Historia de la Literatura y del Arte Dramático en España -Tomo II by Adolfo Federico Conde de Schack - HTML preview

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seglar

vestía;

Ordenéme,

Amarilis,

que

importaba

El ordenarme á la desorden mía.»

Recibió las sagradas órdenes en Toledo; entró en la congregación desiervos del Santísimo Sacramento en el Oratorio del Caballero deGracia, en donde cantó misa el primer domingo de Agosto de 1609; fuéadmitido el 24 de Enero de 1610 en la congregación del Oratorio de lacalle del Olivar, y el 26 de septiembre de 1611 en la Orden tercera deSan Francisco[166].

Antes de continuar trazando la historia externa de la vida de Lope,echemos

una

ojeada

retrospectiva

para

apreciar

especialmente suactividad literaria.

Ya se ha dicho que Lope escribió comedias en su niñez. La extraordinariafacilidad, con que las componía, no le dejó permanecer ocioso en susaños juveniles, y la multitud de sus obras dramáticas casi nos obliga ácreer que, en el primer período de su vida, compuso también algunas. Supoderoso influjo en el teatro español parece haber comenzado hacia elaño 1588. Con arreglo á las investigaciones de Navarrete, es indudableque Cervantes alude á esta época cuando en 1615, en el prólogo á suscomedias, después de hablar de sus obras para los teatros de Madrid,dice lo siguiente: «Tuve otras cosas en que ocuparme: dexé la pluma ylas comedias, y entró luego el monstruo de la naturaleza, el gran Lopede Vega, y alzóse con la monarquía cómica: avasalló y puso debajo de sujurisdicción á todos los farsantes: llenó el mundo de comedias propias,felices y bien razonadas; y tantas, que pasan de diez mil pliegos losque tiene escritos, y todas (que es una de las mayores cosas que puededecirse) las ha visto representar ú oido decir (por lo menos) que se hanrepresentado; y si algunos (que hay muchos) han querido entrar á laparte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que hanescrito, á la mitad de lo que él solo.» No fué sólo la inclinaciónnatural de Lope, sino también la necesidad de distraerse, lo que lomovió á dedicarse principalmente á esta parte de la literatura. Ningúngénero literario hubo entonces más lucrativo que el dramático; y aunqueno fuesen muy considerables las sumas que los directores pagaban porcada una de

las

comedias,

debieron,

sin

embargo,

de

proporcionarleimportantes ganancias, atendida su increible fecundidad. Así dice en laepístola á D. Antonio de Mendoza:

«Necesidad y yo partiendo á medias

El

estado

de

versos

mercantiles,

Pusimos

en

estilo

las

comedias.

Yo las saqué de sus principios viles,

Engendrando en España más poetas

Que hay en los aires átomos sutiles.»

De la rapidéz de su trabajo hay una prueba en sus propias palabras de laégloga á Claudio, puesto que escribió más de cien comedias en el términode veinticuatro horas, que fueron representadas. Montalván dice á estepropósito lo que sigue:

«Aún la pluma no alcanzaba á su entendimientopor ser más lo que él pensaba que lo que la mano escribía. Hacía unacomedia en dos días, que aun trasladarla no es fácil al escribano mássuelto; y en Toledo hizo en quince días continuados quince jornadas, quehacen cinco comedias, y las leyó como las iba haciendo en una casaparticular donde estaba el maestro José de Valdivielso, que fué testigode vista de todo; y porque en esto se habla variamente, diré lo que yosupe por experiencia. Hallóse en Madrid Roque de Figueroa, autor decomedias, tan falto dellas, que estaba el Corral de la Cruz cerrado,siendo por Carnestolendas; y fué tanta su diligencia, que Lope y yo nosjuntamos para escribirle á toda prisa una, que fué La Tercera Orden deSan Francisco, en que Arias representó la figura del Santo con lamayor verdad que jamás se ha visto. Cupo á Lope la primera jornada y ámí la segunda, que escribimos en dos días, y repartióse la tercera áocho hojas cada uno, y por hacer mal tiempo me quedé aquella noche en sucasa. Viendo, pues, que yo no podía igualarle en el acierto, quiseintentarlo con la diligencia, y para conseguirlo, me levanté á las dosde la mañana y á las once acabé mi parte; salí á buscarle, y halléle enel jardín muy divertido con su naranjo que se helaba; y, preguntandocómo le había ido de versos, me respondió: A las cinco empecé áescribir; pero ya habrá una hora que acabé la jornada, almorcé untorrezno, escribí una carta de cincuenta tercetos y regué todo estejardín, que no me ha cansado poco. Y sacando los papeles, me leyó lasocho hojas y los tercetos; cosa que me admirara si no conociera suabundantísimo natural y el imperio que tenía en los consonantes.»

