--Las galeras--respondió el cautivo--eran de don Sancho de Leyva; la libertad no laconseguimos, porque no nos alcanzaron; tuvímosladespués, porque nos alzamos con una galeota que desde Sargeliba a Argel cargada de trigo; venimos a Orán con ella, ydesde allí a Málaga, de donde mi compañero yyo nos pusimos en camino de Italia, con intención de servira su majestad, que Dios guarde, en el ejercicio de la guerra.
--Decidme, amigos--replicó el alcalde--:¿cautivastes juntos? ¿Llevaron os a Argel del primerboleo, o a otra parte de Berbería?
--No cautivamos juntos--respondió el otro cautivo--,porque yo cautivé junto a Alicante, en un navío delanas que pasaba a Génova; mi compañero en losPercheles de Málaga, adonde era pescador. Conocímonosen Tetuán, dentro de una mazmorra; hemos sido amigos, ycorrido una misma fortuna mucho tiempo; y, para diez o doce cuartosque apenas nos han ofrecido de limosna sobre el lienzo, mucho nosaprieta el señor alcalde.
--No mucho, señor galán--replicó elalcalde--, que aún no están dadas todas las vueltasde la mancuerda; escúcheme y dígame:¿Cuántas puertas tiene Argel, y cuántasfuentes, y cuántos pozos de agua dulce?
--¡La pregunta es boba!--respondió el primercautivo--; tantas puertas tiene como tiene casas, y tantas fuentes,que yo no las sé, y tantos pozos que no los he visto, y lostrabajos que yo en él he pasado me han quitado la memoria de mí mismo; y si elseñor alcalde quiere ir contra la caridad cristiana,recogeremos los cuartos y alzaremos la tienda, y a Dios aho, quetan buen pan hacen aquí como en Francia.
Entonces el alcalde llamó a un hombre de los que estabanen el corro, que al parecer servía de pregonero en el lugar,y tal vez de verdugo cuando se ofrecía, y dijóle:
--Gil Berrueco, id a la plaza, y traedme aquí luego losprimeros dos asnos que topáredes; que, por vida del reynuestro señor, que han de pasear las calles en ellos estosdos señores cautivos, que con tanta libertad quieren usurparla limosna de los verdaderos pobres, contándonos mentiras yembelecos, estando sanos como una manzana y con más fuerzaspara tomar una azada en la mano, que no un corbacho para darestallidos en seco. Yo he estado en Argel cinco añosesclavo, y sé que no me dais señas dél enninguna cosa de cuantas habéis dicho.
--¡Cuerpo del mundo!--respondió el cautivo--.¿Es posible que ha de querer el señor alcalde queseamos ricos de memoria, siendo tan pobres de dineros, y que, poruna niñería que no importa tres ardites, quieraquitar la honra a dos tan insignes estudiantes como nosotros, yjuntamente quitar a su majestad dos valientes soldados, queíbamos a esas Italias y a esos Flandes a romper, adestrozar, a herir y a matar losenemigos de la santa fe católica que topáramos?Porque, si va a decir verdad, que en fin es hija de Dios, quieroque sepa el señor alcalde que nosotros no somos cautivos,sino estudiantes de Salamanca, y, en la mitad y en lo mejor denuestros estudios, nos vino gana de ver mundo y de saber aqué sabía la vida de la guerra, como sabíamosel gusto de la vida de la paz. Para facilitar y poner en obra estedeseo, acertaron a pasar por allí unos cautivos, quetambién lo debían de ser falsos como nosotros agora;les compramos este lienzo y nos informamos de algunas cosas de lasde Argel, que nos pareció ser bastantes y necesarias paraacreditar nuestro embeleco; vendimos nuestros libros y nuestrasalhajas a menosprecio, y, cargados con esta mercadería,hemos llegado hasta aquí; pensamos pasar adelante, si es queel señor alcalde no manda otra cosa.
