Electra by Benito Pérez Galdós - HTML preview

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PANTOJA, MÁXIMO.

MÁXIMO ( con ardiente palabra en toda la escena). Alto... Me dice elMarqués que de aquí, después de una larga conversación con usted, salióElectra en ese terrible desvarío.

PANTOJA ( turbado). Aquí... cierto... hablamos... La niña...

MÁXIMO. Mordida fue por el monstruo.

PANTOJA. Tal vez... Pero el monstruo no soy yo. Es un monstruo terrible,que se alimenta de los hechos humanos. Se llama la Historia. ( Queriendomarcharse. ) Adiós.

MÁXIMO ( le coge fuertemente por un brazo). ¡Quieto!... Va usted arepetir, ahora mismo, ahora mismo, lo que ha dicho a Electra esemonstruo de la Historia, para ponerla en tan gran turbación...

PANTOJA ( sin saber qué decir). Yo... ante todo, conviene asentarpreviamente que...

MÁXIMO. No quiero preámbulos... La verdad, concreta, exacta, precisa...Usted ha ofendido a Electra, usted ha trastornado su entendimiento...¿Con qué palabras, con qué ideas? Necesito saberlo pronto, pronto. Setrata de la mujer que es todo para mí en el mundo.[119]

PANTOJA. Para mí es más: es los cielos y la tierra.

MÁXIMO. Sepa yo al instante la maquinación que ha tramado usted contraesa pobre huérfana, contra mí, contra los dos, unidos ya eternamente porla efusión de nuestras almas; sepa yo qué veneno arrojó usted en el oídode la que puedo y debo llamar ya mi mujer. ( Pantoja hace signosdubitativos. ) ¿Qué dice? ¿Que no será mi mujer...? ¡Y se burla!

PANTOJA. No he dicho nada.

MÁXIMO ( estallando en ira, con gran violencia le acomete).

Pues porese silencio, por esa burla, máscara de un egoísmo tan grande que nocabe en el mundo; por esa virtud verdadera o falsa, no lo sé, que en lasombra y sin ruido lanza el rayo que nos aniquila ( le agarra por elcuello, le arroja sobre el banco); por esa dulzura que envenena, poresa suavidad que estrangula, confúndate Dios, hombre grande o rastrero,águila, serpiente o lo que seas.

PANTOJA ( recobrando el aliento). ¡Qué brutalidad!... ¡Infame, loco!...

MÁXIMO. Sí, lo soy. Usted a todos nos enloquece.

( Reponiéndose de suira. ) ¿Quién sino usted ha tenido el poder diabólico de desvirtuar micarácter, arrastrándome a estas cóleras terribles? Sin darme cuenta deello, he atropellado a un ser débil y mezquino, incapaz de responder ala fuerza con la fuerza.

PANTOJA( incorporándose).

Con

la

fuerza

respondo.

( Volviendo a su sernormal, se expresa con una calma sentenciosa. ) Tú eres la fuerzafísica, yo soy la fuerza espiritual.

( Máximo le mira atónito yconfuso. ) Puedo yo más que tú, infinitamente más. ¿Lo dudas?

MÁXIMO. ¿Que puede más?

PANTOJA. La ira te sofoca, el orgullo te ciega. Yo, maltratado yescarnecido, recobro fácilmente la serenidad;[120] tú no: tú tiemblas,Máximo; tú, que eres la fuerza, tiemblas.

MÁXIMO. Es la ira que aún está vibrando... No la provoque usted.

PANTOJA ( cada vez más dueño de sí). Ni la provoco, ni la temo...porque tú me maltratas y yo te perdono.

MÁXIMO. ¡Que me perdona!...¡a mí! Se empeña usted en que yo seahomicida, y lo conseguirá.

PANTOJA ( con serena y fría gravedad, sin jactancia).

Enfurécete,grita, golpea... Aquí me tienes inconmovible... No hay fuerza humana queme quebrante, no hay poder que me aparte de mis caminos. Injúriame,hiéreme, mátame: no me defiendo. El martirio no me arredra. Podrá labarbarie destruir mi pobre cuerpo, que nada vale; pero lo que hay aquí( en su mente),

¿quién lo destruye? Mi voluntad, de Dios abajo, nadiela mueve.

Y si acaso mi voluntad quedase aniquilada por la muerte, laidea que sustento siempre quedará viva, triunfante...

MÁXIMO. No veo, no puedo ver ideas grandes en quien no tiene grandeza,en quien no tiene piedad, ni ternura, ni compasión.

