DE
LA LITERATURA
Y DEL ARTE DRAMÁTICO
EN ESPAÑA.
——
PRIMER PERIODO.
ORIGEN DEL DRAMA
DE LA EUROPA MODERNA, Y ORIGEN Y VICISITUDES
DEL DRAMA ESPAÑOL HASTA REVESTIR
SUS CARACTERES Y FORMA DEFINITIVA EN TIEMPO
DE LOPE DE VEGA, Á FINES DEL SIGLO XVI
(1588 Á 1590).
CAPÍTULO PRIMERO[10].
Diversos orígenes del drama moderno.—Decadencia del teatro romanoen los últimos tiempos del imperio.—Elementos dramáticos en elculto de la Iglesia primitiva.—Fiestas religiosas, en cuyacelebración aparecen las primeras representacionesdramáticas.—
Juegos escénicos romanos, y su fusión en las farsas dela Edad media.
UIEN se proponga estudiar la vida espiritual de un pueblo, y las épocasen que adquiere más importancia, no debe circunscribirse demasiado alespacio y al tiempo si anhela conseguir satisfactorios resultados. Nopodrá aislar enteramente á la nación cuya historia investiga, ni romperlos lazos que unen al período que examina con los anteriores, sinprivarse al mismo tiempo de un medio interesantísimo para el logro desu propósito. La vista ejercitada descubre en todo relaciones.Movimientos que se creían sin enlace provienen á menudo de un choque,que, partiendo de lejano centro, vibra después por todo el orbe. Porinnumerables que sean las tradiciones que un siglo transmite á otro, yuno á otro pueblo, un examen atento llega á veces á encontrar lasfuentes de que provienen esos fenómenos nuevos, y originales enapariencia, derramadas en distintos sentidos al cabo de largos años portodas las naciones. Hasta el elemento primitivo que contiene nuevosgérmenes de civilización, dominante en las esferas más elevadas de lavida de un pueblo, es sólo nacional en parte, de la misma manera que elque nace en lo más íntimo de su corazón y no sale de él, no puedetampoco evitar las modificaciones externas, ni el indeleble y vigorososello que siglos enteros y otros pueblos llegan á imprimir en él. Y
sinembargo, aunque ninguna forma sea en todo independiente de lasanteriores; aunque ninguna haya sólo de lo presente sin haber admitidoalgo de lo pasado, encuéntranse, no obstante, naciones que las poseenexclusivamente suyas, y excitan nuestra admiración por su identidad conotras conocidas, obligándonos á acudir á su centro común.
Tan íntima unión de fenómenos, semejantes en apariencia, y distintos porel tiempo y el espacio en que ocurren, es de gran precio para el examende aquellas épocas, de las cuales ni quedan documentos auténticos, nidan clara luz por sí solas. Por su mediación llega el historiador deciertos períodos artísticos y literarios á caminar con desembarazo porla senda que lo lleva á la verdad. Evitando los inconvenientes deabandonarse demasiado á peligrosas adivinaciones, aprovechándose sólo desus anteriores conocimientos, comparando lo extranjero con lo nacional ylo pasado con lo presente, llega á completar sus noticias parciales y áaclarar sus dudas.
España (de cuya literatura y arte dramático trataremos en breve), hasido mirada largo tiempo como un país encerrado en sí propio más que losrestantes, y extraño á la influencia y comercio de otros pueblos.Separada de Europa por la muralla que forman los montes Pirineos, ybañadas sus costas por dos mares que la aislan de las demás naciones, nose parece á ninguna otra ni por la formación geológica de su suelo, nipor sus elevadas llanuras, ni por sus montañas y valles, que le prestanun colorido especial.
Habítala, según se presume, un pueblo indígena,que, á pesar de su mezcla con otras razas, aún no ha perdido los rasgosdistintivos de su carácter, igual al descrito en las más antiguashistorias, á pesar de los siglos transcurridos, habiendo mostrado entodas las épocas de su existencia ese elemento original y dominante quele infunde tanto interés para el estudioso. Este rasgo característico desu fisonomía, que proviene de la influencia de un pueblo no europeo, yes efecto de la unión de los dos elementos oriental y occidental, ladistingue de una manera singular. No obstante, aunque se diferencie poresto de todos los demás pueblos de Europa, la civilización española noha escapado á las causas que han influído en la de los demás modernos,ni tampoco á lo pasado y á lo próximo.
