Por el momento estamos en el período de transición, con la escuelareligiosa que, ayudada por la inercia intelectual que comportan 18siglos de oscurantismo, en credulidad e ignorancia crónicas, educa a losniños para las verdades y las virtudes del pasado, y la escuela liberalque los educa para las posibilidades del presente en rumbo al porvenir;con escuela sectaria que cierra y la escuela positiva que reabre lacuriosidad humana, esa benéfica hambre de saber y de inventar que nosda, en término medio, una maravilla por semana.
Entre nosotros, el progreso del liberalismo es bastante satisfactorio,si se considera que surgimos a la refulgente libertad moderna desde lamiserable intelectualidad medioeval, tan celosamente preservada por losfrailes en la España y en sus colonias; que aun no llevamos un siglo devida independiente y que su primera mitad fue, fatalmente, laprolongación del terrorismo y del oscurantismo coloniales, que hicieronfracasar la temprana iniciativa liberal de Rivadavia, y proscribieron lailustración clausurando las escuelas en la época de Rosas, después de lacual fueron reabiertas bajo la férula de los sacerdotes—beneficiariosen todas las épocas de salvajismo; que nuestra instrucción pública sóloes aproximadamente laica desde 1884; que hasta el setenta y tantos losinternos de los recientes colegios nacionales solíamos tener que fugar,todavía, saltando las paredes del fondo para escapar a la confesiónobligatoria en semana santa; que la humanidad no produce sino uneducador en cada siglo, como dijo Emerson, y que recién empezamos a noechar de menos a Sarmiento en la dirección superior de la instrucciónpública; que nuestra ley de matrimonio civil es de ayer y la estadísticaarroja, ya en nuestra gran capital dos tercios de matrimonios sinintervención del cura; que la casi totalidad de nuestros hombres madurostuvieron fresco el entendimiento cuando estaban verdes y no se habíandifundido aún, con los ferrocarriles y la prensa, las ideas y lossentimientos modernos, cada día más amplios en el amor a la verdad y ala humanidad, que inducen a las almas bien templadas a trabajar en estemundo de los vivientes para dejarlo a su partida mejor que loencontraron a su llegada, a la inversa de ese mezquino sentimiento delos creyentes en la magia religiosa que los induce a dar y legar a lasiglesias para el bien de su alma exclusivamente.
LAS ÚLTIMAS AURORAS
El siglo XIX es el punto de partida de una nueva era más preñada debeneficios para los hombres que la que se abrió con el sermón de lamontaña; es el momento del tiempo en que los hombres más altamentecivilizados empiezan a dejar de pedirle a Dios que los haga buenos ysabios y fuertes, para esforzarse en serlo por sí mismos; adesentenderse de los mundos imaginarios para sacar partido del mundoreal, saliendo del redil de la revelación para conquistar la naturaleza,cambiando su punto de mira del pasado al porvenir, del fatalismo aldeterminismo, de la oración a la acción, del desalentado pesimismo alanimoso optimismo, sueltas las alas del espíritu para explorar todos loshorizontes sin pasaporte de la autoridad eclesiástica; emancipados deesa tonta piedad por los muertos que mantiene a los creyentes llorandoestúpidamente sobre las miserias remediables del presente por lasdesgracias irremediables del remoto pasado, afligidos por lossufrimientos de Jesús, de los mártires y de todos los difuntos yperfectamente insensibles a los sufrimientos de los vivientes;esclavizando al prójimo para explotarlo en vez de apropiarse las fuerzasde la naturaleza para libertar los brazos del hombre, horadar lasmontañas, surcar los mares, canalizar los ríos, acortar las distancias ypenetrar en las entrañas de las cosas para descubrir sus leyes, aislarlos microbios, inventar los sueros y los anestésicos y descubrir lapedagogía y la psicología, la asepsia y la antisepsia, que lespermitieran llegar a sus propias entrañas físicas y mentales, paraextirparse las infecciones, los tumores, los cálculos y los quistes, losmalos humores y las malas pasiones, en la plena seguridad de que haya ono haya Dios, el que haya hecho más bienes y menos males, el que hayasido más útil a los suyos y a los extraños, el que menos haya padecidode la ira del odio y más haya disfrutado del amor y la amistad, en unapalabra, el que
"haya sido una grande alma en este mundo, tendrá másprobabilidades de ser una grande alma en cualquier otro mundo".
