Se vence navegando su corriente.
De mas de treinta leguas es su boca,
Y dos cabos y puntas hace llanas.
Al tiempo que en la mar brava se
emboca,
Al un cabo dos islas, como hermanas,
Estan, que cada cual parece roca.
Los Castillos se dicen, muy cercanas
Al cabo que nombré Santa Maria,
Que poco de estas islas se desvía.
Al otro cabo, Blanco le llamamos,
El cual en la mar entra mas derecho
Y mas bajo, y por esto navegamos,
Por mas seguro este otro, un poco
trecho.
Despues al otro cabo nos tornamos,
El cual está á la banda del Estrecho:
Entrambas costas son muy peligrosas,
Y de futuros casos portentosas.
Pasadas estas islas de Castillos,
Adelante estan dos algo mayores:
De los Lobos se dicen, que lobillos
Como becerros hay, poco menores.
Un poco mas arriba dos islillos
Estan, nombrados islas de las Flores,
Y habiendo treinta leguas caminado,
Al puerto San Gabriel hemos llegado.
Siete islas hay en él, altas, graciosas,[38]
Un poco de la tierra desviadas,
[pág. 15]De palmas y laureles muy
copiosas,
Estan aquestas islas bien pobladas.
Aquí llegan las naves poderosas,
Como salen de España despachadas.
Frontero es Buenos Aires ya poblado,
Y del sur importuno resguardado.
De ancho nueve leguas ó mas tiene
El rio por aquí, y muy hondable.
La nave hasta aquí segura viene:
Que como el ancho mar es navegable,
Pasado este parage le conviene
Al piloto mirar el gobernable,
En la mano llevando siempre sonda,
O seguir la canal que va bien honda.
Doce leguas de aquí Martin Garcia,[39]
Una isla de este nombre está llamada:
Una legua de tierra se desvía,
Y mas de legua y media es
prolongada.
A partes por el bosque está sombria,
Y á partes tierra alta y asombrada,
Don Pedro, y Juan Ortiz allí poblaron,
Y de hambre mucha gente sepultaron.
Aquí llegó Eduardo de Fontano,
El año sobre mil y los quinientos
De ochenta con mas dos, con viento
sano,
Mas no supo de pueblos ni de
asientos:
Que si acaso supiera el luterano
Que allí habia poblados y cimientos,
Sin duda en pesadumbre nos pusiera,
Que habia el aparejo en gran manera.
Cuatro leguas de aquí ya navegadas
Las islas de San Lázaro estan juntas,
De tierra media legua desviadas
A dó enderezan ambas sendas puntas.
[pág. 16]Estan aquestas islas separadas,
Aunque al parecer no estan disjuntas,
Y habiendo media legua navegado,
Está el Uruguay, rio afamado.
Es rio de caudal y poderoso,
Su boca legua y media casi tiene.
Entra en este parage muy furioso,
Que de peñas y riscos altos viene.
En él entra otro rio con reposo,
Que al parecer entrando se detiene;
Al cual San Salvador llamó Gaboto,
Antes que de los indios fuese roto.
A dos leguas entra otro, que es
nombrado
El Rio Negro, que Hum tenia por
nombre.
Aquí en nuestros tiempos se han
hallado
Pescados
semejantes
mucho
al
hombre.[40]
Aquesto de pasada lo he tocado,
Ninguno de léerlo aquí se asombre,
Que, siendo Dios servido, en otro
canto
Diré cosas de vista y mas espanto.
Dejemos este rio, que corriendo
De allá hácia el Brasil viene derecho;
Y en él se vienen otros mil metiendo,
Que le tienen famoso y grande hecho.
Al nuestro de la Plata revolviendo,
Desde aquí él comienza á ser
deshecho,
Y en once brazas grandes se reparte,
Tirando cada cual su larga parte.
Del rio Nilo refieren escritores
Lo mismo: pero es tanta la grandeza
De aqueste y de sus brazos, que
mayores
Los juzgo, que no estiman la braveza
Del Nilo en tanto grado los autores.
Y si del Nilo fuera la estrañeza
[pág. 17]Tan grande como este, y se
escríbiera,
Al mundo admiracion mayor pusiera.
En el nuestro se forman muy
hermosas
Islas, de á doce leguas y mayores:
En sus tiempos muy frescas y
frondosas,
Pobladas de mil rosas y de flores:
De caza y bastimentos abundosas;
En ellas Guaranís son pobladores,
Sin que alguna nacion otra se atreva
En él poblar, en ella hacer prueba.