--Lo que pienso hacer es--replicó el alcalde--daros cadacien azotes, y, en lugar de la pica que vais a arrastrar enFlandes, poneros un remo en las manos que le cimbréis en elagua en las galeras, con quien quizá haréismás servicio a su majestad que con la pica.
--¿Querráse--replicó el mozohablador--mostrar agora el señor alcalde ser un legisladorde Atenas, y que la riguridad de su oficio llegue a losoídos de los señores del Consejo, donde,acreditándole con ellos, le tengan por severo y justiciero,y le cometan negocios de importancia,donde muestre su severidad y su justicia? Pues sepa el señoralcalde que summum jus, summa injuria.
--Mirad cómo habláis, hermano--replicó elsegundo alcalde--, que aquí no hay justicia con lujuria: quetodos los alcaldes deste lugar han sido, son y serán limpiosy castos como el pelo de la masa; y hablad menos, que osserá sano.
Volvió en esto el pregonero, y dijo:
--Señor alcalde, yo no he topado en la plaza asnosningunos, sino a los dos regidores Berrueco y Crespo, que andan enella paseándose.
--Por asnos os envié yo, majadero, que no por regidores;pero volved y traeldos acá, por sí o por no, quequiero que se hallen presentes al pronunciar desta sentencia, queha de ser, sin embargo, y no ha de quedar por falta de asnos; que,gracias sean dadas al cielo, hartos hay en este lugar,
--No le tendrá vuesa merced, señor alcalde, en elcielo--replicó el mozo--si pasa adelante con esa reguridad.Por quien Dios es, que vuesa merced considere que no hemos robadotanto que podemos dar a censo ni fundar ningún mayorazgo;apenas granjeamos el mísero sustento con nuestra industria,que no deja de ser trabajosa, como lo es la de los oficiales yjornaleros. Mis padres no nos enseñaron oficio alguno, yasí, nos es forzoso que remitamos a la industria lo quehabíamos de remitir a las manos si tuviéramos oficio.Castíguense los que cohechan, los escaladores de casas, los salteadores de caminos,los testigos falsos por dineros, los mal entretenidos en larepública, los ociosos y baldíos en ella, que nosirven de otra cosa que de acrecentar el número de losperdidos, y dejen a los míseros que van su camino derecho aservir a su majestad con la fuerza de sus brazos y con la agudezade sus ingenios, porque no hay mejores soldados que los que setrasplantan de la tierra de los estudios en los campos de laguerra; ninguno salió de estudiante para soldado que no lofuese por extremo, porque cuando se avienen y se juntan las fuerzascon el ingenio, y el ingenio con las fuerzas, hacen un compuestomilagroso, con quien Marte se alegra, la paz se sustenta y larepública se engrandece.
Admirados estaban todos los circunstantes, así de lasrazones del mozo, como de la velocidad con que hablaba, el cual,prosiguiendo, dijo:
--Espúlguenos el señor alcalde, mírenos yremírenos, y haga escrutinio de las costuras de nuestrosvestidos, y si en todo nuestro poder hallare seis reales, nosólo nos mande dar ciento, sino seis cuentos de azotes.Veamos, pues, si la adquisición de tan pequeñacantidad de interés merece ser castigada con afrentas ymartirizada con galeras; y así, otra vez digo que elseñor alcalde se remire en esto, no se arroje y precipiteapasionadamente a hacer lo que, después de hecho,quizá le causara pesadumbre. Los jueces discretos castigan,pero no toman venganza de los delitos;los prudentes y los piadosos mezclan la equidad con la justicia, y,entre el rigor y la clemencia, dan luz de su buenentendimiento.
--Por Dios--dijo el segundo alcalde--, que este mancebo hahablado bien, aunque ha hablado mucho, y que, no solamente no tengode consentir que los azoten, sino que los tengo de llevar a mi casay ayudarles para su camino, con condición que le llevenderecho, sin andar surcando la tierra de una en otras partes,porque, si así lo hiciesen, más pareceríanviciosos que necesitados.
