americanos,
y
este
mismo
don
BaldomeroGarcía que hoy nos trae a Chile el Mueran los salvajes, asquerosos,inmundos unitarios, como «signo de conciliación y de paz», fué botado aempujones del Fuerte un día en que, como magistrado, acudía a unbesamanos, por tener el salvajismo asqueroso e inmundo de presentarsecon frac.
Desde entonces la Gaceta cultiva, ensancha, agita y desenvuelve en elánimo de sus lectores el odio a los europeos, el desprecio de loseuropeos que quieren conquistarnos. A los franceses los llama titiriteros tiñosos; a Luis Felipe, guarda chanchos unitario, y a lapolítica europea, bárbara, asquerosa, brutal, sanguinaria, cruel, inhumana. El bloqueo principia y Rosas escoge medios deresistirlo, dignos de una guerra entre él y Francia. Quita a loscatedráticos de las Universidades sus rentas; a las escuelas primariasde hombres y de mujeres, las dotaciones cuantiosas que Rivadavia leshabía asignado; cierra todos{298} los establecimientos filantrópicos; loslocos son arrojados a las calles, y los vecinos se encargan de encerraren sus casas a aquellos peligrosos desgraciados.
¿No hay una exquisita penetración en estas medidas? ¿No se hace laverdadera guerra a la Francia, que en luces está a la cabeza de laEuropa, atacándola en la educación pública? El Mensaje de Rosas anunciatodos los años que el celo de los ciudadanos mantiene losestablecimientos públicos. ¡Bárbaro! ¡Es la ciudad, que trata desalvarse de no ser convertida en pampa si abandona la educación que laliga al mundo civilizado! Efectivamente: el doctor Alcorta y otrosjóvenes dan lecciones gratis en la Universidad durante muchos años, afin de que no se cierren los cursos; los maestros de escuela continúanenseñando y piden a los padres de familia una limosna para vivir, porquequieren continuar dando lecciones.
La Sociedad de Beneficencia recorre secretamente las casas en busca desuscripciones; improvisa recursos para mantener a las heroicas maestras,que, con tal que no se mueran de hambre, han jurado no cerrar susescuelas, y el 25 de Mayo presentan sus millares de alumnas todos losaños, vestidas de blanco, a mostrar su aprovechamiento en los exámenespúblicos... ¡Ah, corazones de piedra! ¿Nos preguntaréis todavía por quécombatimos?
Diera con lo que precede por terminadas las consecuencias que de la vidade Facundo Quiroga se han derivado en los hechos históricos y en lapolítica de la República Argentina, si por conclusión de estos apuntesaún no me quedara que apreciar las consecuencias morales que ha traídola lucha de las campañas pastoras con las ciudades y los resultados, yafavorables, ya adversos, que ha dado para el porvenir de la República.{299}
CAPÍTULO II
PRESENTE Y PORVENIR
Aprés avoir été conquérant, apréss'étre déployé tout entier, il s'épuise,il a fait son temps, il est conquislui mème: ce jour-là il quitte la scênedu monde, parce qu'alors il estdevenu inutile à l'humanité.
COUSIN.
El bloqueo de la Francia duraba dos años había, y el Gobierno americano, animado del espíritu americano, hacía frente a laFrancia, al principio europeo, a las pretensiones europeas. El bloqueofrancés, empero, había sido fecundo en resultados sociales para laRepública Argentina, y servía a manifestar en toda su desnudez lasituación de los espíritus y los nuevos elementos de lucha que debíanencender la guerra encarnizada que sólo puede terminar con la caída deaquel Gobierno monstruoso. El Gobierno personal de Rosas continuaba susestragos en Buenos Aires, su fusión unitaria en el interior, al pasoque en el exterior se presentaba haciendo frente gloriosamente a laspretensiones de una potencia europea y reivindicando el poder americanocontra toda tentativa de invasión. Rosas ha probado—se decía por todala América, y aun se dice hoy—que la Europa es demasiado débil paraconquistar un Estado americano que quiere sostener sus derechos.{300}
Sin negar esta verdad incuestionable, yo creo que lo que Rosas puso demanifiesto es la supina ignorancia en que viven en Europa sobre losintereses europeos en América, y los verdaderos medios de hacerlosprosperar sin menoscabo de la independencia americana. A Rosas, además,debe la República Argentina en estos últimos años haber llenado de sunombre, de sus luchas y de la discusión de sus intereses el mundocivilizado y puéstola en contacto más inmediato con la Europa, forzandoa sus sabios y a sus políticos a contraerse a estudiar este mundotrasatlántico, que tan importante papel está llamado a figurar en elmundo futuro.
