Historia de la Literatura y del Arte Dramático en Espana -Tomo I by Adolfo Federico Conde de Schack - HTML preview

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Su primera obra dramática se representó el 6 de junio de1502 en la corte de Manuel el Grande. Destinóse á celebrar el nataliciodel infante, que después subió al trono con el nombre de Juan III, ytuvo tal éxito, que alentó al poeta á seguir con ardor la sendacomenzada. Representáronse también otras piezas suyas en el reinado deD.

Manuel, aunque el período más brillante de su vida poética caiga enel de Juan III, tan aficionado á los dramas de Gil Vicente, querepresentó en algunos ciertos papeles. La fama del poeta voló por elextranjero, y Erasmo de Rotterdam aprendió el portugués, sólo con elobjeto de leer en su lengua las obras de Gil Vicente.

Tales son las noticias, que tenemos, de la vida y obras del autorcómico, más ilustre de su tiempo. No se sabe, si á semejanza de lospoetas dramáticos más antiguos de España, fué también director deteatro, aunque no hay duda alguna de que representó en variascomposiciones suyas[217].

Tampoco se sabe con certeza la época en que falleció, si bien se presumeque debió ser hacia el año de 1536[218]. Su hija Paula heredó su famacomo excelente actriz, y su hijo Luis fué un poeta de los más populares.Este publicó en el año de 1562 la primera edición completa de las obrasde su padre[219].

Si las últimas producciones dramáticas de Gil Vicente alcanzan hastabien entrado el siglo XVI, las primeras, como hemos dicho, seescribieron en el primer decenio del mismo, y por tanto, siguen tambiéninmediatamente á las primeras de Juan del Encina.

Son, sin embargo, muysuperiores á ellas en animación é interés dramático, y, en nuestroconcepto, no existe poeta alguno español anterior, que juntara en sítanto ingenio y tanta instrucción con otras dotes populares dramáticas,de las que hacen gran efecto en el teatro. Indudablemente sería GilVicente uno de los principales fundadores del drama español, dado elcaso de que sus dramas se representaran en España. Verdad es que no haydatos auténticos, que confirmen este aserto, por lo demás no exento deverosimilitud. No cabe la menor duda de que Gil Vicente escribió noescasa parte de sus obras en español, y aun que se propusieseprincipalmente con esto agradar á la princesa Beatriz, que era española,hay razones para sospechar que penetraron también en el país, en cuyalengua estaban escritas. Naturalmente se hubo de sentir en España lafalta de dramas más perfectos que las improvisadas farsas populares,desde que las primeras producciones de Encina despertaron la afición áellas, y tanto más, cuanto que, por lo que sabemos, ningún autor españolpudo satisfacerla, y las compañías cómicas, como indicamos antes,prosiguieron después en aumento. Hasta se puede sostener como probableque las composiciones dramáticas portuguesas se representaron en España,al menos en las provincias limítrofes, en que se entendía másfácilmente la lengua portuguesa. Y aun suponiendo (puesto que lo dichoantes sólo debe valer como una presunción más ó menos fundada) que lasobras del vate lusitano no se representasen nunca en teatros españoles,no puede, sin embargo, negarse que ejercieron influjo literario en lospoetas dramáticos del país vecino, pues así se desprende de la semejanzade su índole y de su forma con la de los dramas españoles posteriores,especialmente los castellanos, muy parecidos á los portugueses de GilVicente, lo cual constituye un motivo suficiente para no pasarlos ahoraen silencio.

Adviértase, además, que nuestro autor usa de ambas lenguasen algunos de sus dramas.

Cuando hablamos de la superioridad literaria de las obras de GilVicente, ha de entenderse que lo hacemos de una manera relativa,teniendo en cuenta lo que, según todas las probabilidades, fueron losdramas religiosos y profanos más antiguos. Sus composiciones siguen áéstos inmediatamente, y jamás se le ocurrió imitar en lo más mínimo álos modelos clásicos. No es, pues, extraño hallar en ellas á vecesinvenciones tan singulares y groseras, como las que llenan las farsas ymisterios de la Edad media.

