Donde cuanto se escribe es contra el arte;
Y
que
decir
cómo
serán
ahora
Contra el antiguo, y que en razón se funda,
Es pedir parecer á mi experiencia,
No el arte, porque el arte verdad dice,
Que el ignorante vulgo contradice.
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Si pedís parecer de los que ahora
Están en posesión, y que es forzoso
Que el vulgo con sus leyes establezca
La vil quimera deste monstruo cómico,
Diré el que tengo, y perdonad, pues debo
Obedecer á quien mandarme puede,
Que, dorando el error del vulgo, quiero
Deciros de qué modo las querría,
Ya que seguir al arte no hay remedio
En estos dos extremos dando un medio.
Elíjase
el
sujeto,
y
no
se
mire
(Perdonen los preceptos) si es de reyes,
Aunque por esto entiendo que el prudente
Filipo, rey de España y señor nuestro,
En viendo un rey en ellas se enfadaba
O fuese ver que el arte contradice,
O que la autoridad rëal no debe
Andar fingida entre la humilde plebe.
Esto es volver á la comedia antigua,
Donde vemos que Plauto puso dioses,
Como en su Anfitrïón lo muestra, Júpiter.
Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
Porque Plutarco, hablando de Menandro,
No siente bien de la comedia antigua.
Mas, pues, del arte vamos tan remotos,
Y en España le hacemos mil agravios,
Cierren los doctos esta vez los labios.
Lo trágico y lo cómico mezclado,
Y Terencio con Séneca, aunque sea
Como
otro
Minotauro
de
Pasifae,
Harán grave una parte, otra ridícula,
Que aquesta variedad deleita mucho.
Buen
ejemplo
nos
da
naturaleza,
Que por tal variedad tiene belleza.
Adviértase
que
sólo
este
sujeto
Tenga una acción, mirando que la fábula
De
ninguna
manera
sea
episódica,
Quiero decir, inserta de otras cosas,
Que del primer intento se desvíen;
Ni que de ella se pueda quitar miembro,
Que del contexto no derribe el todo.
No hay que advertir que pase en el período
De un sol, aunque es consejo de
Aristóteles,
Porque ya le perdimos el respeto
Cuando mezclamos la sentencia trágica
Con la humildad de la bajeza cómica.
Pase en el menos tiempo que ser pueda,
Si no es cuando el poeta escriba historia,
En que hayan de pasar algunos años,
Que esto podrá poner en las distancias
De los dos actos, ó si fuere fuerza
Hacer
algún
camino
una
figura,
Cosa que tanto ofende á quien lo entiende;
Pero no vaya á verlas quien se ofende!
¡Oh! ¡Cuántos deste tiempo se hacen
cruces
De ver que han de pasar años en cosa
Que un día artificial tuvo de término!
Que aún no quisieron darle el matemático;
Porque
considerando
que
la
cólera
De un español sentado no se templa
Si no le representan en dos horas
Hasta el final jüicio desde el Génesis;
Yo hallo que si allí se ha de dar gusto,
Con lo que se consigue es lo más justo.
El sujeto elegido escriba en prosa
Y en tres actos de tiempo lo reparta,
Procurando, si puede, en cada uno
No interrumpir el término del día.
El
capitán
Virués,
insigne
ingenio,
Puso en tres actos la comedia, que antes
Andaba en cuatro, como pies de niño,
Que eran entonces niñas las comedias;
Y yo las escribí de once y doce años,
De á cuatro actos y de á cuatro pliegos,
Porque cada acto un pliego contenía.
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Ponga la conexión desde el principio,
Hasta que vaya declinado el paso;
Pero
la
solución
no
la
permita
Hasta que llegue la postrera escena,
Porque en sabiendo el vulgo el fin que
tiene,
Vuelve el rostro á la puerta, y las espaldas
Al que esperó tres horas cara á cara,
Que no hay más que saber en lo que para.
Quede muy pocas veces el teatro
Sin persona que hable, porque el vulgo
En
aquellas
distancias
se
inquïeta
Y gran rato la fábula se alarga;
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Comience, pues, y con lenguaje casto
No gaste pensamientos ni conceptos
En las cosas domésticas, que sólo
Ha de imitar de dos ó tres la plática.
