CREENCIAS Y OPINIONES
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El doctor Bruce Lipton comenzó su carrera científica como biólogo celular. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Virginia en Charlottesville antes de ingresar en 1973 en el Departamento de Anatomía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Wisconsin, donde sus investigaciones sobre la distrofia muscular se concentraron en los mecanismos moleculares que controlan la conducta celular. En 1982, el doctor Lipton empezó a examinar los principios de la física cuántica y cómo podrían integrarse en su conocimiento de los sistemas de proceso de información de la célula. Al hacerlo descubrió que el cerebro de la célula no está en el núcleo, que era lo que se enseñaba en la facultad, sino en la membrana, la superficie exterior o “piel” de la célula.
“Su investigación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, entre 1987 y 1992, reveló que el entorno controla la conducta y la fisiología de la célula actuando a través de la membrana. Sus descubrimientos, que iban a contracorriente de la opinión científica de que la vida está controlada por los genes, dieron nacimiento a uno de los campos de estudio más importantes hoy, la ciencia de la epigenética. Muchos artículos posteriores de otros investigadores han validado desde entonces sus conceptos e ideas”.1
La epigenética es a la biología lo que la física cuántica es a la física. Ha puesto cabeza abajo nuestro conocimiento antiguo de la biología; o, como ya he dicho muchas veces, lo cierto es lo opuesto de lo que siempre hemos creído verdadero. Por la epigenética sabemos ahora que nuestra percepción del entorno controla nuestro ADN, y no al revés.
Bruce es un hombre brillante y un buen amigo. Desgraciadamente, sigue creyendo que lo que está “ahí fuera” (el cuerpo humano en particular) es real, pero a pesar de eso, mediante su libro superventas La Biología de la Creencia y sus seminarios en directo llamados La Biología de la Percepción, ofrece algunas nociones muy importantes sobre los efectos que tienen las creencias en nuestras vidas.
«Cómo veamos la vida condiciona nuestro comportamiento, y ya que las percepciones pueden ser incorrectas, es más acertado decir que las creencias controlan la biología: lo que tú crees, crea tu vida.»2
El primer ejemplo que ofrece es lo que se denomina “efecto placebo”.3
Se usa normalmente como un término médico que significa que se le da a un paciente algo neutro (como una pastilla de azúcar) que, sin embargo, le hace sentirse mejor. No hay razón química en el placebo para que tenga efecto alguno sobre el cuerpo, pero lo hace de alguna manera. Ese “de alguna manera” es porque el paciente cree que tendrá efecto, y nada más. Es la creencia del paciente lo que cambia su biología y su conducta.
«Las estadísticas revelan que una tercera parte de todas las curaciones médicas son el resultado del efecto placebo.»4
Pero ese “efecto placebo” no se limita a la medicina ni a las pastillas. De hecho, está operativo mucho tiempo a medida que nosotros, los Jugadores, creemos que algo, lo que sea, nos sentará bien, que nos hace sentirnos mejor aunque sea neutro.
Esto, por supuesto, es cierto también para todas las medicinas homeopáticas. La Homeopatía se basa aún en la creencia de que tomar algo de “ahí fuera” (por “natural” que sea) tendrá un efecto “aquí dentro”.
La otra cara de la moneda, no tan bien conocida, es el “efecto nocebo”.5Si un paciente (o un Jugador) cree que algo neutro, lo que sea, es dañino para ellos, ese algo les hará sentirse mal, o les hará empeorar, a pesar de que de hecho no hay nada en absoluto en el nocebo que pueda hacerles daño.
«Si un médico te dice que tienes una enfermedad, o te dice que vas a morir, y tú crees al médico porque es un “profesional”, la creencia te dará la enfermedad o hará que mueras».6
El “nocebo” más famoso actualmente puede ser el VIH. Según el doctor Kary Mullis, Premio Nobel de Química, y más de dos mil investigadores médicos y científicos, profesionales de la salud y periodistas7, no hay documento científico alguno que pruebe que el VIH provoque el SIDA8. El doctor Peter Duesberg, miembro de la Academia Nacional de Ciencias y catedrático de biología molecular y celular en la Universidad de California en Berkeley, fue uno de los más importantes retrovirólogos del mundo a finales de los 1970 y principios de los 1980 y ya al principio de su carrera recibió elogios por su investigación sobre los oncogenes y el cáncer. El doctor Duesberg dice que no hay nada en el VIH que pueda dañar al cuerpo humano, que el VIH es un “virus transeúnte inofensivo”.9 Según el informe directivo del Subcomité de Congreso de los Estados Unidos y la Oficina de Integridad en la Investigación del Departamento de Salud y Servicios Humanos, el hombre que proclamó primero que había descubierto el VIH y que el VIH era la causa del SIDA, era culpable de “mala praxis científica”10 y su investigación se definió como de “mérito sospechoso”11 y “verdaderamente demente”.12
De hecho, el VIH falla en cualquier test científico tradicional y aceptado para que se le llame la “causa” del SIDA13, e incluso los expertos en SIDA admiten que más de la mitad de los que mueren de SIDA lo hacen por fallo orgánico (mayoritariamente fallo hepático) como efecto secundario de los medicamentos antirretrovirales que se les hace tomar, y no por el VIH14.
Pero si alguien cree lo que se nos dice por los medios de comunicación de masas, que el VIH causa el SIDA y acaba en muerte, entonces la tensión causada por esa creencia es suficiente para destruir su sistema inmunitario, le provocará el SIDA y morirá, según el doctor Bruce Lipton.
En ambos casos, el placebo y el nocebo, es la creencia del Jugador y no la experiencia real lo que controla sus percepciones y condiciona su conducta.
«Si crees que algo te sentará bien, será bueno; y si crees que algo es dañino, será malo.»15
El doctor Lipton hace hincapié sobre el hecho de que muchas de nuestras creencias son “aprendidas” de los demás, y esas creencias aprendidas pueden invalidar en efecto nuestras percepciones e instintos naturales. Por ejemplo, todos los niños saben nadar al nacer; pero según crecen y observan la reacción en las caras de sus padres cuando se acercan al agua, los niños aprenden a temerla y luego necesitan que les enseñen a no temer al agua y a nadar de nuevo a la edad apropiada, cuando sus padres ya no tienen miedo.16