Su extraordinaria facilidad para el teatro no impidió á Lope cultivarotros géneros literarios[167].

«No hubo suceso (dice Montalván), que no publicase sus elogios;casamiento grande á quien no hiciese epitalamio; parto feliz á quien noescribiese natalicio; muerte de príncipe á quien no consagrase elegía;victoria nueva á quien no dedicase epigrama; santo á quien no celebrasecon villancicos; fiesta pública que no luciese con encomios, y certámenliterario á que no asistiese como secretario, para repetirle y comopresidente para juzgarle.»

A fines del siglo XVI no se había impreso obra alguna del poeta españolmás fecundo, puesto que por su poca importancia no

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debemos hacer menciónde algunas comedias, que se dieron á la estampa contra su voluntad, conarreglo á los manuscritos de los directores de teatro. La primera poesíasuya, que se imprimió para el público, fué en loor de San Isidro, endiez cantos y en quintillas, apareciendo en el año 1599. Siguieron áésta otras dos en 1602, escritas largo tiempo ántes, y tituladas LaArcadia y La hermosura de Angélica. El espacio transcurrido entre lacomposición y la impresión de sus obras, parece confirmar lo que dice D.José Pellicer de Tovar en su elogio: que era rápido como el relámpagopara componer, y pesado, como el Dios Término, para corregir lo escrito.Con pocas excepciones publicó casi siempre sus obras, después deguardarlas largo tiempo en su poder. Hasta los 40 años, desde los nueveen que escribió El verdadero amante, observó este precepto de Horacio.Si bien compuso comedias que en 24 horas pasaron de las musas al teatro,tenía en cuenta la crítica poco ilustrada de los espectadores; sinembargo, dice muchas veces que no las conceptuaba dignas de darse á laprensa antes de someterlas á una revisión más cuidadosa.

Con la Angélica apareció también la poesía épica titulada Dragontea,nombre derivado del célebre Francisco Drake, calificado por el ódionacional español de dragón é instrumento del demonio, y objeto desátiras y mofa.

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CAPÍTULO IX.

Continuación y fin de la vida de Lope de Vega.

N el año 1604 se imprimió un primer volúmen de las comedias de Lope porespeculación de comerciantes en libros, con arreglo á los manuscritosexistentes, siendo recibido del público con grande aceptación, como loprueban las repetidas ediciones hechas de ellas en Valladolid, Zaragoza,Valencia, Madrid y Antuerpia; pronto le siguió una segunda parte, y áésta una tercera, que lleva asimismo el título de Comedias de Lope deVega, y contiene nueve piezas dramáticas, de las cuales sólo trespertenecen á nuestro poeta, aunque D. Nicolás Antonio y La Huertaatribuyan sin escrúpulo á Lope las nueve restantes. En los cincovolúmenes que después aparecieron, se incluyen también muchas de otrosautores. Lope protestó, á la verdad, contra el abuso que se hacía de sunombre; pero lo cierto es, que cuando comenzó á publicar sus obrasdramáticas posteriormente, se ajustaron los nuevos tomos, en su serie ycontinuación, á los apócrifos anteriores.

En su lugar oportuno hablamos de las causas de la negligencia, mostradapor Lope, y por la mayor parte de sus coetáneos en la impresión de lasobras dramáticas. A los perjuicios indicados entonces, que impedían álos poetas sufragar los gastos de impresión, hay que añadir otro, quegravaba á otras partes de la literatura. Los editores no podían obtenerganancias importantes, porque su derecho de propiedad carecía de laprotección necesaria, teniendo cada reino de la monarquía española leyesy privilegios especiales, de suerte que, un libro publicado en Castilla,se reimprimía impunemente en Aragón, Navarra, Portugal, Nápoles y losPaíses-Bajos. Resultaba de esto, que había que deducir del precio de loslibros el coste de la licencia, y que su valor no se calculaba conarreglo á su mérito, sino exclusivamente teniendo en cuenta el coste dela impresión y del papel invertido en ella.

