Molinero, sentándose.
—¡Venga de ahí!—repuso el Alcalde, alargándole
el vaso lleno. 63-15
—Está en buena mano... Médielo V.
—¡Pues, por su salud!—dijo el señor Juan López,
bebiéndose la mitad del vino.
—Por la de V..., señor Alcalde,—replicó el tío
Lucas, apurando la otra mitad. 63-20
—¡A ver, Manuela! (gritó entonces el Alcalde de
monterilla). Dile a tu ama que el tío Lucas se queda
a dormir aquí. Que le ponga una cabecera en el
granero...
—¡Ca! no... ¡De ningún modo! Yo duermo en 63-25
el pajar como un rey.
—Mire V. que tenemos cabeceras...
—¡Ya lo creo! Pero ¿a qué quiere V. incomodar
a la familia? Yo traigo mi capote...
—Pues, señor, como V. guste.—¡Manuela! dile a 63-30
tu ama que no la ponga... 64
—Lo que sí va V. a permitirme (continuó el tío Lucas,
bostezando de un modo atroz) es que me acueste en
seguida. Anoche he tenido mucha molienda, y no he
pegado todavía los ojos...
—¡Concedido!
(respondió
majestuosamente
el
Alcalde).—Puede
64-5
V. recogerse cuando quiera.
—Creo que también es hora de que nos recojamos
nosotros (dijo el Sacristán, asomándose al cántaro de
vino para graduar lo que quedaba). Ya deben de ser
las diez... o poco menos. 64-10
—Las diez menos cuartillo...—notificó el Secretario,
después de repartir en los vasos el resto del vino
correspondiente a aquella noche.
—¡Pues a dormir, caballeros!—exclamó el anfitrión,
apurando su parte. 64-15
—Hasta mañana, señores,—añadió el Molinero,
bebiéndose la suya.
—Espere
V.
que
le
alumbren...—¡Toñuelo!
Lleva al tío Lucas al pajar.
—¡Por aquí, tío Lucas!...—dijo Toñuelo, llevándose 64-20
también el cántaro, por si le quedaban algunas gotas.
—Hasta mañana, si Dios quiere,—agregó el Sacristán,
después de escurrir todos los vasos.
Y se marchó, tambaleándose y cantando alegremente
el De profundis. 64-25
. . . . . . . . . . .
—Pues, señor... (díjole el Alcalde al Secretario
cuando se quedaron solos). El tío Lucas no ha sospechado
nada.
Nos
podemos
acostar
descansadamente,
y... ¡buena pro le haga al Corregidor! 65
XVIII
DONDE SE VERÁ QUE EL TÍO LUCAS TENÍA EL
SUEÑOMUY LIGERO
CINCO minutos después, un hombre se descolgaba por
la ventana del pajar del señor Alcalde; ventana que
daba a un corralón y que no distaría cuatro varas del
suelo.
En el corralón había un cobertizo sobre una gran 65-5
pesebrera, a la cual hallábanse atadas seis ú ocho
caballerías
de diversa alcurnia, bien que todas ellas del sexo
débil.—Los caballos, mulos y burros del sexo fuerte
formaban rancho aparte en otro local contiguo.
El hombre desató una borrica, que por cierto estaba 65-10
aparejada, y se encaminó, llevándola del diestro, hacia
la puerta del corral; retiró la tranca y desechó el cerrojo
que la aseguraban; abriola con mucho tiento, y
se encontró en medio del campo.
Una vez allí, montó en la borrica, metiole los talones, 65-
15
y salió como una flecha con dirección a la Ciudad;—mas
no por el carril ordinario, sino atravesando siembras
y cañadas, como quien se precave contra algún
mal encuentro.
Era el tío Lucas, que se dirigía a su molino. 65-20 66
XIX
VOCES CLAMANTES IN DESERTO
¡ALCALDES a mí, que soy de Archena! (iba diciéndose
el murciano). ¡Mañana por la mañana pasaré a ver
al señor Obispo, como medida preventiva, y le contaré
todo lo que me ha ocurrido esta noche!—¡Llamarme
con tanta prisa y reserva, a hora tan desusada; decirme 66-5
que venga solo; hablarme del servicio del rey, y de
moneda falsa, y de brujas, y de duendes, para echarme
luego dos vasos de vino y mandarme a dormir!... ¡La
cosa no puede ser más clara! Garduña trajo al Lugar
esas instrucciones de parte del Corregidor, y esta es la 66-10
hora en que el Corregidor estará ya en campaña contra
mi mujer... ¡Quién sabe si me lo encontraré llamando
a la puerta del molino! ¡Quién sabe si me lo
encontraré
ya
dentro!...—¡Quién
sabe!...—Pero
¿qué voy a decir? ¡Dudar de mi navarra!... ¡Oh, 66-15
esto es ofender a Dios! ¡Imposible que ella!...
