Pero dejemos á ese pueblo, verdadero advenedizo en tierra extraña, yharto opuesto á los indígenas por su religión y su lengua para formarnunca con ellos, un todo orgánico, y volvamos á tratar de los pobladoresde las montañas, que permanecieron independientes, y fueron innegablegermen de la nación española posterior. Demos ahora la preferencia á loshabitantes de las montañas de Asturias, pues aunque en toda la parteseptentrional de la Península se albergasen ciertas razas, que no sesometieron nunca á los conquistadores árabes, ó sólo momentáneamente, espreciso mirar siempre á Asturias como al punto en donde comenzó laprimera y más decisiva cruzada contra la media luna, y en donde lalengua castellana se fué perfeccionando poco á poco. Este dialectoarmonioso, cuyos vestigios más antiguos se hallan en Los Orígenes óetimologías de San Isidoro de Sevilla, se formó de la mezcla ó fusión delas distintas lenguas, habladas por los numerosos y diversos pueblos queinvadieron la Península.
Su elemento más importante es sin duda ellatín, y algunos otros ibéricos (vascos), góticos y arábigos[137]. Delas montañas de Asturias, refugio de los godos independientes, seextendió luego este idioma, desarrollándose poco á poco, á lasprovincias que reconquistaban[138].
No mucho tiempo después de la invasión mahometana se convirtió enofensiva la guerra de los cristianos, limitados en un principio á ladefensa de su inaccesible territorio, luchando tan valientemente losbravos descendientes de Pelayo, que hacia fines del siglo VIIIcomprendía el reino de Asturias ó de Oviedo la mayor parte de Galicia yde León. Las victorias sucesivas de Ordoño I, Alfonso el Magno y OrdoñoII, dilataron los dominios de esta monarquía, que entonces se llamó deLeón, hasta la bahía de Vizcaya, el Duero portugués y los montes deGuadarrama. Extraño sería, tratándose de una época tan agitada y de unpueblo, que no soltaba nunca las armas, atento sólo á conservar susrecientes conquistas, buscar las huellas de un arte que sólo puedeprosperar en la paz. Lo mismo sucede con las investigaciones relativas ála mayor ó menor perfección de las ceremonias del culto, mientras duróel tumulto de la guerra, ó á su mayor ó menor sencillez á causa deella. Conviene, sin embargo, señalar dos fenómenos de estos tiemposremotos, que sirven de lazo al drama posterior, á saber: los bailespantomímicos, usados en Asturias desde la más remota antigüedad[139], yla epopeya heróica, que surgió lozana y vigorosa, y creció después conel estrépito de las batallas, siendo de presumir, aunque los másantiguos monumentos de la poesía castellana alcancen sólo hasta la mitaddel siglo XII, que las primeras hazañas guerreras de los valientesasturianos fueron celebradas en cantos.
Más adelante expondremos nuestraopinión acerca del lazo, que unió al canto épico y á la poesía dramáticaincipiente.
Mientras el reino de León se afirmaba en las provincias occidentales, ysólo una vez hacia fines del siglo X se vió amenazada su existencia porel alfange de Almanzor, comenzaba á echar raices en las vertientes delos Pirineos la reacción contra el dominio musulmán, formándose diversosterritorios, que se extendieron poco á poco hacia el Sud, y entre ellos,y á consecuencia de las conquistas de Carlomagno, la Marca española,después condado de Barcelona, y otro, que, partiendo de Jaca, ciudadlibre, y sujeto luego á los reyes de Navarra, fué más tarde el reino deAragón.
En estas provincias, y á lo largo de las costas del marMediterráneo hasta Valencia y Murcia, se convirtió poco á poco el latíncorrompido en el mismo dialecto lemosino ó provenzal, aunque algomodificado, que se habló en la parte meridional de Francia hasta lasfronteras italianas[140]. Si la comunidad del idioma debió unir á lospaises citados con la patria natural de los trovadores, estos lazos seestrecharon más con las frecuentes alianzas de los príncipes, quedominaron en ambas vertientes de los Pirineos, y con el continuo trato ycomercio de aragoneses, catalanes y provenzales, y abrieron á lacivilización, que florecía entre los últimos, rápida y fácil senda parapenetrar entre sus vecinos los españoles. Así encontró también la poesíade los trovadores una segunda patria en las cortes de Zaragoza yBarcelona, extendiéndose desde ellas su influjo á todos los demás paisesde la España cristiana.