Pasadas estas islas, torna el rio
A su primera madre acostumbrada.
De una y otra parte gran gentío
La tierra firme tiene bien poblada.
El Guaraní les manda con gran brio,
Que tiene la mas tierra sujetada:
Entre ellos Yamaudú, gran hablador,
Que se titula y nombra Emperador.
Este malvado y perro como artero,
A todos los mas indios comarcanos
Los trae á su opinion al retortero:
Y como son los indios tan livianos,
Y el pica su poquillo en hechicero,
Donde el pone los pies ponen las
manos:
De suerte que si quiere hacer la
guerra,
Al punto le vereis juntar la tierra.
Y no piense el que lea aquesta história
Que al falso Yamandú perecedero
Le falta quien levante su memoria,
Que en mi tiempo murió: mas su
heredero
Levantar procurò su fama y gloria:
Y lo hizo en mas grado que el
primero.
Así que Yamandú, es el dictado,
Y nombre que se pone el que ha
heredado.
De
aquelle
trataremos
adelante,
De sus embustes, falsos y marañas.
De cuerpo y parecer era gigante,
Y así lo demostraban sus hazañas.
Un poco tiempo fuí su doctrinante,
[pág. 18]Teniendole en prision, á dó sus
sañas
Procuré doctrinar: trabajé en vano,
Porque era muy malvado este pagano.
De aquí el rio arriba, navegadas
Ciento y veinte leguas ya del rio,
Otras islas estan tan bien pobladas
De gentiles naciones y gentío.
Timbues las mas de ellas son
llamadas,
Que muy poco temor tienen al frio.
La torre de Gaboto está cercana
Y la gente llamada Cherandiana.
De allí á veinte leguas, otro asiento,
Que Santa Fé se dice, está poblado:
Garay le dió principio y fundamento,
Cuando Martin Suarez ha mandado.
Tratarse ha en otra parte aqueste
cuento:
Volvamos al negocio comenzado.
El rio hace aquí muchos islones,
Poblados de onsas, tigres y leones.
Al pié de ochenta leguas adelante
El grande Paraguay entra famoso,
Con mas quietud se muestra, y mas
semblante
A este rio corriendo con reposo.
El Paraná se aparta allá á levante,
De á dó corre con fuerza muy furioso;
Del norte corre el otro, consumiendo
Las aguas que el Perú viene virtiendo.
Entrando el Paraná está Santa Ana,
De Guaranís provincia bien poblada.
Es tierra aquesta firme buena y llana,
Que mucha de la dicha es anegada.
Empero esta enjuta es muy galana,
De nuestros españoles conquistada;
Y así tienen aquí repartimiento
Los que en el Paraguay tienen asiento.
La peña pobre está mas adelante:
Es alta como roca muy crecida.
Aquí han visto muchos un gigante
De gran disposicion y muy crecida.
No está, segun yo supe, el aquí
estante:
[pág. 19]Que allá la tierra adentro es su guarida;
Mas viene aquí á pescar muy á
menudo,
De sus redes cargado, mas desnudo.
Arriba de aquí están los remolinos,
Que es cosa de admirar y gran
espanto.
En el medio del agua hay torbellinos,
Como suele acá en tierra: y esto tanto,
Que navegando algunos, los vecinos
Celebran sus exéquias con gran
planto,
Diciendo que Caribdis está á punto,
Para lo que viniere tragar junto.
Aquí muchas canoas se han perdido,
Y muchos en mi tiempo se anegaron.
Muy mal al de la Puente ha sucedido,
Y á aquellos que con él aquí bajaron.
Que habiéndoles Caribdis sumergido,
Las vidas y haciendas trabucaron,
Y aquellos, que mejor les fué en la
féria,
Aun lloran todavia su miseria.
El Salto ya me está gran priesa dando,
Diciendo este lugar ser propio suyo:
Y yo, solo en lo estar imaginando,
De miedo, y de pensarlo de mí huyo.
Decir aqueste cuento procurando
La mano está temblando, y lo rehuyo;
Por ser la cosa horrible y espantosa,
Y en todo el Paraná maravillosa.
Por aquí el Paraná dos leguas tiene,
Y peñascos y sierras hasta el cielo:
Y al pié de una gran legua de aquí
viene
Con impetu furioso y crudo vuelo.
Cualquiera que navega le conviene
Con tiempo tomar tierra, que en el
suelo
De mil picas en alto dará cierto:
Por tanto muy de atras se toma puerto.
