios quiere...—Que pase V. 47-15
muy buena noche.
—¡Buenas noches nos dé Dios!—rezó el Penitenciario,
ya desde el portal, que por más señas tenía farol
y Virgen.
Y llamó a la aldaba. 47-20
Una vez solo en la calle, el otro Canónigo (que era
más ancho que alto, y que parecía que rodaba al andar)
siguió avanzando lentamente hacia su casa; pero, antes
de llegar a ella, se paró, y murmuró, pensando sin duda
en su cofrade de coro: 47-25
—¡También te gusta a ti la señá Frasquita!...—¡Y
la verdad es (añadió al cabo de un momento) que,
como guapa, es guapa! 48
XIV
LOS CONSEJOS DE GARDUÑA
ENTRETANTO,
el
Corregidor
había
subido
al
Ayuntamiento,
acompañado
de
Garduña
con
quien
mantenía
hacía rato, en el salón de sesiones, una conversación
más familiar de lo correspondiente a persona de su
calidad y oficio. 48-5
—¡Crea Usía a un perro perdiguero que conoce la
caza! (decía el innoble Alguacil). La señá Frasquita
está perdidamente enamorada de Usía, y todo lo que
Usía acaba de contarme contribuye a hacérmelo ver más
claro que esa luz... 48-10
Y señalaba a un velón de Lucena, que apenas si
esclarecía la octava parte del salón.
—¡No estoy yo tan seguro como tú, Garduña!—contestó
D. Eugenio, suspirando lánguidamente.
—¡Pues no sé por qué!—Y, si no, hablemos con 48-15
franqueza.—Usía...
(dicho
sea
con
perdón)
tiene
una tacha en su cuerpo... ¿No es verdad?
—¡Bien, sí! (repuso el Corregidor). Pero esa tacha
la tiene también el tío Lucas. ¡Él es más jorobado
que yo! 48-20
—¡Mucho más! ¡muchísimo más! ¡sin comparación
de ninguna especie!—Pero en cambio (y es a lo que
iba), Usía tiene una cara de muy buen ver..., lo que
se llama una bella cara..., mientras que el tío Lucas
se parece al sargento Utrera, que reventó de feo. 48-25 49
El Corregidor sonrió con cierta ufanía.
—Además (prosiguió el Alguacil), la señá Frasquita
es capaz de tirarse por una ventana con tal de agarrar
el nombramiento de su sobrino...
—Hasta ahí estamos de acuerdo. ¡Ese nombramiento 49-5
es mi única esperanza!
—¡Pues manos a la obra, señor! Ya le he explicado
a Usía mi plan... ¡No hay más que ponerlo en ejecución
esta misma noche!
—¡Te he dicho muchas veces que no necesito
consejos!—gritó
49-10
D.
Eugenio,
acordándose
de
pronto
de
que
hablaba con un inferior.
—Creí que Usía me los había pedido...—balbuceó
Garduña.
—¡No me repliques! 49-15
Garduña saludó.
—¿Conque decías (prosiguió el de Zúñiga, volviendo
a amansarse) que esta misma noche puede arreglarse
todo eso?—Pues ¡mira, hijo! me parece bien.—¡Qué
diablos! ¡Así saldré pronto de esta cruel incertidumbre! 49-
20
Garduña guardó silencio.
El Corregidor se dirigió al bufete y escribió algunas
líneas en un pliego de papel sellado, que selló también
por su parte, guardándoselo luego en la faltriquera.
—¡Ya está hecho el nombramiento del sobrino! 49-25
(dijo entonces, tomando un polvo de rapé). ¡Mañana
me las compondré yo con los Regidores..., y, o lo
ratifican con un acuerdo, o habrá la de San Quintín!—¿No
te parece que hago bien?
—¡Eso! ¡eso! (exclamó Garduña entusiasmado, 49-3050
metiendo la zarpa en la caja del Corregidor y arrebatándole
un
polvo).
¡Eso!
¡eso!
El
antecesor
de
Usía
no se paraba tampoco en barras. Cierta vez...
—¡Déjate de bachillerías! (repuso el Corregidor,
sacudiéndole una guantada en la ratera mano).—Mi 50-5
antecesor era un bestia, cuando te tuvo de alguacil.—Pero
vamos a lo que importa. Acabas de decirme que
el molino del tío Lucas pertenece al término del lugarcillo
inmediato, y no al de esta población... ¿Estás
seguro de ello? 50-10
—¡Segurísimo! La jurisdicción de la ciudad acaba
en la ramblilla donde yo me senté esta tarde a esperar
que Vuestra Señoría... ¡Voto a Lucifer! ¡Si yo hubiera
estado en su caso!
—¡Basta! (gritó D. Eugenio).—¡Eres un insolente! 50-15
Y, cogiendo media cuartilla de papel, escribió una
esquela, cerrola, doblándole un pico, y se la entregó a
Garduña.
