esta obra como una de las mejorescomedias del teatro moderno y hasta se atreven a compararla con lasgrandes producciones del teatro clásico que floreció en España en elsiglo XVII.
Las otras dos obritas que acompañan en esta edición a Los interesescreados representan en pequeño el modo como Benavente acostumbraescribir sus comedias contemporáneas. La lectura de ellas darásuficiente idea de la finura y la gracia propias de este escritor y almismo tiempo dará a conocer unas cuantas escenas vivas y animadas en lasque tipos más o menos corrientes de la sociedad española expresan, conla mayor naturalidad y verdad posibles, su manera de ser.
Note
[1]Hay una semejanza bastante grande entre el retrato queCervantes ha dejado escrito de sí mismo y la fisonomía de Benavente;salvo el color del pelo, que en Cervantes era rubio en la barba ycastaño en la cabeza y que en Benavente es más bien negro, hay unanotoria coincidencia en los demás rasgos.
Cervantes era «de rostroaguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegresojos, y de nariz corva aunque bien proporcionada..., los bigotesgrandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos,... elcuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño,... algo cargado deespaldas y no muy ligero de pies.» (Cervantes, Prólogo a las Novelasejemplares) SIN QUERER
BOCETO DE COMEDIA EN UN ACTO Y EN PROSA
Estrenado en el Teatro de la Comedia el día 3 de marzo de 1901
REPARTO
PERSONAJES
ACTORES
LUISA
SRA. PINO
UNA DONCELLA SRTA. SAMPEDRO
PEPE
SR. BENAVENTE
DON MANUEL
» RUBIO
En Madrid.—Gabinete elegante
SIN QUERER
ACTO ÚNICO
Escena Primera
LUISA, la DONCELLA y después PEPE
DONCELLA. ¡Señorita Luisa, señorita Luisa!
LUISA. ¿Ha subido?
DONCELLA. Sí.
LUISA. ¿Por la escalera de servicio? ¿No le ha visto nadie?
DONCELLA. Por la escalera de servicio. ¡Cómo se conoce que
la señoritano está acostumbrada a estas cosas!... ¡Para llamar más la atención!...
LUISA. Es verdad; los porteros le conocen; y sobre todo, con que[3.1]papá no le vea... Corre, que pase,[3.2] y ten mucho cuidado; en cuantosalga mi tío de hablar con papá, nos avisas[3.3]...
DONCELLA. Descuide usted.
LUISA. Y no vayas a decir a nadie...
DONCELLA. ¡Señorita! Porque me haya usted oído[3.4] contar más de cuatrocosas que ha visto una[3.5]. .. Tratándose de usted[3.6]
ya sé que estono será ninguna trapisonda, aunque lo parezca.
LUISA. Por supuesto... Ya lo sabrás... Anda, no hagas ruido alpasar[3.7] por el gabinete. ( Sale la doncella. A poco entra Pepe. ) PEPE. ¡Luisita!
LUISA. ¡Chist! No digas nada, no levantes la voz, no te muevas...Tenemos que hablar; siéntate. No dejes el sombrero, no fumes... ¡Uf, quéhumo! No dejes ahí el cigarro. Siéntate, hombre,[4.1] siéntate. Yasupondrás[4.2] por qué te he llamado de esta manera...
PEPE. Sí; supongo...
LUISA. No supones, lo sabes... Sabes que mi padre y el tuyo conferencianen este momento.
PEPE. ¿En este momento?
LUISA. Sí. Se han encerrado en el despacho. Y era urgente, preciso, quenosotros nos viéramos antes a solas, con toda libertad, para ponernos deacuerdo... Nuestros padres deciden allí; pretenden decidir de nuestroporvenir, disponer de nuestro corazón[4.3]. .. Ya estás enterado; quierencasarnos.
PEPE. Sí; papá siempre me estaba diciendo: «Las bodas deben
hacerse enfamilia; hay más probabilidades de acertar... En nuestra familia hayexcelentes muchachas; debes fijarte en una de tus primas.» Pero laverdad, como sois veintitantas en la familia... era imposible fijarse...