Yo no digo que hoy estén mucho más avanzados en conocimientos, sino queya están en vías de experimento y que al fin la verdad ha de serconocida. Mirado el bloqueo francés bajo su aspecto material, es unhecho obscuro que a ningún resultado histórico conduce; Rosas cede desus pretensiones, la Francia deja pudrirse sus buques en las aguas delPlata; he aquí toda la historia del bloqueo.
La aplicación del nuevo sistema de Rosas había traído un resultadosingular, a saber: que la población de Buenos Aires se había fugado yreunídose en Montevideo.
Quedaban, es verdad, en la orilla izquierda delPlata las mujeres, los hombres materiales, aquellos que pacen su panbajo la férula de cualquier tirano; los hombres, en fin, para quienesel interés de la libertad, la civilización y la dignidad de la patria esposterior al de comer o dormir; pero toda aquella escasa porción denuestras sociedades y de todas las sociedades humanas, para la cualentra por algo en los negocios de la vida el vivir bajo un gobiernoracional y preparar sus destinos futuros, se hallaba reunida enMontevideo, adonde, por otra parte, con el bloqueo{301} y la falta deseguridad individual, se había trasladado el comercio de Buenos Aires ylas principales casas extranjeras.
Hallábanse, pues, en Montevideo los antiguos unitarios con todo elpersonal de la administración de Rivadavia, sus mantenedores, 18generales de la República, sus escritores, los excongresales, etc.;estaban ahí, además, los federales de la ciudad, emigrados de 1833adelante; es decir, todas las notabilidades hostiles a la Constituciónde 1826 expulsadas por Rosas con el apodo de lomos negros.
Veníandespués los fautores de Rosas, que no habían podido ver sin horror laobra de sus manos, o que, sintiendo aproximarse a ellos el cuchilloexterminador, habían, como Tallien y los termidorianos, intentado salvarsus vidas y la patria, destruyendo lo mismo que ellos habían creado.
Ultimamente había llegado a reunirse en Montevideo un cuarto elementoque no era ni unitario, ni federal, ni exrosista, y que ninguna afinidadtenía con aquéllos, compuesto de la nueva generación que había llegado ala virilidad en medio de la destrucción del orden antiguo y laplantación del nuevo. Como Rosas ha tenido tan buen cuidado y tantotesón de hacer creer al mundo que sus enemigos son hoy los unitarios delaño 26, creo oportuno entrar en algunos detalles sobre esta última fazde las ideas que han agitado la República.
La numerosa juventud que el Colegio de Ciencias Morales, fundado porRivadavia, había reunido de todas las provincias, la que la Universidad,el Seminario y los muchos establecimientos de educación que pululaban enaquella ciudad que tuvo un día el candor de llamarse la Atenas americana habían preparado para la vida pública, se encontraba sin foro,sin Prensa, sin tribuna, sin esa vida pública,{302} sin teatro, en fin, enque ensayar las fuerzas de una inteligencia juvenil y llena deactividad. Por otra parte, el contacto inmediato que con la Europahabían establecido la revolución de la Independencia, el comercio y laadministración de Rivadavia tan eminentemente europea, había echado a lajuventud argentina en el estudio del movimiento político y literario dela Europa y de la Francia sobre todo.