Esta es, pues, ocasión oportuna de indicar algunas propiedades del artelírico provenzal, tomando por nuestro guía al gran maestro de laslenguas y literaturas románicas[141].
Los juglares y cantores errantes, comunes después en la Edad media ácasi toda Europa, se conocían desde lo antiguo en la Francia meridional,en donde nacieron.
Pululaban por todas partes, y especialmente por lasrisueñas campiñas regadas por el Ródano y el Duranzo, y á lo largo delas costas del Mediterráneo, atraídos por ricas recompensas, por lasespléndidas cortes y el espíritu caballeresco, que reinaba en ellas másque en parte alguna, y realzaban el brillo de las fiestas con susespectáculos y cantos, solazando á nobles y pecheros, no obstanteencontrarse entonces su arte en sus albores, no libre aún del influjo dela Edad media, que inmediatamente le precediera.
Como en el transcursode los siglos fué también más refinada la cultura de esta provinciafrancesa que la de los demás paises de Europa, sucedió lo mismo á lapoesía lírica, que con la lengua occitánica alcanzó entonces su mayoraltura artística. Las primeras Cruzadas forman el principio de esteperíodo poético, tan importante por la influencia, que ejerció despuésen toda la literatura. Ya en las composiciones del conde Guillermo dePoitiers (nació en 1071), uno de los primeros cruzados, se observan,como en capullo no abierto, los rasgos característicos de la nuevapoesía, que poco más tarde, hacia el año de 1140, se desarrolla yperfecciona en las de Peire Roger y sus coetáneos. Los príncipes ygrandes comenzaron entonces á llamar á su lado á los poetas másdistinguidos, y hasta se creyeron honrados cultivando también su arte.Hubo, pues, dos clases de poetas provenzales. Llamábanse trovadores, poroposición á los cantores del pueblo, los poetas no mercenarios que seconsagraban al arte de la poesía, y principalmente á la lírica. No esesta ocasión de mencionar las numerosas especies de composiciones,comprendidas bajo ese nombre genérico, bastando sólo á nuestro objetoindicar las que siguen. Denomináronse tenzone ciertas justas poéticas,en las cuales se resolvían dialécticamente las cuestiones propuestas,que trataban de amores, de asuntos privados ó públicos en forma dediálogo, y pocas veces en la de una acción casi dramática, sucesiva,viva y animada.
Esto último sucedía con más frecuencia en la Pastoretaó Pastorella, en que hablaba un poeta con un pastor ó pastora,precediéndole una breve introducción. Tan encantadoras composiciones, delas cuales se conservan algunas excelentes en las obras de Gavandan yde Guiraut Riquier, forman á veces un vasto conjunto, á cuyas partessirve de lazo una historia amorosa, imprimiéndoles carácter casidramático[142].
Nombraremos, por último, las albas ó cantos de la aurora, que versansobre los placeres nocturnos de dos amantes y la vuelta del día. Á lasmisteriosas reuniones de tales enamorados acostumbra asistir uncentinela, que con sus gritos ó tocando la flauta les anuncia la venidadel sol, á fin de que el celoso marido no interrumpa su dicha. En estoscantos ya aparece hablando el centinela, que avisa á los amantes lallegada de la aurora; ya el caballero, que, después de proferir los mástiernos juramentos, se arranca á duras penas de los bellos brazos de suamada; ya la dama, que se opone á la despedida de su amante[143].
También los serventes, aunque no siempre, son cantos provenzalesdialogados, como observamos en Díez, Leben und Werke der Troubadours,pág. 145.
Los juglares formaban la segunda clase principal de cantoresprovenzales, y se llamaban así los mímicos y poetas, que cantaban pordinero ó vivían de la música y poesía. Sea lo que quiera de la opiniónde aquéllos, que han sostenido que estos juglares son los sucesores delos antiguos cantores populares llamados mimi y joculatores[144], parece cierto que sus relaciones con la nueva poesía provinieron de sucontacto con los trovadores, á quienes acompañaban en sus viajes,ayudándolos con sus cantos y mímica, ó repitiendo los que elloscomponían. Era también atribución importante de los juglares recitarnarraciones poéticas, cuyo estilo sencillo, diverso del que usaban lospoetas del arte, y escuchado no obstante con interés, venía á ser unareminiscencia de la poesía popular. Muchos fabliaux y leyendas de estaespecie se divulgaban así por los pueblos, y existen largos catálogos delos que sabían, conservados en las instrucciones que se daban á losactores[145].