En el siglo XIX, en efecto, se ha librado la batalla decisiva entre losnuevos y los viejos ideales, que se baten ya en retirada.
Los derechosdel hombre están desalojando a los del sacerdote y del rey, la nobleza yel clero han perdido sus privilegios seculares, la dignificantesolidaridad está sustituyéndose a la humillante caridad, ha tenido lugarla emancipación de los siervos y la liberación de los esclavos, y detrásde ellos el obrero socialista, no el obrero católico que se empeña enseguir siendo del cura, el obrero ha entrado a ser persona, con derechode vivir, de pensar y de luchar por la emancipación económica, para elmejoramiento de su condición social por una más justa participación enlos frutos de su trabajo. Y finalmente, la mujer, la hija y esclavaespiritual del confesor—el secular intruso en el hogar
católico—suegrosuplementario
en
el
matrimonio
religioso, recuperando su personalidad,se incorpora, ella también,
al
movimiento
emancipador
de
la
raza
humanasubyugada por la Iglesia divina.
Entretanto, felices nosotros que podemos presenciar en estos momentos elcrepúsculo de lo que fue y la aurora de lo que será.
Dichosos nosotrosque podemos pensar y decir sobre el futuro y el pasado lo que se nosvenga a la mente, sin temor de que nos atormenten, nos quemen o nosdestierren los ministros de Dios ofendido y enojado por ello, como lohacían con nuestros abuelos, casi sin temor de que nos injurien, noscalumnien y nos persigan, como lo hacían con nuestros padres, losrepresentantes oficiales del Dios de bondad.
Los que tienen motivos sobrados para estar quejosos, apenados y tristesno somos, ciertamente, los que tenemos la conciencia libre de terroresfantásticos y a nuestro alcance la ciencia, que es el poder de hacermilagros efectivos, sistema Edison, Röntgen, Marconi, etc., etc., sinolos fabricantes de terrores y milagros imaginarios, los sacrificadoresde la verdad humana a la verdad divina, los ayer omnipotentesfulminadores de las iras y de las venganzas del Todopoderoso, hoyexpulsados como leprosos mentales de la nación más adelantada de laEuropa, y sin poder defenderse, porque aquella arma formidable con quegobernaron al mundo hasta el siglo XVIII—la excomunión—está reducidapor el progreso de la razón humana al modesto rol de carabina deAmbrosio.
EL PASADO Y EL FUTURO
Si un loco antihumanitario se echara hoy a buscar un medio de gravar alos hombres con el máximum de incapacidades, gastos, trabajos ypenalidades, para el más inútil de los objetivos imaginables,seguramente no podría encontrar nada tan eficaz como las religionesreveladas "antes de la ciencia y la civilización", como dice A. France.
Por ese doble juego de gobiernos simultáneos, mancomunados ysuperpuestos sobre el pueblo, el temporal para las necesidades de estemundo, el espiritual para las necesidades del otro, nuestros antepasadostreparon la cuesta de la vida con dos enormes pulpos sobre las espaldas,que les impedían desarrollarse y crecer, arrebatándoles todavía la mayorparte del mezquino fruto de sus amenguadas energías, en compensación deltrabajo que se tomaban para coartarles el pensamiento—que es una formadel movimiento, como la electricidad, el magnetismo o la luz,—matarlesel espíritu de iniciativa y tutearlos después que les habían tullido lacapacidad de obrar y de conducirse solos.