El romanticismo, el eclecticismo, el socialismo, todos aquellos diversossistemas de ideas tenían acalorados adeptos, y el estudio de las teoríassociales se hacía a la sombra del despotismo más hostil a tododesenvolvimiento de ideas. El doctor Alsina, dando lección en laUniversidad sobre legislación, después de explicar lo que era eldespotismo, añadía esta frase final: «En suma, señores: ¿quieren ustedestener una idea cabal de lo que es el despotismo? Ahí tienen ustedes elGobierno de don Juan Manuel Rosas con facultades extraordinarias.» Unalluvia de aplausos siniestros y amenazadores ahogaba la voz del osadocatedrático.
Al fin esa juventud que se esconde con sus libros europeos a estudiar ensecreto, con su Sismondi, su Lherminier, su Tocqueville, sus revistas Británicas, de Ambos Mundos, Enciclopédica, su Jouffroi, suCousin, su Guizot, etc., etc., se interroga, se agita, se comunica, y alfin se asocia indeliberadamente, sin saber fijamente para qué, llevadade una impulsión que cree puramente literaria, como si las letrascorrieran peligro de perderse en aquel mundo bárbaro, o como si la buenadoctrina perseguida en la superficie necesitase ir a esconderse en elasilo subterráneo de las catacumbas para salir de allí compacta yrobustecida a luchar con el poder.{303}
El Salón Literario de Buenos Aires fué la primera manifestación de esteespíritu nuevo. Algunas publicaciones periódicas, algunos opúsculos enque las doctrinas europeas aparecían mal digeridas aún fueron susprimeros ensayos. Hasta entonces nada de políticas, nada de partidos;aún había muchos jóvenes que, preocupados con las doctrinas históricasfrancesas, creyeron que Rosas, su Gobierno, su sistema original, sureacción contra la Europa era una manifestación nacional americana, unacivilización, en fin, con sus caracteres y formas peculiares. No entraréa apreciar ni la importancia real de estos estudios ni las fasesincompletas, presuntuosas y aun ridículas que presentaba aquelmovimiento literario; eran ensayos de fuerzas inexpertas y juveniles queno merecerían recuerdo si no fuesen precursores de un movimiento másfecundo en resultados. Del seno del Salón Literario se desprendió ungrupo de cabezas inteligentes que, asociándose secretamente, proponíaseformar un carbonarismo que debía echar en toda la República las bases deuna reacción civilizada contra el Gobierno bárbaro que había triunfado.
Tengo, por fortuna, el acta original de esta asociación a la vista, ypuedo con satisfacción contar los nombres que la suscribieron. Los quelos llevan están hoy diseminados por Europa y América, excepto algunosque han pagado a la patria su tributo con una muerte gloriosa en loscampos de batalla.
Casi todos los que sobreviven son hoy literatos distinguidos, y si undía los poderes intelectuales han de tener parte en la dirección de losnegocios de la República Argentina, muchos y muy completos instrumentoshallará en esta escogida pléyade largamente preparada por el talento, elestudio, los viajes, la desgracia y el espectáculo de los{304} errores ydesaciertos que han presenciado o cometido ellos mismos.
«En nombre de Dios—dice el acta—, de la patria, de los héroes ymártires de la Independencia Americana; en nombre de la sangre y de laslágrimas inútilmente derramadas en nuestra guerra civil, todos y cadauno de los miembros de la asociación de la joven generación argentina:
»Creyendo que todos los hombres son iguales;
»Que todos son libres, que todos son hermanos, iguales en derechos ydeberes;
»Libres en el ejercicio de sus facultades para el bien de todos;
»Hermanos para marchar a la conquista de aquel bien y al lleno de losdestinos humanos;
»Creyendo en el progreso de la humanidad; teniendo fe en el porvenir;
»Convencidos de que la unión constituye la fuerza;
»Que no puede existir fraternidad ni unión sin el vínculo de losprincipios;
»Y deseando consagrar sus esfuerzos a la libertad y felicidad de supatria y a la regeneración completa de la sociedad argentina,
»1.º Juran concurrir con su inteligencia, sus bienes y sus brazos a larealización de los principios formulados en las palabras simbólicas que forman las bases del pacto de la alianza;
»2.º Juran no desistir de la empresa sean cuales fueren los peligros queamaguen a cada uno de los miembros sociales;
»3.º Juran sostenerlos a todo trance y usar de todos los medios quetengan en sus manos para difundirlos y propagarlos, y{305}
»4.º Juran fraternidad recíproca, unión estrecha y perpetuo silenciosobre lo que pueda comprometer la existencia de la Asociación.»