Ya el primer alcalde, manso y piadoso, blando y compasivo,dijo:
--No quiero que vayan a vuestra casa, sino a la mía,donde les quiero dar una lición de las cosas de Argel, tal,que de aquí adelante ninguno les coja en mal latín encuanto a su fingida historia.
Los cautivos se lo agradecieron, y los circunstantes alabaron suhonrada determinación.
Llegóse el día, y tomaron los peregrinos el camino de Valencia; los cuales, otro día, alsalir de la aurora, que por los balcones de Oriente se asomaba,barriendo el cielo de las estrellas y aderezando el camino pordonde el sol había de hacer su acostumbrada carrera,Bartolomé, que así creo se llamaba el guiador del bagaje, viendo salir el sol tan alegre yregocijado, bordando las nubes de los cielos con diversas colores,de manera que no se podía ofrecer otra cosa másalegre y más hermosa a la vista, y con rústicadiscreción dijo:
---Verdad debió de decir el predicador que predicaba losdías pasados en nuestro pueblo cuando dijo que los cielos yla tierra anunciaban y declaraban las grandezas del Señor.Pardiez que, si yo no conociera a Dios por lo que me hanenseñado mis padres y los sacerdotes y ancianos de mi lugar,le viniera a rastrear y conocer viendo la inmensa grandeza destoscielos, que me dicen que son muchos, o, a lo menos, que llegan aonce, y por la grandeza deste sol que nos alumbra, que, con noparecer mayor que una rodela, es muchas veces mayor que toda latierra, y más que, con ser tan grande, afirman que es tanligero que camina en venticuatro horas más de trecientas milleguas. La verdad que sea, yo no creo nada desto; perodícenlo tantos hombres de bien, que, aunque hago fuerza alentendimiento, lo creo. Pero de lo que más me admiro es quedebajo de nosotros hay otras gentes, a quien llamanantípodas, sobre cuyas cabezas, los que andamos acáarriba, traemos puestos los pies, cosa que me parece imposible;que, para tan gran carga como la nuestra, fuera menester quetuvieran ellos las cabezas de bronce.
Rióse Periandro de la rústica astrologíadel mozo, y díjole:
--Buscar querría razones acomodadas ¡ohBartolomé! para darte a entender el error en queestás y la verdadera postura del mundo, para lo cual eramenester tomar muy de atrás sus principios; peroacomodándome con tu ingenio, habré de coartar elmío y decirte sola una cosa: y es que quiero que entiendaspor verdad infalible que la tierra es centro del cielo; llamocentro un punto indivisible a quien todas las líneas de sucircunferencia van a parar; tampoco me parece que has de entenderesto; y así, dejando estos términos, quiero que tecontentes con saber que toda la tierra tiene por alto el cielo, yen cualquier parte della donde los hombres estén han deestar cubiertos con el cielo; así que, como a nosotros elcielo que ves nos cubre, asimismo cubre a los antípodas quedicen, sin estorbo alguno, y como, naturalmente, lo ordenóla Naturaleza, mayordoma del verdadero Dios, criador del cielo y dela tierra.
No se descontentó el mozo de oír las razones dePeriandro, que también dieron gusto a Auristela, a lacondesa y a su hermano. Con estas y otras cosas ibaenseñando y entreteniendo el camino Periandro.
De allí a algunos días, llegó nuestrohermoso escuadrón a un lugar de moriscos, que estaba puestocomo una legua de la marina, en el reino de Valencia. Hallaron enél, no mesón en que albergarse, sino todas las casas del lugar con agradable hospiciolos convidaban; viendo lo cual, Antonio dijo:
--Yo no sé quién dice mal desta gente, que todosme parecen unos santos.
