Historia de la Literatura y del Arte Dramático en Espana -Tomo I by Adolfo Federico Conde de Schack - HTML preview

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claramente

las

particularidades

de

estasrepresentaciones mímicas, ateniéndonos sólo á las indicacionesmencionadas.

Unicamente se desprende de ellas, que, por lo común,consistían en cantos y bailes acompañados de expresivos gestos, ó enpequeñas farsas, que ya se representaban en las calles delante delpueblo (á veces en algún teatro levantado al efecto), ó en las casas delos ricos y en los palacios de los príncipes. Según se deduce de unosversos de Chaucer, no dejaba de ser importante el aparato escénico delos histriones de la Edad media, pues habla de la aparición ydesaparición de leones, de barcos que nadan en el agua, de campos llenosde flores, y de castillos de piedra, con que solían sorprender á losespectadores[69].

Ocurre preguntar ahora, si estos espectáculos de los siglos medios hande mirarse como hijos del teatro romano; si el mimo y pantomimo, cuyaexistencia en el siglo VI hemos probado antes, continuaba siempresubsistiendo, y si las máscaras del primero, cuya no interrumpidaduración ha demostrado Riccoboni con tales visos de verosimilitud,fueron también conocidas por este tiempo en los paises en que dominaronlos romanos.

Nada fácil es responder categóricamente á tales preguntas. La afición álas diversiones mímicas es tan ingénita en el hombre, y tan natural sudesarrollo, que los pueblos no necesitan apelar á elementos ajenos paraformarlo. Que hayan existido en la Italia, Alemania, Francia, etc., dela Edad media, no es prueba suficiente para afirmar que hayan sidoheredados de otros pueblos.

Y si se quiere sostener la última opinión, conviene no olvidar, que,como en todos los demás pueblos, así también en éstos se hallan desde lamás remota antigüedad gérmenes dramáticos, que pudieron desarrollarse enaquellas postrimeras tentativas, ya indicadas[70]. Sólo se puede afirmarcon evidencia: Que el drama romano fué el único que alcanzó perfección en su forma,precediendo inmediatamente al que le sucedió en la Europa moderna; y

Que los datos existentes hasta ahora, relativos á su duración, seenlazan en no interrumpida cadena con otras representaciones dramáticas,cuyas propiedades no podemos conocer á fondo.

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La sospecha de que aquél, y especialmente el mimo y la pantomima, hancontribuído en parte á la formación de los últimos, no puede rechazarsepor completo, puesto que el tiempo y la adición de extraños elementospueden haber variado su índole primitiva.

CAPÍTULO II.

Influencia simultánea de los ritos de la Iglesia y de lasdiversiones profanas en la formación del drama religioso.—Dramasreligiosos más antiguos que existen.—Fiestas del Corpus

en elsiglo XIII.—Edad de oro del dramareligioso.—Misterios.—Moralidades.—Dramas profanos del sigloXII.

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ERO dejemos ahora estas indicaciones acerca de la existencia del dramaprofano, y echemos una ojeada sobre los elementos dramáticos, que sedesarrollaban en el seno de la Iglesia.

Despréndese de muchos cánones de concilios (citados antes en parte), queni los cristianos ni sus sacerdotes se abstuvieron de asistir á lasrepresentaciones teatrales.

No hubo prohibiciones bastante fuertes paracontener la natural afición á este linaje de espectáculos; y no contentacon ellos, tomó también parte en las diversiones paganas, puesto que yano existía la misma razón de evitarlas, desapareciendo poco á poco elgentilismo como religión, y no habiendo entre esos usos y la idolatríalos lazos que antes existieron. Vanas fueron, por tanto, las diversastentativas de la Iglesia para apartar á los fieles de esos abusos. Entrelas muchas costumbres del paganismo que aceptó la Iglesia, cuéntanse lasprocesiones gentílicas, las mascaradas y bailes en las fiestascristianas, asimilándoselas de tal modo, que poco á poco se fuéolvidando su origen. Y como la mezcla de tan diversos elementos no pudomenos de introducir muchas novedades en el culto cristiano, no esextraño que también contribuyese á la formación del drama religioso.Esto merece examen más atento.