Las palabras simbólicas, no obstante la obscuridad emblemática deltítulo, eran sólo el credo político que reconoce y confiesa el mundocristiano, con la sola agregación de la prescindencia de los asociadosde las ideas e intereses que antes habían dividido a unitarios yfederales, con quienes podían ahora armonizar, puesto que la comúndesgracia los había unido en el destierro.
Mientras estos nuevos apóstoles de la República y de la civilizacióneuropea se preparaban a poner a prueba sus juramentos, la persecución deRosas llegaba ya hasta ellos, jóvenes sin antecedentes políticos,después de haber pasado por sus partidarios mismos, por los federales lomos negros y por los antiguos unitarios. Fueles preciso, pues,salvar con sus vidas las doctrinas que tan sensatamente habíanformulado, y Montevideo vió venir, unos en pos de otros, centenares dejóvenes que abandonaban su familia, sus estudios y sus negocios para ira buscar a la ribera oriental del Plata un punto de apoyo paradesplomar, si podían, aquel poder sombrío que se hacía un parapeto
decadáveres
y
tenía
de
avanzada
una
horda
de
asesinos
legalmenteconstituída.
He necesitado entrar en estos pormenores para caracterizar un granmovimiento que se operaba por entonces en Montevideo y que haescandalizado a la América dando a Rosas una poderosa arma moral pararobustecer su Gobierno y su principio americano. Hablo de la alianzade los enemigos de Rosas con los franceses que bloqueaban a BuenosAires, que Rosas ha echado en cara eternamente como un baldón a losunitarios. Pero en honor de la verdad{306} histórica y de la justicia, debodeclarar, ya que la ocasión se presenta, que los verdaderos unitarios,los hombres que figuraron hasta 1829, no son responsables de aquellaalianza; los que cometieron aquel delito de leso americanismo; los quese echaron en brazos de la Francia para salvar la civilización europea,sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron losjóvenes; en una palabra: ¡fuimos nosotros! Sé muy bien que en losestados americanos halla eco Rosas, aun entre hombres liberales yeminentemente civilizados, sobre este delicado punto, y que para muchoses todavía un error afrentoso el haberse asociado los argentinos a los extranjeros para derrocar a un tirano. Pero cada uno debe reposar ensus convicciones, y no descender a justificarse de lo que creefirmemente y sostiene de palabra y obra. Así, pues, diré en despecho dequienquiera que sea, que la gloria de haber comprendido que habíaalianza íntima entre los enemigos de Rosas y los poderes civilizados deEuropa, nos perteneció toda entera a nosotros.
Los unitarios más eminentes, como los americanos, como Rosas y sussatélites, estaban demasiado preocupados de esa idea de la nacionalidad,que es patrimonio del hombre desde la tribu salvaje y que le hace mirarcon horror al extranjero.
En los pueblos castellanos este sentimiento ha ido hasta convertirse enuna pasión brutal capaz de los mayores y más culpables excesos, capazdel suicidio. La juventud de Buenos Aires llevaba consigo esta ideafecunda de la fraternidad de intereses con la Francia y la Inglaterra;llevaba el amor a los pueblos europeos asociado al amor a lacivilización, a las instituciones y a las letras que la Europa nos habíalegado, y que Rosas destruía en nombre de América,{307} sustituyendo otrovestido al vestido europeo, otras leyes a las leyes europeas, otrogobierno al gobierno europeo.