El nombre de contrafazedor, con que se distingue comunmente á losjuglares, prueba que representaban mimos y farsas, así como laparticularidad de que sean llamados mimi por los escritores latinoscontemporáneos, y á veces cómicos por Nostradamus. Otra advertenciadebemos hacer también. Es más que probable que los dictados decontrafazedores y mímicos no aludan simplemente á farsas yrepresentaciones de otros tiempos, sino á la forma y manera en quedeclamaban las composiciones poéticas. Parece además que la épica teníacierto carácter dramático, análogo al indicado antes, cuando adujimos elejemplo de otras épocas literarias. Pudo hacerse esto, ó bien recitandoun juglar la parte narrativa mientras otros hacían lo mismo con losdiálogos, ó bien recitando uno solo toda la composición, mientras otrosrepresentaban con sus gestos lo más interesante. Es, sin embargo, másverosímil que los cantores ambulantes se esforzaban solos en impresionará su auditorio con sus narraciones, acompañándolas con animados gestos,y variando el tono y las modulaciones de la voz cuando llegaban losdiálogos. Nostradamus confirma esta presunción al expresarse así,hablando del juglar Nouës: «Era buen cómico, y cantaba en los palaciosde los grandes señores, andando á un lado y á otro, haciendo gestossignificativos, moviendo su cuerpo, modulando diversamente su voz, ydando á conocer en todas sus acciones que era un verdadero cómico.»Aunque Nostradamus no merezca en todo crédito, parece verosímil que seafiel intérprete de las tradiciones que se conservaban acerca de lascostumbres de los cantores provenzales, pues á no ser así no se explicantales descripciones.
Muy escasas son las poesías narrativas populares, escritas en lenguaoccitánica, que han llegado hasta nosotros, comparadas con la multitudque se escribieron, y no ofrecen prueba alguna decisiva en apoyo de laopinión expuesta, aunque el estrecho lazo, que unió á la literatura delNorte y del Sud de Francia, confirme la sospecha de que acaso tuviesenambas ciertas propiedades comunes. En abono de este aserto debemos decirque les chansons des gestes se recitaban en la Francia septentrionalcon gestos expresivos y casi dramáticos, y que diversos manuscritos deantiguos lais y fabliaux, al llegar á los diálogos, indican ciertaespecie de canto, lo cual revela claramente la diversa recitación deestos pasajes, y su expresión más mímica comparada con la del resto dela narración[146].
Casi no es necesario advertir, que, á nuestro juicio, sucedió lo mismocon las especies líricas mencionadas antes, en que intervenían muchaspersonas hablando entre sí. Sólo de esta manera se comprende quecronistas é historiadores usen con tanta frecuencia de la voz representar, tratándose del recitado de las poesías[147]. Las albas y pastoretas reunían especialmente condiciones muy favorables á ladeclamación dramática. También los tenzone, ateniéndonos á su forma,hubieron de recitarse por varias personas, aunque esta circunstancia seala única que tienen de común con el drama, puesto que su índolepeculiar, reducida á simple alarde de ingenio en el ataque y la defensa,está muy distante de ser una acción ordenada y capaz de representarse.
Dedúcese de lo expuesto que los contrafazedores provenzales, ya comofarsantes, ya como actores mímicos de poesías épicas y líricas, ofrecensiempre grande importancia al tratarse de la historia progresiva delteatro moderno, y que los literatos, que, como Moratín, niegan á losprovenzales influjo alguno en el desarrollo del drama, no han estudiadoá fondo su desenvolvimiento sucesivo. Y no solo, entre otros, seequivoca en esto Tiraboschi, sino también cuando sostiene que no existecomposición alguna dramática en las colecciones más completas de poemasprovenzales. Aunque sea del todo falsa la noticia que hallamos enNostradamus y Crescimbini, de haber escrito dramas los trovadores Lucasde Grimauld, Hugo Brunet, Arnaldo Daniel y Anselmo Faidit[148], lo cualno puede probarse aduciendo la razón de que hoy no existan, poseemosmanuscrito el misterio completo de Las vírgenes prudentes y locas,drama religioso occitánico, que cita en parte Raynouard[149]. Estacomposición, de la primera mitad del siglo XI, es sin disputa la únicade su especie, que hasta ahora se ha encontrado en los manuscritosprovenzales, no habiendo motivo suficiente para colegir de esto que fuéel único ensayo de su época y de la posterior. Tan escaso resto de lasobras dramáticas de ese periodo, conservado hasta nosotros, es debido ála misma causa, que ha contribuído á que sólo conozcamos pocas reliquiasde las novelas y leyendas provenzales. La mayor importancia que se dió ála lírica, y la opinión de que ningún género de poesía era tan elevadocomo ella, dieron margen sin duda á que se mirasen con desprecio lasproducciones más populares, y fué origen indudable de la pérdida detantos inestimables documentos, que podrían ilustrar la historia de lacivilización de aquella época. Por lo demás, no faltan datos queatestigüen la representación de los misterios en Provenza. En la vida de Renè d'Anjou, rey de Nápoles y conde de Provenza, se habla de un dramareligioso, representado en Air con suntuoso aparato. ¿Cómo, pues, ha desostenerse que mientras se cultivaba con predilección el dramareligioso, en toda Francia, quedaban rezagados en esta parte loshabitantes del Sud, los más ingeniosos, ricos y cultos de ella?
