En esto comenzó la gente á enfermar y morir ámás furia quel mes pasado, y los de la ciudad,desdeñados del estrago que se les había hecho yhacía en la campaña, no querían acoger los enfermos,y ansí murieron muy muchos por dejados,como los dejaban á la marina al agua y sereno.Primero que se determinase á darles recaudo, fuerontantos los muertos, que hubo banderas desarboladasy nave en que no quedaron 20 hombres.
Viendo esto Andrea de Gonzaga, envió una fragataá dar aviso al Visorrey de lo que pasaba y de lapoca gente que había, porque, sin los muertos, se{75}huían cada día muchos soldados y marineros, tantoque había muchas naves que no podían navegarpor falta dellos. Pasaron veinticinco días queno tuvimos aviso de las galeras ni se supo dóndeestaban. Andrea Gonzaga estaba con determinaciónde no partir de allí sin tener respuesta delDuque.
Á los 20 del mes se comenzó á publicar unanueva, sin cierto autor, que las galeras habíanpasado á los Gelves sin haber reposado en Malta,mas de tomar gente y municiones. Esta nueva debieronde inventar los zaragozanos ó los de aquelloscontornos, por hacer ir de allí las naves. Comoesto se comenzó á divulgar entre los soldados,todos deseaban ser ya allá, y ansí daban priesa enla partida, y hubo Capitanes que se quisieron irsin aguardar la Real, por lo que acordó AndreaGonzaga partir la noche de Navidad, y otro día,en amaneciendo, al salir del puerto, llegó D. PedroVelázquez, Comisario de la armada, en unagaleota y dió nueva que estaban en Malta.
Más adelante se descubrieron 22 galeras quetraía el Comendador Guimarán para hacer ir á lasnaves y pasar á Mesina por dineros. Llegadas estasgaleras á Zaragoza, hicieron lo que solían enlas posesiones della. Cargaron de leña para Mesina,y lo mesmo hicieron á la vuelta para Malta.Las naves siguieron su camino con poco viento, yansí tardaron ocho días y más en recogerse todosá Malta, donde habían llegado otras naves consiete compañías de infantería española del reinode Nápoles, sin otras cuatro que habían venido{76}primero á Mesina. Estas 11
banderas trajeron hartomás gente que las de Lombardía. Como ibanllegando las naves, les salía á dar orden una fragataque se fuesen á Puerto Xaloque, ocho millasde allí. Después las mandaron venir, y trayendoalgunas á jorro las galeras, se metió un temporaltan fuerte, que las galeras las desmampararon y setornaron á Malta. Las naves corrieron la vuelta deSicilia hasta llegar á Cabo Páxaro, donde surgieronpara volverse con el primer buen tiempo.En una de ellas, en que iba un Gregorio, tocóuna compañía de calabreses. Antes que llegase alCabo, tomando la vuelta para entrar en él, seamotinaron los soldados y dejaron ir la nave enpopa, la vuelta de Calabria, hasta llegar al Cabode Espartivento, y teniendo ligado el Capitán ysus Oficiales, maltratándoles, se hicieron echar entierra y se fueron á sus tierras.
En el galeón de Cigala iba una compañía de sicilianosdel Capitán Lope de Figueroa y otra degastadores. En viéndole surto, hicieron lo mesmoque los calabreses, y aún más, porque mataron alSargento y llevaron al Alférez ligado en tierra, ytrataban de tirarle con las escopetas.
El Capitánde la compañía había quedado en Malta. Primeroque salieron del galeón enclavaron el artilleríaporque no les tirasen con ella, y no pudiendo cabertodos en las dos barcas, quedaron de los amotinadoshasta 24 ó 30. Los marineros y muchossoldados que no habían sido en el motín, se juntarony prendieron éstos, y dieron aviso á unanave questaba allí junto, donde estaba el Capitán{77}Artacho, que traía á cargo las siete compañías delreino de Nápoles. Envió por ellos y trájolos áMalta, donde ahorcaron tres de los más culpantesy siete desorejaron y echaron á galera.
Llegados ya todos á Malta tornó la gente á morir,mucho más que en Zaragoza: la causa de estoera el mal pasar de tanto tiempo por la mar, ypara los grandes fríos que hacía estar la gentedesnuda y sin pagas, trayendo, como traían, mucharopa de Génova y Milán. Dejaron morir muymucha gente de frío por no darles á tiempo devestir. Estaban los monasterios é iglesias llenosde enfermos, que era la mayor compasión verlosmorir por aquellos suelos, sin darles recaudo,hasta que el Obispo de Mallorca demandó uncasal en que estuviesen, y otras casas en el Burgo,donde los recogió y gobernó lo mejor quepudo.