Esta juventud, impregnada de las ideas civilizadoras de la literaturaeuropea, iba a buscar en los europeos enemigos de Rosas sus antecesores,sus padres, sus modelos; el apoyo contra la América tal como lapresentaba Rosas: bárbara como el Asia, despótica y sanguinaria como laTurquía, persiguiendo y despreciando la inteligencia como elmahometismo.
Si los resultados no han correspondido a sus expectaciones, suya no fuéla culpa, ni los que les afean aquella alianza pueden tampocovanagloriarse de haber acertado mejor; pues si los franceses pactaron alfin con el tirano, no por eso intentaron nada contra la independenciaargentina, y si por un momento ocuparon la isla de Martín García,llamaron luego un jefe argentino que se hiciese cargo de ella. Losargentinos, antes de asociarse a los franceses habían exigidodeclaraciones públicas de parte de los bloqueadores de respetar elterritorio argentino, y las habían obtenido solemnes.
En tanto, la idea que tanto combatieron los unitarios al principio, yque llamaban una traición a la patria, se generalizó y los dominó ysometió a ellos mismos, y cunde hoy por toda la América y se arraiga enlos ánimos.
En Montevideo, pues, se asociaron la Francia y la República Argentinaeuropea para derrocar el monstruo del americanismo hijo de la Pampa;desgraciadamente, dos años se perdieron en debates, y cuando la alianzase firmó, la cuestión de Oriente requirió las fuerzas navales deFrancia, y los aliados argentinos quedaron solos en la brecha.
Por otraparte, las preocupaciones unitarias estorbaron{308} que se adoptasen losverdaderos medios militares y revolucionarios para obrar contra eltirano, yendo a estrellarse los esfuerzos intentados contra loselementos que se habían dejado formarse más poderosos.
M. Martigny, uno de los pocos franceses que habiendo vivido largo tiempoentre los americanos, sabía comprender sus intereses y los de Francia enAmérica, francés de corazón que deploraba todos los días los extravíos,preocupaciones y errores de esos mismos argentinos a quienes queríasalvar, decía de los antiguos unitarios: «son los emigrados franceses de1789; no han olvidado nada ni aprendido nada». Y
efectivamente: vencidosen 1829 por la montonera, creían que todavía la montonera era unelemento de guerra, y no querían formar ejército de línea; dominadosentonces por las campañas pastoras, creían ahora inútil apoderarse deBuenos Aires; con preocupaciones invencibles contra los gauchos, losmiraban aún como sus enemigos naturales, parodiando, sin embargo, sutáctica guerrera, sus hordas de caballería y hasta su traje en losejércitos.
Una revolución radical, empero, se había estado operando en laRepública, y el haberla comprendido a tiempo habría bastado parasalvarla. Rosas, elevado por la campaña y apenas asegurado del Gobierno,se había consagrado a quitarle todo su poder. Por el veneno, por latraición, por el cuchillo, había dado muerte a todos los comandantes decampaña que habían ayudado a su elevación, y sustituído en su lugarhombres sin capacidad, sin reputación, armados, sin embargo, del poderde matar sin responsabilidad.
Las atrocidades de que era teatro sangriento Buenos Aires habían, porotra parte, hecho huir a la campaña a una inmensa multitud deciudadanos, que, mezclándose con{309} los gauchos, iban obrando lentamenteuna fusión radical entre los hombres del campo y los de la ciudad; lacomún desgracia los reunía; unos y otros execraban aquel monstruosediento de sangre y de crímenes, ligándolos para siempre en un votocomún.
La campaña, pues, había dejado de pertenecer a Rosas, y su poder,faltándole aquella base y la de la opinión pública, había ido a apoyarseen una horda de asesinos disciplinados y en un ejército de línea. Rosas,más perspicaz que los unitarios, se había apoderado del arma que ellosgratuitamente abandonaban: la infantería y el cañón.
Desde 1835disciplinaba rigurosamente sus soldados, y cada día se desmontaba unescuadrón para engrosar los batallones.
