Monsalve.
MUERTOS DE ENFERMEDAD.
Coroneles, Quirico Spínola.
Diego de Ávalos.
Capitanes, Álvaro de Sande, sobrino del General.
Alonso de Hita.
Jerónimo Imperatore.
Aquilante de Castillo.
Andrea Grifo.
Antón Cicala.
Francisco de Cárdenas.
Giacopo Gallupoli.
MUERTOS EN COMBATE.
General, Flaminio dell' Anguillara.
Per Álvarez Golfín.
Juan de Ovando.
Cristóbal Pacheco.
Alférez, Gil de Oli.
Sebastián Hurtado.{60}
Íñigo de Soto.
Nuncibay.
Juan Pérez de Vargas.
Francisco Ortiz.
Salazar.
QUEDARON EN EL FUERTE Y NO CONSTALA SUERTE QUE TUVIERON, SI BIEN LOS MÁSMURIERON.
Coronel, Stefano Leopart.
Sargento mayor, Martín de Lequeque.
Capitanes, Bernardino Álvarez de Mendoza.
Federico Mazzalotte.
Juan Osorio de Ulloa.
Rodrigo Zapata, que entregó el fuerte.
Juan de Funes, que capituló.
Juan del Águila, idem.
Jerónimo de la Cerda.
Juan de Gama.
Sebastián Poller, inventor de los alambiques.
Maestres de campo, Alonso Padilla.
Miguel de Barahona.
Jerónimo de Piantanigo.
Capitanes, Bartolomé González.
Adrián García.
Pedro Vanegas.
Alonso de Guzmán.{61}
Pedro Bermúdez.
Antonio de Mercado.
Gregorio Ruiz.
Juan de Vargas.
Carlos de Haro.
El Conde Galzano Anguisciolo, florentino.
Diego de la Cerda.
Luis de Aguilar.
Álvaro de Luna.
Jerónimo de Sande.
Juan Ortiz de Leyva.
Frías.
Martín Galarza.
Alonso Escobar.
Alonso Golfín.
Bravo.
Gaspar de Tapia.
Juan Paulo.
Pedro de Aguayo.
Juan Daza.
Francisco Rota.
Francisco Collazos.
Álvaro de Luna.
Clemente, siciliano.
Gabriel Girardo.
Georgio, siciliano.
Stefano Palavicino.
Charles de Vera.{62}
Mos de Indón.
Mos de Lampujada.
Álvaro de Lara.
Julio Malvesín.
Gaspar Peralta.
Juan Antonio Spínola.
Jerónimo de Montesoro.
Constantino Sacano.
Giuseppe Tremarchi.
Juan Andrea Fantone.
Pedro de Vida.
Pedro de Juan.
Lucas Calabres.
Pedro de Almaguer.
Juan de Zayas.
Perucho Morán.
Juan de Zayas.
Juan de Castilla.
Luis de Aguilar.
Diego de Santa Cruz.
Pedro de Vargas.
Bernardino de Velasco.
Sebastián.
Bernardo de Quirós.
Piantanigo.
Borja.
Guillén Barbarán.
Garay.
Fuentes.{63}
Juan Pérez de Vargas.
Diego de Vera.
Antonio Dávila.
Alférez, Sedeño.
Herrera.
Beltrán.
Serrano.
Pedro Ginovés.
Hidalgo.
Francisco Ortiz Zapata.
Diego de Castilla.
Martín de Ulloa.
Andrea Espinguel.
Rodrigo de Cárdenas.
Valdés.
Comisario, Pacheco.
Contador, Juan de Alarcón.
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APÉNDICE I
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RELACIÓN
de la jornada que hicieron á Trípol de Berberíalas armadas católicas, años 1560 y 61. [38]
RAY Parisote, Maestre de los Caballerosde San Juan, codicioso de adelantar yennoblecer su religión, como buen administradordella, teniendo siempre antelos ojos la perdición de Trípol, con deseo de recobrarle,aunque no se había perdido en su tiempoque él gobernaba, sino en el del Maestre pasado,ansí por enmendar el daño que los turcos habíanfecho en cosas de la Religión, como por el mal ydesasosiego que daban á Malta los cosarios que enTrípol se recelaban, viendo la paz y hermandadque de nuevo había entre los Reyes de España yFrancia, parecióle oportunidad para anteponer laimpresa, comunicándolo primero con el Duque deMedinaceli, que al presente estaba en el gobiernode Sicilia, porque á él como Visorrey de aquelreino tocaba ser General de la impresa cuando sehobiese de hacer.{68}
Al Duque paresció muy bien lo que el Maestreprocuraba, porque allende del beneficio grandeque venía al reino quitando un tan mal padrastro,de cabo él por su parte desearía hacer alguna cosaen Berbería, digna de memoria, como lo habíahecho el Visorrey pasado Joan de Vega en la tomadade Africa, y ansí acordaron de escrebir losdos al Rey sobrello, encargando la solicitud delnegocio al Comendador Guimarán, que se hallabaen la corte.