Cuando en 1600 se abrieron de nuevo los teatros, cerrados por dos años,acudió el pueblo en tropel á sus funciones, movido por la curiosidad, ysobre todo á la representación de las comedias de Lope, deseadas de talmanera, que, por largo tiempo, casi no se leyó en los carteles otronombre que el suyo. El poeta, á la verdad, satisfacía los gustos delpúblico con fecundidad inagotable. El prólogo de El Peregrino en suPatria (fechado en Sevilla, en el último día del año 1603), demuestracuánto se había extendido su fama en esta época, pudiéndose decir, que,á pesar de la envidia de sus émulos de España, sus composiciones eranleídas con placer en Italia, Francia y América. Quéjase también de loslibreros, que interpolaban, entre las suyas, obras de distintos autores.El mismo prólogo nos suministra una prueba importante de su actividadliteraria, esto es, un catálogo de sus comedias auténticas, que, sinembargo, no juzga completo, no recordando ya los títulos de muchas. Estaobra contiene, además, en su parte de prosa, una novela ordinaria, quesirve como de marco á innumerables poesías y autos.

Con la entrada de Lope en el estado eclesiástico, comienza la época másbrillante de su vida, si no la más feliz, puesto que en sus últimos añoshabla con amarga pena de su dicha doméstica de otros tiempos. Surenombre se elevaba gradualmente á la mayor altura; los príncipes ygrandes de España se disputaban su amistad; poetas y poetastrosintrigaban para conciliarse su protección, y la España entera lodivinizaba. A pesar de todo evitaba cuanto llevaba el sello de laostentación mundana, distribuyendo las ocupaciones de su existenciaentre el cumplimiento de sus deberes de eclesiástico y sus composicionespoéticas. Tenía una capilla en su casa, en la cual celebraba diariamentela misa; asistía también á todos los actos públicos, en que debíaintervenir como sacerdote, y no faltaba á ningún funeral ni á ningunaprocesión. Caritativo y generoso, era su domicilio el refugio de losnecesitados, y jamás llegó un mendigo á él sin obtener una limosna.Pidiósela un día un clérigo, pobremente vestido, y Lope se despojó desus ropas y se las dió, así como su sombrero, viéndose obligado á ir conla cabeza descubierta, no teniendo otro á mano para reemplazarlo.

Su piedad era tan ferviente como sincera. Pruébanla con elocuencia suspoesías religiosas, compuestas en diversas épocas de su vida, aunquepublicadas más tarde; los más bellos frutos de su inspiración lírica, delo más profundo y sentido que ha escrito, á lo menos en parte, sondebidos á su musa religiosa y cristiana.

Excusamos advertir que lareligión de un español de aquella época no carecía del exclusivismo, quecaracterizaba á su país y á su siglo. Antes de ser eclesiástico habíabuscado Lope de preferencia el asunto de sus composiciones en el seno dela religión. Los Pastores de Belén, impresos por vez primera en 1612,fueron escritos durante su segundo matrimonio. En la narración en prosahay entremezclados algunos versos, que se distinguen por su sencillapiedad y por su belleza. El libro está dedicado al tierno Carlos, suhijo, en esta forma:

«Estas prosas y versos al Niño Dios, se dirigen bien á vuestros tiernosaños: porque si él os concede los que yo os deseo, será bien, que quandohalleys Arcadias de pastores humanos, sepays que estos divinosescribieron mis dessengaños, y aquellos mis ignorancias. Leed estasniñezes, començad en este Christus, que él os enseñara mejor como aveysde passar las vuestras. El os guarde.»

De las líneas anteriores pudiera deducirse que Lope había renunciado porcompleto á la poesía mundana. No fué así, sin embargo. Aunque en susdevociones considerase á la religión como á la sola fuente, digna deinspirarlo, en otros momentos en que lo ocuparon objetos menos elevados,no se opuso á escribir de otras materias muy diversas. De esta manera, yaun siendo ya sacerdote, prosiguió trabajando con inagotable fecundidaden la composición y publicación de poesías líricas, épicas y dramáticasde toda especie. Las innumerables composiciones líricas, insertas endiversas colecciones, contienen, como todas sus obras, muchos rasgosnotables al lado de muchos medianos.

En el año 1609 había concluído su Jerusalén conquistada, deseoso de rivalizar con el Tasso, como antesquiso rivalizar en su Angélica con Ariosto. El objeto, que se proponeen su poema, es diverso del del Tasso, puesto que intenta realzar elnombre español; no hubo cruzada alguna en el reinado de Alfonso VIII deCastilla, y el título se refiere á la reconquista de Jerusalén porSaladino. Lope atribuía un mérito especial á este poema, y dice que loescribió con esmero y que lo corrigió severamente.