Sin embargo, si falta instrucción artísticaá este poeta, observamos por vía de compensación su extraordinariacapacidad para exponer poéticamente los asuntos de sus dramas, yennoblecerlos cual corresponde, distinguiéndose siempre, hasta en suspeores producciones, por cierta gracia sencilla y encantadora, yguiándole su genio en ocasiones con tal acierto, que llega á trazarplanes, no indignos de los maestros que le sucedieron.

Todas sus obras están escritas en versos rimados, ordinariamente entrocaicos de cuatro pies, con diversas combinaciones, usando con algunafrecuencia de versos quebrados. A pesar de esta forma métrica algoviolenta, se mueve su diálogo sin esfuerzo, y es animado y graciosonaturalmente, lo cual demuestra por sí solo la superioridad de sutalento.

Las producciones dramáticas de Gil Vicente han llegado hasta nosotrosdivididas en cuatro clases, no, sin duda, fundadas en razones dediferencia intrínseca, sino sólo acaso por obra de su editor. Al frentede la colección va la mencionada antes, que compuso para celebrar elnatalicio del príncipe D. Juan, en el año de 1502, pequeña composiciónde las más sencillas, ó más propiamente un monólogo, en que un pastordesea al rey todo linaje de dichas. Agradó tanto este ensayo del poeta,que se le excitó á que escribiera otro semejante para la fiesta de laNavidad. Estas últimas se hallan en la primera parte de sus obras, quecontiene los autos. Gil Vicente usó de la palabra auto, que indicó enun principio todo drama, para denotar principalmente los de asuntosreligiosos, lo cual no sucedió más tarde, restringiéndose poco á poco susignificación. Sus autos pueden dividirse en dos clases bien diversas.Corresponden á la primera ciertas piezas pequeñas, casi tan sencillaspor su índole como las de Juan del Encina, reducidas á diálogospastorales y algunos cantos. Algunos de éstos, compuestos en su mayorparte para celebrar el nacimiento del Señor, como Los autos de laSibila, Casandra y el de Los cuatro tiempos, son de una graciaincomparable, natural y sencillo su estilo popular, y penetran hasta elcorazón por su unción religiosa y su infantil piedad, aunque en generalhaya todavía en ellos muy poco, que merezca la calificación dedramático. Al contrario, la segunda clase de autos contiene una serie dedramas alegórico-religiosos, de composición rica y variada. Son los másantiguos de esta especie que se encuentran, así en la literaturaportuguesa como en la española, aunque (atendiendo á una presunción, quequizá pudiera llamarse certeza) restos, sin duda, de otras muchascomposiciones semejantes, que se habían divulgado por toda la Penínsulapirenáica, y desaparecieron sin dejar otras huellas, puesto que seríaabsurdo no creer en su existencia, recordando las leyes y concilios,citados por nosotros en su lugar correspondiente. Parece, no obstante,que Gil Vicente fué el primero que ennobleció este género de poesía,elevando su vuelo, y comenzó á operar la transición de los misterios ymoralidades de los siglos medios en las composiciones posteriores, que,con el nombre de autos, llegaron á ser uno de los principales elementosdel teatro español.

Creemos inútil advertir, que no es posible encontrar en las obras de GilVicente la profundidad de pensamiento y el fervor religioso, quecaracterizan á los maravillosos autos de Calderón, y que hacen de elloslas producciones dramáticas más importantes que ha dado á luz elmisticismo cristiano. Limítase sólo á exponer con claridad los dogmas dela fe católica, de manera que sean á todos comprensibles, y á entreteneragradablemente al público sin ofender su devoción. Para lograrlo sesirve de lo cómico, lo serio y lo religioso; evoca así el mundo terrenalcomo el sobrenatural, en cuanto lo consiente su poesía, y enlaza á ambospor medio de alegorías vigorosas y enérgicas, que puedan ofrecerlos álos sentidos. Tan poco se cuida de emplear símbolos muy profundos, comode seguir en general un plan verdaderamente dramático, y arreglar á élsus partes aisladas; pero á pesar de todos estos defectos, sensibles ála simple vista, respiran sus autos tanta frescura y lozanía, que sóloes dado á críticos miopes detenerse en aquéllos, y no reconocer ycelebrar como merecen estas últimas cualidades.