La solicitud deste Obispo fué parte á que nomuriesen muy muchos más de los que murieron.D. Sancho de Leyva hizo adereszar otras casas enque recogía los enfermos que cabían, y los hacíacurar y gobernar muy bien de sus dineros, visitándolosél cada día, mandando á los que los teníanencargo que no les dejasen faltar nada. Fuéobra para en Malta de gran caridad y de hartomás provecho para los pobres que nadie podrácreer, sino los que vieron la necesidad que allípasaron enfermos y sanos.
Con toda esta mortalidad no faltaban cada díaen casa del Maestre máscaras, danzas y fiestas dedamas, y torneos y sortijas, con tanto placer y regocijo{78}como se pudieran hacer al tornar de la jornadacon victoria.
Aquí se tomó muestra á la gente italiana en lacampaña, contándolos en el escuadrón por hileras,y diciendo el Duque de Vivona que habíapocos más de 3.000, en los que allí había, queaún faltaban naves por desembarcar su gente, elDuque de Medinaceli le dijo que no dijese queeran tan pocos, de manera que lo entendiese nadie,como si los que salían á verlo no miraran lomesmo que el Duque, y algunos Capitanes, creyéndoseque se hacía la muestra para darles dineros,recogían criados de caballeros que trajeronallí. Conociéndolos algunos que iban con el Duque,se los mostraron y no hizo caso dello; y vistala poca gente que había en las naves, hubograndes contrastes sobre si se iría adelante ó no.Todos eran de parecer que se tornasen; D.
Álvarosólo tuvo fuerte en que se fuese, tratando depusilánimos á los que contradecían. El Duque deseabaen extremo salir con lo que había comenzado,viendo que un hombre de tanto valor y experienciacomo D. Álvaro, en cosas de guerra,mayormente en Berbería, donde había hecho tantasy tan buenas cosas, facilitaba tanto la empresa,tenía esperanza de salir con ella, y ansí acordóde enviar capitanes á Sicilia y Nápoles á hacer gentede nuevo, dándoles orden que nos viniesen áhallar en Trípol.
En este medio tornaron las galeras que habíanido á Mesina. El Visorrey, fastidiado de habersedetenido tanto en Malta, dió priesa á la partida, y{79}á los 9 de hebrero se salió de casa del Maestre sindespedirse dél ni hablarle, se fué á embarcar. ElMaestre quisiera tornarle aquella noche á casa yno pudo.
Otro día se partió con toda la gente y armada;las galeras sacaron fuera las naves que habían deir. Licenciaron algunas ansí por la falta de gentecomo de vituallas, y pudiera licenciarse más, quehubo nave que fué con 200 quintales de bizcocho,sin gente ni otro cargo. La licencia que dieron álos pobres patrones fué para acabarlos de echar áperder, porque allende de no pagarles lo servido,les tomaron las gumenas y áncoras y marineros,para darlos á los que iban á servir, y sobre todoesto, compuso muchos dellos el alguacil real deJoan Andrea, como hizo á otros en Mesina.
Dióse orden á todas las naves que siguiesen lacapitana, sin decirles dónde habían de acudir siacaso se perdiesen unas de otras, como sueleacontecer. La general llevaba orden de ir á Cabode Palos; caminaron todo aquel día y la nochecon viento próspero; después se les volvió el tiempode manera que vinieron á descaecer á los Secosde los Querquenes, donde surgieron, aunqueno todas, que algunas habían perdido la Real porun mal temporal que duró poco.
Las galeras partieron de Malta ya tarde, el mismodía que las naves, y llegadas al paraje de una islaque se dice la Lampadosa, donde se había de haceragua y leña, por la falta que hay della en Berbería,pasáronse sin tomalla, caminando derechas ála isla de los Gelves, donde llegaron sobre tarde.{80}
Antes de llegar descubrieron dos naves: fueronD. Sancho de Leyva y Scipión de Oria, y tomó cadauno la suya; la gente dellas se huyó en tierra.También descubrieron dos galeotas en la Cántara.Según se ha entendido de los esclavos dellas,estaban ya los turcos para huirse en tierra si vieranque iban nuestras galeras á ellas. Debiéronlodejar por ser ya tarde. Ellas se huyeron aquellanoche y hicieron harto daño. Tomaron algunosbajeles pequeños que se habían perdido de lasnaves, y fué el Truchalí, que las traía, á Constantinoplaá solicitar la venida de la armada.