Lo último no se echade ver en él, puesto que su defecto capital es su extensióninconsiderada y la acumulación de episodios, que ahogan el curso de laacción principal. Pero si prescindimos de esta falta esencial, nopodremos menos de admirar muchas bellezas parciales, como, por ejemplo,la descripción que se lee en el canto quinto del templo de la Ambición,caprichosa, aunque en general digna de su ingenio; la pintura de lapeste y de la muerte de la Sibila, en el mismo canto; la historiaamorosa de Cloridante y de Brazaida, y la batalla de los caballeros, enel canto décimo, por la espada de D. Juan de Aguilar; el episodio de lajudía Raquel, en el décimo noveno, etc. Tales fueron, sin duda, lasrazones que movieron al italiano Marino (autor del Adonis) parapreferir la Jerusalén, de Lope, á la del Tasso.

Una de las muchas academias literarias, que existieron por este tiempoen España, expresó en el año 1609 el deseo de que el más celebrado delos poetas dramáticos le expusiera sus ideas acerca de las reglas dignasde observarse en el arte dramático. Con este motivo escribió Lope un Nuevo arte de hacer comedias, obrilla interesante para fijar sucarácter como dramático, merecedora de que no la pasemos por alto, y dela cual trataremos después[168].

Por este tiempo se vió Lope empeñado en diversas disputas literarias,ocasionadas en lo general por la mezquina envidia de otros escritoresmenos renombrados, en odio á su fama siempre creciente. Góngora, hombreingenioso y de singular talento, cuyas composiciones juveniles,romances y odas en estilo nacional español, son en parte modelosperfectos en su género, llevado de su rivalidad por el escaso favor queel público le dispensaba,

se

desató

en

ataques

satíricos

contra

sucontemporáneo más amado, y no perdonó á Lope. Aconsejóle en un sonetoque borrase todas sus obras, excepto el San Isidro, y esto sólo ácausa de su objeto, y que no añadiese á la desdicha de Jerusalén, deestar bajo el yugo de los infieles, la de ser cantada por él. Búrlase enotro de un soneto de Lope, algo extraño, en verdad, que fué arregladopor varios poetas en cuatro idiomas distintos, rogándole que lo borre, yque no lo escriba en cuatro lenguas, para que no sean cuatro nacionestestigos de sus yerros. Lleno de malignidad hay otro, en el cual atacabapersonalmente al poeta y á su familia, burlándose de su escudo de armas,grabado debajo de su retrato en la portada de El Peregrino, etc. A tanapasionadas diatribas Lope oponía sólo tranquilidad y moderación. «Yoamo á los que me aman, dice en una de sus epístolas, pero no odio á losque me odian.» No obstante, cuando su émulo se dedicó á escribir en elestilo pedantesco é hinchado, que se denominó culteranismo ó gongorismo, y que en el nombre lleva su crítica, creyó Lope deber suyooponerse á la corrupción que amenazaba á la literatura española. Nodesaprovechó, pues, ocasión alguna favorable de esgrimir su sátiracontra los cultos, parodiando en sus comedias sus ininteligiblesgalimatías por medio de necios petimetres. Hasta en sus composicionesmás ligeras se encuentran muchos versos burlescos contra la nueva secta,como, por ejemplo, el soneto, en estilo culto, que concluye así:

«¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?

Pues si lo entiendes tú, yo no lo entiendo.»

En otro soneto ruega al demonio del culteranismo que abandone á uno desus poseídos, y que lo deje hablar en su nativo idioma castellano. Másseria y formalmente reprobó al fin el nuevo estilo en su Discurso de lanueva poesía (1621), en el cual se lee la siguiente crítica contraGóngora y su escuela, tan severa como oportuna: «Quiere (dice)enriquecer el arte y aun la lengua con tales exornaciones y figuras,cuales nunca fueron antes imaginadas, ni hasta su tiempo vistas... Bienconsiguió lo que intentó á mi juicio, si aquello era lo que intentaba;la dificultad está en el recibirlo, de que han nacido tantos, que dudoque cesen si la causa no cesa... A muchos ha llevado la novedad á estegénero de poesía, y no se han engañado, pues en el estilo antiguo en suvida llegaron á ser poetas, y en el moderno lo son el mismo día; porquecon aquellas transposiciones, cuatro preceptos y seis voces latinas ófrases enfáticas, se hallan levantados á donde ellos mismos no seconocen, ni aun sé si se entienden... y siendo tan doctos los que lo hanimitado, se han perdido... Pues hacer toda la composición figuras es tanvicioso é indigno, como si una mujer que se afeita, habiéndose de ponerla color en las mejillas, lugar tan propio, se la pusiese en la nariz,en la frente y en las orejas; pues esto es una composición llena deestos tropos y figuras, un rostro colorado á manera de los ángeles de latrompeta del juicio ó de los vientos de los mapas... Las voces sonorasnadie las ha negado, ni las bellezas, como arriba digo, que esmaltan laoración, propio efecto della; pues si el esmalte cubriese todo el oro,no sería gracia de la joya, antes fealdad notable.»

