¿Qué
tenéis,
padre
y
señor,
Mi solo y único bien?
DON BERNARDO
Vergüenza
de
que
me
ven
Venir vivo y sin honor.
DOÑA MARÍA
¿Cómo sin honor?
DON BERNARDO
No
sé.
Déjame, por Dios, María. 150
DOÑA MARÍA
Siendo
vos
vida
en
la
mía,
¿Cómo
dejaros
podré?
¿Habéis
acaso
caído?
Que los años muchos son.
DON BERNARDO
Cayó
toda
la
opinión
Y
nobleza
que
he
tenido.
No
es
de
los
hombres
llorar;
Pero
lloro
un
hijo
mío
Que
está
en
Flandes,
de
quien
fío
Que
me
supiera
vengar.
Siendo
hombre,
llorar
me
agrada;
Porque
los
viejos,
María,
Somos
niños
desde
el
día
Que nos quitamos la espada.
DOÑA MARÍA
Sin
color,
y
el
alma
en
calma,
Os
oigo,
padre
y
señor;
Mas
¿qué
mucho
sin
color,
Si
ya
me
tenéis
sin
alma?
¿Qué
había
de
hacer
mi
hermano?
¿De quién os ha de vengar? 170
DON BERNARDO
Hija, ¿quiéresme dejar?
DOÑA MARÍA
Porfías,
Señor,
en
vano.
Antes
de
llorar
se
causa
La
excusa,
pero
no
agora;
Que
siempre
quiere
el
que
llora
Que le pregunten la causa.
DON BERNARDO
Don
Diego
me
habló,
María...
Contigo
casarse
intenta...
Respondíle
que
tu
gusto
Era
la
primer
licencia,
Y
la
segunda
del
Duque.
Escribí,
fué
la
respuesta
No
como
yo
la
esperaba;
Que
darte
dueño
quisieran
Estas
canas,
que
me
avisan
De
que
ya
mi
fin
se
cerca.
Puse
la
carta
en
el
pecho,
Lugar
que
es
bien
que
le
deba;
Que
llamarme
deudo
el
Duque
Fué
de
esta
cruz
encomienda.
Vino
á
buscarme
don
Diego
Á
la
Plaza
(¡nunca
fuera
Esta
mañana
á
la
Plaza!),
Y
con
humilde
apariencia
Me
preguntó
si
tenía
(Aunque
con
alguna
pena)
Carta
de
Sanlúcar.
Yo
Le
respondí
que
tuviera
Á
dicha
poder
servirle:
Breve
y
bastante
respuesta.
Dijo
que
el
Duque
sabía
Su
calidad
y
nobleza;
Que
le
enseñase
la
carta,
Ó
que
era
mía
la
afrenta
De
la
disculpa
engañosa.
Yo,
por
quitar
la
sospecha,
Saqué
la
carta
del
pecho,
Y
turbado
leyó
en
ella
Estas
razones,
María.—
Quien
tal
mostró,
que
tal
tenga.—
«Muy
honrado
caballero
Es
don
Diego;
pero
sea
El
que
ha
de
ser
vuestro
yerno
Tal,
que
al
hábito
os
suceda
Como
á
vuestra
noble
casa.»
Entonces
don
Diego,
vuelta
La
color
en
nieve,
dice,
Y
de
ira
y
cólera
tiembla:
«Tan
bueno
soy
como
el
Duque.»
Yo
con
ira
descompuesta
Respondo:
«Los
escuderos,
Aunque
muy
hidalgos
sean,
No
hacen
comparación
Con
los
príncipes;
que
es
necia.
Desdecíos,
ó
le
escribo
Á
don
Alonso
que
venga
Desde
Flandes
á
mataros.»
Aquí
su
mano
soberbia...
Pero
prosigan
mis
ojos
Lo
que
no
puede
la
lengua.
Déjame;
que
tantas
veces
Una
afrenta
se
renueva,
Cuantas
el
que
la
recibe
Á
el
que
la
ignora
la
cuenta.
Herrado
traigo,
María,
El
rostro
con
cinco
letras,
Esclavo
soy
de
la
infamia,
Cautivo
soy
de
la
afrenta.
El
eco
sonó
en
el
alma;
Que
si
es
la
cara
la
puerta,
Han
respondido
los
ojos,
Viendo
que
llaman
en
ella.
Alcé
el
báculo...
Dijeron
Que
lo
alcancé...
no
lo
creas;
Que
mienten
á
el
afrentado,
Pensando
que
le
consuelan.
Prendióle
allí
la
justicia,
Y
preso
en
la
cárcel
queda:
¡Pluguiera
á
Dios
que
la
mano
Desde
hoy
estuviera
presa!
¡Ay,
hijo
del
alma
mía!
¡Ay,
Alonso!
¡Si
estuvieras
En
Ronda!
Pero
¿qué
digo?
Mejor
es
que
yo
me
pierda.