Mas cuando la persona que introduce,
Persüade,
aconseja
ó
disüade,
Allí ha de haber sentencias y conceptos.
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No traya la escritura, ni el lenguaje
Ofenda
con
vocablos
exquisitos,
Porque si ha de imitar á los que hablan,
No ha de ser por pancayas, por metauros;
Hipócrifos,
sermones
y
centauros.
Si hablare el rey, imite cuanto pueda
La gravedad rëal; si el viejo hablare,
Procure
una
modestia
sentenciosa;
Describa
los
amantes
con
afectos
Que mueva con extremo á quien escucha;
Los
soliloquios
pinte
de
manera
Que se transforme todo el recitante,
Y con mudarse así mude al oyente.
Pregúntese y respóndase á sí mismo;
Y si formare quejas, siempre guarde
El
debido
decoro
á
las
mujeres.
Las damas no desdigan de su nombre;
Y si mudaren traje, sea de modo
Que pueda perdonarse, porque suele
El
disfraz
varonil
agradar
mucho.
Guárdense de imposibles, porque es
máxima
Que sólo ha de imitar lo verosímil;
El
lacayo
no
trate
cosas
altas,
Ni diga los conceptos que hemos visto
En
algunas
comedias
extranjeras.
Y
de
ninguna
suerte
la
figura
Se contradiga en lo que tiene dicho;
Quiero decir, se olvide como en Sófocles
Se
reprende
no
acordarse
Edipo
Del haber muerto por su mano á Layo.
Remátense las escenas con sentencia,
Con donaire, con versos elegantes,
De suerte que al entrarse el que recita
No deje con disgusto al auditorio
En el acto primero, pongo el caso;
En el segundo enlace los sucesos,
De suerte que hasta medio del tercero
Apenas juzgue nadie en lo que para.
Engañe siempre el gusto, donde vea
Que se deja entender alguna cosa
De muy lejos de aquello que promete.
Acomode los versos con prudencia
A los sujetos de que va tratando.
Las décimas son buenas para quejas;
El soneto está bien en los que aguardan;
Las relaciones piden los romances,
Aunque en octavas lucen por extremo;
Son los tercetos para cosas graves,
Y para las de amor las redondillas.
Las
figuras
retóricas
importan
Como
repetición
ó
anadíplosis;
Y en el principio de los mismos versos
Aquellas
relaciones
de
la
anáfora,
Las
ironías
y
dubitaciones,
Apóstrofes también y exclamaciones.
El engañar con la verdad es cosa
Que ha parecido bien, como lo usaba
En todas sus comedias Miguel Sánchez,
Digno por la invención desta memoria.
Siempre el hablar equívoco ha tenido
Y aquella incertidumbre anfibológica
Gran lugar en el vulgo, porque piensa
Que él sólo entiende lo que el otro dice.
Los casos de la honra son mejores,
Porque mueven con fuerza á toda gente:
Con
ellos
las
acciones
virtuosas,
Que la virtud es donde quiera amada;
Pues que vemos, si acaso un recitante
Hace un traidor, es tan odioso á todos
Que lo que va á comprar no se le vende;
Y huye el vulgo dél cuando le encuentra;
Y si es leal, le prestan y convidan
Y hasta los principales le honran y aman,
Le buscan, le regalan y le aclaman.
Tenga cada acto cuatro pliegos solos,
Que doce están medidos con el tiempo;
Y la paciencia del que está escuchando.
En
la
parte
satírica
no
sea
Claro ni descubierto, pues que sabe
Que por ley se vedaron las comedias
Por esta causa en Grecia y en Italia;
Pique sin odio, que si acaso infama,
Ni espere aplauso ni pretenda fama.
Estos
podéis
tener
por
aforismos
Los que del arte no tratáis antiguo,
Que no da más lugar agora el tiempo;
Pues lo que le compete los tres géneros
Del
aparato
que
Vitrubio
dice,
Toca al autor, como Valerio Máximo,
Pedro Crinito, Horacio en sus epístolas,
Y otros los pintan con sus tiempos y
árboles,
Cabañas, casas y fingidos mármoles.
Los trajes nos dijera Julio Polux,
Si fuera necesario, que en España
Es de las cosas bárbaras que tiene
La
comedia
presente
recibidas,
Sacar un turco un cuello de cristiano
Y
calzas
atacadas
un
romano.