No obstante la severidad de este juicio, hizo Lope en el mismo discurso completa justicia al talento indisputable de Góngora, y mástarde (en 1623) le dedicó la comedia Amor secreto hasta celos (tomoXIX), expresando francamente el favorable juicio, que había formado desu capacidad y de su carácter.

En una época posterior se ha hablado de una disputa entre Cervantes yLope, inculpándose ya al uno, ya al otro. Basta, sin embargo, echar unaojeada sobre las obras de los dos escritores más célebres de su siglo,para convencerse de la falta de fundamento de tales sospechas, queargüirían celos ó envidia de cualquiera de ellos respecto del otro. Laaparente querella entre ambos, de que hablamos, no fué promovidadirectamente por ninguno de los dos, sino por espíritus mezquinos deaquel tiempo, que, so pretexto de salir á la defensa de autores tanfamosos, daban rienda suelta á bastardas pasiones, tan comunes á loshombres vulgares, y que ya antes se mostraron.

Cervantes había heridoalgunas vanidades en su revista de la biblioteca de Don Quijote, yprincipalmente en la crítica del canónigo acerca de la literaturadramática, no acumulando sobre la cabeza de Lope los epítetos máslisonjeros. Uno de los más ciegos partidarios del último creyó, pues,que los sonetos satíricos citados eran de la misma pluma, y replicó conun libelo tan sandio como mal intencionado contra el autor de DonQuijote. Aunque aquellos sonetos son atribuídos á Góngora en dosantiguos manuscritos de la biblioteca de Madrid, y el estilo sea tambiénindudablemente suyo, La Huerta ha reimpreso uno como si fuese deCervantes, culpándole, por consiguiente, de injusticia contra sueminente coetáneo.

El fingido Avellaneda, malévolo enemigo de Cervantes y autor de lasegunda parte apócrifa del Quijote, se propuso también romper unalanza en favor de Lope. Todas estas intrigas, sin embargo, no fueronbastantes para turbar la buena inteligencia que reinaba entre estos dosingenios eminentes. Si Cervantes no estaba siempre contento con Lope, yexpresaba claramente su pesar, de que el fecundísimo favorito delpúblico sacrificase no pocas veces su fama duradera á la popularidad delmomento, decía, en términos aún más inofensivos, lo confesado por elmismo Lope; su imparcialidad resplandece tanto más en las sinceras ygrandes alabanzas que le prodiga en casi todas sus obras, desde ElCanto de Caliope, en que celebra á Lope, de apenas veintidós años,hasta el Viaje del Parnaso, en que le llama poeta distinguido, á quienninguno aventaja ni aun iguala, tanto en prosa como en verso. Lope, porsu parte, siempre se manifestó dispuesto á confesar los méritos de supretendido rival, como se desprende de dos pasajes de La Dorotea, dela dedicatoria de sus novelas y de El Laurel de Apolo.

La noble moderación, con que Cervantes se expresó al censurar en Lope loque á su juicio era censurable, y que testifica elocuentemente en pro desus hidalgos sentimientos, descuella tanto más cuando se compara conlas acerbas críticas, hechas por otros escritores, del poeta de moda.Merecen nombrarse, entre los más ardientes rivales de Lope, á Cristóbalde Mesa, Micer Andrés Rey de Artieda, Esteban Manuel de Villegas yCristóbal Suárez de Figueroa; el principal blanco de sus ataques era lairregularidad de sus comedias; pero como se apoyaban en preocupacionesexclusivistas, y en la imperfecta inteligencia de las reglasaristotélicas, sólo pocas veces consiguieron su objeto[169].