Al que no es extraño el colorido alegórico del drama de la Edad media,no sorprenderán las singulares mezclas mitológicas, que se observan ensus composiciones, ni las alegorías de que usa. Basta hacer una sucintareseña de los asuntos de los autos de Gil Vicente, para que aparezca entoda su desnudez esta extrañeza; pero quien los lea con detenimiento nodejará de mirar al poeta de muy distinta manera, y de celebrar la rarahabilidad, con que imprime poética armonía á las más grotescascreaciones, la facilidad, con que expresa los pensamientos másabstractos, inspirándoles apariencias de vida, y la inimitable gracia,que infunde en los mayores absurdos, todo lo cual obliga á aquéllos, áquienes son familiares las ideas sobre que giran estos dramasreligiosos, á sentir al leerlos no poco placer y contento.

Distínguese

más

que

ningún

otro,

por

su

composición

rara

y

singularmenteenmarañada, el Auto da Feyra, cuyo argumento ha expuesto Bouterweck,motivo, en verdad, insuficiente para no darle nosotros la importancia,que tiene, y pasarlo en silencio. En la escena primera aparece elplaneta Mercurio, y explica en una larga serie de estrofas la máquinadel mundo. Después viene el Tiempo, y anuncia una gran feria anual, ásemejanza de las de Antuerpia y Medina, aunque celebrada en loor de laSanta Virgen. Un serafín llama á los pastores de almas y Papas yamuertos, para que compren nuevas vestiduras, les ofrece temor de Dios,vendido por libras, etc. Mientras tanto viene un demonio, levanta unatienda para despachar sus mercancías, se chancea con el Tiempo y elserafín, y sostiene que no escasearán los compradores de sus géneros.Mercurio cita luego á Roma, que representa á la Iglesia, la cual vendela paz de las almas, y contra esto protesta tan enérgicamente eldemonio, que obliga á Roma á descampar. Entran entonces dos labradores,y uno de ellos se muestra deseoso de vender á su mujer, ó más bien dedarla gratis á quien la quiera.

También aparecen dos labradoras, y unaexpresa sencillas quejas contra su esposo. El mercado se inundagradualmente de géneros y compradores. Las costumbres de los labradoresestán descritas con colores algo recargados, pero con verdad y acierto.El demonio ofrece sus mercaderías á las labradoras, y la más piadosa,conociendo el juego, exclama: «Jesús, Jesús, Dios y hombre verdadero,» yal oirla, toma el demonio las de Villadiego, y el serafín se mezcla enel tropel, para poner á la venta virtudes, aunque con poco éxito. Lasjóvenes labradoras le aseguran que los mancebos, para elegir esposa,atienden más al oro que á las virtudes. Sin embargo, una añade que ellaha venido porque es la feria de la Madre de Dios, y ésta no vende losdones de su gracia, sino que los concede gratis. A tal moraleja,malamente traída, sigue un villancico en alabanza de la Santa Virgen, yse acaba la pieza.

En el Auto da alma, de 1508, no es menos admirable la alegoría. LaIglesia nuestra madre aparece en él como posadera de las almas. «Porque,se dice en él, de la misma suerte que es muy necesario encontrar en loscaminos posadas, para reanimar y dar descanso á los caminantes cansados,así también es muy conveniente tropezar en la peregrinación de la vidacon una posadera, consagrada á ofrecer tranquilidad y hospedaje á lasalmas, que se dirigen peregrinando á la eterna mansión de Dios.»