Parte primero del imperio universal, que aun después de desplomarse haseguido dominando en épocas y pueblos diversos; habiendo luego adquiridonuevos elementos de vida por la invasión de una raza germánica, quemezclándose con la romana ha contribuído tan poderosamente á cimentar lacultura de los Estados modernos, España llevó en sí el mismo germen decultura que estos, y dió á su tiempo iguales frutos, aunque modificadospor sus condiciones especiales. Á semejante resultado contribuyeron losdos grandes factores de la civilización moderna, cuyas consecuencias hansido en todos uniformes, á saber: el espíritu y las costumbrescaballerescas,
y
la
influencia
del
cristianismo.
Exteriormente
tambiénquedó abierta la península pirenáica al comercio de otros pueblos. Asílo prueban, entre otros hechos, haber formado con la Galia meridional unmismo imperio bajo los godos; haberse hablado después en toda la costaoriental y en Aragón la lengua de la Provenza, siendo partícipe de sucultura y viviendo en íntima comunicación con ella; las osadasexpediciones de catalanes á todos los puertos del Mediterráneo, y porúltimo, su frecuente trato con Italia como residencia del poder papal, ylos estrechos vínculos que la unieron á ella desde que dominaron enNápoles los reyes de Aragón. Además que los progresos de la cultura dela Edad media no fueron, ni con mucho, tan aislados y exclusivos de estaó aquella nación como se ha pensado. De la misma manera que laarquitectura germánica nos ha legado sus monumentos en Alemania yFrancia, en Italia, Inglaterra y España, y que las más importantestradiciones románticas penetraron en todas las literaturas de Europa,así también todo movimiento científico y artístico pasó de un país áotro y llegó á ser un bien común, y no se libertó tampoco España, comose probará después, de la natural influencia de tan diversas causas.Cabalmente los siglos medios serán objeto preferente de nuestrasinvestigaciones, pues los albores del arte dramático, fin importantísimode este trabajo, comienzan entonces á mostrarse débilmente enlontananza. Discutiremos luego si la indicada reunión de tan diversoselementos puede explicarnos claramente los orígenes del drama moderno.
Otra razón nos mueve además á traspasar los límites de nuestra propiaesfera: en donde falta lazo externo debe servir cada período históricoconocido para la aclaración de los desconocidos, ya que este es el únicomedio de que las distintas épocas de la civilización arrojen su luz,comparándolas entre sí, sobre otros lugares y tiempos. De la mismamanera que ciertas plantas sólo prosperan en determinadas zonas, asítambién se observan fenómenos análogos bajo grados iguales decivilización, y sólo este paralelismo de fenómenos nos ofrece los mediosde concluir del examen de uno de los aspectos del desarrollo del arte enun país, el que ha debido tener en otro. Aunque no falten datos acercade la historia primitiva del arte dramático español, y por consiguienteno haya necesidad de abandonarnos exclusivamente á esas conjeturas, sinembargo, nos servirá lo más conocido alguna que otra vez para dilucidarmás profundamente esta cuestión, y para completar y unir estas noticiasaisladas.
Basta sólo indicar que si tratándose de cualquier arte es interesante lahistoria de su desarrollo, lo es aún más la de los orígenes de laliteratura dramática. Unicamente quien haya observado cómo nace y crecepoco á poco la semilla, podrá conocer bien el organismo de la planta. Deaquí la importancia inherente á esos groseros ensayos de la Edad media(de poco valor, considerados en absoluto), porque son el germen, que davida al árbol portentoso del drama romántico. Larga serie de sigloshabía de correr para que se elevaran las bases del gigantesco edificio,que habían de construir los grandes dramáticos de los siglos XVI y XVII,verdadera maravilla de los hombres. Ya entre las tinieblas, en queaparecen envueltos los primeros tiempos del cristianismo, se descubrendébilmente los ligeros contornos de esa senda, que había de terminar entan encumbradísima montaña. Las obras de Shakespeare y de Calderóncomponen la parte más culminante de esa serie de desenvolvimientosorgánicos, que se realizan en un espacio de más de mil años, cuyoespíritu y forma se comprenderán solo perfectamente cuando se conozca elgermen que los dió á luz. No obstante esto, los primeros albores de esaflor, que después había de crecer tan lozana, deben buscarse únicamenteen las noticias más remotas que han llegado hasta nosotros del dramareligioso. Más aún; si todas las artes modernas han nacido delcristianismo y á él deben la vida, no por eso han dejado de sentirinfluencias anteriores. La corriente de la poesía romántica viene desdela antigüedad, cuyos arroyos tributarios la alimentaron sin disputa, yacambiando el color de sus aguas, ya perdiéndose en ella.