Nuestrasgaleras se recogieron todas á la Roqueta, yotro día por la mañana echaron gente en tierrapara hacer agua; y como los de la isla habían descubiertolas galeras el día antes, acudió muchagente de pie y caballo: pusiéronse en unos palmaresallí cerca. El Visorrey tenía en tierra hasta3.000 hombres, y hecho el escuadrón, mandó salirarcabuceros que fuesen á escaramuzar con losenemigos. Trabóse de manera la escaramuza queduró cinco ó seis horas, y tan reñida, que vinieronhartas veces á las espadas. No osaban losnuestros alargarse mucho del escuadrón por lacaballería de los enemigos. Muchos soldados pelearoneste día muy bien. Hubo muertos y heridosde todas partes, aunque pocos. No se tomóninguno para lengua, que fué harto mal paranosotros no saber lo que había en la isla antesde partir della.
Después quel Duque entendió que las galerashabían hecho su aguada, por ser ya tarde mandó{81}retirar la gente del escaramuza, y al recoger, quese recogían al escuadrón, comenzaron á cargar losenemigos, con la grita y alarido que suelen, yacercáronse tanto, que hirieron algunos en elmesmo escuadrón.
Á D. Álvaro dieron este día un arcabuzazo, andandoá caballo. No le hizo mal. Anduvo muybueno este día en dar orden, y todo lo demás quese debía á su cargo y reputación. Toda la gente seembarcó, sin que los enemigos hiciesen más mal,aunque al embarcar, por darse algunos más priesaque era menester, hubo alguna desorden.
Aquella misma noche se fueron las galeras y vinieronel día siguiente á hallar las naves surtas enlos Secos. Proveyeron de agua á muchas navesque les faltaba, que con la priesa del partir deMalta no habían tomado el agua que habían menester.De allí partieron todos juntos á Cabo dePalos, donde llegaron otro día.
Al salir de Malta quedaron nueve galeras queno partieron con la Capitana: las ocho dellas partieronaquella misma noche: la patrona de Cigalase quedó en el puerto: las ocho siguieron el mismomarinaje que las primeras: llegaron á los Gelvescon dos horas de día á la misma Roqueta dondelas otras habían estado, y teniendo necesidadde tomar agua, juntáronse los Capitanes de infanteríaespañola; fueron á hablar al Duque de Vivona,que venía en la Capitana de Florencia, para versi la hacían; el Duque les dijo que iba allí comohombre particular, que no tenía cargo para darorden; que ellos, como hombres de guerra, viesen{82}lo que era menester, que él les favorescería consu persona y criados, y ansí determinaron los Capitanesde salir en tierra con sus Oficiales y hasta300 hombres, hecho un escuadrón. Dellos apartaronhasta 30 arcabuceros, y pusiéronlos en un alto,cerca del escuadrón, para que tirasen de allíunos moros de á caballo para que no se acercasená estorbar el hacer del agua, y ansí estuvieron todoel tiempo que duró el hacerla. Hecha el agua,se comenzaron á embarcar algunos soldados, ycon ellos el Capitán Joan de Funes, y el CapitánJoan del Aguila había harto que había embarcadodiciendo que no se sentía bueno. Los otros cincoCapitanes no se quisieron embarcar hasta los postreros.En esto se levaron unas galeras para mejorarseá otro puerto á donde descubriesen los morospara tirarles. Como los enemigos les vieronvueltas las popas y retirarse los arcabuceros queles tiraban para irse á embarcar, cerraron con ellosy rompiéronlos. Entrando dentro en la mar, secutándolos,mataron y prendieron hasta 150 hombres;los presos fueron muy pocos; murieron todoscinco Capitanes peleando muy valerosamente delantesus soldados. El Capitán Adrián García, PedroVanegas, Pedro Belmudes, Antonio Mercado yD. Alonso de Guzmán. Éstos se perdieron de buenos,que bien se pudieran embarcar si quisieran.Tuvieron por mejor morir que no desamparar sussoldados. Los demás se recogieron á las galeras,quién á nado, quién en los esquifes.