Por una extraña coincidencia (caso de que no se quiera explicarla comoinmediato efecto de causas anteriores)[71], los días destinados á lacelebración de muchas fiestas cristianas son los mismos que los de otrasgentílicas. Así sucede especialmente con las que forman el ciclo de laNavidad y esta última propiamente dicha, la conmemoración de San Estebanmártir, de San Juan Evangelista y de los Inocentes, la Circuncisión,las del Santo Nombre de Jesús y de la Epifanía, que coinciden con lasSaturnales, las Juvenales instituídas por Nerón, las Calendæ Januariæ y las Natales invicti (sc. Solis).

La estrepitosa alegría, que reinabaen estas tumultuosas solemnidades paganas, arrastraba á no pocoscristianos, y excitó el celo de muchos padres piadosos de la Iglesia,que agotaron su elocuencia en alejarlos de tales espectáculosidólatras[72]. Sin embargo, continuó después el desorden hasta el puntode llamar la atención de las asambleas eclesiásticas[73]. Entre loscánones de concilios que aluden á él, es el más importante el delTrullano, de 692, porque indica cuáles eran los vestigios de fiestaspaganas que todavía subsistían[74]. Este canon prohibe á los fielescelebrar la fiesta de las Calendas (año nuevo); las Brumales, llamadasdespués Bota, y la que se celebraba el 1.º de marzo[75]. Háblase en élespecialmente de los bailes públicos y escandalosos de las mujeres, delas danzas y fiestas en alabanza de los falsos dioses, de los disfracesde hombres con trajes de mujeres y de mujeres con los de hombres, de lacostumbre de usar máscaras cómicas, satíricas y trágicas, y por último,indica que aún no habían muerto del todo las estrepitosas fiestas de lasBacanales[76].

Cuanto en él se dice ha de entenderse principalmente del Oriente, yprueba sin ambajes cuán largo tiempo habían durado las costumbrespaganas, no obstante su degeneración. Dedúcese de otro documento algomás antiguo[77], que esas reminiscencias gentílicas habían tomado en elOccidente otro carácter. Distínguese, si lo examinamos, por la singularcoexistencia de lo pagano y lo cristiano, y por la transición delprimero al segundo, que ya comienza á vislumbrarse. Al mismo tiempo quealude claramente al paganismo, la prohibición de celebrar juegos ydanzas y entonar cánticos idólatras, y la de cubrirse en las Calendas deenero con pieles de ternera ó de ciervo[78], prueba también la menciónque se hace de las fiestas de los santos, que lo consagrado en unprincipio á la alabanza de los dioses empieza á servir para el cultocristiano. Asimismo se desprende de este sermón, que, en las últimasmanifestaciones del gentilismo, se mezclaba la mitología romana con lade otros pueblos idólatras, pues además de las claras alusiones, que sehacen en todo el sermón, á las supersticiones germánicas, encontramos enél mención expresa de los jottici, que son indudablemente los enanosde la mitología del Norte[79]. También en la antigüedad germánica sesantificaban los días de Navidad y de Año-nuevo, celebrándose con granpompa la procesión de la diosa Holda[80], y probablemente con disfracesy juegos, que después se confundieron con los destinados á solemnizarlas Calendas romanas de enero.

Al paso que los primeros prelados rivalizaban en celo atacando estosplaceres tumultuosos, patrocinaban una diversión, que pronto se hizoigualmente licenciosa, y llegó á ser objeto de las censuraseclesiásticas. Para mostrar el profundo desprecio, que merecía elpaganismo, se introdujo una especie de fiesta satírica ó burlesca, quese celebraba en las iglesias con varias bufonadas y disfraces extraños,la cual, á pesar de su objeto, opuesto á ellas, recordaba de muchasmaneras las diversiones paganas. Tan singular fiesta (generalmentellamada de los locos) es sin duda muy antigua, y la época en que secelebraba no era la misma en todas partes, pues unas veces se consagrabaá este objeto el día de Año-nuevo, otras el de los Santos Inocentes,otras, en fin, el de la Circuncisión ó la Epifanía[81].

A menudo coincidían también las épocas en que se solemnizaban lasfiestas cristianas y gentílicas, como en varias de mártires y santos, enlas pascuas que caían ordinariamente en el tiempo en que se celebraba lafiesta del verano, representándose por una pantomima la victoria deéste sobre el invierno[82], en cuyo caso no era dable que los fielesolvidasen enteramente las antiguas costumbres.