Basta lo dicho para justificar nuestro ulterior propósito, y para que elobservador superficial no repruebe lo que acaso llamaría nuestrainnecesaria difusión al intentar descubrir los orígenes del teatroespañol y de todos los pueblos modernos en tiempos muy anteriores á losseñalados de ordinario, al enlazar su exposición en lo esencial con elnacimiento del drama en la Europa moderna, y por último, al aludir áobjetos aún más extraños al nuestro en apariencia.
Sin embargo, antes de probar nuestras fuerzas tratando de la historiadel drama moderno en sus albores, conviene fijar la extensión que ha dedarse á la palabra drama. Muchas falsas aseveraciones han nacido de laligereza con que se dilucida esta cuestión. No faltan pueblos quedisputen con otros sobre cuál de ellos se ha hecho antes célebre por susrepresentaciones dramáticas, ni historiadores que creen haber encontradola más antigua noticia de la existencia de las diversiones teatrales, alpaso que otros no juzgan improbable fijar su fecha en épocas anteriores.La causa de todos estos yerros, cuando se intenta señalar con exactitudla época en que nació el teatro, consiste generalmente en la falsa ideaque se ha formado de la esencia del drama. De ordinario se cree quedesapareció completamente por espacio de siglos enteros, mostrándoseluego de repente, y que hubo periodos en que fué desconocido, viniendodespués otros en que se ostenta de improviso á nuestra vista. Talaserto, aunque no evidente, puede, sin embargo, sostenerse, si se tratadel drama en su forma literaria más perfecta; pero es á todas luceserróneo si se alude á los periodos que precedieron á aquél.
La inclinación á los pasatiempos mímicos es ingénita en el hombre, comose observa en los juegos de los niños. Placer común ha sido á todas lasnaciones asistir á la representación de sucesos verdaderos ó fingidos.En los ángulos más opuestos del globo, entre pueblos de la más diversacultura, entre las naciones de América, antes que adoptasen lascostumbres europeas, como entre los indígenas de Java[11], entre losinsulares de Sandwich como entre los kamschadales[12], en los desiertosdel interior del Africa como entre los salvajes habitantes de las islasAleucias[13], en Bokara y Cochinchina como entre los negros de la islade Francia[14], se han descubierto vestigios más ó menos perfectos deespectáculos de este género. Así es que el drama se encuentra en todaspartes, aunque no sean los mismos sus grados de desarrollo, según elconcurso feliz ó adverso de circunstancias que lo retienen en sus másínfimos peldaños, ó lo llevan á desusada altura. Siendo, pues, tanuniversal el drama, parece ridícula la opinión de los que sostienen, sinhaber examinado con diligencia las épocas precedentes, que todo lo másse conoció en Europa hacia el siglo XII ó XIII; y esto con tanta mayorrazón, cuanto que las naciones cristianas, hasta en sus épocas de másatraso, eran ya superiores á esos pueblos de que hemos hablado, y suscondiciones especiales sobremanera favorables al desarrollo del drama.Se replicará acaso que pantomimas y bufonadas no son propiamente dramas,y no lo son, en verdad, en el sentido que hoy damos á esa palabra. Peroprescindiendo de que ya en los siglos primitivos de la Iglesia existenespectáculos acompañados de diálogos y música, parte de los cuales seconserva en textos y rituales, no se puede negar que en la historia delteatro no deben despreciarse las más insignificantes manifestaciones deltalento dramático. Importante es, sin duda, cuando se estudia el gradualdesenvolvimiento del drama, averiguar sus más ocultos orígenes, porqueasí lograremos sorprenderlo revistiendo formas diversas de lasconocidas, y separar el elemento dramático de la envoltura que lo cubre.