No por eso Rosas contaba con el espíritu de sus tropas, como no contabacon la campaña ni con los ciudadanos. Las conspiraciones cruzabandiariamente sus hilos que venían de diversos focos, y la unanimidad deldesignio hacía por la exuberancia misma de los medios, casi imposiblellevar nada a cabo. Ultimamente, la mayor parte de sus jefes y todos loscuerpos de línea estaban complicados en una conjuración que encabezabael joven coronel Maza, quien, teniendo en sus manos la suerte de Rosasdurante cuatro meses, perdía un tiempo precioso en comunicarse conMontevideo y revelar sus planes.
Al fin sucedió lo que debía de suceder: la conspiración fué descubierta,y Maza murió llevándose consigo el secreto de la complicidad de la mayorparte de los jefes que continúan hoy al servicio de Rosas. Más tarde, noobstante este contraste, estalló la sublevación en masa de la campaña,encabezada por el coronel Cramer, Castelli y centenares de hacendadospacíficos. Pero aun esta revolución tuvo mal éxito, y setecientosgauchos pasaron por la angustia{310} de abandonar su pampa y su parejero yembarcarse para ir a continuar en otra parte la guerra. Todos estosinmensos elementos estaban en poder de los unitarios, pero suspreocupaciones no les dejaban aprovecharlos; pedían ante todo queaquellas fuerzas nuevas, actuales, se subordinasen a nombres antiguos ypasados.
No concebían la revolución sino bajo las órdenes de Soler, Alvear,Lavalle u otro de reputación, de gloria clásica; y mientras tanto,sucedía en Buenos Aires lo que en Francia había sucedido en 1830, asaber: que todos los generales querían la revolución, pero les faltabacorazón y entrañas; estaban gastados, como esos centenares de generalesfranceses que en los días de julio cosecharon los resultados del valordel pueblo, a quien no quisieron prestar su espada para triunfar.Faltáronnos los jóvenes de la Escuela Politécnica para que encabezasen auna ciudad que sólo pedía una voz de mando para salir a las calles ydesbaratar la mazorca y desalojar al caníbal. La mazorca, malogradasestas tentativas, se encargó de la fácil tarea de inundar las calles desangre y de helar el ánimo de los que sobrevivían a fuerza de crímenes.
El Gobierno francés, al fin, mandó a M. Mackau a terminar a todotrance el bloqueo, y con los conocimientos de M. Mackau sobre lascuestiones americanas, se firmó un tratado que dejaba a merced de Rosasel ejército de Lavalle, que llegaba en aquellos momentos mismos a lasgoteras de Buenos Aires y malograba para la Francia las simpatíasprofundas de los argentinos por ella y la de los franceses por losargentinos; porque la fraternidad galo-argentina estaba cimentada en unaafección profunda de pueblo a pueblo, y en tal comunidad de intereses eideas, que aun hoy, después de los desbarros de la política francesa,{311}no ha podido en tres años despegar de las murallas de Montevideo a losheroicos extranjeros que se han aferrado a ellas como al últimoatrincheramiento que a la civilización europea queda en las márgenes delPlata. Quizá esta ceguedad del Ministerio ha sido útil a la RepúblicaArgentina; era preciso que desencantamiento semejante nos hubiese hechoconocer la Francia poder, la Francia gobierno, muy distinta de esaFrancia ideal y bella, generosa y cosmopolita, que tanta sangre haderramado por la libertad, y que sus libros, sus filósofos, sus revistasnos hacían amar desde 1810.
