Facundo by Domingo Faustino Sarmiento - HTML preview

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soldados para dar otras. No recuerdo sila caballería de Murat hizo jamás un prodigio igual. Pero ved lasconsecuencias funestas que trae este hecho para la República.

Lavalle en1839, recordando que la montonera lo ha vencido en 1830, abjura toda sueducación guerrera a la europea y adopta el sistema montonero. Equipa4.000

caballos y llega hasta las goteras de Buenos Aires con susbrillantes bandas, al mismo tiempo que Rosas, el gaucho de la Pampa, quelo ha vencido en 1830, abjura por su parte sus instintos montoneros,anula la caballería en sus ejércitos, y sólo confía el éxito de lacampaña a la infantería reglada y al cañón.

Los papeles están cambiados: el gaucho toma la casaca; el militar de laindependencia el poncho; el primero triunfa; el segundo va a morirtraspasado de una bala que le dispara de paso la montonera. ¡Severaslecciones, por cierto! Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 ensilla inglesa y con el paletó francés, hoy estaríamos a orillas delPlata arreglando la navegación por vapor de los ríos y distribuyendoterrenos a la inmigración europea. Paz es el primer general ciudadanoque triunfa del elemento pastoril, porque pone en ejercicio contra éltodos los recursos del arte militar europeo, dirigidos por una cabezamatemática. La inteligencia vence a la materia; el arte al número.

Tan fecunda en resultados es la obra de Paz en Córdoba; tan alto levantaen dos años la influencia de las ciudades, que Facundo siente imposiblerehabilitar su poder de caudillo, no obstante que ya lo ha extendido portodo el litoral de los Andes, y sólo la culta, la europea Buenos Aires,puede servir de asilo a su barbarie.

Los diarios de Córdoba de aquella época transcribían las{200} noticiaseuropeas, las sesiones de las Cámaras francesas y los retratos deCasimir Périer, Lamartine, Chateaubriand, servían de modelos en lasclases de dibujo; tal era el interés que Córdoba manifestaba por elmovimiento europeo. Leed la Gaceta Mercantil, y podréis juzgar delrumbo semibárbaro que tomó desde entonces la Prensa de Buenos Aires.

Facundo se fuga para Buenos Aires, no sin fusilar antes a dos oficialessuyos, para mantener el orden en los que le acompañan. Su teoría del terror no se desmiente jamás: es su talismán, su paladión, suspenates. Todo lo abandonará menos esta arma favorita.

Llega a Buenos Aires, se presenta al gobierno de Rosas, encuéntrase enlos salones con el general Guido, el más cumplimentero y ceremonioso delos generales que han hecho su carrera haciendo cortesías en lasantecámaras de palacio; le dirige una muy profunda a Quiroga: «¡Qué! Memuestran los dientes—dice éste—, como si yo fuera perro.» «Ahí me hanmandado ustedes una comisión de doctores a enredarme con el general Paz(Cavia y Cernadas). Paz me ha batido en regla.» Quiroga deploró muchasveces después no haber dado oído a las proposiciones del mayor Paunero.

Facundo desaparece en el torbellino de la gran ciudad; apenas se oyehablar de algunas ocurrencias de juego. El general Mansilla le amenazauna vez de darle un candelerazo, diciéndole: «Qué, ¿se ha creído queestá usted en las provincias?» Su traje de gaucho provinciano llama laatención; el embozo del poncho, su barba entera, que ha prometido llevarhasta que se lave la mancha de la Tablada, fija por un momento laatención de la elegante y europea ciudad; mas luego nadie se ocupa deél.{201}

Preparábase entonces una grande expedición sobre Córdoba. Seis milhombres de Buenos Aires y Santa Fe se estaban alistando para la empresa;López era el general en jefe; Balcarce, Enrique Martínez y otros jefesiban bajo sus órdenes; ya el elemento pastoril domina, pero tiene aúnalianza con la ciudad, con el partido federal: todavía hay generales.Facundo se encarga de una tentativa desesperada sobre La Rioja oMendoza, recibe para ello doscientos presidiarios sacados de todas lascárceles, engancha sesenta hombres más en el Retiro, reúne algunos desus oficiales y se dispone a marchar.