Aprender de memoria el ininteligible catecismo—el librejo más lleno deabsurdos y patrañas después del Corán—asistir obligatoriamente a todoslos actos y ceremonias religiosas, diurnas y nocturnas, no pensar sinpermiso del cura, ayunar, confesarse, comulgar, hacer penitencias,afligirse y llorar en los días y horas prefijados, obedecer a la campañade la iglesia como las mulas al cencerro de la madrina, pagar a lossacerdotes los diezmos y primicias, fuera de los impuestosextraordinarios por milagros accidentales y por cada uno de losacontecimientos de la vida, desde el nacimiento hasta después de lamuerte, en los funerales y los "cabos de años", todo bajo pena deexcomunión, persecución,
confiscación
de
bienes,
y
destierro
o
muerte.Comprar al príncipe el derecho de vivir sometido a todos sus caprichos ybrutalidades, y el de trabajar bajo los reglamentos más estúpidamenteantieconómicos, en el mejor de los casos—en el del hombre libre—eranciertamente condiciones sociales, económicas y morales que hacíanimposible la prosperidad del habitante y el progreso de la nación.
Sólo por la disminución del gobierno espiritual de la Iglesia y delgobierno temporal de los príncipes, y en la medida en que se lograban alinflujo de la filosofía y de las ciencias renacientes, por explosionessucesivas de los doblemente oprimidos y explotados, ha venidoacrecentándose la capacidad humana por la vida humana.
Y como en los países protestantes disminuyó primero el gobiernoeclesiástico por la secesión con el papado y la supresión de losmilagros, la confesión, la comunión, las indulgencias y el óbolo de SanPedro, fue en ellos donde primero se acrecentó por la fe en la ayudapropia que sustituyó a la fe en el auxilio milagroso de los santos, lacapacidad del individuo y la correlativa prosperidad de las naciones. Ycomo en España y en Italia fue más cargosa la tiranía eclesiástica,fueron también en ellas más agobiado el individuo y más empobrecida lacomunidad por la Iglesia que había hecho de las sagradas escrituras noun faro sino un presidio de la inteligencia humana, un presidio sin airey sin luz, al que los protestantes le pusieron con el libre examen,puertas y ventanas.
Cuando los romanos llegaron al Egipto, no pudo resistirles, porque lossacerdotes absorbían en este país la tercera parte de la riquezanacional, para sus inútiles mojigangas. A su vez las exacciones delfisco romano, centuplicadas por la avaricia insaciable de lospublicanos, habían destruido in situ la fuerza del imperio, desdemucho antes de las invasiones de los bárbaros, y las explotaciones de laavaricia sacerdotal, reforzada por el Santo Oficio y los jesuítas, yadmirablemente secundada por la imbecilidad de los reyes y de losministros fanáticos, que expulsaron a los judíos y a los moros parahacer la unanimidad católica, convirtiendo al habitante en siervo de laIglesia y a los 3|5 del territorio fértil en bienes de mano muerta,aniquilaron tan radicalmente la energía humana del imperio en que no seponía el sol, que, sin empujones de afuera, se cayó de decadenciaespontánea por debilidad intrínseca, como se están cayendo los pueblosmusulmanes del presente.
Y como es natural que el remedio sea más grande donde es más grande elmal, según ocurrió en la revolución francesa, si los países latinosaventajaran a los anglosajones en desprenderse completamente de eseenervante y costoso gobierno de las conciencias por el Vaticano, como loha iniciado la Francia, recobrarían, en el futuro, el terreno perdido enel pasado.
Porque se puede prever, desde ahora, la universal superabundancia decapacidad humana para los problemas de la vida humana, que sobrevendrácuando hayan desaparecido del todo, con la clase sacerdotal que losexplota, los problemas de la vida futura, que hoy consumen todavía partetan considerable de la energía humana en costosas ceremoniasabsolutamente inútiles y en afanes sobre el vacío para hallar las másdiversas y disparatadas soluciones ilusorias de lo insoluble.