Si volvemos ahora la vista á las provincias orientales de España,observaremos la pronta acogida que tuvo la poesía provenzal, y lasimitaciones que se hicieron de ella.
La causa externa de este favor, quese le dispensó, fué la dominación de la casa de Barcelona, que hablabala lengua de Oc, y desde principios del siglo XII se extendió á casitodas ellas. Raimundo Berenguer III, conde de Barcelona, adquirió en1112 el condado de Provenza y otros territorios de la Franciameridional; su hijo primogénito Raimundo Berenguer IV ciñó en sus sieneslas coronas de Aragón y Barcelona, y por último su nieto Alfonso IIsujetó á su cetro todo el Aragón, Cataluña y la Provenza (1167). Si supadre favoreció mucho á los poetas, él, desde el principio de sureinado, se declaró su protector y Mecenas. Innumerables poetas yactores de la Provenza, en donde le retuvieron frecuentemente negociosde estado, siguieron su corte y correspondieron á sus liberalidadeshaciendo de él grandes elogios[150]. Entre los príncipes de la casa deAragón, que le sucedieron, distinguiéndose por el favor que mostraron ála poesía provenzal, cuéntanse Pedro II, Jaime I y Pedro III. Lagrandeza siguió el ejemplo de sus soberanos, hospedó en sus castillos álos cantores errantes, y hasta cultivó también su arte. Juan I, en fin,envió á Francia una suntuosa embajada para invitar á los poetasprovenzales á pasar á España, y fundar en Barcelona una academia dejuegos florales á imitación de la de Tolosa. Dotóla de privilegios ycuantiosas rentas, y los reyes, que le sucedieron, rivalizaron enconcederle marcadas pruebas de su protección[151].
Mientras que el arte de los trovadores y juglares encontraba una segundapatria en la Marca oriental de España, penetraba también poco á poco ensu parte occidental. Ya en la Crónica general del Cid (fines del sigloXI) se habla expresamente de los juglares. Refiérese sin duda(suponiendo que no sea apócrifa toda esta parte de la Crónica) á losantiguos bufones y cantores populares, que no desaparecieron durante laEdad media. Sin embargo, no mucho después de esta época comenzaron áconocerse en Castilla los poetas provenzales, pues á mediados del sigloXII aparece Alfonso VII, rey de Castilla y de León, como protector delos trovadores, y después siguen su ejemplo Alfonso IX de León yFernando III de Castilla[152]. Hay datos circunstanciados de la épocadel reinado de Alfonso X (1252-1284), que prueban no sólo lo popularesque eran ya en Castilla los cantares provenzales, sino lasmodificaciones que había sufrido su poesía. Este sabio soberano, poeta yamigo de poetas, superó en generosidad á todos sus predecesores,señalando sueldo á parte de ellos que residían en su corte, y pensionesanuales á los que vivían en el extranjero.