Salid,
lágrimas,
salid...
Mas
no
es
posible
que
puedan
Borrar
afrentas
del
rostro,
Porque
son
moldes
de
letras,
Que
aunque
se
aparta
la
mano,
Quedan en al alma impresas. ( Vase. ) 260
ESCENA III
DOÑA MARÍA, LÜISA
LUISA
Fuése.
DOÑA MARÍA
Déjame
de
suerte
Que no pude responder.
LUISA
Vé
tras
él;
que
puede
ser
Que
intente
darse
la
muerte,
Viendo perdido su honor. 265
DOÑA MARÍA
Bien
dices:
seguirle
quiero;
Que
no
es
menester
acero
Adonde sobra el valor. ( Vanse. )
ESCENA IV
Cuarto en la cárcel de Ronda.
DON DIEGO, FULGENCIO
FULGENCIO
La
razón
es
un
espejo
De consejos y de avisos. 270
DON DIEGO
En
los
casos
improvisos
¿Quién puede tomar consejo?
FULGENCIO
Los
años
de
don
Bernardo
Os ponen culpa, don Diego.
DON DIEGO
Confieso que estuve ciego. 275
FULGENCIO
Es
don
Alonso
gallardo
Y gran soldado.
DON DIEGO
Ya
es
hecho,
Y yo me sabré guardar.
FULGENCIO
Un
consejo
os
quiero
dar
Para asegurar el pecho. 280
DON DIEGO
¿Cómo?
FULGENCIO
Que
dejéis
á
España
Luego que salgáis de aquí.
DON DIEGO
¿Á España, Fulgencio?
FULGENCIO
Sí;
Porque
será
loca
hazaña
Que
á
don
Alonso
esperéis;
Que,
fuera
de
la
razón
Que
él
tiene
en
esta
ocasión,
Pocos
amigos
tendréis.
Toda Ronda os pone culpa.
DON DIEGO
Claro
está,
soy
desdichado...
Pues
el
haberme
afrentado
Era bastante disculpa.
FULGENCIO
Mostraros
la
carta
fué
Yerro de un hombre mayor.
DON DIEGO
En
los
lances
del
honor
¿Quién hay que seguro esté?
FULGENCIO
El
tiempo
suele
curar
Las cosas irremediables.
ESCENA V
EL ALCAIDE DE LA CÁRCEL, con barba y bastón.—DICHOS
ALCAIDE ( á don Diego)
Una
mujer
está
aquí
Que quiere hablaros.
DON DIEGO
Dejadme,
Fulgencio, si sois servido.
FULGENCIO
Á veros vendré á la tarde. ( Vase.)
ALCAIDE
Llegó
á
la
puerta
cubierta;
Pedíle
que
se
destape,
Y
dijo
que
no
quería.
Parecióme
de
buen
talle
Y
cosa
segura;
en
fin,
Gustó
de
que
la
acompañe
Á vuestro aposento.
DON DIEGO
Que
entre
La
decid,
y
perdonadme;
Que
es
persona
principal,
Si es quien pienso.
ALCAIDE
En
casos
tales
Se
muestra
el
amor.
( Vase. )
( Dentro. Entrad.)
ESCENA VI
DOÑA MARÍA, cubierta con su manto.—DON DIEGO.
DON DIEGO
¡Sola,
mi
señora,
á
hablarme,
Y
en
parte
tan
desigual
De vuestra persona y traje!
DOÑA MARÍA
Dan
ocasión
los
sucesos
Para desatinos tales.
DON DIEGO
Descubríos,
por
mi
vida,
Advirtiendo
que
no
hay
nadie
Que aquí pueda conoceros.
DOÑA MARÍA
Yo soy.
DON DIEGO
Pues ¡vos en la cárcel!
DOÑA MARÍA
El
amor
que
me
debéis
Desta
manera
me
trae;
Que
agradecida
del
vuestro,
Me
fuerza
á
que
me
declare.
Á
pediros
perdón
vengo,
Y
á
que
no
pase
adelante
Este
rigor,
pues
el
medio
De
hacer
estas
amistades
Es
el
casarnos
los
dos;
Que
cuando
á
saber
alcance
Don
Alonso
que
soy
vuestra,
No
tendrá
de
qué
quejarse.
Con
esto
venganzas
cesan,
Que
suelen
en
las
ciudades
Engendrar
bandos,
de
quien
Tan
tristes
sucesos
nacen.
Vos
quedaréis
con
la
honra
Que
es
justo
y
que
Ronda
sabe,
Satisfecho
el
señor
Duque,
Desenojado
mi
padre,
Y
yo
con
tan
buen
marido,
Que
pueda
mi
casa
honrarse
Y don Alonso mi hermano. 345
DON DIEGO
¿Quién
pudiera
sino
un
ángel,
Señora
doña
María,
Hacer
tan
presto
las
paces?
Vuestro
gran
entendimiento,
Y
divino
en
esta
pa