En Pavón estaba Rosas reuniendo sus caballerías coloradas; allí estabatambién López de Santa Fe. Facundo se detuvo en Pavón a ponerse deacuerdo con los demás jefes. Los tres más famosos caudillos estánreunidos en la pampa: López, el discípulo y sucesor inmediato deArtigas; Facundo, el bárbaro del interior, y Rosas, el lobezno que seestá criando aún y que ya está en vísperas de lanzarse a cazar de supropia cuenta. Los clásicos los habrían comparado con los triunvirosLépido, Marco Antonio y Octavio, que se reparten el imperio, y lacomparación sería exacta hasta en la vileza y crueldad del Octavioargentino.

Los tres caudillos hacen prueba y ostentación de su importanciapersonal. ¿Sabéis cómo? Montan a caballo los tres, y salen todas lasmañanas a gauchear por la Pampa; se bolean los caballos, los apuntan alas vizcacheras, ruedan, pechan, corren carreras.

¿Cuál es el más grandehombre? El más jinete, Rosas, él que triunfa al fin. Una mañana va ainvitar a López a la correría: «No, compañero—le contesta éste—; si dehecho es usted muy bárbaro.» Rosas, en efecto, los castigaba todos losdías, los dejaba llenos de cardenales y contusiones. Estas justas delarroyo{202} de Pavón han tenido una celebridad fabulosa por toda laRepública, lo que no dejó de contribuir a allanar el camino del poder alcampeón de la jornada, el imperio AL MÁS DE A CABALLO.

Quiroga atraviesa la Pampa con trescientos adictos, arrebatados los másde ellos al brazo de la justicia, por el mismo camino que veinte añosantes, cuando sólo era gaucho malo, ha huído de Buenos Aires desertandolas filas de los arribeños.

En la Villa del Río Cuarto encuentra una resistencia más tenaz, yFacundo permanece tres días detenido por unas zanjas que sirven deparapeto a la guarnición.

Se retiraba ya, cuando un jastial se lepresenta y le revela que los sitiadores no tienen un cartucho. ¿Quién eseste traidor? El año 1818, en la tarde del 18 de marzo, el coronelZapiola, jefe de la caballería del ejército chileno-argentino, quisohacer ante los españoles una exhibición del poder de la caballería delos patriotas en una hermosa llanura que está de este lado de Talca.Eran seis mil hombres los que componían aquella brillante parada.Cargan, y como la fuerza enemiga fuese mucho mayor, la línea sereconcentra, se oprime, se embaraza y se rompe, en fin; muévense losespañoles en este momento, y la derrota se pronuncia en aquella enormemasa de caballería. Zapiola es el último en volver su caballo, y recibea poco trecho un balazo, y cayera en manos del enemigo si un soldado degranaderos a caballo no se desmonta y lo pusiera como una pluma sobre sumontura, dándole a ésta con el sable para que más aprisa disparase. Unrezagado que acierta a pasar, el granadero desmontado, préndese a lacola del caballo, lo detiene en la carrera, salta a la grupa, y coronely soldado se salvan.{203}

Llámanle el Boyero, y este hecho le abre la carrera de los ascensos. En1820

sacábase un hombre ensartado por ambos brazos en la hoja de suespada, y Lavalle lo ha tenido a su lado como uno de tantos insignesvalientes. Sirvió a Facundo largo tiempo, emigró a Chile y desde allí aMontevideo en busca de aventuras guerreras, donde murió gloriosamentepeleando en la defensa de la plaza, lavándose de la falta de Río Cuarto.Si el lector se acuerda de lo que he dicho del capataz de carretas,adivinará el carácter, valor y fuerzas del Boyero; un resentimiento consus jefes, una venganza personal lo impulsa a aquel feo paso, y Facundotoma la Villa del Río Cuarto gracias a su revelación oportuna.

En la Villa del Río Quinto encuentra al valiente Pringles, aquel soldadode la guerra de la Independencia que, cercado por los españoles en undesfiladero, se lanza al mar en su caballo, y entre el ruido de las olasque se estrellan contra la ribera, hace resonar el formidable grito: ¡Viva la patria!

