LA
ARGENTINA,
O LA
CONQUISTA DEL RIO DE LA PLATA,
POEMA HISTÓRICO
POR EL
ARCEDIANO D. MARTIN DEL BARCO
CENTENERA.
BUENOS-AIRES.
IMPRENTA DEL ESTADO.
1836.
DISCURSO PRELIMINAR
a la
ARGENTINA DE BARCO CENTENERA.
Cuando salió á luz este poema sobre la conquista del Rio de la Plata,las musas castellanas habian desplegado, en las obras de Garcilaso,Herrera y Luis de Leon, un estilo culto y elegante. Ni la luchaintestina de Fernando el Catòlico contra los Moros, ni las guerrasexteriores de su sucesor Carlos V, fueron bastantes à detener losprogresos de las letras, que sin proteccion y estìmulo florecieron en elreinado sombrío é inquisitorial de Felipe II. El gusto de la literaturaitaliana, que à mediados del siglo XVI. se habia generalizado
en
España,y
el
verso
endecasilabo,
introducido por Boscan, pusieron en voga à losgrandes modelos que se ilustraron en la epopeya, y Ariosto, Camoens, yTaso, tuvieron sus émulos è imitadores.
Mientras que Zapata, Urrea y Samper celebraban à porfia las glorias deCarlos V, Pinciano escribia el Pelayo; Cueva, la Conquista de laBética; Hojeda, la Cristiada; Mosquera y Zamora, la Numantina y la Saguntina; y el fèrtil è inagotable Lope de Vega, la Dragontea, el Isidro y la Jerusalen. Entre tantos ensayos desgraciados, ocupaba unlugar eminente el poema de D. Alonso de Ercilla, que al relatar lossucesos de Arauco, podia decir como Enea quorum pars magna fui.
El mismo objeto se propuso D. Martin del Barco Centenera en su Argentina, en que describiò los acontecimientos que presenciaba, sinocon toda la escrupulosidad de un historiador, almenos con un fondo decandor que le grangea crédito y confianza. Nació en Logrosan, en elpartido de Trujillo en Extremadura, cerca del año de 1535, cuando sefundò por primera vez Buenos Aires, de la que estaba destinado á cantarla reedificacion.
Abrazò
el
estado
eclesiástico,
y
en
clase
de
capellanacompañò la expedicion que, en 1572, saliò del puerto de San Lucar, bajolos auspicios del Adelantado Juan Ortiz de Zárate. La descripcion deeste viage, una de las partes mas interesantes del poema, los amagos deuna tempestad, y los estragos del hambre que estallò en Santa Catalina,son pinturas animadas de los incidentes de una larga navegacion.
En los veinticuatro años que pasò en Amèrica, el deseo de observartantos objetos nuevos y curiosos, le hizo tomar parte en variasempresas, en las que arrostrò grandes peligros, siendo testigo deinfinitas desgracias: y al cuidado que tuvo de relatarlas debemos lasúnicas memorias que nos quedan de un perìodo importante en la conquistade estas regiones. Acompañó á Melgarejo y á Garay en casi todas susexpediciones, y, segun parece indicarlo, fué uno de los que concurrieronà la fundacion de Buenos Aires en 1580.[1]
De todas las privaciones que sufrió, la que mas le molestò fué elhambre. Sus efectos fueron sobre todo terribles en Santa Catalina, dondeá los horrores de una escasez absoluta se agregaron los de una crueldadrefinada en los gefes, que enviaban al cádalso á los que luchaban con lamuerte por falta de alimentos. El autor deplora estos rigores culpables;porque
La cosa á tal extremo habia llegado
Que carne humana ví que se comia.[2]
El mismo tuvo que echar mano de lagartijas, que no le parecieron tansabrosas como ciertos gusanos que comiò despues en las márgenes del rioHuybay. Los habia de dos especies, y se criaban en cañas mas corpulentasque los robles:
En muy poco difieren sus sabores:
Estando el uno y otro derretido,
Manteca fresca á mi me parecia;
¡Mas sabe Dios el hambre que tenia![3]
En uno de estos apuros tuvo que usar de su influjo para tranquilizar laconciencia de una muger, que habia hurtado un perro sin atreverse àechar mano de él. Este episodio puede servir á dar una idea del géniofestivo del poeta.
Viniendo de la iglesia una mañana
Que
habia
sacrificio
celebrado,
Una
comadre
mia,
Mariana,
De su pequeña choza me llamaba
En una isla, dó antes la tirana
Le habia á su marido sepultado:
Y oid lo que me dice muy gozosa,
Aunque del hecho suyo recelosa.