PANTOJA. Mis fines son muy altos. Hacia ellos voy... por los caminosposibles.

MÁXIMO ( aterrado). ¡Por los caminos posibles! Hacia Dios no se va másque por uno: el del bien. ( Con exaltación. ) ¡Oh, Dios!

Tú no puedespermitir que a tu Reino se llegue por callejuelas obscuras, ni que a tugloria se suba pisando los corazones que te aman... ¡No, Dios, nopermitirás eso, no, no! Antes que ver tal absurdo, veamos toda laNaturaleza en espantosa ruina, desquiciada y rota toda la máquina delUniverso.

PANTOJA. Sacrílego, ofendes a Dios con tus palabras.

MÁXIMO. Más le ofende usted con sus hechos.[121]

PANTOJA. Basta. No he de disputar contigo... Nada más tengo que decirte.

MÁXIMO. ¿Nada más? ¡Si falta todo![101] ( Le coge vigorosamente por unbrazo. ) Ahora va usted conmigo en busca de Electra, y en presencia deella, o esclarece usted mis dudas y me saca de esta ansiedad horrible, operece usted y perezco yo, y perecemos todos... Lo juro por la memoriade mi madre.

PANTOJA ( después de mirarle fijamente). Vamos. ( Al dar los primerospasos sale Evarista de la casa. )

ESCENA XI

Los mismos, EVARISTA; tras ella la SUPERIORA y dos HERMANAS de LaPenitencia; después PATROS.

EVARISTA. ¿Qué ocurre, Máximo...? He sentido tu voz, airada.

MÁXIMO. Este hombre... Venga usted, venga usted, tía.

( Aparecen laSuperiora y las Hermanas. Se alarma Máximo al verlas. ) ¡Oh!... ¡Esasmujeres!... ( Llega Patros del jardín presurosa. )

PATROS ( apenada, lloriqueando). Señora, la señorita ha perdido larazón... Corre, huye, vuela, llamando a su madre... a los que queremosconsolarla, ni nos oye ni nos ve.

EVARISTA ( avanzando hacia el jardín). ¡Niña de mi alma!

MÁXIMO ( mirando al fondo). Ya viene. ( Suelta a Pantoja y corre aljardín. )

PATROS. El señor y el señor Marqués han logrado reducirla, y a casa latraen... ( Aparece Electra, conducida[122] por Don Urbano y el Marqués;junto a ellos Máximo. Al ver a los que están en escena, hace algunaresistencia. Suave y cariñosamente la obligan a aproximarse. Trae elpelo y seno adornado con florecillas. )

ESCENA XII

ELECTRA, MÁXIMO, EVARISTA, PANTOJA, DON URBANO, el MARQUÉS, PATROS, la SUPERIORA y HERMANAS.

EVARISTA. Hija mía, ¿qué delirio es ese?

MÁXIMO ( acudiendo a ella cariñoso). Alma mía, ven, escúchame. Micariño será tu razón.

ELECTRA ( se aparta de Máximo con movimiento pudoroso. Su desvarío essosegado, sin gritos ni carcajadas. Lo expresa con acentos de dolorresignado y melancólico). No te acerques. Yo no soy tuya, no, no.

MÁXIMO. ¿Por qué huyes de mí? ¿A dónde vas sin mí...?

PANTOJA ( que ha pasado a la derecha junto a Evarista). A la verdad, ala eterna paz.

ELECTRA. Busco a mi madre. ¿Sabéis dónde está mi madre?...

La vi en elcorro de los niños... fue después hacia la mimosa que hay a la entradade la gruta... Yo tras ella sin alcanzarla... Me miraba y huía...( Óyese lejano el canto de niños en el corro. ) MARQUÉS. ¿Ves a Máximo? Será tu esposo...

MÁXIMO ( con vivo afán). Nadie se opone; no hay razón ni fuerza que loimpidan, Electra, vida mía.

ELECTRA ( imponiendo silencio). Ya no hay esposos ni esposas...¡oh, quétriste está mi alma!... Ya no hay más que padres y hermanos, muchoshermanos...[123]

¡Qué grande es el mundo, y qué solo está, qué vacío! Por sobre él pasanunas nubes negras... las ilusiones que fueron mías, y ahora son... denadie... no son ilusiones de nadie... ¡Qué soledad!