Alcomenzar la pieza se presenta una mesa, cubierta de manjares, querepresenta al altar, y cuya significación es fácil de entender, ydelante de ella la Iglesia nuestra madre, que con sus cuatro doctores,Santo Tomás, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín, da hospitalidad álos cansados peregrinos de la tierra.

En el Auto de Cananea salen á la escena en figura de pastoras la Leyde gracia, la natural y la escrita, y cada una apacienta surebaño.—Otra composición religiosa de esta especie ofrece en trespartes al cielo y al infierno, y nos presenta en variados grupos áréprobos y bienaventurados. Entonces se encamina al infierno una alegreturba de marineros, que son demonios. Luego vienen ángeles cantando, quetraen cinco timones con cinco llagas[220] para dirigir una barca;también aparece el barquero infernal con su navecilla; la muertearrastra Papas, cardenales, arzobispos, emperadores y reyes, los cualesal fin, y á pesar de las protestas de Caron, son llevados por losángeles al paraiso. No es posible leer este auto sin recordar vivamenteel cuadro atribuído á Orcagna, titulado El triunfo de la muerte, quese halla en el campo santo de Pisa.

El auto más extenso es el que lleva la denominación de Sumario de lahistoria de Dios. Es un extracto dramático de la Historia sagrada.Después que un ángel pronuncia el prólogo, aparece Lucifer con suséquito de chambelanes y palaciegos, todos diablos.

El señor Satanás,caballero de la corte y consejero secreto, se encarga de tentar ánuestros primeros padres. Después viene el Mundo como rey, acompañado deángeles y del Tiempo. Descríbese la vida de los primeros hombres en elparaiso, y las costumbres puras de Abel y su muerte con sencillez,belleza, verdad y poesía.

Satanás, después de consumar el pecadooriginal, es nombrado vicario general del imperio hasta la terminaciónde los siglos. Sigue luego la historia de Abraham, de Job, de David y deotros muchos héroes del Antiguo y Nuevo Testamento. La ascensión deJesucristo, que al son de timbales y trompetas se representa en laescena, cierra el auto.

Las tres clases restantes de dramas de Gil Vicente contienen las piezasprofanas, divididas en comedias, tragicomedias y farsas. Sería difícilseñalar las razones fundamentales, que han servido para clasificar susdistintas obras en ésta ó aquélla categoría. Las llamadas comedias sonmuy diversas por su índole y por su fondo.

Algunas son comediasdialogadas, que abrazan la vida entera de un hombre, sucediéndose unos áotros los acontecimientos, sin lazo especial que los una. No escasean enellas escenas aisladas muy divertidas, aunque se echen de menos aquellascualidades, que tanto brillaron en los dramáticos posteriores, comofogosa imaginación, ingeniosa y osada inventiva, fuente inagotable deaventuras románticas, y ese interés que inspiran generalmente suscomposiciones, no obstante el incomparable enredo y la complicación dela intriga, que no por eso llega á cansar nunca. La Rubena, que es laprimera comedia, nos ofrece un plan singularmente grosero. Al principioaparece la protagonista en el teatro, presa de los dolores del parto:una hechicera evoca al demonio, y contribuye de este modo á que laparturienta dé á luz una niña con toda felicidad. En la segunda parte dela pieza danza ya esta niña en intrigas amorosas, y al concluirse, dejael teatro convertida en princesa. Un diálogo entre cinco lavanderas, ydos graciosas escenas, en que figura el bobo ( parvo), forman la partecómica de la pieza. En otras varias producciones de Gil Vicente aparecetambién un bobo en el teatro. Es el mismo personaje, que observaremos enlas de Lope de Rueda con el nombre de simple, que se convirtió mástarde en el gracioso, cuando nuevos y más finos rasgos llegaron ácaracterizarlo.