LUISA. Papá estaba siempre con la misma canción; pero como
el únicoprimo casadero de la familia eres tú, cuando papá me decía: «Debescasarte con uno de tus primos», ya sabía yo que el primo eras tú.Comprende que hay mucha diferencia de[4.4]
poder escoger entreveintitantas a[4.4] no tener dónde escoger...
Pero aparte de eso, laidea de nuestros padres es ridícula. ¿Por qué nos hemos de[4.5] casarnosotros? ¿Me quieres tú a mí? ¿Te quiero yo a ti? Es decir, nosqueremos... así, como buenos parientes... y eso es lo malo; mejor seríaque no nos quisiéramos nada; yo creo que me sería más fácil querertemucho de pronto no habiéndote querido nunca nada... Pero pensar ahora:«¡Ea!, voy a quererle más, debo quererle más.» ¿Por qué voy a querertehoy más de lo que te quería ayer? Y, francamente, queriéndote hoy comote quería ayer, es un disparate que piensen que nos casemos mañana.
PEPE. Sí, es expuesto.
LUISA. Y vamos a ver, ¿qué te ha dicho tu padre? Supongo que antes dedecidirse a hablar con el mío seriamente te habrá dicho[5.1] algo.
PEPE. Me ha dicho lo que me dice siempre que se enfada conmigo, cuandole pido dinero, cuando paga mis cuentas: «Ya es hora de que[5.2] acabenlas locuras.» Papá llama locuras a las cuentas de 500 pesetas paraarriba... Ya ves, ésas son locuras del sastre, del camisero... «Espreciso que pienses en casarte...»
LUISA. Eso es; cuando el señorito da guerra en casa...
PEPE. Y tu padre, ¿cuándo piensa casarte a ti?
LUISA. ¡Ay! Siempre que nos toca el turno del Real[5.3] y le obligo adejar su partida de tresillo. Lo que es[5.4] las noches de tercerturno,[5.5] no le importaría[5.6] verme casada con cualquiera. Y
en papáse comprende ese afán... Viudo, con sus ocupaciones...
Yo no puedosoportar a las ayas, ni a las señoras de compañía; así es que vivosacrificada, porque papá sólo se presta a acompañarme al teatro Real;eso sí, las noches que cantan La Walkyria ¡me da una lástima!
PEPE. Sí, tú, la verdad, sola con tu padre desde muy niña,[5.7]
yadebías haberte casado...
LUISA. ¿Ya? No dirás tú como papá, que me estoy pasando...
PEPE. ¡Qué disparate!
LUISA. No; es que como me pusieron de largo muy pronto, porque di unestirón a los catorce años, la gente cree que tengo más edad. Pero túsabes...
PEPE. ¡Ay, si lo sé![6.1] Soy un viejo comparado contigo.
LUISA. Viejo, no; pero no estás para[6.2] perder el tiempo.
Nuestrospadres tienen razón; debemos casarnos; pero cada uno por su lado. ¿No teparece? No es que yo sea romántica (en toda mi vida habré leído dosnovelas), ni que yo sueñe con ideales, ni con príncipes encantados; peroestas bodas, arregladas en familia, me parecen bodas de interés, deconveniencia... Un poco de poesía nunca está de más... Sobre todo,que[6.3] nosotros[6.4] se puede decir que no nos conocemos. ¿Qué sabestú de mí? ¿Qué sé yo de ti? Ni me ha importado nunca saberlo. ¿Sabessiquiera si yo he tenido algún novio?
PEPE. No, que yo sepa, y hemos ido juntos alguna vez a bailes y hemospasado juntos todo un verano.
LUISA. Pues entonces tenía yo novio, ya ves, y ni siquiera te enteraste;eso prueba lo que te importaba.
PEPE. ¡Ah, sí, aquel majadero!... ¿Cómo había de
importarme?[6.5]
LUISA. Pues si me hubieras querido como pariente siquiera, debía haberteimportado que yo tuviera relaciones con un majadero.
PEPE. Estaba seguro de que[6.6] tienes demasiado talento para conocerloy no casarte con él...
LUISA. Muchas gracias, pero sigues equivocado; estaba
enamoradilla[6.7]de él, y él de mí, no se diga;[6.8] ¡y si vieras cuando un hombre seenamora de verdad, qué difícil es distinguir a un majadero de un hombrede talento!...