--Con palmas--dijo Periandro--recibieron al Señor enJerusalén los mismos que de allí a pocos díasle pusieron en una cruz. Agora bien: a Dios y a la ventura, comodecirse suele, acetemos el convite que nos hace este buen viejo,que con su casa nos convida.
Y era así verdad, que un anciano morisco, casi porfuerza, asiéndolos por las esclavinas, los metió encasa, y dio muestras de agasajarlos no morisca, sinocristianamente. Salió a servirlos una hija suya, vestida entraje morisco, y en él tan hermosa, que las másgallardas cristianas tuvieran a ventura el parecería: que enlas gracias que Naturaleza reparte, también suele favorecera las bárbaras de Citia, como a las ciudadanas de Toledo.Esta, pues, hermosa y mora, en lengua aljamiada, asiendo a Costanzay a Auristela de las manos, se encerró con ellas en una salabaja, y, estando solas, sin soltarles las manos, recatadamentemiró a todas partes, temerosa de ser escuchada, y,después que hubo asegurado el miedo que mostraba, lesdijo:
--¡Ay, señoras, y cómo habéis venidocomo mansas y simples ovejas al matadero! ¿Veis este viejo,que con vergüenza digo que es mi padre, véisle tanagasajador vuestro? Pues sabed que no pretende otra cosa sino ser vuestro verdugo. Esta noche se han dellevar en peso, si así se puede decir, diez y seis bajelesde cosarios berberiscos, a toda la gente de este lugar, con todassus haciendas, sin dejar en él cosa que les mueva a volver abuscarla. Piensan estos desventurados que en Berberíaestá el gusto de sus cuerpos y la salvación de susalmas, sin advertir que, de muchos pueblos que allá se hanpasado casi enteros, ninguno hay que dé otras nuevas sino dearrepentimiento, el cual les viene juntamente con las quejas de sudaño. Los moros de Berbería pregonan glorias deaquella tierra, al sabor de las cuales corren los moriscos deésta, y dan en los lazos de su desventura. Si queréisestorbar la vuestra y conservar la libertad en que vuestros padresos engendraron, salid luego de esta casa y acogedos a la iglesia,que en ella hallaréis quien os ampare, que es el cura, quesólo él y el escribano son en este lugar cristianosviejos. Hallaréis también allí al jadraqueJarife, que es un tío mío, moro sólo en elnombre, y en las obras cristiano.
Contaldes lo que pasa, y decidque os lo dijo Rafala, que con esto seréis creídos yamparados; y no lo echéis en burla, si no queréis quelas veras os desengañen a vuestra costa: que no hay mayorengaño que venir el desengaño tarde.
El susto, las acciones con que Rafala esto decía, seasentó en las almas de Auristela y de Constanza, de maneraque fué creída, y no le respondieron otra cosa quefuese más que agradecimientos. Llamaron luego a Periandro y a Antonio, y, contándoles loque pasaba, sin tomar ocasión aparente, se salieron de lacasa con todo lo que tenían. Bartolomé, que quisieramás descansar que mudar de posada, pesóle de lamudanza; pero, en efeto, obedeció a sus señores.Llegaron a la iglesia, donde fueron bien recebidos del cura y deljadraque, a quien contaron lo que Rafala les había dicho. Elcura dijo:
--Muchos días ha, señores, que nos dan sobresaltocon la venida de esos bajeles de Berbería; y aunque escostumbre suya hacer estas entradas, la tardanza de ésta metenía ya algo descuidado.
Entrad, hijos, que buena torretenemos, y buenas y ferradas puertas la iglesia, que, si no es muyde propósito, no pueden ser derribadas ni abrasadas.