No pareció mal al Rey lo que el Maestre y Visorreydemandaban, por amparar y favorecer unareligión de tanta antigüedad y nobleza, con elamor y afición que lo había hecho la buena memoriadel Emperador, su padre, y los Reyes deEspaña, por el beneficio y quietud que resultaríaá sus vasallos.
Trató el negocio con los que se hallaban allí encorte, que lo entendían, y no contento con estodió parte dello al Príncipe Doria, para no hacercosa sin consejo y parecer de un hombre de tantareputación y que con tanta afición y lealtad habíaservido siempre, y de más experiencia en semejantescosas más que otro alguno.
En este medio, el Maestre y el Duque tornaroná escrebir sobre el mismo negocio á S. M.
Estabade partida para España, y viendo la respuesta delPríncipe, escribió al Duque de Medinaceli que hiciesela jornada con el consejo y parecer del PríncipeDoria y del Maestre y Duque de Florencia,que había de enviar sus galeras. Para ello mandóal Duque de Alcalá, Visorrey de Nápoles, que{69}diese la infantería española de aquel reino, y queD. Alvaro de Sande, coronel della, la llevase, conla que el Duque de Sesa, gobernador del estado deMilán, daría. Escribió ansí mismo á Joan Andrea,General de la mar, que fuese á servir en la jornadacon sus galeras, sin apartarse de lo que el Duquede Medinaceli hobiese menester del armada.Á D.
Sancho de Leyva, General de las galeras deNápoles, escribió mandándole que llegados enBerbería saliese en tierra con el Duque, y en elprogreso de las cosas de guerra le aconsejase, comoprudente, todo lo que hobiese de cumplir, y alDuque escribió que no hiciese cosa sin dar parteá D. Sancho.
El Visorrey, vista la orden de S. M., avisó alMaestre para que toviese en orden las galeras ygente que había de servir en la jornada, y por suparte entendió en buscar dinero para las provisionesque eran menester, y para pagar los soldadosespañoles de la isla, que se les debían catorce pagas,y para hacer de nuevo gente envió á Caldes,caballero de la Orden de Santiago, á Nápoles, ádemandar la gente y artillería que le habíande dar.
Al Duque de Alcalá no le pareció, en tiempotan sospechoso, quitar los presidios de las tierrasde marina, estando como estaba el armada delgran Turco á la Belona y teniendo la nueva quetenían de la muerte del Rey de Francia, que poreste mismo respeto el Duque de Sesa había suspendidoel licenciar la gente, por no estar bienacabada de confirmar la paz.{70}
Todos los ministros de S. M. estaban á la mirasi con el nuevo Rey hobiese nuevo acuerdo en lode la paz, y ansí acordaron en Consejo que DonAlvaro de Sande viniese á Mesina, como vino; yhallando quel Visorrey daba priesa á las provisiones,con deseo de llevar adelante la empresa, yviendo esta determinación, por no perder tiempo,partió D. Alvaro con las galeras á Génova, parair de allí á Milán por la gente.
Severino fué por pagador, con los dineros, ydió la paga en Génova, de manera que anduvodespués en pleito con los maestros racionales, queno se le daban por bueno, aunque daba por excusaque D. Alvaro se lo había mandado hacer ansí.
Mientras D. Alvaro fué á Milán, el Duque despidiócapitanes para que hiciesen gente en Siciliay Calabria y repartió por todas las tierras de laisla, que cada una diese tantos gastadores.
Destoshicieron compañías con sus capitanes y banderas.
Entre tanto que la gente de guerra se recogía áMesina, se entendía en embarcar la artillería ymuniciones y vituallas. Todo esto era tan buenoy en tanta abundancia, que sobraba para dobladoejército del que había de ir. Desluciólo todo lapoca maña que el Comisario D. Pedro Velázqueztuvo, ansí en el embarcar, como en el repartir; ysi flojamente se pasó en esto, muy peor lo hizo entomar muestra á los soldados españoles de la islay á los calabreses y sicilianos.
Dió lugar, por sermal plático, á que los capitanes se aprovechasen ásu placer. Tomaba la muestra en la iglesia mayor,abiertas todas las puertas, y muchas veces de noche,{71}y ansí, cuando pensamos llevar 15 ó 16.000hombres, hubo pocos más de 10.000. El mismo engañode las pagas hubo después en las raciones.
D. Alvaro volvió de Milán de mediado el mesde septiembre y trajo 18 banderas de españoles, tanpobres de gente, que no pasaban de 800 ó 900 soldados,y tres de tudescos, en que había otros 800,sin otra que se hizo después, y 16 banderas de italianos,en que había hasta 3.000, muchos dellosfranceses y gascones. Desde á pocos días despuésde llegado se echó bando, que duró una hora elpublicarle, y entre muchas cosas que decía mandabaque ningún soldado fuese á correr en Berberíani tomase ropa ni esclavo á otro, so pena dela vida. Fuera harto mejor mandar que no talasenlos morales y olivos de que muchos pobres ciudadanosmesineses se mantenían, sin que cada díalos teníamos en arma con las muertes y revueltasque á cada paso se hacían, por venir muchos foragidosdel reino de Nápoles y Sicilia, con salvoconductopara servir lo que durase la jornada.
