![Free-eBooks.net](/resources/img/logo-nfe.png)
![All New Design](/resources/img/allnew.png)
Esta tarde, me ha sorprendido la abuela registrando el diccionariogeográfico.
—¿Qué buscas, Magdalena?
—Nada, abuela... El nombre de una población—balbucí ruborizándome deun modo anormal.
—¿Qué nombre?
—Bellefontaine—murmuré ocultando esta vez la cara en el libro.—Tiene6.000 habitantes—dije sin atreverme a levantar los ojos.
—Un poco menos que Aiglemont—respondió la abuela sin fijarse lo másmínimo en mi confusión.—Me gustan esos pueblos pequeños... Lascostumbres son en ellos apacibles y honradas...
Dicho esto, me dejó con el pretexto de dar órdenes a Celestina.
No sépor qué me pareció sorprender un relámpago de satisfacción en la miradaque me echó al cerrar la puerta...