--¡Ay--dijo a esta sazón el jadraque--, si han dever mis ojos, antes que se cierren, libre esta tierra destasespinas y malezas que la oprimen! ¡Ay, cuándollegará el tiempo que tiene profetizado un abuelomío, famoso en la astrología, donde se veráEspaña de todas partes entera y maciza en la religióncristiana, que ella sola es el rincón del mundo dondeestá recogida y venerada la verdadera verdad de Cristo!Morisco soy, señores, y ojalá que negarlo pudiera;pero no por esto dejo de ser cristiano: que las divinas gracias lasda Dios a quien él es servido, el cual tiene por costumbre,como vosotros mejor sabéis, de hacer salir su sol sobre losbuenos y los malos, y llover sobre los justos y los injustos. Digo,pues, que este mi abuelo dejódicho que, cerca de estos tiempos, reinaría en Españaun rey de la Casa de Austria, en cuyo ánimo cabría ladificultosa resolución de desterrar los moriscos de ella,bien así como el que arroja de su seno la serpiente que leestá royendo las entrañas, o bien así comoquien aparta la neguilla del trigo, o escarda o arranca la malayerba de los sembrados. Ven ya, ¡oh venturoso mozo, y reyprudente!, y pon en ejecución el gallardo decreto de estedestierro, sin que se te oponga el temor que ha de quedar estatierra desierta y sin gente, y el de que no será bien la queen efeto está en ella bautizada; que, aunque éstossean temores de consideración, el efeto de tan grande obralos hará vanos, mostrando la experiencia, dentro de pocotiempo, que, con los nuevos cristianos viejos que esta tierra sepoblare, se volverá a fertilizar y a poner en mucho mejorpunto que agora tiene. Tendrán sus señores, si notantos y tan humildes vasallos, serán los que tuvierencatólicos, con cuyo amparo estarán estos caminosseguros, y la paz podrá llevar en las manos las riquezas,sin que los salteadores se las lleven.
Esto dicho, cerraron bien las puertas, fortaleciéronlascon los bancos de los asientos, subiéronse a la torre,alzaron una escalera levadiza, llevóse el cura consigo elSantísimo Sacramento en su relicario, proveyéronse depiedras, armaron dos escopetas, dejó el bagaje mondo ydesnudo a la puerta de la iglesia Bartolomé el mozo, y encerróse con susamos; y todos, con ojo alerta y manos listas, y con ánimosdeterminados, estuvieron esperando el asalto, de quien avisadosestaban por la hija del morisco. Pasó la media noche, que lamidió por las estrellas el cura; tendía los ojos portodo el mar que desde allí se parecía, y nohabía nube que con la luz de la luna se pareciese, que nopensase sino que fuesen los bajeles turquescos; y, aguijando a lascampanas, comenzó a repicallas tan apriesa y tan recio, quetodos aquellos valles y todas aquellas riberas retumbaban, a cuyoson los atajadores de aquellas marinas se juntaron y las corrierontodas; pero no aprovechó su diligencia para que los bajelesno llegasen a la ribera y echasen la gente en tierra. La del lugar,que los esperaba, cargados con sus más ricos y mejoresalhajas, adonde fueron recebidos de los turcos con grande grita yalgazara, al son de muchas dulzainas y de otros instrumentos, que,puesto que eran bélicos, eran regocijados, pegaron fuego allugar, y asimismo a las puertas de la iglesia, no para esperar aentrarla, sino por hacer el mal que pudiesen; dejaron aBartolomé a pie, porque le dejarretaron el bagaje;derribaron una cruz de piedra que estaba a la salida del pueblo,llamando a grandes voces el nombre de Mahoma; se entregaron a losturcos, ladrones pacíficos y deshonestos públicos.Desde la lengua del agua, como dicen, comenzaron a sentir lapobreza que les amenazaba su mudanza, y la deshonra en que ponían a sus mujeres y a sus hijos.Muchas veces, y quizá algunas no en vano, dispararon Antonioy Periandro las escopetas; muchas piedras arrojóBartolomé, y todas a la parte donde había dejado elbagaje, y muchas flechas el jadraque; pero muchas máslágrimas echaron Auristela y Constanza, pidiendo a Dios, quepresente tenían, que de tan manifiesto peligro los librase,y ansimismo que no ofendiese el fuego a su templo, el cual noardió, no por milagro, sino porque las puertas eran dehierro, y porque fué poco el fuego que se les aplicó.Poco faltaba para llegar el día, cuando los bajeles,cargados con la presa, se hicieron al mar, alzando regocijadoslilíes, y tocando infinitos atabales y dulzainas, y en estovieron venir dos personas corriendo hacia la iglesia, la una de laparte de la marina, y la otra de la de tierra, que, llegando cerca,conoció el jadraque que la una era su sobrina Rafala, que,con una cruz de caña en las manos, venía diciendo avoces:
--Cristiana, cristiana y libre, y libre por la gracia ymisericordia de Dios!