Mas ninguno de todos llamar puedo
Más bárbaro que yo, pues contra el arte
Me atrevo á dar preceptos y me dejo
Llevar de la vulgar corriente, á donde
Me llamen ignorante Italia y Francia.
Pero ¿qué puedo hacer, si tengo escritas,
Con una que he acabado esta semana,
Cuatrocientas y ochenta y tres comedias?
Porque fuera de seis, las demás todas
Pecaron contra el arte gravemente;
Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco
Que aunque fuera mejor de otra manera,
No tuvieran el gusto que han tenido,
Porque á veces lo que es contra lo justo
Por la misma razón deleita el gusto.
Importaba oir hablar de su arte, como teórico, al gran maestro delteatro español, para no alterar, al extractarlo, el carácter esencial desu obra didáctica. Pero si es cierto que se leen algunas reflexionesgráficas aisladas sobre la forma externa del drama, en la parte de estabreve dramaturgia, en que se expresa el poeta experimentado y práctico,no lo es menos, sin embargo, que el conjunto demuestra irremisiblementeque las ideas críticas de Lope se hallaban á inmensa distancia de suarte. Inútil es buscar en ellas más sólido cimiento á las leyes de lapoesía romántica. Verdad es que nuestro poeta parece indicar en algunasotras frases suyas, que á veces vislumbraba que la nueva forma del dramano era un mero resultado del capricho, sino que tenía también sujustificación. He aquí lo que dice en su égloga á Claudio:
«Débenme á mí de su principio el arte,
Si bien en los preceptos diferencio
Rigores
de
Terencio,
Y
no
negando
parte
A los buenos ingenios tres ó cuatro
Que vieron las infancias del teatro,
Pintar las iras del armado Aquiles,
Guardar á los palacios el decoro,
Iluminados
de
oro
Y
de
lisonjas
viles,
La
furia
del
amante
sin
consejo,
La hermosa dama, el sentencioso viejo.
Y donde son por ásperas montañas
Sayas y angeo, telas y cambrayes,
Y
frágiles
tarayes,
Paredes
de
cabañas,
Que mejor que de pórfido linteles
Defienden rayos jambas de laureles.
Describir el villano al fuego atento,
Cuando con puntas de cristal las tejas
Detienen
las
ovejas,
O
cuando
mira
exento
Cómo de trigo y de maduras uvas
Se forman trojes y rebosan cubas.
¿A quién se debe, Claudio?»
Y en el prólogo al tomo XVI de sus Comedias: «El arte de las comediasy de la poesía es la invención de los poetas príncipes, que los ingeniosgrandes no están sujetos á preceptos.» Pero de esto no se deduce deningún modo, que deba darse cuenta satisfactoria de la independencia,con que procedía. Tan erróneo es asegurar que el genio no necesita deregla alguna, como que sólo tienen valor las de Aristóteles. Una obrapoética puede prescindir de los preceptos observados por los antiguos,y, sin embargo, guardar otros. Por lo que hace á la opinión de Lope,sobre la suma excelencia de la forma dramática antigua, y sobre la causade no imitarla, no otra, en su concepto, que la condescendencia con elgusto corrompido de la muchedumbre, como lo dice en su Arte nuevo y enotras obras, hemos de manifestar que tal aserto no merece tomarse enserio. El error exclusivista de que sólo el arte antiguo puede ofrecermodelos dignos de imitación, y la ciega fe en los preceptos deAristóteles, han desaparecido ya felizmente, para siempre, de todo elmundo civilizado. Se confiesa que la forma más limitada y estrecha de latragedia y de la comedia griega era excelente, porque constituye el tipoorgánico y artístico, que, bajo la forma de drama, se ha desenvueltosucesivamente desde los cantos del coro; pero no se cree que haya deservir de medida para el drama moderno, nacido de germen muy diverso, ybajo el imperio de causas muy distintas, y ofreciéndole sólo un moldeobligado, externo y mecánico, contrario á su naturaleza. Y aunque hayaalguno que no participe de esta opinión, basta hacer una comparaciónatenta entre las varias naciones de la Europa moderna, que se hanensayado en la poesía dramática. De esta comparación ha de resultarindefectiblemente que las copias de los antiguos modelos, y laobservancia de sus pretendidas reglas, ha producido únicamente un artesin vida, ni acción, ni vigor, ni originalidad, mientras que los dospueblos, que, siguiendo sus inclinaciones nacionales, han modelado eldrama con arreglo á las condiciones especiales de su existencia, poseenun teatro propio, que puede rivalizar en excelencia con el griego.