El Duque y D. Alvaro entendían en hacer escuadronesy escaramuzas en el Brazo de Sarranela,que dieron harto que reir á muchos y perder laesperanza de que saliesen bien con lo comenzado.
En estas escaramuzas y niñerías acaeció que unsoldado español que se decía Herrera dió un bofetóná un caballero ginovés, hijo de Antonio Doria.Pesóle á toda nuestra nación en el alma, portener tanta afición á su padre, estando este caballeroá pie mirando cómo escaramuzaban los de ácaballo. El soldado, por huir de los caballos que{72}venían torneando el escuadrón, vino á topar con ély ponérsele delante, y sobre hacerle apartar, ledijo palabras quel soldado se descomedió á darleel bofetón. Metieron todos manos á las espadas, yllegaron allí luego el Visorrey y otros muchos. Elsoldado se desapareció por la mucha gente quehabía, y se fué á salvar en una casa donde estababien secreto si no le vendieran. Diéronse tan buenamaña el César Doria y sus hermanos, con espíasy sobornos, que vinieron á saber dónde estaba,y con mucha gente armada entraron de nochey lo mataron y lleváronlo arrastrando á lamarina, mostrándolo de galera en galera con unesquife. De ahí lo llevaron á la plaza del castillo,donde pasaba el Visorrey, haciéndole guardia hastael día, para que le vieran los que salían y entraban.Esto indinó muy mucho la gente de guerra,por lo que sucedieron muertes y se vinieroná poner carteles, sin que se hiciese castigo ni demostracióndello.
Entrando el mes de otubre con gran lluvia ytempestad de vientos, á todos los que se les entendíaalgo de cosas de mar, les parecía desvaríopartir en tal tiempo una armada tan grande comoaquélla, mayormente dándose la poca priesa quese daban á embarcar lo que era menester, que, segúnla torpeza y flojedad que en esto usaban, noacabarían por todo aquel mes.
Juan Andrea Doria perdió una galera y un esquifede otra, allí en el Faro, y decía públicamenteque si las galeras que traía fueran del Rey, comoeran suyas, que no fuera á la jornada, aunque el{73}Rey se lo había mandado; pero que iba porqueno pudiese nadie decir que dejaba más la ida portemor de perder su hacienda, que por lo que cumplíaal servicio de S. M.
D. Berenguer de Requesens, General de las galerasde Sicilia, fué siempre de parecer que no sefuese á Trípol, y ansí lo decía públicamente y loescribió al Rey, por lo que vino el Duque á desabrirsecon él y á no tratar con alguno de los quecontradecían la ida. Con D. Alvaro solamenteconsultaba y comunicaba todo lo que se había dehacer.
De aquí comenzó la discordia entre los quemandaban, y con este buen principio, á los 25
deotubre de 1560, hizo vela del puerto de Mesina lanave Emperial, que iba por capitana de todas lasdemás, que serían hasta 40. Iba en ella por Comisariogeneral Andrea de Gonzaga, Coronel y Maestrede campo general de toda la gente italiana, ylas naves anduvieron ocho días en bonanzas, dandobordos, sin poder pasar de Zaragoza, donde seentraron el 1.º de septiembre por el mal tiempo.Este mismo día llegaron allí las galeras con el Visorrey,y dende á pocos días se acabaron de recogerlas galeras de Cigala y otras naves que faltaban,con gente y municiones.
Por todo el mes de noviembre no se pudo partirde Zaragoza por los malos tiempos. Hízose muygran daño en la campaña, cortándole los olivos yviñas y árboles fructíferos della para quemar, robándoleslas maserías, sin dejarles buey ni ovejaen ellas, ni cosa de comer.{74}
Primero de diciembre partió de aquí la armadapara Malta, y ya otra vez habían salido y vuéltoseal puerto de 20 millas de allí. Esta segunda vezllegaron las naves y galeras á Cabo Páxaro, 60millas de Zaragoza, y de allí se engolfaron en elcanal de Malta. Las galeras pasaron adelante y llegaronotro día á Malta, donde fueron recibidosdel Maestre y Caballeros con mucha fiesta. Lasnaves volvieron aquella noche á Cabo Páxaro conviento contrario, y las dos galeras de Mónaco conellas, que no pudieron proejar para tomar la islacon las demás por estar largas á la mar. Dieronfondo todas á Cabo Páxaro; y temiéndose de unasburrascas que comenzaron de media noche abajo,disparó la Capitana á levar, y algunas dellas, pordarse más priesa, se dejaron las áncoras y se fuerontodas á Zaragoza. Después perdieron algunaslas barcar por enviar por las áncoras. Deste mesmopuerto salieron otras tres veces, y tantas setornaron sin poder pasar á Cabo Páxaro.