La otra conocieron ser el escribano, que acaso aquella nocheestaba fuera del lugar, y, al son del arma de las campanas,venía a ver el suceso, que lloró, no por lapérdida de sus hijos y de su mujer, que allí no lostenía, sino por la de su casa, que halló robada yabrasada. Dejaron entrar el día y que los bajeles sealargasen, y que los atajadores tuviesen lugar de asegurar la costa, y entonces bajaron de latorre y abrieron la iglesia, donde entró Rafala,bañado con alegres lágrimas el rostro, y acrecentandocon su sobresalto su hermosura, hizo oración a lasimágenes y luego se abrazó con su tío, besandoprimero las manos al cura. El escribano, ni adoró nibesó las manos a nadie, porque le tenía ocupada elalma el sentimiento de la pérdida de su hacienda.Pasó el sobresalto, volvieron los espíritus de losretraídos a su lugar, y el jadraque, cobrando aliento nuevo,volviendo a pensar en la profecía de su abuelo, casi comolleno de celestial espíritu, dijo:
--¡Ea, mancebo generoso; ea, rey invencible; atropella,rompe, desbarata todo género de inconvenientes, ydéjanos a España tersa, limpia y desembarazada destami malla casta, que tanto la asombra y menoscaba! ¡Ea,consejero tan prudente como ilustre, nuevo Atlante del peso de estamonarquía, ayuda y facilita con tus consejos a estanecesaria transmigración; llénense estos mares de tusgaleras, cargadas del inútil peso de la generaciónagarena; vayan arrojadas a las contrarias riberas las zarzas, lasmalezas y las otras yerbas que estorban el crecimiento de lafertilidad y abundancia cristiana! Que si los pocos hebreos quepasaron a Egipto multiplicaron tanto, que en su salida se contaronmás de seiscientas mil familias, ¿qué sepodrá temer de éstos, que son más y vivenmás holgadamente? No los esquilman las religiones, no losentresacan las Indias, no los quintanlas guerras; todos se casan, todos, o los más, engendran, dedo se sigue y se infiere que su multiplicación y aumento hade ser innumerable. ¡Ea, pues, vuelvo a decir; vayan, vayan,señor, y deja la taza de tu reino resplandeciente como elsol y hermosa como el cielo!
Dos días estuvieron en aquel lugar los peregrinos,volviendo a enterarse en lo que les faltaba, y Bartolomé seacomodó de bagaje, los peregrinos agradecieron al cura subuen acogimiento y alabaron los buenos pensamientos del jadraque,y, abrazando a Rafala, se despidieron de todos y siguieron sucamino.
--Berganza, amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de laconfianza...
QUE PASO ENTRE CIPION Y BERGANZA, PERROS DEL HOSPITAL DE
LARESURRECCIÓN, QUE ESTÁ EN LA CIUDAD DE VALLADOLID,FUERA DE LA PUERTA DEL CAMPO, A QUIEN COMÚNMENTE LLAMAN LOSPERROS DE
MAHUDES
CIPIÓN.--Berganza, amigo, dejemos esta noche el Hospitalen guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad yentre esas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta novista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos hahecho.
BERGANZA.--Cipión hermano, óyote hablar, ysé que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que elhablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.