Partiéronseluego de allí con este buen suceso, y vinieron áCabo de Palos. A todos dió pena esta desgracia.{83}
En Cabo de Palos se supo de unos jeques de alarbesque vinieron á ofrecerse de servir contra losturcos, como Dragut quedaba en los Gelves con400 caballos y hasta 1.500 hombres de pie entre turcosy moros, y quél era el que había escaramuzadocon los nuestros al agua, y el que había hecho eldaño en la gente de las ocho galeras, y quel díaantes que llegasen nuestras galeras había peleadocon la gente de la isla, al paso, y roto y muertomuchos moros gervinos, y robado y quemado loscasales y haciendas de los que no eran de su parcialidad.Por no darnos maña el día de la escaramuzade tomar lengua ni meter un moro de losque llevábamos en tierra para que supiese lo quehabía y lo que se sabía de Trípol, como era razónque se supiese, dejamos de prender allí á Dragut,que los mismos de la isla ayudaron á ello, ytomándole el paso, no podría en ningún modo escapar,y ansí hacíamos la jornada de Trípol y lade los Gelves con prenderle. Por eso dicen que nohay mejor adivino quel que bien piensa lo quehace, y ansí los que tienen cargo, mayormente encosas de guerra, por muy discretos y avisados quesean, no han de hacer cosa sin consejo y parescerde muchos, lo que no se hizo en esta jornada, yansí sólo ella se puede llamar guerra sin consejo.
En Cabo de Palos estuvimos todo el mes de hebrerosin poder pasar adelante por los malos tiempos.Aquí se perdió la nave Imperial, remolcándolalas galeras de una parte á otra.
Salvóse la gente della y repartiéronla por lasotras naves. Ahogáronse dos sacando el artillería{84}de batir que traía. Perdióse harta pólvora, balasy cuerda y muy muchas vituallas.
Aquí comenzaronalgunos de nuevo á quejarse del Visorrey,diciendo que no hacía caso de nadie ni llamaba áConsejo los Oficiales de S. M., que eran diputadospara ello, y muchos señores y caballeros quevenían á servir, por lo que comenzaban á sucedermal algunas cosas, y ansí acordaron pedir lista dela gente que había á los Capitanes de los soldadosque cada uno tenía, porque se dijo que había muchosenfermos.
Vista la poca gente que había, se determinaronen la ida de los Gelves, de Cabo Palos; escribieronal Bajá del Caruán, y enviaron un moro áTrípol por espía para saber la gente que teníaDragut dentro y ver si se fortificaba. Diéronle tresescudos, y no volvió con la respuesta.
Tambiénasoldaron unos jeques de alarbes para que viniesená servir en los Gelves. Vinieron á tiempo queno fueron menester.
Primero de marzo, al hacer del alba, hicimos velapara los Gelves con muy buen tiempo, dondellegamos aquella misma noche, y reforzó tanto elviento, que fué muy gran ventura no perdersemuchas naves al tornar de los Secos. Los cincodías siguientes hizo una tormenta tan deshecha,refrescando el viento de hora en hora, que á hallarnosen playa, se perdía todo el armada sin remedioalguno.
Á los siete días desembarcó toda la gente en laisla, á la parte de poniente, á una torre que dicende Valguarnera, questá ocho millas pequeñas del{85}castillo, lugar nada cómodo para desembarcar,porque las naves estaban cinco millas largas detierra, y las galeras más de tres, y sin nada desto,por ser parte donde no había agua. Luego se pusodiligencia en hacer pozos y no se halló agua, porlo que padesció la gente harta sed. Tardóse todoel día en desembarcar los soldados y artillería.Esta parte donde desembarcamos es la más estérilde toda la isla, y ansí no parescía hombre portoda la campaña.
Aquella tarde vino un moro viejo á caballo conotro de á pie con él, de parte del jeque y los gervinos,diciendo que no querían pelear contra lagente del Rey Felipe, antes se holgaban y se teníanpor muy dichosos en estar debajo de su amparoy protección, y ofrescían de ayudar de muybuena gana á echar á Dragut de Trípol y de todaBerbería. El Virrey le recibió alegremente, agradeciendoal jeque y á los de la isla la voluntad quemostraban al servicio de S. M., y ansí él les ofrescíahacerles todo buen tratamiento, que en elcastillo tratarían lo que cumplía á todos.