¡Imposible que mi Frasquita!... ¡Imposible!...—Mas
¿qué estoy diciendo? ¿Acaso hay algo imposible
en el mundo? ¿No se casó conmigo, siendo ella tan
hermosa y yo tan feo? 66-20
Y, al hacer esta última reflexión, el pobre jorobado
se echó a llorar...
Entonces paró la burra para serenarse; se enjugó las
lágrimas: suspiró hondamente; sacó los avíos de fumar; 67
picó y lió un cigarro de tabaco negro; empuñó
luego pedernal, yesca y eslabón, y, al cabo de algunos
golpes, consiguió encender candela.
En aquel mismo momento sintió rumor de pasos hacia
el camino,—que distaría de allí unas trescientas varas. 67-5
—¡Qué imprudente soy! (dijo). ¡Si me andará ya
buscando la Justicia, y yo me habré vendido al echar
estas yescas!
Escondió, pues, la lumbre, y se apeó, ocultándose
detrás de la borrica. 67-10
Pero la borrica entendió las cosas de diferente modo,
y lanzó un rebuzno de satisfacción.
—¡Maldita seas!—exclamó el tío Lucas, tratando
de cerrarle la boca con las manos.
Al propio tiempo resonó otro rebuzno en el camino, 67-15
por vía de galante respuesta.
—¡Estamos aviados! (prosiguió pensando el molinero).
¡Bien dice el refrán: el mayor mal de los males
es tratar con animales!
Y, así discurriendo, volvió a montar, arreó la bestia 67-20
y salió disparado en dirección contraria al sitio en
que había sonado el segundo rebuzno.
Y lo más particular fue que la persona que iba en el
jumento interlocutor, debió de asustarse del tío Lucas
tanto como el tío Lucas se había asustado de ella. Lo 67-25
digo, porque apartose también del camino, recelando
sin duda que fuese un alguacil o un malhechor pagado
por D. Eugenio, y salió a escape por los sembrados de
la otra banda.
El murciano, entretanto, continuó cavilando de este 67-30
modo: 68
—¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vida la mía
desde hace una hora! ¡Alguaciles metidos a alcahuetes;
alcaldes que conspiran contra mi honra; burros que
rebuznan cuando no es menester; y aquí, en mi pecho,
un miserable corazón que se ha atrevido a dudar de la 68-5
mujer más noble que Dios ha criado!—¡Oh! ¡Dios
mío, Dios mío! ¡Haz que llegue pronto a mi casa y
que encuentre allí a mi Frasquita!
Siguió caminando el tío Lucas, atravesando siembras
y matorrales, hasta que al fin, a eso de las once de la 68-10
noche, llegó sin novedad a la puerta grande del
molino...
¡Condenación! ¡La puerta del molino estaba abierta! 69
XX
LA DUDA Y LA REALIDAD
ESTABA abierta... ¡y él, al marcharse, había oído a
su mujer cerrarla con llave, tranca y cerrojo!
Por consiguiente, nadie más que su propia mujer
había podido abrirla.
Pero ¿cómo? ¿cuándo? ¿por qué?—¿De resultas 69-5
de un engaño? ¿A consecuencia de una orden?—¿O
bien deliberada y voluntariamente, en virtud de previo
acuerdo con el Corregidor?
¿Qué iba a ver? ¿Qué iba a saber? ¿Qué le
aguardaba dentro de su casa?—¿Se habría fugado la 69-10
señá Frasquita? ¿Se la habrían robado? ¿Estaría
muerta?—¿O estaría en brazos de su rival?
—El Corregidor contaba con que yo no podría venir
en toda la noche... (se dijo lúgubremente el tío Lucas).