Si bien los sacerdotes más rígidos y los legisladores de la nuevaIglesia se esforzaron por todos los medios en atacar los vestigios delas antiguas supersticiones, hubo otros hombres ilustrados éinfluyentes, que creyeron más saludable no desplegar tanta severidadcontra esos usos inveterados, sino darles más provechosa dirección.

Unode los que lo intentaron fué Gregorio el Grande[83]. Así se logró que lacorriente de las diversiones paganas, que ya se había mezclado conelementos cristianos, penetrase al fin en la Iglesia. Olvidóse poco ápoco el objeto de los bailes, cánticos y demás alegres solemnidades, ylo que en un principio sirvió para honrar á Saturno ó Baco, se destinómás tarde á la alabanza de San Juan, San Esteban ó Jesucristo.

En los días festivos acostumbraba el pueblo reunirse cerca de lasiglesias, levantar tiendas con ramas de árboles, y celebrar alegresbanquetes[84]. Como las fiestas paganas coincidían frecuentemente conlas cristianas, la piedad se mostró en éstas como en aquéllas, y laalegría, libre de trabas, penetró en iglesias y pórticos, entregándose ádanzas, bufonadas y cánticos profanos. Acaso se refiera á talesdesórdenes en el templo del Señor el sermón de San Eligio, ya citado,pues las capitulares del siglo VI prohiben el baile en las iglesias.Natural era que no faltaran en tales festividades cantores y bufones,que contribuyesen á aumentar los placeres y alegría del pueblo. Ya unacapitular de la época carlovingia parece aludir á ellos[85], y prohibe álos scenicis vestir traje eclesiástico, cuando en las iglesiasrepresentaban tales espectáculos en compañía de los clérigos.Expresamente anatematiza un canon más antiguo este desorden, pues aunquela prohibición es del año 1316, se tiene por anterior en muchos siglos áesta época, fundándose en sólidas razones[86].

La santidad del lugar y del día debió aconsejarles representar lassagradas historias, á cuyo recuerdo se destinaba esta fiesta, en vez desucesos profanos, y de esta manera los gérmenes del drama, que vimosapuntar en los ritos de las más antiguas festividades cristianas, sedesarrollaron sin obstáculo para figurar en la escena.

Mientras no salióde manos de vagabundos mimos y de frívolos clérigos, que los imitaron,no abandonó su carácter licencioso, ni dejó de contribuir á laprofanación de fin tan santo, por cuya razón obligó á menudo á laIglesia á dirigir contra él sus censuras. Pero pronto enseñó laexperiencia que la afición del pueblo á tales espectáculos, una vezdespertada, no se extinguía fácilmente, y el clero, que ya antes seesforzara en representar los maravillosos sucesos de la Redención,comenzó á influir con ese objeto en el ánimo de los fieles. Verdad esque sólo faltaba un leve impulso externo, para inclinar á los clérigos áintervenir en la representación de las sagradas historias. Los himnos yantífonas de la Iglesia, los sermones de los sacerdotes, y diversasparticularidades del culto, como hemos visto, habían maduradogradualmente el elemento dramático; la forma empleada en larepresentación de las santas historias al pueblo tenía ya mucho demímica[87]; largo tiempo hacía que, mientras se leía el texto

de

laBiblia,

representaban

los

clérigos

un

papel,

al

cual

se

ajustabansimbólicamente las divisiones capitales del texto, y por tanto lefaltaba muy poco para convertirse en exposición dramática viva yacabada. Para rechazar el argumento, de que estas nuevas costumbres eranindignas del templo del Señor, se sostuvo que podían servir de enseñanzay fortificar la fe del pueblo, que asistía á tales representaciones.

Como no siempre se tuvo presente este fin exclusivo, tomó poco á pocotan piadoso espectáculo cierto colorido mundano; la Iglesia aflojó algúntanto en sus rigores, y aun llegó á proteger los que con el nombre de misterios, con que lo distinguen diversas decretales y cánones deconcilios, ocuparon el mismo rango que otras solemnidades del culto.

No es de esperar que nosotros intentemos determinar con fijeza la épocaen que aparece el drama religioso, cuyo germen hemos hallado en losritos de la Iglesia primitiva. Hemos visto cuán antiguas son en laoriental estas producciones aisladas, é indicado las festividades en queintervienen las primeras representaciones dramáticas.