Todo se apaga, todollora... el mundo se acaba... se acaba. ( Con arrebato de miedo. )Quiero huir, quiero esconderme. No quiero padres, no quiero hermanos...Quiero ir con mi madre. ¿Dónde está su sepulcro? Allí, juntas las dos,juntas mi madre y yo, yo le contaré mis penas, y ella me dirá lasverdades... las verdades.

PANTOJA ( aparte a Evarista). Es la ocasión. Aprovechémosla.

EVARISTA. Hija mía, te llevaremos a la paz, al descanso.

MÁXIMO. No es esa la paz. El descanso y la razón están aquí.

Electra esmía... ( Evarista hace por llevársela. ) Yo la reclamo.

ELECTRA. Máximo, adiós. No te pertenezco: pertenezco a mi dolor... Mimadre me llama a su lado. ( Ansiosa, expresando una atenciónintensísima. ) Oigo su voz...

MÁXIMO. ¡Su voz!

ELECTRA. Silencio... Me llama, me llama. ( Con alegría, delirando. )

EVARISTA. ¡Hija, vuelve en ti!

ELECTRA. ¿Oís?... Voy, madre mía. ( Corre hacia las Hermanas. ) Vamos.( A Máximo que quiere seguirla. ) Yo sola...

Me llama a mí sola. A tino... A mí sola. ¿No oís la voz que dice

¡Eleeeectra!...? Voy a ti,madre querida. ( Las Hermanas, Evarista y Pantoja la rodean. )

MÁXIMO. Iniquidad! Para poder robármela le han quitado la razón.( Quiere desprenderse de los brazos del Marqués y Don Urbano. )[124]

MARQUÉS. No la pierdas tú también. ( Conteniéndole. ) DON URBANO. Calma.

MARQUÉS. Déjala ahora... Ya la recobraremos.

MÁXIMO. ¡Ah! ( Como asfixiándose. ) Devolvedme a la verdad, devolvedme ala ciencia. Este mundo incierto, mentiroso, no es para mí.[125]

ACTO QUINTO

Telón corto. Sala locutorio en San José de la Penitencia.

Puertaslaterales, al fondo un ventanal, de donde se ve el patio.

————

ESCENA PRIMERA

EVARISTA, SOR DOROTEA.

EVARISTA ( entrando con la monja). ¿Don Salvador...?

DOROTEA. Ha llegado hace un rato: en el despacho con la Superiora y laHermana Contadora.

EVARISTA. Allí le encontrará Urbano. Mientras ellos hablan allá,cuénteme usted, Hermana Dorotea, lo que hace, piensa y dice la niña. Hasido muy feliz la elección de usted, tan dulce y simpática, paraacompañarla de continuo y ser su amiga, su confidente en esta soledad.

DOROTEA. Electra me distingue con su afecto, y no contribuyo poco, laverdad, a sosegar su alma turbada.

EVARISTA ( señalando a la sien). ¿Y cómo está de...?

DOROTEA. Muy bien, señora. Su juicio ha recobrado la claridad, y yaestaría reparada totalmente de aquel trastorno si no conservara la ideafija de querer ver a su madre, de hablarle, y esperar de ella lasolución de su ignorancia y de sus dudas. Todo el tiempo que le dejanlibre sus obligaciones religiosas, y algo más que[126] ella se toma, lo pasaembebecida en el patio donde tenemos nuestro camposanto,[102] y en lahuerta cercana. Allí, como en nuestro dormitorio, la idea de su madreabsorbe su espíritu.

EVARISTA. Dígame otra cosa: ¿Se acuerda de Máximo?

¿Piensa en él?

DOROTEA. Sí, señora; pero en el rezo y en la meditación, su pensamientocultiva la idea de quererle como hermano, y al fin, según hoy me hadicho, espera conseguirlo.

EVARISTA. ¡Su pensamiento! Falta que el corazón responda a esa idea.Bien podría resultar todo conforme a su buen propósito, si

la

desgraciaocurrida

anteayer

no

torciera

los

acontecimientos...

DOROTEA. ¡Desgracia!

EVARISTA. Ha muerto nuestro grande amigo, Don Leonardo Cuesta, el agentede Bolsa.

DOROTEA. No sabía...

EVARISTA. ¡Qué lástima de hombre![103] Hace días se sentía mal...presagiaba su fin. Salió el lunes muy temprano, y en la calle perdió elconocimiento. Lleváronle a su casa, y falleció a las tres de la tarde.

DOROTEA. ¡Pobre señor!