Lasmáximas citadas de Lope de Vega son una de las pruebas más notables enapoyo de la opinión, tantas veces sustentada, de que el verdadero poeta,sin conocer hasta cierto punto lo que hace, llega á lo verdadero y á lojusto, como movido por una necesidad interior; que la facultad artísticade crear y de dar una forma á sus creaciones, puede ser independiente dela instrucción teórica, y que el arte precede con frecuencia á lacrítica á inconmensurable distancia. Alabemos, pues, el buen sentido delos españoles, que obligaron á su poeta á seguir la senda recta, contrasu voluntad y sus principios literarios, puesto que, de lo contrario, elteatro español, como el italiano, sólo nos ofrecería dramas deplorables,pedantescos y modelados servilmente por las leyes de la poesíaclásica[187].
¡Cuán completamente distinto del Lope, que expone en las líneasanteriores su poética pensada, aparece ahora el poeta, que, libre devínculos estrechos, sólo obedece á su inspiración! ¡Cuán inmensamentesupera en vigor y profundidad su creadora fantasía á lo que pudieraesperarse de sus ideas superficiales sobre composición poética! Porúltimo, ¡cuánto aventaja el drama creado por él, en consonancia con elespíritu nacional y con la vida íntima del pueblo, á todo aquello quehubiese alcanzado sólo el arte imitativo!
La forma y el carácter de la comedia, que, desde Lope de Vega, predominóexclusivamente en el teatro español, han sido ya expuestos antes con susrasgos más generales. Esta comedia, en verdad, no puede ser calificadade invención original de nuestro poeta: había nacido después de unalarga serie de ensayos, y en el último decenio del siglo XVI, y envirtud de los esfuerzos
de
muchos,
se
había
elevado
á
nueva
altura,alcanzando su natural centro; pero ¡qué monstruoso abismo separa ya, auná las primeras y más imperfectas obras de Lope, de las mejores de losque le precedieron! Por lo que hace á sus coetáneos, que emprendieroncon él la misma senda, es lícito dudar si, á pesar de sus talentossobresalientes, habrían fijado de una manera tan irrevocable el espírituy la forma del drama, como él lo hizo. Sólo sus facultades poéticas ycreadoras, juntamente con su fecundidad, que supo revestir de formas tanvariadas é infinitas sus ideas originales sobre la poesía dramática,pudo influir decididamente en la dirección del gusto de los españoles enel arte escénico, de tal manera, que no se conociese otra en el espaciode medio siglo. Y en este sentido hemos de denominar sin escrúpulo áLope de Vega fundador del teatro español, y considerar como obra suya aldrama español en todas sus modificaciones. Conviene recordar ahora loscaracteres más generales de este drama, ya indicado, así como susformas, puesto que, á lo dicho entonces y con referencia á ello,añadiremos ahora diversos puntos más concretos, relativos al artedramático de Lope de Vega.
CAPÍTULO XI.
Caracteres generales de la poesía dramática de Lope de Vega.
I hubo alguna vez un poeta, á quien su nación no sólo debe un drama,sino una literatura dramática completa, lo fué, sin duda, nuestroespañol. Habíale dotado la naturaleza, no sólo de aquella perfectaarmonía de todas las facultades del alma, germen del arte, que es laflor más bella del espíritu humano; no sólo poseía todas las dotes, queson tan necesarias al eminente poeta lírico y épico como al dramático,espíritu flexible y vigoroso, facilidad de penetrar profundamente en lanaturaleza y la vida humana, sensibilidad ardiente y variada, elevaciónde la fantasía y de la inteligencia, sino que le adornaban además ensupremo grado todas las prendas que caracterizan á los grandesdramáticos, como el conocimiento más profundo de los hombres y de susinclinaciones, el sentido más perspicaz para comprender las pasiones,sus causas y efectos, jun