Un solo perro habia en el armada,
De gran precio y valor para su dueño:
Llamado, entró ese dia en su posada,
Mas nunca mas salió de aquel
empeño;
Porque ella le mató de una porrada,
Al tiempo del entrar, con un gran
leño.
Mostrándolo,
me
dice:
¿Qué
haremos?
Yo
dije:— Asad,
Señora,
y
comeremos.
Estos lances de la vida estàn descritos en un estilo fácil y natural,que es el tono ordinario del poeta; sin que le falte vigor paraelevarse, cuando su alma se halla profundamente conmovida. Si no fuerapor no multiplicar citas, reproduciriamos varios trozos que nos parecendignos de competir con los modelos mas acabados de la poesia castellana.Sirva de egemplo la octava, en que describe el hambre que asaltó à loscompañeros de D. Pedro de Mendoza en Buenos Aires:
Comienzan á morir todos rabiando,
Los rostros y los ojos consumidos.
A los niños que mueren sollozando
Las madres les responden con
gemidos:
El pueblo sin ventura lamentando
A Dios envia suspiros dolorosos:
Gritan viejos y mozos, damas bellas
Perturban con clamores las estrellas.[4]
Estos versos son tiernos, pero mas llenos de sensibilidad son los que leinspira la muerte de su compatriota Ana de Valverde.
Llore mi musa y verso con ternura
La muerte de esta dama generosa;
Y llórela mi tierra, Extremadura,
Y
Castilla la
Vieja
perdidosa:
Y llore Logrosán la hermosura
De aquesta dama bella, tan hermosa,
Cual entre espinas, rosa y azucena,
De honra y de virtudes tan bien llena.
Las Argentinas Ninfas, conociendo
De aquesta Ana Valverde la belleza,
Sus dorados cabellos descojendo,
Envueltas en dolor y gran tristeza,
Estan á la fortuna maldiciendo,
Las flechas y los dardos, la crueza
Del indio Mañuá, que así ha robado
Al mundo de virtudes un dechado.[5]
No es nuestro propósito exagerar el mérito poético de la Argentina; ymas bien quisiéramos que quedase reducido à lo que es puramenteindispensable para no fastidiar al lector que la consulta como monumentohistórico de la época á que pertenece. Cuando se considera que losacontecimientos de un perìodo, que comprende toda la administracion deGaray y la de su sucesor Mendieta, no tienen mas historiador que unpoeta, se siente la necesidad de acreditar, que
.........aunque su musa en verso canta,
Escribe la verdad de lo que ha oido
Y visto por sus ojos y servido.[6]
Este empeño en que se constituyò voluntariamente el autor, justifica suprincipal defecto, que es cierto aire prosaico, que es natural queprevalesca en una obra, despojada del brillante cortejo de lasficciones. Quítese todo lo que hay de fantàstico en los grandes poemasépicos, antiguos y modernos:—bórrense de la Eneida, de la Jerusalen yde la Lusiada, las pinturas de los Campos Eliseos, de los palacios y delas islas encantadas que tanto nos arrebatan, y no quedará mas que unafria narracion del viage de Eneas, de las guerras de Palestina y de lanavegacion de Vasco de Gama.
Esta especie de crónicas rimadas tienen todos los vicios de losgèneros bastardos, cuyo carácter ambiguo es el mayor obstàculo à superfeccion. Moratin en una de sus mejores sàtiras se declara contra estaclase de escritores, à los que dirige irònicamente los siguientesconsejos.
Sigue la historia religiosamente,
Y conociendo á la verdad por guia,
Cosa no has de decir que ella no
cuente.
No fingas, no; que es grande
picardia:
Refiere sin doblez lo que ha pasado,
Con nimiedad escrupulosa y pia;
Y en todo cuanto escribas ten cuidado
De no olvidar las fechas y las datas,
Que así lo debe hacer un hombre
honrado.[7]
Pero Moratin habla como poeta, y no piensa que pueda haber una sociedadque busque, en las pocas memorias coevas, tradiciones ciertas de suinfancia: porque en este caso los defectos que ridiculiza le hubieranparecido otras tantas recomendaciones. Si algo falta al autor de laArgentina es la nimiedad escrupulosa, que tanto desagrada al Terencioespañol.
Aun así, la autoridad de Centenera ha sido de tanto peso para sussucesores, que hasta han adoptado sus fábulas; y si por mucho tiempo seha creido en las Sirenas, en los Carbunclos y en otras patrañas delmismo quilate, es porque él aseguró que los habia visto con sus propiosojos.