CIPIÓN.--Así es la verdad, Berganza, y viene a sermayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en quehablamos con discurso, como si fuéramos capaces derazón, estando tan sin ella, que la diferencia que hay delanimal bruto al hombre, es ser el hombre animal racional, y elbruto, irracional.
BERGANZA.--Todo lo que dices, Cipión, entiendo, y eldecirlo tú y entenderlo yo me causa nueva admiracióny nueva maravilla. Bien es verdad que en el discurso de mi vidadiversas y muchas veces he oído decir grandes prerrogativasnuestras; tanto, que parece que algunos han querido sentir quetenemos un natural distinto, tan vivo y tan agudo en muchas cosas,que da indicios y señales de faltar poco para mostrar quetenemos un no sé qué de entendimiento, capaz dediscurso.
CIPIÓN.--Lo que yo he oído alabar y encarecer esnuestra mucha memoria, el agradecimiento y gran fidelidad nuestra;tanto, que nos suelen pintar por símbolo de la amistad.
BERGANZA.--Bien sé que ha habido perros tan agradecidos,que se han arrojado con los cuerpos difuntos de sus amos en lamisma sepultura. Otros han estado sobre las sepulturas dondeestaban enterrados sus señores, sin apartarse dellas, sincomer, hasta que se les acababa la vida. Sé tambiénque después del elefante, el perro tiene el primer lugar deparecer que tiene entendimiento; luego, el caballo, y elúltimo, la jimia.
CIPIÓN.--Ansí es; pero bien confesarás queni has visto ni oído decir jamás que haya habladoningún elefante, perro, caballo o mona; por donde me doy aentender que este nuestro hablar tan de improviso cae debajo delnúmero de aquellas cosas que llaman portentos. Pero sea loque fuere, nosotros hablamos, seaportento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, nohay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; nosabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamosaprovecharnos della, y hablemos toda esta noche, sin dar lugar alsueño que nos impida este gusto, de mí por largostiempos deseado.
BERGANZA.--Y aun de mí, que desde que tuve fuerzas pararoer un hueso, tuve deseo de hablar, para decir cosas quedepositaba en la memoria, y allí, de antiguas y muchas, o seenmohecían o se me olvidaban. Empero ahora, que tan sinpensado me veo enriquecido deste divino don de la habla, piensogozarle y aprovecharme dél lo más que pudiere,dándome priesa a decir todo aquello que se me acordare,aunque sea atropellada y confusamente, porque no sécuándo me volverán a pedir este bien, que porprestado tengo.
CIPIÓN.--Sea ésta la manera, Berganza amigo: queesta noche me cuentes tu vida y los trances por donde has venido alpunto en que ahora te hallas, y si mañana en la nocheestuviéremos con habla, yo te contairé la mía;porque mejor será gastar el tiempo en contar las propias queen procurar saber las ajenas vidas.
BERGANZA.--Siempre, Cipión, te he tenido por discreto ypor amigo, y ahora más que nunca, pues como amigo quieresdecirme tus sucesos y saber los míos, y como discreto has repartido el tiempo,donde podamos manifestallos.
CIPIÓN.--Habla hasta que amanezca, o hasta que seamossentidos; que yo te escucharé de muy buena gana, sinimpedirte sino cuando viere ser necesario.