La política que al Gobierno francés trazan todos sus publicistas,Considerant, Damiront y otros, simpática por el progreso, la libertad yla civilización, podría haberse puesto en ejercicio en el Río de laPlata, sin que por eso bambolease el trono de Luis Felipe, que hancreído acuñar con la esclavitud de la Italia, de la Polonia y de laBélgica; y la Francia habría cosechado en influencias y simpatías lo queno le dió su pobre tratado Mackau, que afianzaba un poder hostil pornaturaleza a los intereses europeos, que no pueden medrar en Américasino bajo la sombra de instituciones civilizadoras y libres. Digo lomismo con respecto a la Inglaterra, cuya política en el Río de la Plataharía sospechar que tiene el secreto designio de dejar debilitarse, bajoel despotismo de Rosas, aquel espíritu que la rechazó en 1807, paravolver a probar fortuna cuando una guerra europea u otro gran movimientodeja la tierra abandonada al pillaje, y añadir esta posesión a lasconcesiones necesarias para firmar un tratado, como el definitivo deViena, en que se hizo conceder Malta, El Cabo y otros territoriosadquiridos por un golpe de mano. Porque, ¿cómo sería posible concebir deotro modo, si la ignorancia{312} en que viven en Europa de la situación deAmérica no lo disculpase; cómo sería posible concebir, digo, que laInglaterra, tan solícita en formarse mercados para sus manufacturas,haya estado durante veinte años viendo tranquilamente, si no coadyuvandoen secreto a la aniquilación de todo principio civilizador en lasorillas del Plata y dando la mano para que se levante cada vez que le havisto bambolearse al tiranuelo ignorante que ha puesto una barra al ríopara que la Europa no pueda penetrar hasta el corazón de la América asacar las riquezas que encierra y que nuestra inhabilidad desperdicia?¿Cómo tolerar al enemigo implacable de los extranjeros que, con suinmigración a la sombra de un Gobierno simpático a los europeos yprotector de la seguridad individual, habrían poblado en estos últimosveinte años las costas de nuestros inmensos ríos y realizado los mismosprodigios que en menos tiempo se han consumado en las riberas delMississipí? ¿Quiere la Inglaterra consumidores, cualquiera que elGobierno de un país sea? Pero, ¿qué han de consumir 600.000 gauchos,pobres, sin industria, como sin necesidades, bajo un Gobierno que,extinguiendo las costumbres y gustos europeos, disminuye necesariamenteel consumo de productos europeos? ¿Habremos de creer que la Inglaterradesconoce hasta este punto sus intereses en América? ¿Ha querido ponersu mano poderosa para que no se levante en el sur de la América unEstado como el que ella engendró en el norte? ¡Qué ilusión! Ese Estadose levantará en despecho suyo, aunque sieguen sus retoños cada año,porque la grandeza del Estado está en la pampa pastora, en lasproducciones tropicales del Norte y en el gran sistema de ríosnavegables cuya aorta es el Plata. Por otra parte, los españoles nosomos ni navegantes ni industriosos, y la Europa{313} nos proveerá porlargos siglos de sus artefactos, en cambio de nuestras materiasprimeras; y ella y nosotros ganaremos en el cambio; la Europa nos pondráel remo en la mano y nos remolcará río arriba, hasta que hayamosadquirido el gusto de la navegación.
Se ha repetido de orden de Rosas en todas las Prensas europeas que él esel único capaz de gobernar en los pueblos semibárbaros de la América. Noes tanto de la América tan ultrajada que me lastimo, sino de las pobresmanos que se han dejado guiar para estampar esas palabras. Es muycurioso que sólo sea capaz de gobernar aquél que no ha podido obtener undía de reposo, y que después de haber destrozado, envilecido yensangrentado su patria, se encuentra que, cuando creía cosechar eltriunfo de tantos crímenes, está enredado con tres Estados americanos:con el Uruguay, el Paraguay y el Brasil, y que aun le quedan a suretaguardia Chile y Bolivia, con quienes tiene todas las exterioridadesdel estado de guerra; porque por más precauciones que el Gobierno deChile tome para no malquistarse con el monstruo, la malquerencia está enel modo de ser íntimo de ambos pueblos, en las instituciones que losrigen y las tendencias diversas de su política. Para saber lo que Rosaspretenderá de Chile, basta tomar la Constitución del Estado; pues bien:ahí está la guerra; entregadle la Constitución, ya sea directa oindirectamente, y la paz vendrá en pos, est