El viejo era hombre de bien: se partió muycontento; pero el que venía con él no era todobueno; pero bien lo pagó, que lo mataron otrodía en la escaramuza. Este tuvo cuenta con la pocagente que venía, y con ver que mucha dellaestaba flaca y maltratada. Dió de todo relación álos moros, persuadiéndoles que nos diesen la batallay peleasen antes que hacer acuerdo algunocon cristianos.
Otro día bien de mañana comenzó á caminar el{86}campo, marina á marina, en muy buena orden,la vuelta de los pozos, donde habíamos de alojar.Estaba un poco más de cinco millas de allí. AndreaGonzaga iba de vanguardia con un escuadrónde italianos: la Religión, tudescos y francesesiban con otro escuadrón de batalla; la infanteríaespañola iba de retaguardia, cada tercio porsí. En su orden cada escuadrón llevaba delantepiezas de campo y mosquetes, y ansí caminamoshasta los pozos sin descubrir moro que nos dieseempacho. Desde los pozos se descubrían muymuchos moros entre unos palmares, bien adelanteal paso por donde se iba al castillo.
Llegada la vanguardia á los pozos, se entendióen limpiarlos, y sin aguardar en su orden hastaque llegase la batalla, salió el Coronel Spínola conalgunos arcabuceros italianos hacia los palmares.Como los moros vieron caminar esta gente adelante,alteráronse, paresciéndoles que no se afirmabael campo aquella noche en los pozos, sinoque pasaban al castillo, questaba poco más de dosmillas de allí, donde tenían los más facultosos lasmujeres y hijos y haciendas; y como entre elloshabía muchos de la parte de Dragut, amigos dealteraciones y revueltas, que no venían bien enque se hiciese paz, con esta ocasión comenzaroná decir á los demás: «Ya veis que los cristianospasan al castillo con desinio de tomar nuestrasmujeres y hijos por esclavos: lo mismo queríanhacer de nosotros; mejor es que muramos peleandopor nuestra libertad, que no dejarnos engañarcon palabras y ser esclavos, cuanto más, que siendo{87}como somos doblada gente que ellos, sanos yrebustos, haciendo lo que debemos, no hay dudasino que será nuestra la vitoria, siendo los cristianostan pocos y muchos dellos enfermos y malparados.Por eso, determinaos á pelear y acometámoslesluego, porque ya que no les podamosromper, vienen tan cansados y tan embarazadoscon las armas que traen, que nos saldremos dellosy nos volveremos, sin que nos puedan alcanzar nienojar. A lo menos no nos quejaremos de nosotrosmismos por haber dejado de probar nuestrafortuna.»
El jeque, que era nuevo y no tenía los de la islatan á su devoción que pudiese estorbarles quedejasen de concurrir con los que procuraban alteracionesy desasosiegos, y así persuadidos de losdemás, comenzaron todos juntos á dar voces yalaridos, tomando puños de tierra y echándolosen alto para adelante, ques señal entre ellos dequerer pelear, y juntamente con esto dispararonescopetas á los nuestros, y ansí se comenzó la escaramuza.
En esto arribaba la infantería española á los pozos.Tardó tanto, por desempantanar una piezade artillería que traían los de vanguardia. En sintiendola arcabucería en los palmares, mandaronmarchar la artillería y gente delante, y fué bienmenester, porque de otra manera degollaban todoslos que habían salido con el Coronel Spínola,por ser pocos y haberse alargado más de lo queera razón.
El escuadrón los recogió y afirmóse poco más{88}de cien pasos de las primeras palmas. Los moroscobraron grande ánimo en ver que los nuestrosles habían vuelto las caras, y vinieron con granímpetu, hechos un horror á acometer el escuadrón.Su cuerno derecho cerró animosa y determinadamentecon la arcabucería questaba porguarnición del lado izquierdo de nuestro escuadróná la parte de la marina; pero no con menosvalor resistieron los nuestros el ímpetu y furor delos enemigos, sin tornar paso atrás, disparandouna vez los arcabuces, no teniendo lugar paratornar á cargarlos, por estar ya revueltos con losmoros. Vinieron con ellos á las espadas; los hicieronretirar huyendo, quedando dellos 43 muertosen el mismo lugar que embistieron, sin otros muchosque mataron en el alcance. El otro cuernoizquierdo suyo, que venía á dar por la parte derechadel escuadrón nuestro, y la media línea, quevenía á dar con el frente dél, viendo el mal sucesode los primeros, se retiraron sin osar llegar á lasmanos.