Ordinariamente sucede con los orígenes de las cosas que sus distintoselementos aparecían aislados en su principio, y vagos é inciertos suscontornos. Por esto el que desee conocer todas las fases del nacientedrama, no ha de contentarse con examinar su forma más perspicua yconcreta, sino antes bien rastrearla bajo sus más extraños disfraces. Sien épocas más adelantadas aparecen la épica, la lírica y la dramáticacomo especies poéticas distintas, no acontece así en su principio,porque entonces aún no existe esa separación; si el drama ya perfectocontiene en sí la antítesis de la epopeya y la lírica, como momentos desu existencia, cuya síntesis es más tarde, lo observamos en sus orígenesconfundido en parte con estos elementos, en parte luchando con ellos yesforzándose en desembarazarse de las trabas que le oponen. En esasépocas yacen los elementos de las artes representativas, ya adormecidosen narraciones épicas, ya en cantos líricos ó alternados. No ignoramos,por ejemplo, que los rapsodas griegos recitaban las poesías homéricas ycíclicas de una manera casi dramática, acompañándolas con mímicaexpresiva y dándole entonación variable, cual requería la diversidad delos asuntos y caracteres de los personajes que hablaban. A estaparticularidad alude el nombre de hipócritas[15] ó cómicos, dado á loscantores épicos de la antigüedad. Aun hoy podemos ser testigos de unacostumbre análoga, si visitamos el Molo de Nápoles ó de Palermo, puesveremos en ellos cantores populares, que acompañan sus leyendas ycanciones jocosas con variadas gesticulaciones, modulando diversamentelas inflexiones de su voz en los diálogos, y marcando claramente en susrecitaciones las alternativas del mismo, y el distinto carácter de lospersonajes que hablan. El autor de esta historia ha visto en Orienteotra mezcla de narración, drama y canto lírico, en los cafés deConstantinopla, Brussa, Smyrna y Magnesia, en donde ha oído muchasveces cantores y narradores repentistas, que se encargaban cada uno derepresentar distintos papeles, de suerte que uno comenzaba narrando consencillez, otro entonaba después un canto, y cuando la historia tenía uninterés más vivo y se hacía dramática, se recitaba en forma de diálogoentre uno y otro. Muchas noticias relativas á este punto nos suministranlas relaciones de viajes.
En la India, al celebrarse el Ram-Lila ófiesta de Rama, se lee ó leía el poema de Ramayana en las plazaspúblicas de las ciudades, mientras representaban los actores en mudapantomima[16] los sucesos más notables á que aludía. Origen desemejantes representaciones es en Persia el Schahmamed[17]. Pero elejemplo más importante de esta confusión de las diversas especies depoesía se encuentra en los orígenes del teatro griego, manifestándonoscómo de su forma primitiva, nada distinta, surge después el drama yaperfecto. En su principio aparece envuelto en vestiduras extrañas, y encuanto nos es dable investigar sus orígenes y sucesivo desenvolvimiento,sólo hallamos su germen en los cantos ditirámbicos y en los himnos delos báquicos coros.
Esta forma lírica admite después improvisados monodios[18] y diálogos narrativos, que se intercalan para introducircierta variedad, y romper la monotonía de los cantos del coro. En talestado, sin aislarse lo dramático propiamente dicho de lo lírico yépico, existe el drama griego en tiempo de Thespis, reconocidogeneralmente como el inventor de la tragedia[19]. Sólo cuando lanarración se convirtió en diálogo y acción; sólo cuando losinterlocutores comenzaron á representar diversos personajes, sedesarrolló el drama clara y distintamente.
De la misma manera descubriremos los gérmenes del drama cristiano en loscánticos alternados de la Iglesia, en las antífonas y responsos, y enlos diálogos y representaciones simbólicas, de que se valían lossacerdotes para enseñar al pueblo las sagradas escrituras. Pero aunquesea éste uno de los más importantes orígenes del drama moderno, no es,sin embargo, el único. No sólo se ha de buscar el germen del teatromoderno en la Iglesia, sino también en otra segunda fuente muy diversade ésta: en las bufonadas profanas y juegos mímicos de todos los tiemposy de todos los pueblos. También aquí se observa cierta analogía con laantigüedad helénica. A los deikelistas, ethelontas é hilarodas[20]suceden los mimos, histriones y juglares. Estos últimos
reclamanparticularmente
nuestra
atención,
ya
porque
son
los
primerosrepresentantes del arte mímico moderno, ya en especial porque sus juegosy farsas forman el lazo que une al teatro antiguo y moderno.