Los datos ydocumentos, que se han conservado, relativos á su primera aparición enla Iglesia occidental, no alcanzan á época tan lejana. Pero como nuestroconocimiento de los más remotos periodos de la historia de la Europamoderna no se funda generalmente en datos abundantes, y en proporciónsólo han llegado hasta nosotros escasas noticias de sus monumentosliterarios, y cuando así ha sido, y tratándose de los de esta especie,sólo por casualidad nos los participan los cronistas, no con propósitodeliberado, no es extraño que no se pueda afirmar con certeza que esasindicaciones más antiguas, que existen, sean las primeras que hayanhablado de los orígenes del drama religioso.

Algunos sospechan que al drama religioso, propiamente dicho, precedieronmudas representaciones pantomímicas de las Sagradas Escrituras. De estegénero habría sido la representación simbólica de la resurrección deJesús en la noche de Pascuas[88], de la cual tratan los cánones delconcilio de Worms (1316) como de una antigua costumbre; la subida de laefigie de Cristo al techo de la iglesia, y el descendimiento de la deSatanás ardiendo el día de la Ascensión[89]; el pesebre que se erigíaen la Noche-buena, la representación de los tres Reyes cuando adoraronal Niño Jesús, etc.

No obstante, aunque estas ceremonias sonprobablemente muy antiguas, será muy difícil probar que sean anterioresá los dramas religiosos, que han llegado hasta nosotros. Estos alcanzan,en parte, hasta la época de los carlovingios. Conocemos dos manuscritosde dramas monásticos del año 815[90], y las composiciones dramáticas enlenguaje frisón, que se atribuyen al abad Angilberto, contemporáneo deCarlomagno[91]. En la biblioteca de Munich se conservan dos dramasacerca del nacimiento de Cristo[92], en versos latinos, pertenecientes álos siglos IX y XI, restos, al parecer, de los espectáculos que seacostumbraba representar en las iglesias la Noche-buena. Así en estasobras como en las pantomimas mudas, mencionadas antes, y en otras, deque hablaremos después, se advierten esas tendencias del culto divino,desde tiempos anteriores, á revestir forma dramática. Debemos enumerarespecialmente, entre estas composiciones, las que escribió Roswitha,noble abadesa de Gandersheim, imitadas de antiguas leyendas cristianas,ya estuviesen destinadas á la representación, ya no, como parece másprobable, sino sólo á servir de piadoso solaz á las monjas de sumonasterio. Poseemos además otros dramas más antiguos, que, por su fondoy por su forma, dan á entender claramente que se escribieron para serrepresentados.

Distínguese entre ellos el Misterio de las vírgenesprudentes y locas (Ms. 1.139 de la Real Biblioteca francesa), todo lomás de principios del siglo XI, y aun de época anterior, á juicio deLebœuf y Raynouard[93]. Esta pieza demuestra sin ambajes laprocedencia del drama religioso de las ceremonias del culto divino. Loscánticos latinos, que se leen en ella, pertenecen por entero al culto,al paso que sus diálogos en lengua provenzal nos dan á conocer el dramanaciente. Atribúyese con razón mayor antigüedad á una farsa latina enloor de San Nicolás, que se ha encontrado manuscrita en la abadía de SanBenito del Loira[94]. Lebœuf cita una pieza, escrita hacia el año1050, en la cual aparece Virgilio entre los profetas que adoran alRedentor. De fines del mismo siglo es el antiguo MysteriumResurrectionis francés[95], notable además porque dice expresamente quehabía sido representado por clérigos.

De este tiempo y del siglo XI es asimismo un antiguo misterio bretón,publicado no hace mucho[96]. No deja de ser muy interesante lo que diceMateo Paris en su Vitæ abbatum, cuando cuenta que Godofredo deNormandía, maestro de escuela de Dunstaple, hizo representar por susdiscípulos una historia maravillosa sacada de la vida de Santa Catalina,y que no fué invención suya, sino costumbre transmitida de unos maestrosy escolares á otros. Warton cree que esta representación debióverificarse hacia el año 1110, aunque parezca más probable la opinión de De la Rue (Bardes et jougleurs), en cuyo juicio debió caer entre losaños 1131 y 1146[97].