DIOS MEDIOEVAL Y DIOS MODERNO
El concepto de la glorificación de Dios por la anulación voluntaria delhombre, arrodillado ante su creador, de miedo a su creador, que es laidea madre subyacente en la ordenación católica del pensamiento humano,la que engendró el oscurantismo, el misticismo y el monasticismo sobrela abdicación de la razón, de la virilidad, de la voluntad y de ladignidad humanas, la que informa toda la conducta de la Iglesia en suguerra sin cuartel contra todos los progresos de la humanidad poriniciativa del hombre, ese principio fue el alma de las sociedadescristianas del pasado, fundadas sobre el derecho divino, fatalmentesectario, autoritario y absolutista.
El concepto de la glorificación del Creador por el engrandecimientointelectual, moral y material de sus criaturas, fruto superior de larazón moderna, formada lenta y subrepticiamente por la filosofíamoderna, sobre los restos del pensamiento griego salvado por los árabesdel vandalismo cristiano
de
los
primeros
siglos
de
fe,
este
principioesencialmente afirmativo y constructivo, concorde con la ley deevolución, por el que el hombre marcha paralelo con las fuerzas de lanaturaleza y fortalecido por ellas, como diría Emerson, tandiametralmente opuesto al principio esencialmente negativo e inactivo dela teología cristiana que se propone, como el paganismo, contrarrestarlas energías de la naturaleza con la magia religiosa, esta dignificantey operante concepción de la vida, levadura del liberalismo y alma de lacivilización moderna, fue adoptada y apadrinada desde su nacimiento porla franc-masonería,
que
se
reconstituyó
para
propender
aldesenvolvimiento de la verdad, la justicia y la fraternidad, sobre losDerechos del Hombre, al fin proclamados netamente en la declaración dela independencia americana, y sobre las ruinas de la Bastilla, en elúltimo tercio del siglo XVIII.
Hay, pues, una oposición fundamental, perfectamente caracterizada desde1864 por el Syllabus de Pío IX, entre la manera cómo entienden concurriral progreso los albañiles del templo de la justicia, que, prescindiendode las diferencias de raza, nacionalidad, color, condición social yopinión política o religiosa, trabajan para ensanchar la libertad, laigualdad y la fraternidad humanas, y la manera cómo entienden servir aDios los hombres y las mujeres que renuncian al esfuerzo, al pensamientoy la acción, y se confinan en la pasividad y la esterilidad voluntariasde la oración, la penitencia y la humillación, en este mundo de losvivos, para ser recompensados en el de los muertos.
LA SOCIEDAD PRESENTE Y LA FUTURA
En estas sociedades que descansan, todavía, sobre el lujo y la miseria,sobre la ociosidad de los unos y el trabajo de los otros, lo que lospadres quieren procurar a sus hijos no es la capacidad para producir,sino la capacidad para disipar, la posibilidad de disfrutar sinproducir, en una palabra: la riqueza. Y lo que hombres y mujeres buscanprincipal o secundariamente en el matrimonio, es la dote inmediata o laherencia en perspectiva.
Y desde que la riqueza confiere la posibilidad de alcanzar los honores ylos privilegios, y la satisfacción de todos los gustos, los apetitos ylas vanidades en boga, y aun la de comprar a la Iglesia la salvacióneterna, y que ella pueda ser adquirida por medios ilícitos o perversos,con más o menos riesgos, hay un premio eventual para la depravaciónmoral, una seducción permanente—que en muchos países y en ciertasocasiones suele hacerse irresistible—para la mentira, el robo, elpeculado, el fraude, el asesinato y la guerra.