El inmortal Pringles, a quien el virrey Pezuela colmándolo de presentesdevuelve a su ejército, y para quien San Martín en premio de tantoheroísmo hace batir aquella singular medalla que tenía por lema: ¡Honory gloria a los vencidos de Chancay! , Pringles muere a mano de lospresidiarios de Quiroga, que hace envolver el cadáver en su propiamanta.

Alentado con este no esperado triunfo, se avanza hacia San Luis, queapenas le opone resistencia. Pasada la travesía, el camino se divide entres. ¿Cuál de ellos tomará Quiroga? El de la derecha conduce a losLlanos, su patria, el teatro de sus hazañas, la cuna de su poder; allíno hay fuerzas superiores a las suyas, pero tampoco hay recursos;{204} eldel medio lleva a San Juan, donde hay mil hombres sobre las armas, peroincapaces de resistir a una carga de caballería en que él, Quiroga, vayaa la cabeza agitando su terrible lanza; el de la izquierda, en fin,conduce a Mendoza, donde están las verdaderas fuerzas de Cuyo a lasórdenes del general Videla Castillo; hay un batallón de ochocientasplazas, decidido, disciplinado, al mando del coronel Barcala; unescuadrón de coraceros en disciplina que manda el teniente coronelChenaut; milicia, en fin, y piquetes del número 2.º de cazadores y delos coraceros de la Guardia. ¿Cuál de estos tres caminos tomará Quiroga?Sólo tiene a sus órdenes trescientos hombres sin disciplina, y él vieneademás enfermo y decaído... Facundo toma el camino de Mendoza, llega,ve y vence, porque tal es la rapidez con que los acontecimientos sesuceden. ¿Qué ha ocurrido? ¿Traición, cobardía? Nada de todo esto. Unplagio impertinente hecho a la estrategia europea, un error clásico poruna parte, y una preocupación argentina, un error romántico por otra,han hecho perder del modo más vergonzoso la batalla. Ved cómo.

Videla Castillo sabe oportunamente que Quiroga se acerca, y no creyendo,como ningún general podía creer, que invadiese a Mendoza, destaca a lasLagunas los piquetes que tiene de tropas veteranas, que, con algunosotros destacamentos de San Juan, forman al mando del mayor Castro unabuena fuerza de observación, capaz de resistir un ataque y de forzar aQuiroga a tomar el camino de los Llanos. Hasta aquí no hay error. PeroFacundo se dirige a Mendoza y el ejército entero sale a su encuentro.

En el lugar llamado el Chacón hay un campo despejado que el ejército enmarcha deja a su retaguardia; mas oyéndose a pocas cuadras el tiroteo deuna fuerza que viene{205} batiéndose en retirada, el general Videla mandacontramarchar a toda prisa a ocupar el campo despejado de Chacón. Dobleerror: primero porque una retirada a la proximidad de un enemigo temiblehiela el ánimo del soldado bisoño que no comprende bien la causa delmovimiento; segundo, y mayor todavía, porque el campo más quebrado y másimpracticable es mejor para batir a Quiroga, que no trae sino un piquetede infantería.

Imagináos qué haría Facundo en un terreno intransitable contraseiscientos infantes, una batería formidable de artillería y milcaballos por delante. ¿No es éste el convite del oso a la garza? Puesbien; todos los jefes son argentinos, gente de a caballo; no hay gloriaverdadera, si no se conquista a sablazos; ante todo es preciso campoabierto para las cargas de caballería; he aquí el error de la estrategiaargentina.

La línea se forma en lugar conveniente. Facundo se presenta a la vistaen un caballo blanco; el Boyero se hace reconocer y amenaza desde ella asus antiguos compañeros de armas. Principia el combate y se manda cargara unos escuadrones de milicia. Error de argentinos iniciar la batallacon cargas de caballería; error que ha hecho perder la República en ciencombates, porque el espíritu de la pampa está allí en todos loscorazones; pues si os levantáis un poco las solapas del frac con que elargentino se disfraza, hallaréis siempre el gaucho más o menoscivilizado, pero siempre el gaucho.