El Alcalde del Lugar tendría orden hasta de encadenarme,
69-15
antes
que
permitirme
volver...—¿Sabía
todo
esto Frasquita? ¿Estaba en el complot?—¿O ha sido
víctima de un engaño, de una violencia, de una infamia?
No empleó más tiempo el sin ventura en hacer todas
estas crueles reflexiones que el que tardó en atravesar 69-20
la plazoletilla del emparrado.
También estaba abierta la puerta de la casa, cuyo
primer aposento (como en todas las viviendas rústicas)
era la cocina... 70
Dentro de la cocina no había nadie.
Sin embargo, una enorme fogata ardía en la chimenea...;
¡chimenea que él dejó apagada, y que no se
encendía nunca hasta muy entrado el mes de Diciembre!
Por último, de uno de los ganchos de la espetera 70-5
pendía un candil encendido...
¿Qué significaba todo aquello? ¿Y cómo se compadecía
semejante aparato de vigilia y de sociedad con
el silencio de muerte que reinaba en la casa?
¿Qué había sido de su mujer? 70-10
Entonces, y sólo entonces, reparó el tío Lucas en unas
ropas que había colgadas en los espaldares de dos o
tres sillas puestas alrededor de la chimenea...
Fijó la vista en aquellas ropas, y lanzó un rugido tan
intenso, que se le quedó atravesado en la garganta, 70-15
convertido en sollozo mudo y sofocante.
Creyó el infortunado que se ahogaba, y se llevó las
manos al cuello, mientras que, lívido, convulso, con los
ojos desencajados, contemplaba aquella vestimenta,
poseído de tanto horror como el reo en capilla a quien 70-20
le presentan la hopa.
Porque lo que allí veía era la capa de grana, el sombrero
de tres picos, la casaca y la chupa de color de
tórtola, el calzón de seda negra, las medias blancas,
los zapatos con hebilla y hasta el bastón, el espadín y 70-25
los guantes del execrable Corregidor... ¡Lo que allí
veía era la hopa de su ignominia, la mortaja de su
honra, el sudario de su ventura!
El terrible trabuco seguía en el mismo rincón en que
dos horas antes lo dejó la navarra... 70-30 71
El tío Lucas dio un salto de tigre, y se apoderó de él.—
Sondeó
el
cañón
con
la
baqueta,
y
vio
que
estaba
cargado. Miró la piedra, y halló que estaba en su lugar.
Volviose entonces hacia la escalera que conducía a la
cámara en que había dormido tantos años con la señá 71-5
Frasquita, y murmuró sordamente:
—¡Allí están!
Avanzó, pues, un paso en aquella dirección; pero en
seguida se detuvo para mirar en torno de sí y ver si
alguien lo estaba observando... 71-10
—¡Nadie! (dijo mentalmente). ¡Sólo Dios..., y
Ese... ha querido esto!
Confirmada así la sentencia, fue a dar otro paso,
cuando su errante mirada distinguió un pliego que había
sobre la mesa... 71-15
Verlo, y haber caído sobre él, y tenerlo entre sus
garras, fue todo cosa de un segundo.
¡Aquel papel era el nombramiento del sobrino de la
señá Frasquita, firmado por D. Eugenio de Zúñiga y
Ponce de León! 71-20
—¡Este ha sido el precio de la venta! (pensó el tío
Lucas, metiéndose el papel en la boca para sofocar sus
gritos y dar alimento a su rabia). ¡Siempre recelé que
quisiera a su familia más que a mí!—¡Ah! ¡No hemos
tenido hijos!... ¡He aquí la causa de todo! 71-25
Y el infortunado estuvo a punto de volver a llorar.
Pero luego se enfureció nuevamente, y dijo con un
ademán terrible, ya que no con la voz:
—¡Arriba! ¡Arriba!
Y empezó a subir la escalera, andando a gatas con 71-30 72
una mano, llevando el trabuco en la otra, y con el papel
infame entre los dientes.
En corroboración de sus lógicas sospechas, al llegar
a la puerta del dormitorio (que estaba cerrada), vio que
salían algunos rayos de luz por las junturas de las 72-5
tablas y por el ojo de la llave.
—¡Aquí están!—volvió a decir.
Y se paró un instante, como para pasar aquel nuevo
trago de amargura.
Luego continuó subiendo... hasta llegar a la puerta 72-10
misma del dormitorio.