En este medio jugaba nuestra artillería por todaspartes, que ponía gran temor en los enemigos.Tornóse de nuevo á otra escaramuza; sustentáronlagran rato el Capitán Gregorio Ruiz y BartoloméGonzález, reparándose con los fosos deunas viñas, de donde hicieron harto daño en losmoros, hasta que llegó de nuevo con más gente elCapitán Joan Osorio de Ulloa, y pasó tan adelante,que faltó poco perderse él y los que le seguían.Viendo los enemigos tan pocos, y que de mal pláticoshabían disparado los arcabuces todos juntos,{89}dieron sobre ellos y hiciéronlos tornar con máspriesa de la que habían traído. Fueron causa éstos,con su mal orden, que los dos Capitanes quehasta allí se habían mantenido bien, desamparasenlos puestos y se retirasen, y hirieron en el alcanceá Gregorio Ruiz de una lanzada, de quemurió dende á pocos días. Perdióse gente en estaretirada, y perdiéranse todos si el escuadrón nomarchara á socorrerlos.
Las retiradas vergonzosas que hicieron este díalos arcabuceros italianos y los nuestros, fueronpor ir más adelante de lo que debían, sin llevarpicas que los amparasen. El Duque, para la pocaplática que tenía en semejantes cosas, anduvo estedía muy bueno, alegrando y animando la gente,acudiendo á todas partes, dando la orden que convenía;lo que no hicieron otros que eran más obligadosá ello, con quien tuvieron muy gran cuentalos soldados.
Los pocos caballos que teníamos, que seríanhasta 20, que los demás no eran desembarcados,sirvieron bien. Á D. Luis Osorio, Maestre de campode la gente de Sicilia, mataron el caballo ymatáranlo á él si no lo socorrieran, y peleó comomuy buen caballero este día, y todo lo que duróla jornada hizo lo que debía. Los moros tenían5 ó 6 caballos, en que andaban los que los gobernaban;pero serían 13 ó 14.000 hombres de á pie;los nuestros podrían llegar hasta 7.000.
Murieron este día, de nuestra parte, 30 hombres;pocos más saldrían heridos, y casi todos de lanza yespada, porque tenían muy pocas escopetas. De{90}los moros, entre muertos y heridos, pasaron de500, según dijeron ellos mismos.
Después de acabada de recoger la arcabucería dela escaramuza, por ser ya tarde y estar la gentefatigada del trabajo y sed, que hubo hombres quecayeron en el escuadrón muertos de sed, mandóel Duque retirar la gente al alojamiento, que estabahecho á los pozos, donde se halló poca aguay mala.
Estando este día en la furia de la escaramuzavino á faltar la pólvora y cuerda; y yendo á pedirlaá Aldana, General de la artillería, respondióque enviaba por ella á las naves. Vino bienque era ya tarde, que podía ya durar muy poco laescaramuza, y si mal recaudo dió el Comisario enlas municiones del artillería, harto peor fué en lasvituallas, que salimos tan bien proveídos, que átornar cuatro ó seis días de mal tiempo, como lospasados, pereciéramos de hambre.
Toda aquella noche se oyeron muy grandesllantos de las moras que andaban retirando losmuertos. Tardamos allí cuatro días mientras lasgaleras hicieron agua y desembarcaron vituallasde las naves. No se consintió salir estos días á escaramuzarcon los moros, aunque ellos venían ádemandar escaramuza. Harto mejor hubiera sidohaberlo excusado el primer día, hasta ver si losmoros estaban en la determinación que habíandicho.
Xama y otro moro, que servían en la compañíade Suero de Vega, salieron una noche por la islaá tomar lengua y trujeron un moro.{91}
Desde á dos noches tornó á salir Lope Osorio,teniente de la misma compañía, y dió en unoscasales, cerca de su campo, y trajo siete moros ymoras y mató algunos que se defendieron.
Hechala paz dió el Duque libertad á todos y los pagó álos soldados. No por ello nos dieron ellos los esclavoscristianos que tenían en la isla.
