Manual Para Prevencion Sida en Cárceles by Jacobo Schifter - HTML preview

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Consecuencias

Las creencias analizadas tienen un impacto en la salud homosexual puesto que inciden en la prevención y el tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual. Si se conceptúa la homosexualidad como una enfermedad, una degeneración mental o un acto criminal, la comunidad y el gobierno no tomarán medidas adecuadas para evitar el contagio, los recursos para prevenir el Sida no serán suficientes y, en el caso de las carceles, la relación entre los funcionarios y los reclusos no será positiva.

Las creencias afectan también el contenido del mensaje, así como su percepción. Un mensaje que enfatice sobre el papel del homosexual como causante de la enfermedad propicia que no se defina como tal y disminuya su capacidad de percibir el riesgo de contagiarse con el virus del Sida. Tversky y Kahneman (1973) opinan que los factores emocionales afectan la percepción del riesgo y pueden distorsionar la información. Los mensajes con contenidos emocionales de rechazo y de disgusto hacen que el receptor desconfíe de ellos o tienda a ignorarlos. No es de extrañar, entonces, que ante la posición homofóbica de la gran mayoría de los funcionarios de La Reforma, los presos homosexuales desconfíen del mensaje que recomienda usar el preservativo y adoptar otras medidas de prevención.

Las actitudes del personal de salud tienen un impacto directo en el grado de honestidad del paciente. Pauly y Goldstein (1970) reportaron que en Estados Unidos en una muestra de 1000 funcionarios de salud, el 75% admitió sentirse incómodo con sus pacientes homosexuales. Sandholzer (1980) reporta que un tercio de los médicos se siente molesto con los pacientes homosexuales y que el 84% cree que estos pacientes rehúsan buscar ayuda debido a la desaprobación de los médicos. Dardick y Grady (1980), indican que el 49% de los homosexuales no le confía su orientación sexual a sus médicos.

Las actitudes homofóbicas en un penal impiden el intercambio sincero de información y neutralizan así cualquier campaña de prevención. En La Reforma, los travestis y los homosexuales abiertos no esconden su orientación, pero no le dicen la verdad a los funcionarios con respecto a la práctica del sexo seguro. Esto se hizo evidente cuando se comparó la información recibida de ellos inicialmente y la que se obtuvo meses después cuando se estableció una relación de confianza.

Por otra parte, el rechazo social y el confinamiento en prisión fomentan patrones de conducta que son negativos para la prevención. La reclusión produce un "alto estrés" que Hart (1973) menciona como conducente a cambios radicales en la conducta sexual. De ahí que el índice de enfermedades venéreas en La Reforma sea alto (Cuadro 4). En un año, el 15% de los entrevistados contrajo sífilis y el 8% gonorrea (Cuadro 5). No obstante, el grupo travesti y homosexual abierto había tenido un elevado índice de infección venérea antes de su ingreso a prisión. El 59% había padecido sífilis y gonorrea alguna vez y el 27% había contraído gonorrea más de una vez. Las infecciones ocurrieron antes de 1988 y,

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en vista de que la mayoría de los reclusos tiene un promedio de 12 meses de estar en la cárcel36, algunas de ellas se contajeron fuera del penal (Cuadros 4 y 5). Esto corrobora los hallazgos de Hart, quien encuentra una relación entre las ETS y los niveles bajos de educación, los altos índices de criminalidad y el status socioeconómico marginal, característicos del grupo estudiado.

Si comparamos a los internos de la Reforma con otros grupos gays, encontramos que aquéllos tienen niveles inferiores de educación y de ingreso. El promedio de años de educación en los gays que asisten a bares es de 13.1, en los concientizados de 16.1, mientras que en los presos es apenas de 8.0. Un tercio de éstos últimos ha cursado solo la primaria, lo que contrasta con los clientes de los bares, de los que el 99% ha concluido sus estudios primarios.

En vista de que la mayoría de los reclusos no trabaja en este centro, sus informes acerca del ingreso posiblemente los hayan dado pensando en los que tenían antes de ingresar en el penal (Cuadro 1a)37. El 82% de ellos gana menos de 15.000 colones al mes, lo que los ubica como el grupo más pobre de todos, incluido el de los gays adolescentes (menores de 19 años) y los trabajadores del sexo. Esto a pesar de que tiene, en promedio, más edad (30.6 años) que otros grupos como el de los bares (26.1 años), trabajadores del sexo (20.5 años), con la única excepción del de los concientizados que, ligeramentem, es de mayor edad (32.3 años).

Hart también encuentra una relación entre el consumo de drogas y alcohol y los altos índices de ETS. Como se analizará más adelante, los índices de drogadicción son altos en el sector travesti y en la población penal.

El rechazo social también aumenta el estrés en los grupos marginados y los hace así más propensos a enfermarse. Ross (1989), en su estudio psico-venéreo en homosexuales, dice que "individuos en sociedades o situaciones que son anti-homosexuales sufren de mayor estrés y desórdenes en el sistema inmunológico". El mismo Ross encuentra, en un estudio sobre estrés y respuesta inmunológica, que altos grados de tensión y cambios de humor modifican el número de células T-supresoras en la sangre. El rechazo social puede hacer a los reclusos más propensos a cualquier ETS, lo que a su vez hace más factible la infección del virus del Sida.