la
reunión
de
dos
compañías
de
migueletes
que
debían
salir
a
las
nueve
y
media
en
busca
de
Parrón,
cuyo
paradero,
así
como
sus
señas
personales
y
las
de
todos
sus
compañeros
de
fechorías,
había
al
fin
averiguado
el Conde del Montijo.
15
El
interés
y
emoción
del
público
eran
extraordinarios,
y
no
menos
la
solemnidad
con
que
los
migueletes
se
despedían
de
sus
familias
y
amigos
para
marchar
a
tan
importante
empresa.
¡Tal
espanto
había
llegado
a
infundir
Parrón
a
todo
el
antiguo
reino granadino!
20
—Parece
que
ya
vamos
a
formar
...
(dijo
un
miguelete
a
otro[10-1]), y no veo al cabo López....
—¡Extraño
es,
a
fe
mía,[10-2]
pues
él
llega
siempre
antes
que
cuando
se
trata
de
salir
en
busca
de
Parrón,
a
quien
odia con sus cinco sentidos![10-4]
25
—Pues
¿no
sabéis
lo
que
pasa?—dijo
un
tercer
miguelete,
tomando parte en la conversación.
—¡Hola!
Es
nuestro
nuevo
camarada....—¿Cómo
te
va en nuestro Cuerpo?
—¡Perfectamente!—respondió el interrogado.
30
Era
éste
un
hombre
pálido
y
de
porte
distinguido,
del
cual
se despegaba mucho el traje de soldado.
—Conque
¿decías....—replicó
el
primero.
(p11)
—¡Ah!
¡Sí!
Que
el
cabo
López
ha
fallecido....—respondió
el miguelete pálido.
— Manuel....
¿Qué
dices?—¡Eso
no
puede
ser!...—Yo
mismo
he
visto
a
López
esta
mañana,
como
te
veo
05 a ti....
El llamado Manuel[11-1]\contestó fríamente:
—Pues hace media hora que lo ha matado Parrón.
— ¿Parrón? ¿Dónde?
—¡Aquí mismo! ¡En Granada! En la Cuesta del Perro[11-2]10 se ha encontrado el cadáver de López.
Todos
quedaron
silenciosos
y
Manuel
empezó
a
silbar
una
canción patriótica.
—¡Van
once[11-3]
migueletes
en
seis
días!
(exclamó
un
sargento.)
¡ Parrón
se
ha
propuesto
exterminarnos!—Pero
¿cómo
15
es
que
está
en
Granada?
¿No
íbamos
á
buscarlo
a
la
Sierra
de
Manuel
dejó
de
silbar,
y
dijo
con
su
acostumbrada
indiferencia:
—Una
vieja
que
presenció
el
delito
dice
que,
luego
que
20
mató
a
López,
ofreció
que,
si
íbamos
á
buscarlo,
tendríamos
el
gusto de verlo....
—¡Camarada!
¡Disfrutas
de
una
calma
asombrosa!
¡Hablas de Parrón con un desprecio!...
—Pues
¿qué
es
Parrón
más
que
un
hombre?—repuso
25 Manuel con altanería.
—¡A la formación!—gritaron en este acto varias voces.
Formaron las dos compañías, y comenzó la lista nominal.[11-5]
En
tal
momento
acertó
a
pasar
por
allí
el
gitano
Heredia,
el
cual
se
paró,
como
todos,
a
ver
aquella
lucidísima
30 tropa.
Notóse
entonces
que
Manuel,
el
nuevo
miguelete,
dió
un
retemblido
y
retrocedió
un
poco,
como
para
ocultarse
detrás
de
sus
compañeros....
(p12)
Al
propio
tiempo
Heredia
fijó
en
él
sus
ojos;
y
dando
un
grito
y
un
salto
como
si
le
hubiese
picado
una
víbora,
arrancó
a correr[12-1] hacia la calle de San Jerónimo.
Manuel se echó la carabina a la cara y apuntó al gitano....
Pero
otro
miguelete
tuvo
tiempo
de
mudar
la
dirección
del
05 arma,[12-2] y el tiro se perdió en el aire.
—¡Está
loco!
¡ Manuel
se
ha
vuelto
loco!
¡Un
miguelete
ha
perdido
el
juicio!—exclamaron
sucesivamente
los
mil
espectadores
de aquella escena.
Y
oficiales,
y
sargentos,
y
paisanos
rodeaban
a
aquel
hombre,
10
que
pugnaba
por
escapar,
y
al
que
por
lo
mismo
sujetaban
con
mayor
fuerza,
abrumándolo
a
preguntas,
reconvenciones
y
dicterios
que no le arrancaron contestación alguna.
Entretanto
Heredia
había
sido
preso
en
la
plaza
de
la
Universidad
por
algunos
transeuntes,
que,
viéndole
correr
15
después
de
haber
sonado
aquel
tiro,
lo
tomaron
por
un
malhechor.
—¡Llevadme
a
la
Capitanía
general!
(decía
el
gitano.)
¡Tengo que hablar con el Conde del Montijo!
—¡Qué
Conde
del
Montijo
ni
qué
niño
muerto![12-3]
(le
respondieron
20
sus
aprehensores.)—¡Ahí
están
los
migueletes,
y
ellos
verán lo que hay que hacer[12-4] con tu persona!
—Pues
lo
mismo
me
(respondió
Heredia.)—Pero
tengan Vds. cuidado de que no me mate Parrón....
—¿Cómo Parrón?...¿Qué dice este hombre?