Otra comedia describe la fundación y vicisitudes de Coimbra. La doncellaCoimbra anuncia lo siguiente al principio: «Por esta pieza averiguaréisla causa de llamarse Coimbra esta ciudad, en donde descansan el león, laserpiente y la princesa, que lleva en su escudo desde tiempo inmemorial,y sólidas razones os convencerán á dónde voy y de qué planeta vengo; ypor esta causa los mancebos hablan con tanto calor, y son tan cortos loscuellos de las doncellas,» etc. Algunas singulares alegorías explicandespués esto con toda claridad.

Más acabada es la Comedia del Viudo, linda miniatura, en la cualfigura la invención, después muy manoseada, de un príncipe que por amorse disfraza con vestidos humildes, y entra á servir á los padres de suamada. La comedia, que lleva el raro título de Floresta de engaños, espoco notable por el plan, pero superior en algunos rasgos aislados,componiendo una serie de escenas cómicas, llenas de astucia y travesura,aunque sin verdadera unidad dramática, puesto que el lazo, que las une,es sólo la semejanza del asunto y el nombre común á todas ellas. Elprimer engaño es obra de un escudero, que, disfrazado de viudo, se burlade un mercader. A éste sigue otro con personajes muy diversos. El diosCupido se enamora de la princesa Grata Celia, pero no encuentra ocasiónfavorable de visitarla, y resuelve, en consecuencia, engañar á Apolo,para que éste engañe á su vez al rey Totebano. Llevan á cumplido efectoeste doble engaño, y la princesa es desterrada á un paraje lejano, ádonde se encamina Cupido, para conseguir la realización de sus deseos;pero él mismo es engañado dos veces, y la bella da al fin su mano alpríncipe de Grecia. El plan es ingenioso, y está bien desempeñado. Muydivertidas son las escenas episódicas, en que aparece un filósofo sujetocon una cadena á un loco, y llevado por hombres que lo presentan en elteatro porque dice la verdad.

Las tragicomedias de Gil Vicente debieran llamarse más bien dramas defiestas, pues casi todas ellas se escribieron para ser representadas enla corte en ciertas solemnidades, y por su rica profusión de alegorías,mitología y encantamientos, calculados para hacer mucho efecto en losespectadores, aunque la mezcla de escenas cómicas y patéticas no redundeen ventaja de esta clase. Las fiestas, á cuya celebración seconsagraron estas composiciones, constan, ya por las indicaciones de susepígrafes, ya ordinariamente por el contenido de las mismas. Una deestas tragicomedias, por ejemplo, festeja las bodas de Carlos V y de lainfanta Doña Catalina. El poeta aparece primero, y ruega que se ledisimulen los defectos de su obra, en atención á la calentura que loagobiaba al componerla; y después el Tiempo, el Mundo y otros seresalegóricos, desean todo linaje de felicidades á los augustos desposados.En otra se muestra la Estrella matutina, con séquito de pastores ylabradores, para felicitar á la reina por su parto. Mientras el reyrevolvía sus planes de guerra á los moros, representaba Gil Vicente su Exhortaçao da guerra. En ella un encantador evoca primero á dosdemonios del infierno, sin pararse mucho en sus conjuros, que songroseros bastante, y en cambio oye palabras poco cultas y no pocasinjurias; sin embargo, al fin los fuerza á obedecerlo, y á evocar lasalmas de los más célebres personajes de la antigüedad, como las deAquiles, Escipión, Pentesilea y otros, que felicitan de lo lindo al reypor su heroismo y celo religioso. Anníbal dice á la conclusión que S.M., para extender la fe, ha resuelto convertir las mezquitas en temploscristianos, y que nunca descansará, movido por la gracia, de hacer laguerra á los infieles.

La comedia Amadís de Gaula, diversa de las anteriores, porque suíndole especial anuncia que no se escribió para solemnizar ningunafiesta, cuenta los amores de este célebre caballero andante y de suseñora Oriana. Esta pieza, de todo punto inofensiva, fué despuésprohibida por la Inquisición, ignorándose la causa[221]. Otratragicomedia, de acción regularmente extensa, representa laspretensiones del príncipe Eduardo de Inglaterra á la mano de la hija delemperador de Constantinopla, imitando el romance de Primaleón,continuación del Palmerín de Oliva. Distínguese de esta clase, por suvariada y extraña composición, la titulada El triunfo do inverno, enque aparece muchedumbre de personajes muy diversos, en las más variassituaciones. Las escenas bucólicas de los pastores, al principio deella, son de las mejores que ha escrito este poeta.