PEPE. No es verdad; un tonto no puede querer como una persona detalento, ni se le puede querer lo mismo.
LUISA. ¿Por qué no? Mira, a las mujeres lo que nos halaga es que pornuestro cariño se transformen los hombres en otros. El cariño es siemprerevolucionario, y para el caso lo mismo da que diga la gente:«Fulanito,[7.1] que era tan simple, cómo se va avispando[7.2] desde queusted le quiere.» O que diga: «Menganito, un hombre de tanto talento,¡qué tonterías[7.3] hace desde que se ha enamorado de usted!» Por eso yono me casaría con un santo...
¿Qué iba yo a cambiar[7.4] en un santo?Pero un hombre, así... algo extraviado... que se dejara convertir poco apoco. ¡Qué bonito!
Querer a un hombre, casarse con él y, al poco tiempo,que aquel hombre sea otro hombre...
PEPE. Un marido de gran espectáculo, con mutaciones.[7.5]
LUISA. Ahí tienes lo que me parece imposible contigo: porque tú no eresbueno ni malo, no tienes grandes defectos ni grandes virtudes. ¿Estoyequivocada?
PEPE. ¡Quién sabe, quién sabe!
LUISA. No; me parece[7.6] que contigo no hay sorpresas...
PEPE. ¡Quién sabe, quién sabe!
LUISA. ¿De veras? ¿No eres lo que pareces?
PEPE. ¡Quién sabe, quién sabe!
LUISA. ¡Ay! No seas pesado; dime ese secreto...
PEPE. Si yo no tengo secretos;[7.7] digo, ¡quién sabe!, porque yo no sénada.
LUISA. Pero tú, ¿no has querido nunca?
PEPE. Alguna vez.
LUISA. ¿Novia formal?[7.8]
PEPE. No, muy loca.
LUISA. Digo,[7.9] pensando en casarte.
PEPE. Pensándolo mucho.
LUISA. ¿Y por qué la dejaste?
PEPE. Porque me enteré de que quería a otro.
LUISA. Entonces di que la que te dejó fue ella.
PEPE. No, ella no quería dejarme; estaba también por las mutaciones,pero por otro sistema.
LUISA. ¿Y sentiste mucho aquel desengaño?
PEPE. ¡Ya lo creo! Fue cuando pasé aquella temporada en París paradistraerme.
LUISA. Sí, es verdad. Vaya, vaya, pareció[8.1] la novelita.
PEPE. Cuando tío Ramón fue a buscarme, comisionado por papá, porque lehabían dicho que yo tenía allí amores.
LUISA. ¡Qué gracioso! Con una francesa... Y tío Ramón, quieras queno,[8.2] te trajo de una orejita.. .[8.3]
PEPE. A mí, no; adoptó el sistema más práctico, se la trajo a ella... Enel teatro Japonés la tienes[8.4] cantando.
LUISA. ¡Pobrecito! Todas te dejan... Debes tener el
corazóndestrozado...
PEPE. No lo creas, fortalecido. Mis equivocaciones en la vida han sidoengaños, no desengaños, y no me han entristecido ni me han vueltodesconfiado siquiera. Mi corazón está abierto de par en par.
LUISA. Esperando el cariño soñado, el ideal... ¿No es eso?
PEPE. Yo nunca he creído que el cariño..., el amor, en el lenguajepoético, sea la felicidad por sí solo; nos lleva dulcemente de la manohasta la entrada; pero después el camino es penoso, y el amor, débilniño, tiene que transformarse en algo más serio, más fuerte, para seguiradelante, en deber, en sacrificio...
LUISA. Está muy bien eso que dices... ¡Primera sorpresa!