BERGANZA.--Paréceme que la primera vez que vi el solfué en Sevilla, y en su matadero, que está fuera dela Puerta de la Carne; por donde imaginara (si no fuera por lo quedespués te diré) que mis padres debieron de seralanos de aquellos que crían los ministros de aquellaconfusión, a quien llaman jiferos. El primero queconocí por amo fué uno llamado Nicolás elRomo, mozo robusto, doblado y colérico, como lo son todosaquellos que ejercitan la jifería: este tal Nicolásme enseñaba a mí y a otros cachorros a que, encompañía de alanos viejos arremetiésemos a lostoros y les hiciésemos presa de las orejas. Con muchafacilidad salí un águila en esto. Undía puse pies en polvorosa, y tomando el camino enlas manos y en los pies, por detrás de San Bernardo, mefuí por aquellos campos de Dios, adonde la fortuna quisiesellevarme. Aquella noche dormí al cielo abierto, y otrodía me deparó la suerte un hato o rebaño deovejas y carneros. Así como le vi, creí quehabía hallado en él el centro de mi reposo,pareciéndome ser propio y natural oficio de los perrosguardar ganado, que es obra donde se encierra una virtud grande,como es amparar y defender de los poderosos y soberbios los humildes y los que poco pueden. Apenasme hubo visto uno de tres pastores que el ganado guardaban cuandodiciendo: "¡To, to!" me llamó, y yo, que otra cosa nodeseaba, me llegué a él, bajando da cabeza y meneandola cola. Trújome la mano por el lomo, abrióme laboca, escupióme en ella, miróme las presas,conoció mi edad, y dijo a otros pastores que yo teníatodas las señales de ser perro de casta. Llegó a esteinstante el señor del ganado sobre una yegua rucia a lajineta, con lanza y adarga, que más parecía atajadorde la costa que señor de ganado. Preguntó al pastor:"¿Qué perro es éste, que tiene señalesde ser bueno?"
"Bien lo puede vuesa merced creer--respondióel pastor--, que yo le he cotejado bien, y no hay señal enél que no muestre y prometa que ha de ser un gran perro.Agora se llegó aquí, y no sé cúyo sea,aunque sé que no es de los rebaños de la redonda.""Pues así es--respondió el señor--, ponleluego el collar de Leoncillo, el perro que se murió, y denlela ración que a los demás, y acaríciale porquetome cariño al hato y se quede en él." En diciendoesto se fué, y el pastor me puso luego al cuello unascarlancas llenas de puntas de acero, habiéndome dado primeroen un dornajo gran cantidad de sopas en leche. Y asimismo me pusonombre y me llamó Barcino. Vime harto y contento conel segundo amo y con el nuevo oficio; mostrémesolícito y diligente en la guarda del rebaño, sinapartarme dél sino las siestas,que me iba a pasarlas, o ya a la sombra de algúnárbol, o de algún ribazo o peña, o a la dealguna mata, a la margen de algún arroyo de los muchos quepor allí corrían. Y estas horas de mi sosiego no laspasaba ociosas, porque en ellas ocupaba la memoria en acordarme demuchas cosas, especialmente en la vida que había tenido enel Matadero. Pero habrélas de callar, porque no metengáis por largo y por murmurador.
CIPIÓN.--Por haber oído decir que dijo un granpoeta de los antiguos que era difícil cosa el no escribirsátiras, consentiré que murmures un poco de luz, y node sangre; quiero decir que señales, y no hieras ni des matea ninguno en cosa señalada; que no es buena lamurmuración, aunque haga reír a muchos, si mata auno; y si puedes agradar sin ella, te tendré por muydiscreto.
BERGANZA.--Yo tomaré tu consejo, y esperaré congran deseo que llegue el tiempo en que me cuentes tus sucesos; quede quien tan bien sabe conocer y enmendar los defetos que tengo encontar los míos, bien se puede esperar que contarálos suyos de manera que enseñen y deleiten a un mismo punto.Digo, pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado,por parecerme que comía el pan de mi sudor y trabajo, y quela ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, notenía que ver conmigo, a causa que si los díasholgaba, las noches no dormía, dándonos asaltos amenudo y tocándonos a arma loslobos; y apenas me habían dicho los pastores: "¡Allobo, Barcino!", cuando acudía, primero que los otrosperros, a la parte que me señalaban que estaba el lobo;corría los valles, escudriñaba los montes,desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos,y a la mañana volvía al hato, sin haber hallado loboni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los piesabiertos de los garranchos,