Estos gritos aislados de reprobación se perdían, sin embargo, ahogadospor los aplausos del público. La admiración, que inspiraba Lope, subíade punto en punto hasta la idolatría[170]. La idea de su superioridad sehabía arraigado de tal manera en los ánimos, que su nombre servía paradistinguir lo más selecto en todas las cosas. Las galas, las joyas y loscuadros, cuando eran excelentes, llevaban siempre su nombre, como paraindicar su excelencia en el supremo grado[171]. Los eruditos y losaficionados á la poesía acudían á Madrid de todos los ángulos de laPenínsula para contemplar al hombre maravilloso, y hasta hubo italianos,que vinieron á España sólo para conocer al gran poeta[172]. Cuando salíaá la calle se reunían los curiosos para admirarlo, y hasta el Rey,cuando encontraba á este hombre extraordinario, le manifestaba suveneración y su agrado.

Prudencia rara, en verdad, habían de tener losdemás escritores para admirarlo á la vez que los demás, ó á lo menos,para no oponerse á los sentimientos que promovía. Pedro de TorresRámila, clérigo y maestro de gramática de Alcalá de Henares, escribióuna amarga sátira contra él, que no pudo imprimirse en España por noencontrar editores, y se publicó en París en 1617, bajo el título de Spongia. Si el ataque era violento, no fueron, por cierto, menosviolentas y apasionadas las réplicas de los partidarios delatacado[173]. Francisco López de Aguilar, presbítero y caballero de laorden de San Juan, y Alonso Sánchez, catedrático de griego, hebreo ycaldeo de la universidad de Alcalá, contestaron al libelo contra Lopecon otro titulado Expostulatio Spongiae, en el cual agobian á suídolo con las más exageradas alabanzas. Lope, según ellos, en vez dehaber faltado al arte dramático, encierra en sí cuanto este arte exige,y Rámila, por su heregía literaria, merecía ser azotado en público yhasta ahorcado. También el famoso Mariana, aunque poco inclinado alteatro, compuso un epigrama griego, en el cual se califica al crítico denecio orgulloso, de plagiario y de digno de la horca, y Mariner deValencia escribió otro latino, en el cual dice muy políticamente queRámila es un asno en cuerpo y alma, desde los piés á la cabeza.

Más ingeniosamente supo Lope burlarse de sus enemigos.

Hizo grabar en laportada de una obra suya un escarabajo, muriendo sobre la flor quedeseaba morder, y debajo el dístico siguiente:

«Audax dum vegæ irrumpit scarabæus in

hortos

Fragrantes periit victus odore rosæ.»

A esta querella alude acaso la fría alegoría de la disputa del tordo ydel ruiseñor, que se leen en la segunda parte de Filomena. Estapoesía, que apareció en 1621, se escribió quizás antes de esa fecha.

La colección de las comedias de Lope se había aumentado ya hasta formarocho volúmenes. Como se imprimieron sin la intervención del poeta,adolecían de graves mutilaciones. He aquí el motivo, que le indujo en1617, á publicar una edición auténtica, que comienza con la partenovena de la compilación.

En el prólogo dice el poeta, que sólo le hanmovido á dar sus comedias á la estampa las defectuosas ediciones, que sehan hecho de ellas, aunque no se hayan escrito con el propósito desometerlas á la crítica del público, aficionado á la lectura.

Compusoprólogos para cada uno de los volúmenes, revisó las comedias y cuidó deesta manera de la publicación de doce tomos (desde el IX al XX), quecomprenden 144 obras dramáticas; y que, por esta causa, han deconsiderarse como las más correctas y auténticas de la colección.

Cuando Felipe IV ascendió al trono español en 1621, disfrutaba Lope dela más ilimitada autoridad entre el público y los actores. Apasionadoeste soberano del teatro, dispensaba sus favores á todos los poetasdramáticos de alguna importancia, aunque, como era natural, losprodigase más á los más famosos.

Pero el joven monarca mostrabaespecial predilección á la pompa externa del arte, y edificó un teatroen su palacio del Buen Retiro, que por su lujo, la riqueza de susdecoraciones y lo perfecto de sus máquinas, aventajaba á todos.Agradábanle, por tanto, más que ningunas otras, las comedias que seprestaban á hacer alarde de notable aparato escénico, y no faltaronpoetas, que las compusiesen acomodadas á su objeto. Accediendo á losdeseos del rey, escribió también Lope algunas de esta especie, como Laselva sin amor, El vellocino de oro, Adonis y Venus y