—Ahí tienes (le dijo al mismo tiempo) la carta que
me has pedido para el alcalde del Lugar. Tú le explicarás
50-20
de palabra todo lo que tiene que hacer.—¡Ya
ves que sigo tu plan al pie de la letra! ¡Desgraciado
de ti si me metes en un callejón sin salida!
—¡No hay cuidado! (contestó Garduña). El señor
Juan López tiene mucho que temer, y en cuanto vea la 50-25
firma de Usía, hará todo lo que yo le mande.—¡Lo
menos le debe mil fanegas de grano al Pósito Real, y
otro tanto al Pósito Pío!... Esto último contra toda
ley, pues no es ninguna viuda ni ningún labrador pobre
para recibir el trigo sin abonar creces ni recargo, sino 50-
30 51
un jugador, un borracho y un sin vergüenza, muy amigo
de faldas, que trae escandalizado el pueblecillo...—¡Y
aquel
hombre
ejerce
autoridad!...
¡Así
anda
el
mundo!
—¡Te he dicho que calles! ¡Me estás distrayendo! 51-5
(bramó el Corregidor).—Conque vamos al asunto
(anadió luego, mudando de tono). Son las siete y cuarto...
Lo primero que tienes que hacer es ir a casa y
advertirle a la señora que no me espere a cenar ni a
dormir. Dile que esta noche me estaré trabajando aquí 51-10
hasta la hora de la queda, y que después saldré de ronda
secreta contigo, a ver si atrapamos a ciertos malhechores...
En
fin,
engáñala
bien
para
que
se
acueste
descuidada.—De camino, dile a otro alguacil que me
traiga la cena... ¡Yo no me atrevo a parecer esta noche 51-15
delante de la señora, pues me conoce tanto, que es
capaz de leer en mis pensamientos!—Encárgale a la
cocinera que ponga unos pestiños de los que se hicieron
hoy, y dile a Juanete que, sin que lo vea nadie, me
alargue de la taberna medio cuartillo de vino blanco.—En
51-20
seguida te marchas al Lugar, donde puedes hallarte
muy bien a las ocho y media...
—¡A las ocho en punto estoy allí!—exclamó
Garduña.
—¡No
me
contradigas!—rugió
el
Corregidor,
acordándose
51-25
otra vez de lo que era.
Garduña saludó.
—Hemos dicho (continuó aquél, humanizándose de
nuevo) que a las ocho en punto estás en el Lugar. Del
Lugar al molino habrá... Yo creo que habrá una media 51-30
legua... 52
—Corta.
—¡No me interrumpas!
El Alguacil volvió a saludar.
—Corta... (prosiguió el Corregidor). Por consiguiente,
a las diez... ¿Crees tú que a las diez?... 52-5
—¡Antes de las diez! ¡A las nueve y media puede
Usía llamar descuidado a la puerta del molino!
—¡Hombre! ¡No me digas a mí lo que tengo que
hacer!...—Por supuesto que tú estarás...
—Yo estaré en todas partes... Pero mi cuartel 52-10
general será la ramblilla.—¡Ah, se me olvidaba!...
Vaya Usía a pie, y no lleve linterna...
—¡Maldita la falta que me hacían tampoco esos consejos!
¿Si creerás tú que es la primera vez que salgo
a campaña? 52-15
—Perdone Usía...—¡Ah! Otra cosa. No llame
Usía a la puerta grande que da a la plazoleta del emparrado,
sino a la puertecilla que hay encima del caz...
—¿Encima del caz hay otra puerta?—¡Mira tú una
cosa que nunca se me hubiera ocurrido! 52-20
—Sí, señor. La puertecilla del caz da al mismísimo
dormitorio de los Molineros..., y el tío Lucas no
entra ni sale nunca por ella. De forma que, aunque
volviese de pronto...
—Comprendo, comprendo... ¡No me aturdas más 52-25
los oídos!
—Por último: procure Usía escurrir el bulto antes
del amanecer.—Ahora amanece a las seis...
—¡Mira otro consejo inútil!—A las cinco estaré de
vuelta en mi casa...—Pero bastante hemos hablado 52-30
ya... ¡Quítate de mi presencia! 53
—Pues entonces, señor...¡buena suerte!—exclamó
el Alguacil, alargando lateralmente una mano al
Corregidor y mirando al techo al mismo tiempo.
El Corregidor puso en aquella mano una peseta, y
Garduña desapareció como por ensalmo. 53-5
—¡Por vida de!...(murmuró el viejo al cabo de
un instante). Se me ha olvidado decirle a ese bachillero
que me trajesen también una baraja! ¡Con ella
me hubiera entretenido hasta las nueve y media, viendo
si me salía aquel solitario!... 53-10 54
XV
DESPEDIDA EN PROSA
SERÍAN las nueve de aquella misma noche, cuando el
tío Lucas y la señá Frasquita, terminadas todas las
haciendas del molino y de la casa, se cenaron una
fuente de ensalada de escarola, una libreja de carne
guisada con tomates, y algunas uvas de las que quedaban
54-5
en la consabida cesta; todo ello rociado con un