Sobre este error nacional viene unplagio europeo. En Europa, donde las grandes masas de tropas están encolumna y el campo de batalla abraza aldeas y villas diversas, lastropas de élite quedan en las reservas para acudir adonde la necesidadlas requiera.

En América la batalla campal se da por lo común{206} en camporaso, las tropas son poco numerosas, lo recio del combate es de cortaduración; de manera que siempre interesa iniciarlo con ventaja. En elcaso presente, lo menos conveniente era dar una carga de caballería, ysi se quería dar, debía echarse mano de la mejor tropa, para arrollar deuna vez los 300 hombres que constituían la batalla y las reservasenemigas.

Lejos de eso, se sigue la rutina mandando milicias numerosas,que avanzan al frente; empiezan a mirar a Facundo; cada soldado temeencontrarse con su lanza, y cuando oye el grito de ¡a la carga! , sequeda clavado en el suelo, retrocede, lo cargan a su vez, retrocede yenvuelve las mejores tropas. Facundo pasa de largo hacia Mendoza, sincurarse de generales, infantería y cañones que a su retaguardia deja. Heaquí la batalla de Chacón, que dejó flanqueado al ejército de Córdoba,que estaba a punto de lanzarse sobre Buenos Aires. El éxito más completocoronó la inconcebible audacia de Quiroga. Desalojarlo de Mendoza era yainútil; el prestigio de la victoria y el terror le darían medios deresistencia, a la par que, por la derrota, quedaban desmoralizados susenemigos; se correría sobre San Juan, donde hallarían recursos y armas,y se empeñaría una guerra interminable y sin éxito. Los jefes semarcharon a Córdoba, y la infantería, con los oficiales mendocinos,capituló al día siguiente. Los unitarios de San Juan emigraron aCoquimbo en número de 200, y Quiroga quedó pacífico poseedor de Cuyo yLa Rioja. Jamás habían sufrido aquellos dos pueblos catástrofe igual, notanto por los males que directamente hizo Quiroga, sino por el desordende todos los negocios que trajo aquella emigración en masa de la parteacomodada de la sociedad.

Pero el mal fué mayor bajo el aspecto del retroceso que{207} experimentó elespíritu de ciudad, que es lo que me interesa hacer notar. Muchasveces lo he dicho, y esta vez debo repetirlo: consultada la posiciónmediterránea de Mendoza, era hasta entonces un pueblo eminentementecivilizado, rico en hombres ilustrados y dotado de un espíritu deempresa y de mejora que no hay en pueblo alguno de la RepúblicaArgentina; era la Barcelona del interior. Este espíritu había tomadotodo su auge durante la administración de Videla Castillo.Construyéronse fuertes al Sur, que, a más de alejar los límites de laprovincia, la han dejado para siempre asegurada contra las irrupcionesde los salvajes; emprendióse la desecación de los ciénagos inmediatos;adornóse

la

ciudad;

formáronse

Sociedades

de

agricultura,

industria,minería y educación pública, dirigidas y secundadas todas por hombresinteligentes, entusiastas y emprendedores; fomentóse una fábrica detejidos de cáñamo y lana, que proveía de vestidos y lonas para lastropas; formóse una maestranza, en la que se construían espadas, sables,corazas, lanzas, bayonetas y fusiles, sin que en éstos entrase más queel cañón de fabricación extranjera; fundiéronse balas de cañón huecas ytipos de imprenta. Un francés, Charon, químico, dirigía estos últimostrabajos, como también el ensayo de los metales de la provincia.

Esimposible imaginarse desenvolvimiento más rápido ni más extenso de todaslas fuerzas civilizadoras de un pueblo. En Chile o en Buenos Aires todasestas fabricaciones no llamarían mucho la atención; pero en unaprovincia del interior, y con sólo el auxilio de artesanos del país, esun esfuerzo prodigioso. La Prensa gemía bajo el peso de diarios ypublicaciones periódicas en las que el verso no se hacía esperar.

Conlas disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años de unsistema semejante{208} hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de loscaballos de Facundo vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos dela civilización, y el fraile Aldao hizo pasar el arado y sembrar desangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!

El movimiento impreso entonces a las ideas no se contuvo, aun después dela ocupación de Quiroga; los miembros de la Sociedad de Mineríaemigrados en Chile se consagraron desde su arribo al estudio de laquímica, la mineralogía y la metalurgia.