25 —Venid y veréis.
Así
diciendo,
el
gitano
se
hizo
conducir
delante
del
jefe
de
los migueletes, y señalando a Manuel, dijo:
—Mi
Comandante,
¡ése
es
Parrón,
y
yo
soy
el
gitano
que
dió hace quince días sus señas al Conde del Montijo!
30
—¡ Parrón!
¡ Parrón
está
preso!
¡Un
miguelete
era
Parrón!...—gritaron muchas voces.
—No
me
cabe
duda....
(decía
entretanto
el
Comandante,
leyendo
las
señas
que
le
había
dado
el
Capitán
general.)—¡A
fe
que[12-6]
hemos
estado
torpes!—Pero
¿a
quién
se
le
hubiera
(p13)
ocurrido
buscar
al
capitán
de
ladrones
entre
los
migueletes
que
iban a prenderlo?
—¡Necio
de
mí![13-1]
(exclamaba
al
mismo
tiempo
Parrón,
mirando
al
gitano
con
ojos
de
león
herido):
¡es
el
único
hombre
05 a quien he perdonado la vida! ¡Merezco lo que me pasa!
A la semana siguiente ahorcaron a Parrón.
Cumplióse, pues, literalmente la buenaventura del gitano....
Lo
cual
(dicho
sea
para
concluir
dignamente)
no
significa
que
debáis
creer
en
la
infalibilidad
de
tales
vaticinios,
ni
menos
10
que
fuera
acertada
regla
de
conducta
la
de
Parrón,
de
matar
a
todos
los
que
llegaban
a
conocerle....—Significa
tan
que
los
caminos
de
la
Providencia
son
inescrutables[13-3]
para
la
razón
humana;—doctrina
que,
a
mi
juicio,
no
puede
ser
más
ortodoxa.
Guadix, 1853.
(p14)
LA CORNETA DE LLAVES
Querer es poder.
I
Don
Basilio,
¡toque
V.
la
corneta,
y
bailaremos!—Debajo
de estos árboles no hace calor....
—Sí, sí..., D. Basilio: ¡toque V. la corneta de llaves!
—¡Traedle
a
D.
Basilio
la
corneta
en
que
se
está
enseñando
05 Joaquín!
—¡Poco vale!...—¿La tocará V., D. Basilio?
—¡No!
—¿Cómo que no?[14-1]
—¡Que no!
10 —¿Por qué?
—Porque no sé.
—¡Que no sabe[14-2]!... —¡Habrá hipócrita igual![14-3]
—Sin duda quiere que le regalemos el oído[14-4]....
—¡Vamos![14-5]
¡Ya
sabemos
que
ha
sido
V.
músico
mayor[14-6]
15 de infantería!...
—Y que nadie ha tocado la corneta de llaves como V....
—Y
que
lo
oyeron
en
Palacio[14-7]...,
en
tiempos
de
Espartero[14-8]....
—Y que tiene V. una pensión....
20 —¡Vaya,[14-9] D. Basilio! ¡Apiádese V.!
—Pues,
señor....
¡Es
verdad!
He
tocado
la
corneta
de
llaves;
he
sido
una
...
una
especialidad,[14-10]
como
dicen
ustedes
ahora...;
pero
también
es
cierto
que
hace
dos
años
regalé
mi
corneta
a
un
pobre
músico
licenciado,
y
que
desde
25 entonces no he vuelto[14-11]... ni a tararear.
—¡Qué
lástima!
(p15)
—¡Otro[15-1] Rossini!
—¡Oh!
¡Pues
lo
que
es
esta
tarde,[15-2]
ha
de
tocar[15-3]
usted!...
—Aquí, en el campo, todo es permitido....
05 —¡Recuerde V. que es mi día,[15-4] papá abuelo[15-5]!...
—¡Viva! ¡Viva! ¡Ya está aquí la corneta!
—Sí, ¡que toque!
—Un vals....
—No..., ¡una polca!...
10 —¡Polca!... ¡Quita allá![15-6]—¡Un fandango!
—Sí..., sí..., ¡fandango! ¡Baile nacional!
—Lo
siento
mucho,
hijos
míos;
pero
no
me
es
posible
tocar
la corneta....
—¡Usted, tan amable!...
15 —Tan complaciente....
—¡Se lo suplica a V.[15-7] su nietecito!...
—Y su sobrina....
—¡Dejadme, por Dios!—He dicho que no toco.
—¿Por qué?
20
—Porque
no
me
acuerdo;
y
porque,
además,
he
jurado
no
volver a aprender....
—¿A quién se lo ha jurado?
—¡A
mí
mismo,
a
un
muerto,
y
a
tu
pobre
madre,
hija
mía!
25
Todos
los
semblantes
se
entristecieron
súbitamente
al
escuchar
estas palabras.
—¡Oh!...
¡Si
supierais
a
qué
costa
aprendí
a
tocar
la
corneta!...—añadió el viejo.
—¡La
historia!
¡La
historia!
(exclamaron
los
jóvenes.)
30 Contadnos esa historia.
—En
efecto....
(dijo
D.
Basilio.)—Es
toda
una
historia.
Escuchadla,
y
vosotros
juzgaréis
si
puedo
o
no
puedo
tocar
la
corneta....
Y
sentándose
bajo
un
árbol
rodeado
de
unos
curiosos
y
(p16)
afables
adolescentes,
contó
la
historia
de
sus
lecciones
de
música.
No
de
o