Entre los protegidos así lofué el trovador Giraut Riquer de Narbona, que se propuso restaurar lagaya ciencia, caída ya en desprecio en muchos lugares, atribuyendo lacausa de este mal á la indecorosa costumbre, admitida en su tiempo, dellamar juglares á todos los poetas sin hacer distinción entre ellos, yconfundiendo bajo esa denominación á los más notables con groserosmímicos y farsantes. Por esta razón excitó á su real protector á acabarcon ese abuso, y á clasificarlos con propiedad según sus diversasclases. A esta súplica del año 1275, que se conserva, sigue otraexplicación escrita en nombre de Alfonso, que, según todas lasprobabilidades, proviene del trovador citado, y parece el plan á quehabía de ajustarse la resolución del rey, caso de acceder á lo propuestopor el suplicante. Repítese en ella su deseo y se exponen las razonesque lo abonan, llamándose abuso la costumbre de dar el nombre común dejuglares á todos los poetas y cantores, y hasta á los bailarines decuerda y á los bufones. Indícanse también las varias denominaciones, quedeben distinguir con claridad á sus diversas clases. A todos aquéllos,que viven pobre y bajamente, y no son admitidos en ninguna sociedadculta, á los que hacen bailar á monos, machos cabríos y perros, ó imitanel canto de las aves, ó tocan instrumentos músicos, ó divierten alpueblo con sus cantos, recibiendo en cambio miserable recompensa, sedenomina bufones. Los más cultos, y los que se dedican á artesagradables y tratan á los nobles con frecuencia, ya toquen instrumentos,cuenten novelas, reciten versos y canciones ajenas, ó diviertan de otramanera análoga, deben llamarse juglares. Los que componen versos ycantos, ó canciones bailables, ó escriben magistralmente coplas ybaladas, albas y sirventes, merecen el nombre de trovadores. Por último,los más notables é ilustres entre éstos deben ser honrados con el títulode doctores de la poesía.—Toda la nomenclatura indicada parecereferirse á la Francia meridional,
«pues en España, según dice, se hallaesto más arreglado, diferenciándose las profesiones con nombresespeciales. Los músicos se llaman juglares, los actores remedadores,los trovadores de las cortes segriers, y los que, lejos de toda buenasociedad, se consagran á innobles artes en calles y plazas y viven vidamiserable, son denominados cazurros, para denotar su bajeza: tal es lacostumbre de España, y así es fácil distinguir las artes por susnombres[153].
Los juglares, según se deduce de varias leyes de las Siete Partidas,se dividen en dos clases: decláranse infames los remedadores, bufones y juglares, que cantan en las calles por dinero ó ejercitansus artes públicamente, exceptuándose de este anatema á los que tañeninstrumentos, ó cantan para solaz de los ricos ó reyes, ó por recreopropio[154].
Otra nos habla también de las juglaresas[155].
Para aclarar en cuanto sea posible la obscuridad que reina, á pesar deestos datos, en cuanto se refiere á las condiciones especiales de talescantores, es menester indicar préviamente los diversos dialectos usadospor la poesía castellana de esta época. Dos, al parecer, son losprincipales. Hablaban sin duda su idioma nativo todos los provenzales ódel Oriente de España, que habían emigrado de su país, y no abrigabantemor alguno de no ser entendidos de príncipes y grandes, puesto que ellemosín era el lenguaje predilecto de casi todas las córtes europeas,así de la del inglés Enrique II y de la del alemán Federico II, como dela del portugués Dionisio[156]. En cambio los cantores castellanosdebieron en un principio expresarse con trabajo en un idioma extranjero,que sólo podía servirles para hacer pasajeros ensayos. Para la lírica, yespecialmente para las formas más cultas, que adoptó la poesíaprovenzal, no bastaba el castellano, rudo é informe en aquella época.
Elgallego[157], otra rama del romance español, fué más adecuado á dichoobjeto, y más á propósito por su flexibilidad para la expresión líricadesde la llegada del conde Enrique de Borgoña, que vino á Galicia connumerosos caballeros á tomar parte en las guerras de los reyes deCastilla y de León contra los moros, introduciendo y naturalizando enella la poesía provenzal. Recordando esta circunstancia, y que Galiciaformó desde luego con Castilla parte integrante del Estado, no pareceráextraño que los primeros poetas castellanos empleasen un dialectopreferible al provenzal por su afinidad con el suyo, y más perfecto éimportante que el último. Y que así sucedió lo prueban, entre otrasrazones, las palabras auténticas de la carta del marqués de Santillanasobre el origen de la poesía castellana[158]. Guardémonos, sin embargo,de darles una significación más general de la que tienen, si seconsideran aisladamente, pues que sólo los poetas líricos, no los demás,imitaron gustosos á los trovadores.
Inverosímil parece que el poetapopular escribiese en un lenguaje extraño á sus auditores, y existenademás testimonios auténticos que confirman la prioridad, con que usó lapoesía del idioma castellano. Créese, no obstante, que han desaparecidodel todo las primitivas composiciones líricas populares, ó que sólo hanllegado hasta nosotros escasos restos, al paso que existe parte de lasépicas, las cuales, á causa de su fuerte colorido local y nacional, y desus planes y objeto, son documentos muy importantes para el estudio dela literatura española. Debemos hacer mención expresa del famoso poemadel Cid, el más antiguo y original monumento de la lengua y poesíacastellana, cuya composición se fija de ordinario con alguna certeza ámediados del siglo XII.