La última clase de las obras de Gil Vicente lleva el nombre común de farsas. Ya advertimos antes que el editor hizo ligeramente estaclasificación arbitraria, por cuyo motivo no es fácil de explicar loque quiso dar á entender con dicha palabra. Es de suponer que no le dióel sentido que hoy le damos, porque el nombre de farsa, al menos enEspaña, designaba entonces toda obra dramática, no especialmente lasburlescas, y por esta razón no conviene aquella significación estricta átodas las de Gil Vicente, puesto que algunas, así en su fondo como en suforma, son exactamente iguales á las de las clases anteriores. Así es latercera, destinada á celebrar las empresas marítimas de los portugueses,en la cual representa á la Fama portuguesa una doncella de Beira,solicitada por embajadores de todos los paises de la tierra, que lapiden para sus soberanos; muéstrase desdeñosa con todos, y en premio esllevada en un carro de triunfo por la Fe y el Valor. Otra Fama celebrala fundación de Lisboa, y explica el nombre de Portugal por medio de unaintriga, en que figuran una princesa Lissibea y un príncipe Portugal.

A las demás piezas de esta clase cuadra el nombre de farsa, en elsentido que hoy damos á esta palabra. Son acciones burlescas, diseñadasá grandes rasgos, salpicadas de chistes cómicos y llenas de animacióndramática, sin duda alguna lo mejor que ha compuesto el poeta.Extraordinaria es su vis cómica, su inimitable ingenio, su verdaderapoesía, la gracia con que reviste las expresiones populares másgroseras, y las grandes dotes poéticas que revela en su autor, hasta elpunto de que algunas son modelos en su género. Las situaciones cómicas,en cuya invención nos maravilla su fecundidad inagotable, noconstituyen, sin embargo, un plan regular, ni ofrecen, por tanto, elinterés dramático que en ellas observaríamos, si Gil Vicente hubiesesabido imprimirles unidad, contentándose generalmente con trazar ágrandes rasgos imágenes verdaderas y divertidas de la sociedad en quevivía, y con diseñar el prototipo perfecto de las composicionesdramáticas, que después se denominaron entremeses. De todas estasfarsas la más graciosa es la que se titula De quem tem farelos. Laescena es en la montaña, delante de un molino. Dos criados bribones,portugués el uno y español el otro, se lamentan juntos de los sinsaboresque ambos sufren al servicio de sus dueños.

El portugués dice que elsuyo es un loco rematado, que sólo piensa en componer versos ycanciones, con las cuales fastidia á todos, sin acordarse de otra cosa.Sorpréndeles la noche en este diálogo, y entonces aparece el dueño consu cancionero; celebra al autor de cada canto, antes de leerlo, y alconcluir exclama en francés antiguo: «otro por el estilo.» Mientras daesta amorosa serenata á su amada Isabel, la hija del molinero, y losperros y gatos forman el coro ladrando y mayando, prosiguen los criadosen su charla, y al fin oye de los labios de su dama la respuestafavorable que aguardaba. Acude entonces la madre de Isabel paraaveriguar la causa de este alboroto; se queja en un chistoso monólogo delos tormentos, que le hacen sufrir los jóvenes enamorados, búrlase de lafrivolidad de su hija, que encuentra placer en tales serenatas, y apurasus improperios y sarcasmos contra el cantor, que se disculpa yrecomienda, á su conclusión, recitando una estrofa patética.