Hemos llegado al objeto, á que se encaminan estas reflexionespreliminares: á las dos fuentes, de que se deriva el drama moderno,cuyos orígenes tratamos de señalar[21].
Hacia la época en que se verificó el importante suceso que había deregenerar al mundo, que debe considerarse como el centro de la modernacultura, habían extendido los romanos, por la mayor parte del mundoentonces conocido, así su imperio como su afición á las diversionesescénicas. El teatro romano, que nunca llegó á florecer demasiado,decayó al mismo tiempo que la nación á que pertenecía.
Casiuniversalmente la noble musa trágica y cómica se veía reducida, en losúltimos tiempos de los emperadores, á asistir á groseros espectáculos yrústicas farsas, en las cuales se reflejaba la profunda degeneración deaquella edad. Como un ejemplo de las increibles atrocidades quemanchaban aquel teatro, baste decir que un actor (criminal condenado ámuerte) que representaba el papel de Hércules, fué quemado vivo ciertodía delante de los espectadores[22]. En cuanto á las indecencias, quesin rebozo se ofrecían al público, recordemos la representación de losamores de Pasiphae y del toro y de Leda y el cisne, todo al natural, ylos pasajes de Procopio[23], en que describe los espectáculos, en quetomó parte en el teatro de Constantinopla la actriz Teodora, más tardeesposa del emperador[24].
Si los primeros cristianos evitaban con el mayor cuidado cuanto teníaalgún roce con el paganismo; si condenaban las obras artísticas ypoéticas de la antigüedad[25], y Tertuliano apellidaba invencionesdiabólicas á las tragedias griegas[26], con mayor motivo debieronreprobar con horror el teatro de aquel tiempo, que se distinguía por tanrepugnantes licencias[27].
Cipriano y Lactancio acusan á los mismos de enseñar el adulterio y lalujuria[28];
Tertuliano llama á los teatros templos de Venus y de Baco,escuela de inmoralidad y de deleite[29], y Crisóstomo pinta con coloresno menos sombríos[30] las compañías de actores de su tiempo. Por estarazón encontramos desde los tiempos primitivos sancionada la regla, deque por ningún concepto deben frecuentarlos los cristianos[31].
Estaprohibición fué confirmada después por diversas órdenes y resolucionesde los concilios, que la elevaron á ley[32]; pero la frecuencia con quedespués se repiten tales prohibiciones, á medida que va dominando laIglesia, prueba que las antiguas diversiones no se extinguían. Despuésveremos cómo los juegos mímicos de los antiguos, aunque degenerados ya ydistintos de lo que fueron, duran hasta los siglos medios, y sirven delazo al teatro antiguo y moderno.
Mientras los padres de la Iglesia y los primeros expositores de ladoctrina cristiana rivalizaban en celo contra el drama, aparecían en elseno de la nueva Iglesia elementos dramáticos, que sólo esperaban unaépoca favorable para desenvolverse. Los gérmenes de
aquellasrepresentaciones
religiosas,
llamadas
después
misterios
y
moralidades,cuya primera aparición se fija ordinariamente en los siglos XII y XIII,se dejan vislumbrar en la liturgia de la Iglesia primitiva, y enalgunos casos se desarrollan hasta alcanzar su perfección dramáticamucho antes de lo que se cree. Aunque se haya disputado con frecuenciaacerca de la autenticidad de la liturgia más antigua llegada hastanosotros, v. gr., la de Santiago, y la de las constitucionesapostólicas, es indudable que deben mirarse como compilaciones de muchosusos de diversas iglesias muy antiguas, y en especial que la de lasúltimas se conocía en la Iglesia oriental en el siglo IV. En toda laforma externa del culto, tal como en ellas se halla constituído, y noobstante las modificaciones convertidas después en reglas para lostiempos posteriores, no puede menos de descubrirse su carácterdramático. Así se observa primero en los diálogos del presbítero,diácono y pueblo, y después en las antífonas y responsos, en los cualesun solo cantor entona un versículo, respondiendo luego dos corosalternados que cantan el salmo, repetido al fin por todos los fieles.Estos cánticos alternados se introdujeron hacia el siglo II en Antioquíapor Ignacio, y posteriormente en las iglesias griegas bajo Constantino,por los monjes Flaviano y Diodoro, extendiéndose por San Ambrosio alOccidente en el siglo IV[33].