Sin duda la profesión de bellaco, que es entre los musulmanes y que portantos siglos ha sido en la cristiandad el medio más rápido y eficaz deconquistar honores y privilegios y de alcanzar títulos de nobleza, en elachatamiento universal de los pobres de espíritu que elaboraba laIglesia, se viene haciendo cada vez más peligrosa y menos lucrativa yhonorífica, con el reverdecimiento de la energía al influjo de losideales modernos, pero, todavía, y particularmente en los paísescatólicos y ortodoxos, el inquilino de la sociedad contemporánea estáinstalado en un plano fuertemente inclinado hacia la perversidad humana,resultando siempre más o menos ineficaces para contenerlo arriba todoslos terrores
en
uso,
civiles
o
religiosos, y
todos
los
surtidorespermanentes o occidentales de energía moral.
Pero, según el rumbo que llevan las ideas avanzadas del presente, en lasociedad del porvenir, lo que los padres querrán dejar a sus hijos, loque buscarán en el matrimonio los hombres y las mujeres, será "la saludo la plenitud que responden a sus propios fines y tienen para ahorrar,correr e inundar los alrededores y crujir por las necesidades de losotros hombres", como dice Emerson; será la aptitud para conducirse yprosperar por sí mismo, la capacidad intelectual, moral y física para lafelicidad humana por la fraternidad humana, la sensatez, la dulzura, labelleza de alma; por el trabajo, el amor y la amistad, según aquellaexacta definición de la dicha, que la hace consistir en "tener siemprealgo que hacer, alguien a quien amar, alguna cosa que esperar".
Transformados así los ideales directrices de la conducta individual,esclarecida y reafirmada esa tendencia natural primaria del espíritu aestimar a los individuos según el bien que produzcan para los demáshombres, que no ha suscitado los tiranos y los usureros, pero sí losmártires de las ciencias y las artes, los héroes de la libertad, de lajusticia, de la fraternidad, de la filantropía, los exploradores, losinventores, los educadores, los pensadores, los músicos, los poetas, losconspiradores, los patriotas, el bienestar del individuo, que hastaahora "depende de lo que se anexa, absorbe o apropia, dependerá de loque irradie", como dice Hubbard, y entonces el plano en que se deslizala conducta personal en la sociedad habrá invertido su inclinación de lainiquidad a la rectitud, del egoísmo al altruismo, de la soberbia a labenevolencia, de la insolencia a la cortesía, de la hipocresía a lasinceridad, de la mentira a la verdad, y habrá llegado para el común delas gentes esa situación de las almas superiores en todos los tiempos,desde Sócrates, Platón, Jesús, Epicteto y Marco Aurelio, hasta elfilósofo de Massachussets, que la describe así: "Todo hombre tienecuidado de que no le engañe su vecino. Mas llega un día en que se cuidade no trampear él a su vecino".
EL PORVENIR
En el siglo XIX la vida humana ha sido alargada en diez años por lasupresión de las epidemias, tanto y tan inútilmente suplicada a Dios,puesto que dependía del adelanto de las ciencias humanas que él no podíacrear y difundir, y de las obras de salubridad que él no podíaconstruir; por la disminución de la miseria que dependía de la libertadpolítica, de los métodos económicos y de las máquinas que él no podíainventar; por la disminución de la imbecilidad humana mediante laeducación y la instrucción, que Dios no puede hacer y que están haciendolas escuelas y las universidades.
"El cuerpo, que es el irreconciliable enemigo del alma en la doctrinacristiana" está recibiendo ahora, hasta de los creyentes en la virtudpóstuma, de la mugre y de las llagas, atenciones que el gran Pascalhubiera considerado pecaminosas.
En el último siglo la pena de muerte ha sido gradualmente restringida, yreducidas las prisiones en número y en grado de mortificación a la mitadde lo que fueron en el precedente, y la tendencia está pronunciada en elsentido de transformarlas en reformatorios por el trabajo y lainstrucción, mientras una educación más racional acabe por hacerlasinnecesarias, pues
"las malas pasiones no son, como dice Manuel Ugarte,carne del hombre, sino enfermedad adquirida del ambiente en la niñez".