PEPE. ¡Bah! Tantas sorpresas podía[9.1] darte, y tú a mí, y los dos anosotros mismos... ¿Qué sabemos de la vida? ¿Cómo nos han educado? Conel sistema de los padres en España: de considerar a los hijos siemprecomo chiquillos; yo, en mi casa, soy siempre Pepito; tú, Luisita,siempre para tu padre: dos chiquillos de quien[9.2] sólo se esperaalguna travesura, de quien nada se toma en serio; nuestros caprichos,más o menos discutidos, satisfechos siempre; niños mimados por nuestrospadres, mal dispuestos a ser maltratados por los demás en la vida.Cuando empecemos a vivir por nosotros mismos, pecaremos de osados o detímidos; no sabremos ir con la tranquila seguridad que da la confianzaen sí mismo, porque nuestros padres nos han dicho: «No seas así», o«Debes ser así»; pero «Así eres», nunca. Yo no sé cómo soy, y a ti tepasará lo mismo.
LUISA. Tienes mucha razón. No nos enseñan a conocernos. Y
ahora, porquea nuestros padres se les antoja que todo se quede en casa,[9.3] porquenos juzgan además incapaces de elegir por nosotros mismos, nos dicen,sin más ni más, «a casaros», y, de buenas a primeras, novios un par demeses, y asunto concluido, y después desgraciados para toda la vida...Si no estuviéramos de acuerdo para oponernos... Yo te confieso que noseré la primera en decir que no; tú debes ser quien...
PEPE. Me opondré.
LUISA. Dices que soy muy buena, muy bonita, todo lo que quieras; peroque no soy la mujer soñada... Tú tendrás tu ideal, como todo el mundo. Apropósito, ¿cómo es tu ideal?
PEPE. ¿Mi ideal? ¿Para mujer propia? Vas a reírte.
LUISA. ¿Rubia? ¿Morena? ¿Alta? ¿Bajita?
PEPE. No lo sé. Va vestida de gris; es lo único que puedo decirte.
LUISA. ¡Qué chifladura!
PEPE. Como en un cromo inglés que vi hace muchos años: una
de esasescenas plácidas de pintura inglesa; una muchacha vestida de gris, quepreparaba el pudding de Navidad, y a su lado, sentado, un joven, elesposo o el prometido, y alrededor unos gatos, y en el fondo unos viejosleyendo la Biblia; y al otro lado, por una puerta abierta a un jardín,unos niños muy rubios, jugando. Había no sé qué en aquel cromo, laescena, el color, un tono general que lo envolvía todo,[10.1] el colorde la dicha a que puede aspirarse en este mundo.
LUISA. ¿Color de rosa?
PEPE. No, agrisado; un tono muy dulce; la dicha que se sueña, sí[10.2]es de color de rosa; la que puede lograrse, la de la vida, es siempregris, el color de la melancolía resignada, de la tristeza bondadosa quesonríe y perdona y ama.
LUISA. Yo tengo un vestido gris, no sé si será de ese tono exacto; me lopondré un día para parecerme a tu cromo inglés, digo, a tu ideal; seráen lo único que[10.3] me parezca.
PEPE. Y yo, ¿qué he de hacer para parecerme a tu ideal?...
LUISA. ¿A mi marido ideal? ¡Ay! Yo sé perfectamente cómo no ha de ser;pero cómo ha de ser no sabría decirlo.
PEPE. ¿Y cómo no ha de ser?
LUISA. De muchos modos. No creas, los defectos grandes no me asustantanto como los pequeños, esos defectillos que hasta parecen gracias yson los más peligrosos para la intimidad de toda la vida. Por ejemplo:yo tengo una amiga que se ha casado con un muchacho ejemplar, un modelo,todo el mundo lo dice; pues el otro día estuvieron aquí de visita, y porun solo detalle me atrevo a pronosticar que no serían[11.1] felices.Verás, parece una tontería; el marido le dijo a su mujer: «Merceditas,llevas un descosido.» Y se lo dijo de un modo que indicaba que en aquelmatrimonio el marido sería siempre el primero que viera los descosidos.
PEPE. ¡Qué gracioso!
LUISA. Es que aquello sólo indicaba un cambio de papeles muy antipático.¿Pues qué me dices cuando en un matrimonio es el marido el que tiene queadvertir que se gasta mucho? ¡Qué cosa más fea cuando la mujerestá[11.2] a todas horas: «Yo compraría esto, yo tendría esto otro»; yel marido: «Que[11.3] la vida es muy cara, que no podemos gastartanto!...» En cambio,
¿hay nada más bonito para una mujer que, sin pedirnunca nada, verse obsequiada por su marido de cuando en cuando
concualquier regalito, y, disimulando mal la alegría,
reprenderlecariñosa:[11.4] «¿Por qué has comprado esto? No estamos para gastos; tehabrán llevado un dineral, y es de muy buen gusto», aunque sea unmamarracho y sepamos que le ha costado tres pesetas?
