por el centrode la calle real como almas que corre el diablo, para llegar casi sinresuello y temblando de miedo a nuestra casa, a referir lo sucedido, fuecosa de un santiamén, que asimismo nos pareció eterno.
Entre los peones, alguno propuso ir todos juntos a verificar los hechos;pero, finalmente, ninguno se atrevió, y sólo a la mañana siguiente sepudo ver, en el sitio de la aparición, que en un portillo, cerradoprovisoriamente con palos, habían sido cortadas con cuchillo lasataduras de cuero que sujetaban los travesaños horizontales y robadoséstos. Fue fácil inferir, entonces, que el ladrón fumaba, en esacircunstancia, uno de esos cigarrillos gruesos de picadura de tabacotarijeño, con más palos que hoja, y que por esto solían despedir chispascomo una chimenea.
Fue esa la vez en que nosotros experimentamos en mayor escala lo que sellama tan estúpida y diabólicamente "el santo terror del infierno".
Cuando la proporción de ácido acético en el vino es muy considerable, sele llama vinagre, y si con el mismo criterio hubiésemos de dar a lasépocas pasadas el nombre del componente principal del espíritu y de laconducta humanos, deberíamos decir que la era satánica empezó a terminaren América en 1810; el reinado supersticioso del diablo recrudeció entrenosotros desde 1820 hasta 1852, para prolongarse en forma cada vez menosacentuada hasta el presente.
NOTAS:
[1] Julio Costa. "El Presidente".
[2] Alberdi. "Luz del día".
[3] Martín García Mérou. "Alberdi".