EVARISTA. En su testamento, Leonardo instituye a Electra heredera de lamitad de su fortuna...

DOROTEA. ¡Ah!

EVARISTA. Pero con la expresa condición de que la[127] niña ha de abandonarla vida religiosa. ¿Sabe usted si está enterado de estas cosas DonSalvador?

DOROTEA. Supongo que sí, porque él todo lo sabe, y lo que no sabe loadivina.

EVARISTA. Así es.

DOROTEA ( viendo llegar a Don Urbano). El señor Don Urbano.

ESCENA II

Las mismas; DON URBANO.

EVARISTA. ¿Le has visto?

DON URBANO. Sí. Allí le dejo trabajando en el despacho, con un tino, conuna fijeza de atención que pasman. ¡Qué cabeza!

EVARISTA. ¿Tiene noticia de la última voluntad del pobre Cuesta?

DON URBANO. Sí.

EVARISTA ( a Don Urbano). ¿Encontraste a nuestro buen amigo muycontrariado?

DON URBANO. Si lo está, no se le conoce. Es tal su entereza, que ni enlos casos más aflictivos deja salir al rostro las emociones de su almagrande...

EVARISTA ( con entusiasmo, interrumpiéndole). Sí que domina las humanasflaquezas, y como un águila sube y sube más arriba de donde estallan lastempestades.

DON URBANO. Preguntado por mí acerca de sus esperanzas de retener aElectra, ha respondido sencillamente, con más serenidad que jactancia:«Confío en Dios.»

EVARISTA. ¡Qué grandeza de alma! ¿Y sabía que el Marqués y Máximo sonlos testamentarios...?

DON URBANO. Sabía más. Recibió al mediodía una carta de ellosanunciándole que esta tarde vendrán, acompañados[128] de un notario, arequerir a la niña para que declare si acepta o rechaza la herencia.

EVARISTA. ¿Y ante esa conminación...?

DON URBANO. Nada: tan tranquilo el hombre, repitiendo la fórmula que lepinta de un solo trazo: «Confío en Dios.»

ESCENA III

Los mismos; MÁXIMO, el MARQUÉS, por la izquierda.

MARQUÉS. Aquí aguardaremos.

MÁXIMO ( viendo a Evarista). ¡Ay, quién está aquí! Tía... ( La saludacon afecto. )

EVARISTA ( respondiendo al saludo del Marqués). Marqués...

¿Conque[104] al fin hay esperanzas de ganar la batalla?

MARQUÉS. No lo sé... Luchamos con una fiera de muchísimo sentido.

EVARISTA. ¿Y tú, Máximo, crees...?

MÁXIMO. Que el monstruo sabe mucho, y es maestro consumado en estaslides. Pero... confío en Dios.

EVARISTA. ¿Tú también...?

MÁXIMO. Naturalmente: en Dios confía quien adora la verdad.

Por laverdad combatimos. ¿Cómo hemos de suponer que Dios nos abandone? Nopuede ser, tía.

DON URBANO. Al pasar por estos patios, ¿has visto a Electra?

MÁXIMO. No.

DOROTEA ( asomada el ventanal). Ahora pasa. Viene del cementerio.

MÁXIMO ( corriendo al ventanal con Don Urbano). ¡Ah, qué triste, quéhermosa! La blancura de su hábito[129] le da el aspecto de una aparición.( Llamándola. ) ¡Electra!

DON URBANO. Silencio.

MÁXIMO. No puedo contenerme. ( Vuelve a mirar. ) ¿Pero vive...? ¿Es ellaen su realidad primorosa, o una imagen mística digna de los altares?...Ahora vuelve... Eleva sus miradas al cielo... Si la viera desvanecerseen los aires como una sombra, no me sorprendería... Baja los ojos...detiene el paso... ¿Qué pensará? ( Sigue contemplando a Electra. )

MARQUÉS ( que ha permanecido en el proscenio con Evarista).

Sí, señora:falso de toda falsedad.

EVARISTA. Mire usted lo que dice...

MARQUÉS. O el venerable Don Salvador se equivoca, o ha dicho a sabiendaslo contrario de la verdad, movido de razones y fines a que no alcanzannuestras limitadas inteligencias.

EVARISTA. Imposible, Marqués. ¡Un hombre tan justo, de tan puraconciencia, de ideas tan altas, faltar a la verdad...!