Cuando la felicidad humana era poca y la infelicidad era mucha, aquéllaalcanzaba apenas para unos cuantos acaparadores y ésta sobraba para elresto de los hombres. Por efecto de los trabajos de las ciencias y lasartes liberales que suprimen progresivamente la segunda, y de lasreivindicaciones del pueblo que extienden periódicamente la primera, laeducación de la inteligencia y de los sufrimientos, el bienestar y ladicha, podrán alcanzar para todos los hombres y las mujeres, y aunsobrar algo para los animales inferiores que también lo necesitan.
"El misterio de la justicia, que antes estaba en manos de los dioses,resulta estar en el corazón del hombre, que contiene al mismo tiempo lapregunta y la respuesta, y que quizás algún día se acordará de ésta",dice Maeterlinck.
"Llegará a ser materia de asombro, dice Spencer, que haya existidogentes que encontraran admirable disfrutar sin trabajar, a costa de losque trabajaban sin disfrutar", y sir Oliver Lodge encuentra ya extrañoque un individuo pueda vender un pedazo de la Inglaterra para subeneficio particular.
"La humanidad está creciendo en inteligencia, en paciencia, enbenevolencia—en amor", dice Hubbard. Los hombres de bien empiezan aencontrar en los afectos del hogar y de la amistad alegrías ysatisfacciones bastantes para sentirse ampliamente compensados de todassus virtudes en la tierra. Con el adelanto de la inteligencia, la bondady la sensatez humanas; con la creciente abundancia de producciones enperspectiva por el desarrollo de las artes y las ciencias; que acabaránpor suprimir la ignorancia, el vicio, el crimen, el dolor y la miseria;con la atenuación progresiva de las desigualdades del presente, que sonel fruto de las iniquidades del pasado, por el mejoramiento incesante dela capacidad moral del individuo, se perfila en lontananza un tipo dehombre superior, que, sabiendo extraer del lado noble de la naturalezahumana todo el bienestar a que aspire, no sentirá la necesidad de quesus buenas acciones sean premiadas con recompensas desproporcionadas, nicastigadas con penas eternas los que le causen males pasajeros.
La materia de la religión, que es la necesidad de castigar en un mundoimaginario los males impunes del mundo real, y de premiar en otra vidalas bondades no gratificadas en ésta, está viniendo a menosconstantemente por el progreso moral de la especie humana, y se puedeprever desde ahora que, cuando todas las acciones malas sean castigadaso perdonadas, y todas las buenas sean premiadas aquí, Dios se quedarásin tener nada que hacer allá, y a menos que se empeñe en ser más maloque los hombres, castigando lo que éstos olvidan, y dándoles, quandmême, recompensas a que no aspiren, se verá obligado a clausurardefinitivamente el purgatorio, el infierno y el cielo, dejando sinempleo a todos sus ministros en la tierra.
Y recién entonces podrán los hombres vivir inexplotados y en paz, y serdichosos, en este mundo y en los otros.
Las ideas capitales de la civilización enel momento que pasa
LA VIDA Y EL BIENESTAR
En el siglo XIV, en el que 25:000.000 de habitantes—casi la mitad de lapoblación de Europa—sucumbieron de la peste negra, los peligros queasediaban permanentemente al habitante, provenían de los poderessobrenaturales a los que les eran atribuidas las sequías, lasinundaciones, las epidemias, los terremotos, las pestes, las cosechas ylos triunfos de la guerra.
Tres horas diarias de pensamiento y de acción, en término medio por cadahombre y cada mujer, estaban empleadas en precaverse de los males yasegurarse los bienes individualmente, y un ejército permanente deteólogos en la más radical ignorancia de la higiene la agricultura, lapedagogía y la mecánica, estaba dedicado a asegurar el bienestar generalpor procedimientos
místicos,
percibiendo
en
compensación,coercitivamente, el diez por ciento de la producción ajena yvoluntariamente otro tanto en donativos.