Godoy Cruz, Correa, Villanueva,Doncel y muchos otros reunieron todos los libros que trataban de lamateria, recolectaron de toda la América colecciones de metalesdiversos, registraron los archivos chilenos para informarse de lahistoria del mineral de Uspallata, y, a fuerza de diligencia, lograronentablar trabajos allí, en que, con el auxilio de la ciencia adquirida,sacaron utilidad de la escasa cantidad de metal útil que aquellas minascontienen, porque el mineral de Uspallata es un cadáver.

De esta época data la nueva explotación de minas en Mendoza, que hoy seestá haciendo con ventaja. Los mineros argentinos, no satisfechos conestos resultados, se desparramaron por el territorio de Chile, que lesofrecía un rico anfiteatro para ensayar su ciencia, y no es poco lo quehan hecho en Copiapó y en otros puntos en la explotación y beneficio yen la introducción de nuevas máquinas y aparatos. Godoy Cruz,desengañado de las minas, dirigió a otro rumbo sus investigaciones, ycon el cultivo de la morera creyó resolver el problema del porvenir delas provincias de San Juan y Mendoza, que consiste en hallar unaproducción que en poco volumen encierre mucho valor.{209}

La seda llena esta condición impuesta a aquellos pueblos centrales, porla inmensa distancia a que están de los puertos y el alto precio de losfletes. Godoy Cruz no se contentó con publicar en Santiago un folletovoluminoso y completo sobre el cultivo de la morera, la cría del gusanode seda y de la cochinilla, sino que, distribuyéndolo gratis en aquellasprovincias, ha estado durante diez años agitando sin descanso,propagando la morera, estimulando a todos a dedicarse a su cultivo,exagerando sus ventajas ópimas, mientras que él aquí mantenía relacionescon la Europa para instruirse de los precios corrientes, mandandomuestras de la seda que cosechaba, haciéndose conocedor práctico de susdefectos y perfecciones, aprendiendo y enseñando a hilar. Los frutos deesta grande y patriótica obra han correspondido a las esperanzas delnoble artífice; hasta el año pasado había ya en Mendoza algunos millonesde moreras, y la seda, recogida por quintales, había sido hilada,torcida, teñida y vendida a Europa, en Buenos Aires y Santiago, a cinco,seis y siete pesos libra; porque la joyante de Mendoza no cede en brilloy finura a la más afamada de España o Italia.

El pobre viejo ha vuelto al fin a su patria a deleitarse en elespectáculo de un pueblo entero consagrado a realizar el más fecundocambio de industria, prometiéndose que la muerte no cerrará sus ojosantes de ver salir para Buenos Aires una caravana de carretas cargadasen el fondo de la América con la preciosa producción que ha hecho portantos siglos la riqueza de la China y que se disputan hoy las fábricasde León, París, Barcelona y de toda la Italia. ¡Gloria eterna delespíritu unitario, de ciudad y de civilización! ¡Mendoza, a su impulso,se ha anticipado a toda la América española en la explotación en{210} grandede esta rica industria![31]. ¡Pedidle al espíritu de Facundo y de Rosasuna sola gota de interés por el bien público, de dedicación a algúnobjeto de utilidad; torcedlo y exprimidlo, y sólo destilará sangre ycrímenes!

Me detengo en estos pormenores porque, en medio de tantos horrores comolos que estoy condenado a describir, es grato pararse a contemplar lashermosas plantas que hemos visto pisoteadas del salvaje inculto de laspampas; me detengo con placer, porque ellos probarán a los que aúndudaren, que la resistencia a Rosas y su sistema, aunque se haya hastaaquí mostrado débil en sus medios, sólo la defensa de la civilizacióneuropea, la de sus resultados y formas, es la que ha dado durante quinceaños tanta abnegación, tanta constancia a los que hasta aquí handerramado su sangre o han probado las tristezas del destierro.