PEPE. Sabes mucho...
LUISA. Es mi sistema con papá, y así consigo que siempre me
estéregalando, algunas veces cosas horribles; pero ¡líbreme Dios dedecírselo! Y lo mismo haría con mi marido. Hay mujeres tan mal educadasque cambian en las tiendas los regalos que las traen sus pobrecitosmaridos, tan ufanos, creyéndolos del mejor gusto... Tú dirás que en quécosas me fijo[11.5] y a qué detalles doy importancia...
PEPE. No, no; estamos conformes... Yo también doy mucha importancia alos detalles... y pienso como tú...
LUISA. Así comprenderás que no estaba dispuesta a casarme contigo, nicon nadie, sólo por complacer[12.1] a papá.
PEPE. Ni yo contigo; puedes creerlo.
LUISA.
Creían,
porque
a
ellos
les
conviniera[12.2]. ..
Afortunadamente,verán que los dos estamos de acuerdo, y no habrá desaire por parte deninguno.
PEPE. Por mi parte, nunca lo hubiera habido;[12.3] me hubiera presentadoaquí como novio por no contrariar[12.4] a papá, y hubiera hecho todo loposible por parecerte mal.
LUISA. Pues hubiera sido un noviazgo famoso, porque yo pensaba tambiénparecerte insoportable.
PEPE. Afortunadamente, has tenido una gran idea; después de estaentrevista...
LUISA. ¿No era lo mejor? Hablar claro, hablando se entiende la gente; yalo has visto: hablando aquí, a solas, sin fingimientos, dejándonosllevar de la conversación sin querer...
PEPE. Y sin querernos... he descubierto que tengo una prima encantadora.
LUISA. Y yo que tengo un primo muy simpático y muy razonable, que piensacomo yo en muchas cosas de la vida.
PEPE. Es que piensas muy bien en todo.
LUISA. De manera que nuestros padres, si no consiguen lo que seproponen, han conseguido algo mejor para nosotros: que desde hoy nosestimemos de verdad; cuando antes, a mí, te lo confieso, me erasindiferente, pero[12.5] muy indiferente.
PEPE. Como tú a mí.
LUISA. ¡Y querían casarnos!
PEPE. Ya ves, ¿cómo era posible?
LUISA. Me parece que nunca se habrá descompuesto una boda
másamistosamente.
PEPE. De seguro que, casándonos, no estaríamos tan contentos el uno delotro.
LUISA. Ya quisiera yo, si algún día me caso, que mi marido se parezca ati en algo.
PEPE. Y yo que mi mujer se parezca a ti en todo.
LUISA. ¿De veras?... ¿De qué te ríes?
PEPE. ¿Pero te has fijado en lo que estamos diciendo?
LUISA. ¿Eh?... Pues es verdad. Pero ¡qué tontos! ¡Qué tontos!
Ahoraresulta que casi nos hemos enamorado el uno del otro.
PEPE. Y que en vista de eso decidimos no casarnos... ¿Qué te parece? Esgracioso...
LUISA. Sí; es gracioso...
ESCENA II
DICHOS y la DONCELLA
DONCELLA. ¡Señorita! Su tío de usted sale en este momento del despacho.
PEPE. Ha terminado la conferencia.
LUISA. Y nuestra conspiración. En cuanto baje tu padre la escalera,sales[13.1] por aquí. Papá vendrá en seguida a darme cuenta delresultado de la entrevista. ¡Si supiera!...
DONCELLA. Han cerrado la puerta de la calle.
LUISA. Pues anda..., vete...
PEPE. Yo quisiera saber, ya que estoy aquí... ¿No podría esperar?...
LUISA. Si papá te ve...
DONCELLA. Sí, en mi cuarto; venga usted.
LUISA. No, no; si lo ve alguien...