Los servicios que prestò en la conquista de estas provincias, mas realesque estos juegos de una imaginacion acalorada, le merecieron el titulode arcediano de la Asumpcion, en cuyo caràcter acompañó à Fray AlonsoGuerra (recien promovido à la silla episcopal del Paraguay), al concilioconvocado en Lima en 1582, por el Arzobispo Melgarejo, mas conocido enlos fastos de la iglesia bajo el nombre de Santo Toribio con que fuécanonizado.
Para introducir alguna variedad en la relacion de estas tareas, pinta lahermosura y el lujo de las damas limeñas, de las que hace un retratoseductor.
Por las calles y plaza y las ventanas
Se ponen, que es contento de mirarlas,
Con ricos aderezos muy galanas,
Y pueden los que quieren bien
hablarlas.
No se muestran esquivas ni tiranas,
Que
escuchan
á
quien
quiere
requebrarlas:
Y dicen só el rebozo chistecillos,
Con que engañan á veces los
bobillos.[8]
En estos episódios, y en los que le ministran los acometimientos deDrake y Candish, acaba su poema, imitando en esto à Ercilla, que tambiense distrae en describir las batallas de San Quintin y Lepanto.Centenera, que no ponia mucha importancia en conservar la unidad delpoema, estuvo tentado de tratar de las guerras de Chile; y si no lohizo, no fué por respeto à los preceptos de Aristóteles, sino por el quele inspiraba el mérito de la Araucana. El elógio que hace de Ercilla eshonroso para entrambos.
Y pues que á Chile cupo tal belleza
De pluma, de valor, de cortesia,
No es justo que se atreva mi rudeza
Decir de Chile cosa: que seria
Muy loca presumpcion y gran
simpleza
Meter hoz en la mies no siendo mia.[9]
Su morada en Lima, y la obligacion de sostener con decoro su rango,agotaron su peculio y lo dejaron sumido en la indigencia. Acostumbrado àvivir en la mediocridad, hubiera sobrellevado con resignacion estadesgracia, si hubiese podido renunciar igualmente al deseo de volver ásu patria. Esta idea, que se habia apoderado de su espíritu, lo dispusoá la tristeza; y se hallaba en el mayor abatimiento, cuando
La Inquisicion le hizo comisario,
Y el Obispo de Charcas su vicario.[10]
En estas nuevas funciones pasó los ùltimos años de su residencia enAmèrica, hasta que en 1596 se resolvió á regresar á Europa. Al deseo dereunirse à su familia debiò agregarse el de dar publicidad á su poema,siendo imposible que lo verificase en Amèrica, donde aun no habiapenetrado el arte tipográfico. Desembarcó en Lisboa, en donde dió á luzla Argentina, en 1602, bajo los auspicios del Marques de CastelRodrigo, que gobernaba entonces el Portugal, à nombre de Felipe III:otra edicion publicó Barcia en el tercer tomo de sus Historiadoresprimitivos de las Indias occidentales; y ambas tan llenas de errores,que bastaria esta circunstancia á justificar su reimpresion.
Los ejemplares de que nos hemos valido, nos han sido franqueados, con suacostumbrada liberalidad, por el Sr.
Canònigo Dr. D. Saturnino Segurola;y no creemos que se halle en Buenos Aires otra copia de la edicion deLisboa. La que cita Pinelo[11], del año de 1631, si existe, debe sermucho mas rara que la primera; puesto que ha quedado ignorada á losdemas bibliògrafos.
El juicio de Azara, sobre el autor de la Argentina, no solo es severo,sino injusto: porque de todos los cargos que se le pueden hacer, el quenos parece mas infundado es, no haber puesto el menor cuidado enaveriguar la verdad de los hechos.[12]
Ciertamente, no son exactos todos los que alega; pero este defectoparcial, y excusable, por ser comun à todos los escritores de aquelsiglo, no le quitan el mérito de habernos transmitido con fidelidadmuchas noticias que ignorariamos sin èl; en lo que no puede menos deconvenir el mismo Azara.[13]
Tambien se equivoca cuando dice que la Argentina comprende losacontecimientos de la conquista de estas provincias, hasta el año de1581: porque en el canto XXIV
se describen minuciosamente lascircunstancias de la muerte de Garay, que acaeció en 1584; y en elùltimo se habla de la victoria de los portugueses sobre Candish, quecorresponde al año de 1592.