Hay allí un mundo nuevo que está a punto de desenvolverse, y que noaguarda más para presentarse cuan brillante es, sino que un generalafortunado logre apartar el pie de hierro que tiene hoy oprimida lainteligencia del pueblo argentino. La historia, por otra parte, no ha detejerse sólo con crímenes y empaparse en sangre; ni es por demás traer ala vista de los pueblos extraviados las páginas casi borradas de laspasadas épocas. Que siquiera deseen para sus hijos mejores tiempos quelos que ellos alcanzan; porque no importa que hoy el caníbal de BuenosAires se canse de derramar sangre, y permita volver a ver en sushogares, a los que ya trae subyugados y anulados, la desgracia y eldestierro.{211}

Nada importa esto para el progreso de un pueblo. El mal que es precisoremover es el que nace de un gobierno que tiembla a la presencia de loshombres pensadores e ilustrados, y que para subsistir necesita alejarloso matarlos, nace de un sistema que, reconcentrando en un solo hombre toda voluntad y toda acción, el bien que él no haga, porque no loconciba, no lo pueda o no lo quiera, no se sienta nadie dispuesto ahacerlo por temor de atraerse las miradas suspicaces del tirano, o bienporque donde no hay libertad de obrar y pensar, el espíritu público seextingue, y el egoísmo que se reconcentra en nosotros mismos ahoga todosentimiento de interés por los demás.

Cada uno para sí, el azote delverdugo para todos: he ahí el resumen de la vida y gobierno de lospueblos esclavizados.

Si el lector se fastidia con estos razonamientos, contaréle crímenesespantosos.

Facundo, dueño de Mendoza, tocaba, para proveerse de dineroy soldados, los recursos que ya nos son bien conocidos. Una tarde cruzanla ciudad en todas direcciones partidas que están acarreando a un olivarcuantos oficiales encuentran de los que habían capitulado en Chacón;nadie sabe el objeto, ni ellos temen por lo pronto nada, fiados en la fede lo estipulado. Varios sacerdotes reciben, empero, orden depresentarse igualmente; cuando ya hay suficiente número de oficialesreunidos, se manda a los sacerdotes confesarlos, lo que, efectuado, seles forma en fila, y de uno en uno empiezan a fusilarlos bajo ladirección de Facundo, que indica al que parece conservar aún la vida, yseñala con el dedo el lugar donde deben darle el balazo que ha deultimarlo.

Concluída la matanza, que dura una hora porque se hace con lentitud ycalma, Quiroga explica a algunos el motivo de aquella terrible violaciónde la fe de los tratados: «Los{212} unitarios—dice—le han muerto en Chileal general Villafañe, y usa de represalias.» El cargo es fundado, aunquela satisfacción sea un poco grosera.

«Paz—decía otra vez—me fusilónueve oficiales, yo le he fusilado noventa y seis; estamos a mano.» Pazno era responsable de un acto que él lamentó profundamente, y que eramotivado por la muerte de un parlamentario suyo. Pero el sistema de nodar cuartel, seguido por Rosas con tanto tesón, y de violar todas lasformas recibidas, pactos, tratados, capitulaciones, es efecto de causasque no dependen del carácter personal de los caudillos. El derecho degentes que ha suavizado los horrores de la guerra, es el resultado desiglos de civilización; el salvaje mata a su prisionero, no respetaconvenio alguno siempre que halla ventaja en violarlo. ¿Qué frenocontendrá al salvaje argentino, que no conoce ese derecho de gentes delas ciudades cultas? ¿Dónde habrá adquirido la conciencia del derecho?¿En la Pampa? La muerte de Villafañe ocurrió en territorio chileno. Sumatador sufrió ya la pena del talión: ojo por ojo, diente por diente. Lajusticia humana ha quedado satisfecha; pero el carácter del protagonistade aquel sangriento drama hace demasiado a mi asunto para que me privedel placer de introducirlo.

Entre los emigrados sanjuaninos que se dirigían a Coquimbo, iba un mayordel ejército del general Paz, dotado de esos caracteres originales quedesenvuelve la vida argentina. El mayor Navarro, de una familiadistinguida de San Juan, de formas diminutas y de cuerpo flexible yendeble, era célebre en el ejército por su temerario arrojo. A la edadde diez y ocho años montaba guardia como alférez de milicias en la nocheen que en 1820 se sublevó en San Juan el número 1 de los Andes.