Era como si cada persona llevase sobre sus espaldas una plancha de plomode diez a veinte kilos de peso, para asegurarse la posibilidad deandar, suponiéndola imposible sin esa carga, y la
diferencia
másimportante
entre
los
colonizadores
anglosajones y latinos del nuevomundo fue el mayor gasto inútil de éstas en el seguro de vida, por elmayor empleo y el mayor costo de los servicios espirituales obligatoriose indispensables para estar "en gracia de Dios" y a cubierto de losdemonios. Se explicaría así el ningún resultado de la libertad políticapara labrar el bienestar general, hasta que sobrevino por la instrucciónpública el descreimiento, que llevó a emplear en mejoras agrícolas eldinero que se malograba en la compra de indulgencias, y en médico yboticas lo que se gastaba en pagar curaciones imaginarias a los santos.
Que la multiplicación de los templos y de los teólogos en una región notiene influencia de ninguna clase sobre los caracteres del suelo y delclima, ni sobre la criminalidad, ni suprime los terremotos y lostiranos, ni detiene las epidemias ni las pestes, cualquier personasensata podría observarlo; pero el que mostraba síntomas de sensatez eraperseguido a muerte por los poderes públicos, y el mismo Blas Pascal,que se hacía torturar las carnes con un cilicio, para asegurarse lasalud a la moda del tiempo, no se vio libre de persecuciones.
En esas condiciones de la vida medioeval, ningún progreso era posible,porque la imbecilidad humana era igual a la capacidad humana, ygravitando más duramente allí donde el clima era menos clemente, lainsurrección empezó en los arenales del Brandemburgo, y prosperó en laAlemania del Norte, desde que los príncipes vieron en la Reforma elmedio de apoderarse de los cuantiosos y codiciados bienes de lasiglesias, que producían el empobrecimiento universal por el expendio delconsuelo universal.
Del mismo modo en Inglaterra, la necesidad de contener las extraccionesde dinero a Roma, (ascendentes en la Francia del siglo XVI a 700.000escudos anuales), que enflaquecían al país para retornar en reliquias eindulgencias, indujo a prescindir del milagro, substituido por "laangustia mental" que inutilizó el domingo inglés, y a confiar en el"self-help", que paulatinamente trasladó al hombre del rol pasivo al rolactivo, de la devoción a la acción, desalojando a la Providencia en lapolítica y en la producción, para iniciar esa prodigiosa transformaciónde la agricultura rutinaria en la agricultura científica, que culmina enNorte América.
El remanente de riqueza retenido para las necesidades nacionales por lasupresión del "drenage del ahorro para la expiación del pecado", vino aser para las naciones del Norte de la Europa Central, que habían sidohasta entonces las más pobres, el comienzo de una prosperidad crecientehasta nuestros días, particularmente acelerada con el refuerzo del"self-help"
por el empleo del vapor, que "es casi un inglés", como dijoEmerson.
La civilización medioeval consistió en el empleo de las fuerzassobrenaturales captadas por procedimientos teológicos para la defensa dela vida, y la civilización moderna consiste en el empleo de las fuerzasnaturales captadas por procedimientos físico-químicos. Los paísesmusulmanes y los cristianos del Oriente, Armenia y Abisinia han quedadofieles al primer plan, y los cristianos del Occidente han empleadosimultáneamente los dos, en proporciones tan diferentes, que en laactualidad, mientras la América del Norte tiene diez escuelas por cadaiglesia y cuatro caballos de vapor por cada habitante, la Rusia y muchaparte de la América del Sur tienen todavía diez iglesias por cadaescuela nacional y un décimo de H. P. por habitante. Nosotros tenemoscerca de cuatro escuelas por cada iglesia (5.000 y 1.290).
Hasta el siglo XVIII, la enseñanza