Una segunda parte, de la que se ocupaba el autor cuando publicó supoema[14], quedó interrumpida por su muerte, que lo acometiò pocodespues, en una edad avanzada, y fuera de su patria, adonde habiadeseado tanto volver.
Buenos Aires, Junio de 1836.
PEDRO DE ANGELIS.
AL MARQUES DE CASTEL RODRIGO,
Virey, Gobernador y Capitan General de Portugal, por el Rey D. FelipeIII, Nuestro
Señor.
D. MARTIN DEL BARCO CENTENERA,
ARCEDIANO DEL RIO DE LA PLATA.
Habiendo considerado y revuelto muchas veces en mi memoria el gran gustoque recibe el humano entendimiento con la lectura de los varios ydiversos acaecimientos de cosas, que aun por su variedad es lanaturaleza bella; y que aquellas amplísimas provincias del Rio de laPlata estaban casi puestas en olvido, y su memoria sin razonobscurecida, procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendì y vìen ellas, en veinticuatro años que en aquel nuevo orbe peregrinè:—loprimero, por no parecer al malo é inutil siervo que abscondiò el talentorecibido de su señor:—lo segundo, porque el mundo tenga entera noticiay verdadera relacion del Rio de la Plata, cuyas provincias son tangrandes, con gentes tan belicosas, animales y fieras tan bravas, avestan diferentes, víboras y serpientes que han tenido con hombresconflicto y pelea, peces de humana forma, y cosas tan exquisitas, quedejan en éxtasis à los ánimos de los que con alguna atencion lasconsideran.
He escrito, pues, aunque en estilo poco pulido y menos limado, estelibro, á quien intitulo y nombro Argentina, tomando el nombre delsubjecto principal que es el Rio de la Plata; para que V. E., si acasopudiera tener algun rato como que hurtado à los necesarísimos y gravesnegocios de tan grande gobierno como sus hombros tienen, pueda confacilidad leerle, sin que le dè el disgusto y fastidio que de las largasy prolijas històrias se suele recibir; y héme dispuesto à presentarla yofrecerla á V. E., como propia suya; pues, segun derecho, los bienes delsiervo son vistos ser del señor.
Y así confio que, puesto en la posesion del amparo de V.
E., cobraránuevo ser y perpetuo renombre mi trabajo; y pido à Dios te siga solohaber acertado á dar à V. E. algun pequeño contento con este mipaupèrrimo servicio: lo que será para mi muy aventajado prémio, ycrecerán en mì las alas de mi flaco y débil entendimiento para volar,aspirando siempre à cosas mas altas y mayores: enderezadas todas à sufin debido, que es el servicio de Dios, de S. M. y de V.
E., à quienDios nos guarde por largos y felicísimos tiempos, para el buen gobiernoy amparo de este reino, y como yo siervo y perpetuo capellan de V. E.deseo.
De LISBOA, 10 de Mayo de 1601.
[pág. 1]
LA ARGENTINA.
CANTO PRIMERO.
En que se trata del órigen de los Chiriguanas ó Guaranís,
genteque come carne humana, y del descubrimiento del
Rio de la Plata.
————————————
Del indio Chiriguana encarnizado
En carne humana, orìgen canto solo.
Por descubrir el ser tan olvidado
Del Argentino reino, ¡gran Apolo!
Envìame
del
monte
consagrado
Ayuda con que pueda aquí, sin dolo,
Al mundo publicar, en nueva historia,
De cosas admirables la memoria.
Mas ¡qué digo de Apolo, Dios eterno!
A vos solo favor pido y demando.
Què mal lo puede dar en el infierno
El que en continuo fuego está
penando.
Haré con vuestra ayuda este cuaderno,
Del Argentino reino recontando
Diversas aventuras y estrañezas,
Prodigios,
hambres,
guerras
y
proezas.
Tratar quiero tambien de sucedidos
Y estraños casos que iba yo notando.
De vista muchos son, otros oidos,
Que vine à descubrir yo preguntando.
De personas me fueron referidos
Con quien comunicaba, conversando
De
cosas
admirables
codicioso,
Saber
por
escribirlas
deseoso.
[pág.
2]
Perú de fama eterna y estendida
Por sus ricos metales por el mundo;
La
Potosì
imperial
ennoblecida,
Por tener aquel cerro tan rotundo;[15]
La
tucumana
tierra
bastecida[16]
De cosas de comer, con el jocundo
Estado del Brasil, daràn subjecto
A mi pluma que escriba yo prometo.