Algunos creen que eran semejantes á esta poesíalos cantos asturianos populares y heróicos más antiguos[159], escritosen versos, compuesto cada uno de otros dos, parecidos á los de losNibelungen y primeras obras rimadas provenzales, y á los de las poesíasposteriores de Apolonio de Tiro y de Alejandro el Magno[160]. Estaopinión no se funda, sin embargo, en razones convincentes. Aunconcediendo que la epopeya indicada se asemeja algo á la poesía popular,como sucede, por ejemplo, con las estrofas en que el poeta se dirige ásus auditores, más sólidos fundamentos nos inclinan á considerarla comoparto de la poesía artística.
Trazas innegables de ello llevan la lengua, á pesar de su rudeza, y elritmo, no obstante su monotonía. Este verso yámbico incipiente, con suestructura á todas luces arbitraria, en opinión de un crítico muyautorizado en esta materia[161], es poco conforme al genio de la lenguaespañola, careciendo de aquella sencillez y natural caída de sílabas,que se halla siempre en la poesía popular, por lo cual se conjetura quees una imitación de los modelos provenzales, extraños á aquélla[162]. Proponíase el poeta, según todas las apariencias, superar á loscantores populares, celebrando al héroe que hacía las delicias delpueblo y era famoso en sus cantares, y dar á estos materiales una formamás pesada y menos popular.
Indudablemente existían esos cantos antes que el poema de que tratamos,puesto que la poesía popular es siempre resultado inmediato de la vidapoética de cualquier nación. Claramente indica el poema la existencia detales precedentes, pues su lenguaje, aunque rudo y grosero, no lo es,sin embargo, hasta tal punto, que no suponga la preexistencia de untrabajo anterior y continuado, necesario para alcanzarlo. Todo hacesospechar que el verso, natural á esta poesía popular, ha sido desdeantiguo el trocáico de cuatro pies, ligado por la asonancia ó por larima perfecta de dos en dos versos. La índole especial de la lenguaespañola parece tan inclinada á esa forma (llamada del romance), que suspalabras y proverbios la adoptan sin violencia[163], deslizándosesuavemente el discurso por esta bella aunque limitada superficie. Y asíindudablemente se escribieron los primeros cantos, porque tal era laversificación más natural y fácil que se ofrecía[164]. Verdad es quesólo con trabajo se descubre la existencia histórica del romance entiempo de Fernando el Santo (1220-1252)[165], aunque el eminenteerudito español D. Agustín Durán haya demostrado con su penetraciónordinaria, que, en las composiciones de esta especie, que se conservan(las cuales, en general, no se remontan más allá de la mitad del sigloXIV), se hallan restos de otras más antiguas, que, á pesar de lasmodificaciones que les ha impreso la tradición oral, alcanzan hasta lasprimeras épocas de la guerra asturiana.
Aun cuando casi todos los romances se habían divulgado por el pueblo, esprobable que los narrativos se recitaban principalmente por los joglares, quienes, al menos en parte, pudieron ser sus autores. Hemosvisto antes que la recitación de narraciones poéticas fué una de susprincipales ocupaciones, pareciendo probable que en Castilla hiciesen lomismo con los romances, tan á propósito para impresionar al pueblo comodeseaban. No es, pues, aventurado que hagamos extensivo á los másantiguos cantores, ó predecesores de los joglares, que despuésimitaron en España la poesía de los trovadores, lo que antes indicamosacerca de aquéllos. Quizá ya en el tiempo de los héroes, que celebraban,resonaron los romances de Mudarra y de Bernardo del Carpio.
El rapsoda,compañero de los héroes, pulsaba su lira antes de comenzar la batalla,para inflamar el ardor de los combatientes, recordando antiguas proezasó cantando las hazañas de sus contemporáneos. En la paz era siemprehuésped bien venido; oíale atento el pueblo en plazas y calles cuando lehablaba del emperador Carlomagno ó de los infantes de Lara; abríanselelas puertas de los castillos; era necesario complemento de toda fiesta,y llenaba de admiración ó conmovía las almas de sus auditores, yarefiriese sucesos importantes de la historia nacional, ya las aventurasde desdichados amantes, ya cuentos de cab