Dentro de él no se oía ningún ruido.
—¡Si no hubiera nadie!—le dijo tímidamente la
esperanza.
Pero en aquel mismo instante el infeliz oyó toser 72-15
dentro del cuarto...
¡Era la tos medio asmática del Corregidor!
¡No cabía duda! ¡No había tabla de salvación en
aquel naufragio!
El Molinero sonrió en las tinieblas de un modo
horroroso.—¿Cómo
72-20
no
brillan
en
la
obscuridad
semejantes
relámpagos? ¿Qué es todo el fuego de las tormentas
comparado con el que arde a veces en el corazón del
hombre?
Sin embargo, el tío Lucas (tal era su alma, como ya 72-25
dijimos en otro lugar) principió a tranquilizarse, no bien
oyó la tos de su enemigo...
La realidad le hacía menos daño que la duda.—Según
le anunció él mismo aquella tarde a la señá Frasquita,
desde el punto y hora en que perdía la única fe 72-30 73
que era vida de su alma, empezaba a convertirse en un
hombre nuevo.
Semejante al moro de Venecia (con quien ya lo
comparamos
al
describir
su
carácter),
el
desengaño
mataba
en él de un solo golpe todo el amor, transfigurando de 73-5
paso la índole de su espíritu y haciéndole ver el mundo
como una región extraña a que acabara de llegar. La
única diferencia consistía en que el tío Lucas era por
idiosincrasia menos trágico, menos austero y más egoísta
que el insensato sacrificador de Desdémona. 73-10
¡Cosa rara, pero propia de tales situaciones! La
duda, o sea la esperanza (que para el caso es lo mismo),
volvió todavía a mortificarle un momento...
—¡Si me hubiera equivocado! (pensó). ¡Si la tos
hubiese sido de Frasquita!... 73-15
En la tribulación de su infortunio, olvidábasele que
había visto las ropas del Corregidor cerca de la chimenea;
que había encontrado abierta la puerta del molino;
que había leído la credencial de su infamia...
Agachose, pues, y miró por el ojo de la llave, temblando
73-20
de incertidumbre y de zozobra.
El rayo visual no alcanzaba a descubrir más que un
pequeño triángulo de cama, por la parte del cabecero...
¡Pero precisamente en aquel pequeño triángulo se veía
un extremo de las almohadas, y sobre las almohadas la 73-25
cabeza del Corregidor!
Otra risa diabólica contrajo el rostro del Molinero.
Dijérase que volvía a ser feliz...
—¡Soy dueño de la verdad!... ¡Meditemos!—murmuró,
irguiéndose tranquilamente. 73-30 74
Y volvió a bajar la escalera con el mismo tiento que
empleó para subirla...
—El asunto es delicado... Necesito reflexionar.
Tengo tiempo de sobra para todo...—iba pensando
mientras bajaba. 74-5
Llegado que hubo a la cocina, sentose en medio de
ella, y ocultó la frente entre las manos.
Así permaneció mucho tiempo, hasta que lo despertó
de su meditación un leve golpe que sintió en un pie...
Era el trabuco que se había deslizado de sus rodillas, 74-10
y que le hacía aquella especie de seña...
—¡No¡ ¡Te digo que no! (murmuró el tío Lucas,
encarándose con el arma).—¡No me convienes! Todo
el mundo tendría lástima de ellos..., ¡y a mí me ahorcarían!
¡Se trata de un Corregidor..., y matar a un 74-15
Corregidor es todavía en España cosa indisculpable!
Dirían que lo maté por infundados celos, y que luego
lo desnudé y lo metí en mi cama... Dirían, además,
que maté a mi mujer por simples sospechas... ¡Y me
ahorcarían! ¡Vaya si me ahorcarían!—Además, yo 74-20
habría dado muestras de tener muy poca alma, muy
poco talento, si al remate de mi vida fuera digno de
compasión! ¡Todos se reirían de mí! ¡Dirían que
mi desventura era muy natural, siendo yo jorobado y
Frasquita tan hermosa!—¡Nada! ¡no! Lo que yo 74-25
necesito es vengarme, y, después de vengarme, triunfar,
despreciar, reír, reírme mucho, reírme de todos...,
evitando por tal medio que nadie pueda burlarse nunca
de esta jiba que yo he llegado a hacer hasta envidiable,
y que tan grotesca sería en una horca! 74-30 75
Así discurrió el tío Lucas, tal vez sin darse cuenta de
ello puntualmente, y, en virtud de semejante discurso,
colocó el arma en su sitio, y principió a pasearse con los
brazos atrás y la cabeza baja, como buscando su venganza
en el suelo, en la tierra, en las ruindades de la 75-5
vida, en alguna bufonada ignominiosa y ridícula para
su mujer y para el Corregidor, lejos de buscar aquella
misma venganza en la justicia, en el desafío, en el perdón,
en el cielo..., como hubiera hecho en su lugar
cualquier otro hombre de condición menos rebelde que 75-
10
la suya a toda imposición de la naturaleza, de la sociedad
o de sus propios sentimientos.