El severo Inocencio III se vió obligado en el año 1210 á prohibirrigorosamente la representación de escenas dramáticas en las iglesias, yen especial por los clérigos[98];

y aunque igual prohibición fuéconfirmada después por los cánones de muchos concilios[99], no aboliópor completo estos piadosos espectáculos, sirviendo tan solo para quevariase el lugar en que se representaban. Aun cuando existan noticiasaisladas de que en los siglos siguientes continuó la perjudicialcostumbre de convertir las iglesias en teatros, como sucedió en el añode 1452 en la de Santa Clara de Nápoles, en la cual se dió una suntuosarepresentación de esta especie al rey Alfonso I, fué más frecuente desdeel siglo XIII destinar á este objeto locales distintos de los templos, ycelebrar los misterios en las plazas públicas ó en otro lugar ápropósito. Así debió suceder á medida que se perfeccionaba esteespectáculo, y se hacía más independiente del culto. Apostolo Zenón,fundándose en una antigua crónica, dice que en la pascua de 1243 serepresentó un gran drama religioso en la plaza del Prado della Valle enPadua[100]. A esta época se refiere la primera noticia que conservamosde la existencia de cofradías, cuyo principal objeto era larepresentación de los misterios, como la de los Gonfalone de Roma, quese formó en el año de 1264 para representar la historia de la Pasión.Parece que clérigos y legos rivalizaron en tomar parte como actores enestas solemnidades, pues la cofradía de los Battuti, que se organizó enTreviso en 1261, había celebrado con los canónigos de la catedralsolemne contrato, obligándose éstos á suministrar dos clérigos pararepresentar los papeles del Angel y de la Virgen María[101].

El milagro de Bolsena, que convenció á un clérigo incrédulo de lapresencia real de Cristo en el Sacramento del altar, haciéndole ver lasgotas de sangre que destilaba la Hostia, obligó al Papa Urbano IV en1264 á instituir la fiesta del Corpus. Celebróse ya en el siglo XIII encasi todos los paises de Europa, constituyendo una de las másimportantes de la cristiandad, y se realzó su brillo con suntuosasprocesiones y espectáculos dramáticos[102]. Estos llegaron áconsiderarse en algunos lugares como parte tan esencial de esa fiestareligiosa, que los gremios se obligaron á erigir teatros en honor delSanto Sacramento.

La edad de oro del drama religioso, que se puede fijar en el siglo XIV,es tan conocida por muchas obras, y últimamente por la publicación desus monumentos literarios más notables, que bastará tratar de ella sóloen general, y en cuanto sea suficiente para dar á conocer con claridadel drama español coetáneo, y el posterior á él. Nos convendrá con esteobjeto detenernos principalmente en Francia é Inglaterra, ya porque enambos paises se escribieron muchos dramas religiosos muy importantes,que han dado origen á concienzudos trabajos sobre este particular, yapor los innumerables documentos, que, relativos á ellos, seconservan[103].

Desde el año de 1268 comenzó la hermandad de Chester á representaranualmente una serie de misterios, llamados en inglés dramas demilagros. Á éstos siguieron algo después representaciones semejantes, yno menos célebres, en la abadía de Wildkirk y en Coventry. Los másantiguos que existen, del tiempo de Eduardo III, son representacionesdramáticas groseras de la historia sagrada, en las cuales domina el tonoépico, consistiendo generalmente en una serie sin plan ni concierto dediversas escenas. Comienzan de ordinario por un prólogo, que sirve deintroducción, y concluyen con un epílogo. Después se fueron haciendo másextensas, y llegó el caso de que no bastase un solo día pararepresentarlas, como sucedió con el misterio de la creación del mundo,que se puso en escena en Skinnerswell en 1409, y duró una semana entera.Aún más vasto era el ciclo de misterios, que se representó hacia elmismo tiempo en Chester, pues comprendía toda la historia del mundo,desde la creación hasta el juicio final. Acordábase tan poco el clero desus anteriores anatemas, que se concedió indulgencia de mil años á losespectadores que asistiesen á toda esta serie de piadosos dramas.

Diversas tentativas, continuadas por siglos enteros, entre las cualespuede mencionarse El milagro de Theóphilo, la obra dramática másantigua relativa á la tradición de Fausto[104], habían logrado que seperfeccionase entre los franceses este espectáculo, hasta llegar á suforma más acabada hacia fines del siglo XIV. La causa externa, que ledió impulso, fué la siguiente: hacia el año de 1398 se formó unahermandad de ciudadanos y menestrales de París con el objeto derepresentar dramas religiosos, y eligieron para dar estasrepresentaciones la aldea de Saint-Maur les Fossés, junto á Vincennes,porque concurrían á ella muchos peregrinos á visitar las reliquias deSan Babolen y de San Mauro, y la fuente milagrosa que allí corría.