Desde á tres días vino un moro á caballo, viejo,y llegó á un tiro de arcabuz de nuestras trincheras,donde se apeó y hincó un palo en tierra. Dejóallí una carta y alargóse. Fueron por ella y trajéronlaal Duque. Dijeron que era para tratar denuevo la paz, y tarde vino un moro viejo con unacarta de crédito de D. Alonso de la Cueva en quele abonaba por hombre de verdad. Este fué condemandas y respuestas, y no concluyéndose nada,determinó el Duque pasar adelante.
A los 12 del mes mandó echar bando para lapartida, mandando, so pena de la vida, que ningúnsoldado se empachase en tomar prisionero niropa mientras se pelease. Toda la gente iba muyalegre y contenta en oir el bando, teniendo porcierto que se pelearía. La infantería española ibade vanguardia; los franceses, alemanes y Religión,en batalla; los italianos, de retaguardia, todos ensus escuadrones en muy buen orden. D. Luis Osorioiba delante de los escuadrones con una mangade arcabuceros españoles, y ya que la vanguardiallegaba cerca de los enemigos questaban al paso,salió el mismo moro que solía venir á nuestrocampo. El Duque mandó hacer alto á la gente porver lo que quería el moro. Demandó un cristiano{92}por rehén y trujo un moro criado del jeque encambio suyo. Estos estuvieron detenidos hastaque concluyeron los patos, y fueron quel jequedaría el castillo y la isla quedaría por el Rey, yque enviándole un salvoconducto vendría á versecon el Visorrey y á tratar lo demás que le pedían;y que por cuanto él y algunos de sus moros teníanen el castillo sus mujeres é hijos, y sacándolos, estandoallí los soldados, podría haber alguna desorden,le suplicase que por aquella noche solamentese volviese á los pozos, quel prometía supalabra dar desembarazado el castillo por todo eldía siguiente.
El Duque holgó complacer al jeque en aquello,y mandó volver la gente al alojamiento, publicandoque era hecha la paz, de lo que pesó muy deveras á los soldados, yendo, como iban, ganososde pelear, teniendo por tan cierta la victoria. Unsoldado de la compañía de Orejón, diciéndoleque era hecha la paz, vino en tanta desesperación,que se dió dos puñaladas por los pechos, de quemurió dende á pocas horas. Sobre el mal contentoque los soldados llevaban, llovió toda aquellanoche y lo más del día siguiente. Hizo esta aguamuy gran daño en la gente, porque no había tiendasen tierra en que se reparasen, sino de algunoscaballeros y Oficiales. Desto vinieron después áadolecer y morir muchos. El jeque entregó el castillo,como lo prometió, y fueron otro día á ponerel estandarte real en él, y dende á dos días fué elDuque y otros muchos señores y caballeros pormar á él, y disinaron el fuerte. Andaban tan siguros{93}entre los moros, que se pudieran hallarburlados, porque tuvieron oportunidad para prenderlossin que nadie se lo estorbara.
Á los 18 partió todo el campo para el castillo.Este mismo día se comenzó la fortificación dél.Alojóse todo el ejército á rededor dél. Los italianosá la parte de Poniente; la Religión, alemanesy franceses al Mediodía; los españoles á la partede Levante. Desta manera teníamos torneado elcastillo por la parte de tierra: todo lo demás eramar. Los moros traían provisiones de pan y carneen abundancia, porque lo vendían como querían,que en esto nunca hubo orden ni en tierra deamigos ni enemigos. Compramos la leña y el agua,cosa no vista jamás en el campo, y tan cara, quese vendía al principio una carga de agua por cuatroasperos, que son tarín de la moneda de Sicilia,que vale doce tarines un escudo. Después calaroná dos asperos, y á este precio se bebió siempre.Pozos hartos había, pero amargos y salados.Dos que había buenos, del uno se servía el Visorreyy del otro tomaba quien podía. Con toda estacarestía, no se dió paga entera á los soldados desdeque partimos de Mesina hasta que se perdió elfuerte, sino dos escudos en tres veces que les dieronsocorro, y así murieron muy muchos por notener dineros con que gobernarse.
Desde que se entró en la isla hasta mediado deabril, enfermó y murió muy mucha gente de fiebrescontagiosas. Hubo día que murieron 50 y 60hombres, hasta que comenzó la gente á hacerse alaire de la tierra, ques muy sano. El Visorrey envió{94}á decir al jeque que viese cuándo querían venirá tratar lo que había dicho, quél enviaría elseguro. Él se resolvió