Cuatrocompañías forman{213} enfrente al cuartel e intiman la rendición a loscívicos.

Navarro queda solo en la guardia, entorna la puerta y con suflorete defiende la entrada; catorce heridas entre golpes de sable ybayoneta lo franquean; y el alférez, apretándose con las manos tresbayonetazos que ha recibido cerca de la ingle, con el otro brazocubriéndose cinco que le han traspasado el pecho, y ahogándose con lasangre que corre a torrentes de la cabeza, se dirige desde allí a sucasa, donde recobra la salud y la vida después de siete meses de unacuración desesperada y casi imposible.

Dado de baja por la disolución de los cívicos, se dedica al comercio,pero al comercio acompañado de peligros y aventuras. Al principiointroduce cargamentos por contrabando en Córdoba; después trafica desdeCórdoba con los indios, y últimamente se casa con la hija de un cacique,vive santamente con ella, se mezcla en las guerras salvajes, se habitúaa comer carne cruda y beber la sangre en la degolladera de los caballos,hasta que en cuatro años se hace un salvaje hecho y derecho. Sabe allíque la guerra del Brasil va a principiar, y dejando a sus amadossalvajes, sienta plaza en el ejército en su grado de alférez, y tanbuena maña se da y tantos sablazos distribuye, que al fin de la campañaes capitán graduado de mayor y uno de los predilectos de Lavalle, elcatador de valientes. En Puente Márquez deja atónito al ejército con sushazañas, y después de todas aquellas correrías, queda en Buenos Airescon los demás oficiales de Lavalle. Arbolito, Pancho, el Yato, Molina yotros bandidos de la campaña eran los altos personajes que ostentaban suvalor por cafés y mesones. La animosidad con los oficiales del ejércitoera cada día más envenenada. En el café de la Comedia estaban algunos deestos héroes de la época, y brindaban a la muerte{214} del general Lavalle;Navarro, que los ha oído, se acerca, tómale el vaso a uno, sirve paraambos, y dice: «¡Tome usted a la salud de Lavalle!» Desenvainan lasespadas y lo dejan tendido. Era preciso salvarse, ganar la campaña, ypor entre las partidas enemigas, llegar a Córdoba. Antes de tomarservicio, penetra tierra adentro a visitar a su familia, a su padrepolítico, y sabe con sentimiento que su cara mitad ha fallecido.

Sedespide de los suyos, y dos de sus deudos, dos mocetones; el uno suprimo y su sobrino el otro, le acompañan de regreso al ejército.

De la acción de Chacón traía un fogonazo en la sien que le había arreadotodo el pelo y embutido la pólvora en la cara. Con este talante yacompañamiento, y un asistente inglés tan gaucho y certero en el lazo ylas bolas como el patrón y los parientes, emigraba el joven Navarro paraCoquimbo; porque joven era, y tan culto en su lenguaje y tan elegante ensus modales, como el primer pisaverde; lo que no estorbaba que cuandoveía caer una res, viniese a beberle la sangre como un salvaje.

Todoslos días quería volverse, y las instancias de sus amigos bastaban apenasa contenerlo. «Yo soy hijo de la pólvora—decía con su voz grave ysonora—: la guerra es mi elemento—». «La primer gota de sangre que haderramado la guerra civil—

decía otras veces—ha salido de estas venas,y de aquí ha de salir la última.» «Yo no puedo ir más adelante—repetíaparando su caballo—; echo de menos sobre mis hombros las paletas degeneral.» «En fin—exclama otras veces—: ¿qué dirán mis compañeroscuando sepan que el mayor Navarro ha pisado el suelo extranjero sin unescuadrón con lanza en ristre?»

El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era precisodeponer las armas; no había forma de hacer{215} concebir a los indios quehabía países donde no era permitido andar con la lanza en la mano.Navarro se acercó a ellos, les habló en la lengua; fuese animando poco apoco; dos gruesas lágrimas corrieron de sus ojos, y los indios clavaroncon muestras de angustia sus lanzones en el suelo. Todavía después deemprendida la marcha, volvieron sus caballos y dieron vuelta en torno deellas,

¡como si les dijesen un eterno adiós!