De legua mas atras encanalado
El
Paraná
desciende
poderoso:
Un peñasco terrible está tajado
De á dó se arroja y cae muy furioso.
El estruendo que hace es muy
sobrado,
[pág. 20]Y el humo al aire tiene
tenebroso,
Una noche dormí en una sábna,
Dos leguas de él, mas fué la Toledana.
Yo proprio lo he oido á naturales,
Tratando de este salto y su grandeza,
Que estaban con temores desiguales,
A oir aquel sonido y su braveza.
Las aves huyen de él; los animales,
Oyendo su estruendo, sin pereza
Caminan, no parando apresuradas,
Y con temor las colas enroscadas.
Despues está Guaira, ciudad enferma,
Y que por Malgarejo fué poblada.
Mas él, podrá decir cierto Belerma,
De mi para mi mal fué engendrada.
Es causa que Rui Diaz nunca duerma,
La
gente
Chiriguana
levantada,
Por donde el pobre viejo anda á la
guerra
Con tino, por tener en paz la tierra.
Poblada está tambien otra ciudad,
Cuarenta leguas mas arriba de esta.
En ella hay de metales cantidad,
Empero, aunque los haya ¿de que
presta?—
Hablando como es justo la verdad,
Que el hombre es lo que solo allá les
resta,
Pues vemos plomo saca Melgarejo,
Y hierro, con tener poco aparejo.
Al Paraná es ya tiempo que dejemos,
Y al Paraguay ameno revolvamos;
En el cual á la clara bien veremos,
Que está cifrado el bien que
deseamos.
El
bien,
digo,
que
en
tierra
pretendemos,
Que agora del divino no hablamos;
Que aquese solo y sumo bien superno,
Está solo en gozar de Dios eterno.
Entrando al Paraguay á izquierda
mano,
El Ipití se vé, que es rio famoso:
Muy plácido desciende por un llano
De palmas y laureles muy copioso.
El
Paraná-miri
está
cercano,
[pág.
21]Que
al
Paraná
traviesa
caudaloso,
Haciendo triangular una isla llana,
De doce leguas casi de sabána.
Si en este riachuelo el otro fuera,
Que dicen á buscar su muger iba,
El rio arriba espanto no pusiera;
Pues vemos que este corre hácia
arriba
Algunas veces, y es de esta manera,
Que es justo la razon aquí se escriba:
Está cuando uno crece el otro bajo,
Y el chico corre arriba y corre abajo.
No corre el Paraguay tanto furioso,
Y es un rio mayor que él de Sevilla,
De vista y parecer es muy gracioso,
Con ribera vistosa y linda orilla.
De frescas arboledas muy copioso,
Y en partes prado verde á maravilla.
Tambien tiene en los valles mas
cercanos
Lagunas,
negadizos
y
pantanos.
Una laguna tiene de gran fama
Llegada al Ipití que dicho habemos.
De los Mahomas es, y así se llama,
Que
aquesta
gente
habita
sus
extremos.
En el rio Bermejo se derrama,
Y que esta tenga perlas lo sabemos,
El Mahoma, Señor de esta laguna,
Estando en la Asumpcion me diò mas
de
una.
En gran precio las perlas estos tienen;
Empero ellos no saben horadarlas.
Si en su asiento españoles se detienen,
De los hostiones procuran de sacarlas,
Y al español con ellas luego vienen.
El órden pues que tienen en pescarlas
Es facil; que en pequeños redejones,
A veces sacan veinte y mas hostiones.
Antes de la Asumpcion hay angostura
Del rio, y así corre allí furioso.
Alegre es por allí y de frescura,
De muchas arboledas muy umbroso:
Con islas que hay en él de hermosura
Estraña, y parecer muy deleitoso.
Entra aquí Pilcomayo que, vertiendo
[pág. 22]Sus aguas, del Perú viene
corriendo.
Cuatro leguas arriba está situada
La gran ciudad, antigua y populosa,
Que es dicha la Asumpcion, que fué
poblada,
Por Salazar en era muy famosa.
Es aquesta ciudad tan regalada,
Que mi pluma escribirlo aquí no osa:
Algunos, por baldon con mal aviso,
La llaman de Mahoma paraiso.
Poblóse de muy buena y noble gente,
En tiempo de D. Pedro de Mendoza,
Aunque hay, como sabemos, al
presente
En abundancia ya de toda broza.
La causa de este mal inconveniente
Pareceme
será
la
gente
moza,
Que, aunque salen valientes y
esforzados,
Al mal y no al bien son muy
inclinados.