Igual y decisiva importancia tiene para nuestro objeto el ciclo defiestas cristianas, que comprende los cuatro primeros siglos.Prescindimos de las fiestas conmemorativas de los santos y mártires, quesin tener una influencia capital en las bases del dogma cristiano,fueron intercaladas más pronto ó más tarde en aquel ciclo primitivo, ysólo nos atenemos á las últimas, consagradas á recordar la vida y muertedel Redentor.
Estos días festivos, considerados en su conjunto, vienen áser una repetición anual del más elevado drama, y todas las partes deltodo, todas las fiestas aisladas pueden llamarse otros tantos actos,cada uno de los cuales intenta representar vivamente una acciónespecial, sacada de las Santas Escrituras. Vemos en el Adviento como lapreparación ó prólogo de este conmovedor espectáculo; después en lafiesta de Navidad, el nacimiento del divino Redentor; en la de losInocentes y Epifanía, la importante conmemoración de su infancia yjuventud; en cada una de las festividades que forman el ciclo pascual,el recuerdo de su pasión y resurrección, con sus circunstancias másnotables; y por último, en la fiesta de la Ascensión, el acto final desu divina vida. Todo esto compone un conjunto eminentemente dramático,que había de servir más tarde de tipo fundamental al drama religioso.
Entre las fiestas especiales, que forman este gran ciclo, hay varias,cuya celebración por la Iglesia tuvo desde los tiempos más remotos talcarácter dramático, que bastaba el más ligero accidente paratransformarlas en verdaderos dramas. Estos días festivos fueron losdestinados principalmente más tarde á la representación de los misteriosy moralidades, cuyo origen debe buscarse en esos ritos antiguos delculto divino.
Parécenos esta ocasión oportuna de mencionar las fiestasmás importantes bajo este aspecto, que son las siguientes:
1.ª La fiesta de Navidad, que fué instituída aisladamente por la Iglesiacristiana hacia fines del siglo IV; pero que ya antes, por lo que hace ásu objeto, formaba parte de la de la Epifanía[34]. En las vigiliascelebradas en conmemoración del nacimiento del Salvador, se cantaba pordiversas voces el himno Gloria in excelsis Deo, que comprende lasalutación del ángel á los pastores y la respuesta de éstos. Elsacerdote entonaba el canto del ángel, y el pueblo le replicaba ennombre de los pastores et in terra pax hominibus[35]. Este himno, quedespués se intercaló en la misa, se había ya divulgado á fines delsiglo IV por casi todas las iglesias, afirmando el Cronicón Turonense que en un principio se había destinado á la víspera de Navidad. Laocasión y forma en que se cantaba, anuncia claramente el germen de lasrepresentaciones dramáticas, que más tarde se celebraron en esta mismanoche.
2.ª La fiesta de los Santos Inocentes, parte primera de la Epifanía, quese trasladó después al cuarto día de Navidad, y es de las más antiguasde que hablan los documentos históricos[36].
Una homilía de San Fulgencio[37] prueba cuán animado y dramático era elculto antiguo en la representación del acontecimiento, cuyo recuerdosolemnizaba este día.
Presentábanse las madres de los niños que habíansido arrebatados, hablando entre sí, lamentando su pérdida, deseandomorir con ellos, maldiciendo al tirano, etc. También en cuatro diálogos,que se atribuyen sin fundamento á San Agustín, se desenvuelve este temade igual manera[38].
3.ª La fiesta de la Epifanía, la solemnidad colectiva más antigua, querecordaba las circunstancias más notables de la infancia de Jesús, entreotras la adoración de los magos, y después (cuando la palabra bíblica mago se tradujo por la de rey) llamada la fiesta de los tres SantosReyes.
Una Antiphona de Efraim de Edesa (muerto en 378)[39], que ha llegadohasta nosotros, y contiene un diálogo entre la Virgen y los magos,estaba indudablemente destinada á celebrar esta fiesta en la Iglesia. Esdigno de observarse, no sólo su forma, ya casi dramática, sino tambiénsu índole especial, que nos hace sospechar si debió representarsemímicamente.
4.ª La fiesta de los Ramos, celebrada en la Iglesia oriental desde muyantiguo, que según