Novelas Cortas by Pedro Antonio de Alarcón - HTML preview

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no

se

han

aburrido

nunca,

sucedía

que,

sin

embargo

25

del[44-16]

calor,

de

la

fatiga

y

de

no

saber

ni

una

palabra

de

francés,

pasábamos

muchos

ratos

divertidos,[44-17]

sobre

todo

desde

las once de la mañana hasta las siete de la tarde, horas que permanecíamos en

las

poblaciones

del

tránsito;

pues

las

jornadas

las

hacíamos

de

noche

con

la

fresca....

A

ver,

Antonio,

30 enciéndeme esta pipa.

Montelimart....—¡Bonito

pueblo!...—El

café

está

en

una

calle

cerca

de

la

Plaza,

y

en

él

entramos

a

refrescarnos,

es

decir,

a

evitar

el

sol

...

(pues

los

bolsillos

no

se

prestaban

a

gollerías),

en

tanto

que[44-18]

tres

de

nuestros

compañeros

(p45)

iban

a

ver

al

Prefecto[45-1]

para

que

nos

diese

las

boletas

de

alojamiento,[45-2] que en Francia se llaman mandat....

No

si

el

café

estará

todavía

como

entonces

estaba.

¡Han

pasado

cuarenta[45-2]

y

cuatro

años!

Recuerdo

que

a

la

izquierdata[45-3]

05

de

la

puerta

había

una

ventana

de

reja,[45-]

con

cristales,

y

delante

una

mesa

a

la

cual

nos

sentamos

algunos

de

los

oficiales,

entre

ellos

C....,

que

ha

sido

diputado

a

Cortes[45-5]

por

Almería[45-6]

y

murió

el

año

pasado....—Ya

veis

que

esto

es

cosa

que

puede

preguntarse.[45-7]

10 —Pues ¿no dice V. que ha muerto?

—¡Hombre!

Supongo

que

C.

...

se

lo

habrá

contado[45-8]

a

su

familia—respondió

el

Capitán,

escarbando

la

pipa

con

la

uña.

—¡Tiene

V.

razón,

Capitán!—Siga

V....;

el

que

no

lo

15 crea, que [45-9] lo busque.

—¡Bien

hablado,

hijo

mío!—Pues,

como

íbamos

diciendo,

sentados

estábamos

a

la

mesa

del

café,

cuando

vimos

correr

mucha

gente

por

la

calle,

y

oímos

una

gritería

espantosa....

Pero como la gritería era en francés, no la entendimos.

20

Le

Pape![45-10]

Le

Pape!

Le

Pape! ...—decían

los

muchachos

y

las

mujeres,

levantando

las

manos

al

cielo,

en

tanto

que

todos

los

balcones

se

abrían

y

llenaban

de

gente,

y

los

mozos

del

café

y

algunos

gabachos

que

jugaban

al

billar

se

lanzaban

a

la

calle

con

un

palmo

de

boca

abierta,[45-11]

como

si

oyeran

25 decir que el sol se había parado.

—¡Pues parado está, papá abuelo![45-12]

—¡Cállese

V.

cuando

hablan

los

mayores!

¡A

ver[45-13]...

el

deslenguado!

—No

haga

V.

caso,

Capitán....

¡Estos

niños

de

30 ahora!...

Toma[45-14]....

¡Y

si

está

parado[45-15]!... —murmuró

el

muchacho entre dientes.

Le

Pape!

Le

Pape!

¿Qué

significa

esto?—nos

preguntamos

todos

los

oficiales.

(p46)

Y

cogiendo

a

uno

de

los

mozos

del

café,

le

dimos

a

entender

nuestra curiosidad.

El

mozo

tomó

dos

llaves;

trazó

con

las

manos

una

especie

de morrión sobre su cabeza; se sentó en una silla, y dijo:

05 — Le Pontife! [46-1]

—¡Ah!...

(dijo

C....—que

era

el

más

avisado

de

nosotros.—¡Por

eso

fué

luego

diputado

a

Cortes!)— ¡El

Pontífice! ¡El Papa!

Oui, monsieur. Le Pape! Pie sept. [46-2]

10

—¡Pío

VII[46-3]!...

¡El

Papa!...

(exclamamos

nosotros,

sin

atrevernos

a

creer

lo

que

oíamos.)

¿Qué

hace

el

Papa

en

Francia?

Pues

¿no

está

el

Papa

en

Roma?

¿Viajan

los Papas? ¿El Papa en Montelimart?

No

extrañéis

nuestro

asombro,

hijos

míos....

En

aquel

15

entonces[46-4]

todas

las

cosas

tenían

más

prestigio

que

hoy.—No

se

viajaba

tan

fácilmente,

ni

se

publicaban

tantos

periódicos.—Yo

creo

que

en

toda

España

no

había

más

que

uno,

tamaño

como

un

recibo

de

contribución.[46-5]—El

Papa

era

para

nosotros

un

r[46-6]

sobrenatural...,

no

un

hombre

de

carne

y

hueso....—¡En

20

toda

la

tierra

no

había

más

que

un

Papa!...