Gran copia de mestizos hay en ella,
Pero mas abundancia de mugeres:
Porque la guerra hace en ellos mella,
La cual sin interes y sin haberes,
Con solo el fin la siguen de tenella.
Y así, lector curioso, si quisieres
El número saber de las doncellas
De cuatro mil ya pasan como
estrellas.
De frutos de la tierra y de Castilla,
De pan, y vino, y carnes y pescado
Hay copia; pero oid la maravilla,
Que sé que aconteció un dia pasado.
Un
peje
palometa,
que
freilla
Pensaba
una
muger
enharinado,
De la sartén saltó muy derrepente,
Y el dedo le cortó redondamente.
Un palmo y mas tendrá la palometa,
Y mayor en el ancho que una mano.
A donde hace presa fuerte aprieta,
Como suele hacer el crudo alano.
Es cosa de notar ver que acometa
Este pequeño pez á todo humano.
Del rio ví salir un dia un soldado
[pág. 23]Gritando, y en el muslo un gran
bocado.
Jugóse allí al presente que faltaba
De carne media libra al desdichado,
Y el peje palometa lo llevaba
En la boca redondo aquel bocado.
Mas de otro oí decir que lamentaba
Su suerte desastrosa y triste hado,
Que en la boca de un pez perdido
habia,
Lo que el pez le cortó con gran porfia.
Dorados hay enormes y crecidos,
Mandís, rayas, pacues amarillos:
Muchos pescados hay desconocidos,
Por tanto determino no escribillos.
Los indios naturales mantenidos
Los mas son de pescado y venadillos,
Los Guaranís son solo labradores,
Los mas dados á caza y pescadores.
Aves
la
tierra
cria
diferentes,
Que habitan por las islas de este rio,
Pavas y avestruces muy valientes,
Neblies y falcones de gran brio.
Culebras hay y vívoras, serpientes,
Que han tenido con hombres desafio:
En otro canto aquesto contaremos,
Y
cosas
admirables
trataremos.
Que aquesto ahora tocamos de
pasada;
Y cierto que en pensar yo la estrañeza
De las cosas que he visto, embelezada
Me queda la memoria, y mi rudeza
En estasis se pone enagenada,
De toda la humana naturaleza:
Y habiendo de escribirlo todo en suma
La mano está temblando con la
pluma.
Dejemos, pues, ya el rio, que
corriendo
Por èl quinientas leguas sin contento,
Del enemigo á veces yo huyendo,
Jamas pude hallarle nacimiento.
De otros con porfia les siguiendo,
He hallado el principio y fundamento;
Y quiero darle ya al canto tercero,
Que cosas espantosas cantar quiero.
[pág. 25][pág. 24]
————————————
CANTO TERCERO.
En que se trata de la calidad de la tierra, animales reptiles,
yespantosìsimas víboras y serpientes; de la sirena, del
carbunclo,de unas mariposas, que se tornan en gusanos,
y despues en ratones,y otras maravillas.
————————————
Demas de que en nosotros señalada
La lumbre està de Dios como
creemos,
Y el alma por él mismo fué criada
A su bendita imagen, lo leemos.
Para que de esta suerte doctrinada
En bien fuese así mismo; si queremos
Mirar
las
corporales
criaturas,
Veremos que son vivas escripturas.
La flor de la granada ó granadilla
De Indias, y misterios encerrados,
¿A quien no causarà gran maravilla?
Figúranse los doce consagrados,
De una color verde y amarilla:
La corona y los clavos tresmorados
Tan natural estan, y casi al vivo,
Que yo me admiro agora que lo
escribo.
Un àrbol hay pequeño de la tierra
Que tiene rama y hoja menudita:
En tocando la hoja ella se cierra,
Y en el punto se pone muy marchita.
Yo he visto yendo veces à la guerra
Por los campos aquesta yerbecita,
Caycobé se llama, y es tenida
Por yerba viva, y nòmbranla de vida.[41]
Quièn no se admirarà luego en oyendo
Que hay un papagallo muy hermoso,
[pág. 26]La hembra cuando huevos va
poniendo,
Tres pone, que es el nùmero gracioso.
Al punto que los pollos van saliendo
Conoce el papagallo el que es vicioso
Y sobra; y asì le mata en aquel dia,
Dejando macho y hembra para cria.
Al Micuren diò Dios una bolsilla[42]
Por medio de los pechos, en que
encierra
Siete ù ocho