Laprimera, que pusieron en escena, fué la Pasión de Nuestro Señor. En unprincipio sólo en la Semana Santa, y después, en vista del aplauso conque fué recibida, se repitió también otros días. Al poco tiempo, y áconsecuencia de los escándalos cometidos por la excesiva concurrencia,se opuso el preboste de París á su representación. Los actoressolicitaron entonces del rey Carlos VI nuevo permiso, concediéndoselesel 4 de diciembre de 1402. En su virtud continuaron en París y suscercanías, y hasta llevaron por las calles su traje teatral. Llamáronsedesde entonces los hermanos de la Pasión, nombre consignado en elprivilegio, dimanado del primero y más célebre drama que habíanrepresentado[105].

Al principio lo hacían en las calles, pero después destinaron á esteobjeto el hôtel de la Trinité, y sucesivamente el hôtel de Flandre yel de Bourgogne. Veíanse á la puerta del teatro las armas de loshermanos, que consistían en un escudo de piedra con la cruz y los signosde la Pasión. Posteriormente, sin embargo, no se limitaron sólo árepresentar este drama religioso, sino que abrazaron toda la historiadel Antiguo y Nuevo Testamento, y el vasto campo que les ofrecían lasleyendas de santos. Las piezas más largas se dividían en tantasjornadas, cuantos eran los días que había de durar la representación,ocurriendo á veces que se prolongaran por cinco semanas. En ocasionesfueron tan largas las jornadas, que hubo necesidad de destinar algunashoras de la mañana al descanso de los actores. Estos dramas religiosos,en cuanto se colige de los restos que se conservan, consistíangeneralmente en historias dialogadas de inconmensurable extensión, sinenlace dramático entre sus distintas escenas; en representaciones de lavida entera de un santo, y hasta en sumarios de toda la historiasagrada. En cuanto á su mérito sólo diremos que algunos rasgos aislados,llenos de poesía y de verdad, no compensan, ni mucho menos, su faltaabsoluta de orden y plan, y las absurdas y repetidas digresiones quetanto dañan al curso de la acción. Juntáronse arbitrariamente en estosmisterios las cosas más serias y ridículas, y lo trágico y lo cómico semezclaba y confundía sin concierto. A menudo hacía de gracioso elpersonaje que representaba al demonio. La parte recitativa,ordinariamente en yámbicos cortos, alternaba con la música y los coros.

Indudablemente exigió la representación de estas piezas numerosopersonal y gran aparato escénico. He aquí cuál era la disposición delteatro, pudiendo afirmarse que esta descripción así cuadra á losfranceses como á todos los demás europeos de la misma época, ó por lomenos, ateniéndonos á testimonios fidedignos, á los de Inglaterra yAlemania[106]. La escena se dividía en tres partes: en lo más alto delfondo había un tablado, que representaba el Cielo y el Paraíso, y en élse sentaba Dios y se colocaba el trono de la Santísima Trinidad, rodeadode ángeles y santos. Debajo se figuraba la Tierra y el Purgatorio, y enla parte inferior inmediata, el Infierno en forma de dragón, por cuyospliegues subían y bajaban los demonios. A un lado había un nicho concortinas, en donde se suponía suceder todo aquello, que no se podíaofrecer á la vista de los espectadores. También se situaban algunosbancos en el teatro, que servían á los actores para descansar en losintermedios. Los asientos de los espectadores estaban ordenados porfilas, elevándose hacia atrás gradualmente, y distinguiéndose unos deotros por nombres religiosos, iguales á los de los compartimientos delescenario; el conjunto de los más altos se denominaba Paraíso.

No seperdonaban gastos ni trabajo por dar á las decoraciones y maquinariatodo el brillo posible[107]. Créese que cuando la representación sehacía al aire libre, se empleaba al efecto un teatro portátil,arrastrado por ruedas[108].

Muchos otros teatros parecidos al de París y formados por este modelo,se erigieron en varias ciudades de Francia, aunque no en todas partes sefundaron cofradías ordenadas y perpetuas. De la misma manera que la Confrèrie de la Passion fué auxiliada por el público á causa delnumeroso personal, que exigía la representación de algunos dra