En la farsa O clérigo da Beira notamos una escena picaresca, en que unclérigo va á caza en la noche de Navidad cantando himnos latinosreligiosos, ya para sofocar los remordimientos de su conciencia, ya paraocultar á los transeuntes el objeto de su nocturna peregrinación.También nos ofrece en ella las astucias, de que se vale un rústicolabrador para ganar su sustento en el mercado de la ciudad. La farça delos Cigannos es una pintura agradable de la vida y costumbres de losgitanos, aunque sencilla en sumo grado y casi desprovista de acción. Enla farça dos Almocreves forman el interés dramático los embarazos yapuros de un noble principal, aunque pobre, que tiene muchos criados, yno sabe de dónde sacar el dinero necesario para pagarles.

Todas las farsas, de que hemos hablado hasta ahora, nos ofrecen tan sólocuadros y situaciones aisladas, sin lazo dramático que las una. GilVicente, sin embargo, supo también imaginar una acción completa, ydesenvolverla en todos sus detalles, como lo muestra la farsa titulada Inez Pereira, que viene á ser una exposición dramática del proverbioportugués Mais quero asno que me leve, que caballo que me derube.Algunos cortesanos dieron este tema al poeta para probar su imaginacióné inventiva, y Gil Vicente lo desenvolvió con mucho ingenio, refiriendola historia de una doncella, que rechaza las pretensiones amorosas de unrico necio, reservando su mano para un hombre prudente. Tiene al fin ladicha de encontrarlo y de casarse, pero no tarda en desengañarse de suerror y en arrepentirse de no haber preferido al necio, puesto que, envez de dominarlo, tiene siempre que seguir ciegamente su dictamen.Afortunadamente enviuda pronto, y acepta la mano del primerpretendiente.

Carecemos aún de datos bastantes para juzgar del aparato escénico,empleado en la representación de las obras de Gil Vicente. Sabemos, noobstante, por sus títulos y epígrafes, que casi todas ellas serepresentaron en los palacios del rey, así en Lisboa, como en Évora yCoimbra. No debieron ser de escasa importancia la maquinaria y

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lasdecoraciones, puesto que la representación del Triunpho do inverno exige que se vea el mar alborotado, y buques que lo surquen en distintasdirecciones; y la de Las Cortes de Júpiter pide no menor aparato, ysabemos que fué representada con mucha verdad y magnificencia[222].

CAPÍTULO VI.

Torres Naharro.—Aparato escénico en la primera mitad del sigloXVI.—Dramas religiosos de esta época.—Traducciones é imitacionesde tragedias y comedias antiguas.

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I las últimas producciones dramáticas de Gil Vicente alcanzan hasta lamitad del siglo XVI, las del poeta, de quien vamos á tratar ahora, nosobligan á retroceder algunos decenios.

Bartolomé de Torres Naharro, clérigo y erudito, y descendiente de unafamilia española distinguida, nació en La Torre, junto á Badajoz, y ensu juventud llevó sin duda una vida muy agitada, pues de resultas de unnaufragio fué esclavo en Argel.

Habiendo conseguido su libertad, fijó suresidencia en Roma, en el pontificado de León X, y publicó en el año de1517, con el título de Propaladia, una colección de variaspoesías[223]. Hacia esta misma época encontramos á su autor en Nápoles,aunque no se sepa con certeza el motivo que lo obligaba á variar tanfrecuentemente de residencia, puesto que son poco verosímiles laspersecuciones, que, según se dice, sufrió de parte del Papa, por ciertasalusiones satíricas que hacía en su obra, y á consecuencia de las cualesse vió obligado á abandonar á Roma, puesto que á ella precede elprivilegio del Pontífice ( Leo X, KAL. Aprilis 1517, pontificatusnostri anno quinto), el cual no se le hubiera concedido, si se hubiesedado formal importancia á los ataques del poeta, y con tanta mayorrazón, cuanto que basta echar una ligera ojeada á las comedias deMaquiavelo, tan en boga en la corte de León X, para convencerse de quese toleraban sátiras de la misma especie aún más amargas. En Nápoleshizo Torres Naharro una reimpresión de la Propaladi