Y

en

aquel

tiempo

era

la

tierra

mucho

más

grande

que

hoy....

¡La

tierra

era

el

mundo...,

y

un

mundo

lleno

de

misterios,

de

regiones

desconocidas,

de

continentes

ignorados!—Además,

aun

sonaban

en

nuestros

oídos

aquellas

palabras

de

nuestra

25

madre

y

de

nuestros

maestros:

«El

Papa

es

el

Vicario

de

Jesucristo;

su

representante

en

la

tierra;

una

autoridad

infalible,

y

lo

que

desatare

o

atare

aquí,

remanecerá

atado

o

desatado en el cielo....»

Creo

haberme

explicado.—Creo

que

habréis

comprendido

30 todo el respeto, toda la veneración, todo el susto que experimentaríamos aquellos

pobres

españoles

del

siglo

pasado,

al

oír

decir

que

el

Sumo

Pontífice

estaba

en

un

villorrio

de

Francia

y

que íbamos a verle!

Efectivamente:

no

bien

salimos

del

café,

percibimos

allá,(p47)

en

la

Plaza

(que

como

os

he

dicho

estaba

cerca),

una

empolvada

silla

de

posta,

parada

delante

de

una

casa

de

vulgar

apariencia

y

custodiada

por

dos

gendarmes

de

caballería,

cuyos desnudos sables brillaban que era un contento[47-1] ....

05

Más

de

quinientas

personas

había

alrededor

del

carruaje,

que

examinaban

con

viva

curiosidad,

sin

que

se

opusiesen

a

ello

los

gendarmes,

quienes,

en

cambio,[47-2]

no

permitían

al

público

acercarse

a

la

puerta

de

aquella

casa,

donde

se

había

apeado Pío VII mientras mudaban el tiro de caballos....

10 —Y ¿qué casa era aquélla, abuelito? ¿La del Alcalde?

—No, hijo mío.—Era el Parador de diligencias.

A

nosotros,

como

a

militares

que

éramos,

nos

tuvieron

un

poco

más

de

consideración

los

gendarmes,

y

nos

permitieron

arrimarnos a la puerta.... Pero no así pasar el umbral.

15

De

cualquier

modo,

pudimos

ver

perfectamente

el

siguiente

grupo,

que

ocupaba

uno

de

los

ángulos

de

aquel

portal

u

oficina.

Dos

ancianos...,

¿qué

digo?

dos

viejos

decrépitos,

cubiertos

de

sudor

y

de

polvo,

rendidos

de

fatiga,

ahogados

de

20

calor,

respirando

apenas,

bebían

agua

en

un

vaso

de

vidrio,

que

el

uno

pasó

al

otro

después

de

mediarlo.

Estaban

sentados

en

sillas

viejas

de

enea.

Sus

trajes

talares,

blanco

el

uno,

y

el

otro

de

color

de

púrpura,

hallábanse

tan

sucios

y

ajados

por

resultas

de

aquella

larga

caminata,

que

más

parecían

humildes

25

ropones

de

peregrinos,

que

ostentosos

hábitos

de

príncipes

de la Iglesia....

Ningún

distintivo

podía

revelarnos

cuál

era

Pío

VII

(pues

nada

entendíamos

nosotros

de

trajes

cardenalicios

ni

pontificales),

pero todos dijimos a un tiempo:

30 —¡Es el más alto! ¡El de las blancas vestiduras!

Y

¿sabéis

por

qué

lo

dijimos?

Porque

su

compañero

lloraba

y

él

no;

porque

su

tranquilidad

revelaba

que

él

era

mártir;

porque su humildad denotaba que él era el Rey.

En

cuanto

a

su

figura,

me

parece

estarla

viendo

todavía.(p48)

Imaginaos

un

hombre

de

más

de

setenta

años,

enjuto

de

carnes,

de

elevada

talla

y

algo

encorvado

por

la

edad.

Su

rostro,

surcado

de

pocas

pero

muy

hondas

arrugas,

revelaba

la

más

austera

energía,

dulcificada

por

unos

labios

bondadosos

que

05

parecían

manar

persuasión

y

consuelo.

Su

grave

nariz,

sus

ojos

de

paz,

marchitos

por

los

años,

y

algunos

cabellos

tan

blancos

como

la

nieve,

infundían

juntamente

reverencia

y

confianza.

Sólo

contemplando

la

cara

de

mi

buen

padre

y

la

de

algunos

santos

de

mi

devoción,

había

yo

experimentado

hasta

10 entonces una emoción por aquel estilo.

El

sacerdote

que

acompañaba

a

Su

Santidad

era

también

muy

viejo,

y

en

su

semblante,

contraído

por

el

dolor

y

la

indignación,

se

descubría

al

hombre

de

pensamientos

profundos

y

de

acción

rápida y decidida. Más parecía un general que un apóstol.

15

Pero

¿era

cierto

lo

que

veí