MARQUÉS. ¿Y quién nos asegura, señora mía, que en el arcano de esasconciencias exaltadas no hay una ley moral cuyas sutilezas están muylejos de nuestro alcance? Absurdos hay en la vida del espíritu como enla naturaleza, donde vemos mil fenómenos cuyas causas no son las que loparecen.

EVARISTA. ¡Oh, no puede ser, y no y no! Casos hay en que la mentiraallana los caminos del bien. ¿Pero hemos llegado a un caso de éstos? No,no.

MARQUÉS. Para que usted acabe de formar juicio, óigame lo que voy adecirle. Virginia me asegura que de Josefina Perret, sin que en ellopueda haber mixtificación ni engaño... nació el hombre que ve ustedahí... Y lo prueba, lo demuestra como el problema más claro[130] y sencillo.Además, yo he podido comprobar que Lázaro Yuste faltó de Madrid desde el63 al 66.

EVARISTA. Con todo, Marqués, no cabe[105] en mi cabeza...

MARQUÉS ( viendo aparecer a Pantoja por la derecha). Aquí está.

MÁXIMO ( volviendo al proscenio). Ya está aquí la fiera.

DOROTEA. Con permiso de los señores, me retiro. ( Se va por laizquierda. Pantoja permanece un instante en la puerta. ) ESCENA IV

EVARISTA, MÁXIMO, DON URBANO, el MARQUÉS, PANTOJA.

PANTOJA ( avanzando despacio). Señores, perdónenme si les he hechoesperar.

MÁXIMO. Enterado el señor de Pantoja del objeto que nos trae a LaPenitencia,[106] no necesitaremos repetirlo.

MARQUÉS ( benigno). No lo repetimos por no mortificar a usted, que yadará por perdida la batalla.

PANTOJA ( sereno, sin jactancia). Yo no pierdo nunca.

MÁXIMO. Es mucho decir.

PANTOJA. Y aseguro que Electra, que sabe ya despreciar los bienesterrenos, no aceptará la herencia.

MÁXIMO ( conteniendo su ira). ¡Oh!...

EVARISTA. Ya lo ves: este hombre no se rinde.

PANTOJA. No me rindo... nunca, nunca.

MÁXIMO. Ya lo veo. ( Sin poder contenerse. ) Hay que matarle.

PANTOJA. Venga esa muerte.

MARQUÉS. No llegaremos a tanto.[131]

PANTOJA. Lleguen ustedes a donde quieran, siempre me encontrarán en mipuesto, inconmovible.

MARQUÉS. Confiamos en la Ley.

PANTOJA. Confío en Dios.

MÁXIMO. La Ley es Dios... o debe serlo.

PANTOJA. ¡Ah! señores de la Ley, yo les digo que Electra, adaptándosefácilmente a esta vida de pureza, encariñada ya con la oración, con ladulce paz religiosa, no desea, no, abandonar esta casa.

MÁXIMO( impaciente). ¿Podremos verla?

PANTOJA. Ahora precisamente no.

MÁXIMO ( queriendo protestar airadamente). ¡Oh!

PANTOJA. Tenga usted calma.

MÁXIMO. No puedo tenerla.

EVARISTA. Es la hora del coro. Quiere decir San Salvador que después delrezo...

PANTOJA. Justo... Y para que se persuadan de que nada temo, puedentraer, a más del notario, al señor delegado del Gobierno.

Mandaré abrirlas puertas del edificio... permitiré a ustedes que hablen cuanto gustencon Electra, y si ella quiere salir, salga en buena hora...

MARQUÉS. ¿Lo hará usted como lo dice?

PANTOJA. ¿Cómo no, si confío en Dios? ( Se miran en silencio Pantoja yMáximo. )

MÁXIMO. Yo también.

PANTOJA. Pues si confía, aquí le espero.

MARQUÉS. Volveremos esta tarde. ( Coge a Máximo por el brazo. )

PANTOJA. Y nosotros a la iglesia. ( Salen Don Urbano, Evarista yPantoja. )[132]

ESCENA V

El MARQUÉS; MÁXIMO, que recorre la escena muy agitado con inquietudimpaciente y recelosa.

MARQUÉS. ¿Qué dices a esto?

MÁXIMO. Que ese hombre, de superior talento para fascinar a los débilesy burlar a los fuertes, nos volverá locos.[107] Yo no soy para esto. Enluchas de tal índole, voluntades contra voluntades, yo me sientoarrastrado a la violencia.

MARQUÉS. ¿Qué harías, pues?