De repente, paráronse sus ojos en la vestimenta del
Corregidor...
Luego se paró él mismo... 75-15
Después fue demostrando poco a poco en su semblante
una alegría, un gozo, un triunfo indefinibles...;
hasta que, por último, se echó a reír de una manera
formidable..., esto es, a grandes carcajadas, pero sin
hacer ningún ruido (a fin de que no lo oyesen desde 75-20
arriba), metiéndose los puños por los ijares para no
reventar,
estremeciéndose
todo
como
un
epiléptico,
y
teniendo que concluir por dejarse caer en una silla
hasta que le pasó aquella convulsión de sarcástico
regocijo.—Era la propia risa de Mefistófeles. 75-25
No bien se sosegó, principió a desnudarse con una
celeridad febril; colocó toda su ropa en las mismas sillas
que ocupaba la del Corregidor; púsose cuantas prendas
pertenecían a éste, desde los zapatos de hebilla hasta
el sombrero de tres picos; ciñose el espadín; embozose 75-
30 76
en la capa de grana; cogió el bastón y los guantes, y
salió del molino y se encaminó a la Ciudad, balanceándose
de la propia manera que solía D. Eugenio de
Zúñiga, y diciéndose de vez en cuando esta frase, que
compendiaba su pensamiento: 76-5
¡También la Corregidora es guapa! 77
XXI
¡EN GUARDIA, CABALLERO!
ABANDONEMOS por ahora al tío Lucas, y enterémonos
de lo que había ocurrido en el molino desde que dejamos
allí sola a la señá Frasquita hasta que su esposo
volvió a él y se encontró con tan estupendas novedades.
Una hora habría pasado después que el tío Lucas se 77-5
marchó con Toñuelo, cuando la afligida navarra, que se
había propuesto no acostarse hasta que regresara su
marido, y que estaba haciendo calceta en su dormitorio,
situado en el piso de arriba, oyó lastimeros gritos fuera
de la casa, hacia el paraje, allí muy próximo, por donde 77-
10
corría el agua del caz.
—¡Socorro, que me ahogo! ¡Frasquita! ¡Frasquita!...—
exclamaba
una
voz
de
hombre,
con
el
lúgubre acento de la desesperación.
—¿Si será Lucas?—pensó la navarra, llena de un 77-15
terror que no necesitamos describir.
En el mismo dormitorio había una puertecilla, de que
ya nos habló Garduña, y que daba efectivamente sobre
la parte alta del caz.—Abriola sin vacilación la señá
Frasquita, por más que no hubiera reconocido la voz 77-20
que pedía auxilio, y encontrose de manos a boca con el
Corregidor, que en aquel momento salía todo chorreando
de la impetuosísima acequia...
—¡Dios me perdone! ¡Dios me perdone! (balbuceaba
el infame viejo).—¡Creí que me ahogaba! 77-25 78
—¡Cómo! ¿Es V.? ¿Qué significa? ¿Cómo se
atreve? ¿A qué viene V. a estas horas?...—gritó
la Molinera con más indignación que espanto, pero
retrocediendo maquinalmente.
—¡Calla! ¡Calla, mujer! (tartamudeó el Corregidor, 78-5
colándose en el aposento detrás de ella). Yo te lo diré
todo... ¡He estado para ahogarme! ¡El agua me llevaba
ya como a una pluma!—¡Mira, mira cómo me he
puesto!
—¡Fuera, fuera de aquí! (replicó la señá Frasquita 78-10
con mayor violencia). ¡No tiene V. nada que explicarme!...
¡Demasiado
lo