MÁXIMO. Llevármela de grado o por fuerza. Si no tengo poder bastante,buscarlo,

adquirirlo,

comprarlo;

traer

amigos,

cómplices, un escuadrón,un ejército... ( Con creciente calor y brío. ) Renacen en mí los tiemposrománticos y las ferocidades del feudalismo.

MARQUÉS. ¿Y eso piensa y dice un hombre de ciencia?

MÁXIMO. Los extremos se tocan. ( Exaltándose más. ) A ese hombre, a esemonstruo... hay que matarlo.

MARQUÉS. No tanto, hijo. Imitémosle, seamos como él astutos, insidiosos,perseverantes.

MÁXIMO ( con brío y elocuencia). Seamos como yo, sinceros, claros,valientes. Vayamos a cara descubierta[108] contra el enemigo.Destruyámosle si podemos, o dejémonos destruir por él... pero de unavez, en una sola acción, en una sola embestida, en un solo golpe... O élo nosotros.

MARQUÉS. No, amigo mío. Tenemos que ir con pulso. Es forzoso querespetemos el orden social en que vivimos.

MÁXIMO. Y este orden social en que vivimos nos envolverá en una red dementiras y de argucias, y en esa red pereceremos ahogados, sin defensaalguna... manos y[133] cuello cogidos en las mallas de mil y mil leyescaprichosas, de mil y mil voluntades falaces, aleves, corrompidas.

MARQUÉS. Cálmate. Preparemos el ánimo para lo que esta tarde nos espera.Preveamos los obstáculos para pensar con tiempo[109] en la manera devencerlos... ¿Qué sucederá cuando le digamos a Electra que tú y ella nonacisteis de la misma madre?

MÁXIMO. ¿Qué ha de suceder? Que no nos creerá... que en su mente se hapetrificado el error y será imposible destruirlo.

¿Sabe usted lo quepuede la sugestión continua, lo que puede el ambiente de esta casa sobrelas ideas de los que en ella habitan?

MARQUÉS. Emplearemos, pues, medios eficaces...

MÁXIMO ( con mayor violencia). Eficacísimos, si: pegar fuego a estacasa, pegar fuego a Madrid...

MARQUÉS. No disparates... En el caso de que la niña no quiera salir, nosla llevaremos a la fuerza.

MÁXIMO ( muy vivamente hasta el fin). O la fuerza vencedora, o ladesesperación vencida... Moriré yo, morirá ella, moriremos todos.

MARQUÉS. Morir no: vivamos muy despiertos. Preparémonos para lo peor. Yatengo las llaves para entrar por la calle nueva.

La Hermana Dorotea nospertenece... Chitón.

MÁXIMO. ¡A la violencia!

MARQUÉS. ¡Astucia, caciquismo!

MÁXIMO. ¡Por el camino derecho!

MARQUÉS. ¡Por el camino sesgado![110] ( Cogiéndole del brazo. ) Yvámonos, que nuestra presencia aquí puede infundir sospechas.( Llevándosele. )

MÁXIMO. Vámonos, sí.

MARQUÉS. Confía en mí.

MÁXIMO. Confío en Dios.[134]

MUTACIÓN

Patio en San José[111] de la Penitencia. A la derecha un costado dela iglesia, con ventanales, por donde se trasluce la claridadinterior.

A la izquierda, portalón por donde se pasa a otro patio,que se supone comunica con la calle. Al fondo, entre la iglesia ylas construcciones de la izquierda, un gran arco rebajado, tras elcual se

ve

en

último

término

el

cementerio

de

la

Congregación.[112]Noche obscura.

ESCENA VI

ELECTRA, SOR DOROTEA.

DOROTEA. Tan cierto como ésta es noche, dos caballeros han venido a lacasa con propósitos de llevarte al mundo. ¿No lo crees?

ELECTRA. ¿Dos caballeros? Antes que me digas sus nombres, mi corazón losadivina: Máximo y el Marqués de Ronda... Si es verdad que quierenllevarme consigo, me ponen en grande turbación. Desde que vine a estasanta casa, emprendí, como sabes, la gran batalla de mi espíritu. Trato,con la ayuda de Dios, de transformar en amor fraternal el amor de unorden muy distinto que arrebató mi alma. Encendido en mí con talviolencia aquel fuego del sol, no es tarea fácil convertirlo en fríaclaridad de luna... Pero al fin el continuo meditar, el desmayo delcorazón, y las ideas dulces